Huelga de los mineros ingleses
En la ilustración española y americana del 15 de marzo de 1912 se da cuenta de la situación provocada por la huelga de mineros ingleses del carbón.
Crónica general
Dejamos en la Crónica anterior la cuestión magna de la huelga de los mineros ingleses en la misma situación que el gran Cervantes dejara la estupenda batalla del valiente manchego y el gallardo vizcaíno, pues así como éstos quedaban al final del capítulo octavo de la primera parte del Quijote, con las espadas altas y desnudas en guisa de descargar dos furibundos fendientes, tales que si en lleno se acertaban, por lo menos se dividirían y fenderían de arriba abajo y abrirían como una granada, sin que el lector averigüe el fin de aquel combate hasta el capítulo siguiente, así también quedaron patronos y obreros, frente á frente, sin que pudiera saberse el resultado de la tremenda lucha.
— Todavía es más obscura nuestra situación, mi amigo, porque el remate de aquella batalla estupenda
se sabe en el capítulo siguiente, como usted ha recordado, pero el de ésta no podrá saberse en el presente capítulo ni es fácil decir en qué capítulo se llegará á saber.
—La única ventaja que tenemos, consiste en que, á falta del resultado final, podemos al menos hablar del desarrollo de los acontecimientos.
—¿Y qué podemos decir? Que se han reanudado las negociaciones y que el Gobierno de Mr. Asquith trabaja activamente por obtener una conciliación que hasta ahora continúan impidiendo las intransigencias de los opuestos intereses.
— Podemos añadir que, como era de esperar, la huelga ha creado una situación difícil y penosa á cientos de millares de obreros por la forzosa paralización de las industrias que sin carbón no pueden funcionar, á infinitas familias poco acomodadas, á las que perjudica gravemente la carestía de los artículos de primera necesidad, á la vida de los negocios, que sufre la alteración consiguiente á este estado de cosas, y al comercio de Inglaterra, pues muchos mercados que abastecía de carbón, se ven invadidos por el de otras naciones que aprovechan, naturalmente, las circunstancias pata explotar dichos mercados. Esto por lo que se refiere á los perjuicios que la huelga causa en su propio país, sin contar las salpicaduras que alcanzan á muchas comarcas.
—Hay quien dice que el Gobierno Británico está trabajando con más celo que acierto, pues su mediación no ha logrado todavía que patronos y obreros discutan juntamente en el mismo local.
—En efecto: esa es la opinión de sir Hugo Bell, dueño de fundiciones y propietario de minas de hulla, que cree que mientras no discutan reunidos no podrá llegarse á una concordia.
—Á propósito de la reunión de obreros y patronos, es curiosísimo lo ocurrido con los mineros de Derbyshire, que cobran jornales muy elevados y están en huelga únicamente por solidaridad, los cuales han jugado una partida de foot-ball con los patronos ante una numerosa concurrencia, y los ganaron el match.
Los patronos ni se sintieron agraviados por el desafío, ni ofendidos por la derrota, puesto que al final de la partida dieron un banquete á los mineros, que presidió el director de una de las Compañías.
—La verdad es que nunca vimos una huelga más huelga, pues los huelguistas siguen dedicándose á la diversión: riñas de gallos, ídem de perros y gatos y gatos y ratas, partidas de billar, de foot-ball, de golf, de cricket....
—No falta quien critique al Gobierno por no haber tomado medidas enérgicas para aplastar huelga tan formidable y peligrosa; pero es lo que dice el laborista Keir Hardie: «En otros países pueden aplicarse á las huelgas diversos medios de coacción por parte de los Gobiernos, pero en la Gran Bretaña, ¿cómo militarizar á los obreros, si no hay conscripción militar? ¿Cómo enviar tropas á reprimir desórdenes, si tales desórdenes no existen? ¿Cómo asegurar la libertad del trabajo protegiendo á los blacklegs ó esquirols, si no ha habido ni uno siquiera? Puede asimismo un Gobierno reemplazar á los maquinistas por soldados de Ingenieros, á los panaderos por los de Administración militar del mismo oficio, á los electricistas por militares técnicos, pero ¿cómo podría improvisar un millón de mineros?
—De lo que no podemos menos de hablar es de las consecuencias de la huelga inglesa en España. Naturalmente que no; como que es lo que nos toca más de cerca, y, por lo tanto, lo que más nos importa por el momento.
