Mauricio Albornoz, ¿Cómo creer hoy en Dios? Elementos para una introducción a la fe cristiana, Universidad Católica del Maule, Talca, 2008.
Recensión
César Lambert Ortiz
Universidad Católica del Maule
Teología y Vida v.50 n.1-2 Santiago. 2009
El texto se estructura en seis capítulos, que progresivamente van dando respuesta a la pregunta que da título al libro: ¿Cómo creer hoy en Dios?
El capítulo primero toma su punto de arranque en la experiencia de la finitud humana. Pues, "en la experiencia de la fe no existe otro modo de comprenderse a sí mismo sino como finitud" (p. 13). A su vez, esta dimensión apunta al hecho que todo ser humano, algún día, dejará de existir, y así se ha de enfrentar con la nada misma (cf. p. 15). La propuesta del autor, que en este punto sigue el pensamiento de Bernhard Welte, consiste en afirmar que dicha nada se puede presentar o bien como una pura nada nula o bien como un encubrimiento absoluto (cf. p. 16). Por su parte, la pregunta metafísica por el fundamento de los fundamentos apoya la factibilidad del segundo término de la alternativa. El ser humano se confronta con el ser absoluto precisamente en la experiencia de la nada.
El capítulo segundo se ocupa del concepto de religión y los modos como ella ha aparecido en la historia. Respecto de lo que ha de entenderse por religión, se destaca que "cualquier experiencia religiosa se presenta de modo auténtico si expresa al hombre en su verdad, respeta su dignidad, lo hace más humano y comunitario" (p. 25). Así vistas las cosas, el texto propone tres criterios necesarios de una verdadera experiencia religiosa, y que permiten diferenciar modos deformados de religiosidad. Son los siguientes: una verdadera trascendencia; unos ritos en el espacio y en el tiempo; unas normas éticas de convivencia (cf. loc. cit.).
Asimismo, se presentan, de manera sucinta, las grandes religiones o religiones universales: budismo, hinduismo, taoísmo, confucianismo, judaísmo, islam (cf. pp. 27-36). El cristianismo es presentado, en esta introducción a la fe cristiana, desde el siguiente capítulo en adelante.
También se tematizan, en el capítulo segundo, los cuestionamientos al fenómeno religioso, concretamente, el ateísmo en sus diversas vertientes (cf. pp. 39-46).
El capítulo tercero, por su parte, aborda la novedad del cristianismo y la autocomunicación de Dios en la Revelación. Dios se manifiesta como Misterio Absoluto, y dicha manifestación se da en la finitud humana. "Lo limitado de la comprensión humana nos sugiere toda la trascendencia divina" (p. 48). Pues el Misterio se condiciona a las capacidades humanas con el fin que el ser humano pueda tener acceso a la realidad divina (cf. loc. cit.).
Desde tal perspectiva la Escritura se constituye en fuente de la Revelación, por eso se esboza en el texto, sucintamente, la historia de Israel (cf. pp. 49-58); y la Revelación plena de Dios en Jesucristo, tal como es propuesta en el Nuevo Testamento. En lo que respecta a este último punto, el texto aborda una idea clave, articulada en tres momentos: Dios viene al encuentro del ser humano; éste responde a la iniciativa divina y va hacia Dios; esta dialéctica genera en el ser humano la aspiración a realizar en medio del mundo la obra de Dios (cf. pp. 59).
El capítulo cuarto tiene su centro y núcleo en la persona de Jesucristo: se parte presentando, esquemáticamente, las ideas mesiánicas del Antiguo Testamento; a continuación se responde a la pregunta de quién es Jesús, y se destaca que la comunidad cristiana primitiva tomó conciencia progresiva de la identidad divina y de la misión de Jesús (cf. pp. 69-70). "El hilo conductor de toda la Cristología es: El Mesías esperado es Jesús de Nazaret, el Cristo, el Salvador del hombre y del mundo" (loc. cit.); asimismo de examinan los principales títulos de Jesús, a saber, Hijo de Dios, Cristo, Jesús Señor, Hijo del hombre, Profeta, Rabbí (cf. pp. 70-75). Finalmente, se explica el concepto de "Reino de Dios".
El capítulo quinto, a su vez, tematiza la respuesta humana a la iniciativa de Dios en Jesucristo. En tal sentido la fe es entendida como una experiencia de la gracia. Pues, "tiene como único lugar de encuentro un amor incondicionado de Dios, frente al cual el hombre se dirige en una respuesta de fe" (p. 79). Estamos, sin lugar a dudas, ante una realidad dialógica: una relación de amor de Dios que toma la iniciativa y el ser humano que es capaz de acogerla y transformarla en una respuesta (cf. p. 81). Ahora bien, esta fe es, según el autor nos señala, esencialmente trinitaria (cf. p. 84). A este respecto se citan dos textos que esclarecen el Misterio de la Trinidad: un pasaje de la Constitución dogmática sobre la Iglesia Lumen Gentium (n° 4); y un fragmento de Los cinco discursos teológicos de san Gregorio Nacianceno (cf. pp. 84-85). Por otra parte, el texto se hace cargo de la fe como respuesta eclesial. La fe, en efecto, no ha de ser entendida como una respuesta exclusivamente individual, antes bien, la fe en Jesucristo es comunitaria, "es la realidad de la ekklesía (asamblea) hombres y mujeres en unidad de Espíritu" (p. 89).
El sexto y último capítulo se centra en la comunidad creyente que es la Iglesia. Se ponen de relieve los Actos fundacionales del ministerio de Jesús: elección de los discípulos; vocación de los Doce; Primado Petrino; y Eucaristía (cf. pp. 92-96). Además, se presentan las características principales de la comunidad cristiana primitiva. En ese contexto, el autor se ocupa del concepto de sacramento a partir de la afirmación que la Iglesia es Sacramento universal de salvación (cf. p. 101). La dimensión sacramental es anclada en la vida humana como tal: la realidad se constituye no sólo como cosa, sino también como símbolo. Es, en efecto, central en la vida humana el constituirse en realidad significante llena de significado (cf. loc. cit.). A su vez, respecto de la fe en el Resucitado, se sostiene que el sacramento no está constituido sólo por las formalidades de signos interpretables de uno u otro modo, "sino que es en el mismo signo donde tiene lugar la experiencia viva de aquel que trascendiendo el signo se queda en él" (p. 102). Vistas así las cosas, toda la Iglesia es sacramento, o sea que ella tiene una estructura sacramental (cf. p. 103). Desde esta mirada se entienden, además, los siete sacramentos (cf. loc. cit.).
El texto se ocupa también de la realidad escatológica, donde se pone de relieve una doble dimensión del encuentro con el Cristo glorioso que viene. Por una parte, la esperanza eclesial obliga a actualizar aquello que se espera. Se trata aquí de un movimiento desde el presente hacia el futuro definitivo. Pero, por otra parte, este encuentro revierte desde el futuro al presente. "Esta animación de la vida futura es irradiada desde el futuro hasta nuestro presente" (p. 104). He ahí el "ya y el todavía no" (cf. p. 107). Por último, el capítulo aborda la relación entre Parusía y Juicio, y los comprende en su esencial unidad (cf. pp. 107-110).
En resumidas cuentas, el texto hace un recorrido coherente y sistemático desde las experiencias que confrontan al ser humano con el Misterio Absoluto hasta la realidad de la Iglesia como lugar teológico de la Revelación. Se trata de un libro claro, de carácter esencialmente didáctico, y que, a la vez, despierta el interés de seguir profundizando en cada uno de los temas abordados. Debe, así, ser leído como una invitación a la fe en Jesucristo en los tiempos actuales.