António de Oliveira Salazar

El 30 de mayo de 1926 los militares portugueses sublevados contra el gobierno de la Primera República lograban sus objetivos e iniciaron un sistema militarista y autoritario en el país luso: la Dictadura Nacional.

Ya desde una década antes el país estaba metido en una espiral de inestabilidad y conflictividad social que poco a poco iba desgastando a la población y animando a los militares a tomar cartas en el asunto. Los constantes cambios de gobierno, las purgas internas y la inoperancia de las instituciones públicas acercó a Portugal al colapso e hizo que se produjeran fallidos golpes de Estado en abril y en julio de 1925. Ese mismo año hubo un nuevo cambio en el gobierno y el poder recayó sobre el Partido Republicano, cuyas luchas internas le impedían tomar las medidas que el país necesitaba para recuperarse. Un variopinto grupo formado por militares, fascistas, gente de derecha, ultracatólicos y monárquicos decidió conspirar y encontró en el general Manuel Gomes da Costa al hombre que les lideraría.

El golpe comenzó en la madrugada del 28 de mayo de 1926. Aprovechando un congreso religioso, los sectores conservadores del país se reunieron en Braga y llamaron a la guarnición de la ciudad a rebelarse contra el gobierno de la república, cosa que hicieron. Igual que ocurrió en España durante el golpe de Estado de Primo de Rivera (1923), el ejército actuó de forma casi unánime y no hubo resistencia por parte de ningún sector de la sociedad, ni siquiera los sindicatos y los partidos de izquierda. La revuelta se extendió rápidamente por el país y para esa misma tarde ya había tomado Oporto y Coimbra. El día 29 el militar José Mendes Cabeçadas sublevó a la guarnición de Lisboa y pidió la dimisión del gobierno y del presidente de la república.

El día 30 se disuelve totalmente el gobierno republicano y el levantamiento llega a su fin. El nuevo orden estaría presidido por el propio Cabeçadas, que forma un gabinete con gente de derechas y disuelve el parlamento, dando comienzo a un sistema autoritario que no tardaría ni dos meses en prohibir los partidos políticos y censurar la libertad de prensa. Entre los ministros de Cabeçadas se encontraba Antonio Oliveira Salazar, que asumiría el poder en 1932 y crearía el Estado Novo, dictadura que aguantaría hasta la Revolución de los Claveles.

El ‘pronunciamiento de Braga’ triunfa en Portugal

La Dictadura Nacional

António de Oliveira Salazar (Vimieiro, 28 de abril de 1889-Lisboa, 27 de julio de 1970) fue un dictador portugués. Ejerció como primer ministro entre 1932 y 1968 e interinamente la Presidencia de la República en 1951. Fue la cabeza y principal figura del llamado Estado Novo, que abarcó el periodo 1926-1974, si bien el régimen no se consolidó como tal hasta 1933.

El Dictador portugués Antonio Oliveira de Salazar en 1940

Acta de Nacimiento de Salazar


Primeros años de vida

Nació en Vimieiro el 28 de abril de 1889, siendo el único hijo varón de cinco de una modesta familia de campesinos, en 1905 entró como seminarista en Viseu; en aquel tiempo era conocido despectivamente como «el hijo de Manholas». Dándose cuenta de su falta de vocación religiosa e involucrado en el agitado ambiente político que surge en Portugal a raíz del asesinato del rey Carlos I, se mudó a Coímbra para estudiar Derecho (1910). En 1914 obtuvo el título de bachiller en Derecho y en 1916 asistente de Ciencias Económicas. Asumió la regencia de la cátedra de Economía Política y Finanzas en 1917 por invitación del profesor José Alberto dos Reis, antes de doctorarse en 1918.

Durante este período en Coímbra materializa su inclinación por la política en el Centro Académico de la Democracia Cristiana, donde traba algunas amistades, como la del que será después cardenal patriarca de Lisboa, Manuel Gonçalves Cerejeira, con quien compartió alojamiento en la República dos Grilos en Coímbra («república» es el nombre informal que se da a las residencias o albergues estudiantiles). Combate el anticlericalismo de la Primera República con artículos de opinión que escribe para periódicos católicos. Acompaña a Cerejeira en palestras y debates. Estudia a Maurras, Le Play y las encíclicas sociales de León XIII, y va así consolidando su pensamiento y desarrollándolo en sus artículos. Sus opiniones y contactos en el Centro Académico de la Democracia Cristiana le llevarán en 1921 a presentarse como diputado al Parlamento por la ciudad norteña de Guimarães, en las listas del Centro Católico Portugués. Tras ser elegido, y sin encontrar en ello motivación alguna, regresó a la universidad pasados exactamente dos días, tal como había prometido a sus amigos. Se mantiene en su cátedra hasta 1926, escribiendo y dando conferencias.

Estandarte de la Unión Nacional

Llegada al poder


Con la crisis económica y la agitación política de la I República, que se prolongó incluso después de la Revolución portuguesa de 1926, la dictadura militar llama a Salazar en junio de 1926 para asumir la cartera de ministro de Finanzas. Salazar había exigido manos libres para decidir en los asuntos de su negociado; de lo contrario, prometió dejar la cartera y volverse «en el primer tren que saliera para Coímbra»; así fue. Pasados trece días Salazar renuncia al cargo por no habérsele satisfecho las condiciones que consideraba indispensables para su ejercicio y vuelve a su cátedra en la Universidad de Coímbra.

En 1928, tras la elección del presidente António Óscar de Fragoso Carmona y en vista del fracaso de su antecesor en conseguir un abultado préstamo externo con vistas al equilibrio de las cuentas públicas, Salazar vuelve a asumir la cartera. De inmediato Oliveira Salazar exigió controlar los gastos e ingresos de todos los ministerios. Satisfecha la exigencia, impuso una fuerte austeridad y riguroso control de las cuentas, consiguiendo un superávit en las finanzas públicas tras el ejercicio económico de 1928-29, y esforzándose en mantener un presupuesto equilibrado, al extremo de recortar severamente los gastos del Estado. «Sé muy bien lo que quiero y a dónde voy», declaró en su toma de posesión.

