Por los Dolores 

y Soledad 

de María

Santísima


De los Manuscritos de la Divina Voluntad

"Fue constituida 

Reina de los mártires y de todos los dolores"


De los escritos de la  S. D.  Luisa PiccarretaVol 19-36 (4 al 6) Julio 11  1926

Así como se supo que para formar el Reino de la Redención los que más sufrieron fueron Jesús y su Mamá, así será necesario conocer quién ha sufrido por el Reino del Fiat Supremo


Desde hace algunos días mi dulce Jesús no me había dicho nada acerca de su Santísima Voluntad, más bien se hacía ver triste, en acto de golpear a las criaturas. Hoy, como si quisiera salir de su tristeza, porque cuando habla de su Voluntad parece que se pone en fiesta, al salir de dentro de mi interior me ha dicho:

“Hija mía, quiero consolarme, hazme hablar del Reino de mi Supremo Querer”.

Y yo:  “Amor mío y vida mía, Jesús, si Tú no me dices todos los secretos que hay en Él, yo, no conociendo todo, no gozaré la plenitud de los bienes que este Reino posee, ni podré darte la correspondencia del amor, de los bienes que Tú escondes, y me sentiría infeliz en medio a tanta felicidad, porque en todo lo que en Él Tú posees no corre mi ‘te amo’, será pequeño, pero es el ‘te amo’ de tu pequeña hija que Tú amas tanto”.  Y Jesús, tomando mi misma palabra me ha dicho:

“Pequeña hija mía, lo dices tú misma, cuánto es necesario el conocimiento; si es necesario para ti, mucho más para los demás.

Ahora, tú debes saber que para formar el Reino de la Redención, aquellos que se distinguieron más en el sufrir, fue mi Mamá, y si bien Ella aparentemente no sufrió ninguna pena que conocieran las otras criaturas, con excepción de mi muerte que fue conocida por todos y que fue para su materno corazón el golpe fatal y más desgarrador, más que cualquier muerte dolorosísima, pero como Ella poseía la unidad de la luz de mi Querer, esta luz llevaba a su corazón traspasado no sólo las siete espadas que dice la Iglesia, sino todas las espadas, las lanzas, los pinchazos de todas las culpas y penas de las criaturas, que martirizaban en modo desgarrador su materno corazón; pero esto es nada, esta luz le llevaba todas mis penas, mis humillaciones, mis aflicciones, mis espinas, mis clavos, las penas más íntimas de mi corazón.  El corazón de mi Mamá era el verdadero sol, que mientras se ve sólo luz, esta luz contiene todos los bienes y efectos que recibe y posee la tierra, así que se puede decir que la tierra está encerrada en el sol; así la Soberana Reina, se veía solamente su persona, pero la luz de mi Supremo Querer encerraba en Ella todas las penas posibles e imaginables, y por cuanto más íntimas y desconocidas estas penas, tanto más estimables y más potentes sobre el Corazón Divino para impetrar el suspirado Redentor, y más que luz solar descendían en los corazones de las criaturas para conquistarlas y atarlas en el Reino de la Redención.  Así que la Iglesia de las penas de la Celestial Soberana conoce tan poco, que se puede decir que son sólo las penas aparentes, y por eso da el número de siete espadas, pero si conociera que su materno corazón era el refugio, el depósito de todas las penas, que la luz de mi Voluntad todo le llevaba y nada le ahorraba, no habría dicho siete espadas, sino millones de espadas, mucho más que siendo penas íntimas, sólo Dios conoce la intensidad del dolor de ellas, y por eso con derecho fue constituida Reina de los mártires y de todos los dolores; las criaturas saben dar el peso, el valor a las penas externas, pero de las internas no atinan a darles el justo valor.  Ahora, para formar en mi Mamá primero el Reino de mi Voluntad y después el de la Redención, no eran necesarias tantas penas, porque no teniendo culpas, la herencia de las penas no era para Ella, su herencia era el Reino de mi Voluntad, pero para dar el reino de la Redención a las criaturas, debió sujetarse a tantas penas, así que los frutos de la Redención fueron madurados en el reino de mi Voluntad poseído por Mí y por mi Mamá.  No hay cosa bella, buena y útil que no salga de mi Voluntad.  Ahora, unida a la Soberana Reina vino mi Humanidad, Ella quedó escondida en Mí, en mis dolores, en mis penas, por eso poco se conoció de Ella, pero de mi Humanidad fue necesario que se conociera lo que Yo hice, cuánto sufrí y cuánto amé, si nada se conociera no habría podido formar el Reino de la Redención, el conocimiento de mis penas y de mi Amor es imán y estímulo, incitación, luz para atraer a las almas a tomar los remedios, los bienes que en Ella hay; el saber cuánto me cuestan sus culpas, su salvación, es cadena que los ata a Mí e impide nuevas culpas.  Si en cambio nada hubieran sabido de mis penas y de mi muerte, no conociendo cuánto me ha costado su salvación, ninguno habría tenido el pensamiento de amarme y de salvar su alma. ¿Ves entonces cuánto es necesario el hacer conocer cuánto ha hecho y sufrido aquél o aquélla que ha formado en sí un bien universal para darlo a los demás?

