Celebración de la Cuaresma. El origen de la celebración de la Cuaresma y su relación con el Catecumenado y la Reconciliación de penitentes (1)

Introducción

La Cuaresma (Quadragesima) es un tiempo litúrgico de cuarenta días de ayuno, oración, penitencia y obras de misericordia que es aplicable a los fieles católicos. Se considera Cuaresma el periodo que va del Miércoles de Ceniza al Jueves Santo, por tanto comprende cinco semanas completas con sus domingos más los días sueltos de la Semana de Cenizas y de los días sueltos de la Semana Santa. En total son cuarenta y seis días a los que se les restan los seis domingos intercalados en que no se ayuna para redondear los cuarenta días prescritos de ayuno y penitencia. Al tiempo de Cuaresma siguen los días de celebración litúrgica del Triduo Sacro (Jueves Santo, Viernes Santo y madrugada del Domingo de Resurrección). El tiempo de Cuaresma está pensado para la preparación de la Pascua del Señor incluyendo su Muerte y Resurrección cuya culminación es la Vigilia Pascual de la madrugada del Sábado Santo al Domingo de Resurrección. La Cuaresma es por eso un tiempo de dolor y reflexión sobre la entrega de Cristo a su misión y su crucifixión redentora. Pretendemos dilucidar su origen y hasta cierto punto su evolución en la Historia de la Liturgia para ello nos proponemos responder a varios interrogantes.

¿Por qué el número de 40 días? Los cuarenta días de la Cuaresma se relacionan con muchas referencias en las Sagradas Escrituras al número cuarenta como “preparación”o tiempo de espera. Por ese hecho este número se le vinculó a “la cuarentena” i.e. los cuarenta días de aislamiento preventivo para evitar contagios en casos de enfermedad o epidemias. La “cuarentena” se aplicó por primera vez en Venecia como medida sanitaria para controlar la propagación de plagas, inicialmente con la Peste Negra en 1348 manteniendo aislados en una isla a los que llegaban en barco a Venecia por ese periodo.

En primer lugar 40 son los días en que ayunó Cristo en el desierto antes de manifestarse como Mesías. Otras referencias al 40 son: el diluvio en el Antiguo Testamento se prolongó durante cuarenta días; el pueblo de Israel fue preparado por Dios mediante una vida nómada de 40 años viajando por el desierto; Moisés, estuvo cuarenta días en el monte Sinaí en oración y ayuno antes de recibir las Tablas de la Ley de parte de Dios, el más venerado de los profetas Elías caminó 40 días sin alimentarse después de comer el pan y el agua dada por un ángel.

El reconocimiento tradicional que Jesús estuvo unas 40 horas en la tumba, llevó inicialmente a las 40 horas de ayuno riguroso que precedieron a la celebración de la Pascua en la Iglesia primitiva ,es decir de tres días desde el viernes santo hasta la madrugada del domingo en la celebración de la Vigilia Pascual. El ayuno fue inicialmente realizado por los catecúmenos para prepararlos para la recepción de los sacramentos del bautismo, confirmación y comunión eucarística que celebraban en la Vigilia Pascual.

En su origen y desarrollo histórico la Cuaresma tuvo tres etapas que podemos designar: 1. Cuaresma de los catecúmenos, preparación última e intensa antes de recibir el bautismo en la noche de la Vigilia Pascual; 2. Cuaresma de los penitentes, cuando los pecadores públicos admitidos al orden de los penitentes intensificaban sus penitencias antes de ser reconciliados el día del Jueves Santo para así poder participar en la noche de Pascua; y 3. Cuaresma de los fieles, cuando la cuaresma adquiere un carácter general como tiempo intenso de oración y penitencia de todos los cristianos, que se produce en la medida que la formación de los catecúmenos y la comprobación de que los penitentes podían ser reconciliación y readmitidos fueron perdiendo importancia.

