Fraño Paukner Nogués
Junio de 2010
Tal vez pudiera considerarse pretencioso tratar de mostrar en un breve artículo, que tiene más de recensión que de artículo, la significancia que el concepto de “vía” pueda tener en educación, sobre todo si se considera que, a juicio de los autores que vamos a comentar, debemos enfrentar la cuarta. “Vía” como sinónimo de “modo” implica una cultura integral, una forma de hacer las cosas que, desde fundamentos teóricos conocidos y asumidos se proyecta en la práctica propia de un sistema educacional.
La Cuarta Vía. El futuro Inspirador para el Cambio Educacional (The Fourth Way. The Inspiring Future for Educational Change, Corwin, 2009) es un libro publicado el año pasado por los teóricos de la educación Andy Hargreaves y Dennis Shirley, pedagogos estadounidenses famosos en el mundo entero. Se trata de un texto bien escrito que, además de plantear muy claramente la visión de los autores y dar cuenta, en forma muy bien documentada, de la contingencia mundial en educación, trasunta el optimismo que los educadores necesitamos para seguir adelante en la ingente tarea de mejorar la calidad de la educación, tarea que debe ser llevada a cabo en los ámbitos de las políticas, de los procesos y, sobre todo, de la práctica pedagógica.
El mundo encara múltiples desafíos derivados de haber vivido, durante varias décadas, una cultura del despilfarro. Basta ver el impactante vídeo de Annie Leonard La Historia de las Cosas (The Story of Stuff) para apreciar la magnitud de la falacia que se esconde detrás del consumismo. El consumo no es la clave del progreso, de la realización ni, mucho menos, de la felicidad humanas. Además, ha derivado en una feroz depredación del medio natural con el agotamiento de los recursos naturales, por una parte, y la generación de altísimos índices de contaminación, por la otra. Detener y, en lo posible, revertir la situación descrita implica una profunda rehumanización de la cultura sobre bases distintas. Es necesario generar una nueva mirada
La respuesta a lo anterior es, obviamente, la educación, pues estamos hablando de conductas aprendidas en contextos sociales definidos. El optimismo que este libro pregona se refiere a la absoluta confianza en la posibilidad de formar seres humanos con una nueva visión, con distintos valores, con otros principios, con renovadas fuerzas para mejorar el mundo. Pero la confianza no es intuitiva, basada sólo en la fe en la naturaleza humana, sino que se apoya en ejemplos documentados de casos señeros en los cuales la inversión (concepto tomado en su sentido más amplio) en educación permitió a países mejorar notablemente sus estándares de desarrollo humano. El informe McKinsey (How the world’s best-performing school systems come out to top, 2007) muestra los casos de Japón, Corea del Sur y Singapur como ejemplos de mejoramientos notables de la calidad de la educación, en plazos y a costos razonables.
La tesis del libro es clara y directa. Ha habido tres vías o modos de entender y hacer educación que se extendieron por el mundo desde el final de la segunda guerra mundial, es decir, desde mediados del siglo pasado hasta comienzos del presente. A partir de entonces, los desafíos de la cambiante, flexible y desafiante sociedad del tercer milenio han exigido un giro a la teoría y práctica en educación.
La primera vía se caracterizó por el apoyo estatal, la innovación, la confianza en la política y en la economía y la libertad profesional, pero significó también inconsistencia, inequidad en el éxito escolar y en el liderazgo y, sobre todo, cambios llevados adelante confiando en la intuición y en la ideología más que en las evidencias.
La segunda es la vía de la competencia y de las recetas educacionales en que la autonomía profesional cede a favor de la estandarización, la uniformidad y la inequidad, atentando contra la motivación de los profesores, el liderazgo y el aprendizaje.
La tercera vía intentó balancear la autonomía profesional con la rendición de cuentas (accountability), pero se perdió en la recolección de interminables cantidades de datos sobre logros y desempeños, por lo que prevalecieron las soluciones de corto plazo.
