Como el agua, siguió fluyendo

(Cynthia)

Como el agua, siguió fluyendo


(...) podríamos ir a mediados de agosto. Ya te adelanto que será un viaje de ida y vuelta. No te lo tomes a mal, no quiero las peleas que tuvo mi madre en su día, por supuesto que quiero visitaros, pero mi hogar está en este rincón del mundo. Y me parece bien que mi hija conozca a su familia. Mejor evitar los errores del pasado, ¿no?


-¿Quién es Moira? Qué nombre más raro -Iris se había subido a una silla y tenía medio cuerpo estirado sobre la mesa; investigaba la carta que Noa tenía a medio escribir.


-Es una prima de la abuela. ¿De dónde has sacado ese mechón lila? -Noa alzó una ceja. ¿Por qué cada vez que su hija se reunía con los otros niños del clan volvía con su pelo más lila?


La niña sonrió orgullosa e, ignorando deliberadamente la pregunta, señaló su nariz.


-Me han salido más -A Iris parecían molestarle las pecas. Noa rió, ella había tenido la misma reacción muchas veces cuando tenía su misma edad.


-Porque has estado al sol mucho rato -señaló su propia nariz- a mamá también le pasa. Y a la abuela.


Iris resopló, insatisfecha con aquella respuesta.


-Es el beso de Belenos, mo stór. Los Fianna que viven muy al norte quedan marcados así por el sol, es un regalo.


La niña refunfuñó, aunque parecía dudar. Como a todos los pequeños, a Iris le gustaban los regalos.


-Ningún cuervo ha graznado hoy -dijo tras una pausa, acercándose a su madre y bajando la voz-. Tampoco he oído tronar.


Noa asintió y abrazó a su hija hasta que ésta se revolvió en sus brazos.


-¿Por qué son malos los cuervos y los truenos? Papá es la Tormenta, ¿no?


-El Portador de la Tormenta -puntualizó Noa, pasó una mano por el cabello de la niña y comenzó a arreglar sus trenzas-. No son malos, mo stór, pero son tramposos, tienes que tener mucho cuidado con ellos.


-¡Como con las hadas! -gritó la niña, emocionada-. Garra Feérica me ha hablado de las hadas. Bueno, hoy no, hoy nos ha hablado de otras cosas… ¡Pero el otro día sí! Mami, ¿en la casa de los abuelos había hadas? Eran Fianna, ¿no? Como Garra Feérica. Entonces, seguro que conocían hadas. ¿Se quedaban a pasar unos días? Como cuando voy a casa de Lua y hacemos fiesta de pijamas. ¿Hacías fiesta de pijamas con las hadas en casa de los abuelos?


-Eh… más o menos. Y no, no venían hadas a casa de los abuelos -hizo una pausa y se quedó mirando el mueble en el que solía dejar natillas y otras ofrendas para Memoria del Hogar, el brownie que había hallado en la antigua casa de sus padres hacía muchos años-. Creo…


La duda en la voz de Noa fue una rotunda afirmación en la mente de Iris, quien comenzó a fantasear con hadas y otros seres fantásticos.

La madre se quedó embobada mirando a su hija soñar despierta, hasta que ésta misma la sacó de su propia ensoñación.


-Pero siempre dices lo mismo cuando te pregunto. Este año cumplo diez años, ya seré mayor. Quiero saber, siempre te pones triste cuando hablas de los cuervos y del trueno.


Noa se mordió el labio. Se suponía que su hija no tenía que darse cuenta de esas cosas. Ya podía tener veinticinco o treintaicinco años, que seguía siendo un desastre. Probablemente, la peor bruja y Mentirosa de la historia.


-Sólo te quiero proteger, mo stór, a mamá la engañaron los cuervos hace muchos años y le da miedo que te engañen a ti también.


Iris se quedó pensativa un momento, meditando con cuidado sus palabras. Finalmente, se cruzó de brazos con firmeza.


-A mí no me van a engañar -declaró-. Yo seré bruja como tú y mandaré a los otros espíritus. Les diré a los cuervos que me dejen en paz y ellos me harán caso, como Sirena te hace caso a ti. Una vez, Garra Feérica me contó que antes no te hacía caso, pero que un día te empezó a escuchar.


Noa se encogió de hombros. Después de tantos años, aquellos seguía siendo relativo. No era tan fácil remediar lo que las brujas le habían hecho a aquella ondina siglos atrás. Aunque no podía negar que la situación era mucho mejor que como estaban tras su reencuentro en la cala, días después de presenciar la paliza a Julio. ¿En serio habían pasado ya diez años?