— Digamos, pues, que en el Ministerio de la Gobernación se ha celebrado una reunión magna para tratar de la crisis de los carbones y de los perjuicios que á las regiones levantinas produce la falta de los barcos que traían carbón y de retorno exportaban nuestros frutos. -Asistieron el Presidente del Consejo de Ministros, los de la Gobernación, Marina y Fomento, y representantes del Estado. Empresas ferroviarias y de transportes marítimos y de las minas de carbón. Habló el Sr. Canalejas de los diferentes aspectos del problema, tanto del consumo de carbón que tienen las industrias, como de la producción á que en nuestras minas puede llegarse, y trató de la situación creada á la exportación de nuestros frutos de la región levantina, con ocasión de la falta del mercado inglés, prometimos por parte del Gobierno dar todo género de facilidades.
Las Compañías ferroviarias se ofrecieron á atender preferentemente á la cuestión del transporte de carbón de nuestras minas á los puntos de consumo, que es lo más importante. Las Compañías marítimas hicieron iguales ofrecimientos, así para el transporte de carbones por el litoral, como para la exportación de nuestros frutos, si bien advirtiendo que se tenían noticias de la clausura de los puertos ingleses y de Rotterdam, circunstancias que dificultarían el tráfico, se trató además de la producción de nuestras minas, y el Sr. Barbería, representante de las de Langreo, dijo que, teniendo material, cumpliría todos sus compromisos, pero que el aumento de la producción era cuestión difícil. Según el Sr. Gasset, la de León podría aumentarse en un veinticinco por ciento, y el Sr. Aguirre manifestó que las minas de Puertollano podían elevar su producción de seiscientas toneladas á mil. De la cuestión en general trató el Sr. Adaro, indicando las medidas que, á su juicio, se imponen
para proteger y nacionalizar la industria hullera. Con el mismo asunto se relacionan los telegramas expedidos por el Ministro de Fomento á las provincias de Castellón, Alicante, Valencia y Murcia, ordenando que se reúnan los exportadores de frutos para que se estudie la manera de hacer frente al conflicto producido por la huelga carbonífera, con la falta de buques para la exportación de sus productos. Invita el señor Gasset á los agricultores á que vean la forma de aprovechar los ofrecimientos de una Compañía naviera de Bilbao para el transporte.
— Falta hace que se ponga remedio á estos males, pues además de la falta de barcos que lleven los frutos á Inglaterra, los que se dedican á transportarlos á Hamburgo, especialmente las naranjas, piden, con motivo de la subida de precios del carbón, que se les abonen seis peniques más por flete de cada caja, y sabido es que el puerto de Hamburgo es importantísimo para esta clase de comercio, por la gran cantidad de naranja que reexpide á Rusia y América del Norte.
— Bueno es que se adopten medidas para resolver el conflicto del momento; pero pidamos á Dios que el conflicto principal termine, porque de continuar mucho tiempo, los grandes males consecutivos serían de dificilísimo remedio.
— En el momento en que escribimos se anuncia que el Comité ejecutivo de los n¡mineros huelguistas ha convocado una conferencia de la federación, á fin de que en ella se decida si el Comité ha de reunirse con los propietarios bajo la presidencia probable del primer ministro, Mr. Asquith, para tratar de llegar á un acuerdo; pero, partiendo los mineros del supuesto de que está aceptado en principio el salario mínimo, y que únicamente será objeto de discusión si ha de fijarse ó no la tarifa mínima de cada región. Los propietarios piensan también reunirse para acordar si han de asistir á esta conferencia con los mineros y la condición previa del salario mínimo.
—Tampoco estará de más que tratemos de la salud pública, porque me parece que la materia vale la pena.
—Ya ha visto usted que el asunto, que empezó á preocuparnos á los profanos, ha llegado á ser objeto
de discusiones y Memorias de los técnicos.
—Ya era hora.
