La tutela: La última promesa

(Héctor)

“Yo me haré cargo del crío.”

Ella había rechazado quedarse en el clan. Ella se había marchado abandonando aquel narciso que no florecería. Y al fata únicamente le quedaba una promesa que pudiera cumplir:

“Haré que ese niño sea mejor que su padre...”

El Jardín de la Eterna promesa se encontraba en calma. Las lágrimas asomaron un poco a su rostro, pero respiró hondo para no cargar de tristeza el resto de flores y se marchó.

“Sobrino. Le hice una promesa a los demás de nuestra sangre. Una promesa a tu padre. Pero es honorable preguntártelo a ti, para saber cómo podré cumplirla: ¿Quieres conocer las costumbres de tus ancestros?”

“¿Las costumbres van a servir para ayudar a los demás? Si no, no quiero aprenderlas.”

“Algunos de los nuestros dicen que si no hubiera nadie que saludara al Sol, el sol no se alzaría de día. Si no creyéramos en la justicia o el honor, no existirían. Si no creyéramos en que hay otro lado, aquellos que esperan allá no seguirían "existiendo". ¿Las costumbres de nuestro pueblo pueden ayudar? Claro. Siempre. Es una forma de vivir... Y si aprendes bien a vivir... Podrás ayudar a vivir a los demás.”

“No creo que el Sol deje de salir si no le saludamos, pero si dices que servirá para ayudar me apunto. ¿Qué me vas a enseñar?”


Espada:


“La Primera enseñanza, sobrino: Lo que portas en tu mano, puede matar, y aunque es su función, no es lo que verdaderamente significa empuñarla. Empuñarla significa que a tu espalda hay algo que deseas proteger. Algo que mantendrá tu brazo en alto y tu corazón enfrentando el miedo. Lo que empuñas no es una espada, lo que empuñas en el otro lado, es el motivo por el que luchar.”

"Recuérdalo bien, cachorro. Un adversario tiene por lo que luchar y en su modo, también tiene honor. Un enemigo... un enemigo merece todo lo que le hagas y más. Pero nunca pierdas el sentido de porqué lo haces... O te perderás a ti mismo."

“En los dedos duele menos que en la cabeza. Soy más grande y llego más lejos, deberías ganarme la distancia corta, y claro que no es justo. La guerra no lo es, sobrino… ¿Nos hemos ganado un refrigerio o quieres seguir entrenando?”


Que existen más cosas que la guerra:

“Arde en la noche me regaló este libro. Me gusta mucho. Aunque hay partes que no entiendo...”

Sun tzu. Un libro de guerrero… pensó.

“Es interesante, si...¿Crees que todas las respuestas estarán en libros sobre guerra, tácticas y combate, Fion?”


También a ser un confidente:


“Claro que no, este libro no me enseña mates ni poemas ni lenguas ¡Pero gracias a él te he ganado este asalto!” carcajeó mientras su rostro expresó curiosidad: “Todos dicen que tienen cosas pensadas para estos días para luchar. ¿Tu que vas a hacer?”

“Si pudiera permitírmelo, me preocuparía de recuperar a Brava, la madre de Aurora. Pero todos consideran que no es el momento…”


Un consejero:


“Dices las cosas de una forma muy rara. Deberías encontrar una manera de no pelear con el cuervo, él te mataría. Y tu nombre es Mirada de Danann, pero me gusta pensar en ti como una flor de miel, porque siempre te rodean abejas.”


