Novena de

 la Santa Navidad

Novena de la Santa Navidad


24 de Diciembre

9no. Exceso de Amor


El Amor agonizante que quiere ser vencedor

† 

En el nombre del Padre y del Hijo y del Espíritu Santo.  Amén

Oración para todos los días

Señor mío Jesucristo, postrado ante tu divina presencia suplico a tu amorosísimo Corazón que me admitas a la meditación de los Excesos de tu Amor en el misterio de tu Encarnación. Dame tu ayuda, gracia, amor, dame profunda compasión y entendimiento, mientras medito el 9no. Exceso de tu amor. Y a ti Madre Inmaculada, te pido que me encierres en tu Corazón, y que me hagas un pequeño lugar en tu seno materno, para que pueda contemplar, comprender y acompañar a tu Hijo Jesús en este misterio, e imitándolos a El y a Ti, deje reinar en mí a la Divina Voluntad, como en el Cielo así en la tierra.  Amén

9ª  Hora

9º Exceso de Amor


El Amor agonizante que quiere ser vencedor



Hija mía, mi estado es siempre más doloroso; si me amas, ten tu mirada fija en Mí, para que veas si puedes dar a tu pequeño Jesús algún consuelo, alguna palabrita de amor, una caricia, un beso, que dé tregua a mi llanto y a mis aflicciones. 

Escucha, hija mía: Después de haber dado ocho excesos de mi Amor al hombre, y aunque me correspondió malamente, mi Amor no se dio por vencido, al octavo exceso quiso agregar el noveno. 

Eran las ansias, los suspiros de fuego, las llamas de los deseos de querer salir del seno materno para abrazar al hombre. 

Y esto reducía a mi pequeña Humanidad aún no nacida, a una agonía tal, que estaba a punto de dar… mi último respiro. Entonces mi Divinidad, que era inseparable de Mí, me daba sorbos de vida, y Yo, tomaba de nuevo la vida para continuar mi agonía y volver a morir nuevamente. 

Este fue el noveno exceso de mi Amor: agonizar y morir continuamente de amor por la criatura. ¡Oh, qué larga agonía de nueve meses! ¡Oh, cómo me ahogaba y me hacía morir el amor! Y si no hubiera tenido mi Divinidad conmigo, la que me daba continuamente la vida cada vez que estaba por morir, el amor me habría consumido antes de salir a la luz del día”. 

Luego agregaba: “Mírame, escúchame cómo agonizo, cómo late mi pequeño corazón, se afana, arde; mírame, ahora muero”. 

Y guardaba profundo silencio. Yo me sentía morir, se me helaba la sangre en las venas y temblando le decía: “Amor mío, Vida mía, no mueras, no me dejes sola. Tú quieres amor y yo te amaré, no te dejaré jamás, dame tus misma llamas para poder amarte más y consumirme toda por Ti”.

Oración final

Un Padre Nuestro, Ave María y Gloria

Y junto a Nuestra Madre Inmaculada, a Luisa y a nombre de todas las generaciones del pasado, presente y futuro, te pedimos que Venga el Reino de tu Divina Voluntad a reinar en nuestra alma; y por las intenciones del Papa y de toda la Iglesia en el Divino Querer.


En el nombre del Padre y del Hijo y del Espíritu Santo.  Amén

Profundicemos

Con los escritos de la S. D. Luisa Piccarreta


9ª  Hora

9º Exceso de Amor


El Amor agonizante que quiere ser vencedor




1-Vol. 20 , cap. 40   Lamentos y dolores por la privación de Jesús.  Penas de Jesús en el seno materno

2- Vol. 17 cap. 24 diciembre 1, 1924  La Divina Voluntad rechazada por las criaturas siente la muerte del bien que quiere hacer

3- Vol. 20, cap. 26  Cómo la Divina Voluntad está agonizante en medio de las criaturas, y cómo quiere salir de este estado

Del 9no. Exceso de Amor:  

Este fue el noveno exceso de mi Amor: agonizar y morir continuamente de amor por la criatura. ¡Oh, qué larga agonía de nueve meses! ¡Oh, cómo me ahogaba y me hacía morir el amor! Y si no hubiera tenido mi Divinidad conmigo, la que me daba continuamente la vida cada vez que estaba por morir, el amor me habría consumido antes de salir a la luz del día”. 



