La revolución del 34 en Barcelona

En "La Vanguardia" del día 9 de octubre de 1934 se da cuenta de los hechos de los días 6 y 7. En los tres días anteriores el periódico no salió a la calle.

El desastroso epílogo

A no ser por la piedad debida a todos los vencidos, y muy en especial si son hermanos nuestros, no habría palabras para calificar a los autores de la abominación cometida entre la noche del día 6 y el día 7 de octubre. Ha sido un caso inaudito de demencia de un poder público. Estaba reservada a nuestro país, a esta desgraciada Cataluña, la triste suerte de ver a un gobierno legítimo organizar a viva fuerza un paro general, mantenerlo cuarenta y ocho horas y, finalmente, tratar de convertirlo en una intentona de subversión revolucionaria, sin pies ni cabeza, en colaboración con toda clase de enemigos del orden social y entre verborrea radiada y discos de gramófono. ¡Ah, esos hombres! Cataluña bien puede gritarles, desde el fondo de su actual postración, tras la tremenda caída: ¿Qué habéis hecho del tesoro de confianza que un día mi pueblo depositó en vosotros? ¿Qué hicisteis de mi autonomía? ¿Qué habéis hecho de mi?...

No hay justificación posible a lo ocurrido, como no sea la de la más auténtica locura. No puede explicarse políticamente, porque para discrepar del Gobierno central y hasta para combatirlo, si lo estimaba necesario, no había ninguna necesidad de que el Gobierno autónomo se alzase en armas, pues donde precisamente los gobiernos se derriban con más facilidad es en el terreno parlamentario y con posiciones políticas, no en la calle y con barricadas anacrónicas.Tampoco la cosa tiene ni siquiera esa justificación relativa que podríamos llamar técnica, revolucionaria, porque para intentar algo como lo que se pretendía hacer, es necesario contar de antemano con un mínimo de organización y con fuerzas que al menos vagamente se equilibren y puedan medirse con las que, sin duda alguna, habrá de oponer a ellas el Estado agredido. Y aquí se ha visto y demostrado que no había absolutamente nada, que faltaba todo, porque el tot o res era realmente res: nada. Pero, patrióticamente, desde el punto de vista catalán puro, eso, no sólo no tiene justificación alguna, sino que lo archíjustificado es todo lo contrarío, porque los ideales y la realidad de Cataluña, iluminados por los terribles reflectores de una monstruosa incapacidad semejante, sufren en toda España, en todo el mundo y — lo que es más sensible - en el corazón mismo de un inmenso número de catalanes, una depreciación irreparable. Así como hay hombres que, en una noche de horror, encanecen súbitamente, Cataluña, con su ideal de autonomía, en la noche del 6 al 7 de octubre envejeció de manera espantosa.

Y ahora, ¿qué? La voz profunda, que brota de las entrañas de esta pobre y maltrecha tierra nuestra, está clamando en un ronco sollozo: «Hijos míos, ¿qué habéis hecho de mí?» Y en esta hora horrible la única reparación digna de nuestra madre seria besarla amorosamente en la frente, todos los que para nada la manchamos, todos los que no enloquecimos; levantarla del suelo donde yace, entre sangre de sus hijos y sangre de hermanos, y jurarle de verdad que nunca más la mayoría de los catalanes volverá a delegar su representación en débiles, en incapaces, en improvisados, en simples demagogos frenéticos, en verdaderos vesánicos. Esto que ha ocurrido es el lógico, el previsto, el fatal, el desastroso epílogo a un largo y profundo proceso de descomposición política, en la que los aventureros han terminado por arrinconar a los responsables,

y los dementes a los cuerdos. Repetidas veces lo dijimos y anunciamos: esto acabará mal. Consumatum est! Ya está probado. ¡Si al menos jurásemos que no volverá a ocurrir nunca más! Si lo jurásemos y lo cumpliésemos, pues, ¿de que servirá esta amarga, esta insoportable, esta humillante demostración, si no sirve de escarmiento para lo venidero?

La jornada del viernes

Animación en el Ayuntamiento

El problema de los abastecimientos

A partir del jueves, por la noche, día en que se conoció la solución de la crisis de Madrid, la animación en las Casas Consistoriales comenzó a ser extraordinaria.

El señor Pi y Suñer acudió inmediatamente a su despacho oficial de la Alcaldía, por donde desfilaron casi todos los consejeros-regidores y concejales de la mayoría para ofrecerle su cooperación.

La noche del jueves fue ya de gran movimiento en el Palacio municipal, movimiento y ajetreo que se prolongó, cada vez más aumentado, hasta el sábado por la noche.

El alcalde, señor Pi y Suñer, permaneció casi constantemente en su despacho, pasando en algunas ocasiones a la Generalidad para conferenciar con el presidente y ofrecerle su adhesión incondicional.

También se preocupó con gran interés del problema de los abastecimientos, cuidando de que ni por un instante se interrumpieran los servicios públicos municipales y de que los mercados se vieran debidamente proveídos.

Para ello, además de dictar varias medidas encaminadas al mismo fin, el viernes, a las cinco da la tarde, dirigió por radio al vecindario, la siguiente alocución.

«Barceloneses: En esta hora en la que todos los ciudadanos han de sentir más fuerte que nunca la responsabilidad de sus deberes, la Alcaldía de Barcelona, en nombre de la ciudad y de acuerdo con el Gobierno de la Generalidad de Cataluña, ha de dirigirse a los barceloneses para anunciarles que han sido tomadas todas

las medidas necesarias para asegurar el aprovisionamiento de la ciudad y el ejercicio de los servicios públicos más esenciales, al propio tiempo que exhortarles para que presten su cooperación en esta obra de supremo interés ciudadano.

Problemas como los de abastecimiento, limpieza, iluminación, enterramientos y otros, interesan a todos por igual, porque en el caso de interrumpirse, serían todos los barceloneses los que padecerían del colapso de la vida ciudadana. Es por esto que el Ayuntamiento, en estrecha y continua colaboración con la Generalidad, ha tomado las medidas conducentes y anuncia que los mercados estarán abiertos al público a las horas de costumbre, que podrán prestarse normalmente las operaciones de venta de comestibles, que se practicará la recogida de basuras y conducción de cadáveres, en fin, que se han tomado y se tomarán cuantas medidas sean precisas para asegurar la ejecución de estas necesidades esenciales de la vida ciudadana y garantizar la seguridad de aquéllos que las ejerzan, con la certeza, no obstante, que tendrán la mejor garantía de su ejecución en la colaboración de todos los barceloneses.

Se ha indicado especialmente a todos los pueblos de los alrededores de Barcelona, que no pongan dificultad alguna al paso de los carros y vehículos que transporten comestibles y particularmente verduras y leche, a nuestra ciudad.

Al dar estas noticias y al hacer esta exhortación a los ciudadanos de Barcelona, la Alcaldía confía en que todos sabrán comprender el propósito que la inspira, y que no faltará la indispensable cooperación ciudadana para llevar a cumplimiento las medidas que para asegurar la continuidad de la vida de la ciudad han tomado, en bien de todos él Gobierno de la Generalidad de Cataluña y el Ayuntamiento de Barcelona.

Así lo espera de la democracia barcelonesa.»

