Algunas fiestas litúrgicas tradicionales asociadas al tiempo pascual: El Domingo de Quasimodo, la Octava de Pascua (Semana in albis), la Pascua Florida y el Corpus Christi. Una derivada a través de siglos de los significados litúrgicos asociados a la celebración del Bautismo y trasvasados a la Primera Comunión.

 

F.J. Barragán de la Rosa . Abril 2023

El Domingo de Quasimodo (1), es el primer domingo después de la Semana Santa una fecha antiguamente celebrarse notablemente como fiesta en diversas localidades españolas y de otros países latinoamericanos.

 

Al principio los cristianos celebraban la cincuentena Pascual desde el Domingo de Resurrección hasta el Domingo de Pentecostés como una celebración conjunta que era la continuación y prolongación de la Pascua Cristiana i.e. de la Vigilia Pascual. Consistía esta cincuentena pascual (quincuagésima) en reuniones prácticamente a diario, durante todo ese tiempo que comprendía siete semanas completas se desmenuzaba todo el evangelio y la obra salvadora de Cristo. Este tiempo de alegría pascual se anteponía a la cuaresma (quadragésima). La cuaresma es un período de ciertas prácticas religiosas instaurado en el siglo IV d. C que va desde el Miércoles de Ceniza hasta la víspera del Domingo de Resurrección. En dicho tiempo la Iglesia como forma de renovación y reforma de vida preceptúa para los cristianos el ayuno, la penitencia, la abstinencia de carne y vino (con una extraordinaria estrictez en tiempos pasado). La cuaresma se celebra en memoria de los cuarenta que ayunó Jesús en el desierto antes de comenzar su ministerio mesiánico. La cuaresma incluida la Semana Santa comprende siete semanas, son 46 días a los que se les resta seis para quedarse en los 40 días prescritos. Los domingos dentro de la cuaresma no cuentan porque cada uno se considera una Pascua y en ellos se excluía el ayuno.

A partir del siglo IV d. C cuando la Iglesia dejó de ser perseguida y se produjo la paz constantiniana, surgen los tiempos litúrgicos y el ciclo litúrgico. Así la vida de Jesús se comenzó a celebrar y narrar según la secuencia histórica de las acciones salvíficas de Dios durante todo el año. Es entonces cuando se comenzó a celebrar la Octava de Pascua, así vino a desgajarse de la Cincuentena Pascual un importante período litúrgico-festivo desarrollado durante los ocho primeros días después de la Pascua (dies baptismales) que concentraba “litúrgicamente y festivamente” la anterior cincuentena Pascual. Surge la Octava Pascual con dinámica litúrgica propia con sus correspondientes ocho eucaristías. Es esa toda una semana denominada en el rito romano también “in albis”, nació por el deseo de asegurar a los neófitos una catequesis acerca de los divinos misterios (mistagogia) que habían experimentado la noche de Pascua en que fueron bautizados, confirmados y recibieron la eucaristía. Esta semana posterior a la Pascua se consideraba como un “único día hecho por el Señor" para mostrar toda las maravillas de su acción salvadora.

 

Pero no solo los neófitos que habían recibido el bautismo en la noche pascual celebraban con intensidad esta semana “in albis”. También el resto de bautizados, renacidos a la vida de Cristo Resucitado, renovaban la gracia del bautismo y expresaban, mediantes unos días festivos también de carácter civil la alegría Pascual (refeljada en la expresión Aleluya). En la semana “in albis” los trabajos temporales quedaban interrumpidos y así los fieles podían expresar en las celebraciones religiosas y civiles su hondo agradecimiento a Dios. Por eso la Iglesia Católica tenía gran interés en que mediante unas ceremonias solemnes en esa semana los cristianos saboreasen la alegría del Bautismo. Diferentes concilios exhortan que durante toda la semana los fieles se dediquen al culto divino (2) Era una semana en que se prohibían los intercambios comerciales, se cerraban los negocios y los tribunales (3). San Agustín comenta que pasados los días de fiesta, vuelven a reanudarse los contratos, los procesos y los actos judiciales (4).

