TRES ETAPAS DE LA POLITICA

Aunque en Colombia se habla mucho sobre los avances de la política y de la amplitud de la democracia, continúa siendo exactamente la misma de siempre y se repiten tres etapas plenamente definidas:

La etapa electoral, es el tiempo de la gente , cuando la apariencia de las políticas sabe a dulce; sencillos, humildes y cariñosos, sienten todos los problemas de la comunidad y les ofrecen soluciones muy lógicas y viables, se untan de pueblo y están de parte de los más débiles; pero por dentro están henchidos de hipocresía y muchas veces de odio, venganza y revanchismo, saben que lo prometido es mentira, que no les importa el dolor ajeno, si no el interés personal y las dadivas, abrazos y besos impartidos al pueblo son puro sacrificio y entienden que poseen grandes y serios compromisos para cumplir a quienes los patrocinan, que les impiden cualquier propósito social y humanitario.

El pueblo colombiano tiene muy bien asimilada esta cultura y paradójica mente la exige; el político que más lo melocie, le mienta y lo engañe es el aceptado, el elegido; por eso se han perdido muchas oportunidades de elegir políticos serios y con capacidades, que no obligan ni comprometen a su pueblo, con falsedades y zalamerías, si no que llevan un gran propósito en la mente para con su comunidad, pero que los pueblos aún no son capaces de entender y apreciar lo mejor.

La gran mayoría de los políticos están muy bien preparados para ganar las elecciones, mas no para gobernar, las dos son plenamente incompatibles.

Una vez elegido el político, se encuentra en la segunda etapa, el poder de los elegidos, el candidato a logrado el triunfo y entran en ejercicio; sus seguidores están felices y construyen castillos en el aire; los no seguidores quieren aparentar lo que no fueron y unirse a él; los marcados opositores están desahuciados y se sienten aflijados e irónicos.

El político se despoja de su dulzura y humanidad para mostrar sus verdaderas garras; los patrocinadores lo aprietan por el cuello, los grandes compromisos, su incapacidad para manejar lo que desde afuera le apareció demasiado fácil, su relación con altas personalidades, su comodidad y alto linaje, lo convierten en presa muy fácil de la ley de hierro de la oligarquía; aislándolo del mundanal ruido, dentro de un alfombrado y fino edificio, lleno de sirvientes que por ahora todo le pertenece; en donde las adulaciones y reverencias provienen de todos los puntos cardinales, su gran poder permite que toda decisión se convierta en orden y que por doquiera encuentre grandes defensores, con diversos argumentos, pero siempre sumergidos en la demagogia; mientras tanto el pueblo está afuera deseoso de ver y hablar con su gran amigo de campaña y apenas algunos vivos y perseverantes logran recoger boronas que caen de la mesa del gran ponqué.

En la medida que el tiempo pasa las personas comienzan a perder la fe y las esperanzas y se despierta el oído hacia el mandatario quien entra a la tercera etapa, el sol a las espaldas, y comienza darse cuenta que todos sus aduladores y amigos realmente fueron falsos, pues nadie está de su parte y las habladurías y el desprestigio son todos suyos a y su ilimitado Poder se ve tan reducido, que termina imponiéndose el voto castigo, para la elección de su sucesor a pesar que en época preelectoral aparece la danza de los millones y de la contratación.

Una vez entrega el mandato nadie lo asedia y si alguien lo saluda es con tono irreverente y en términos poco protocolarios, ha pasado a ser una persona del común y algo menos y si por terquedad se vuelven a presentar como candidatos en la baraja política es casi imposible que sean reelegidos.

El estado es una institución pública, cuyo objetivo es promover el desarrollo de los pueblos y establecer equidad favoreciendo a los más necesitados; sin embargo en Colombia se a convertido en una empresa privada, financiada con dinero de todos los ciudadanos, para beneficio de los más pudientes.

No obstante hay rarísimas, pero valiosísimas excepciones, de gobernantes que se ganan el amor del pueblo, por sus excelentes obras, actos y comportamiento; son los que todos quisiéramos que fueran vitalicios.

HUMBERTO GONZALEZ PESCA

Economista - Politólogo