— Por lo pronto, hemos podido averiguar los asustadizos, que, si bien es verdad que estamos mal, podíamos estar peor, lo cual siempre es un consuelo; y otro, y no flojo, saber que no solamente se muere la gente del tifus en Madrid, sino en otras grandes urbes de la Europa civilizada. Esta europeización del tifus hace, á no dudar, mucho más llevadero su padecimiento. Todo esto se comprueba con los datos de la estadística. Vea usted: en 1902 murieron 234 de fiebre tifoidea; al siguiente 223; al otro, 211: y así sucesivamente, 199, 206, 173, 158, 205, 121, y 138 el año pasado. No me negará usted que va descendiendo, como decía el colega que desaparecía la influencia de la Media Luna, lenta, pero continuamente. Pues bien: lo más importante es la proporción, y en los cinco últimos años, por cada 1 000 habitantes la cifra media de defunciones es de 0,282.
— Esto de la proporción y de la cifra media lo ha entendido un amigo mío, bastante estrafalario, de un modo peregrino. Se ha mudado á una casa de su propiedad, despidiendo antes á los inquilinos de los demás pisos, y al preguntarle yo el motivo de esta excentricidad, me ha dicho muy serio:
«Chico, ¡qué quieres! La salud antes que todo, y la vida no es un grano de anís. ¿Tú has leído las estadísticas?
Pues habrás visto que de cada l.000 personas se mueren 0,282 de persona, y yo me he dicho:
De cada l00 se morirán 0,0282; de cada 10, 0,00282, luego, de cada una, no podrá morirse más que
0,000282 y por eso vivo solo, para tener cuatro ceros por delante.
— Respecto de las causas de esta endemia aumentada, que no puede calificarse de epidemia, según los doctos, el consuelo es mucho menor, porque son varias: las aguas, las ostras, el movimiento de tierras, el contagio de un enfermo á un sano, y por último, y esto es lo más horrible, el contagio por medio de un sano.
— ¿Por medio de un sano?
— Sí, señor; porque con esto de los microbios viene á ocurrir lo mismo que con la correspondencia postal. Se la trae á usted el cartero, que ni la ha escrito ni se ha enterado de ella. Hay quien está bueno y Sano, y es un cartero con la valija llena de microbios, que se los trae á usted certificados. Á él no le hacen daño alguno, porque su naturaleza tiene resistencias envidiables; pero se los transmite á usted, que no las tiene, y le hace á usted contraer la enfermedad.
—Pues ¡es una gracia!
—Esto del tifus, además de perjudicar á la salud, ha venido á reventar á la industria, porque, en vista de que las ostras que han sido reconocidas estaban contaminadas en la proporción del diez y seis por ciento, la gente, como es natural, ha condenado las ostras al ostracismo, y no se venden, con gravísimo perjuicio de los que tienen su modo de vivir en este comercio.
— Ya he visto lo que ocurre, y por cierto que me ha parecido muy justa la queja de los que se lamentan de que no se diga de que criaderos proceden las contaminadas, para que se sepa que no son los suyos, y no paguen justos por pecadores.
—Y ¿cómo puede reconocerse á diario el número de ostras del mercado, para que el público tenga la garantía de que puede comerlas sin peligro? ¿Quien confía en que las ostras del criadero A ó B no pueden enfermar también como las de los otros y transmitirnos el contagio?
— De mí sé decir que, gustándome muchísimo, no me siento dispuesto á jugarme á cara ó cruz la existencia por comerme una cosa que no puede calificarse de primera necesidad; y como lo que me sucede á mi le ocurrirá á mucha gente, calculo que les va á pasar lo que á la forma poética, que, según un intelectual, está llamada á desaparecer, triste es la situación de los que á criarlas se dedican, y en este negocio han comprometido sus capitales; pero salus populi ...
—Tranquilícese usted, mí noble amigo; comerá usted ostras.
—¿Yo?
— Usted y todo el mundo, cuando se enteren de que se ha descubierto un procedimiento regenerador
para las ostras enfermas.
—Y ¿quién es ese ilustre protector de las ostras?
—De las ostras no, amigo mío, puesto que de su invención resulta que nos las comamos vivas, como
hasta ahora veníamos haciendo, cosa que á las ostras no les hará maldita la gracia; M. Fabre-Domergne, inspector general de los mercados de París, ha comprobado que toda ostra que permanece siete días en un baño de agua filtrada, se queda limpia de microbios, fresca y gustosa. Ya ve usted si, después de todo, la cosa es sencilla: instálense baños para su purificación, y exíjase que, antes de venderse en el mercado, hayan estado en el baño salutífero su correspondiente semana.