La noche del viernes al sábado el alcalde y algunos consejeros-regidores pernoctaron en el Ayuntamiento, siguiendo de cerca la marcha de los acontecimientos políticos, y cuidando especialmente de asegurar el abastecimiento de la ciudad durante la huelga general.

Tanto el viernes como el sábado, como el paro era general en Barcelona, el alcalde autorizó a los empleados municipales para que se retirasen, si lo estimaban conveniente, de sus oficinas. La mayoría se acogieron a la autorización de la Alcaldía, siendo muy pocos los que continuaron en sus puestos.

El señor Companys reúne a los consejeros

Visitas y conferencias

El viernes, a las diez de la mañana, el Presidente reunió en su despacho a los Consejeros a los que dio cuenta de las últimas noticias recibidas acerca de la situación política y según las cuales el estado de alarma continuaba siendo el mismo en todo el territorio de la República.

A mediodía, el Presidente se encerró con el señor Rovira y Virgili en una dependencia de la casa, sosteniendo con él una larga conferencia.

Los comentaristas y visitantes en la galería gótica y en el patio de los naranjos, fueron en mucho menor número que en días anteriores, aunque seguía comentándose la inminencia de la proclamación del Estado catalán dentro de la República federal española.

Los diputados y personalidades que entraron a ver al Presidente se negaron a hacer declaraciones a los periodistas.

A mediodía el Presidente sostuvo una larga conferencia con el señor Dencás y a la salida los periodistas le preguntaron por lo tratado en ella, contestándoles que habían sido cuestiones de su Departamento, sin importancia.

—¿Ha terminado usted la redacción del documento?

— preguntó un periodista, aludiendo a la alocución proclamando el Estado catalán, que según se rumoreaba se había encargado de redactar al Consejero de Gobernación.

—No sé a que documentos se refiere usted. Pero, desde luego, he redactado bastantes en mi vida.

Discursos por radio

A la una y media de la tarde, el Presidente de la Generalidad pronunció por radio los siguientes discursos:

«El Gobierno de la Generalidad de Cataluña, ante la expectación y la inquietud que produce en el pueblo la situación general de España, ha de decir que no le extraña esta expectación, pero que es preciso que no se desborde en tumultos ni violencias de clase alguna ni con iniciativas fuera de su mando.

El Gobierno se hace cargo de sus responsabilidades y de su derecho y en cada momento marcará la dirección de los acontecimientos con. la asistencia y disciplina del pueblo, que el Gobierno ha de conservar para la mejor eficacia en defensa de las libertades de Cataluña y de las esencias democráticas de la República.

El Gobierno espera y confía que no se verá en el deber de tener que imponer su autoridad, porque la confianza que el pueblo le tiene es garantía plena de su conducta. Cada dos horas, y siempre que haga falta, el Gobierno, por medio de la radio comunicará con los ciudadanos.

En el momento actual el Gobierno pide y exige a todo el mundo que se abstenga de actos y gestos que puedan perturbar la vida de Cataluña y que estén atentos a su voz. ¡ Salud, Catalanes !»

«Catalanes, repitiendo las indicaciones que hice cuando os dirigí la palabra antes, vuelvo a recomendar y requiero a los ciudadanos para que guarden la máxima serenidad y controlen estos momentos de enorme, trascendencia. El Gobierno de Cataluña, sigue, minuto por minuto, el movimiento producido en todas las tierras de España, lo que ha de hacer y hará lo que mejor convenga en cada momento a los ideales que representa de honda catalanidad y de auténtico republicanismo.

Comprendemos vuestros impacientes anhelos y recabamos la confianza del pueblo nacionalista y republicano de Cataluña. Es necesario abstenerse de violencias que el Gobierno se vería en el doloroso deber de reprimir, ni de trastornos ni tumultos que quitarían eficacia al gesto que cada hora pida, de cara a los postulados impresos en el fondo de nuestra alma y a las oportunidades generales que el Gobierno es el único en apreciar.

Catalanes, el Gobierno os pide otra vez serenidad y atención. Mucha serenidad y cuidado y extrema atención.

¡ Por Cataluña, por la República y por la libertad!»

Por la tarde, no ocurrió nada notable en la Generalidad transcurriendo las horas en absoluta quietud, tanto que los que no figuraban en la conjura podían imaginar perfectamente que se había entrado en el periodo preparatorio de la normalidad.

Por la noche, no quedaron en el Palacio más que los Consejeros señores Esteve, Comorera, Barrera y Mestres.

Reunión de generales

El viernes a mediodía se reunieron en el despacho del general Batet todos los genérales con mando de la guarnición, incluso el auditor general.

La reunión duró hasta cerca de las dos de la tarde.

Después de la reunión se facilitó a la fuerza la siguiente:

«Por el general de la División se transmitieron el viernes a mediodía a todas las Comandancias militares de Cataluña y a los jefes de los cuerpos, unas instrucciones en las que se dispone lo siguiente:

En los cuarteles y edificios militares, se considerarán como guardia permanente, y cuantos elementos de ella se destaquen para algún servicio o para no permitir en las Inmediaciones de los mismos el menor desorden ni coacción, se considerarán y actuarán como centinelas.

La fuerza dará el alto a cualquier grupo sospechoso y en caso de no ser obedecida a la tercera intimación, harán uso de las armas.

Los jefes, oficiales y suboficiales, vestirán de uniforme hasta nueva orden, llevando las armas reglamentarias. Si previeran la posibilidad de ser hostilizados, llevarán consigo escolta. Los individuos que a ésta pertenezcan serán vigilados por el oficial o suboficial, a fin de observar la actitud que pudieran adoptar, y a la menor duda que alguno de ellos ofrezca, procederán con todo rigor, ya que la disciplina no admite comentarios ni diálogos.

Siempre que tengan que destacarse fuerzas, irán estas con relativa separación entre los individuos que la formen y es responsable de cuanto ocurra el jefe de las mismas.

La fuerza aunque sea constituida por una sola pareja, evitará llegar hasta donde haya grupos, pero si se opusieran a su marcha, los disolverá por la fuerza y continuarán su camino sin permitir verse rodeados o mezclarse entre paisanos, sea cual fuere su condición, al objeto de que en todo momento tengan la debida libertad para actuar en la forma qué proceda.

Los cuarteles son guardia permanente y cualquier jefe, oficial, suboficial, clase o soldado que de aquellos se destaque para cualquier servicio, se considerarán como destacado de una guardia y a tal efecto, cualquier insulto que reciba se considerará a fuerza armada.

Se adoptaron otros acuerdos que no figuran en la nota y que el general Batet ordenó que se mantuvieran reservadas para la Prensa.

La huelga general

El viernes por la mañana, desde primera hora, unos grupos compactos y numerosos se dedicaron a recorrer las principales calles de la población, con objeto de evitar la abertura de los establecimientos y de obligar a cerrar los que habían abierto como de costumbre. Con las tiendas de comestibles, así como las dedicadas a la venta de productos de utilidad pública, se hizo una excepción, si bien dichos establecimientos permanecieron con media puerta abierta.

En cuanto a los vehículos públicos, se hizo lo propio, de modo que a media mañana dejaban de circular tranvías, autobuses y taxis.

Varios números de las fuerzas de Seguridad, de caballería, ante las coacciones de los elementos revolucionarios, dieron algunas cargas sin consecuencias lamentables.

