Sueño (Febrero 2009) [Antes titulado "Compañía / Empatía"]

1. Domingo, 1 de febrero de 2009

-Fuera está lloviendo.

-¿Qué haces aquí? ¿Quién eres tu?

-Pensé que mi compañía te haría sentir mejor.

Avanzó lentamente hacia él y le abrazó.

-Creo que no me equivocaba- susurró mientras se apretaba contra su cuerpo dulcemente.

Cuando despertó no recordaba lo que había soñado, pero sonreía. Sonreía por primera vez en muchos días. Y se sentía bien. Una sensación de serenidad, de calma, preciosa. Casi había olvidado aquella noche infinita de angustia, incapaz de dormirse. Esa marea húmeda y espesa subiendo desde la boca del estómago hasta los ojos. Las lágrimas. Por un momento volvía a ser un sencillo humano más y la mochila de piedras en el corazón pesaba un poquito menos. Sonriendo entreabrió los ojos. Estaba en el cercanías, una mañana más, de camino al trabajo, con el abrigo y el maletín del portátil en su regazo. Rebuscó en un bolsillo interior del maletín hasta que sus dedos tocaron su ipod. Tras deserrenderar el cable de los auriculares -siempre tenían la fea costumbre de enredarse, por cuidadoso que fuera- lo puso en marcha. U2. It’s a beautiful day. Una canción alegre para un día agridulce.

La unidad de tren llegó a la estación haciendo vibrar levememente los andenes. Se detuvo con un chirrido y las puertas se abrieron. Como si se tratara de una especie de monstruo metálico, empezó a vomitar decenas, centenares de personas que hasta entonces viajaban apiñadas en sus entrañas. Como autómatas se dirigieron al paso subterráneo que cruzaba las vías. Estaba amaneciendo. El abrazo gélido del frío de la mañana se colaba entre la ropa de vestir, poco adecuada para esas temperaturas. Al salir de la diminuta estación, parte de la marea humana continuó caminando en dirección a los cercanos edificios de oficinas, que se recortaban bajo la suave claridad del alba. Otros se ordenaron en largas colas, aunque ningún poste ni marquesina lo anunciaba, las empresas habían dispuesto un servicio de autocares que comunicaba sus oficinas con las estaciones de metro y cercanías más cercanas. Lamentablemente la frecuencia no era muy buena.

Escuchó una voz a su espalda y volvió la cabeza. Y se topó con aquellos ojos color miel, un poco soñolientos. Una sonrisa tímida, y el pelo castaño, bastante corto, con las puntas hacia dentro, rozándole el rostro. Con un rápido vistazo recorrió el resto de su cuerpo. Traje de chaqueta negro, zapatos crema, camisa burdeos, abrigo negro bastante largo, guantes de piel. Colgado en bandolera un maletín en el que seguramente dormía un portátil. Igual que él. Se quitó los auriculares.

Le preguntó si aquel era la cola correcta para ir al extremo opuesto del polígono, a aquella empresa, una multinacional del sector de las telecomunicaciones. Quizás tuvo que repetir la pregunta, porque él se quedó mirándola sin decir nada más tiempo del que la cortesía aconsejaba. Le confirmó que era la cola correcta. Además él trabajaba allí. Ella le dio las gracias y volvió a sonreirle.

2. Jueves, 08 de Noviembre de 2018

De pronto los días se tornaron distintos. Encontró un aliciente a los monótonos trayectos del trabajo a casa y de casa al trabajo: Encontrarse con ella. Que estupidez, pensó. Era un adulto responsable. Con una vida por delante y por detrás. Con muchas obligaciones y compromisos. Una persona normal, en suma. ¿Cómo un rostro conocido y algunos minutos de conversación podían suponer un cambio tan grande?