Un compañero frente al fuego:


“He pensado mucho, niño, en ti y en mí. En la tutela. Y creo que no la comencé bien. Creo que no te dije las palabras que necesitarías oír. Las palabras que de verdad permitirán que aquello que me dijiste hace días, respecto a la fuerza de tu corazón, podrían terminar de forjarte. Pero no eres una espada de plata, ni siquiera una viga de hierro. Así que el momento no importa, si las palabras te hacen encontrarte... Esas palabras, Joven oráculo, Niño que aprende, Esperanza que vive, Heredero de tus ancestros, Pintor de verdades... Esas palabras dicen así: "Hubo un tiempo en que los héroes no se medían por su fuerza o por el tamaño de sus músculos, sino por su espíritu y el tamaño de su corazón". He diluido el licor en agua. Ahora tendrá apenas sabor a canela, no deberías percibir que lleva alcohol. De hecho, es casi como si no lo llevara” de su bolsillo, tomó algún tipo de material que al lanzarlo al fuego crepitó con colores verdes y azules. “Querías saber algunos de mis trucos, querías saber algunas de las artes que domino, Tuatha... Y hay secretos que no podré contarte, porque son mi esencia... Otros si podré.”

Su mirada se desvió del fuego para dirigirse al sobrino:

“Pero puedo decirte que sí se algo: En el espíritu y el corazón. Tú eres más poderoso” el rostro del fata pareció ante las llamas verdes un poco más rudo, serio y calmado, como si no fuera Juan Carlos el que hablara en esos momentos, si no alguien... distinto, “No te engaño si te digo que es muy probable que sobre ti quieran verter esperanzas que no quieras enfrentar. Eres aún joven, inexperto, en cierto modo... soñador. Pero si no lo fueras ahora, no crecerías fuerte…”


Un héroe:


El niño miró fijamente las llamas, como hipnotizado por ellas, pero, respondió sin mostrar un solo ápice de duda, quizá por ser joven o quizá por tener una idea muy clara, seguramente por ambas: “Eso no me preocupa, yo quiero ser fuerte para proteger, y eso es lo que voy a hacer. No entiendo porqué los demás deberían poner esperanzas en mí que yo no quiera hacer.”

“Quizá, esperarán que los protejas a todos, Tuatha de Fion. Eso será lo peligroso. Quizá aquello que deseas no estará a tu alcance. ¿Qué harás... qué haremos entonces?”

“June me dijo que no se puede proteger a todos, eso lo sé... Tendré que elegir a los que proteger, y protegeré a los que lo necesiten más…”


Un hacedor de juramentos:


“Sea pues. Todo aquello que te cuente, habrás de emplearlo para el bien, así tu visión se nuble, tu fuerza te abandone y tu corazón se convierta en hielo” sacó una daga de color verde sabia con reflejos dorados y agarró la hoja para, después, realizar un corte en la palma de su mano “ De Tío a Sobrino, mi palabra es mi juramento.”

“Va... Vale. Prometo usar todo lo que me enseñes para proteger a los demás, a los que quiero y los que lo necesiten, como Aurora. Y tú me enseñarás todo para poder hacerlo, si no lo haces…” el niño se quedó pensativo unos instantes: “¡Ya se! Protegerás a todos por mi. De Sobrino a Tío, mi palabra es mi juramento.”

“Así sea, frente a esta hoguera, como los lobos que seguían a Belenos, ambos juramos. Por sangre y por voz”, el parentela acercó su mano cortada a la mano herida del muchacho, y la estrechó. En la palma de la mano del crío, un picor extraño subió por su brazo, para después apagarse con una sensación de calidez. “Primer truco, joven fianna, las palabras y los juramentos tienen poder y vinculan. Cuando hayas de hacer un trato de necesidad con alguien en quien confiar, no dudes en ofrecer tu sinceridad así... Si el otro la acepta y lo realiza, el vínculo estará hecho.”


Un verdadero hijo de Ciervo:

“Igual que aprender a usar la espada hace unas semanas te ha ido enseñando a pensar de forma distinta, mantener estas costumbres, cambiará tu forma de ser, será parte de ti. Será parte del dibujo donde saldrías si otra persona te dibujara.”


Un verdadero hijo del clan:


“¡Arriba, niño, es el momento! Vamos, no creo que tengas una resaca.”

El niño aún remoloneó un poco en la cama.