El domingo con el que concluye esa semana (la Octava de Pascua) fue llamado «dominica in albis depositis» (5),“domingo in albis”, domingo de la octava de Pascua o domingo de Quasimodo (6). Este domingo tenía para todos los cristianos una relevancia teológica especial, ya que concluía todo el periodo marcado con el distintivo de la Resurrección y por la alegría de los discípulos al volver a ver a Jesús Resucitado, cuyo cuerpo había abandonado el sepulcro (a los ocho días, se presentó Jesús Resucitado al grupo de sus discípulos en el cenáculo véase Jn 20,19-31).

 

La denominación “in albis”, procede del nombre latino alba, dado por la túnica blanca que los neófitos llevaban después de su Bautismo en la noche de Pascua, y que se quitaban tan sólo después de ocho días. Estas vestiduras blancas eran depuestas el sábado previo, el llamado también “sabbatum dies in albis deponendis”, en la sacristía de la misma basílica donde los neófitos habían recibido el bautismo y se habían incorporado plenamente a la comunidad cristiana. Algo cambió en la importancia de la semana “in albis” cuando en los s. V-VI se introdujo la costumbre de celebrar los bautizos también en la misa del Domingo de Pentecostés y no sólo en la Pascua. Esta novedad pretendía evitar la masificación en la Vigilia Pascual, pues dada la abundancia de bautizos de catecúmenos estos podían causar un excesivo retraso en la vigilia, intentando resolver dicho problema extendiendo la práctica de los bautizos al día de Pentecostés.

 

La fiesta de Pascua se prolongaba una semana como hemos indicado, una intención de ello era también asimilar el ejemplo de los judíos, para quienes la solemnidad de la Pascua Hebrea se extendía por espacio de siete días (Lev 23, 4-5). La actual fiesta de Pascua está dotada de una verdadera octava que termina con el domingo “in albis”. Sin embargo, diversas peculiaridades litúrgicas indican que el sábado in albis, tenía una importancia celebrativa superior a la del octavo día el domingo “in albis”, de ello se deduce que al principio, la celebración de la fiesta pascual no se prolongaba más de siete días, los dies baptismales, y no terminaba como hoy en el domingo, sino el sábado precedente. Más tarde se añadió para completar la octava, el domingo “in albis”, que se fue conociendo también progresivamente como domingo de Quasimodo.

 

El nombre de domingo de Quasimodo proviene de la primera palabra del canto de entrada (antífona) propio de ese domingo tomado de la primera carta del apóstol Pedro (1 Pe 2, 2): “Quasi modo geniti infantes, rationabile, sine dolo lac concupiscite, alleluia” —«Como niños recién nacidos, razonables, sin engaño, apeteced la leche (del espíritu), aleluya...». El "Liber usualis. Missae et officii" recoge la sabia y preciosa melodía gregoriana con que se canta.

 

La Iglesia tenía el concepto de comparar a sus nuevos hijos (neófitos) con los niños recién nacidos y concebir la fe que se había gestado en ellos desde el punto de vista de la Trinidad. Además ciertos signos materiales leche, agua, pan, vino y vela cobran un significado sacramental para los neófitos cuando estos fueron introducidos en el misterio de Jesús y de su Iglesia en la vigilia pascual.

 

En primer lugar la fe en Jesús, que les hará triunfar sobre el mundo, es la leche que se les da de beber mediante su Palabra. En segundo lugar esa fe tiene por fundamento el testimonio del Padre, quien le había proclamado durante el Bautismo de Cristo (agua) como “su hijo amado”. Fe en Jesús verdaderamente Hijo del Padre, que como tal se mostró en la cruz entregando obedientemente su vida (sangre) en acción de gracias (eucaristía).En tercer lugar fe en el Espíritu Santo (fuego y vela), el cual atestigua por la Resurrección de Jesús la divinidad de Jesús y confirma por su descendimiento sobre la Iglesia en Pentecostés (en forma de llamas sobre las cabezas de María y los Apóstoles que representan a la Iglesia). El Espíritu Santo atestigua que Jesús es el Salvador y el Mesías esperado. Los neófitos son pues los hijos pequeños (del Padre), recién nacidos a la fe: alimentados por la leche, el agua y la sangre (de Jesús); y sostenidos por el calor (fuego espiritual que reciben del Espíritu Santo).