A media mañana, un numeroso grupo, del que formaban parte muchachos jóvenes, se dirigió hacia los Almacenes «El Siglo», de la calle de Pelayo, entrando en dicho establecimiento una comisión de aquéllos para invitar a la dependencia a abandonar él trabajo. Los comisionados, después de entrevistarse con la dependencia, salieron a la calle para anunciar a sus compañeros que en «El Siglo» se abandonaría el trabajo.

La noticia fue acogida con aplausos y gritos.

Los manifestantes se dirigieron a la plaza de la Universidad, obligando a cuantos establecimientos encontraban a su paso a que echaran las puertas. Al llegar a la plaza indicada, procedieron a coaccionar a los empleados de tranvías y autobuses. Las fuerzas de Guardia civil que cuidaba de vigilar los vehículos, se limitó a evitar que se cometieran daños contra éstos.

Contra un tranvía de la línea 12, que descendía por la calle de Aribau, arremetieron los grupos con piedras, arrancando el trolley del vehículo y quitando las carteleras. Acudió una pareja de asalto, que encaró los fusiles contra los que se manifestaban. Estos huyeron, pudiendo seguir normalmente su camino el tranvía de referencia.

También se produjo un incidente en el Paseo de Gracia, cruce con la Avenida del 14 de Abril, con ocasión de que los huelguistas coaccionaban a unos obreros de la Compañía Telefónica que se hallaban trabajando en dicho lugar, a que abandonaran el trabajo. Se suscitó una discusión y sonaron varios disparos, que originaron la natural alarma. Se dispersaron los grupos, y los citados obreros de la Telefónica dejaron el trabajo que estaban realizando.

También se produjeron incidentes, sin grandes consecuencias, en el Paseo de Gracia, calles de Salmerón y Cortes, en la Rambla del Centro y en el Clot. En dicho lugar fue interceptada la vía del tranvía con numerosas piedras.

Frente al Crédit Lyonnais, de la Rambla del Centro, unos grupos de huelguistas, al darse cuenta de que en dicho establecimiento se trabajaba, intentaron asaltar el local, deponiendo su actitud en cuanto se enteraron que los empleados se disponían a abandonar el trabajo.

En el balcón principal del «Centre de Dependents del Comerc i de l'Industria» fue colocada a primera hora de la mañana del viernes una pizarra en la que se decía: «El C. A. D. C. I. secunda la vaga general. Tots els trevalladors mercantils han de complir llur deure acatant aquest acord. Visca la República catalán».

La jornada del sábado

Rumores alarmantes. - La gravedad de la situación

Desde primeras horas de la mañana pudo notarse en la Generalidad un movimiento inusitado, viéndose cómo personas no conocidas en la casa entraban y salían de algunos Departamentos como si acudieran en busca de noticias o de instrucciones.

En la galería gótica el número de público que se había congregado, era, realmente extraordinario.

Contrastando con la quietud del día anterior, reinaba entre los grupos una manifiesta efervescencia y se afirmaba que los sucesos ocurridos en distintas poblaciones españolas habían revestido extraordinaria gravedad y que el Gobierno Lerroux no podía, a pesar de sus esfuerzos, dar eficacia a los resortes del Poder público, asegurándose que en distintas guarniciones se había Iniciado el levantamiento que se iba extendiendo lenta, pero firmemente, por todo el territorio de la República.

Se aseguraba también que el Gobierno había tomado el acuerdo de proclamar la República catalana, pero que puesto de acuerdo más tarde con los señores Azaña, Maura, Domingo y otras personalidades del que fue Gobierno provisional de la República se había acordado proclamar el Estado catalán, como integrante de la federación de la República española.

¿Discusión violentísima?

Alocución del consejero de Gobernación

Poco después de las once y media llegó el consejero señor Dencás a la Presidencia, pasando rápidamente entre los periodistas, con cara preocupaüisima.

Seguidamente penetró en el despacho del Presidente, con el que sostuvo una larga conferencia, en la que, según se dijo, se marcaron dos criterios absolutamente opuestos, el señor Dencás mantuvo enérgicamente su actitud, y sin escuchar las palabras del Presidente, abandonó el despacho de éste, marchando rápidamente al de Gobernación. En el zaguán del Palacio encontró al ex jefe de los servicios de Orden Público, señor Badia, y le hizo subir al coche, diciéndole:

—Ven conmigo. Te necesito.

Poco después de su llegada, el señor Dencás radiaba su alocución dando cuenta de que por acuerdo de la Generalidad las fuerzas adictas a «Estat Cátala» pasaban a ocupar la vía pública para impedir con su vigilancia que sectores extremistas aprovecharan en favor suyo la huelga declarada contra el Gobierno Lerroux.

El Presidente sale para el

Departamento de Gobernación

Los periodistas, después de escuchar la alocución del consejero de Gobernación, pidieron saludar al Presidente, y éste les hizo decir, por mediación de su secretario, señor Alavedra, que nada tenía que comunicarles, y que no podía hacer más comentario que el de que la situación política era gravísima en todo el territorio de la República.

Preguntado respecto al alcance de la alocución radiada, el secretario, señor Alavedra afirmó—y parece que así era en efecto—que la desconocía el Presidente.

Poco tiempo después, el señor Companys, dando muestras de malhumor, abandonó su despacho y montó en el coche presidencial, que había dejado de ostentar la bandera republicana.

En cuanto al alcance de dicha visita, se nos dijo que el Presidente habla llamado a su despacho al consejero, y como éste había alegado que ante el trabajo que tenia no podía abandonar la Consejería, el señor Companys había decidido ir al Departamento de Gobernación.

En éste, posiblemente, debió continuar la discusión que, violentamente, se había iniciado en el despacho de la Presidencia y a la que antes nos hemos referido.

Preparativos de la proclamación

Por la tarde, a partir de las cinco, fueron llegando a la Generalidad comisiones y representaciones, algunas de las cuales pasaban en compañía de diputados al antedespacho de la Presidencia, donde al parecer se celebraba una reunión.

Los periodistas lucharon con grandes inconvenientes para cumplir su misión, ya que no se les permitió pasar de la galería gótica.

A las seis y media de la tarde, los consejeros abandonaron el Consejo que había venido celebrándose y se dirigieron rápidamente a sus Departamentos respectivos.

En la reunión acababa de tomarse el acuerdo de proclamar el Estado catalán y ofrecer refugio al Gobierno provisional de la República federal española en el territorio catalán, hasta que las circunstancias le permitieran instalarse en la capitalidad del Estado.

Momentos más tarde, el Presidente ordenó a los Mozos de las Escuadras que despejaran todas las dependencias del Palacio y que en éste no permanecieran más que aquellos que hubieran de cumplir una misión determinada.

Los periodistas, como el resto del público, fueron invitados a abandonar el Palacio, cosa que hicieron cuando el Presidente pasaba a la «Casa deis Canonges».

Entrevistas trascendentales

Según se nos dijo—ya que a partir de aquel momento el periodista tenía que valerse forzosamente de referencias, el comandante militar de Barcelona, general Batet, se encontraba en la «Casa dels Canonges», donde deseaba conferenciar con el Presidente.

