PARO

Un paro es un ejercicio o actividad, realizada por los grupos de presión, o por los políticos opositores del gobierno de turno; justificado supuestamente por descontentos causados por los errores y/o arbitrariedades, cometidas por los gobernantes; con el ánimo de obligarlos a corregirlos, hacer ajustes y brindar participaciones, o privilegios a los sectores o gremios que los hagan.

Pero en el fondo, los paros constituyen un jugosísimo negocio y logro de intereses individuales; para sus organizadores o mal llamados líderes, para obligar a los gobernantes a aceptar grandes negociaciones pecuniarias, en que a puerta cerrada están únicamente el gobierno y ellos.

Cuando son políticos de oposición, quienes lideran esos paros, su objetivo es desprestigiar a los gobernantes, para que les quede libre y fácil el camino, en las próximas elecciones para ser elegidos y tomarse o retomar el poder.

Como si fuera una campaña política, despliegan grandes discursos de convencimiento y hasta pagan a las personas, para que se unan y coadyuven en el paro, mal-utilizando al indefenso e ingenuo pueblo, que se somete por el fervor de la arenga a grandes riesgos peligrosos, materializados muchas veces en nefastas consecuencias.

Cuando son los políticos de oposición, quienes lideran estos procesos, por lo general, lo hacen desde la clandestinidad, poniendo a personas de su confianza a organizar y orientar los actos.

Indudablemente un paro cuesta muchísimo dinero, para trasladar a los participantes, su manutención, la logística, manipulación de la información a través de los medios que por dinero se prestan para hacerlo, etc, etc, etc.

Esta cantidad de dinero, junto con la “ideología” y organización son la gran “inversión” que los “excelentes líderes” hacen para obtener los jugosísimos resultados; cosa que al pueblo como tal le sería imposible.

En Colombia la historia de los paros gremiales ha sido la misma de siempre, el mismo discurso, las mismas peticiones, las mismas negociaciones y hasta los mismos negociadores e iguales resultados para el pueblo, el fracaso.

Dada la naturaleza y método utilizado por los corruptos, en Colombia, los paros toman un comportamiento masoquista y muchas veces casi de guerra, en que el pueblo se azota a sí mismo, obligando con violencia a quienes por convencimiento, por doctrina o por temor no quiere participar.

Siempre se cree que si no se utiliza la violencia, el vandalismo, la anarquía y hasta la delincuencia, deja de ser paro.

Quemar casas, carros, contaminar el ambiente, romper puertas y vidrios de los edificios, saquear los negocios, golpear a las personas y hasta matarlas o dejarlas en la ruina en sus negocios que les ha costado toda una vida para amasarlos, impedir que trabajen normalmente, muchas veces para conseguir escasamente lo de sus sustentos y deudas.

Los mismos participantes del paro, dejan de percibir jugosos ingresos y obtienen perdidas, además que paran el ritmo de sus actividades, teniendo que volver a recomenzar después del paro y hasta abandonan sus familias, parcelas, fincas, negocios, empresas, etc, para someterse a un mundo incierto, del que no saben si puedan volver o que problemas les pueda acarrear.

Lógicamente los frutos de la anarquía de quienes, parecen alucinados u orates, son muy negativos, no solamente para ellos como individuos y en recursos y en dinero, sino también en prestigio y en muchos aspectos más y para toda la sociedad y el mismo país; pues en el ámbito internacional somos vistos como elementos de muy mala clase, de ahí que los colombianos seamos temidos, odiados y rechazados en el resto del mundo y la inversión y los negocios internacionales también se tornan muy difíciles.

Al estado colombiano le cuesta mucho dinero, el despliegue de los cuerpos de “seguridad”, y la cancelación de los daños causados por los valientes y decididos integrantes activos del paro y no olvidemos que todo ese dinero ha sido aportado por nuestros propios bolsillos a través de los impuestos.

De tal manera que el resultado financiero para todos es la reducción fiscal y como consecuencia una mayor contracción económica.

La escases, se generaliza y es aprovechada por los vivos, para especular al máximo, incluso desde antes de iniciado el paro y hasta mucho después de terminado.

Un verdadero paro debe ser plenamente planificado, civilizado y a la luz pública, con la verdad y nada más que la verdad, tanto en su desarrollo, como en sus resultados, en que quepa algo de la hipotética y alharaquienta democracia, en la praxis, desechando de tajo esos viejos métodos del siglo antepasado.

HUMBERTO GONZALEZ PESCA

Economista-Politólogo.