Alexanderplatz (Septiembre 2022- Marzo 2023)

Buscó un lugar sin gente. Era imposible. Busco un lugar con el menor número de personas posible. Un rincón. Dejo la bici sobre el caballete central y se sentó en el suelo, a su lado, intentando ocultar su cabeza entre las rodillas. Sin conseguirlo. Recordó que su bolso estaba en la cesta de la bici, se puso en pie despacio, cogió el bolso, abrió la cremallera y rebuscó en su interior hasta encontrar un reproductor de CD portátil.

-No deberías llevarlo en la bici. Cuesta mucho. Cuesta más que vales. Lo puedes romper.

Eso le dijeron.

Lo encendió y se puso los auriculares de diadema. Y el ruido, el estruendo, orgánico, que hacía temblar el suelo y su mente, de todas esas cientos de personas a su alrededor, que no paraban de hablar y de moverse, se hizo un poco mas tenue. Pulso "reproducir" y, segundos después, la música comenzó a llenar sus oídos, su mente, su alma, su cuerpo, su corazón.


Let me take you on a trip

Around the world and back

And you won't have to move, you just sit still

Now let your mind do the walking

And let my body do the talking

Let me show you the world in my eyes


I'll take you to the highest mountain

To the depths of the deepest sea

And we won't need a map, believe me

Now let my body do the moving

And let my hands do the soothing

Let me show you the world in my eyes


World in my eyes ... Depeche Mode. El mundo en mis ojos ... el mundo a través de mis ojos. Suspiró y se dio cuenta de que estaba llorando otra vez. Allí, de pie, junto a una vieja bicicleta holandesa de color verde oliva, en medio de Alexanderplatz, a los pies de la torre de la televisión, mientras la voz de David Gahan colmaba su mente.

-Tengo que volver a casa, estoy agotada. Y cenar algo sería una buena idea- Susurró.

Además, la gente se la quedaba mirando y eso la daba vergüenza. Así que se secó las lágrimas con el dorso de la mano izquierda, devolvió el reproductor de CD portátil al bolso y se subió a la bici.  Esa bici que tenía, literalmente más años que ella y que chirriaba como si el final de sus días fuera la semana que viene, pero que la llevaba y traía a clase sin una sola avería. La temperatura era agradable, propia del final del mes de septiembre. El suelo estaba húmedo tras una llovizna. La gente que le rodeaba volvía de trabajar o de clase.

Ojalá no estar allí. Ojalá no ser. Ojalá poder dejar de sentir. Dejar de sentir, dejar de soñar, dejar de sufrir, dejar de vivir.

Logro llegar, al manillar de aquella vieja bicicleta de paseo, a la residencia de estudiantes. En el camino recordó que había olvidado hacer la compra semanal. No tenía algo que cenar y que para nada le apetecía cenar fuera. Así que fue capaz de comprar algo para cenar. Los supermercados. ¿Por qué le resultaban tan hostiles? El ruido, la gente, las luces. Algo estaba mal dentro de ella. Optó por obviar la necesaria visita al supermercado y, en un bar cercano a la residencia, compró un plato de brühwurst. Igual no era la dieta más equilibrada. Pero estaba caliente y rico y era fácil de comer. Cenó hecha un ovillo en la cama, bajo el edredón. En el pequeño equipo de música sonaba el mismo disco de Depeche Mode. La voz cálida y poderosa de David Gahan callaba por unos instantes la madeja desmadejada de pensamientos y emociones opuestas, intensas, desasosegantes. Música, comida y silencio.