De los escritos de la S. D. Luisa PiccarretaVol. 20 , cap. 40 diciembre 24, 1926

Lamentos y dolores por la privación de Jesús.  Penas de Jesús en el seno materno…



“¿Quieres ver cómo estaba en el seno de mi Mamá Soberana y lo que en él sufría?”

Ahora, mientras esto decía se ha puesto dentro de mí, en medio de mi pecho, extendido, en un estado de perfecta inmovilidad, sus piecitos y manitas estaban tan tiesos e inmóviles que daban piedad, le faltaba el espacio para moverse, para abrir los ojos, para respirar libremente, y lo que más desgarraba era verlo en acto de morir continuamente.  Qué pena ver morir a mi pequeño Jesús, yo me sentía puesta junto con Él en el mismo estado de inmovilidad.  Entonces, después de algún tiempo el niñito Jesús estrechándome a Sí me ha dicho:

“Hija mía, mi estado en el seno materno fue dolorosísimo, mi pequeña Humanidad tenía el uso perfecto de razón y de sabiduría infinita, por lo tanto desde el primer instante de mi concepción comprendía todo mi estado doloroso, la oscuridad de la cárcel materna, no tenía ni siquiera un hueco por donde entrara un poco de luz.  ¡Qué larga noche de nueve meses!  La estrechez del lugar que me obligaba a una perfecta inmovilidad, siempre en silencio, no me era dado gemir, ni sollozar para desahogar mi dolor, cuántas lágrimas no derramé en el sagrario del seno de mi Mamá sin hacer el mínimo movimiento, y esto era nada, mi pequeña Humanidad había tomado el empeño de morir tantas veces, para satisfacer a la Divina Justicia, por cuantas veces las criaturas habían hecho morir la Voluntad Divina en ellas, haciendo la gran afrenta de dar vida a la voluntad humana, haciendo morir en ellas una Voluntad Divina.  ¡Oh! cómo me costaron estas muertes; morir y vivir, vivir y morir, fue para Mí la pena más desgarradora y continua, mucho más que mi Divinidad, si bien era Conmigo una sola cosa e inseparable de Mí, al recibir de Mí estas satisfacciones se ponía en actitud de justicia, y si bien mi Humanidad era santa y también era la lamparita delante al Sol inmenso de mi Divinidad, Yo sentía todo el peso de las satisfacciones que debía dar a este Sol Divino y la pena de la decaída humanidad que en Mí debía resurgir a costa de tantas muertes mías.  Fue el rechazar la Voluntad Divina dando vida a la propia lo que formó la ruina de la humanidad decaída, y Yo debía tener en estado de muerte continua a mi Humanidad y voluntad humana, para hacer que la Voluntad Divina tuviera vida continua en Mí para extender ahí su reino.  Desde que fui concebido, Yo pensaba y me ocupaba en extender el reino del Fiat Supremo en mi Humanidad, a costa de no dar vida a mi voluntad humana, para hacer resurgir a la humanidad decaída, a fin de que fundado en Mí este reino, preparase las gracias, las cosas necesarias, las penas, las satisfacciones que se necesitaban para hacerlo conocer y fundarlo en medio de las criaturas.  

Por eso todo lo que tú haces, lo que hago en ti para este reino, no es otra cosa que la continuación de lo que Yo hice desde que fui concebido en el seno de mi Mamá.  Por eso si quieres que desenvuelva en ti el reino del Eterno Fiat, déjame libre y no des jamás vida a tu voluntad”... 

Fiat Divina Voluntad

De los escritos de la S. D. Luisa PiccarretaVol. 17 cap. 24 diciembre 1, 1924

La Divina Voluntad rechazada por las criaturas siente la muerte del bien que quiere hacer


Me sentía sumamente amargada, y mientras rezaba, lloraba mi dura suerte de estar privada de Aquél que forma toda mi vida.  Mi estado es irremediable, nadie se mueve a piedad de mí, todo es justicia, y además, ¿quién se querrá mover a piedad de mí, si Aquél que es la fuente de la piedad me la niega?  Ahora, mientras lloraba y rezaba me sentí tomar las manos entre las manos de Jesús, y elevándome a lo alto ha dicho:

“Vengan todos a ver un espectáculo tan grande y jamás visto ni en el Cielo ni en la tierra:  Un alma muriendo continuamente por puro amor mío”.