- Y si a ti te escuchan, a mí, que soy la hija del Sendero del agua y del Portador de la Tormenta, pues mucho más -Iris seguía dándole vueltas a aquello, parecía estar visualizando con mucha claridad todo lo que le explicaba a su madre-. Me sé muchos cuentos y canciones, eso les convencerá. He visto a Clave de Sol y Luna hablar con los espíritus y convencerles para que hagan cosas a cambio de ese tipo de cosas, ¿sabes? Y a ti. Y a la mamá de Lua. Y a la de Primavera y Aurora. Y Garra Feérica me dijo que canto muy bien, así que ya está.


-Entonces, ¿una bruja? ¿Eso quieres ser? -sonrió la mujer con curiosidad.


-Y salvar a todos, como papá y tú.


Los ojos claros de Noa escrutaron a su hija. Aquello lo había provocado ella misma, ¿verdad? Sí, claro que sí. Desde la noche en la que recibiera la premonición de parte de los cuervos, lo había estado meditando durante muchísimo tiempo. Claro que quería que su hija fuera bruja. Una Damia. Una mujer libre que decidiera su propio destino, la imagen final en su propio tapiz. “Eso es lo que es una Mentirosa” le había explicado a Sirena hacía muchos años, cuando todavía no estaba segura ni ella misma de si sus palabras eran ciertas o una mentira más que contaba para negar la realidad.


“Los Señores de las Sombras me pidieron que te matara, porque para ti la familia es más importante que la tribu y eso no les gusta”. La voz de Anuk en aquel vídeo regresó a sus pensamientos. Nunca había estado del todo segura de si Élathan era consciente de que ella también había escuchado aquel mensaje.

No le importaba, tan sólo era un motivo más, junto a todo lo que sabía sobre aquella tribu y todo el lío que ella misma había provocado, para mantener a su pequeña alejada de aquel mundo.

En su mundo ideal, Iris jamás haría el Cambio, pese a la pura raza con la que había nacido y que la poderosa Sombra del Eclipse ocultaba cuidadosamente. Para que su mundo ideal se volviera real, tan sólo tenía que convertir aquella Mentira que tanto había trabajado en Verdad. Puede que fuera torpe, un desastre, pero seguía siendo una Mentirosa, una bruja. Después de todo, había dejado la fase de la Doncella atrás hacía mucho. Ella tiraba de las hebras de su propio tapiz a voluntad. Así lo había decidido.


-Está bien -Sendero de Agua volvió a hablar cuando Iris estaba a punto de marcharse a su habitación-, te presentaré oficialmente en el aquelarre cuando hayas cumplido los diez. Serás mi aprendiz. Y cuando llegue el momento, se te hará un rito secreto que sólo las brujas conocen.


-Y ¿entonces seré bruja? -Iris parecía emocionada con aquello, era evidente que no se estaba planteando cuánto tiempo duraría esa etapa de aprendiz.


-Sólo si pasas el rito -advirtió Sendero de Agua.


-¿Cómo es ese rito? ¡Seguro que lo paso! ¡Será super fácil si tú me enseñas! ¡Le pediré a Senda Oscura de Luna que me enseñe también! ¡Y a la madre de Lua!


La mujer rió y, por un instante, sus pensamientos viajaron de nuevo al pasado, al momento exacto en el que Alba fuera consciente de que era una bruja y formaba parte del aquelarre.


-Así que ¿bruja? -la voz de Élathan la sacó de sus pensamientos de golpe. Se levantó de la silla al verlo apoyado en el marco de la puerta del salón. Oriol estaba de pie a su lado.


-¿Cuándo habéis vuelto? -exclamó sorprendida-, cuando entráis así, os parecéis a Neblina.


A ninguno de los dos pareció halagarle el ser comparado con un gato, sin embargo, aceptaron de buen grado el beso que Noa les ofreció a ambos, seguido del efusivo abrazo de Iris.


-Papá me ha llevado por el bosque -explicó el niño; él era dos años menor que Iris y parecía haber heredado de su padre cierto grado de albinismo-, ¡corre muuuuy rápido!


-¡Yo también quería! -protestó Iris, aferrándose a la pierna de su padre.


-Tú te fuiste con tus amigos, ¿no? No puedes ir a dos lugares a la vez -le recordó su madre.


-Mañana te llevo a ti -prometió el garou, divertido con aquella escena.


El hogar donde el mar y la tormenta se hallaron se llenó de risas, gritos y calidez una vez más, sin importar si se trataba de la casita junto al mar o de la enorme casa oculta en los bosques. Los cuatro siguieron aullando a Selene cada noche y recorriendo la senda del agua. Así lo habían decidido, así lo harían.

El tiempo, como el agua, siguió fluyendo inexorablemente, trayendo consigo nuevas batallas, nuevas canciones, nuevos llantos y nuevos amores.