En la prensa favorable a Salazar, sería muchas veces retratado como salvador de la patria debido a que, tras muchos años de dificultades, la economía portuguesa no sufría de déficit presupuestario desde 1928. Este hecho, considerado una proeza, hizo ganar a Salazar un gran prestigio entre las corrientes de la derecha republicana, de los monárquicos y de los católicos.

Posteriormente, Salazar amenazaba nuevamente con su renuncia en caso de que la derecha portuguesa sugiriese limitar sus poderes. Para esas fechas, la economía portuguesa había dejado atrás el déficit y los gravosos empréstitos contratados en el extranjero, y las fuerzas armadas y la élite financiera apoyaban a Salazar, temiendo sufrir nuevamente el caos financiero de la Primera República Portuguesa. Incluso el presidente de la República, el general Carmona, consultaba a Salazar antes de cada remodelación ministerial.

Mientras, la oposición democrática se desvanecía en sucesivas pugnas internas sin éxito, se procuraba dar rumbo a la Revolución Nacional impuesta por la dictadura militar, surgida desde 1926. Salazar, rechazando el regreso al parlamentarismo de la República, proporciona la solución: crea la Union Nacional, un movimiento político nacional (en la práctica un partido único) aglutinador de todos cuantos quisieran servir a la patria.

En 1932, tras la dimisión de varios primeros ministros y ya con una consolidada figura en el Gobierno, Salazar asume el cargo de primer ministro de Portugal. Ese año se lanza el proyecto para crear una nueva Constitución, y Salazar llamaría a un grupo de notorios profesores universitarios para crearla, modelando un texto fuertemente autoritario y centrado en los poderes del primer ministro. En 1933, después de someter a plebiscito la Constitución, esta se aprueba y entra en vigor, naciendo así el Estado Novo y también el salazarismo.

Gobierno y Estado Novo


Con la Constitución de 1933, Salazar instituyó y consolidó el Estado Novo, un régimen nacionalista corporativo con amplios poderes conferidos al Ejecutivo en el control del Estado. La cuestión del tipo de régimen (monarquía o república) es sutilmente dejada de lado, mientras los cargos de poder eran distribuidos entre las dos corrientes. Salazar basó su filosofía política en una interpretación de la doctrina social católica, muy similar al régimen contemporáneo de Engelbert Dollfuss en Austria. El sistema económico, conocido como corporativismo, se basó en interpretaciones similares de las encíclicas papales Rerum novarum (León XIII, 1891) ​ y Quadragesimo anno (Pío XI, 1931), que estaban destinados a evitar la lucha de clases y transformar las preocupaciones económicas secundarias en los valores sociales. Rerum novarum argumentó que las asociaciones laborales eran parte del orden natural, como la familia. El derecho de los hombres a organizarse en sindicatos y a participar en actividades laborales era por lo tanto inherente y no podía ser negado por los empleadores o el Estado. Quadragesimo anno proporcionó el borrador para la construcción de un sistema corporativo católico. ​

La guerra civil española

Salazar defendía la estabilidad de la vida nacional y temía que la turbulenta situación de España pudiese afectar a Portugal. Intensificó la censura y la acción de la policía política PIDE (Policía Internacional y de Defensa del Estado). Portugal proporcionó al bando sublevado un importante apoyo logístico, permitiendo, por ejemplo, la comunicación entre los ejércitos sublevados del norte y del sur cuando aún no podían establecer contacto por tierra, concediendo libre tránsito a suministros militares destinados al bando sublevado, repatriando a refugiados republicanos, y aportando una modesta cantidad de combatientes (los Viriatos) y armamento para los sublevados.

Tras la llegada del general Francisco Franco al poder, Salazar se ocupó de mantener buenas relaciones diplomáticas con la España franquista, si bien durante la Segunda Guerra Mundial temió por unos meses que Franco, con el apoyo del Tercer Reich, intentara invadir Portugal y anexionarlo a España. A partir de 1945, las relaciones hispano-portuguesas se mantuvieron en un buen nivel, aunque marcadas por la mutua desconfianza personal existente entre los mandatarios de ambos países. Al contrario de lo que muchos creen, y de lo que los dos gobernantes declararon a la prensa en innumerables ocasiones, Franco y Salazar no se tenían ninguna simpatía. Franco consideraba al portugués taimado y poco claro; Salazar despreciaba en Franco al espadón sin cultura. A título de curiosidad, las entrevistas entre ambos se celebraban en portugués; Franco se defendía con el gallego lo suficiente como para conversar con su homólogo lusitano.

Salazar y la monarquía

Salazar alimentó él mismo el mito de su «ideal monarquista» al inicio de su gobierno, con el fin de obtener el apoyo del sector integrista portugués para el Estado Novo. Pero esto no pasó de ser un juego político del mismo Salazar. Su antimonarquismo ya se había demostrado durante su militancia en el Centro Católico, cuando en un congreso en 1922 llamó al centro a aceptar la república "sin pensamientos reservados", es decir, aceptar la nueva forma del Estado y renunciar a una restauración monárquica. Esto provocó la marcha de varios católicos monárquicos del centro.

Tras la derrota de la Monarquía del Norte, un centenar de oficiales fueron expulsados del Ejército portugués, pero el gobierno de António Maria da Silva propuso su restitución. Esto se paralizaría con el golpe de Estado que dio origen a la Ditadura Nacional. Salazar diría en un discurso en 1928 que el debate acerca de la forma del estado (monarquía o república) era la última de las prioridades del país. En 1930 el teniente coronel Adriano Strecht de Vasconcelos entrega al presidente de la República Óscar Carmona un documento titulado A situação jurídica dos militares afastados do serviço do exército em 1919 (en español La situación jurídica de los militares apartados del servicio militar en 1919) donde pedía justicia para los afectados. Salazar lo rechazó, impidiendo la restitución de los exoficiales monárquicos en el Ejército.

Tras la muerte de Manuel II en 1932, Salazar empezó la destrucción total del mito de la monarquía; cuando su gobierno se adueña de las antiguas propiedades de la dinastía de Braganza, creando la Fundação da Casa de Bragança (Fundación de la Casa de Braganza).