Al hablar de Jesús se han abierto los Cielos y toda la jerarquía celeste me miraba, también yo me miraba y veía mi pobre alma marchita y muriendo como una flor que está por marchitarse sobre su tallo, pero mientras moría, una secreta virtud me daba vida; ¡ah! tal vez es la justicia punitiva de Dios que justamente me castiga.  ¡Dios mío, Jesús mío, ten piedad de mí, piedad de una pobre moribunda!  Es la suerte más dura la que me toca entre todos los mortales: ¡Morir sin poder morir!  Después, mi dulce Jesús casi por toda la noche me ha tenido entre sus brazos para darme la fuerza y asistirme en mi agonía.  Yo creía que finalmente tenía compasión de mí y me llevaba con Él, pero en vano.  Después de que me reanimó un poco, me dejó diciéndome:

“Hija mía, mi Voluntad está recibiendo continuas muertes por parte de las criaturas, Ella es vida, y como vida quiere dar la vida de la luz, pero la criatura rechaza esta luz, y en efecto, no recibiéndola, esta luz muere para la criatura y mi Voluntad siente la pena de la muerte que la criatura ha dado a esta luz.  Mi Voluntad quiere hacer conocer los méritos, las virtudes que contiene 

y la criatura rechaza este conocimiento con los méritos y las virtudes que contiene, 

y mi Voluntad para la criatura muere a este conocimiento y a los méritos y a las virtudes que contiene mi Querer, 

y mi Voluntad siente la pena de la muerte que la criatura ha dado a las virtudes y méritos de mi Querer; 

y así si quiere dar amor y no es recibido, siente la muerte dada al amor; 

si quiere dar la santidad, la gracia, siente darse por la criatura la muerte a la santidad y a la gracia que quiere dar, 

así que es continua la muerte que siente al bien que quiere dar.  Y además, ¿no sientes tú en ti la muerte continua que sufre mi Voluntad?  Viviendo tú en Ella estás obligada, como connaturalmente, a tomar parte en estas muertes que sufre mi Voluntad, y a vivir en un estado de continua agonía”.

Yo al oír esto he dicho:  

“Jesús, amor mío, no me parece que sea así, es tu privación la que me mata, que me quita la vida sin hacerme morir”.

Y Jesús: “Mi privación por una parte, mi Voluntad por la otra, que teniéndote absorbida en Ella te hace partícipe de sus penas.  Hija mía, en el verdadero vivir en mi Querer no hay pena que mi Voluntad reciba de las criaturas, que no haga partícipe al alma que vive en Ella”. 

Fiat Divina Voluntad



De los escritos de la S. D. Luisa PiccarretaVol. 20, cap. 26  noviembre 19, 1926

Cómo la Divina Voluntad está agonizante en medio de las criaturas, y cómo quiere salir de este estado


Mi siempre amable Jesús, atrayéndome en su adorable Voluntad, me hacía ver y sentir las condiciones dolorosas en las cuales la ponen las ingratitudes de las criaturas, y suspirando de dolor me ha dicho:

