¿El bucle infinito? (Karen)

¿El bucle infinito?


*Hace diez años...*


Los rayos de luz atravesando mis cortinas se deslizaban por la ventana de mi habitación. Era una mañana de primavera, la época perfecta para admirar las flores de mi jardín. El olor a pan tostado entraba por la rendija de la puerta. Adoraba poder tener por fin mi propia habitación, tener una familia y un desayuno esperándome. "Ojalá este sea mi hogar definitivo. Seguro que lo es." Pensé.

Me levanté de la cama y descorrí las blancas cortinas. Hacía un día precioso. Me dispuse a salir al jardín para llenar mis pulmones de aire fresco y a dejar que el sol me acariciara la cara antes de desayunar y, quien sabe, tal vez volvía a encontrarme con una ardillita muy amable que venía a visitarme a veces para jugar.


Al cruzar la cocina rumbo al jardín, escuché a mis nuevos padres discutiendo. "Esto no es lo que estábamos buscando" creí escuchar entre el murmullo de la conversación. Me habían adoptado hacía unas semanas y nunca aún les había visto hacer eso. Al darse cuenta de mi presencia se callaron en seco y me miraron de una forma extraña. Yo simplemente me limité a darles los buenos días y salí al jardín como de costumbre. Pero sentí un dejavú, algo en mi interior me decía que aquello no iba bien, que algo pasaba.

Aún así no quise pecar de negativa y desconfiada e intenté no pensarlo y disfrutar mientras jugaba con la hierba entre mis manos, mientras hablaba y cantaba con los pájaros y mientras correteaba por el jardín alrededor de mi árbol favorito, un limonero.

De repente un limón cayó justo enfrente mío, me agaché para cogerlo y, al volver la vista al frente, vi a esa pareja tan amable que ahora eran mis padres a un metro de distancia, mirándome preocupados, con intención de decirme algo. Él se agachó a mi lado, suspiró y me dijo en un tono pausado y algo incómodo:


-Ushuaia, cariño, tenemos que hablar contigo.


-Mmm vale... ¿Qué ocurre? Estoy aquí fuera a ver si encuentro a una ardillita muy amable que siempre viene a jugar conmigo.- dije intentando desviar un poco la conversación.


-Sí, verás... Es precisamente de eso de lo que queríamos hablarte...- dijo él mirando un momento a su mujer para luego volver a posar sus ojos en mí.


-¿Qué? ¿Le ha pasado algo a la ardilla?- pregunté con preocupación.


-No, no es eso. Es que, a ver, no puedes estar todo el día hablando con los animales y con las plantas, Ushuaia. Eso no es normal... ¿Lo entiendes?


-Pero... ¿Pero me he portado mal? ¿Eso está mal?- no entendía lo que me estaban diciendo, no tenía sentido.

Él se puso en pie y me habló desde arriba.


-Es raro. Y si sigues haciendo estas cosas... Pues mira, es mejor que las hagas en el orfanato, pero aquí no.


-¿En serio? No, no, no. ¿Me lo estás diciendo de verdad? ¡Pero si no es nada malo! ¿Si no quieres que hable con las plantas entonces por qué plantas un árbol que me habla?- le grité con mis ojos llenos de lágrimas y confusión. Él se llevo las manos a la cara unos segundos y suspiró con frustración. Entonces su mujer se acercó a mí y me puso la mano en el hombro.


-En el orfanato estarás mucho mejor y allí podrás hacer lo que quieras, ya verás.- dijo medio sonriente como si eso fuera a consolarme.


-¡No! ¡El orfanato es un asco! Ese sitio es horrible, incluso hay niños durmiendo en el suelo. ¡No podéis llevarme allí! ¡No puede estar pasándome esto otra vez! Yo estoy bien aquí, de verdad, por fin tengo mi propia habitación, una familia, paz y tranquilidad. Solo quiero ser como cualquier otra niña de once años con su casa y sus padres. ¿Acaso es mucho pedir? ¡No podéis hacerme esto! ¡No puedo pasar por esto otra vez!- exclamé apartándole el brazo a mi "madre" sin poder contener mis lágrimas.


-Se acabó, Ushuaia. Te llevamos al orfanato y no hay más que hablar. ¡Tú no eres una niña normal, no queremos esto y punto!- me gritó mi "padre" mientras me señalaba con el dedo.


Y así fue. Volví a ese agujero, una vez más. Una de tantas... Esas palabras que tantas veces había oído no solo de esta familia adoptiva, sino de muchas otras antes, se me quedaron grabadas a fuego en mi mente. "Tú no eres una niña normal." "Eres rara." "No eres lo que estábamos buscando."

El bucle infinito. ¿Estaba condenada a repetir lo mismo una y otra vez? No sabía cuántas veces más iba a poder soportarlo, pero tenía muy claro que no iba a permitirme pasar por eso de nuevo. No iba a dejar que me volvieran a romper el corazón. ¿Algún día tendría una familia que me quisiera tal y como soy? Había perdido la esperanza. Así que desde ese día empecé a idear un plan de fuga de ese orfanato o de donde fuera que estuviera, ya que nunca había tenido un sitio fijo. Siempre había vivido de orfanato en orfanato, de casa de acogida en casa de acogida, de hogar social en hogar social, de familia en familia... Rompiéndome cada vez más. Tenía que acabar con eso. Debía romper el bucle. Y... Sería pronto, pero eso es otra historia.