Veinte años después, en 1951, Salazar dio un discurso en el congreso de la Unión Nacional, en el que dejaba en claro su desprecio por la monarquía, destruyendo las esperanzas sobre una posibilidad de restauración.

El concordato

La cuestión de la indemnización de la Iglesia católica por la nacionalización de sus bienes durante la I República fue descartada por Salazar. A pesar de su acción en el Centro Católico y de ser él mismo profundamente católico, la separación de poderes entre el Estado y la Iglesia es un propósito firme del salazarismo. La definición de las relaciones entre el Estado portugués y la Iglesia católica se oficializaría en 1940 por medio de un concordato. La separación Iglesia-Estado supuso el distanciamiento de quien había sido su amigo, el cardenal Cerejeira, al ocupar este la sede episcopal lisboeta.

Primer ministro António de Oliveira Salazar por André Koehne

La Segunda Guerra Mundial y relaciones exteriores


En 1934, varios años antes de que comenzara la guerra, Salazar aclaró en un discurso oficial que el nacionalismo portugués no incluía "el ideal pagano y antihumano para deificar una raza o imperio",6​ y nuevamente, en 1937, Salazar publicó un libro donde criticó las leyes de Nuremberg aprobadas en 1935 en Alemania, considerando lamentable que el nacionalismo alemán estuviera "manchado por características raciales tan bien marcadas".​

Salazar asume la cartera de Asuntos Exteriores desde la guerra civil española, donde no oculta su simpatía hacia el bando sublevado. Con la Segunda Guerra Mundial el propósito del gobierno de Salazar es mantener la neutralidad y la alianza con el Reino Unido. El Reino Unido reconoció el importante papel de Salazar el 15 de mayo de 1940, cuando Douglas Veale, de la Universidad de Oxford, le informó que el Consejo Hebdomadal de la universidad había "decidido por unanimidad invitarlo a aceptar el grado honorario de doctor en Derecho Civil. En septiembre de 1940, Winston Churchill escribió a Salazar para felicitarlo por su política de mantener a Portugal fuera de la guerra, reconociendo que "como tantas veces antes, durante los muchos siglos de la alianza anglo-portuguesa, los intereses británicos y portugueses son idénticos en esta cuestión vital". 8Samuel Hoare, el embajador británico en Madrid de 1940 a 1944, reconoció el papel crucial de Salazar para mantener a la península ibérica neutral durante la Segunda Guerra Mundial, y lo elogió para ello. Hoare afirmó que "Salazar detestaba a Hitler y todas sus obras" y que su Estado corporativo era fundamentalmente diferente de un Estado nazi o fascista, porque Salazar nunca dejaba dudas sobre su deseo de una derrota nazi. Hoare afirmó que, en sus 30 años de vida política, se había encontrado con la mayoría de los principales hombres de Estado de Europa, y que consideraba a Salazar entre los primeros. Salazar era para él un pensador erudito e impresionante, en parte profesor, en parte sacerdote, en parte recluso de creencias inquebrantables en los principios de la civilización europea. Lo consideraba ascético, concentrado en servir a su país, con un conocimiento enciclopédico de Europa, e indiferente a la ostentación, el lujo o el beneficio personal. Hoare creía firmemente en Salazar como "ser un hombre de una sola idea, el bien de su país, no querer poner en peligro la obra de regeneración nacional a la que había dedicado toda su vida pública".​

Primeramente, una intensa actividad diplomática hacia Francisco Franco intenta evitar que España se alíe a Alemania e Italia, en el previsible caso de que los países del eje con España verían la ocupación de Portugal como medio de controlar el océano Atlántico y cerrar el mar Mediterráneo, lo que desviaría el centro de gravedad de la guerra hacia la península ibérica. Con España se celebra el Pacto Ibérico (1942), logrando ambos países quedar fuera de la guerra.

Salazar no toleró desvíos de los diplomáticos portugueses que arriesgaran su política externa. Cuando el cónsul portugués en Burdeos, Aristides de Sousa Mendes, concedió una gran cantidad de visados a refugiados (incluyendo algunos judíos) que trataban de escapar de los nazis, ignorando las instrucciones del Ministerio de Asuntos Exteriores, Salazar fue implacable y lo destituyó. Solamente debían otorgar visados de tránsito: en los demás casos, los cónsules y diplomáticos debían pedir una autorización previa al Ministerio de Asuntos Exteriores.​

Salazar fue injustamente acusado de haber expulsado ignominiosamente a Aristides de Sousa Mendes del servicio público y haberlo privado de sus libertades civiles, por lo que quedó reducido a una notoria pobreza y asistido de caridad por la comunidad judía de Lisboa hasta su fallecimiento en 1954. En realidad, Aristides de Sousa Mendes no fue expulsado, y siguió recibiendo su sueldo de cónsul durante catorce años, hasta el día de su fallecimiento.

El papel de las Azores

En 1943, en plena Segunda Guerra Mundial, los aliados intentan utilizar las Azores como base de apoyo para sus fuerzas aéreas. El Gobierno de Portugal, sin medios para oponerse a esta exigencia, cedió a la presión aliada. Salazar negoció como contrapartida el suministro de armamento, temiendo un posible ataque de una Alemania debilitada pero aún fuerte, usando el territorio de España como vía de tránsito. Salazar pidió también la garantía de que la provincia ultramarina portuguesa de Timor Oriental (invadida y ocupada por tropas japonesas en marzo de 1942) sería restituida a su metrópoli una vez acabada la contienda mundial.

Aunque Portugal había declarado su neutralidad desde 1939 y mantenía embajadas en los países del eje y de los aliados, Salazar trató de mantener una posición de simpatía con la Italia fascista y el Tercer Reich, pero reconociendo a la vez que la situación geográfica de Portugal hacía a su país más proclive a sufrir un ataque de británicos o estadounidenses. Con los canales diplomáticos y comerciales abiertos con ambos bandos beligerantes, la balanza comercial portuguesa mantuvo saldo positivo durante buena parte del conflicto.