Se dan ciertos signos de que la práctica de la Cuaresma para todos los cristianos al margen de los “conversos” y los “reconciliados” comienza a observarse a partir del s. V-VI, cuando se da la tendencia para constituirla en tiempo de penitencia y de renovación general de los fieles y no sólo de los “catecúmenos” o de los “penitentes”. En efecto con la imposición del cristianismo como la religión del estado del Imperio Romano en el s. IV, progresivamente se observó que la pureza religiosa y la sinceridad de las prácticas religiosas fueron decayendo debido a la gran oleada de nuevos miembros que mantenían usos paganos. En respuesta, anualmente el ayuno cuaresmal y las prácticas de auto-renuncia fueron propuestas como signo de virtud para todos los cristianos, que podían así mostrar adhesión a los catecúmenos y penitentes reconciliados, y además ese tiempo y esas prácticas podían ser útiles para una mayor formación de la masa de la población "recién convertida".

La renovación anual de la vida espiritual durante la Cuaresma se sirvieron para ello como signo y ayuda , la práctica del ayuno y de la abstinencia de ingerir carne. En efecto este era el aspecto más visible del periodo cuaresmal, i.e. las antiguas normas que exigían a los mayores de edad y no afectados por la enfermedad o vejez ayunar todos los días sin comer ni beber hasta la caída de la tardes, con la excepción de los domingos de Cuaresma. También la Cuaresma era un periodo en que estaban prohibidos la carne, los huevos y la leche todos los días, en cambio se admitía el pescado y se recomendaba abstenerse de vino. Así pues en tiempo de cuaresma se debía realizar una sola comida al día después de ponerse el sol a base de verduras, frutas, legumbres, pan y agua

El ayuno se hacía “estricto” en el Miércoles de Ceniza, Viernes y Sábado Santo en los que no sólo no se podía comer sino fuera de las horas de luz del día sino que tan sólo se permitía el pan y el agua. El ayuno en el mundo católico se aplicaba también a otras fechas del año, tales como las vísperas de ciertos día festivos, las témporas (días de inicio y final de cada estación del año) y algunas semanas antes de Navidad, finalmente todos los viernes del año se practicaba la abstinencia de carne y vino. Quizás se pueda encontrar un antecedente remoto del ayuno cristiano en el ayuno de la religión judía en particular el día anterior a la Pascua Judía así como el día de vísperas de algunas otras fiestas conmemorativas. Con el tiempo las prescripciones de ayuno cuaresmal se fueron mitigando sobre todo desde finales de la Edad Media hasta la actualidad, reduciéndose tanto el tiempo diario de ayuno y abstinencia como el número de días. Pero veamos los antecedentes y el origen del tiempo de Cuaresma que es nuestro objetivo.

Catecumenado y Cuaresma

En los primeros siglos la Iglesia estaba perseguida por el Imperio romano, por lo que la práctica religiosa no se hacía abiertamente. Los que se convertían se bautizaban en la misma noche de la Pascua de Resurrección, su preparación doctrinal y religiosa era básica sin que estuviese sometida a un esquema de formación muy definido. Los que iban a bautizarse en los días previos del Viernes y Sábado Santo hacían un ayuno y pasaban la noche antes de la celebración Pascual en vela. Luego esta costumbre y en particular el ayunar el Viernes Santo se extendió a los que estaban ya bautizados. Los cristianos eran convocados semanalmente a la Eucaristía en la mañana de cada Domingo ayunando desde el atardecer de cada sábado, adicionalmente algunos cristianos solían reunirse los miércoles y los viernes para escuchar las lecturas de la Palabra de Dios y cantar salmos junto a las tumbas o lugares vinculados de los mártires, días en los que también se ayunaba. El miércoles y viernes efectivamente son días con un matiz penitencial, pues remiten a la Pasión de Jesús. En miércoles fue establecida la condena a muerte de Jesús por las autoridades judías y fue también traicionado por su discípulo Judas; en viernes fue juzgado formalmente y sufrió el martirio y la cruz. En el s. II para los catecúmenos para mejor disponerlos a su bautismo en la Vigilia Pascual, se impone la costumbre de ayunar y hacer penitencia, no sólo en Viernes y Sábado Santo como el resto, sino que se extiende desde el Domingo de Ramos hasta el momento de la Resurrección de Jesús, es decir durante toda la Semana Santa. Esta costumbre constituiría el primer germen del desarrollo de la cuaresma.

