Metamorfosis

 (Invierno 2005 + 09-11-12 2022 - 1-2-3-4 / 10 2023)

1 (Tomás + Irene)

Irene me dirigió una mirada interrogante. Yo asentí. Lo comprendía. Habían sufrido mucho los dos. Tenían derecho a recuperar  el control de su propia vida. Así que me senté en el sofá junto a ella y la abracé, como si realmente fuera mi madre. Besé su mejilla derecha. Luego le susurré algo al oído:

-Lo entiendo. Habéis sufrido muchísimo y esto es como volver a vivir cada momento de nuevo. Entiendo que queréis desaparecer por un tiempo. Márchate, olvídate de todo. Recupérate, por favor. Descansa, yo seguiré con esto.

Ella también me abrazó y rompió a llorar.

Entonces me vino un recuerdo vívido y doloroso a la mente. De nuevo, el pánico subiendo desde la boca del estómago. Y el dolor. El dolor bloqueando mis pensamientos y mis actos, un dolor que no podía reflejar o expresar en palabras. Cuando me había convertido en adulto casi delante de la cuidadora. Mientras ella estaba en la cocina. Casi delante de aquella mujer que Irene y Mario habían contratado para cuidarme, puesto que un niño de 8 años no podía quedarse sólo en casa a la vuelta del colegio, mientras ellos volvían de sus trabajos. Ella me recogía del colegio, se ocupaba de que merendara, hacía los deberes conmigo. Yo sentía que me quería, de alguna manera y eso me llenaba de paz el corazón.

Cuando me encontró en el suelo, desnudo, hecho un ovillo, emitió un pequeño grito ahogado. Esperaba encontrarse a un crio de 8 años jugando en la alfombra, o ya acostado en su cama, no un joven de 24 años completamente desnudo. Yo apenas me di cuenta de eso. La metamorfosis me dejaba en un estado de letargo durante algunos minutos y estaba allí en el suelo, inmóvil, tan vulnerable.

Debió sobreponerse a la sorpresa inicial y, apelando a su sentido práctico (y a su pudor) me cubrió con un edredón. Cuando tuve conciencia de mi ser, cuando al fin comencé a ver algo, ella estaba arrodillada junto a mí, con una mezcla de sorpresa y temor en el rostro.

-No te asustes. No voy a hacerte daño- Articular unas pocas palabras me supuso un gran esfuerzo. Tras la metamorfosis necesitaba dormir algunas horas para recuperarme del todo. Por eso había elegido el momento de ir a dormir. Tendría toda la noche para descansar. Podía acelerar la metamorfosis, suprimiendo ese periodo de letargo. Pero era muy peligroso. Y doloroso. Tremendamente doloroso. Únicamente recurría a el en situaciones extremas y aquella no lo era.

-¿Quién diablos eres? ¿Qué haces aquí?

Busque una respuesta convincente. No se me ocurría ninguna. Así que dejé que las lágrimas corrieran por mis mejillas y empecé a temblar.

Debió conmoverla, porque al rato ella también lloraba. Me ayudo a ponerme en pie y me llevó hasta la cama. Me arropó. De nuevo me hice un ovillo, cerré los ojos y traté de dormir

2 (Tomás + Lidia)

-No vuelvas a hacerme esto.

Me besó en los labios y después me acarició las mejillas. En su rostro se entremezclaban el enfado y una inmensa alegría. El dolor que latía dentro de mi se iba desvaneciendo poco a poco, como un anuncio de la victoria. Lo peor había pasado.

-¿Cuándo podré volver a hacerlo?

-¿Cómo puedes pensar en eso? Has estado a punto de morir o de quedarte inválido y solo piensas en arriesgarte otra vez.

-No es que me gusté. No soy imbécil. Conozco los riesgos. Pero tengo algo que hacer.

3 (Tomás + Irene)

Notaba su mirada clavada en mí y eso me ponía nervioso. Sin apartar la vista de la carretera la miré de reojo.

-¿Te molesta que te mire?