Las sedes diplomáticas del Reino Unido y de los Estados Unidos coexistían en Lisboa con las de la Italia fascista y la Alemania nazi, pero Salazar dio instrucciones para que los agentes diplomáticos de esos países ejecutasen sus funciones (que incluían el espionaje) sin interferencia del Gobierno lusitano, bajo la condición que los agentes extranjeros no se implicaran en cuestiones políticas de Portugal. Esto no impidió que el 2 de mayo de 1945 Salazar enviase a Alemania un mensaje oficial de condolencias por la muerte de Adolf Hitler: fue uno de los dos únicos telegramas de pésame que un gobierno extranjero remitió por ese hecho (el otro llegó de Irlanda, gobernada por Éamon de Valera).

António Salazar (al centro) visita la maqueta del puente Santa María de Coímbra (década de 1950)

La posguerra

Los servicios prestados por Portugal a la causa aliada en la Segunda Guerra Mundial permitieron que el régimen intentase forzar un acercamiento hacia el Reino Unido y los Estados Unidos, considerando que Portugal, pese a sus simpatías profascistas, jamás había apoyado activamente el esfuerzo de guerra del Eje, y no había por tanto razones para marginarlo, de la misma manera que a la España franquista (que también se mantuvo neutral pero que se había ganado la condena de los vencedores tras patrocinar el envío de la División Azul contra la Unión Soviética).

Salazar trató de explotar al máximo su otorgamiento de las bases aéreas en las islas Azores, apoyado por el hecho que su Estado Novo no había tenido líderes políticos abiertamente pronazis durante la guerra (a diferencia de la Falange española). Tras 1948, los esfuerzos de Salazar lograron mayor ímpetu, cuando las crisis entre los EE. UU. y la URSS (como el bloqueo de Berlín) dieron nacimiento a la Guerra Fría, donde Salazar podía mostrar el ferviente anticomunismo de su régimen como credencial para ganar el apoyo político de los Estados Unidos. De hecho, Salazar combinó su anticomunismo con su apoyo a los aliados en 1943 para lograr que Portugal fuese invitada a unirse a la Organización del Tratado del Atlántico Norte en 1949, pese a ser el único miembro de esta alianza que jamás había roto relaciones con la Alemania nazi.

El anticomunismo de Salazar sirvió para sostener la economía portuguesa en función a los mercados de Estados Unidos y Europa Occidental, aunque la escasez de materias primas valiosas en Portugal, así como la poca extensión y población del territorio, impidieron que los capitales extranjeros iniciaran una efectiva industrialización del país. Peor aún, durante la década de 1950 Salazar mostró una fe inquebrantable en sostener la autarquía económica de Portugal hasta donde fuese posible, lo cual mantuvo al país como un exportador neto de materias primas de bajo precio (alcornoques, pesca o productos frutales).

Ante la depresión económica de Portugal, en contraste con el crecimiento económico de Europa Occidental, una enorme cantidad de portugueses emigraron desde inicios de la década de 1960, predominantemente hacia Francia o Bélgica, en busca de mejores condiciones de vida, trabajando como obreros. Otros menos migraron hacia Brasil. El temor al reclutamiento masivo de tropas para la guerra colonial en África aumentó el volumen de la emigración portuguesa, al punto que hacia 1974 casi 500 000 emigrantes lusos vivían en los barrios obreros de Francia.

Guerra colonial en ultramar


Defensor de una política colonialista que veía a Portugal aún como un imperio ultramarino, Salazar apostó por la guerra colonial cuando los movimientos independentistas de Guinea, Angola, y Mozambique pretendieron escindirse de Portugal. Esta política fue rechazada por la mayoría de los países del mundo, máxime en un contexto de independencia colonial donde otras naciones europeas como el Reino Unido o Francia, e incluso otras dictaduras ideológicamente cercanas a Portugal como la España franquista, ya habían aceptado la imposibilidad práctica de sostener remotos imperios coloniales, aunque luego Reino Unido y Francia conservaron gran parte de sus colonias de ultramar.

Además, la posición de Salazar para mantener a toda costa el Imperio colonial portugués carecía de apoyos en la OTAN (de la cual formaba parte Portugal) y era rechazada por los Estados Unidos (aliado económico del régimen). Salazar consideraba que la posesión de extensas colonias era la única opción para que Portugal pudiera jugar un importante papel en la escena internacional y asegurarse la prosperidad económica, así como afianzar su identidad patria, consciente que la metrópoli tenía poca extensión, poca población, y escasos recursos naturales de gran valor, lo cual la condenaría a ser «nación de segunda fila en el concierto europeo» si perdía sus colonias.

Ante el visible rechazo al tardío imperialismo de Portugal, Salazar se vio obligado a estimular una política de aislacionismo internacional respecto a la descolonización bajo el lema «orgullosamente solos» (orgulhosamente sós en portugués). Salazar rechazó incluso la incorporación de Goa dentro de la India, y después que el Gobierno indio tomara militarmente Goa en diciembre de 1961, el régimen de Lisboa insistió en considerar a Goa provincia ultramarina, nombrando «gobernadores» o emitiendo sellos postales para dicho territorio.

Manifestó sin embargo poco interés en las poblaciones colonizadas. Entre 1941 y 1948, una prolongada hambruna en el Cabo Verde provoca la muerte de 50 000 personas, un tercio de la población, ante la «indiferencia total» del Gobierno portugués: no llegó a enviarse ninguna ayuda humanitaria.17​ Tras la Segunda Guerra Mundial, las colonias eran todavía muy poco desarrolladas. En Santo Tomé y Príncipe, todavía ninguna escuela secundaria había sido abierta, mientras que en Mozambique y Angola las únicas instituciones abiertas en anexos a la Universidad de Coímbra estaban destinadas a los hijos de colonos.

La oposición al régimen


El autoritarismo de Salazar le llevó a tomar una posición contraria al sindicalismo libre. Esta postura, que debilitaba las demandas del movimiento obrero, fue contestada por una parte de la población, que se rebeló. Las fuerzas de seguridad reprimieron duramente dichas protestas públicas, siendo habitual que la Guarda Nacional Republicana (GNR) causara muchos heridos y muertos. Una de aquellas víctimas sería la joven Catarina Eufémia, que se convertiría en la personificación de la resistencia antisalazarista.

