La Reina del Cielo en el Reino de la Divina Voluntad


Ofrecimiento de la voluntad humana a la Reina Celestial




22° día

Deja Belén. El Fiat Divino llama al heroísmo de sacrificio de ofrecer al niñito Jesús para la salvación del género humano.  La purificación

"Solemne Consagración de mi voluntad a mi Mamá celestial"


Oración 

a la Reina del Cielo

 para cada día del mes

Para hacer la oración, leída:


Oración 

a la Reina del Cielo

 para cada día del mes



Reina Inmaculada, celestial Madre mía, vengo sobre tus rodillas maternas para abandonarme como tu querida hija en tus brazos, para pedirte con los suspiros más ardientes en este mes consagrado a ti, la gracia más grande: “Que me admitas a vivir en el reino de la Divina Voluntad.” 

Mamá santa, Tú que eres la Reina de este reino, admíteme como hija tuya a vivir en él, a fin de que no esté más desierto sino poblado de tus hijos. Por eso Soberana Reina, a ti me confío, a fin de que guíes mis pasos en el reino del Querer Divino, y estrechada a tu mano materna guiarás todo mi ser para que haga vida perenne en la Divina Voluntad. Tú me harás de Mamá, y como a mi Mamá te entrego mi voluntad, para que me la cambies por la Divina Voluntad y así pueda estar segura de no salir de su reino. Por eso te ruego que me ilumines para hacerme comprender qué significa Voluntad de Dios. 

Ave María 


Florecita del mes: 

En la mañana, al medio día y en la tarde, es decir, tres veces al día, iré sobre las rodillas de nuestra Mamá celestial a decirle: “Mamá mía, te amo, y Tú ámame y dale un sorbo de Voluntad de Dios a mi alma, y dame tu bendición para que pueda hacer todas mis acciones bajo tu mirada materna. 

La Virgen nos dice:


"...Que tú escuches mis lecciones todas de Cielo y aprendas a vivir de Voluntad Divina!"


22° día 

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Para recibir su Visita Celestial, con el texto:


La Reina del Cielo en el reino de la Divina Voluntad


22° día


Deja Belén. El Fiat Divino llama al heroísmo de sacrificio de ofrecer al niñito Jesús para la salvación del género humano.  La purificación




 

El alma a su Mamá celestial


Mamá santa, heme aquí junto a ti para acompañarte al templo, donde vas a cumplir el más grande de los sacrificios, esto es, dar la Vida del  celestial Infante en poder de cada una de las criaturas, a fin de que se sirvan de Ella para ponerse a salvo, para santificarse. Pero ¡ay, qué dolor! Muchos se servirán de Ella para ofenderlo e incluso para perderse. ¡Ah! Mamá mía, deposita al pequeño Jesús en mi corazón, y yo te prometo y juro amarlo siempre y tenerlo como vida de mi pobre corazón.

 


 

Lección de la Reina del Cielo


Hija queridísima, cómo estoy contenta por tenerte cerca, mi materno corazón siente la necesidad de desahogar mi amor y confiarte mis secretos. Está atenta a mis lecciones y escúchame, tú debes saber que son ya cuarenta días que nos encontramos en esta gruta de Belén, la primera morada de mi Hijo acá abajo; pero ¡cuántas maravillas en esta gruta! El celestial infante en un arrebato de amor descendió del Cielo a la tierra, fue concebido y nació, y sentía la necesidad de desahogar este amor, así que cada respiro, latido y movimiento, eran un desahogo de amor que hacía; cada lágrima, llanto y gemido eran desahogo de amor; también el sentirse aterido de frío, sus labios lívidos y temblorosos, eran todos desahogos de amor que hacía, y buscaba a su Mamá para poner en Mí este amor que no podía contener, y Yo estaba en poder de su amor, así que me sentía herir continuamente y sentía a mi querido pequeño palpitar, respirar, moverse en mi materno corazón, lo sentía llorar, gemir y sollozar, y quedaba inundada por las llamas de su amor. Ya la circuncisión me había abierto desgarros profundos, en los cuales me vertió tanto amor, que me sentía Reina y Madre de amor. Yo me sentía raptada al ver que en cada pena, lágrima y movimiento que hacía mi dulce Jesús, buscaba y llamaba a su Mamá como amado refugio de sus actos y de su Vida. ¿Quién puede decirte hija mía lo que pasó entre el celestial niño y Yo en estos cuarenta días? La repetición de sus actos junto conmigo, sus lágrimas, sus penas, su amor, estaban como transfundidos juntos, y lo que hacía Él hacía Yo.