Entrada de los neófitos tras el bautismo en la Noche Pascual en la asamblea eclesial (synaxis) con su túnicas blancas para celebrar la Eucaristía completa . Ellos provenían del Baptisterio donde estaba la piscina bautismal en la que recibieron anteriormente el sacramento del bautismo ayudados por el diácono. Luego al salir de la piscina se les vestía con la túnica blanca (alba) y el obispo lo ungía en la frente con el Santo Óleo. Con sus túnicas blancas permanecían durante toda la semana  siguiente ("in albis"). Durante esa semana se completaban  los sacramentos recibidos en la Pascua (bautismo, confirmación y eucaristía) por medio de las Catequesis Mistagógicas a las que asistían en la sala llamada Catecumenium.

A partir del s. IX cuando el bautizo de adultos se volvió escaso en la noche pascual y predominaba de manera general el bautizo de infantes, el sentido bautismal de la celebración de la Pascua perdió peso. Consiguientemente la semana “in albis” pasó a tomarse como semana de profundización religiosa de los jóvenes que habían hecho la primera comunión en la Vigilia Pascual (pasa a predominar su contenido eucarístico en detrimento del contenido bautismal), aunque ya desapareció la costumbre de llevar las túnicas blancas, pero también semana de días festivos. Poco a poco con el tiempo sobre los s. XI-XIII los días festivos de la semana “in albis” se restringen al  Domingo de Resurrección, Lunes de Pascua y Martes de Pascua. Entonces se decaer paulatinamente costumbre del bautismo de niños en los días cercanos que siguen a la Pascua. El carácter bautismal de la Pascua se reduce al mínimo ( pues ya se empiezan a bautizar niños sin ningún boato durante todo el año y generalmente a los 8 días de su nacimiento para evitar una muerte del infante como “infiel”. Se sigue precisamente el paralelismo judío de que Jesús se circuncidó como todos los niños hebreos al octavo día de nacer). Es cuando a partir de este cambio cuando los jóvenes ataviados con sus mejores galas (pero no de blanco como cuando recibían el bautizo) tomen la primera comunión en concreto los tres día más apropiados son: 1) el Domingo de Resurrección, 2) el Lunes de Pascua o ·3) el Domingo in Albis o de Quasimodo.

 

En el siglo XII a pesar de que se continúa celebrando la Octava Pascual en la liturgia con las misas pascuales correspondientes a cada día de la octava, el descanso laboral y la fiesta pública se reducirá solo a los dos primeros días de la semana como hemos apuntado. A partir de entonces quedan pues únicamente como días festivos que ponían fin al rigor de la Cuaresma y la Semana Santa, el Domingo de Resurrección o Domingo de Pascua, junto con el Lunes y Martes de Pascua, todos esos tres días se mantienen como de descanso laico y de festividad popular. Estos dos últimos días eran conocidos en España como “lunes y martes de pascualillo” o la “pascualilla”. Finalmente en muchos sitios sólo quedó como festivo regional el Lunes de Pascua, como ocurre todavía en varias zonas de España.

 

Por otra parte en el s. XIII a partir del IV Concilio de Letrán (1215) se estableció la obligación de Confesar en Cuaresma y de Comulgar por Pascua Florida como mandamiento de la Iglesia Católica. Aunque la obligación de comulgar al menos una vez al año, se aplicaba en un principio al tiempo pascual (desde la Pascua hasta Pentecostés), más tarde se volvió común particularmente comulgar en un tiempo más restringido : desde el Domingo de Ramos al Domingo de Quasimodo. Tal hecho se comprueba consultando Constituciones Sinodales de Sevilla de 1586:  “Aunque es precepto de la Sancta Madre Iglesia que todos los fieles cristianos, en llegando a los años de discreción, son obligados a confesar una vez en el año por la Cuaresma, y a recibir el Sanctíssimo Sacramento de la Eucaristía por la Pascua de Resurrección, dende el Domingo de Ramos al Domingo de Quasimodo, inclusive, con todo esso muchas personas menospreciando la salud espiritual no cumplen con el dicho precepto, y assí es necesario añadir penas a su atrevimiento" .