En la Iglesia del s. III el catecumenado cristaliza como institución eclesial para la formación de los nuevos convertidos. Los candidatos al bautismo son iniciados en la Palabra y han de dar pruebas de conversión por un tiempo largo de tres años. Tal extensión de tiempo de prueba se debe a la influencia de diversos factores, entre los que destacan la amenaza de las persecuciones (especialmente, las defecciones que acarreó la persecución de Decio 250 d.C.) y la presencia de los heréticos, que podían confundir la buena fe de quienes se acercaban al cristianismo. Dichos factores movieron a la Iglesia a someter a los catecúmenos a la prueba de tiempo y de perseverancia. El Pedagogo es la persona encargada por el obispo de la preparación de los grupos de catecúmenos durante los años previos al bautismo. En una primera época no representaba una especial dificultad que una sola persona se encargara de esta misión, puesto que el número de catecúmenos era reducido. Es en el s. III cuando al principio se establece un ayuno de tres semanas para los catecúmenos y poco después se instituye la cuaresma como los cuarenta días preparación inmediata al bautismo de los catecúmenos que coincide con las semanas anteriores a la Semana Santa. En dicho periodo los catecúmenos se someten a ayunos, exorcismos, genuflexiones y otros ejercicios de penitencia. La abstinencia ya formaba parte de las obligaciones a finales del s. VI como indicaba el papa San Gregorio I, en una carta a San Agustín de Canterbury: “Nos abstenemos de carne y de todo aquello que viene de la carne, como la leche, el queso y los huevos”.En esta etapa última del catecumenado (cuaresma) es ya el obispo quien se encargaba directamente de la tarea de enseñanza a través de catequesis de los catecúmenos. Los candidatos al bautismo admitidos a esas catequesis cuaresmales del obispo hasta ahora llamados “oyentes” (audientes), pasan a denominarse “elegidos” (electi).

A partir de la paz de Constantino quien en el año 313 proclama el Edicto de Milán, se despenaliza la práctica del cristianismo y después en el 380 tras el Edicto de Tesalónica la Iglesia es reconocida como religión oficial del Imperio Romano. Entonces se produce una gran afluencia de conversiones a la fe, que determinará una organización estable del catecumenado, cuya estructura se perfilará de modo significativo a lo largo de todo el siglo IV-V. El proceso del catecumenado culminaba con una sola ceremonia con los tres sacramentos del Bautismo, de la Confirmación y de la Eucaristía, celebrándose ya además de en la Vigilia de Pascua en el día de Pentecostés. En todo caso lo que nos interesa para nuestro argumento es que la Cuaresma a finales del siglo IV, ya estaba completada la estructura cuaresmal de cuarenta días como el periodo de preparación, purificación e iluminación del catecúmeno llamado también justo antes de su bautismo fotizomenós (“el que va a ser iluminado”) y después cuando pasa a ser cristiano se llama neófito.

En el s.VI nos encontramos ya con el panorama de una sociedad oficialmente cristiana en su globalidad, donde el bautismo de niños se impone pues sobre el catecumenado de adultos, que queda reducido a la cuaresma con unos ritos condensados. Por otra parte se generaliza el bautismo de los niños a cualquier época del año quedando situada la ceremonia antes de cualquier misa dominical. Posteriormente hasta se perderá la conciencia de que la cuaresma tuvo algo que ver con el catecumenado.

La Cuaresma de los penitentes

Ya en el siglo V es el momento histórico cuando mayor impulso recibe una importante institución de la antigua Iglesia: la “Penitencia Pública” de los grandes pecados. En palabras de San Agustín [los que piden la penitencia quieren ] “alejarse por algún tiempo de este altar [de la Eucaristía], para merecer con segura conciencia llegar a aquel altar que hay en el cielo”. Así aquellos que habían sido separados de la Iglesia como pecadores públicos sólo podían reintegrarse por la penitencia y la humildad, aunque este modo de obtener el perdón de los pecados duraba varios años e incluso se llegó a concebir como aplicable sólo una vez en la vida. Es la institución conocida como “penitencia canónica” que se aplicaba sólo a transgresiones muy graves y notables tales como la idolatría pública, la apostasía, el asesinato, el adulterio, incesto, aborto, violaciones, atrocidades etc..