“Hija mía, las penas de mi Voluntad Divina son inenarrables e inconcebibles a la naturaleza humana.  Ella está en todas las criaturas, pero está bajo la opresión de una tremenda y desgarradora agonía, porque en vez de darle el dominio para hacerla desarrollar su vida en ellas, la tienen reprimida sin darle libertad de obrar, de respirar, de latir.  Así que la voluntad humana obra, respira libremente, late como quiere, y la mía está sólo para servirla, para contribuir a sus actos y estar dentro de esos actos agonizante, sofocada bajo el estertor de una agonía de largos siglos.  Mi Voluntad se agita en la criatura bajo la opresión de una agonía desgarradora, y su agitarse son los remordimientos de conciencia, las desilusiones, los reveses, las cruces, el cansancio de la vida y todo lo que puede dar molestia a las pobres criaturas, porque es justo que teniendo ellas a una Voluntad Divina en la cruz y siempre bajo el estertor de la agonía, Ella con su agitarse las llame, no pudiendo hacer diversamente porque no tiene dominio, quién sabe si entrando en ellas mismas, al ver la infelicidad que les da su mala voluntad, puedan darle un poco de respiro y de tregua a su dolorosa agonía.  Es tan dolorosa esta agonía de mi Voluntad, que mi Humanidad, que la quiso sufrir en el huerto de Getsemaní, llegó a buscar ayuda de mis mismos apóstoles, la que no obtuvo, y fue tanto el espasmo que sudé sangre viva y sintiéndome sucumbir bajo el peso enorme de una agonía tan larga y tremenda de mi Voluntad Divina, invoqué a mi Padre Celestial que me ayudara diciéndole: ‘Padre, si es posible pase de mí este cáliz’.  En todas las otras penas de mi Pasión, por cuán atroces, no dije nunca: ‘Si es posible pase esta pena’; más bien sobre la cruz grité ‘sitio’, tengo sed de penas.  En cambio, en esta pena de la agonía de la Voluntad Suprema sentí todo el peso de una agonía tan larga, todo el desgarro de una Voluntad Divina que agoniza, que se agita en las generaciones humanas.  ¡Qué dolor!  No hay dolor que pueda igualarlo.  Ahora el Fiat Supremo quiere salir, está cansado y a cualquier costo quiere salir de esta agonía tan prolongada, y si tú oyes de flagelos, de ciudades derrumbadas, destrucciones, no son otra cosa que las fuertes sacudidas de su agonía, porque no pudiendo más, quiere hacer sentir a la familia humana su estado doloroso y cuán fuertemente se agita en ellas sin que ninguno le tenga compasión, y haciendo violencia, con su agitación quiere hacer sentir que existe en ellas, pero que no quiere estar más en agonía, quiere la libertad, el dominio, quiere desarrollar su Vida en ellas.  ¡Qué desorden hija mía en la sociedad porque no reina mi Voluntad!  Sus almas son como habitaciones sin orden, todo de cabeza, la peste es tan horrible, más que cadáver putrefacto, y mi Voluntad con su inmensidad que no le es dado retirarse ni siquiera de un latido de criatura, agoniza en medio a tantos males, y esto es en el orden general de todos; en el orden particular hay más aún, en los religiosos, en los clérigos, en quien se dice católico, mi Voluntad no sólo agoniza, sino que la tienen en estado de letargo, como si no tuviera vida.  ¡Oh! cómo es más duro, porque en la agonía al menos me agito, tengo un desahogo, hago sentir que existo en ellos, aunque agonizante, pero en el estado de letargo está la total inmovilidad, el estado de muerte continuado y por eso se ven sólo las apariencias, los vestidos de vida religiosa, porque a mi Voluntad la tienen en letargo, y como la tienen en letargo su interior está adormecido, como si la luz, el bien no fuera para ellos y si alguna cosa hacen al exterior, está vacía de Vida Divina y se resuelve en humo de vanagloria, de estima propia y de agradar a las otras criaturas, y mi Supremo Querer mientras está dentro queda fuera de su obrar.  Hija mía, qué afrenta, cómo quisiera hacer sentir a todos mi tremenda agonía, el estertor continuado, el letargo en el cual ponen a mi Voluntad, la causa es porque quieren hacer su voluntad, no la mía, no la quieren hacer reinar, no la quieren conocer, y por eso quiere romper los diques con sus sacudidas, a fin de que si no la quieren conocer y recibir por vía de amor, la conozcan por vía de justicia.  Así que mi Voluntad cansada de esta agonía de siglos quiere salir, y por eso prepara dos modos: El modo triunfante, que son sus conocimientos, sus prodigios y todo el bien que llevará el Reino del Fiat Supremo, y el modo de justicia para quien no la quiere conocer triunfante, por tanto estará en las criaturas escoger el modo como la quieran recibir”.

Fiat Divina Voluntad