COSTOS INVISIBLES

Nuestros padres de la patria han entregado al país a la guerra, la corrupción, la maldad, la desidia, el desprestigio, la inseguridad, la miseria, la injusticia, la desigualdad, el atraso, la indiferencia; gracias a la infinita ambición de riqueza y de poder, generadas por el narcotráfico y la producción de petróleo.

El narcotráfico, manejado y explotado por presidentes y políticos de alta gama, tuvo gran auge en el comercio internacional, pero ante el decidido control ejercido por los otros países, especialmente los EU; se vio obligado a conquistar el consumo doméstico, donde encontró un terreno muy abonado, con una juventud decepcionada, angustiada, fracasada, marginada, frente a un país convulsionado en descomposición e indiferente, que lo único que ofrece son guerras, persecución y odio.

Esta sucia estrategia de nuestros gobernantes, ha tenido unos elevadísimos costos sociales, que ni el país, ni los investigadores han querido darle la importancia que le corresponde y que son de igual o quizá de mayor magnitud que los producidos por el narcotráfico como tal.

Su expansión y generalización en la juventud y aun en los mismos viejos, es tan amplia que fácilmente podemos afirmar que Colombia es un país de enfermos drogadictos y que directa o indirectamente todos somos consumidores, como en la época del cigarrillo, el ambiente por todas partes está polucionado por el fastidioso y nocivo humo y olor de la marihuana y los químicos y todo es normal para las autoridades y aun para una súper-tolerante, alcahueta e indiferente sociedad.

Además que los viciosos son unos enfermos, caracterizados por la agresividad y alta peligrosidad causadas por los efectos psicosomáticos de las drogas, como la inmensa auto-culpabilidad y marginamiento que sienten estos individuos, el degeneramiento y muerte en vida que culmina con la indigencia y autodestrucción fatal digna de pánico, asco y de lástima por cualquier ser humano normal; las calles son verdaderos hospitales de sucios, harapientos y lánguidos indigentes tendidos en los andenes, que su única esperanza es el fin de su vida, la muerte, causada por el hambre y la enfermedad.

Las facciones, el lenguaje y el comportamiento de los drogadictos son denigrantes e irreversibles, con una nación totalmente indiferente y por el contrario, en los programas radiales y de televisión son motivo de chistes y de burla, símbolo de un país totalmente atrasado.

Las drogas han desaparecido a muchos valores y potencialidades, jóvenes fuerte y apuestos con mucho futuro, escritores, deportistas, artistas, etc.

Indudablemente los mecanismos utilizados por los políticos para el manejo y control del mercado de las drogas continúan siendo los grupos armados al margen de la ley, las BACRIM, o neo-paramilitares, que constituyen una infinita, férrea y organizada cadena que aprovechan y hacen el desorden, camuflándose con facilidad, como pandillas de drogadictos e inconformes, para distraer a la sociedad y causarle los más enormes perjuicios.

En ese asqueroso mundo, absorben cada vez más a muchachos sanos, inocentes e ingenuos hacia las drogas a quienes posteriormente los reclutan para fortalecer a sus pandillas delincuenciales y como expendedores (gibaros) y capturadores de nuevos “clientes”.

Tanto el drogadicto raso como los de pandilla tienen como principal actividad atraco a mano armada y el crimen, sus armas son los puñales, que los jefes enseñan incluso públicamente en las calles a lanzar directamente al corazón y sus crímenes diariamente son innumerables, incluso cuando el atracado no posee que robarle lo asesinan como castigo y la mayoría apenas constituyen espectaculares noticias para la prensa, la radio y la televisión. Los mismos propietarios de las ollas tienen puntos de compra de lo robado que pagan a precios irrisorios o sencillamente se los cambian por más drogas.

Las ciudades y los barrios invadidos por esos individuos, pierden totalmente el orden, la tranquilidad, seguridad su valor y se estancan, por el pánico que les causa ese terrorismo; hay desplazamiento individual y masivo, todo el mundo quiere vender sus propiedades e irse para otro lugar y nadie quiere comprar, ni siquiera con los precios más bajos, los negocios enrejados pierden ventas y se quiebran, nadie se atreve a denunciarlos o a pedir ayuda a la policía, porque además de ser totalmente infructuosa se teme por las represalias que desde luego es la perdida de la vida propia o de la familia, las personas tienen que vivir humilladas a su merced tolerarles hasta lo imposible, ni siquiera mirarles a la cara por que les causa ofensa y les responden con horrendas groserías y si alguien les reprocha sus malos actos, lo acaban a puñaladas.

Por lo general la policía azota tortura y empapela, pero a los más inocentes e inofensivos, pero con los más fuertes, conocidos por sus maldades no se meten para nada y menos aún con las ollas “oficiales” saben dónde funcionan y todo lo demás, pero con ellas nada que ver.

Igualmente los efectos de las drogas conllevan a un sinnúmero de accidentes de tránsito, sin embargo siempre se los atribuyen al alcoholismo.

Es curioso que a pesar de manejar tanto dinero, similar al petróleo o incluso más, sus expendios están en los peores lugares y pocilgas y sus avisos son desechables como sus clientes, un par de tenis viejos sucios y rotos, colgados en las cuerdas de la luz, allí funciona una olla o es un punto de encuentro del jibaro con sus clientes; aunque ya hay clubes, donde ofrecen colchones viejos y sucios tirados en el piso para que los drogados pases su borrachera y además están bajo protección.

Mientras los reyes, dioses del estado, presidentes, héroes jefes, patrones, padres de la patria, como se les quiera llamar, ven desbordar sus infinitas riquezas a costa de todos estos inocentes seres; supuestamente Álvaro Uribe es quizá el mayor héroe, aportante en el narcotráfico doméstico que en sus dos gobiernos adquirió el extraordinario auge y quien continua obteniendo excelente riqueza, fruto del mismo.

Obviamente como en todo boom económico, surgieron al instante los sectores complementarios y suplementarios, como las clínicas, ONGS, programas gubernamentales para la aparente atención y regeneración de los drogadictos , pero que el único propósito que persiguen es la ganancia el enriquecimiento “legal” fortaleciéndose la corrupción de los “humanitarios políticos” y la emisión de infinitas leyes y fortalecimiento de la policía para la tenaz lucha contra el narcotráfico y las ollas, simulacro para confundir a la sociedad y ejercer mayor corrupción, porque a los políticos no les interesa acabar con el mejor de sus negocios con ganancias por punta y punta y todavía mejor mantener a toda una nación alucinada, bajo los nefastos efector de las drogas, de rodillas orando por que se acabe éste castigo divino, por no creer en Dios.

HUMBERTO GONZALEZ PESCA.

Economista-Politólogo.