Por tanto se forjo un itinerario paralelo al catecumenado cuando este empezó a declinar desde el mismo s. IV para los excomulgados que pasaban voluntariamente a ser penitentes para poder ser readmitidos por el obispo tras dar signos de conversión y de perseverancia en su arrepentimiento con una vida renovada. El rito final de la reconciliación de los Penitentes se celebraba en la mañana del Jueves Santo, lo mismo que en ese día se hacia unos exorcismo sobre los catecúmenos (que eran progresivamente menos numerosos en la medida que el bautismo de niños se incrementaba) .Por eso la Cuaresma pasó de ser un tiempo de consagración de los catecúmenos a su purificación, a ser un tiempo de expiación de los penitentes o pecadores públicos antes de su reconciliación con su comunidad i.e. la Iglesia. Todos los años, al comenzar el período “cuaresmal” de preparación para la Pascua se celebraba el rito de entrada en el “orden de los penitentes”. En efecto la acogida de los penitentes tenía lugar al comienzo de la cuaresma en presencia de la comunidad reunida. El obispo llamaba a los candidatos, les imponía las manos, esparcía ceniza sobre sus cabezas y les daba la túnica de saco de los penitentes y el cilicio, todo para un prolongado periodo de vida que les esperaba. En algunos sitios se les afeitaba la cabeza y en otros se les obligaba a no cortarse el cabello y la barba.

Durante este período, los penitentes tenían un lugar determinado en las celebraciones de la misa (una nave especial o el atrio de la iglesia) pero generalmente separados del resto por una cortina, mientras los fieles permanecían de pie durante toda la misa ellos debían estar toda ella de rodillas, no podían participar en las ofrendas ni tampoco comulgar. Por tanto formaban una “clase aparte” de su parroquia (como el grupo de los catecúmenos).

Por lo demás los penitentes debían llevar una vida muy austera y mortificada, llevar siempre la túnica oscura de penitente, con ayunos y abstinencias, debiendo asistir asiduamente a los cultos o hacer peregrinaciones, y si estaban casados debían de guardar continencia etc. Quien abandonaba el estado penitencial incurría en excomunión perpetua.

La cuaresma se convirtió así en los s. IV-VI en momentos donde los penitentes hacían de manera pública mayores actos de piedad, de oración y penitencia, hasta que tras varios años, finalmente en una mañana del Jueves Santo al término de la Cuaresma antes del comienzo del Triduo Santo, se celebraba el rito de la reconciliación de los penitentes con la presencia del obispo. En ese momento los penitentes recibían el perdón sacramental en un rito que incluía la imposición de manos de su Obispo o de un presbítero autorizado a partir del s. V. En España la reconciliación pública y solemne con el tiempo acabó haciéndose en Viernes Santo por parte de los párrocos. Así se subrayaba el hecho de que la pasión y muerte de Jesús habían aportado la reconciliación y el perdón de los pecados para que los excomulgados y convertidos pudiesen celebrar plenamente la Resurrección del Señor.

En las gradas del presbiterio era el lugar frecuentemente donde se les imponía las manos mientras elevaba una plegaria por ellos. A continuación, los penitentes recibían el beso de paz e iban a ocupar su sitio alrededor de la mesa del altar, mostrándose así que volvían a estar plenamente unidos a la comunidad, la Iglesia y reconciliados con el Señor.