—¡Ya ve usted las maravillas de la limpieza !
— Como que es el remedio de muchos males, nunca me olvido de un dibujo humorístico, en que un señor que llevaba á un niño de la mano le mostraba un cerdo que, abierto en canal, estaba colgado á la puerta de una carnicería. «Mira, le decía, ¿ves lo que le ha pasado? ¡Pues todo ha sido por ser un cochino.»
Al cerrar la Crónica, llega la noticia de la crisis total del Ministerio, que se ha anticipado por la decisión del Sr. Gasset de no volver al Parlamento como Ministro. Ratificada por S M. su confianza al Sr. Canalejas, éste ha formado el nuevo Gobierno; en él continúan los Sres. García Prieto, Luque, Pidal y Barroso, encargándose de la cartera de Hacienda el Sr. Navarro Reverter; de la de Fomento, el Sr. Villanueva, de Gracia y Justicia, el Sr. Arias de Miranda, y de la de Instrucción pública, el Sr. Alba.
CARLOS LUIS DE CUENCA.
Información.
LA HULLA EN INGLATERRA Y EN EL MUNDO.
— La huelga general en las minas de carbón de Inglaterra presta interés de actualidad á cuanto á la producción de hulla se refiere.
La extracción y la venta de carbón son elementos fundamentales de la actividad económica inglesa y han hecho de esa nación, en el transcurso del próximo pasado siglo, el país más industrial del mundo. Últimamente, en metalurgia, en química y en electricidad, los Estados Unidos de la América del Norte y Alemania han aventajado á Inglaterra. Sin embargo, su industria carbonera continua desarrollándose: la producción, que era de 40 millones de toneladas en 1850, pasó á 184 millones en 1890 y á 267 millones en 1909.
El movimiento de exportación es asombroso : en 1870 carecía de importancia ; en l880 llegó á 24.300.000 toneladas; en 1890, á 39.300.000; en 1900, á 59.300.000, y en 1909, á 87.700.000.
La relación entre la exportación y la producción total pasó del 13 por 100 en 1875, al 21 en 1890, al 22 en 1895, al 25 en 1900. al 28 en 1905 y al 32 por 100 en 1909.
Inglaterra es hoy el primero y principal centro proveedor de carbón del mundo, y á esa circunstancia se debe mucho del extraordinario desarrollo de su marina mercante. Sus barcos carboneros llevan hulla á todos los puertos del orbe, y al regresar admiten mercancías en condiciones de baratura con las cuales no es posible competir.
Las minas hulleras inglesas reúnen condiciones excepcionales; son ricas, generalmente tienen el mineral á escasa profundidad y en capas regulares, casi horizontales y fáciles de explotar; el combustible es de excelente calidad, y muchos de los depósitos se encuentran á orillas del mar ó en rías que permiten que los barcos efectúen la carga cómoda y económicamente.
La más productiva de las cuencas hulleras inglesas es la del Yorkshire; de ella fueron extraídas, en 1909, 64.890.000 toneladas de carbón, en las minas de Yorkshire trabajan 235.067 personas, de ellas 187.285 bajo tierra. La cuenca del Northumberland y del Durham, ó cuenca de Newcastle produjo 56.130.000 toneladas, con un personal de 200.446 obreros. Gales del Sur produjo 51.l70.000 toneladas, con 204.984 obreros. Escocia, 40.400.000 toneladas, con 126.979 obreros. Lancashire y Cheshire, 24.400.000 toneladas, con 103.819 personas. Midland, 22.500.000 toneladas, con 85.529 obreros. En Gales del Sur la producción es sólo de tres millones de toneladas.
El personal de las minas hulleras inglesas, en 1909, ascendió á 1.126,372 personas, de las cuales trabajaban bajo tierra 835.116.
El minero ingles aventaja en producción á todos los demás mineros de Europa. No obstante, se viene observando una baja en su producción: en 1889 un minero inglés extraía anualmente 311 toneladas de carbón; en 1908, 279 toneladas, y desde entonces la cifra continúa en baja; en Alemania ha ocurrido lo mismo, y en Francia se ha acentuado más el descenso. Ello se debe á las leyes sociales votadas en todos los países para reducir la jornada de trabajo en las minas, y se debe también á esas medidas niveladoras que progresivamente igualan al perezoso y al trabajador y disminuyen, por consiguiente, el rendimiento útil de este último.
