BIENAVENTURADOS LOS MISERICORDIOSOS

Los sacerdotes de todas las sectas cristianas pregonan a los cuatro vientos y con mucha vehemencia, casi con súplica y todos los días la misericordia, la caridad que se debe tener para con los pobres y necesitados y traen a colación muchos pasajes bíblicos enternecedores y admirables de Jesucristo practicando esa bienaventuranza en su época.

Sin embargo sus jefes políticos y ellos mismos, los sacerdotes, predican pero no aplican; es casi imposible encontrar un sacerdote o monja de cualquier secta brindando un mendrugo de pan, vestido o ayuda a alguno de tantos seres humanos; niños mujeres o ansíanos, que con su lánguida mirada, desmadejado cuerpo y su carita totalmente infeliz, dicen muchísimo sin pronunciar una sola palabra.

Para una persona con valores, con ética, con personalidad, sería muy vergonzoso y no se atrevería a pronunciar esos discursos tan bonitos tristes y dolorosos a la vez desde el pulpito; capaces de entristecer y hacer arrodillar hasta al más fuerte de corazón, sin poner en práctica ni siquiera uno solo de tantos ejemplos que brindan y que por el contrario al bajarse de allí sienten asquerosidad hacia los desdichados hambreados y sucios y malolientes harapientos; no por que ellos quieran sino porque la situación los obliga a estar así.

Quien ha visto a los sacerdotes auxiliando socorriendo a los heridos desesperados huérfanos o solitarios e inciertos que caen en desgracia en una catástrofe, o accidente, o prestando ayuda, reanimando y orientando a tantas personas, para salir de la indigencia o del infierno de la drogadicción, en que los han hecho caer los narco-parapolíticos; con tal de vender sus drogas, para agigantar aún más sus colosales fortunas, Dios sus bienaventuranzas y sus finos predicadores no tienen compasión.

A los sacerdotes solamente les interesa tocar diariamente las partes más dolorosas y vulnerables de la sociedad y de los individuos, el corazón, la sensibilidad, la humillación, la intimidad, el amor, la culpabilidad, el agotamiento, las desilusiones, las desesperanzas, el dolor, el miedo, la libertad, para embrutecerlos y entregárselos a sus jefes, los políticos, poderosísimos dioses a quienes hay que adorar, admirar, seguir, defender, temer, respetar, rendir tributo y rogar para que concedan una limosna; por eso de la oratoria y el repertorio del cura o del pastor depende el número de votos y de arrodillados en cada templo y muchos ateos son menos corruptos y perversos que aquellos que de rodillas a diario besan el cáliz y beben sangre de tú sangre.

En las periferias, alcantarillas, puentes y aun en las mismas calles, de las grandes ciudades, existen millones de seres humanos durmiendo en el físico suelo, en la intemperie, mojados sin pasar por su boca alimento alguno durante muchos días, sus lánguidos cuerpos y expresión moribunda lo demuestran o en tugurios con viviendas de techos de cartón y plásticos amarrados con cabuyas, acompañados por ratas, y cucarachas, como si no fueran seres humanos.

Por su parte para los políticos, mayores causantes de toda esta tragedia de la humanidad, por su alta comodidad, roce y linaje les es imposible creer y mirar esta triste realidad y por el contrario les puede parecer fastidiosa, muy merecida por no trabajar o por tener tantos hijos e indigna de consideración; aunque en sus campañas prometen y juran que todos los problemas de los pobres en sus mandatos se acabaran, y a los ricos nunca les prometen nada, pero a ellos siempre los favorecen y los gobiernos son de ellos y para ellos.

El contraste y paradójicamente lo más peligroso y que causa tanto daño a la sociedad y que el mismo estado prohíbe, es lo que éste mismo promueve y apoya, brindando además un pésimo ejemplo; especialmente en época decembrina, cuando todos los días y en todas las ciudades, derrochan muchísimos millones en pólvora, conjuntos musicales y bebidas embriagantes y ferias y fiestas, para el pueblo; creando la cultura del alcoholismo y la bagabundería, claro que éstas actividades constituyen una excelente vitrina publicitaria para la política, el cumplimiento de compromisos de campañas y magnificas ganancias de por medio y sin riesgos, serrucho que no deja huellas.

Con estas grandes millonadas divinamente podrían brindar una merecidísima e inolvidable navidad a todos estos seres marginados y golpeados por la miseria; obsequiándoles deliciosos y suculentos alimentos, ropas y frazadas, exámenes médicos y medicamentos y mejoramiento de sus pocilgas; todos lo verían mucho mejor que los aterradores y peligrosos estallidos de la pólvora de siempre o los aburridores y ruidosos conjuntos hasta las seis de la mañana, los asquerosos agresivos y peligrosos borrachos, que a la mayoría de ciudadanos los tienen cansados, con muertos y heridos causados por ebriedad y quemados con pólvora por doquiera, para alimentar a los noticieros.

HUMBERTO GONZALEZ PESCA

Economista-Politólogo.