Moral y religión

La teoría del mandato divino

No existe una única moral sino muchas morales. Las sociedades humanas, tan pronto entran en contacto unas con otras, son conscientes de la diversidad de normas morales, de las distintas maneras de entender nuestras obligaciones para con nuestros semejantes y de qué es lo que vale la pena lograr (lo bueno) en nuestra vida. Ante la diversidad de opiniones morales, surgen preguntas como:

Otra cuestión que surge al vivir en grandes sociedades de millones de individuos es ¿por qué debemos cumplir las normas morales? En sociedades pequeñas de decenas o cientos de personas (bandas, aldeas), las obligaciones morales se refieren a personas que conocemos por su nombre y con las nos relacionamos cotidianamente. Los lazos afectivos y la presión directa del grupo nos impulsan a cumplir con la moral de nuestra sociedad. Pero cuando las sociedades crecen, nuestras obligaciones morales se extienden a personas que no conocemos ni nosotros mismos ni nuestro grupo más cercano. Surgen así preguntas como:

Todas estas preguntas (y algunas otras) son respondidas desde un primer momento si aceptamos que:

Estos cuatro puntos resumen la teoría del mandato divino: las normas morales son mandamientos que los dioses nos imponen a los humanos. Nosotros no hemos jugado ningún papel en la creación de esas normas: nuestro papel se limita a elegir si obedecerlas o desobedecerlas.

Críticas a la teoría del mandato divino

La teoría del mandato divino sigue siendo hoy en día la explicación más aceptada de la moralidad. Para una mayoría de personas, sin el soporte divino no es posible sostener la moral, menos aún cumplirla. Si dios (o los dioses) no existieran, todo estaría permitido.

Sin embargo, no es difícil encontrar deficiencias a esta teoría:

Las sociedades cambian, y de forma muy profunda en los últimos siglos o incluso decenios. Las ciencias nos ofrecen nuevas posibilidades (donación de órganos, terapias genéticas) y hoy enfrentamos graves riesgos (cambio climático, agotamiento de recursos).Pero los mandatos divinos son eternos e inmutables y con frecuencia no contienen respuestas a las nuevas preguntas.

¿Podemos adaptar los mandamientos a nuevas situaciones? ¿O debemos vivir igual a como lo hacían los primeros fieles? Si optamos por la adaptación, ¿cómo hacerla? ¿quién puede hacerla? ¿son posibles varias adaptaciones?

Sociedades con distintas morales interactúan y en ocasiones cooperan. La convivencia requiere un mínimo acuerdo en temas morales. Pero si la moralidad depende de la fe que cada uno tengamos en nuestros dioses, ¿es posible el acuerdo entre personas de distinta fe?

En su obra titulada Eutifrón, Platón expone una crítica a la teoría del mandato divino. Su crítica, inspirada en las enseñanzas de su maestro Sócrates, acaso fuese ya planteada por el propio Sócrates y fuese una de las razones que llevasen a su enjuiciamiento y posterior condena a muerte.

La crítica aparece formulada en forma de dilema:

Dicho con otras palabras:

Si elegimos la primera alternativa del dilema, la que afirma que algo es bueno porque así lo mandan los dioses, la bondad y la maldad, la obligación moral y la justicia dependen en última instancia de un acto divino: nada sería bueno o justo si Dios (o los dioses) no lo hubiese mandado. La moralidad queda reducida o disuelta en una decisión que alguien ha tomado y que nos es impuesta. La única respuesta a las preguntas ¿por qué es esto bueno, o justo, o lo correcto? es: porque Dios (los dioses) lo manda. ¿Y por qué lo manda? Porque quiere y puede.

Si elegimos la segunda alternativa del dilema, la que afirma que los dioses mandan aquello que es bueno, entonces la voluntad de los dioses es algo secundario: los dioses son meros transmisores de lo bueno y lo justo, pero qué sea bueno o justo no lo deciden ellos. No mandan lo que se les antoja, sino que están sujetos a mandar aquello que saben que es bueno. Los dioses son meros intermediarios entre nosotros y la bondad, la justicia o la obligación moral. La justificación de estos valores no reside en que lo manden los dioses sino en alguna otra parte que habrá que investigar.