Ahora hija mía, así como fue necesario hacer conocer quien fue Aquél y Aquélla y cuánto les costó formar el Reino de la Redención, así es necesario hacer conocer a aquélla a la cual mi paterna bondad ha escogido primera para formar en ella el Reino del Fiat Supremo, y después dar el principio de la transmisión a los demás, así como fue para la Redención, que primero fue formada entre Yo y mi Mamá Celestial y después fue conocida por las criaturas, así será del Fiat Supremo, por lo tanto es necesario hacer conocer cuánto me cuesta este Reino de mi Voluntad, y para hacer que el hombre pudiera entrar de nuevo en su Reino perdido, he debido sacrificar a la más pequeña de las criaturas, tenerla clavada por cuarenta años y más dentro de un lecho, sin aire, sin la plenitud de la luz del sol que todos gozan, cómo su pequeño corazón ha sido el refugio de mis penas y de aquéllas de las criaturas, cómo ha amado a todos, rogado por todos, defendido a todos y cuántas veces se ha expuesto a los golpes de la Justicia Divina para defender a todos sus hermanos, y además sus penas íntimas, mis mismas privaciones que martirizaban su pequeño corazón,  dándole muerte continua, porque no conociendo otra vida que la mía, otro Querer que el mío, todas estas penas arrojaban los fundamentos del Reino de mi Voluntad, y como rayos solares maduraban los frutos del Fiat Supremo, por eso es necesario hacer conocer cuánto te costó a ti y a Mí este Reino, y así por el costo puedan conocer cuánto amo el que hagan adquisición de él, y por el costo puedan apreciarlo y amarlo y aspirar a entrar a vivir en el Reino de mi Suprema Voluntad”.

Esto lo he escrito por obedecer, pero ha sido tanto el esfuerzo, que apenas he podido señalar algo de mi pobre existencia, ya que por la gran renuencia me siento helar la sangre en las venas, pero me conviene repetir siempre:  ¡Fiat, Fiat, Fiat!


Oremos, A la Reina del Divino Querer


Madre mía hermosa, que estás en el Cielo, haz que a tu Jesús no ofenda jamás; por tanto no permitas que me separe nunca de la Divina Voluntad.

Reina del Divino Querer, tómame en tu regazo materno y enséñame a vivir sólo de Voluntad Divina.

Reina Soberana, viviendo en la Divina Voluntad te pido para mí y para todos tu santa bendición descienda ésta como celestial rocío sobre los pecadores y los convierta, sobre los afligidos y los consuele, sobre el mundo entero y lo transforme al bien, sobre las almas del Purgatorio y extinga en ellas el fuego que las quema. 

Tu bendición materna sea prenda de eterna salvación para todas las almas. 

Amén