Eran días muy apropiados para comulgar y completar el “cumplimiento pascual”: 1) la tarde del Jueves Santo en la misa “in coena Domini”, 2) en la Vigilia Pascual o posteriormente en la mañana del llamado “Sabado de Gloria” que absorvió la liturgia de la Pascua (7) , 3) en la mañana del domingo de Resurrección, 4) durante la semana in Albis, especialmente el Lunes y el Martes de Pascua, y por último 5) el domingo de Quasimodo (con ocasión de estos tres últimos días de descanso se volvió tradicional en España hacer romerías locales primordialmente con imágenes de la “Santa Virgen María “, figura privilegiada de la alegría pascual). A partir del citado concilio IV de Letrán también los niños en “uso de razón”, generalmente entre los 7-12 años pasaban a ejercer una sencilla primera comunión sin ceremonia externa alguna acompañando a los padres en el “deber pascual”, se convertían pues en “almas de comunión” y así eran registrados en los padrones eclesiásticos que verificaban el “cumplimiento pascual” mediante el censo de “almas de comunión“ y el recuento los comulgantes anotados en un libro llamado “Liber Status Animarum” (Libro del estado de las Almas) o también Libro de Matrícula o libro de Confesados y Comulgados.

 

El nuevo tiempo de la Pascua Florida (8) da comienzo con la Resurrección (coincide simbólicamente también con el paso del invierno a la primavera), es a partir de ese momento cuando en esos días se celebraban muchos matrimonios o la “toma de dichos” (promesas de boda). Debe tenerse en cuenta que durante la Cuaresma no estaban permitidos los casamientos. Desde el siglo XVI también en tiempo de la Pascua Florida precisamente muchos niños hacen su primera comunión. Siempre y cuando, de acuerdo con lo respaldado en el Concilio de Trento, el niño satisfaga la condición superar la edad de la razón. Esa condición afectaba a la primera comunión entonces mantenida en el ámbito privado de la familia, sin celebración festiva o trascendencia social alguna. Se entiende como “edad de uso de razón”, la que permitía a los niños distinguir el pan ordinario del Pan Eucarístico.(9). Cada fiel antes de comulgar debía contar con una preparación adecuada consistente en la confesión, el consejo del confesor o director espiritual y cumplir con el riguroso ayuno eucarístico. Condiciones en su conjunto difíciles de satisfacer por el fiel, por tanto comulgar era algo infrecuente incluso para personas muy pías.

 

Por otra parte en el periodo pascual (10), aparte de ser momento de las primeras comuniones, era cuando se organizaban las pequeñas y sencillas procesiones de “enfermos e impedidos”. En ellas los sacerdotes acompañados de devotos al Santísimo llevaban la comunión a los enfermos y ancianos que no podían asistir a la Santa Misa o que vivían en zonas rurales apartadas.

 

Con respecto de la Primera Comunión en el siglo XIX la práctica habitual de la Iglesia es fijar la edad de 12 años para los niños o 14 años para las niñas. Así accedían a los sacramentos de la confesión y comunión cuando terminaban respectivamente el colegio los pocos que cursaban “estudios de primeras letras”, con ello se daba por supuesto que con la enseñanza del catecismo por parte del maestro o maestra los chicos de ambos sexos ya estaban bien preparados. Si no iban al colegio eran examinados con gran benevolencia de lo imprescindible como era saberse persignar, los “mandamientos de la Ley de Dios”, algunos pocos conceptos del catecismo y las oraciones comunes de memoria (Padrenuestro, Ave María, Gloria , Yo Pecador y Credo) . Para ello eran preparados por sus padrinos o personas piadosas, o asistían unas cuantas veces al catecismo que daba algún clérigo, el sacristán o mujer piadosa justo antes de la Misa Mayor. Podían ser analfabetos los niños, pero eran examinados oralmente con indulgencia antes de hacer su confesión y primera comunión. Antes de recibir el sacramento del Matrimonio en la iglesia los novios volvían a ser examinados de lo anteriormente indicado por el párroco o quien este designase. Algunas personas que no iban al colegio no hacían la comunión. sino sólo cuando ya se iban a casar.

