“Decencia” en la asistencia a misa en la antigüedad: la separación por sexos en la misa.

La “decencia” es un termino que hoy en día no tiene igual significado que antiguamente, no obstante en todas parte y en todas épocas se ha pretendido evitar la distracción durante los actos de culto religiosos por lo que se ha querido evitar el peligro de miradas, insinuaciones etc durante los mismos mediante la separación por sexos ocupando distintos espacios de los templos. La colocación tradicional desde la Edad Media de los fieles en la iglesia separados por sexos generalmente era: delante a la izquierda niños y a la derecha niñas, todos menores de 14 años. Los hombres a continuación y al final en el último cuerpo de la iglesia las mujeres. También hubo momentos en que durante la misa los hombres se sentaban a la izquierda de la nave y las mujeres a la derecha. Esta costumbre me imagino que cambiaría en el s. XIX cuando en Andalucía en particular los hombres empezaron a asistir menos a las misas. Invirtiéndose la colocación quedando los niños y mujeres delante y al final los hombres. Tengamos en cuanta que el suelo de la iglesia estaba cubierto por un entarimado y sobre este unas esteras clavadas, para nada existían bancos salvo los destinados a las autoridades que se reducían como hemos conocido a dos bancos corridos situados a cada lado de la nave. La gente asistía a la misa de pie o de rodillas, se permitía a las mujeres que llevaban largas faldas y a los niños sentarse en el suelo en algunos momentos como por ejemplo en el sermón.

Hay una parte de la misa que se llama Ofertorio donde desde tiempo inmemorial se acostumbraba a ofrecer a Dios en la persona del sacerdote por parte de los fieles una ofrenda generalmente en especie, continuidad de lo que se hacía a Dios en el Antiguo Testamento con sacrificios y primicias. Esta ofrenda hecha desde época medieval consistía a veces en dinero, pero generalmente en especies tales como aceite, trigo, pan cocido, aves, vino etc., etc. Cada hombre llevaba lo que quería ofrecer y se lo entregaba en las gradas del altar al cura quien lo recibía, al terminar de recoger las ofrendas estas se llevaban hasta el altar y proseguía la misa. Las ofrendas eran recogidas generalmente por las propias manos del preste con las que, poco después, habría de consagrar, por lo que a continuación seguía la parte de la liturgia conocida como Lavatorio.

Los hombres acudían al altar a ofrecer, sin embargo las mujeres no se movían de su sitio (en algunas iglesias donde las sepulturas estaban en el lateral o al final era habitual que las mujeres se quedaban sentadas sobre las sepulturas de sus difuntos) por eso acabada la misa el sacerdote abandonaba el altar e iba con agua bendita adonde las mujeres diciendo un responso en la sepultura y recogiendo sus “blancas e ofrendas” (Una blanca era medio maravedí). Otras veces era el cura quien enviaba al monago a recoger sus ofrendas o salía él en a la puerta o el porche de la iglesia a recogerlas acabada la misa. Las mujeres no podían a ofrecer a los pies del altar durante el Ofertorio, para no pasar y mezclarse por entre los hombres, pues estaban situadas aparte de ellos como se ha dicho.

Ya a finales del s. XIX- XX se fueron introduciendo en la parroquia de Coria del Río las sillas que la gente traían de sus casas para los cultos también los reclinatorios que era sillas preparadas para tener una parte donde arrodillarse. Las normas de separación en la iglesia por sexo fueron perdiendo vigencia quedando al arbitrio de cada persona, y era habitual en algunos casos que se colocasen la gente por familias abuelos con sus hijos y nietos etc. Después de 1940 se dispuso de un pequeño cuarto debajo del coro de la Parroquia y junto a la capilla bautismal donde se guardaban las sillas bajo custodia del sacristán quien cobraba unas propinas por ello. Sobre principios de 1960 ya se colocaron los bancos de la iglesia y la gente se seguía sentando a su conveniencia. Así hasta hoy.