Ahora, habiendo llegado el término de los cuarenta días, el querido niño, más que nunca ahogado en su amor, quiso obedecer a la ley y presentarse al templo para ofrecerse por la salvación de cada uno. Era la Divina Voluntad que nos llamaba al gran sacrificio, y nosotros pronto obedecimos. Hija mía, este Fiat Divino cuando encuentra la prontitud en hacer lo que Él quiere, pone a disposición de la criatura su fuerza divina, su santidad, su potencia creadora de multiplicar aquel acto, aquel sacrificio por todos y por cada  uno,  pone  en  aquel sacrificio la monedita de valor infinito, con la cual se puede pagar y satisfacer por todos.

 

Ahora, era la primera vez que tu Mamá y san José salíamos juntos con el pequeño Jesús, toda la Creación reconoció a su Creador  y  se  sintieron honrados en tenerlo en medio a ellos, y poniéndose en actitud de fiesta nos acompañaron a lo largo del camino. Llegados al templo nos postramos y adoramos a la Majestad Suprema, y después lo pusimos en brazos del  sacerdote, que era Simeón, el cual lo  ofreció  al Eterno  Padre por la salvación  de todos, y mientras lo ofrecía, inspirado por Dios reconoció al Verbo Divino, y exultando de inmensa alegría adoró y agradeció al querido niño, y después del ofrecimiento profetizó y predijo todos mis dolores. ¡Oh! cómo el Fiat Supremo dolorosamente hizo sentir a mi materno corazón, con sonido vibrante, la fatal tragedia de todas las penas que habría de sufrir mi Hijo Divino. Cada palabra   era espada cortante que me atravesaba, pero lo que más me traspasó el corazón, fue el oír que este celestial infante sería no sólo la salvación, sino también la ruina de muchos y el blanco de las contradicciones. ¡Qué pena! ¡Qué dolor! Si el Querer Divino no me hubiera sostenido habría muerto al instante de puro dolor. En cambio me dio vida para comenzar a formar en Mí el reino de los dolores en el reino de su misma Divina Voluntad, así que, con el derecho de madre que tenía sobre todos, adquirí también el derecho de Madre y Reina de todos los dolores. ¡Oh! sí, con mis dolores adquirí la monedita para pagar las deudas de mis hijos, y también de los hijos ingratos.

 

Ahora hija mía, tú debes saber que por la luz de la Divina Voluntad que en  Mí reinaba, ya conocía todos los dolores que debían tocarme, y más  de  aquellos que me dijo el santo profeta; más bien puedo decir que me profetizó los dolores que me vendrían de la parte externa, pero de los dolores internos, que más me habrían traspasado, de las penas internas entre mi Hijo y Yo, no   me dijo nada; pero con todo y esto, en aquel momento tan solemne del ofrecimiento de mi Hijo, al oírmelos repetir, me sentí de tal manera traspasada que me sangró el corazón y se abrieron nuevas venas de dolores y desgarros profundos en mi alma.

 

Ahora escucha a tu Mamá, en tus penas, en los encuentros dolorosos que también a ti no te faltan, cuando sepas que el Querer Divino quiere algún sacrificio de ti, está pronta, no te abatas, sino que repite rápidamente  el  querido y dulce Fiat, o sea: “lo que quieras Tú, lo quiero yo”, y  con  amor heroico haz que el Querer Divino tome su puesto real en tus penas, para que te las convierta en moneditas de infinito valor con las cuales podrás pagar tus deudas, incluso aquellas de tus hermanos, para rescatarlos de la esclavitud de   la voluntad humana, para hacerlos entrar como hijos libres en el reino del Fiat Divino, porque tú debes saber que el Querer Divino agradece tanto el sacrificio por Él querido de la criatura, que le cede sus derechos divinos y la constituye reina del sacrificio y del bien que surgirá en medio a las criaturas.

 



 

El alma a su Madre celestial

Mamá santa, en tu corazón traspasado pongo todas mis penas, que Tú sabes cómo me afligen. ¡Ah! hazme de Mamá y vierte en mi corazón el bálsamo de tus dolores, a fin de que tenga tu misma suerte, de servirme de mis penas para cortejar a Jesús, tenerlo defendido y reparado de todas las ofensas, y como medio seguro para conquistar el reino de la Divina Voluntad, y hacerlo venir a reinar sobre la tierra.

 



 

Florecita: Hoy para honrarme vendrás a mis brazos para que te ofrezca junto con mi Hijo al celestial Padre, para obtener el reino de  la  Divina  Voluntad.


 

Jaculatoria: Mamá santa, derrama tu dolor en mi alma, y convierte todas mis penas en Voluntad de Dios.

Canción Reina Inmaculada

Tomado de la oración para todos los días  del libro 

"La Virgen María en el Reino de la Divina Voluntad" 

Continuamos en el Estudio, para el Ejercicio en Tu Voluntad


Imágenes de apoyo

Para la 22° Lección

Para ir al índice de las 31 Visitas Celestiales:  

Consagración a la Divina Voluntad