La Reina del Cielo en el Reino de la Divina Voluntad


Ofrecimiento de la voluntad humana a la Reina Celestial




8° día


Recibe el mandato de su Creador de poner a salvo la suerte del género humano

"Solemne Consagración de mi voluntad a mi Mamá celestial"


Oración 

a la Reina del Cielo

 para cada día del mes

Para hacer la oración, leída:


Oración 

a la Reina del Cielo

 para cada día del mes



Reina Inmaculada, celestial Madre mía, vengo sobre tus rodillas maternas para abandonarme como tu querida hija en tus brazos, para pedirte con los suspiros más ardientes en este mes consagrado a ti, la gracia más grande: “Que me admitas a vivir en el reino de la Divina Voluntad.” 

Mamá santa, Tú que eres la Reina de este reino, admíteme como hija tuya a vivir en él, a fin de que no esté más desierto sino poblado de tus hijos. Por eso Soberana Reina, a ti me confío, a fin de que guíes mis pasos en el reino del Querer Divino, y estrechada a tu mano materna guiarás todo mi ser para que haga vida perenne en la Divina Voluntad. Tú me harás de Mamá, y como a mi Mamá te entrego mi voluntad, para que me la cambies por la Divina Voluntad y así pueda estar segura de no salir de su reino. Por eso te ruego que me ilumines para hacerme comprender qué significa Voluntad de Dios. 

Ave María 


Florecita del mes: 

En la mañana, al medio día y en la tarde, es decir, tres veces al día, iré sobre las rodillas de nuestra Mamá celestial a decirle: “Mamá mía, te amo, y Tú ámame y dale un sorbo de Voluntad de Dios a mi alma, y dame tu bendición para que pueda hacer todas mis acciones bajo tu mirada materna. 

La Virgen nos dice:


"...Que tú escuches mis lecciones todas de Cielo y aprendas a vivir de Voluntad Divina!"


8° día 

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Para recibir su Visita Celestial, con el texto:


La Reina del Cielo en el reino de la Divina Voluntad


8° día

Recibe el mandato de su Creador de poner a salvo la suerte del género humano


 

 

El alma a al Divina Mandataria

Heme aquí contigo, Mamá celestial, siento que no sé estar sin  mi  querida Mamá, mi pobre corazón está inquieto y sólo lo siento en paz cuando estoy en tu regazo, como pequeña bebita estrechada a tu corazón para escuchar tus lecciones, tu dulce acento me endulza todas mis amarguras y dulcemente ata mi voluntad, y poniéndola como escabel bajo   la Divina Voluntad me hace sentir su dulce imperio, su Vida, su felicidad.

 

 

Lección de la celestial Mandataria

Hija mía queridísima, debes saber que yo te amo mucho, confíate a tu Mamá y está segura que alcanzarás la victoria sobre tu voluntad; si tú me eres fiel, Yo tomaré todo el empeño sobre ti, te haré de verdadera Mamá, por eso escucha lo que hice por ti ante el Altísimo: Yo no hacía otra cosa   que estarme sobre las rodillas de mi Padre celestial, Yo era pequeña, no había nacido aún, pero el Querer Divino del cual Yo poseía la Vida, me facilitaba mis visitas a mi Creador, para Mí,  las  puertas,  los  caminos estaban abiertos, Yo no tenía miedo ni temor de Ellos, sólo la voluntad humana pone miedo, temor, desconfianza, y aleja a la pobre criatura de Aquél que tanto la ama y que quiere estar rodeado por sus hijos. Así que si  la criatura tiene miedo y teme y no sabe estar como hija ante su padre con su Creador, es señal de que la Divina Voluntad no reina en ella, y por eso   son las torturadas, las mártires de la voluntad humana, por eso no hagas jamás tu  voluntad, no  quieras torturarte y martirizarte por ti misma, que   es el más horrible de los martirios, sin sostén y sin fuerza. Por lo tanto escúchame, Yo me ponía en los brazos de la Divinidad, mucho más que me esperaban y hacían fiesta al verme; me amaban tanto, que al presentarme vertían otros mares de amor y de santidad en mi alma, no recuerdo  haberme separado de Ellos sin que me agregaran otros dones sorprendentes.