No es hasta principios del s. XIX (finales del s. XIX dependiendo de los lugares) cuando siguiendo costumbres que se establecieron en las casas reales y la aristocracia, que se va extendiendo lentamente el hecho innovador y mimético de que las niñas tomen su primera comunión de blanco (en recuerdo de la túnica bautismal y que se retoma como alegoría de pureza para recibir el Cuerpo de Cristo por primera vez). Esta moda hace que de hecho pronto se confunden los trajes de las comulgantes con los de pequeñas novias. De forma mucho más tardía en el primer tercio del s. XX, se introduce el traje blanco para los niños, en este caso inspirado en el uniforme marinero. Al darle boato a la primera comunión y singularizar ese momento en la vida del niño a partir del s. XVIII como marcador del abandono de la pubertad y su paso a la adolescencia, se tomó poco a poco y según la capacidad económica de la familia la costumbre de convidar a los cercanos a un desayuno después de la primera comunión. Era esto lo oportuno, pues el ayuno eucarístico de 12 horas antes de recibir el Santísimo Sacramento imponía que desde la noche anterior se estuviese en ayunas y la misa en la que se celebraban las primeras comuniones grupales era la misa de tercia (a las 9:00 h).

A partir de la segunda mitad del s. XIX se vincula la primera comunión con la celebración de la Fiesta del Corpus Christi (11) en la que por así decirlo los jóvenes hacían con frecuencia su “segunda comunión”. Al ser el Jueves Santo día en que se instituyó la Eucaristía en la semana en que Cristo murió, los jueves se consideran días eucarísticos por excelencia. Por ello la fecha preferida para hacer las primeras comuniones convertidas en una celebración de carácter grupal dentro de la misa (por supuesto con niños y niñas separados en distintas partes de la iglesia) fuera una próxima al Corpus pero dentro del periodo pascual. Por esa razón se tomó el día de la solemnidad del Jueves de la Ascensión de Ntro. Sr. Jesucristo como día habitual de las primeras comuniones. El jueves de la Ascensión se celebraba justo cuarenta días después del Domingo de Resurrección, i.e. el jueves de la sexta semana del Tiempo Pascual, y el jueves del “Corpus Christi” 10 días después del Domingo de Pentecostés, por tanto fuera del Periodo Pascual y ya en Tiempo Ordinario. Dicho de otra manera tres semanas después con respecto al jueves de la Ascensión. Se hizo costumbre arraigada que los niños cuya primera comunión tenía lugar el Jueves de la Ascensión, que comulgasen de nuevo tres semanas después justo el jueves día del Corpus, día festivo de los más importantes de todo el año concebido como una exaltación al Santísimo Sacramento. Además ello permitía que los niños recién comulgantes jugasen un gran protagonismo en la procesión del Corpus, costumbre que se ha mantenido hasta la actualidad.

 

A principios del s. XX para solemnizar la Primera Comunión cuando la familia era rica y tenía preceptor en casa (por tanto los niños o niñas no iban al colegio), se recibía dicha Primera Comunión en cualquier misa de manera individual. Cada niño o niña en el domingo elegido por sus padres , a veces con motivos justificados por causas  de fuerza mayor, y no con el conjunto de los niños de su edad. A estas alturas del tránsito del s. XIX al XX, si la familia tenía ciertos posibles los chicos hacían la comunión vestidos con un traje gris o negro con un lazo blanco en el brazo, mientras las chicas vestían como pequeñas novias de blanco con velos en la cabeza, eso sí sin cubrirles la cara. Esta moda del vestido de comunión se fue popularizando con el tiempo para todas las clases sociales.

Finalmente a partir del pontificado del papa Pio X a principios del s. XX se rebaja la edad de la primera comunión a niños entre siete y diez años. No sólo eso, sino que Pio X además animó con una serie de decretos a la "comunión frecuente" (en ocasiones mensual o semanal), pues hasta entonces se había limitado por lo general al “cumplimiento pascual” de una sola comunión al año por parte de los católicos comunes. No obstante por parte de los más fervientes procuraban recibirla unas cuantas veces al año que se podían contar con los dedos de las manos. La comunión hasta entonces siempre se había limitado ,hasta el decreto de Pio X, a fechas muy significadas del calendario católico o ligadas a los cultos de la hermandad o asociación a la que el fiel pertenecía.