La entrevista fue breve y—siempre según las referencias a que hemos de acogernos—en ella el general parece ser que manifestó al Presidente que las órdenes que había recibido del Gobierno le habían de obligar, en caso de un posible alzamiento, a proceder con toda la energía del fuero militar, y que como medida previa había ordenado el desarme de determinada unidad y que fueran subidas al castillo de Montyuich piezas de artillería pesada.

Parece ser también que inmediatamente después el Presidente sostenía una larga conferencia con destacadas personalidades del que fue Gobierno provisional de la República y del Comité revolucionario que había precedido

a éste.

En la Plaza de la República

Poco después de las siete y media regresó a la Generalidad el consejero de Gobernación, señor Dencás, acompañado de los directivos de las agrupaciones de «Estat Cátala».

Al llegar al despacho rodearon al Presidente, dando vivas a Cataluña, y con él se dirigieron al balcón principal del Palacio.

La Plaza de la República aparecía casi totalmente ocupada por los que Integraban la manifestación, formada por elementos de «Estat Cátala» y de Alianza Obrera, pidiendo la proclamación del Estado catalán federal.

Al aparecer el Presidente en el balcón fue saludado con entusiastas aplausos y vivas a la libertad de Cataluña. El público, que se mostraba excitadísimo, y buena parte del cual esgrimía armas, no cesó en sus aclamaciones hasta que el Presidente hizo ademán de que iba a dirigir la palabra.

Discurso del señor Companys

El Presidente dio entonces lectura a la siguiente alocución que le había sido facilitada momentos antes por uno de los que formaban el grupo:

«Catalanes: Las fuerzas monarquizantes y fascistas que de un tiempo a esta parte pretenden traicionar la República, han logrado su objetivo y han asaltado el Poder.

Los partidos y los hombres que han hecho públicas manifestaciones contra las menguadas libertades de nuestra tierra, los núcleos políticos que predican constantemente el odio y la guerra a Cataluña, constituyen hoy, el soporte de las actuales instituciones.

Los hechos que se han producido, dan a todos los ciudadanos la clara sensación de que la República en sus fundamentales postulados democráticos, se encuentra en gravísimo peligro.

Todas las fuerzas auténticamente republicanas de España y los sectores sociales avanzados, sin distinción ni excepción, se han levantado en armas contra la audaz tentativa fascista.

La Cataluña liberal, democrática y republicana, no puede estar ausente de la protesta que triunfa por todo el país, ni puede silenciar su voz de solidaridad con los hermanos, que, en las tierras hispanas luchan hasta morir por la libertad y por el derecho. Cataluña enarbola su bandera y llama a todos al cumplimiento del deber y a la obediencia absoluta al Gobierno de la Generalidad, que desde este momento, rompe toda relación con las instituciones falseadas.

En esta hora solemne, en nombre del pueblo y del Parlamento, el Gobierno que presido, asume todas las facultades del Poder en Cataluña, proclama el ESTADO CATALÁN de la República Federal Española y al establecer y fortificar la relación con los dirigentes de la protesta general contra el fascismo, les invita a establecer en Cataluña, el Gobierno provisional de la República, que hallará en nuestro pueblo catalán el más generoso impulso de fraternidad en el común anhelo de edificar una República Federal libre y magnífica.

El Gobierno de Cataluña estará en todo momento en contacto con el pueblo. Aspiramos a establecer en Cataluña el reducto indestructible de las esencias de la República. Invito a todos los catalanes a la obediencia al Gobierno y a que nadie desacate sus órdenes. Con el entusiasmo y la disciplina del pueblo, nos sentimos fuertes e invencibles. Mantendremos a raya a quien sea, pero es preciso que cada uno se contenga sujetándose a la disciplina y a la consigna de los dirigentes. El Gobierno, desde este momento, obrará con energía inexorable para que nadie trate de perturbar ni pueda comprometer los patrióticos objetivos de su actitud.

Catalanes: La hora es grave y gloriosa. El espíritu del presidente Maciá, restaurador de la Generalidad, nos acompaña. Cada uno en su lugar y Cataluña y la República, en el corazón de todos. i Viva la República y Viva la Libertad. — Palacio de la Generalidad, 6 de octubre de 1934»

Discurso del señor Gassol

A continuación, el señor Gassol pronunció el siguiente discurso:

«Catalanes: Ya habéis oído al Honorable presidente de la Generalidad Luis Companys.

Sus palabras tienen el eco histórico que nos recuerda que él es el digno sucesor del inmortal Francisco Maciá y fiel continuador de su historia de gestas gloriosas y de sacrificios ejemplares al servicio de Cataluña, de la República y de la Libertad.

Yo ahora, en nombre del Gobierno, os pido que marchéis por todo Barcelona y por Cataluña a llevar la nueva histórica de la proclamación del Estado Catalán en la República Federal de España.

Ayudad a las fuerzas del Gobierno de Cataluña a imponer el orden, que hoy más que nunca es indispensable. Defendedla con palabras y con actos, si es que haya necesidad, contra cualquier agresión, cueste lo que cueste y vengan de donde vengan.

Este-movimiento en defensa de la República del 14 de abril triunfa en todas las tierras de España.

Nuestra Cataluña es inmortal.

Nuestra Cataluña es invencible, pero conviene que todos estéis alerta para seguir a cada momento la voz y las órdenes del Gobierno de Cataluña.

¡Viva Cataluña! i Viva la República Federal!»

A continuación fue izada la bandera catalana con grandes aplausos, pero con las protestas de un grupo que era portador de una bandera de «Estat Cátala» y pretendía que fuera aquélla la que ondeara, hasta que desde el balcón se les exhortó a mostrar disciplina a las órdenes del Presidente.

A poco, fue despejándose la plaza, quedando algunos grupos que disolvían los Mozos de Escuadra.

El Consejo de la Generalidad notifica la proclamación al mando militar de Cataluña.

- La declaración del estado de guerra

Después del acto de la plaza de la República, el presidente señor Companys, llamó telefónicamente al general Batet manifestándole que en aquel momento acababa de proclamar el Estado Catalán.

El comandante militar replico que no podía darse por notificado a través de una llamada telefónica y que esperaba que el Consejo se lo comunicara en regla.

En vista de ello, el Presidente ordenó fuera redactada la correspondiente comunicación, dando cuenta al general del acuerdo tomado por el Gobierno y refrendado por el Parlamento y por el pueblo que había asistido a la proclamación.

Fué encargado de hacer llegar a manos del general Batet dicha comunicación el director general de Trabajo, señor Tauler y se asegura que el general al leer lo que en aquélla se le decía le expresó que, sintiéndolo mucho, no podía dar a aquella comunicación más que una contestación: y entregó al señor Tauler uno de los ejemplares que tenia preparados proclamando el estado de guerra en Cataluña.

Al regresar el señor Tauler a la Generalidad los consejeros tuvieron un breve cambio de impresiones, después se reunieron a cenar con el presidente y un reducido. número de personalidades del partido de la «Esquerra» en una dependencia vecina a la secretaría particular.

Cuando era servido el primer plato llegó hasta los reunidos el fragor de las primeras descargas con que se iniciaba el levantamiento.

El Bando declarando el estado de guerra

Prevenciones anexas al Bando

Don Domingo Batet y Mestres, general de División y del Ejército y jefe de la Cuarta División Orgánica.