Mientras tanto, los movimientos comunistas y socialistas, aunque proscritos, siguieron en su resistencia al régimen de Salazar. Los enormes gastos de la guerra colonial en la década de 1960 incluso causaron la pérdida del apoyo de militantes de la derecha, que lamentaban el atraso económico de Portugal en comparación a los países de Europa Occidental (e incluso respecto a España), mientras los gastos fiscales laboriosamente ganados eran gastados mayoritariamente en una guerra colonial.

Para acallar las voces de oposición, el régimen de Oliveira Salazar recurrió a la PIDE para la represión política, al mismo tiempo que lograba infiltrar a la PIDE en casi todos los sectores y grupos de la sociedad portuguesa, desde las fuerzas armadas hasta los sindicatos, pasando por la Iglesia católica local y la militancia del Partido Comunista Portugués.

Caricatura de De Alba publicada por The Washington Daily News en la que los ancianos dictadores de España y de Portugal, Francisco Franco y Oliveira Salazar, se reúnen para dialogar: «¡Usamos estos garrotes porque los necesitamos!».

Obras

Con un gobierno transformado en el régimen más longevo de Europa Occidental, Salazar dejó varias obras públicas tales como el puente Salazar (ahora puente 25 de abril), el mirador-monumento a Cristo-Rei, que demuestra su alianza con el catolicismo conservador de Portugal, el Estadio Nacional de Portugal, el Aeropuerto de Lisboa, el Instituto Nacional de Estadística de Portugal, autopistas y otras. Sin embargo, su obstinación en mantener las colonias aisló a Portugal y retrasó su crecimiento durante décadas debido al alto costo económico y social que significaba para una economía débil y precaria como la de Portugal el sostener la guerra colonial tanto en África como en Asia y sus respectivos gobiernos coloniales.

Retirada del poder

El principio del fin de Salazar comenzó el 3 de agosto de 1968, cuando tenía ya 79 años. Durante sus vacaciones en el Forte de Santo António, en Estoril. Salazar se preparaba para que le tratara su pedicuro cuando se dejó caer en una silla de lona. La silla cedió, Salazar se cayó violentamente y se llevó un fuerte golpe en la cabeza. Otras fuentes indican que el golpe lo recibió en su bañera. Lo cierto es que el accidente quedó oculto por orden del propio Salazar quien, tras levantarse, se negó a recibir atención médica, exigiendo secreto a los presentes. El primer ministro regresó a Lisboa. Quince días después, Salazar admitió estar enfermo y, el 6 de septiembre, lo trasladaron de urgencia en un coche desde su residencia en São Bento, Lisboa, al Hospital de São José, donde lo operaron de urgencia.

El 27 de septiembre, el presidente Américo Tomás llama al profesor Marcelo Caetano para que sustituya al profesor Salazar, incapacitado para las tareas de gobierno. Nadie, sin embargo, se atrevió a notificárselo a Salazar. De hecho, hasta su fallecimiento en 1970, quienes trataban diariamente con él le hacían creer que todavía gobernaba el país, incluso después de haber asumido el gobierno el profesor Caetano.

Vida personal

De Salazar, soltero, se dice que mantuvo varias relaciones amorosas con mujeres mucho más jóvenes que él. A lo largo de su vida fue atendido por Maria de Jesús, su ama de llaves. De costumbres moderadas, rayando a veces en la sordidez,[usaba unas fuertes botas que le acarrearon ese apodo entre el pueblo. Hombre frío y distante, casi no mantuvo tratos con sus hermanas, únicas familiares directas que vivían cuando accedió al poder, y solo manifestaba cordialidad con algunos íntimos, como su ahijada. Hay escasas imágenes en las que se le ve sonriente en su compañía. Solo aceptaba regalos en forma de flores o libros.

No hay un gran anecdotario personal en torno a su figura; ni siquiera compartía la afición de sus compatriotas por el fado o el fútbol (el fado lo calificaba de deprimente e inmoral), lo que no le impidió fomentar ambos espectáculos, hasta el punto de que su régimen era llamado «el de las tres F: fado, fútbol y Fátima». Se le dio sepultura en la parroquia de Vimieiro, en Santa Comba Dão, en una modesta tumba donde descansa con sus padres.

Algunas cuestiones relacionadas con Salazar

  • Por un decreto de 1937, obligó a usar el llamado teclado nacional o teclado HCESAR en las máquinas de escribir que se vendieran en la nación. Este teclado, llamado así por la secuencia de sus letras de la primera fila, suplió al AZERTY francés por permitir una redacción dactilográfica más rápida en textos portugueses. Así, las máquinas de escribir HCESAR eran obligatorias en las dependencias públicas, y entre 1938 y 1974 eran las más habituales en los comercios portugueses. Desde 1974, las máquinas HCESAR se han convertido en curiosas piezas de coleccionista.

  • J. K. Rowling, la escritora británica de la famosa saga Harry Potter, residió en Oporto (Portugal), donde trabajó como profesora de inglés en 1993 y donde concibió una hija con un novio portugués. Por eso se basó en el apellido del dictador para crear el personaje de Salazar Slytherin.

  • Salazar ganó una votación popular para elegir a los «grandes portugueses» promovida por el canal Radio y Televisión de Portugal (RTP).​ No obstante, algunos periodistas e intelectuales portugueses dudaron de los resultados de la votación, que podrían haber sido manipulados por la RTP.


Revolución de los Claveles

La Revolución de los Claveles (en portugués: Revolução dos Cravos o, mucho más frecuentemente, O 25 de Abril) es el nombre dado a una Revolución ciudadana concurrida el 25 de abril de 1974 en Portugal, que provocó el fin de la Dictadura de ese país europeo, que no convocaba elecciones democráticas desde 1925.​ El fin de esta Dictadura, conocido como Estado Nuevo, restauró la democracia en Portugal casi cincuenta años después, y permitió que todas las provincias portuguesas no europeas (excepto Madera y Macao) lograran su independencia antes de concluir 1975. Tras una época violenta en lo que hoy son Guinea Bisáu, Cabo Verde, Angola y Mozambique, Portugal concedió la independencia a esos cuatro países y se convirtió en un Estado democrático y de derecho.