-Al contrario. Siempre es agradable que una mujer bonita te mire. Me pone un poco nervioso, solo eso.

-Gracias por el piropo.

-No hay por qué darlas.

Apreté un poco más el acelerador. Tenía prisa por llegar. Cada segundo que ganara me permitiría toparme las cosas con más calma. Eso era lo mejor. Trataba de no ponerme nervioso y disfrutar del viaje: un día de sol, un buen coche, asfalto seco y una bella dama en el asiento del copiloto. Eso me bastaba.

Mentiría si dijera que su mirada era lo único que me inquietaba. No. Me preocupaba lo que estaba a punto de hacer. Esperaba que la acción, comenzar de una vez, acabar con mis nervios. Para romper el tenso silencio que se había creado entre los dos, comencé a hablar, expresando mis pensamientos en voz alta. Así ella se tranquilizaría también

-En cuanto lleguemos empezare el proceso de...- trataba de buscar la palabra adecuada- metamorfosis: Creo que se le puede llamar así ... Es bastante ... espectacular, la primera vez que se ve impacta mucho. Debes acostumbrarte a él.

-No me queda otro remedio. Quiero preguntarte algo... Eso que vas a hacer.... la metamorfosis ¿Qué sientes? ¿Es doloroso?

Suspiré. Noté el aire caliente y pesado saliendo por mi boca. Cogí aire de nuevo, reduje hasta cuarta para tomar una curva muy larga a la derecha y, una vez llegué a la siguiente recta, seguí hablando.

-No es agradable. Todo depende del tiempo que tenga. Si se hace despacio solo es agotador. La primera media hora apenas puedo moverme ni habar y las siguientes ocho o diez horas estoy muy débil. Si se hace deprisa, enseguida puedo valerme por mí mismo. Pero es tremendamente doloroso y peligroso-

Irene extendió su brazo izquierdo y me acarició la mejilla.

-Así que vas a sacrificarte por nosotros. Tomás. Y tienes por qué. Vas a poner tu vida en peligro. Nadie nunca había hecho algo así por mí. No sabes cuanto te lo agradezco.

Me aferré un poco más fuerte al volante. Sus palabras y el suave tacto de sus dedos en mi cara me producían una mezcla de inquietud y melancolía imposible de describir.

-Ah. Hay una cosa curiosa. Para poder hacer el proceso, debo estar completamente desnudo. Espero que no te importe.

Nos sonrojamos simultanea y levemente.

-No. No me importa. Al fin y al cabo vas ser mi hijo, y una madre ve muchas veces a su hijo desnudo.

-Y tu vas a ser una madre para mí. Eso debemos tenerlo en cuenta. Tarde o temprano nos estarán observando. Y un pequeño error puede ser fatal. Sé que va a traerte recuerdos muy dolorosos. Pero trata de comportarte conmigo como la hacías con tu hijo.

-Créeme, lo intentaré.

Todavía nos quedaban mucho para llegar, muchos kilómetros. Teníamos pensado llegar muy de madrugada, para que nadie nos viera. Manuel se reuniría con nosotros dentro de un par de semanas. Le quedaban por solucionar algunos asuntos de trabajo. Desde ese momento apenas cruzamos palabra alguna. Paramos a comer al mediodía en un área de servicio. No teníamos demasiado hambre, pero procuramos comer algo, aun nos faltaba mucho para llegar. Nos turnamos en la conducción, porque todo el día al volante era una paliza tremenda. Recostado en el asiento del copiloto, trataba de relajarme, descansar.

El momento temido y deseado a la vez llegó. El coche reposaba en la plaza de garaje y la ropa y demás cosas en los armarios. Estaba sentado en el suelo de la que iba a ser mi habitación. Irene me observaba apoyada en el umbral.

-¿Te molesta que esté aquí?

-Al contrario. Como te dije, necesito que acostumbres al proceso. Que no te asuste. 

Suspiré. Comencé a quitarme lentamente la ropa, dejándola impecablemente doblada sobre la que iba a ser mi cama. Una cama muy grande, a decir verdad, porque un crío de siete años no abulta tanto como un joven de 24, además, espigado alto, casi 180 cm de rabia y de miedo, en ese momento.