“Oh, creía que el futuro todopoderoso fianna querría aprender cosas... Pero veo que su energía no es la que decía tener...Quizá no sea digno de las enseñanzas y conocer los trucos…

En ese momento el niño se empezó a desvelar y ser consciente de su alrededor: “Voy, voy”

En la parte trasera de la casa, frente a las flores trasplantadas y el árbol de copa sonrosada al que llamaban Mirada de los árboles, habían ya dos taburetes preparados frente al horizonte, con dos tazas calientes esperando. Una de café y otra de chocolate recién hecho.

Poco a poco, igual que el crío, el Sol trataba de desperezarse y Mirada de Danaan se aseguró de que la guitarra no estuviera demasiado desafinada.

“Bien... Ha llegado el momento, Tuatha. Si no hay al menos una persona que haga esto... Dicen que el Sol no saldría…”

En el trozo de papel que le había entregado su mentor, una letra redondeada y fácil de entender aguardaba a que el crío pudiera seguir la melodía que, poco a poco, comenzó a nacer.


“Aunque te encuentres perdido

y no encuentres el camino

Aunque no te queden fuerzas

Escúchame


No estás solo en la batalla

esto es por la madre Gaia

mira al cielo y ven conmigo,

cumple tu promesa así que


Aulla al sol que te calienta

Aulla al viento que te mece

Aulla a Luna que te escucha

Aulla, garou


Canta para a las estrellas

canta junto a tu familia

canta a la madre Gaia

Parentela canta tú también (bis)


Con un canto de esperanza

que el combate nunca se acaba

Que este aullido, que retumba

a todos nos levante el alma.


Aulla alto y canta fuerte

que Belenos aún no te escucha

Es un canto de manada

cumple tu misión.


Y si el Sol aún no me escucha… cantaré y aullaré

Y si el Sol no se levanta aún más alto yo me elevaré

Desde el fin del mismo cielo aullaré y cantaré

Aunque no me queden fuerzas con mi aullido se podrá contar”


El niño comenzó la canción dudando un poco, pero enseguida tomó el ritmo, cantaba bien aunque desafinando en algún puntos… Pero cantó. Y cuando la música terminó el chico cogió su taza de chocolate y, tras soplar un poco, dio un buen sorbo, dejando un poco de chocolate alrededor de sus labios.

Mirada de Danaan ahogó un sonido extraño, en la garganta, con los ojos entrecerrados y se mantuvo en silencio unos instantes. El Sol terminó de asomar y los trinos de algunos pájaros comenzaron a despertarse. Abrió los ojos enrojecidos y sonrió hacia el crío:

“Esta canción la conocía tu padre. Esta canción la conocían muchos que ya no están. Mientras uno de los nuestros la pueda cantar... La serpiente no vencerá.”


El niño aprendió a cazar. Aprendió el valor de la vida y la muerte. Durante un año y un día. Como las viejas costumbres ordenaban…


“Oye, tío, ¿hay alguna forma de que pueda mandar un mensaje a las hadas?”

Y esa fue la última enseñanza. La última verdad que Mirada de Danann le contó. Después de ello…

Fue cuando se convirtió en las dos últimas cosas que le quedaban por aprender.

Ser un adulto en un mundo de adultos...

“Para mí. Ya eres adulto, hijo... Espero que seas mejor hombre que tu padre... Y que tu mentor…” Su mano nudosa se hizo hacia el muchacho, abierta “Ha pasado un año y un día. Jordi, Oráculo, Tuatha de Danann. Yo, Juan Carlos, guardián del túmulo, guardián de las promesas, Mirada de Danann, conocedor de las antiguas costumbres... Ya no tengo más que enseñarte.”

Un año y un día más tarde de haber sido iniciada la Tutela. Un parentela camino de fin, liberó como adulto a su sobrino. Ante los ojos de la buena gente, un nuevo parentela acababa de llegar a tapiz del dan.

Haciendo que su tío, por fin, hubiera podido conocer esa sensación que nunca tendría: El sentimiento de aquellos que pueden estar orgullosos de un hijo.

Pues ese fue el final de la tutela y la última enseñanza llegó.

El día que un niño perdido al que llamaban oráculo, fue querido como un hijo.