Contexto.

A inicios de la década de 1970, el régimen autoritario del Estado Nuevo seguía pesando como una losa sobre Portugal. En 1968, su fundador, António de Oliveira Salazar, quedó impedido por un accidente doméstico, que le provocó un hematoma cerebral, por lo que fue invitado por sus ministros a abandonar el Gobierno, y falleció en 1970. Le sustituyó Marcelo Caetano en la dirección política del país. Cualquier intento de reforma política fue abortado, debido a la propia inercia del Gobierno y al poder de la rama de la policía portuguesa encargada de los asuntos secretos, la Policía Internacional y de Defensa del Estado (PIDE).

A finales de la década de 1960 el Gobierno portugués se aislaba, con líderes envejecidos y anquilosados, en un mundo occidental en plena efervescencia social e intelectual. Mientras tanto, en las provincias portuguesas de Mozambique y Angola, arrastradas por los movimientos de descolonización de la época, habían estallado revueltas desde principios de la década y obligaban al Gobierno a mantener por la fuerza de las armas el Imperio colonial portugués, instalado en el imaginario de los ideólogos del régimen como un "elemento de la identidad nacional" que debía conservarse a toda costa. El país se vio abocado a invertir grandes recursos humanos y materiales en una guerra de pacificación costosa y difícil de sostener para Portugal, actitud que contrastaba con el resto de potencias de Europa, que, pese a contar con más recursos que Portugal, preferían asegurarse la salida del continente africano de la forma más conveniente y menos costosa. En la Guinea Portuguesa la situación era aún más grave, ya que había estallado una guerra abierta y el Gobierno apenas controlaba la capital regional, Bisáu, y algunas zonas cercanas y, además, las guerrillas separatistas de la provincia habían llegado incluso a ser reconocidas como el Gobierno legítimo de la provincia como Estado independiente por Naciones Unidas en 1973.

Los conflictos en África habían generado conflictos entre la sociedad civil y la élite militar. Todo esto mientras el modelo económico propugnado por el Gobierno, basado en la autarquía y en la exportación de materias primas, acompañado por un débil desarrollo industrial y un fuerte mercantilismo en todos los sectores de la economía, hacía que Portugal permaneciera como el país más pobre de Europa Occidental, y generara una fuerte emigración, principalmente hacia Estados Unidos, Canadá, Francia, Venezuela y Alemania Occidental

Creación del Movimiento de las Fuerzas Armadas

En febrero de 1974, el presidente del Gobierno, Marcelo Caetano, fue animado por la vieja guardia del Ejército a destituir al general António de Spínola y a sus apoyos cuando trataba de modificar el curso de la política gubernamental de Defensa en las provincias africanas, que había llegado a ser demasiado costosa para el país. De hecho, Spínola había ganado fama entre los oficiales del Ejército opuestos a las políticas del Gobierno cuando en ese mismo mes publicó Portugal e o futuro, texto con casi 50 000 reproducciones,2​ donde Spínola declaraba que el país no debía proseguir la guerra en África sino buscar una «solución política» a ese conflicto.

Desde ese momento en que se hicieron visibles las divisiones existentes en el seno de la élite del Gobierno, un misterioso Movimento das Forças Armadas (MFA) llevó adelante una revolución. El movimiento nació secretamente en 1973 de la conspiración de algunos oficiales del ejército, primero preocupados por cuestiones profesionales, pero que se politizaron por el empantanamiento de la guerra en África.

A finales de 1973, el MFA alcanzó mayores niveles de crecimiento y se convirtió en una preocupación para la policía secreta del Estado Novo, precisamente cuando gran parte de los apoyos de Oliveira Salazar procedían de la élite militar, a la cual el salazarismo había confiado un importante rol político con motivo de la guerra colonial. El 16 de marzo de 1974, un grupo de oficiales del MFA intentó un golpe de Estado sublevando un regimiento de infantería en la localidad de Caldas da Rainha con el fin de marchar sobre Lisboa. El llamado Levantamiento de las Caldas fracasó ese mismo día y este hecho motivó al régimen de Marcelo Caetano a lanzar una agresiva campaña de espionaje dentro del Ejército, ordenando detenciones y traslados de guarniciones. Los jefes del MFA reflexionaron entonces que necesitaban recurrir a un golpe de Estado para derrocar al régimen, siendo inviable una salida pacífica. Pero para asegurar el éxito inmediato y evitar una guerra civil, debían ampliar su círculo de contactos y, sobre todo, acelerar los planes de la revuelta cubriendo todos los detalles precisos para no dar tiempo a la reacción gubernamental.

Desarrollo de la revuelta militar

Madrugada del 25 de abril

En Portugal, la revolución que depuso al salazarismo es conocida popularmente como el 25 de abril

La revolución comenzó a las 22:55 horas del 24 de abril, con la conocida canción E depois do Adeus de Paulo de Carvalho, que había representado a Portugal en el Festival de Eurovisión unos días atrás, transmitida por el periodista João Paulo Diniz de la Rádio Emissores Associados de Lisboa, que era el primer aviso para que las tropas se prepararan en sus puestos y sincronizaran relojes. A las 00:25 horas del 25 de abril, la Rádio Renascença transmitió «Grândola, Vila Morena», una canción revolucionaria de José Afonso, prohibida por el régimen. Era la segunda señal pactada por el MFA para ocupar los puntos estratégicos del país, mediante una serie de coordinaciones fijadas por un puesto de mando establecido por el mayor Otelo Saraiva de Carvalho en el cuartel de la Pontinha en Lisboa.​

En las horas siguientes, el régimen dictatorial se derrumbó. A partir de las 01:00 horas del 25 de abril, las guarniciones de las principales ciudades (Oporto, Santarém, Faro, Braga, Viana do Castelo) decidieron seguir las órdenes del MFA, ocuparon aeropuertos y aeródromos, y tomaron las instalaciones del gobierno civil. De hecho, fuera de Lisboa la situación discurrió con sorprendente calma, y a lo largo de la madrugada las autoridades del Estado Novo perdieron el control del país sin resistencia.