La cuarta es la vía propuesta por los autores que, desde la consigna de rescatar lo bueno y abandonar lo malo, supone la forma de enfrentar los desafíos del SXXI. La intención es ofrecer una visión inspiradora para futuras mejoras en el aprendizaje y en los logros de los estudiantes. Esta nueva vía implica:
- Una visión inclusiva en la cual las escuelas, las comunidades y las corporaciones trabajan juntas
- Aprendizaje creativo, comprometedor y demandante
- Expectativas de mejora ambiciosas y compartidas
- Prudente rendición de cuentas que evalúa muestras
- Las escuelas fuertes ayudan a sus pares débiles
- Una profesión docente informada por evidencias y no guiada por datos
- Liderazgo sustentable que se difunde y permanece
La cuarta vía es el camino de la inspiración y la innovación, de la responsabilidad y la sustentabilidad. Desde una perspectiva integral, la propuesta pretende superar los reduccionismos que tanto daño le han hecho a la educación. Ésta no es sólo tarea de las escuelas, o de la familia, o de los estados. No sólo se debe buscar el desarrollo intelectual de los alumnos, o el social, o el afectivo. La educación, si ha de ser genuina, debe aspirar a los máximos logros. La cuarta vía implica seis pilares para sostener el propósito, la intención, la determinación:
- Una visión inclusiva e inspiradora
- Fuerte compromiso público
- Logros a través de inversiones
- Responsabilidad social corporativa
- Los estudiantes como compañeros en el cambio
- Enseñanza y aprendizaje comprometidos
Estos pilares debieran soportar el cambio que pretende acabar con décadas de decisiones educacionales que han marrado el blanco, que no es otro que formar ciudadanos educados que se puedan insertar adecuadamente en las desafiantes sociedades contemporáneas, aportar a ellas mejorando el desarrollo mientras buscan y, con un poco de suerte, alcanzan su propia felicidad. La experiencia de las escuelas efectivas en nuestro país nos muestra lo importante que es la generación de sinergias que permitan comprometer inclusiva y proactivamente a los diversos actores socioeducativos. A lo que se apela, en última instancia, es a la capacidad de transformar la calidad de la educación en una prioridad estratégica a nivel sociopolítico y económico, dirigiendo todos los esfuerzos a la consecución de aquel fin.
Ahora bien, quienes tienen la mayor responsabilidad en el logro de los objetivos son, sin duda, los profesores. En palabras de los autores, los profesores son los árbitros del cambio educacional. La puerta de cada aula es el portal que conduce a la innovación. Hay un viejo dicho español que reza: “al ojo del amo engorda el ganado”. En este contexto tendríamos que decir: “al ojo del profesor aprende el niño”. Todo lo anterior queda largamente ratificado por el Informe McKinsey, caro a todos aquellos que intuitivamente asignaban al magisterio la principal responsabilidad, y el consiguiente mérito, de la calidad de la educación, declarada como la piedra de toque del nivel de los aprendizajes. Para caracterizar la responsabilidad profesional de los profesores, los autores proponen los tres principios del profesionalismo:
- Profesores de alta calidad
- Asociaciones profesionales poderosas y positivas
- Comunidades de aprendizaje animadas
Más adelante haremos una reflexión más profunda sobre la caracterización del profesor de la Cuarta Vía, del docente del futuro. Empero, quisiera ahora dejar asentados algunos elementos, derivados de la reflexión sobre los tres principios del profesionalismo propuestos por los autores. La calidad de la educación se resuelve en el aula y son los profesores los encargados del trabajo de aula. Ahora bien, eso implica un privilegio que supone la más alta responsabilidad. Supone conseguir los más altos resultados educacionales sin sacrificar lo propiamente humano del proceso: el respeto, el cuidado, el compromiso y el amor. Las evidencias sobre las que se afirma dicho proceso van mucho más allá de datos muertos, exceden a las frías cifras en una hoja de cálculo, superan los resultados de cualquier test estandarizado. Apuntan más arriba, buscan más allá. Se la juegan por la constitución de comunidades de aprendizaje, por la asociación humana en aras del propio perfeccionamiento humano. Para ello, es imprescindible la cohesión. Los autores proponen cuatro catalizadores de la cohesión:
- Liderazgo sustentable
- Redes integradas
- Responsabilidad antes que rendición de cuentas
- Diferenciación y diversidad
La riqueza semántica intrínseca del concepto “catalizador de la cohesión” es suficiente para explicar lo que aquí se quiere mentar. La educación es una tarea colectiva que exige compromisos en las cuales los actores involucrados deben cumplir con sus roles, dar lo mejor de ellos mismos, tomar decisiones y responsabilizarse de las consecuencias. Sólo en contextos de compromiso profundo, asumido y compartido por la comunidad educacional es posible aspirar al logro de los niveles de calidad de la educación exigidos por la ingente demanda de la sociedad contemporánea. La experiencia y los estudios así lo prueban.
Para el logro de la Cuarta Vía, se requiere de un profesor con un determinado perfil, el cual se puede encontrar en lo que proponen Denis Shirley y Elizabeth MacDonald en su excelente libro El profesor Comprometido (The Mindful Teacher, Teachers College Press, 2009). En él, los autores reflexionan acerca del perfil del profesor de nuevo cuño, del profesor para el SXXI, del docente capaz de llevar adelante las reformas educacionales y, por lo tanto, cumplir con los objetivos de los sistemas educacionales. Ya hemos aludido a las características principales de este nuevo docente, pieza clave en el desafiante escenario contemporáneo. Los autores aluden al concepto “sinergia” para referirse a la conjunción de elementos que deben trabajar de consuno. Las sinergias mismas deben complementarse unas con otras, suponiendo cada una, al mismo tiempo, la complementación de elementos que conforman una estructura interdependiente, viva y dinámica. Los autores proponen siete:
Apertura de mente o “liberación desde los sesgos” para que la práctica pedagógica sea validada por la perspectivas múltiples (no hay peor maestro que el de un solo libro).