HAGO SABER:

Que de conformidad con lo prevenido en decreto de esta fecha recibido a las veinte horas, queda declarado el estado de guerra en todo el territorio de la región catalana, y asumo, por tanto, el mando de la misma, estando

dispuesto a mantener el orden público a todo trance, empleando al efecto cuantas medidas de rigor sean necesarias, esperando de la sensatez y cordura de los ciudadanos que no llegue a precisar su empleo, y que por parte de todos con su civismo y amor a la República, contribuirán al restablecimiento de la paz perturbada.

Da acuerdo con los preceptos dé la Constitución, Ley de Orden Público, Código de Justicia Militar y orden de 6 de enero de 1934, después de requerir a los rebeldes y revoltosos a deponer su actitud para quedar exentos de pena, los que no sean jefes, si lo hacen en el término de dos horas a partir de la publicación de este bando, y a cumplir todo lo que en él y en las prevenciones anexas, se dispone:

ORDENO Y MANDO

1.° Los reos del delito de rebelión militar serán juzgados en juicio sumarísimo si a ello hubiere lugar, y castigados con la pena de muerte o con la de reclusión perpetua a muerte, según los casos, y lo establecido en el Código de Justicia Militar.

2.º Serán considerados reos de tal delito, según, la Ley, entre otros, los que al alzarse en armas contra el Gobierno legítimo hostilicen a las fuerzas del Ejército, Cuerpo de Seguridad y fuerzas de Asalto, estos dos últimos cuando vistan sus uniformes reglamentarios, los que ataquen a los cuarteles, polvorines o dependencias

militares, los que atenten contra las vías o redes de comunicaciones, metros o servicios públicos, incluso los a cargo de empresas particulares, Bancos, fábricas y establecimientos y edificios de todas clases que estén custodiados por fuerzas del Ejército u otras de las unidades armadas citadas anteriormente.

3.° La mera tenencia de armas, artefactos explosivos, incendiarios, de gases (asfixiantes o lacrimógenos) que hagan presumir propósitos de ataque, destrucción o resistencia, si no tuviese calificación más grave, se considerará, según el caso, como tentativa o auxilio a la rebelión.

4.° Incurrirán en análoga calificación los que abandonen su ocupación o trabajo habitual, o los que por haberlo abandonado no se reintegren al mismo y faciliten de este modo los planes de los rebeldes; y en todos los casos, los que atenten contra la libertad individual y de trabajo.

5.° Serán culpables de seducir, provocar o excitar a los rebeldes los que en cualquier forma inciten a la revuelta, desobediencia, resistencia, desacato o menosprecio a las autoridades y sus agentes, cualquiera que sea el medio empleado, incluso la imprenta, el grabado o dibujo.

6.º La agresión, insulto o amenazas a todo militar que vista su uniforme reglamentario, se considerará insulto a la fuerza armada.

7.° Igualmente serán juzgados por la jurisdicción de Guerra los delitos de robo en cuadrilla, secuestro de personas, incendio y cuantos afecten de un modo evidente y directo al orden público, con relación, conspiración, provocación, inducción, excitación, sedición y auxilio a la rebelión citada.

8.º Se recuerda a los reclutas en Caja, a los que se encuentran en primera o segunda situación activa, y a los de la reserva, que por los delitos comprendidos en el Código de Justicia Militar o en este bando, serán reputados como militares y sometidos al fuero de Guerra en toda su integridad.

9.° Por último, se advierte que las autoridades y los agentes autorizados para ello, se consideran como centinela, salvaguardia o fuerza armada, con arreglo al Código de Justicia Militar, y que las órdenes recibidas para hacerse obedecer son severísimas, por lo que deben ser acatadas por todos los ciudadanos, sin distinción de clase ni de categoría alguna, por elevada que ésta sea.

Articulo adicional. A los efectos de términos legales, se hace la publicación de este bando a las veinte horas de hoy, día de la fecha.

Como catalán, como español y como hombre que sólo mira y aspira al bien de la humanidad, lamento este momento y espero de la cordura de todos que no se dará lugar al derramamiento de sangre.

Barcelona, 6 de octubre de 1934.

DOMINGO BATET.

PREVENCIONES ANEXAS AL BANDO

1.º Se invita a cuantos rebeldes tengan armas, artefactos explosivos, incendiarios o de gases, a la entrega inmediata de los mismos, o indicar dónde se encuentran, para proceder a su destrucción.

2.º Queda prohibido en absoluto, con la pena de sanciones que expresa el bando, utilizar aviones para efectuar vuelos locales o a distancia, salvo las empresas y líneas regulares autorizadas.

Excepto, a los equipos de relevo, que acreditarán su identidad, queda terminante y absolutamente prohibido aproximarse desde las seis de la tarde a las siete de la mañana a las líneas férreas, de energía eléctrica, conducciones de agua, gas, cuarteles, polvorines y dependencias militares, Bancos y establecimientos fabriles e industriales y edificios públicos y serán repelidos por la fuerza sin previa intimación los actos de violencia realizados contra los mismos.

3.º Se declaran incautados y a mi disposición los automóviles de carga, viajeros y particulares, motocicletas, bicicletas, aviones particulares y vehículos de todas clases, tanto en el Interior de las poblaciones, como fuera del casco de las mismas, y en las carreteras, caminos, pistas y veredas, en tanto los conductores no se provean de una licencia especial para cada caso y viaje, que sera solicitado de la autoridad militar o de los jefes de puesto de la Guardia civil más próximo de las localidades donde no exista Comandancia Militar, quienes las concederán previas las garantías que se consideren oportunas.

4.° Toda persona que presencie cualquier agresión o acto de violencia, queda obligada a concurrir inmediatamente a la Comisaría, Cuartel, Juzgado, Tribunal o lugar oficial más próximo para aportar su testimonio, y si no lo hiciere, incurrirá en desobediencia grave.

5.º Las fuerzas del servicio de Orden público, dependientes de la Generalidad (Guardia civil, Mozos de Escuadra, Cuerpo de Seguridad y Asalto, Somatenes, guardias armados del Municipio) pasarán a depender únicamente de mi autoridad, sin que obedezcan otras órdenes que aquéllas que de mi emanen, y serán reputadas fuerzas ó auxiliares del Ejército, a los efectos dé quedar sometidos a los preceptos del Código de Justicia Militar, por lo que se refiere a disciplina y subordinación, estando.dispuesto a castigar con la máxima energía cualquier infracción que cometan.

Todos los individuos pertenecientes a Somatenes presentaran en esta División los carnets correspondientes para revisión, entregando las armas ínterin al Parque del Ejército; de no efectuarlo en un plazo de cinco horas, contadas a partir de las ocho horas del día de mañana, se les considerará como sediciosos o rebeldes.

6.° No podrá celebrarse ninguna reunión, mitin, conferencia o manifestación pública, ni aún las juntas generales ordinarias o extraordinarias de Asociaciones o Sindicatos, sin autorización, que será solicitada por escrito, con expresión del objeto de la misma, por lo menos tres días antes del, en que hayan do tener lugar, autorizado que sea cualquiera de dichos actos, asistirá a los mismos, cuando lo consideren conveniente, un delegado civil o militar, según se acuerde en cada caso, el cual podrá suspenderlo tan pronto como por los que tomen parte o asistan a ellos, se pronuncien discursos o se profieran frases atentatoria al régimen, al Jefe del Estado o a las autoridades, o exciten a cometer cualquier acto contrario a los mismos o al orden público o hagan la apología de la violencia o la apelación a conseguir por la fuerza cualquier ideal o propósito.

