La Reina del Cielo en el Reino de la Divina Voluntad


Ofrecimiento de la voluntad humana a la Reina Celestial




2° día

El segundo paso de la Divina Voluntad en la Reina del Cielo


La primera sonrisa de la Trinidad Sacrosanta ante su Inmaculada Concepción

"Solemne Consagración de mi voluntad a mi Mamá celestial"


Oración 

a la Reina del Cielo

 para cada día del mes

Para hacer la oración, leída:


Oración 

a la Reina del Cielo

 para cada día del mes



Reina Inmaculada, celestial Madre mía, vengo sobre tus rodillas maternas para abandonarme como tu querida hija en tus brazos, para pedirte con los suspiros más ardientes en este mes consagrado a ti, la gracia más grande: “Que me admitas a vivir en el reino de la Divina Voluntad.” 

Mamá santa, Tú que eres la Reina de este reino, admíteme como hija tuya a vivir en él, a fin de que no esté más desierto sino poblado de tus hijos. Por eso Soberana Reina, a ti me confío, a fin de que guíes mis pasos en el reino del Querer Divino, y estrechada a tu mano materna guiarás todo mi ser para que haga vida perenne en la Divina Voluntad. Tú me harás de Mamá, y como a mi Mamá te entrego mi voluntad, para que me la cambies por la Divina Voluntad y así pueda estar segura de no salir de su reino. Por eso te ruego que me ilumines para hacerme comprender qué significa Voluntad de Dios. 

Ave María 


Florecita del mes: 

En la mañana, al medio día y en la tarde, es decir, tres veces al día, iré sobre las rodillas de nuestra Mamá celestial a decirle: “Mamá mía, te amo, y Tú ámame y dale un sorbo de Voluntad de Dios a mi alma, y dame tu bendición para que pueda hacer todas mis acciones bajo tu mirada materna. 

La Virge nos dice:


"...Que tú escuches mis lecciones todas de Cielo y aprendas a vivir de Voluntad Divina!"


2° día ⤵️

Para recibir su Visita Celestial, con el texto:


La Reina del Cielo en el reino de la Divina Voluntad


2° día


El segundo paso de la Divina Voluntad en la Reina del Cielo


La primera sonrisa de la Trinidad Sacrosanta ante su Inmaculada Concepción



El alma

Heme aquí de nuevo sobre tus rodillas maternas para escuchar tus  lecciones. Mamá celestial, a tu potencia se confía esta  pobre  hija  tuya,  soy muy pobre, lo reconozco, pero sé que Tú me amas como Mamá, y  esto  me basta para arrojarme en tus brazos, a fin de que Tú tengas compasión de mí, y abriéndome los oídos del corazón me hagas oír tu voz dulcísima  para  darme  tus sublimes lecciones. Tú, Mamá santa, purificarás mi corazón con el toque     de tus dedos maternos, para que encierre en él el celestial rocío de tus celestiales enseñanzas.


Lección de la Reina del Cielo

Hija mía, escúchame, si tú supieras cuánto te amo confiarías más en tu Mamá, y no dejarías escapar ni siquiera una sola de mis palabras, tú  debes  saber que no sólo te tengo escrita en mi corazón, sino que dentro de este corazón tengo una fibra materna que me hace amar más que madre a mi hija. Por eso quiero hacerte oír el gran prodigio que obró el Fiat Supremo en Mí,   para que tú, imitándome, puedas darme el gran honor de ser mi hija reina. Cómo suspira mi corazón ahogado de amor el tener en torno a Mí la legión  noble de las pequeñas reinas.

