CULTURILLAS

Algunos tipos de comportamiento generalizado de la sociedad, no son el resultado de cambios legítimos reconocidos y pronunciados en la tecnología, la ciencia, la cultura, desarrollo económico o de una tradición; sino de fenómenos adversos como la violencia y la guerra; son culturillas.

El paramilitarismo en Colombia ha engendrado una de ellas; y quizás ha puesto a pensar a muchos investigadores del por qué ese cambio tan brusco y ese comportamiento tan indeseable y reprochable de la sociedad.

Pareciera que las clases sociales hubiesen sido sustituidas por tres tipos de comportamiento, sin distingo de clase a la vez; aquellos que consciente o inconscientemente llevan un ferviente paramilitarismo por dentro, que supuestamente son la mayoría, por que les simpatizó enormemente ese tipo de anarquía; o un guerrillero, que ya está perdiendo vigencia e importancia; los dos no han hecho más que causarle incalculable e irreparable daño al país y a la sociedad; y aunque en minoría, las personas inteligentes, estructuradas, correctas y pensantes que no comulgan con ninguna de las dos anteriores, es decir, que van por en medio, por un camino recto, sin torcerse hacia ninguno de los lados.

El paramilitarismo es el fruto de un avaro politiquero, que encontró por esta vía, sin importarle la maldad que podría causar a su país y a sus semejantes, la forma más fácil y segura de conseguir el poder, ejercerlo a su antojo y sostenerse por un prolongado tiempo en él.

El paramilitarismo fortaleció enormemente la ley del más fuerte, con una especie de pandillaje, quien más tenga guardaespaldas puede hacer lo que quiera y humillar y ofender a los demás, es quien tiene todos los derechos, aprendieron a obedecer o a hacer obedecer con el poder y las balas y a sacarle la máxima utilidad de los demás, por la fuerza o la mentira y el engaño.

Esta secuela se observa frecuentemente en los desórdenes callejeros, que se constituyen como símbolos de poder; familias grandes o grupos de amiguillos que son capaces de serrar una vía para jugar futbol o para hacer una fiesta con música a todo volumen, gritos, durante toda la noche, sin importarles la tranquilidad de toda una comunidad. Los piques en motos y carros y los perros de presa, igualmente inspiran el infinito poder de esos individuos etc.

El resultado una generación agresiva, emulando al grupo armado o prevenida, en respuesta a la represión, con una total descomposición social, en que se disparó la maldad y la corrupción sin límites, el narcotráfico y la drogadicción, el altruismo y la solidaridad desaparecen, solo hay indiferencia, sálvese quien pueda, solamente se admira se adula se respeta y se sigue a quien tenga el salvaje y agresivo poder, todos tienen ansia de poseer poder, mucho poder, aunque fuese en la imaginación, son Pablitos o Castañitos.

De ahí que se incrementaron y buscan fortalecerse las tribus urbanas y los modernos grupos paramilitares, las bacrim.

Por eso quienes apenas eran jóvenes o niños en la época del reinado del paramilitarismo; ahora es normal que muchos asesinen cruel y despiadadamente a sus padres esposos o esposas y a sus propios hijos o a indefensas e inocentes personas y la anarquía y la inseguridad ciudadana, son absolutas.

Muchos individuos usurpan el derecho de los demás, justificándose en la igualdad de derechos.

Igualmente en el léxico aparecen frases que las pronuncian a toda hora y en todo lugar “si Dios quiere” “gracias a Dios”; claro, Israel el pueblo de Dios, es la cuna y centro del paramilitarismo.

Los famosos interiores bóxer y otros atuendos tienen el mismo origen paramilitar; los negocios ilícitos, la economía canibalezca se fortaleció y hasta la cultura, como composiciones musicales grotescas, desafiantes y agresivas.

Indudablemente para los gobiernos es muy favorable que haya descomposición social, anarquía, inseguridad ciudadana; por que el pueblo mismo se golpea, se castiga, se individualiza; es un pueblo humillado y ofendido por sí mismo; que se destruye y se entretiene, dejando a los mandatarios tranquilos y libres de responsabilidades y pueden cometer todos los errores y actos de corrupción inobjetablemente; además, aparentando autoridad, se tornan indispensables. De ahí que la injusticia y la impunidad tienen razón de ser, con la complacencia de los gobernantes, y el ilimitado poder, influencias y el inmenso tejido de corrupción de los intocables.

Por último, la televisión Colombiana ha simpatizado tanto con la narco- parapolítica, que inundó su programación con películas y obras de este tipo, incluso repitiéndolas muchas veces, retroalimentando el espíritu de aquellos simpatizantes o de quienes aún viven ese horrendo mundo

HUMBERTO GONZALEZ PESCA

Economista-Politólogo.