Disposición al cuidado y al amor, de modo de no descuidar las dimensiones emocional y espiritual de la vocación docente.
Detención, a través de la meditación o simplemente de la reflexión, de modo de evitar la reactividad en las respuestas y buscar formas más profundas de responder.
Experticia profesional. Respeto por el corpus de conocimientos que se requiere para una exitosa práctica pedagógica, desde el diseño y la implementación de un currículo diferenciado hasta el manejo de datos sobre los logros de los estudiantes.
Auténtica alineación. Armonización de la convicciones, en lo interno, y de las prácticas, en lo externo, entre los profesores de modo que sea así percibido por los alumnos.
Integración de modo de explotar el inmenso repertorio de opciones educacionales pensando en el interés superior de los estudiantes.
Responsabilidad colectiva. Los profesores deben trabajar sobre una base que involucre a todos los sectores sociales actuales que intervienen en la educación de la juventud.
Las sinergias descritas representan el nuevo paradigma de la práctica pedagógica, sustentado en un quiebre del modelo tradicional. Ahora bien, en este contexto “quiebre” puede entenderse como un súbito aumento en el grado con que se realizan las funciones propias de la actividad docente. En otras palabras, las sinergias descritas pueden entenderse como presentes en el profesor tradicional –si apuramos los conceptos podríamos decir, incluso, que la práctica pedagógica, para ser tal, supone dichas sinergias- pero no el grado que la nueva conceptualización amerita. Las características propias de la función pedagógica deben llevarse al extremo porque estamos en una sociedad exigente hasta el extremo. Estas sinergias, necesarias en una práctica pedagógica a la altura de los desafíos actuales, se dan en el marco de algunas tensiones. Los autores distinguen tres:
1- Contemplación-acción. Integración comprometida de teoría y práctica
2- Ética y poder. Así como la excesiva preocupación por la ética nos puede sacar de la esfera política, la excesiva preocupación por el poder nos puede llevar a la corrupción.
3- El individuo y el grupo. A veces es necesario que el individuo se imponga sobre el colectivo para dar ciertas peleas y pensar por sí mismo. Sin embargo, en la mayoría de los casos el individuo debe subordinarse a la mayoría para respetar los principios democráticos.
Estas tensiones representan las características del medio en que la práctica pedagógica se desarrolla. No son ni pueden ser prescriptivas. Simplemente nos dan cuenta de la necesidad de actuar con tiento. El medio educacional es difícil, complicado, lleno de fuerzas en pugna, tenso. Educar en el medio escolar implica buscar la unidad en la multiplicidad, la integración en la dispersión, la corrección en medio de intereses espurios.
La Cuarta Vía, posible de lograr sólo con el concurso de profesores comprometidos, abre las puertas para una reconceptualización de la educación desde nuevas categorías de análisis. Los países necesitan, más que nunca, educación de calidad para asegurarle a sus jóvenes una adecuada inserción en una sociedad abierta, multifacética y desafiante que interpela al sistema escolar con su sola complejidad a formar personas con capacidades elevadas. Las promesas incumplidas del capitalismo tardío –si es que alguna vez fueron realmente promesas- nos obligan a repensar las formas de organización de nuestra sociedad, los principios en que se sustenta y los valores que la animan.
Los educadores necesitamos recuperar la fe en la capacidad de los sistemas educacionales de reinventarse a sí mismos. Estamos hartos de modas, de experimentos, de erradas políticas públicas inspiradas por intereses espurios, por compromisos ideológicos, por lealtades de clase. El interés superior de la humanidad requiere educación de calidad para todos , pero además lograda en contextos humanizados y humanizantes de excelencia inspirados por valores compatibles con la naturaleza humana: solidaridad, comunidad, búsqueda de trascendencia, liderazgo moral, excelencia humana, ayuda y compromiso.
Nosotros mismos, como educadores, debemos enfrentar el desafío de revisarnos también hacia la búsqueda de nuestra propia excelencia profesional. El rol del profesor es clave en la consecución de las altas metas impuestas a la educación por la complejidad creciente de la sociedad contemporánea. Empero, tampoco se le pide que lo haga solo. Al contrario. No sólo sociológicamente, sino epistemológicamente, la educación es una tarea colectiva. Sin colaboración, sin redes, sin comunidades, es imposible optar a los niveles de calidad requeridos. Tanto la propuesta de la Cuarta Vía como la del Profesor Comprometido utilizan el mismo grito de batalla: “la unión hace la fuerza”.
BIBLIOGRAFÍA
- HARGRAVES, Andy. SHIRLEY, Dennis (2009) The Fourth Way. The Inspiring Future for Educational Change, Corwin, California.
- McKINSEY and COMPANY (2007) How the world’s best-performing school systems come out to top.
- MACDONALD, Elizabeth. SHIRLEY, Dennis (2009) The Mindful Teacher, Teachers College Press, New York.