Por eso escúchame hija mía querida, en cuanto el Querer Divino se volcó sobre mi germen humano para impedir los tristes efectos de la culpa, la Divinidad sonrió, se puso en fiesta al ver mi germen, aquel germen humano  puro y santo como salió de sus manos creadoras en la creación del hombre. Y el Fiat Divino hizo entonces el segundo paso en Mí, llevando éste mi germen humano, por Él purificado y santificado ante la Divinidad, a fin de que  se  volcara a torrentes sobre mi pequeñez en acto de ser concebida, y la Divinidad descubriendo en Mí, bella y pura su obra creadora, sonrió de complacencia y queriéndome festejar, el Padre celestial vertió en Mí mares de potencia, el Hijo mares de sabiduría, el Espíritu Santo mares de amor. Así que Yo quedé concebida en la luz interminable de la Divina Voluntad y en medio de estos mares divinos, que mi pequeñez, no pudiéndolos contener, formaba olas altísimas para enviarlas nuevamente como homenajes de amor y gloria  al  Padre, al Hijo y al Espíritu Santo. Y la Trinidad estaba toda atenta sobre Mí, y para no dejarse vencer por Mí en amor, sonriéndome y acariciándome me enviaba otros mares, los cuales me embellecían tanto, que en cuanto fue formada mi pequeña humanidad adquirí la virtud de raptar a mi Creador, y se hacía verdaderamente raptar, tanto, que entre Dios y Yo hubo siempre fiesta, nada nos negábamos recíprocamente, Yo no le negué jamás nada, y  Él  tampoco. ¿Pero sabes tú quién me animaba con esta fuerza raptora? La Divina Voluntad que como vida reinaba en Mí, por eso la fuerza del Ser Supremo era la mía, y por eso teníamos igual fuerza para raptarnos mutuamente.

Ahora hija mía escucha a tu Mamá, debes saber que Yo te amo mucho y quisiera ver tu alma llena de mis mismos mares,  estos  mares  míos  están  llenos y quieren verterse, pero para hacer esto debes vaciarte de tu querer, a   fin de que el Querer Divino pueda hacer el segundo paso en ti, y constituyéndose como principio de vida en tu alma, llame  la  atención  del  Padre celestial, del Hijo y del Espíritu Santo para volcarse sobre  ti  con  sus mares desbordantes, pero para hacer esto quieren encontrar en ti su misma Voluntad, porque no quieren confiar a tu voluntad humana sus mares de potencia, de sabiduría, de amor y de belleza indecibles. Hija querida, escucha a tu Mamá, pon la mano en tu corazón, dime tus secretos, ¿cuántas veces has  sido infeliz, torturada, amargada, porque has hecho tu voluntad? Mira, tú has puesto fuera una Voluntad Divina y has caído en el laberinto de los males; Ella quería volverte pura y santa, feliz y bella, de una belleza encantadora, y tú con hacer tu voluntad le has hecho la guerra y con dolor la has puesto fuera de su querida habitación, la cual es tu alma. Escucha hija de mi corazón, esto es un dolor para tu Mamá, el no ver en ti el Sol del Fiat Divino sino las  densas  tinieblas de la noche de tu voluntad humana. Pero ten valor,  si  tú  me  prometes darme tu voluntad en mis manos, Yo, tu Mamá celestial, te tomaré   en mis brazos, te pondré sobre mis rodillas y reordenaré en ti la Vida de la  Divina Voluntad, y también tú, después de tantas lágrimas mías formarás mi sonrisa, mi fiesta, y la sonrisa y la fiesta de la Trinidad Sacrosanta.


El alma

Mamá celestial, si tanto me amas te ruego que no permitas que yo descienda de tus rodillas maternas, y cuando veas que estoy por hacer mi voluntad, vigila mi pobre alma y encerrándome en tu corazón, la fuerza de tu amor queme mi querer, así cambiaré tus lágrimas en sonrisas de complacencia.

 

Florecita: Hoy para honrarme vendrás tres veces sobre mis rodillas, entregándome tu querer diciéndome: “Mamá mía, quiero que mi voluntad sea tuya, a fin de que me la cambies por la Voluntad Divina.”

 

Jaculatoria: “Soberana Reina, con tu imperio divino abate mi voluntad, a fin de que surja en mí el germen de la Divina Voluntad".

Canción Reina Inmaculada

Tomado de la oración para todos los días  del libro 

"La Virgen María en el Reino de la Divina Voluntad" 

Continuamos en el Estudio, para el Ejercicio en Tu Voluntad


Imágenes de apoyo

Para la 2° Lección

Para ir al índice y hacer los días anteriores:  

Consagración a la Divina Voluntad