Puede ser muy grande la repercusión de la huelga de los mineros ingleses.
Francia consume anualmente 60 millones de toneladas de carbón, y produce sólo 40 millones de toneladas; en 1909 tuvo que importar 18.300.000 toneladas, y de ellas adquirió en Inglaterra l0.400.000.
En el mismo año, Alemania adquirió en Inglaterra tonelada 9.700.000 de carbón; pues aun cuando Alemania es gran productora de hulla, los gastos de transporte interior hacen que no pueda sostener la competencia con los carbones ingleses.
En el mercado inglés, en l909, adquirieron carbón; Italia, 9.080.000 toneladas: Suecia y Noruega, 5.860.000: España, 2.600.000; Rusia, 3.300.000: Egipto, 2.600.000; Países Bajos, 2.300.000; Dinamarca, 2.800.000; Austria-Hungría, l.080.000; Brasil, l.300.000, y la República Argentina, tone -
ladas 2.400.000.
La huelga inglesa, si se prolonga, ocasionará graves perjuicios á todas las industrias establecidas en las riberas del Mediterráneo, del m r Negro, del Atlántico y del mar del Norte.
Para suplir la falta de carbón habría que acudir á Alemania ó á los Estados Unidos: la primera no puede hoy hacer frente á las necesidades de Europa; en 1909 exportó 23 millones de toneladas é importó 11, y los Estados Unidos sólo exportaron, en 1909, 14 millones de toneladas, también, aun cuando en menor escala, son exportadores Bélgica, el Japón, Australia y las Indias.
El Board of Trade de Inglaterra ha publicado la estadística de la industria hullera en el mundo durante el año 1910, La producción de las cinco grandes potencias carboneras, fue la siguiente:
Estados Unidos de la América del Norte, 447.840.000 toneladas: Inglaterra, 264.430.000; Alemania, 150.370.000; Francia, 37.255.000; Bélgica, 23.530.000 toneladas.
Con relación á 1907, la producción inglesa disminuyó en tres millones y medio de toneladas. La producción, en conjunto, de las otras cuatro naciones, aumentó en 42 millones de toneladas con relación á 1909. El total de la producción del mundo en 1910 fue de mil treinta y cinco millones de
toneladas, cifra en la cual se incluye lo producido por los siguientes países:
Indias inglesas, 12.048.000 toneladas; Canadá , 11.425.000; Australia, 9.760.000; África Austral; 6.440.000; Nueva Zelanda, 2.200.000 toneladas.
Con relación á su población, Inglaterra produce seis toneladas por habitante, los Estados Unidos de la América del Norte, cinco; Bélgica, tres y un octavo; Alemania, dos y un tercio, y Francia, menos de una tonelada.
En los Estados Unidos, el precio de la tonelada al pie de la mina, es de 7 francos 30 céntimos; en Inglaterra, cuesta 10,20; en Alemania, 12,35 y en Bélgica, 14,80.
Durante el año 1910, el consumo de hulla en estos mismos países ha sido el que á continuación se expresa:
Estados Unidos, 434.815.000 toneladas; Inglaterra, 179.960.000; Alemania, 130.230.000; Francia , 54.860.000; Bélgica. 23.850.000.
El consumo de hulla por habitante ha aumentado en todas partes, según lo demuestran estas cifras comparativas del consumo en 1909 y en 1910:
Estados Unidos, de 4,41 á 4,72 toneladas; Inglaterra, de 3,99 á 4,01; Alemania, de 2,01 á 2.03; Bélgica, de 3,01 á 3,17, y Francia, de 1,38 á 1,40 toneladas.
Hay que notar que en Francia y en Alemania se emplean cada vez más los lignitos y los alcoholes desnaturalizados.
Inglaterra, Estados Unidos y Alemania se bastan con lo que producen, mientras que Francia y Bélgica han tenido, respectivamente, que adquirir en el extranjero, en 1910, el 35 por 100 y el 31 por 100 de su consumo. Entre las grandes colonias británicas, el África Austral es la única que recurre al carbón de Inglaterra, de la cual toma el 14 por 100 de lo que consume. Las demás colonias producen las cantidades que sus necesidades requieren. Las locomotoras de Inglaterra han consumido en 1910, 12.472.479 toneladas de carbón.