Pese a que desde las 03:00 horas se emitieron continuos llamamientos radiofónicos de los «capitanes de abril» (los oficiales jefes del MFA) a la población, para que permaneciera en sus hogares, y a la policía, para no oponerse a las actividades de las tropas,3​ al amanecer de ese mismo día miles de civiles portugueses ganaron las calles en varias localidades, mezclándose con los militares sublevados. En el transcurso de la madrugada, los militares rebeldes salieron de sus cuarteles y ocuparon los aeropuertos internacionales de Lisboa y Oporto, ordenando el cese de los vuelos en todo el espacio aéreo portugués. Unidades de la marina de guerra se adhirieron a la revuelta y tomaron el control de los puertos del Atlántico, de Madeira y de las Azores.

Si bien al inicio las tropas de la aviación se mantuvieron indecisas, aceptaron seguir al MFA debido a la decidida actuación de las tropas del ejército. A las 04:00 horas el gobierno de Caetano tomó conocimiento de la revuelta y se perdió el factor sorpresa, pero las órdenes del gobierno (dictadas durante las tres horas siguientes) para detener a los rebeldes por la fuerza no fueron obedecidas3​ y pronto las fuerzas del MFA controlaron puntos claves del país a las 09:00 horas.

Tras el amanecer del 25 de abril

Uno de los hitos de aquellas concentraciones fue la marcha de las flores en Lisboa, caracterizada por una multitud pertrechada de claveles, la flor de temporada. Una camarera, Celeste Caeiro, que regresaba a casa cargada de las flores que iban a ser entregadas a los asistentes de un banquete para celebrar el primer aniversario del restaurante de autoservicio «Sir» en la calle Braamcamp, el cual fue suspendido por la situación; no pudo dar el cigarrillo que un soldado le pedía desde un tanque en la plaza del Rossio, justo al inicio del Largo do Carmo, donde los tanques de los sublevados aguardaban nuevas órdenes en una tensa espera desde la madrugada. Como la joven solo llevaba los manojos de claveles, le dio uno. El soldado lo puso en su cañón y los compañeros repitieron el gesto colocándolos en sus fusiles, como símbolo de que no deseaban disparar sus armas, extendiéndose la acción por toda la ciudad y generando el nombre con que la revuelta pasaría a la historia.

Las acciones militares fueron protagonizadas también por el capitán Salgueiro Maia que, al frente de las fuerzas de la Escola Prática de Cavalaria, salió de Santarém para marchar sobre Lisboa con una columna de tropas. En la capital logró la adhesión de más tropas y con ellas ocupó el Terreiro do Paço a primeras horas de la mañana del día 25, luchando por mantener el orden, evitar desmanes de civiles y convencer a las fuerzas militares de la capital que aún se hallaban en duda ante los sucesos.

El profesor Marcelo Caetano se refugió con sus ministros en el cuartel del bairro del Carmo, en Lisboa, que fue cercado por el MFA a las 10:00 horas del 25 de abril apoyado por una multitud de manifestantes. La intervención de un buque de la Armada en la desembocadura del Tajo para liberar a Caetano y sus ministros fracasa a las 12:00 horas3​ mientras los comunicados del MFA declaran tener bajo control todo el país y que "se acerca la hora de la liberación"; Caetano discutió la situación con el capitán Salgueiro Maia, quien dirigía a las tropas sublevadas del Carmo, y que le presentó un ultimátum a las 14:30 horas para abandonar el gobierno.

La caída del gobierno

Tras vencer a las 16:00 horas el ultimátum para la rendición del gobierno, y siendo imposible contar con apoyos significativos en las fuerzas armadas para defender al régimen, Marcelo Caetano pidió a Salgueiro Maia rendirse ante un oficial de alta graduación,5​ a lo cual accedió Salgueiro.

Para ese fin se dio aviso al general Antonio de Spínola, uno de los jefes del MFA en el cuerpo de caballería, quien acudió al Cuartel do Carmo para recibir la rendición de Caetano a las 17:45 horas. Caetano indicó a Spínola que capitulaba con todo su gabinete ante un general «para evitar que el poder caiga en la calle» y fue sacado con sus ministros en un transporte de tropas Bravia Chaimite a las 19.00 horas,5​ en medio de la multitud en las calles, para ser mantenido bajo arresto. Horas después Caetano y sus ministros partieron al exilio en Brasil.

A las 20.00 horas las tropas del MFA ocuparon el cuartel general de la aviación en Lisboa y arrestaron a líderes del gobierno Caetano que se habían refugiado allí, sin resistencia; en paralelo los hombres del MFA tomaron los últimos cuarteles de Lisboa donde resistían oficiales leales a Caetano,3​ que se rindieron sin lucha en tanto la gran mayoría de reclutas y suboficiales se habían pasado horas antes a las filas del MFA.

Pese a que los jefes del MFA insistieron en que deseaban evitar violencias, la revuelta provocó cuatro muertos y decenas de heridos ocasionados por los disparos de algunos agentes de la PIDE, la policía política, desde su cuartel general lisboeta contra manifestantes civiles a las 20:30 horas en un esfuerzo por resistir al golpe de Estado; los agentes policiales quedarían cercados por tropas afectas al MFA y se rendirían a las 09.46 horas del día siguiente.3​ La ausencia de apoyo al régimen entre las Fuerzas Armadas causó que la policía política se rindiera poco después,2​ al ser inviable oponerse por la fuerza a una revuelta militar masiva.

A las 01:00 horas del 26 de abril, la televisión y la radio estatales presentaron a los miembros del MFA encabezados por el general Spínola, que ya habían asumido el control de todo el país y que estarían encargados del gobierno a partir de entonces.6​ Se constituyó la Junta de Salvación Nacional.

Mitin comunista en Oporto, en 1980, conmemorando el 25 de abril

Mural conmemorativo de la Revolución de los Claveles. Colección de António Paixão Esteves en el Centro de Documentación 25 de abril

Celebración del 34.º aniversario de la Revolución de los Claveles, en 2008.