En ninguna de las dos alternativas tenemos respuesta satisfactoria a nuestras preguntas iniciales acerca de nuestra moral:

La Filosofía forma parte del pensamiento racional; no se rinde a aceptar sin comprender e intenta entender las razones por las que clasificamos las acciones en buenas o malas, justas o injustas. Así pues, es necesario seguir filosofando... y hay distintas teorías éticas que tratan la cuestión.

Nietzsche

Friedrich Nietzsche (Lützen, Alemania 1844 - Weimar, Alemania, 1900) ha sido uno de los filósofos más originales:

Crítica a la moral cristiana

Nietzsche encara frontalmente el problema del origen de nuestras valoraciones y normas morales. El desarrollo de la Filosofía, de la Ciencia y de la cultura occidental en general han hecho más y más difícil aceptar la teoría del mandato divino. Nietzsche resume su rechazo con su frase Dios ha muerto. Como antes Sócrates y Platón, encuentra insatisfactorio basar la moral en la religión, y critica esta opción desde un enfoque y con unos argumentos plenamente originales.

Es habitual resaltar la diversidad moral notando la variedad de opiniones morales en culturas diferentes: lo que es bueno y obligado aquí no lo es allá. En la Grecia clásica en la que diferentes ciudades tienen distintas leyes y normas morales, Sócrates y los sofistas han de dar alguna respuesta a la diversidad de opiniones morales que observan. El enfoque de Nietzsche no insiste tanto en la diversidad que podemos observar en distintas culturas en un mismo momento, sino en los cambios que se han producido en las opiniones morales a lo largo de la historia. Más concretamente, Nietzsche encuentra tres momentos en la historia de las ideas morales:

En su visión histórica de la sociedad, la cultura y la moralidad, Nietzsche considera que estas tres morales se suceden una a otra a lo largo de la Historia. La moral del superhombre está llamada a sustituir a la actual (en vida de Nietzsche) moral de esclavos:

Moral de señores  > > >  Moral de esclavos  > > >  Moral de superhombres

Una aportación de Nietzsche es sugerir cuáles son los motivos de estos cambios de moral:

Bueno para los señores  > > inversión de los valores > >  Malvado para los esclavos

Malo para los señores > > inversión de los valores > >  Bueno para los esclavos  

La moral nietzscheana

La vertiente crítica del pensamiento de Nietzsche ha aportado nuevas razones para rechazar la teoría del mandato divino:

Abandonada la moral de esclavos y descartado un nihilismo negativo que no propone nada y cae en la resignación pasiva y desesperanzada, ¿cuál es la aportación positiva de Nietzsche? ¿Cuál es la moral del superhombre? Aunque Nietzsche no responde con precisión, Nietzsche bosqueja las líneas generales de su propuesta moral:

Sartre

Jean Paul Sartre (París, 1905 - 1980) ha sido uno de los más influyentes filósofos del siglo XX. Escribió tanto literatura (novelas y obras de teatro) como ensayo filosófico. Su filosofía está influida por algunos de los más grandes pensadores del siglo XIX, Nietzsche y Marx, así como por algunos de los más importantes pensadores de la primera mitad del siglo XX.

Su filosofía, llamada "existencialismo" pone el acento en el individuo concreto y en su libertad para convertirse en un ser humano auténtico.

Libertad, responsabilidad y angustia

Tradicionalmente, los filósofos que han pensado el ser humano han tratado de hallar la respuesta a preguntas como las siguientes:

Buscando cuál es la esencia humana, filósofos como Aristóteles han considerado la razón y la sociabilidad las características humanas esenciales. Sartre parte de una característica definitoria del ser humano: su libertad. A diferencia de otros seres vivos, los seres humanos podemos elegir el modo en que viven su vida. Los seres humanos somos libres y por tanto nuestra vida no está trazada de antemano. A diferencia de Nietzsche, partidario del determinismo universal al que considera incompatible con la libertad, Sartre afirma la radical libertad humana.

