OLLAS

Las famosas ollas han causado demasiado daño al país, durante muchos años; destruyendo a niños, jóvenes y ancianos y a toda la sociedad.

Han convertido en desgraciados harapientos, malolientes, esqueléticos, vagabundos y delincuentes a muchísimos niños, lindas muchachas, jóvenes simpáticos, robustos e inteligentes y valiosísimos ancianos; igualmente han costado innumerables vidas inocentes.

Han asesinado en vida a facultas y eminentes personalidades, como escritores, intelectuales, deportistas, políticos; por que allí no hay distingo de clase social, sexo, raza, ni edad.

Las drogas destruyen todas las facultades de las personas, creando degeneramiento físico y mental y odio y rebeldía, contra el estado, la sociedad, la superación, la familia y contra sí mismos; daños por demás irreversibles e insuperables, por la misma adicción que estas producen; siendo una de las diez plagas que azotan al mundo actual.

Eso sí han enriquecido rápida, brutal y muy fácilmente a muchos delincuentes, propietarios de las ollas; convirtiéndolo en uno de los renglones más rentables del universo y diversificando la calidad y presentación de las drogas.

Los estrategas “gerentes propietarios” de las ollas poseen excelentes métodos para su comercialización y ampliación de cobertura; utilizan asesores comerciales, muy bien capacitados, que inducen especialmente a jóvenes inocente e ingenuos, mediante la prueba, tratamientos psicológicos con consejos a través de una falsa amistad; por la fuerza con amenazas a través de las famosas pandillas o los “gallos” de peleas callejeras, después de darles una puñetera, les ofrecen protección, entrando a dominarlos e incluirlos en su grupo y obviamente como extraordinarios cliente, puesto que se sienten muy agradecidos y con plena confianza por el respaldo de sus grandes “amigos”, que ni sus propios padres lo hacen o engañándolos, brindándoles dulces o alimentos impregnados de drogas y luego inyectan en el drogadicto una identidad y orgullo de serlo, etc.

Cuando las facultades se pierden y la adición se torna exigente, para conseguir con suma urgencia el dinero para adquirir más droga, para tan urgente necesidad, surge el ladrón, el delincuente; entonces los grandes empresarios de las ollas no pueden perder tan valiosa oportunidad y aparece un sector complementario, ellos compran a un muy bajo precio lo que sus clientes zombis roban o se lo cambian por más droga.

Estos clientes tienen todas las comodidades, garantías e incluso protección, dentro de los reservados de las ollas, botan al piso sucios colchones, donde se tiran los drogados en hileras, cuan grupos de enfermos en un hospital, a pasar la pea; les brindan créditos, que pueden multiplicarse muchas veces más de lo real, pues el drogado es un amnésico y también les brindan protección en caso de llegar un cliente corrido por la policía, lo esconden y si el agente persiste en que aquí entró, le responde tranquilamente el gerente, “usted sabe que aquí entran muchos muchachos” y desde luego le impide entrar, por que es una propiedad privada.

Estos propietarios, además gozan del respeto, aprecio, credibilidad y amabilidad de sus empedernidos clientes; quienes les dan títulos nobiliarios, por decir algo, don William, don Pedro, don Saúl doña Marina, Etc. O simpáticos y cariñosos remoquetes como cara de monstruo.

Pero no hay poder humano ni divino que pueda acabar con las ollas, excepto que en ellas asesinen a algún político de peso, de lo contrario hacen escándalos y simulacros pero de ahí no pasa.

Los economistas modernos han demostrado que cada oferta crea su propia demanda, pero nuestras autoridades en este caso, aseguran que es la demanda la que hace que exista la oferta, por lo tanto los pobres propietarios de las ollas no tienen la culpa absolutamente de nada, si les van a comprar drogas a sus ollitas, son los drogadictos a quienes hay que perseguir y acabar y son ellos los verdaderos delincuentes y causantes de todos los males, dicen nuestras inteligentes autoridades y políticos.

Entonces proceden a perseguirlos, capturando muchas veces a personas inocente, empapelándolos hasta los ojos e inculpándolos hasta de la muerte de colon y los azotes de Jesucristo y golpeándolos, torturándolos, violándoles todos los derechos humanos habidos y por haber, incluso disque en los comandos tienen tanques subterráneos. Donde los lavan y meten hasta que están casi asfixiados los vuelven a sacar.

Supuestamente, las famosas limpiezas las hacen los siginetos, no sé qué será eso, para acabar con los drogadictos y la delincuencia y sembrar el escarnio en los demás, sin embargo cada vez el reclutamiento de nuevos adictos hecho por las ollas aumenta sin precedentes, y el incremento, la fuerza y descaro de éstas son contundentes; es normalidad, es casi legalidad.

La razón es muy sencilla el narcotráfico es poderosísimo y es toda una cadena, cuyos mayores accionistas y máximos jefes, al parecer son los altos políticos, administradores del estado y comandos de las fuerzas armadas, por eso cuando hay un policía con ética y valores y quiere actuar con justicia y con razones, es destituido fulminantemente de su cargo, mientras aquel que apoya la causa merece los honores y ascensos del caso, además el narcotráfico es poderosísimo económica y políticamente, y es el que quita y pone reyes, seguramente el compromiso vital con los políticos debe ser respetarlo y apoyarlo o aparece el soborno para quien quiera tocar sus intereses; mientras la gente se muere en la adversidad y entre la mentira.