La cena de los accionistas (Héctor)

La cena de accionistas.


Una armoniosa melodía de piano envolvía los sentidos de los asistentes. La mesa auspiciaba los mismos siete comensales que dirigían las acciones y el marketing, los cuales deglutían mientras mantenían una agitada conversación dejándose embriagar por el vino de calidad y la carne poco hecha sobre el plato.


Si cualquiera lo mirase desde el exterior, jamás se percibiría lo ponzoñoso de su alma y eso mismo era lo que los imbuía de peligro.


- Ellos merecen más - decía uno abiertamente -, luchan por el mundo y por las viejas costumbres, luchan por la pureza... - sus ojos dejaron caer una lagrimilla a través de su mejilla anaranjada por el bronceado - Joder. Casi me pongo tierno - las carcajadas invadieron la mesa mientras el que había hablado tomaba una porción más de carne y masticaba entornando los ojos en un gesto de puro placer -. Coño, Pedro, tienes que pasarme la receta de esta mierda... O el cocinero. Puta ambrosía, tío.


El interpelado sonrió parcialmente, de lado, mientras sus ojos contemplaban unos informes en su tablet. Su rostro, cubierto de una barba canosa, estaba enmarcado bajo un peinado en el que ya asomaban entradas, dándole el aspecto perfecto de galán maduro, gracias a la camisa a medida sobre la cual una corbata aflojada le daba un aire canallesco.


Nadie parecía molesto porque tuviera en sus labios un cigarillo ni porque, una vez saciado, empleara el mismo plato como improvisado cenicero.


Pedro, que era el nombre del que había ojeado los informes, apenas había hablado, evaluando cómo afrontar todo lo que los demás habían decidido aparcar en la mesa de juntas: Cerbero había sufrido un golpe brutal. Un golpe brutal que ellos conseguirían convertir en un as más en la manga.


"Ellos sólo decidían la producción, jamás habrían sabido que uno de los integrantes fuera un asesino."

"Hechos aislados."

"No había ninguna prueba de que su producto (disco de platino, por cierto) fuera a ser el causante original de los sucesos en aquel hotel."


Mientras el director aspiraba humo y leía en el instrumento de la tejedora, otro habló:


- En serio, Pedro. Hoy te has salido con la cena, ¿eh? ¿Hay algún secreto?

- Superar la oxitocina de la pieza. Forzar durante la captura el stress de la presa, y mantenerla viva durante el proceso de despiece y cocinado para que los niveles de miedo y ansiedad impregnen la carne. El resultado es una carne robusta y dura, pero con un buen cocinero, eso es parte del sabor.


El socio al que había respondido, enarcó una ceja y tragó un par de pastillas para bajar los ardores que subían por su esófago debido al banquete que habían comido. Negó con la cabeza ante la clase de biología y cocina exótica y cambió de tema:


- Ahá. Y respecto al incidente, ¿qué debemos hacer?

- Bueno... - suspiró mientras el humo le hacía entrecerrar uno de sus ojos - ellos han usado las tecnologías para echarnos en lo alto a la ley... - el ojo, comenzando a enrojecerse, se abrió - Vamos a devolverle los golpes con la misma ley. Anda, Tomás, vuelve a casa, o al prostíbulo, donde estés mejor. Tengo que recoger la cocina y, quizá, aproveche para paladear algún postre.


Los hombres se fueron marchando, y poco a poco sólo quedó el sonido del piano y los platos siendo recogidos, mientras el anfitrión iba y venía del comedor a la cocina. Una vez recogió la mesa, se lavó las manos y la cara, tratando de refrescarse.


"La oxitocina..."


El mero recuerdo del comentario le hizo sonreír. Sacó de uno de los armarios de la cocina un frasco, y lo llevó hasta un pequeño vial que tenía apenas visible junto a la puerta de la bodega. Tras inyectarlo, se descalzó y atravesó la entrada. Unas escaleras daban a un entresuelo que, con un zumbido de estática, fue iluminado. Allí abajo, en las tinieblas, una pareja de jóvenes sedados comenzaban a despertar.


Su reserva.


La piernas de él ya no eran plurales, siendo la izquierda poco más que un picor fantasma en su sistema nervioso, el rostro de ella habría sido bonito, si la miraran por el perfil bueno, en ek. Con paciencia, una persona puede sobrevivir a la pérdida de casi la mayoría de extemidades y músculos. Aunque, cierto es, requieren de mayores cuidados, como quien moldea un bonsai.


Pedro sonrió, y en su sonrisa había deseo y gula. Pero no en el total de los tres ojos que allí había encontraba el temor. Centró su mirada en el perfil bueno de la joven que tenía allí esposada y se acercó a ella. La olió: Resignación. Ella ya había aceptado que estaba todo acabado.


- Oh... Eric... Lamento mucho que ella ya no pueda seguir jugando con nosotros... - la mirada del chico lisiado, se llenó de ira, aunque ya no pudiera gritar - Pero, mañana podremos almorzar juntos, ¿te parece?


El hombre sonrió mientras insertaba una aguja en el lateral del cuello de la joven y apretaba el émbolo de la jeringa, sin ningún líquido que vertir en el flujo sanguíneo y esperó mientras el cuerpo convulsionaba y, a su lado, el joven novio trataba de liberarse llenándose de rabia.


- Ssssssh, tranquiiiiiiiilo. A fin de cuentas - la hebilla del cinturón del carcelero se abrió, así como el botón y la cremallera- yo había bajado aquí por el postre.