 

Notas:

 

1.- Al día de hoy es una solemnidad que se denominó II Domingo de Pascua tras el Concilio Vaticano II o por posterior designación del papa San Juan Pablo II como Domingo de la Misericordia.

 

2.- Concilio de Maguncia el año 813, Meaux en 845, Ingelheim en 948.

 

3.- El emperador Teodosio en el 389, prohíbe las sesiones judiciales durante la semana que precede a la fiesta de Pascua y durante la siguiente.

 

4.- San Agustín Serm. 259: PL 38, 518.

 

5.- Ya en el sacramentario gelasiano, este domingo se titula: Octava Paschae.

 

6.- Los griegos llamaban ese día “Dominica nova”, en razón a la vida nueva que debían empezar desde ese domingo los bautizados de Pascua (neófitos).

 

7.- Hasta el s. XV la celebración de la Pascua de la Iglesia aún se hacía por la noche, es decir las celebraciones de la Vigilia Pascual en la madrugada del Domingo de Resurrección, es especialmente con el Concilio de Trento en el s. XVI cuando se traslada la celebración de la Pascua al llamado “Sábado de Gloria” en que sobre las 12 h de la mañana en la “misa del Rompevelos” se tocaban las campanas al canto del Gloria con lo que se daba por finalizada la Cuaresma y Semana Santa con sus restricciones de ayuno y abstenerse de la carne (en ambos sentidos alimenticio y sexual).

8.- Se acuño el término de la Pascua Florida en alusión a la primavera en que brotan las flores para designar a la Pascua de Resurrección (Pascua por excelencia) y distinguirla de las otras tres impropiamente llamadas “Pascuas” : 1) de Navidad, 2) de los Reyes Magos o de Epifanía y 3)Pascua Granada o del Espíritu Santo o de Pentecostés. El término de Pascua Granada, se opone al de Pascua Florida ya que entronca con primitivas fiestas agrarias en que ya se daba gracias por los frutos ya granados o la cosecha a punto de recoger.

 

9.- Otra situación respecto a las misas era la participación de los feligreses en la comunión. En el s. XIX la mayoría de los fieles no comulgaba más que en Pascua Florida y en las grandes fiestas; además la comunión se recibía en las misas primeras o del alba, mientras que en la Misa Mayor no se podía comulgar en razón del ayuno previo que debía prolongarse por espacio de 12 horas. En ciertas iglesias, la comunión se daba antes y después de la misa o en el sagrario teniendo como telón de fondo la misa, durante la cual muchos fieles se iban confesando.

10.- El Tiempo Pascual dura siete semanas o dicho de otra manera son 50 días desde el Domingo de Resurrección hasta el Domingo de Pentecostés. El domingo de la Santísima Trinidad es el siguiente a Pentecostés y el día jueves siguiente a la Trinidad se celebra la solemnidad del “Corpus Christi”.

 

11.- Fiesta del Corpus Christi fecha movible como lo es el Domingo de Resurrección respecto del cual se calcula , aunque por ciertos privilegios se celebraba excepcionalmente en otros lugares en un jueves con proximidad a las fiestas del patrón o Patrona de la localidad.

 

Bibliografia General

 

GABALDÓN ÁLVAREZ F. Vicario Parroquial de Tarancón (Cuenca). “La semana in albis”.(2012) en http://lexorandies.blogspot.com/2012/04/la-semana-in-albis.html. Ultimo acceso 13.04.2023

BARRAGÁN DE LA ROSA F.J. “Vida y hábitos religiosos en el siglo XIX. Caso de Coria del Río”.  Epígrafe Vida Sacramental : Comunión, Bautizo, Confirmación y Confesión. En https://sites.google.com/site/costumbresdecoriadelrio/home/vida-y-habitos-religiosos-en-el-siglo-xix-caso-de-coria-del-rio.

Ultimo acceso 13.04.2023

FLICOTEAUX E., Espiritualidad del año litúrgico, Sígueme, Salamanca 1966.