La Cuaresma de los fieles hasta la Edad Media

Como ya indicamos en un principio el ayuno de los fieles se hacia el viernes Santo y Sábado Santo y luego se extendió a toda la Semana Santa, luego se habría ido ampliando a las otras dos semanas anteriores, dejando los domingos, en los que estaba prohibido ayunar por ser el día de la Resurrección de Cristo. Desde siempre existió la costumbre de ayunar el sábado antes de la misa dominical semanal pues cada misa era una renovación de la Pascua y como en tal momento se hacía ese ayuno, así se reproducía durante todo el año, lo cual pudo influir en que el ayuno eucarístico se convirtiese desde tiempos muy tempranos en una norma canónica.

En la Iglesia de Roma entre los s. V-VIII, progresivamente las semanas de la Cuaresma fueron llenándose de celebraciones no sólo para los penitentes sino que participaban muchos fieles cristianos hasta dar lugar a la compleja liturgia estacional (procesional diríamos actualmente). En los primeros tiempos los días litúrgicos eran los miércoles y los viernes de las seis semanas de Cuaresma, en los que la comunidad se reunía haciendo estación cada vez a una iglesia distinta. Luego se fueron ampliando los días para las celebraciones de dichas procesiones expiatorias en las que se meditaban los sufrimientos del Señor.

Es en el siglo VII cuando comienza a abandonarse progresivamente el “antiguo y riguroso proceso penitencial” y su práctica es mitigada. A partir de entonces ya son no sólo los penitentes sino todos los fieles quienes necesitan la reconciliación de sus pecados ya no ante al obispo, sino mediante confesión e imposición de la penitencia por un simple sacerdote y esto se puede hacer cuantas veces sea necesario. Este proceso se extendió el s. XIII cuando el concilio de Letrán de 1215 confirmó la práctica penitencial privada que ha llegado hasta nuestros días y establece como obligación de todos los fieles confesar los pecados graves al menos una vez al año, alrededor de Pascua.

Aunque la penitencia canónica según la tradición antigua para pecados públicos muy graves, se siguió manteniendo y existiendo de manera paralela y excepcional a la penitencia privada, pero pronto la primera cayó en desuso. Así a partir del s.VIII ya no se impone la túnica de penitente, ni se exige pruebas públicas de arrepentimiento etc. No obstante en los s. X- XII siguió existiendo un número muy reducido de “penitentes voluntarios” que eran personas que libremente abrazaban el género de vida semejante al que en la antigüedad era impuesto por los “pecadores públicos”. La práctica desaparición de la disciplina de Penitencia conllevó paralelamente a un cambio en el concepto de la Cuaresma. A partir de entonces todo el pueblo cristiano en general es considerado como de pecadores, que necesitan de un periodo de misericordia, conversión y penitencia. Todos deben celebrar la Cuaresma como preparación espiritual a la Semana Santa. Se van imponiendo las catequesis o predicaciones cuaresmales para que los fieles consoliden su conocimiento cristiano, mediten en los sufrimientos del Señor, practiquen con más ahínco la vida cristiana y den testimonio de fe a través de actos de piedad unidos a la Pasión de Cristo. Todo el pueblo debe a través de la penitencia, el ayuno y la abstinencia alcanzar un estado de purificación que le permita participar con espíritu de recogimiento en los cultos dedicados a la Pasión y a la Pascua del Señor, también renovar las gracias de su bautismo. De esta manera la Cuaresma se extiende a todo el pueblo cristiano hasta acabar culminando con la celebración gozosa de la Resurrección del Señor en los oficios con misa de los tres días Pascuales: Domingo, Lunes y Martes auténticos días festivos nos sólo en el sentido religioso sino civil, era la fiesta más importante del año en la que se dejan atrás los ayunos y rigores, se hacen mercadillos y la música y los alimentos prohibidos se reintegran en la vida diaria.

