Instinto (Sky)

INSTINTO


Cuando abrió los ojos poco a poco, tomó conciencia de que todo era muerte.

Ya empezó en su Rito de de Iniciación, cuando era joven, y siguió con todas esas cachorras que sesgaron su vida y que el último aliento que oyeron fueron las palabras de Trau, alentándolas hacia su final. Ahora, en su segundo Rito de Iniciación había pasado lo mismo. Toda su vida era muerte. En la batalla nada había cambiado: se había sentido tan y tan cómoda entre la niebla que sesgó la garganta de varios danzantes con facilidad puesto que ni la vieron venir. No era una gran guerrera, ella solo se esconde y actúa: nada honroso, pero muy efectivo.

Hacía pocos meses que había vuelto a usar sus dones, esos regalos de los espíritus tan preciados y se volvía a sentir empoderada, fuerte.

Pero la muerte seguía presente, dictando sus normas, y Pegaso no la reclamaba.

Ni tras la muerte de Lúa, ni antes del ataque final donde casi pierde la vida… Sabía que el rito, para Julius, había sido un fracaso, ningún espíritu le reconoció cuando cayó como el héroe que Trau sabía que llevaba dentro.

Así que algo… algo iba mal. Algo faltaba… Algo más tendría que hacer: un gran sacrificio que conmoviera a los espíritus.

La sangre de los enemigos la envolvía en un traje carmín que se secó en su piel. Disfrutaba de aquella sensación de muerte… Sacó la lengua hacia un lado para lamerla de su cara. Se estaba excitando recordando la caza, como cuando lo hacía con sus hermanas las Amazonas de Diana. ¡Hacía tanto tiempo que no lo sentía…! Y empezó con Mortys: él había despertado a la amazona, el instinto de caza acudió a su cuerpo, rápido, letal… ¡y le encantaba!, y ahora, ya no había a quién cazar y ahí estaba, Mirada Triste de la Luna con el DESEO entre las piernas…

En aquel momento, mientras notaba que Belenos ardía con fuerza y le calentaba su corazón tras haber sobrevivido a una asegurada tumba de agua, lo entendió todo: Faltaba Kaos, faltaba vida, faltaba creación...

No era la primera vez que sentía el instinto de reproducción, ese deseo tan fuerte que te empuja al sexo más loco, a buscar a tus presas más hijos de puta y recordó que de vez en cuándo se escapaba con las Bacantes, a hacerles perradas a esos grandísimos cabronazos que maltrataban a las mujeres. Aunque ella nunca los cabalgó, e excitó más y más y empezó a desbocarse... sabía que no podría contenerlo porque hacía demasiado tiempo que no lidiaba con ello. Trau había olvidado esa cálida sensación, aunque había dado alguna paliza a algún malnacido que otro, esto era muy distinto. Lo detectó, lo sintió, lo saboreó: era puro INSTINTO.

Rodilla al suelo, su olor permanecía en su mano: en la boda, le había tocado para hablar con él. No había nadie más cerca, nadie más seguro, nadie más frío. Conocía a esos tipos que se ponen hasta el culo de coca y luego follan con putas hasta que se hartan de ellas… pero él no era así. SEGURO que no era así, pero así debía ser su presa, y así debía cazarla.

Olfateó y le notó: estaba cerca.

Salió desnuda y llena de sangre seca de su enemigo. Su pelo rubio completamente enmarañado parecía el mismísimo Belenos en llamas. Sus ojos estaban clavados en Orfa y sus pupilas dilatadas. Él retrocedió asustado hasta toparse con los faros del coche. Apenas pudo balbucear unas palabras.

La presa quedó inmóvil: eso le gustaba. Si corría, mejor. Podría haberle arrancado la cabeza allí mismo, podría haberle hecho lo mismo que a los mamones que usaban a las chicas para su uso y disfrute… pero era él… su hermano de la Montaña… siguió ese recuerdo como un débil hilo hasta un dulce sentimiento de cariño, para no matarle. Invocando el Aliento del Kaos, a modo de droga eufórica facilitó que su virilidad se endureciera. Y la cazadora le tapó la cara mientras lo tomaba: no quería mirarle.


“No le mates, Trau, no le mates… “ —Rezaba mientras Trau gemía cada vez más rápido.


Cuando Orfa fue consciente para controlar sus actos, estaba encima del capó del coche completamente abollado, despatarrado, con la ropa hecha trizas y con algún que otro arañazo.


La vieja loba ya no estaba.


Tambaleante, Orfa abrió el maletero y sacó una camisa y unos pantalones nuevos.


— Uuuh… jujú...


Se sentía activo, con muchísimas ganas de crear, de moverse y, sobre todo de vivir. A pesar de no tener ni idea del porqué de las acciones que apenas podía recordar de la garou, y de un sentimiento mezcla entre haber sido violado y una extraña euforia desbocada, también sabía que Trau se acaba de meter en un grave problema.