Consecuencias

Posteriormente al día 25, fueron liberados los presos políticos de la Prisión de Caxias. Se produjo también el retorno desde el exilio de los líderes políticos de la oposición: el socialista Mário Soares regresó a suelo portugués el 29 de abril y el comunista Álvaro Cunhal, el 30. Al año siguiente se convocaron unas elecciones constituyentes y se estableció una democracia parlamentaria similar a las de Europa Occidental. Con todo, la Revolución precipitó el fin del imperio colonial portugués en África, aunque de modo desordenado pues las guarniciones africanas recibieron la simple orden de volver a la metrópoli y dejar el poder a los movimientos de liberación, sin coordinar previamente el traspaso de poder estos, a pesar de que los grupos independentistas africanos carecían de cuadros políticos y técnicos suficientes para asumir funciones gubernamentales. Para colmo, el temor a represalias de las nuevas autoridades motivó una emigración «a la inversa» de casi 500 000 civiles portugueses residentes en África, los «retornados», desde terratenientes hasta obreros y tenderos, que debieron abandonar trabajos y bienes en suelo africano en cuestión de semanas.

Duró dos años el periodo turbulento que siguió a la Revolución de los Claveles, caracterizado por luchas entre la izquierda y la derecha. Ese período pasó a la historia como el Proceso Revolucionario en Curso o PREC, una designación ambigua usada por los gobernantes que da cuenta de la falta de definición del rumbo de los acontecimientos. Se sucedieron cinco gobiernos provisionales, cada vez más radicales.7​ Hubo varios intentos de golpe militar derechista para paralizar el proceso: el 28 de septiembre de 1974 y el 11 de marzo de 1975, episodios derrotados tras los cuales se aceleró la radicalización política del régimen.

Fue nacionalizada toda la banca y la mayor parte de la gran industria. En marzo de 1975 el ala de oficiales comunistas del Movimiento de las Fuerzas Armadas anunció que se había iniciado la «transición al socialismo». Sin embargo, las elecciones constituyentes de abril de 1975 dieron la victoria a fuerzas socialistas moderadas, más cercanas a la socialdemocracia de partidos como el SPD alemán o el PS francés, que lucharon por suprimir la influencia política de militares pro-comunistas, siendo apoyados por un fuerte núcleo derechista concentrado en las provincias al norte del Tajo.8​ En el otoño de 1975, el país estuvo cerca de una guerra civil, pero un fallido intento de golpe de estado de militares pro-comunistas el 25 de noviembre estabilizó la situación. El régimen socialista desarmó y licenció a los oficiales revolucionarios y restauró la disciplina jerárquica entre las tropas, cuidando que los puestos claves del poder queden en manos de los partidos políticos más votados. En esa situación más tranquila se aprobó la constitución de 1976 y se inició la consolidación de la democracia.

Reacciones internacionales

En la vecina España franquista la situación de Portugal fue vista con preocupación. Franco había roto con la política colonial portuguesa en 1964, de modo que no ofreció otra ayuda que el voto negativo a las condenas en las instituciones internacionales, actitud que generó resentimiento en los sectores gubernamentales lusos. Desde inicios 1974 la prensa española, incluso la más oficialista, recogió con detalle el deterioro de la sitación militar y política tanto en ultramar como en la metrópoli. Por primera vez aparecieron críticas veladas por no afrontar la descolonización como habían hecho el resto de países europeos. Pocos días antes, el general Spínola, citó al sobrino del dictador, Nicolás Franco y Pascual de Pobil, y le anunció que era inminente el golpe militar que cambiaría el Gobierno, trasladando personalmente ese mismo día la información a su tío, que crípticamente informó en el Consejo de Ministros de que iba a pasar algo en el país vecino, pero no avisó a su homólogo de Lisboa.​

Sin embargo, la facilidad con que fuera derrocada la dictadura salazarista (considerada incluso «más sólida» que el propio franquismo), el entusiasmo desbordante de la población y sorprendido por la serie de profundas transformaciones políticas sucedidas en cuestión de meses, generaron inquietud en los círculos gubernamentales españoles. A pesar de que en todo momento el nuevo gobierno revolucionario portugués manifestó su absoluto respeto por el sistema político interno de España, y su voluntad de mantener buenas relaciones con el vecino peninsular, la amenaza de caída del franquismo era latente. Por ello, el gobierno español apoyó activamente a la derecha portuguesa opuesta al MFA y en paralelo fortaleció la represión política dentro de España para evitar que el ejemplo portugués alimentara a los grupos opositores. Estos, como se esperaba, redoblaron sus actividades de propaganda por los mismos motivos, ayudados por la evidencia que el golpe de estado de Portugal había sido muy poco violento pese a un contexto más difícil que el español y por tanto la caída del franquismo podría suceder también de modo pacífico, disipando los temores de la población española ante un cambio de régimen.

Por su parte la OTAN no mostró inicial preocupación ante la «Revolución de Abril» en tanto Portugal siguiera cumpliendo sus deberes como miembro de la «Alianza Atlántica» pero la postura de la OTAN (y especialmente de Estados Unidos) se tornó pronto en temor a que los comunistas portugueses controlaran el MFA e impusieran una dictadura prosoviética en un país con gran potencial geopolítico en los años de la Guerra Fría, al poseer bases estratégicas en el Atlántico Norte (islas Azores y Madeira) y un amplísimo litoral oceánico. No obstante, el curso de los acontecimientos en 1974 y 1975 con el debilitamiento interno de los comunistas, el ascenso de los socialistas y la subsistencia de una fuerte corriente de derechas al norte del Tajo, más las informaciones de diplomáticos anglosajones en Lisboa y Madrid, desaconsejaron al presidente estadounidense Gerald Ford una intervención militar en Portugal, considerándose suficientes las actividades secretas desarrolladas en el país.

El día 25 de abril es festividad nacional en Portugal y suele acoger conmemoraciones y celebraciones cívicas. En 2014, Portugal emitió una moneda celebrando el 40.º aniversario de la Revolución.