En el s. IX la Iglesia de Roma exigirá suspensión de hostilidades durante toda la Cuaresma, salvo caso de tener que defenderse de manera ineludible. Fue a finales del s. X cuando el Papa Gregorio V aparte de los días de cuaresma fija la obligación general de los fieles de ayunar con abstinencia todos los viernes del año. Por otro lado, en el s. XI es mencionado el Miércoles de Ceniza para los seglares en general y el Velo de Cuaresma en los templos al empezar ese período litúrgico, cabe pensar que estas normas fuesen cuando menos oficiales desde el s. X. Recibiendo la ceniza al principio de la Cuaresma los fieles se declaraban “penitentes voluntarios”. Mientras que el velo de Cuaresma suspendido delante de la capilla mayor, por tanto ocultando el altar, se relaciona con “la antigua disciplina de la penitencia pública” en que los penitentes eran expulsados del templo o en todo caso podían asistir a las celebraciones de rodillas y tras unas cortinas. De modo análogo se consideró conveniente cuando ya se declaraban pocos penitentes que todos los fieles se viesen privados de la vista del altar durante la cuaresma, más tarde se velan también las cruces que se hallan en el templo en señal de humillación (entonces todavía cruces desnudas sin que se hallas grabada la imagen de Jesús en su cruenta ejecución).

Progresivamente desde el s. IX se fue colando poco en la Iglesia latina una mitigación del rigor de la cuaresma en el primitivo ayuno. La única refección permitida los días de ayuno pasó en bastantes sitios en ciertos monasterios del anochecer a la hora de nona (i.e. las 3 de la tarde); observándose ya en el s. X esta relajación había sido acogida por los fieles de sus zonas. En efecto el rezo de las Vísperas en algunos monasterios se había anticipado, la misa conventual se celebraba inmediatamente después del rezo de Nona que en Cuaresma también se había adelantado (i.e. 2 de la tarde) por lo que después del rezo de Vísperas tenía lugar la comida a la hora nona (i.e. 3 de la tarde) este adelantamiento y condensación permitía cumplir la observancia del ayuno para la misa y la regla que decía “el ayuno se romperá después de haber rezado Vísperas”. En el monasterio tras el rezo de Vísperas se hacía la comida, aunque en realidad la comida realmente se hacía a la hora nona (i.e. 3 de la tarde). Por tal motivo los fieles vecinos a tales monasterios se vieron en la libertad de hacer igual, a efectos prácticos ya en lugar de la cena un almuerzo era lo que rompía el ayuno de los fieles. En el siglo XIII la costumbre de interrumpir el ayuno a la hora de Nona (comida de Nona) era ya general en todos sitios en el pueblo cristiano y entonces esta práctica fue preconizada oficialmente para toda la Iglesia.

Un paso más de relajación se fue dando y en el s. XIV se consagra oficialmente la costumbre bastante extendida de hacer los fieles la comida a la hora sexta (i.e. 12 h), algunos teólogos lo justifican argumentando “la hora en que se come no es tan necesaria a la esencia del ayuno como el que sea una sola comida al día”.Con ello esa comida viene a coincidir en cuaresma con el momento en que se hacía el almuerzo en el tiempo ordinario, aunque la comida principal ordinaria era la de la cena.

Ahora bien, adelantándose la hora de la comida, el ayuno que estriba esencialmente en no hacer más que esa sola refección, llegó a ser difícil en la práctica, por el largo intervalo que media entre un mediodía y el mediodía siguiente. Por ello para sostener la flaqueza humana se había autorizado en algunos monasterios la Colación (collatio significa lectura de la tarde) que consistía primeramente en un vaso de líquido como infusión, o la más de las veces de vino o cerveza al que más tarde se unió para evitar efectos alcohólicos un trozo de pan. Nuevamente estas mitigaciones al ayuno introducidas en los claustros, naturalmente pasarían pronto a los seglares en el transcurso del s. XIV. Entonces se introdujo en los monasterios y en el mundo el uso de tomar además de la bebida una porción discreta ya fuese de pan, verduras o fruta, con la condición de que la Colación no llegara a convertirse en una segunda comida.

Nota:

La Iglesia Ortodoxa Oriental, que se fue distanciando desde el s. IX y separada totalmente de Roma en el s. XI, ha seguido manteniendo hasta la actualidad, la tradición de intensificación de los cultos religiosos, del ayuno y abstención de alimentos de origen animal durante la Gran Cuaresma. Dichas reglas para el ayuno cuaresmal provenían en gran parte de las reglas seguidas en los monasterios orientales.