Vitoria-Gasteiz, aguas del subsuelo

Cuando los primeros pobladores de Gasteiz decidieron asentarse en la colina que hoy en día forma el Casco Viejo, lo hicieron pensando en las ventajas que suponía aquel enclave. Era una zona de bosque, de donde podía extraerse fácilmente la madera necesaria para la leña y para construir las viviendas; permitía una vista elevada sobre el resto de la Llanada; y sobre todo ofrecía agua en abundancia, en forma de riachuelos y zonas lacustres que favorecían la pesca y permitían cubrir las necesidades básicas de abastecimiento.

El río Batán-Abendaño a su paso por la Avenida.

Pero aquella aldea primitiva creció y hoy en día esos ríos que antaño nos dieron la vida han quedado relegados al subsuelo, atravesando la ciudad bajo el asfalto y, en ocasiones, recolectando nuestras aguas residuales. En los últimos meses hemos visto cómo uno de ellos salía otra vez a la luz para realizar un nuevo recorrido bajo el sol, demostrando que la ciudad cambia, pero la naturaleza soterrada permanece. Hablamos por supuesto del Abendaño o Batán, río que ha sido desviado ligeramente de su curso habitual para que transcurra por la primera fase del Anillo Verde Interior de la ciudad, que se corresponde con la reforma de la Avenida. Pero éstas no son las únicas aguas que la ciudad esconde bajo tierra, y es que Vitoria entera se encuentra flotando sobre una inmensa balsa de agua formada por un acuífero del cuaternario, de aproximadamente 2500 millones de años, que hace que nuestro entorno se convierta en un laberíntico entramado de ríos y aguas subterráneas. Éstas garantizan el suministro en caso de necesidad, pero en contrapartida también hace necesario el continuo uso de bombas en garajes y viviendas.

Mapa con los ríos que recorren Vitoria.

La existencia de este acuífero, de dimensiones equivalentes a 102 piscinas olímpicas, es conocido desde antiguo y siempre ha sido aprovechado por los vecinos de Vitoria para satisfacer sus necesidades de agua. En fecha tan cercana como mediados del siglo XIX existían en la ciudad 324 pozos distribuidos en 30 de las 51 calles que por aquel entonces Vitoria poseía. Y fue precisamente durante este siglo, cuando se inició el despegue poblacional de la urbe que seguimos experimentando en el presente, cuando muchos de estos ríos tuvieron que ser soterrados. Bajo nuestras calles se esconden dos afluentes del Zadorra que poseen diversos ramales bien conocidos. Uno de ellos es el compuesto por el ya mencionado Batán-Abendaño y su subafluente Abendaño-Txiki, que se junta con el Zapardiel, actualmente bajo la calle Siervas de Jesús, y al Cauce de los Molinos, que transcurre bajo la calle Los Herrán, uniendo sus destinos para morir en el Zadorra. El otro se sitúa al este de la ciudad y comprende el Errekatxiki, que circula bajo la calle del mismo nombre, el Errekaleor y el Santo Tomás, hoy en día integrados en el barrio de Salburua.

Fotografía del Pozo Artesiano en la Virgen Blanca.

Sin embargo, y a pesar de esta abundancia de recursos hídricos, no siempre fue tarea fácil extraer las aguas del subsuelo. Ejemplo de ello es la curiosa historia del llamado Pozo Artesiano, cuya construcción ocupó a los vitorianos durante cinco años, tras los cuales hubo de ser abandonada la tarea. El Pozo Artesiano se proyectó en la plaza de la Virgen Blanca y estaba pensado para abastecer a todos los habitantes. Las obras comenzaron en noviembre de 1887 y, durante el tiempo que duraron, los vecinos tuvieron que soportar el rítmico e insufrible ruido de la perforadora y de toda la maquinaria destinada a buscar la veta de agua. Tras llegar a los 1021 metros excavados y sin aparecer ni rastro del preciado líquido, el proyecto se desestimó y a día de hoy sólo queda como recuerdo de aquel intento frustrado una desapercibida losa a los pies del monumento a la Batalla de Vitoria que recuerda aquel hecho. Las bromas y chascarrillos sobre aquella sonora obra que nunca llegaba a su fin se multiplicaron en aquel tiempo, hasta el punto de que un reconocido maestro de música de la ciudad, llamado Dimas Uruñuela, se inspiró en este pozo para crear un zortziko bajo el nombre de «El Pozo Artesiano», con gran énfasis en su ritmo acompasado.

De todas estas aguas que nos envuelven, la muestra más palpable es, cómo no, el humedal de Salburua, surgido precisamente a raíz del afloramiento de estas aguas subterráneas y que es el perfecto indicador del estado de nuestros ríos invisibles. A día de hoy también integrado en la ciudad a través del Anillo Verde que nos rodea, con su presencia nos recuerda que Vitoria es un inmenso barco que navega entre ríos y que se mantiene a flote gracias a la simbiosis que los vecinos han logrado con sus aguas.


Humedal de Salburua.