Entonces, mientras estaba en sus brazos Yo rogaba por el género humano, y muchas veces con lágrimas y suspiros lloraba por ti hija mía y por todos, lloraba por tu voluntad rebelde, por tu triste suerte de verte puesta en la esclavitud de ella, que te hacía infeliz; ver infeliz a mi hija me hacía derramar lágrimas amargas, hasta bañar las manos de mi celestial Padre con mi llanto, y la Divinidad enternecida con mi llanto continuó a decirme: “Hija nuestra querida, tu amor nos ata, tus lágrimas extinguen el fuego de la divina justicia, tus oraciones nos atraen  tanto  hacia  las  criaturas que no te sabemos resistir, por eso te damos a ti el mandato de poner a salvo la suerte del género humano. Tú serás nuestra Mandataria en medio a ellos, a ti confiamos sus almas, Tú defenderás  nuestros  derechos lesionados por sus culpas, estarás en medio, entre ellos y  Nosotros, para ajustar las partidas entre ambas partes. Sentimos en ti la fuerza invencible de nuestra Voluntad Divina que por medio tuyo ruega, llora, ¿quién te puede resistir? Tus plegarias son órdenes, tus lágrimas imperan sobre nuestro Ser Divino, por eso, adelante en tu empresa.”

Ahora hija mía queridísima, mi pequeño corazón se sentía consumir de amor ante los modos amorosos del hablar divino, y con todo amor acepté su mandato al decirles: “Majestad Altísima, estoy aquí entre vuestros  brazos, dispongan de Mí como queráis, Yo pondré incluso la vida, y  si  tuviera tantas vidas por cuantas criaturas hay, Yo las pondría a disposición  de ellas y vuestra, para llevarlas a todas salvas a vuestros brazos paternos. Y sin saber entonces que Yo debía ser la Madre del Verbo Divino, Yo sentía en Mí la doble maternidad, maternidad hacia Dios, para  defender  sus  justos derechos; maternidad hacia las criaturas, para ponerlas a salvo. Me sentía madre de todos, el Querer Divino que reinaba en Mí, que no sabe hacer obras aisladas, ponía en Mí a Dios y a todas las criaturas de todos los siglos, en mi materno corazón sentía a mi Dios ofendido que quería ser satisfecho, y sentía a las criaturas bajo el imperio de la justicia divina. ¡Oh! cuántas lágrimas derramé, quería hacer descender mis lágrimas en cada corazón para hacer sentir a todos mi maternidad toda de amor. Lloré por ti   y por todos hija mía, por eso escúchame, ten piedad de mi llanto, toma mis lágrimas para apagar tus pasiones y para hacer que tu voluntad pierda la vida. ¡Ah! acepta mi mandato, es decir, que tú hagas siempre la Voluntad de tu Creador.




El alma

Mamá celestial, mi pobre corazón no resiste al oír cuánto me amas. ¡Ah! me amas tanto, hasta llorar por mí, tus lágrimas las siento descender en mi corazón y como tantas heridas me hieren y me hacen comprender cuánto me amas, y yo quiero unir mis lágrimas a las tuyas y rogarte llorando que no me dejes jamás sola, que me vigiles en todo, y si es necesario, golpéame también, hazme de Mamá y yo como pequeña hija tuya todo aceptaré de ti, a fin de que tu mandato sea mi bienvenido y Tú puedas llevarme en tus brazos a nuestro Padre celestial, como acto cumplido de tu mandato divino.

 

 

Florecita: Hoy para honrarme me darás tu voluntad, tus penas, tus lágrimas, tus ansias, tus dudas y temores en mis manos maternas, a fin de que como Mamá tuya las tenga en depósito en  mi  corazón  materno,  como  prendas de mi hija, y Yo te daré la preciosa prenda de la Divina Voluntad.

 

Jaculatoria: Mamá celestial, derrama tus lágrimas en mi alma, a fin de que me curen las heridas que me ha hecho mi voluntad.

Canción Reina Inmaculada

Tomado de la oración para todos los días  del libro 

"La Virgen María en el Reino de la Divina Voluntad" 

Continuamos en el Estudio, para el Ejercicio en Tu Voluntad


Imágenes de apoyo

Para la 8° Lección

Para ir al índice de las 31 Visitas Celestiales:  

Consagración a la Divina Voluntad