En tales casos serán además detenidos en el orador o personas que profieran las frases o conceptos delictivos, y el presidente, y serán puestos a disposición de los Tribunales competentes.

La Comisión de Gobierno del Ayuntamiento

El sábado, a última hora de la tarde; se reunió la Comisión de gobierno municipal, bajo la presidencia del alcalde.

La reunión terminó poco después de las siete y en ella se acordó convocar al Pleno municipal para las diez de la noche, a fin de aprobar la adhesión al Estado catalán que el Gobierno de la Generalidad debía proclamar a las ocho de la noche.

En efecto, simultáneamente con la declaración que el Presidente, don Luis Companys, hacía desde el balcón principal de la Generalidad, por la secretaría particular de la Alcaldía, se redactaba la siguiente convocatoria:

«Cumpliendo acuerdo de la Comisión de gobierno municipal, que acaba de celebrarse, se os convoca con carácter de urgencia a la sesión extraordinaria que ésta noche, a las diez, celebrará el Pleno del Ayuntamiento en el salón del Consistorio, con motivo de la proclamación del Estado catalán de la República Federal Española.

Barcelona, 6 de octubre de 1934. El alcalde, Carlos Pi y Suñer.»

Esta comunicación fue rápidamente cursada a todos los consejeros-regidores y concejales, por medio de los motoristas del Ayuntamiento.

Sin embargo, como la mayoría de los afiliados a los partidos de Izquierda se hallaban ya en el Palacio municipal, desde el que habían presenciado la proclamación del Estado Catalán, la convocatoria quedó rápidamente comunicada.

Ni el alcalde, señor Pi y Suñer, ni ninguno de los miembros de la Comisión de Gobierno abandonaron el Municipio.

La reunión del Pleno municipal

El acta auténtica de la sesión

Minutos antes de las diez de la noche comenzaron a llegar al Ayuntamiento los concejales convocados. Todos ellos pasaron seguidamente al pequeño salón del Consistorio, donde debía reunirse el Pleno. Este, que duró veinte minutos escasos, comenzó poco después. Como, en realidad, se trata de una sesión verdaderamente histórica, para dar mayor valor informativo a la misma, nos limitaremos a reproducir, textualmente, el acta levantada.

Dice así dicho documento: :

«En la ciudad.de Barcelona, siendo las 10'20 de la noche del día 6 del mes de octubre de 1934, bajo la presidencia del señor Escofet y con asistencia de los señores Mori, Rosell, Granier, Barrera, Pumarola, Cordomí, Junyent, Cortés, Hurtado, Gispert, Bernades, Altaba, Codo, Salvado, Plá, Pi y Suñer, Ventos, Duran y Reynals, Vilalta, Martínez Cuenca, Duran Ventosa, Sagarra, Roda Ventura, Vendrell, Bausili, Codolá, Saltor, Caldero, Carbonell y Oliva, consejeros, se reunió en sesión extraordinaria el Ayuntamiento de Barcelona, actuando de secretario el titular del mismo don José María Pi y Suñer.

El presidente manifestó que. se leería una proposición presentada por distintos consejeros, dando cuenta el secretario de la misma.

La proposición dice así:

«Al Ayuntamiento Pleno. — Los consejeros municipales que suscriben, ante la proclamación del Estado Catalán de la República Federal Española, fieles a los ideales que han servido lealmente toda la vida, proponen al Pleno consistorial que acuerde su firme y decidida adhesión al Presidente y al Gobierno de Cataluña.

— Barcelona, 6 de octubre de 1934.—

La firman el alcalde, señor Pi y Suñer, los consejeros-regidores y algunos concejales de la mayoría consistorial.»

Se levantó a defenderla el señor Pi y Suñer, glosando sus conceptos y pidiendo al Pleno que la aprobase.

El señor Duran y Ventosa se opuso, en nombre de la minoría de Lliga Catalana, extendiéndose en consideraciones, para demostrar la improcedencia de dicha proposición.

Rectificaron ambos, sosteniendo sus respectivos puntos de vista.

El señor Duran y Ventosa pidió votación nominal, que dio el siguiente resultado:

Votaron que si: Mori, Rosell, Granier Barrera, Pumarola, Cordomí, Junyent, Cortés, Hurtado, Gispert, Bernades, Altaba, Codo, Salvado, Plá, Pi y Suñer, Ventos, Duran y Reynals, Vilalta, Martínez Cuenca, Carbonell, Oliva y el presidente señor Escofet. Total, 22.

Dijeron que no: Duran y Ventosa, Sagarra, Roda Ventura. Vendrell, Bausili, Codolá, Saltor y Caldero. Total, 8.

Dado cuenta del resultado, el presidente declara aprobada la proposición y se levanta la sesión a las 10'40.

El primer incidente

A las diez y. media de la noche del sábado llegó a la plaza de la República un piquete de infantería encargado de fijar en lugar público el bando de la Comandancia militar proclamando el estado de guerra.

A pesar de que unos grupos hostilizaron a la fuerza, ésta cumplió rápidamente su cometido, retirándose seguidamente.

El alzamiento. - Las primeras descargas

Momentos más tarde llegaban a la Vía Layetana dos secciones, una de la primera batería y otra de la cuarta, del primer regimiento de artillería de montaña, al mando del comandante señor Fernández Unzúe y de los capitanes

señores Kúnel y Laguardia.

Al darle cuenta los Mozos de las Escuadras que estaban de vigilancia en la plaza de que dicha fuerza se aproximaba, el comandante señor Pérez Farras fue hacia ellos, entablándose entre el jefe de la tropa y aquél, el siguiente dialogo:

—¿A dónde vais?

—A tomar la Plaza y apoderarnos de. la Generalidad.

—No lo conseguiréis...

—Pues ya lo veremos...

Después de un breve parlamento, el comandante Pérez Farras regresó al Palacio, ordenando a los Mozos que se prepararan para entrar en fuego.

Al propio tiempo, el capitán señor Escofet se dirigía al centro de la plaza y dirigiéndose a la fuerza que llegaba a ella, le gritó:

— ¡Alto a Cataluña !

. ¡Viva la República española! , replicó el jefe de artillería.

Al propio tiempo el comandante Pérez Farras daba la voz de fuego a sus fuerzas, que dispararon las primeras descargas contra la artillería que había ocupado ya el centro de la plaza, y que a su vez descargó sus mosquetones contra los Mozos.

A consecuencia de este primer choque, resultaron heridos levemente en un hombro el capitán Kúnel y siete soldados, de los cuales uno falleció poco después y otro quedó en estado gravísimo.

También mataron un mulo y resultaron heridos otros tres.

La resistencia contra la artillería.

Ataque al Palacio de la Generalidad

Los primeros disparos sembraron, como es natural, la alarma entre las numerosas personas que se encontraban en la Plaza de la República y que huyeron en todas direcciones.

Algunas de ellas, en su alocamiento, llegaron a penetrar en el Palacio de la Generalidad sin darse cuenta de que atravesaban, precisamente, lo que pudiera calificarse de línea de fuego.

