Canto a la Luna (Manu M)

Canto a la Luna.


La lúnula estaba sentada en la torre del Castillo. Justo donde esa misma mañana Alex había estado contemplando el amanecer.

Miraba al cielo, con tristeza. Con melancolía. Realmente no sabía si lo que le estaban haciendo era algo bueno … o era una tortura para la chica.


Miraba a un cielo en el que apenas había nubes. Uno en el que la luna brillaba completamente llena. Uno que indicaba que esa noche, como las anteriores, iba a ser una noche muy tranquila y fría.

Allí arriba, en la torre, se empezaba a notar ya el aire cortante de la noche cerrada. Ese que te pone la piel de gallina cuando te toca y hace que te tengas que abrigar un poco más. Pero el silencio era casi absoluto. Tanto, que los pasos de Alex subiendo a ella sonaban como un verdadero estruendo. Aún así, Awen no se inmutó.


Alex estaba nervioso. Una cosa era hablarle al Sol, a Belennos. A un espíritu o un ser que estaba lejos y distante. Pero esto era distinto. Tenía delante algo mucho más físico. Algo que él, como humano, era capaz de entender mejor. Algo que, para su desgracia, le permitía ver el color del dolor que llevaba la chica en su interior.

Se aclaró la voz a modo de saludo y esperó. Pero nuevamente Awen no hizo ningún movimiento. Seguía sentada de espaldas al chico mirando al cielo. Seguía dejándole un silencio incómodo como compañero.


Fue entonces cuando, como una pequeña señal, volvió a escucharlo. Un pequeño canto de un pájaro. Seguramente el último que escucharía esa noche. O como mucho, alguno de los últimos.

Sonrió imaginando que había sido el mismo pájaro que por la mañana se le había adelantado y suspiró a la vez que le daba las gracias en su interior. Tras recomponerse, se sentó a la izquierda de Awen con la guitarra entre sus piernas.

Ella continuó mirando al cielo. Parecía que no se había percatado de su presencia. O que no quería hacerlo. Pero Alex tenía la fuerza que necesitaba.


- Hola Awen - consiguió decir. Tras esperar unos segundos y ver que seguía sin ninguna respuesta por parte de la Lúnula, empezó a afinar su guitarra. - Sé que esto ha sido duro para ti. No quiero decir que lo sepa mejor que nadie pero algo sé. O algo intuyo - la chica volvió a responder con su silencio. Alex no estaba consiguiendo nada de lo que se había propuesto, pero continuó.

>> Verás. Yo no soy muy bueno en casi nada. No soy fuerte, ni poderoso, ni siquiera soy un garou. Es más, para una cosa que me pediste y… no conseguí hacerlo bien. No pude hacerlo bien - el muchacho suspiró preparándose para lo que quería decir a partir de ese momento. Y su tono de voz cambió. Se hizo más fuerte. Se hizo más seguro. Se hizo más melódico.

>> Pero a pesar de todo, creo que hay algo que puedo hacer. No espero nada a cambio. Ni si quiera que hables. Solo espero… que te guste.


Alex comenzó a tocar una melodía. Un canto que era el hermano del Canto a Belennos pero que, a la vez, era radicalmente distinto. Una melodía para darle la bienvenida a la Luna. Para darle fuerzas. Para darle alegría. Para darle calor. Y, por supuesto, para darle las gracias.

Esta era una canción solo para Awen. Y era lo menos que podía hacer por ella después de todo lo que había hecho por su familia.


Conforme Alex iba entonando las notas, aquella torre se iba llenando de los colores que tocaba con su guitarra. No miraba a ningún lado. Tenía los ojos cerrados. Así que no pudo ver el primer gesto que hizo la Lúnula aquella noche.

Awen había dejado de mirar al infinito cielo y estaba observando a aquel muchacho que se había sentado a su lado… ¿a cantar? Y así se mantuvo, nuevamente inmóvil, hasta que terminó la canción.


El canto a la Luna (enlace con la cancion)


Cuando el parentela abrió los ojos tras tocar la última nota, se encontró a la chica mirándole fijamente. Sus ojos estaban completamente abiertos y estaba inclinada hacia él ligeramente, con una expresión que mezclaba la incredulidad y la curiosidad. Era cómico a la par que incómodo.

Ninguno de los dos dijo nada. Alex esperaba y Awen le miraba. El primero aguantaba la respiración mientras la chica indagaba en su interior. Y así estuvieron durante varios segundos. Segundos que parecieron horas.

Fue entonces cuando el aire cambió. Soplaba una pequeña brisa, pero ya no era tan fría como la que hubo hacía unos instantes. Era tan cálida que el chico miró hacia el cielo buscando el origen de aquel cambio.

El viento era distinto. No era húmedo, ni tampoco triste. No era desapacible ni cortante.

No era un viento de invierno. Era casi un viento de primavera.


Cuando volvió su mirada hacia la lúnula, se encontró con algo que hasta la fecha no había visto. Algo que le llenó el corazón de una sensación que difícilmente se puede explicar. Awen estaba sonriendo. Le estaba sonriendo a él.

La chica se levantó de un salto, sin decir nada. Se sacudió la ropa en el mismo silencio que había mantenido hasta el momento y, como si nada de aquello hubiese pasado, comenzó a andar hacia la salida de la torre.


- ¡Volveré todas las noches! - dijo Alex antes de que Awen desapareciese por las escaleras. La chica se detuvo -. Y no solo yo. Todos vendrán. Porque todos te quieren cantar. Todos te quieren animar... todos te quieren dar las gracias.


Awen continuó bajando por las escaleras, como si no hubiese escuchado lo que le acababan de decir. Sin embargo, de pronto, el viento cálido volvió a soplar envolviendo a Alex momentáneamente. Y esta vez no venía solo. Venía acompañado por la voz de Awen tarareando la canción que le acababa de cantar.