Pero si los seres humanos no tenemos nuestra vida trazada, no tiene mucho sentido preguntarnos qué somos (cuál es nuestra esencia) sin antes haber contestado a otras preguntas:

Uno de los aspectos más importantes de la libertad es la libertad de elegir nuestra propia moral, nuestros valores y normas morales. La libertad individual lleva aparejada la responsabilidad por nuestras elecciones. Somos responsables ante nosotros mismos (responsabilidad personal) y ante los demás (responsabilidad social) de cumplir o incumplir la moral que hemos elegido. Y la posibilidad real de equivocar nuestras elecciones hace surgir en nosotros el sentimiento de angustia.

La angustia está relacionada con la emoción del miedo, pero a diferencia de éste, no se origina ante un peligro o una amenaza reales, concretas, presentes ante nuestros ojos. La angustia se origina ante la posibilidad del fracaso, ante un peligro aún no real pero posible. La angustia es una sensación desagradable con la que nos encontramos al anticipar las malas consecuencias de nuestras elecciones.

Todos los animales pueden sentir miedo, pero sólo los seres humanos pueden sentir angustia; sólo nosotros elegimos nuestra vida y anticipamos las posibles malas consecuencias que para nuestro proyecto de vida pueden tener nuestras elecciones libres.

Autenticidad y mala fe

La experiencia de la angustia nos pone tras la pista de que hay buenas y malas elecciones. Si todas las elecciones fuesen igual de aceptables, si cualquiera de los caminos que se abren ante nosotros fuese igual de bueno, no sentiríamos la angustia de poder fracasar. Una manera muy tentadora de evitar la angustia es renunciar a la libertad y a su responsabilidad asociada: si no somos libres para elegir, no somos responsables y por tanto no sentiremos angustia sobre el futuro. Sartre llama mala fe a esta manera de liberarnos de nuestra responsabilidad y analiza varias maneras en las que la mala fe puede desarrollarse:

Frente a la opción de la mala fe, la alternativa es comprometer nuestra libertad en un proyecto, este compromiso marca la diferencia entre la mala fe y la autenticidad. Cada persona tiene la opción de ser auténtica o de escapar a la responsabilidad con alguna forma de mala fe. La diferencia crucial entre una y otra alternativa es el resultado que produce en la persona: sólo la persona que elige el camino de la autenticidad está en el camino de construirse como un individuo, un ser único y comprometido con sus decisiones. Por el contrario, quien renuncia a su libertad renuncia a su individualidad. Será uno más en la sociedad, su personalidad estará disuelta en la masa social.

La autenticidad se relaciona con el compromiso, la libre elección y la asunción de responsabilidades. Pero ¿con qué comprometerse? ¿qué elegir? Ser auténtico es más un estilo que una propuesta sustantiva. Debemos afrontar nuestra libertad, crear nuestra propia moral y elegir nuestro proyecto de vida, pero ¿son todas las elecciones igualmente defendibles? ¿Son todas las morales igualmente válidas con tal de que sean auténticas?

Sartre no ofrece una respuesta definida a estas preguntas. Habiendo afirmado que la libertad sólo puede ejercerse en cada situación concreta, difícilmente podría ofrecer una propuesta moral que fuese válida para todas las personas, una respuesta para todas las circunstancias. Sin embargo, sí ofrece algunos principios generales que en su opinión deben guiar nuestras elecciones morales:

Cada individuo, atendiendo a sus particulares circunstancias personales y sociales, debe interpretar de la mejor manera posible estos dos principios. Su elección será tanto más correcta moralmente cuando más logre llevarlos a la práctica. Sartre especula que la aplicación general de ambos principios llevará a creación de una sociedad igualitaria en la que no existirá la explotación de unas personas a manos de otras y en la que todos podamos ejercer nuestra libertad al máximo de nuestras posibilidades.