Los nutridos grupos de afiliados a «Estat Catalá» que se encontraban en !a Plaza se disolvieron igualmente con rapidez, penetrando algunos de ellos en el Palacio y emprendiendo otros rápida fuga, en la que algunos abandonaron el armamento, que no habían llegado a emplear.

A la una de la madrugada, aproximadamente, se dispararon hasta unos veinte cañonazos contra las fachadas de los Palacios de la Generalidad y del Municipio, produciéndose en ambos importantes impactos.

Las descargas continuaron rápidamente por un bando y otro hasta las dos y media de la madrugada, hora en que, sin que mediara tregua ninguna convenida, cesó el fuego por una parte y otra. Durante este descanso, los soldados montaron nuevas piezas, emplazándolas contra la Generalidad y el Ayuntamiento.

Al apuntar el día, a las cinco y media aproximadamente, se reanudó el fuego de fusilería y poco más tarde los cañones disparaban, por tiempos, contra la puerta principal del Palacio, que desfondaron en el acto, si bien continuó en pie debido a la barricada que había sido formada tras de ella.

A las seis y veinte el chófer del señor Pérez Farras enarbolaba en el balcón principal la bandera de rendición, pero por no haber sido vista desde el primer momento, la fuerza disparó contra el chófer, hiriéndole gravemente.

Momentos más tarde un afiliado a «Estat Catalá» repitió, con mejor fortuna, la misma operación, dejando izado en el asta de la bandera, un pañuelo blanco, de grandes dimensiones.

Momentos más tarde cesaba el tiroteo y el comandante señor Fernández Unzúe, al frente de una sección con bayoneta calada, penetraba en el Palacio, donde todos habían depuesto su actitud.

El Consejo reunido. - Petición de auxilios.

Crítica situación de los revolucionarios

Al comenzar la refriega, desde la Generalidad se comunicó telefónicamente con distintos centros políticos que habían aceptado la conjura, dándoles cuenta de que había comenzado el alzamiento y exponiéndoles la necesidad de que cuanto antes la revuelta tomara plena actividad.

A medida que iba avanzando la operación, se reclamó auxilios a diferentes sectores, donde había concentraciones de afiliados a «Estat Catalá» pidiendo que para auxiliar a los grupos que se habían hecho fuertes en la Generalidad, debía iniciarse una acción contra las tropas que luchaban en la plaza de la República. El ruego no fue atendido en parte ninguna, contestándose con evasivas y alegándose la imposibilidad de abandonar los puestos en que se encontraban las concentraciones.

También se transmitió a distintos centros de «Estat Cátala» la petición que dirigían a la Generalidad los revolucionarios del «Centre de Dependents», que pedían angustiosamente socorro, ya que habían sufrido importantes bajas y las tropas habían iniciado una fuerte acción frente al edificio social.

Mientras estas llamadas, siempre desoídas, eran hechas, llegó al despacho presidencial de la Generalidad el comandante Farras, quien dio cuenta al Consejo de que la resistencia era cada vez más apurada y que si el cañoneo persistía podría mantenerse la situación largo rato, pero con bajas.

Al propio tiempo se comunicaba de la Comisarla General que el Comisario señor Coll había abandonado el puesto y era necesario fuera designado su substituto. En vista de ello y para no dejar abandonada una dependencia tan importante como la de las fuerzas de Orden Público de Cataluña, el Presidente firmó un decreto confiando las funciones de comisario general, con plenos poderes, al capitán de las fuerzas de Mozos de las Escuadras, señor Escofet, quien, sin tener en cuenta el tiroteo, abandono el Palacio de la Generalidad dirigiéndose a tomar posesión de su cargo.

La situación, cada vez más critica de los revolucionarios y la negativa de auxilios que de todas partes se recibía, daba a la reunión del Consejo un aire de tragedia y ponía en los labios de los reunidos exclamaciones de desesperación.

El Consejo acuerda la rendición

Al apuntar el día, nada había variado la situación, cada vez más desesperada, de los que estaban en la Generalidad.

Una nueva visita del señor Pérez Farras al señor Companys, le hizo saber a éste que la tropa hacia preparativos para emplear de nuevo las fuerzas de artillería; pero que, sin embargo, aseguraba que podría sostener la defensa de la Generalidad por espacio de unas horas, que serian suficientes para recibir auxilios exteriores, si éstos eran prestados, al fin, por los afiliados a «Estat Cátala», que habían prometido su adhesión.

Poco después se hacía saber a la Generalidad que habían llegado al aeródromo del Prat escuadrillas de aviones de caza, y que si la Generalidad no se rendía al cabo de media hora, saldrían de aquel campamento aviones con la misión de bombardear el Palacio regional, hasta lograr la rendición.

En vista de las noticias, el Presidente dijo que la situación había llegado a un extremo imposible, y que, para evitar víctimas estériles, era preciso rendirse.

Momentos más tarde se izaba en el balcón principal la bandera blanca, y el señor Companys comunicaba al general Batet que la Generalidad se rendía, y que el Presidente y su Gobierno se entregaban al fuero militar, haciéndose responsables de lo ocurrido.

La entrega del Consejo de la Generalidad.

Son detenidos todos sus componentes, excepto el señor Dencás

A las seis y treinta y cinco minutos de la madrugada, el comandante de Artillería, señor Fernández Unzúe, al frente de sus tropas, penetraba en la Generalidad, dirigiéndose al despacho presidencial, donde se encontraban el Consejo y algunos diputados.

Al entrar en el salón el comandante, -el Presidente, levantándose de su sillón, le dijo:

—El Gobierno de la Generalidad se rinde y se hace responsable de cuanto ha ocurrido.

Con el señor Companys se encontraban en aquel momento todos los consejeros del Gobierno, excepto el señor Dencás; los diputados Xirau, Casanellas y Terradelles; y el magistrado del Tribunal de Casación, señor Comes, todos ellos del P. N. K. E.; el director general de Trabajo, señor Tauler, y el consejero regidor señor Massip, estos últimos de la «Esquerra».

El comandante manifestó a estos señores que todos ellos quedaban presos y que debían seguirle.

En cuanto a las restantes personas que se encontraban en la Casa, el comandante de ocupación dispuso quedaran detenidos y se formara una relación que sería facilitada al auditor general.

Por lo que respecta a los Mozos de las Escuadras, ordenó que las tropas procedieran a su desarme y se les notificara que quedaban arrestados hasta que de ellos dispusiera la autoridad militar superior.

A las siete de la mañana el comandante de ocupación marchó con los detenidos en el despacho presidencial, hacia la Comandancia militar de la División.

Relato de un testigo presencial de los sucesos del Ayuntamiento

Una vez terminada la sesión, y cuando los concejales regionalistas y algunos empleados se disponían a abandonar el edificio, una vez ya en la escalera principal de la casa se oyeron voces de que llegaba la tropa, iniciándose algún revuelo y nerviosismo, y dándose órdenes de cerrar la puerta recayente a la Plaza de la República, que era la única que se mantenía abierta.

Alcalde, consejeros, concejales, empleados y periodistas, se replegaron al interior del edificio, pasando al pequeño salón del Consistorio, donde momentos antes se había celebrado el Pleno.

Los momentos fueron hondamente dramáticos.

Un testigo presencial, que se hallaba en los primeros momentos asomado a una de las ventanas del edificio de las Casas Consistoriales, nos ha relatado que a las 10'45 hicieron su presencia en la Plaza de la República las

fuerzas del Ejército.

Al grito de «Viene la tropa», los mozos de Escuadra se replegaron rápidamente al interior de la Generalidad, atendiendo las órdenes de uno de sus jefes, que, desde el centro de la plaza, había dado el alto al primer piquete. A partir de este momento, se inició el tiroteo, que adquirió pronto una gran intensidad.

Las fuerzas del Ejército, que venían por la calle de Jaime l, llegaron hasta la plaza, y, sin cesar el tiroteo, tomaron posiciones, emplazando varios cañones en puntos que consideraron de mayor estrategia. Una de las piezas fue enclavada en la esquina de la calle de la Libreteria, otra junto a la Caja de Ahorros, y otras, en fin, en distintos lugares.

En el Ayuntamiento, según se nos aseguró por persona que fue testigo presencial de los hechos, se dio inmediatamente orden de que nadie disparara contra la fuerza pública.

El tiroteo fue en aumento, poniendo cerco las fuerzas del Ejército a la Generalidad y al Ayuntamiento.

Cerca de las tres de la mañana cesó el fuego, restableciéndose la calma.

Pero alrededor de las cuatro comenzó de nuevo el ataque al Palacio de la Generalidad y a las Casas Consistoriales, utilizándose esta vez las piezas de artillería, algunas de las cuales tiraban por elevación, desde la Plaza Nueva.

Para cuantos se encontraban en el interior del Ayuntamiento, los momentos. fueron de un dramatismo agudo.

Dos granadas fueron a caer por una de las claraboyas interiores de la escalera principal, sin que, por verdadero milagro hicieran explosión. De no ser así, la metralla hubiera derribado el tabique que comunica con el bar, inmediato al salón de sesiones, en el que se hallaban gran número de concejales.

Otra granada que cayó dentro del edificio, al estallar despidió tales gases que uno de los empleados que se hallaba próximo, cayó a tierra desvanecido.

Como la situación se hacia cada vez más crítica para los sitiados y los proyectiles de los cañones, al rebotar contra la fachada principal, retumbaban en todo el edificio, y como por otra parte, granadas y proyectiles penetraban por todos los orificios de la casa, el alcalde, los concejales y demás personas que accidentalmente se encontraban allí, decidieron abandonar el salón de sesiones, que ofrecía pocas condiciones de seguridad, para refugiarse en los bajos. Sin embargo, como el descender por las escaleras de la casa ofrecía no pocos peligros, ya que las balas pasaban silbando en todas direcciones, los reunidos cambiaron impresiones y acordaron, finalmente, trasladarse a la parte baja del Palacio Consistorial, donde su seguridad peligraba menos. El camino hasta los fosos fue un verdadero calvario, pues a cada momento parecía que el edificio iba a derrumbarse bajo el peso de la metralla que por todas partes acechaba a los sitiados. Por fin, consiguieron colocarse en lugar seguro, aun cuando, naturalmente, la situación continuaba siendo harto dramática.

Aun cuando en el Ayuntamiento se refugiaron algunos mozos de Escuadra de los que prestaban servicio en las calles inmediatas y la guardia Urbana era bastante numerosa, por orden expresa y terminante del alcalde, no se hizo ningún disparo desde el interior de las Casas Consistoriales.

Como el bombardeo y ataque a la Generalidad y al Ayuntamiento eran cada vez más intensos y la situación se iba haciendo más critica por momentos, el alcalde se puso al habla telefónicamente con el señor Companys, y después de consultar éste al Gobierno de la Generalidad, ambos convinieron en que no había más remedio que capitular para evitar el derramamiento de sangre.

Como caso curioso cabe registrar el de una pareja de recién casados que tuvo que correr la suerte de los concejales porque al pasar casualmente por la Plaza de la República cuando se hicieron las primeras descargas, se refugiaron en el interior del edificio del Ayuntamiento y ya no pudieron salir hasta que acabó la lucha.

La capitulación

Minutos antes de las cinco de la mañana, el alcalde señor Pí y Sufier, después de conferenciar con el señor Companys, se puso al habla por teléfono con el general Batet y en nombre de la ciudad de Barcelona pidió que cesara el ataque porque no habría resistencia.

El general de la División contestó que la rendición debían hacérsela por oficio, pero ante la natural dificultad en aquellos momentos de hacerlo por escrito, se convino que para que las fuerzas del Ejército cesaran en su ataque, era preciso que tanto en el Palacio de la Generalidad como en el del Ayuntamiento, se izaran banderas blancas. Así se hizo inmediatamente, enarbolándose la bandera blanca en el balcón central del Ayuntamiento.

A las cinco de la mañana cesaba el fuego y se abrían las puertas del Ayuntamiento para que entraran las fuerzas del Ejército.

Seguidamente hacía su entrada en las Casas Consistoriales una compañía de infantería y al frente de ella un comandante de artillería, quien dirigiéndose al alcalde le preguntó:

—¿Quienes son los que se han resistido?

El señor Pí y Suñer contestó que no había habido resistencia, si bien se había aprobado una proposición de la mayoría adhiriéndose al Gobierno de la Generalidad y advirtiendo que en contra de ella habían votado los concejales de «Lliga Regionalista».

—Pues — dijo el comandante — los que han votado la adhesión al Gobierno de la Generalidad quedan detenidos, y el resto, e incluso los empleados, que queden en el Ayuntamiento.

El comandante de artillería, que se mostró con la mayor corrección y amabilidad, hizo presente que lamentaba tener que molestarles, pero que no hacía otra cosa que cumplimentar órdenes de sus superiores.

Salida de los detenidos

A las seis de la mañana, el alcalde, consejeros-regidores y concejales de la mayoría eran sacados del Ayuntamiento y conducidos en calidad de detenidos a la Comandancia militar.

En cuanto a los concejales de «Lliga Catalana» se dispuso que de momento quedaran en las Casas Consistoriales, pero más tarde se les autorizó para retirarse y todos ellos se trasladaron a sus domicilios.

El curso de la huelga

Durante la noche del viernes y la madrugada del sábado se distribuyeron por todas las calles numerosos individuos armados de carabinas, los cuales procedían a cachear a cuantos transitaban por la vía pública.

A las nueve de la mañana se notó bastante movimiento en la ciudad, presumiéndose que se normalizaría la situación y que muchos acudirían nuevamente al trabajo. En las puertas de talleres, oficinas y comercios permanecieron grupos de obreros en situación expectante, ya que no sabían qué actitud adoptar con, referencia al movimiento huelguístico.

Debido a las coacciones que se ejercieron y a que en muchos talleres, fábricas y comercios los empleados y obreros no acudían al trabajo, los que se hallaban en actitud irresoluta optaron por abandonar sus quehaceres, retirándose del lugar donde trabajan.

Otras fuentes:

Mites i mentides del nacionalisme català

Algunas imágenes en SBHAC

El error del 6 de octubre (EL PAIS)

Los intentos fallidos de proclamar el Estado catalán (ABC)

6 de octubre de 1934: el último intento fallido de proclamar el Estado catalán (ABC)

Documentos de la Generalitat (ABC).

Otros documentos (ABC):