En silencio. Los latidos de mi corazón se me antojaban increíblemente sonoros. Trataba de olvidarme de todo. Debía relajarme, tenía que estar relajado, si no sería peor, todo se volvería más difícil, si cabe.

Ya estaba desnudo. Me volví un instante y miré a Irene, tratando de sonreír. Su rostro transmitía preocupación, a pesar de todo logró devolverme la sonrisa.

Me percaté de lo frío que estaba el suelo. Por suerte había una pequeña alfombra junto a la cama. Allí me tendí, echo un ovillo.

Respirar profundamente. Vaciar la mente de todo pensamiento. Salvo uno. Luz, luz blanca y pura bañándolo todo. Busca la luz, no está tan lejos. No es necesario viajar años luz a través de galaxias frías y oscuras. Esta dentro de ti.

Perdí el sentido un instante. El dolor me hizo volver a la consciencia y entonces supe que ya había cambiado. Temblaba, me sentía muy débil, el simple hecho de abrir los ojos se me antojaba un reto... Ni siquiera lo intenté, me quedé allí tendido hecho un ovillo. Creí escuchar unos leves pasos junto a mí. Una respiración agitada, antes de que unos cálidos brazos me levantaran del suelo para después dejarme suavemente sobre la cama. La caricia de sábanas y mantas en su piel le hizo sentir un poco mejor...

-Aunque viviera diez vidas jamás podré olvidarlo. Una luz blanca que ha brotado de la nada me ha cegado y cuando ha desaparecido ya no eras tú, te habías convertido en un crío.

Irene me arropaba dulcemente. Me besó en la mejilla y pude notar que estaba llorando, porque aquellas lágrimas tibias resbalaron hasta mi rostro.

-Duerme, mi niño. No tengas miedo. Nada malo puede pasarte.

Qué diferente es el mundo visto con los ojos de un niño. Todo es enorme. Las sillas de la cocina se me antojan enormes. Mientras me tomo el desayuno, balanceo mis piernecitas porque no llego al suelo. Mi voz aguda me llama la atención cada vez que hablo. . Algunas veces me cuesta incluso coordinar mis movimientos, como si aún no me hubiera acostumbrado a mi nuevo cuerpo.

4 (Miguel + Míriam)

-En poco tiempo ha crecido un montón, aparenta más de 16 años-Pensó, mientras le veía cruzar el umbral. Miguel era un chico bastante alto y robusto para su edad. Por lo demás, no llamaba especialmente la atención. Un adolescente más. Podían dejarle en medio de cualquier gran ciudad que no llamaría la atención lo más mínimo. Al menos, su aspecto físico. Porque nadie puede escrutar el interior de una persona con solo una mirada.

La psicóloga se levantó de la silla y se dirigió hacia Miguel.

-¿Qué tal estás Miguel? ¿Has dormido bien?

Apenas le dirigió una tímida mirada y un escueto bien. ¿Por qué llevaba bata blanca y mascarilla si era una psicóloga? Su nombre … Su nombre no tenía importancia, aunque recordaba que se llamaba Míriam. Se lo había dicho la primera vez que se vieron. Se había presentado y había intentado ganarse su confianza. Lo había intentado. Era más, es más, de lo que habían hecho otros.

Quizás tenía miedo de que le contagiara algo, o al revés. Siguió caminando sin detenerse junto a ella. En el extremo de la habitación había un enorme mueble con multitud de puertas y cajones. Para no variar, habían escondido algo en aquel mueble. Quizás era un CD, una sudadera, una tableta de chocolate o quizás un libro. Le costó apenas 4 o 5 segundos encontrarlo, en uno de los cajones de la parte baja, a la izquierda. Se trataba de una sudadera azul, muy bonita. 

-Para lo que la voy a usar- Pensó. Se la ató a la cintura.

Miró a la psicóloga. Estaba sentada ante una pequeña mesa redonda y escribía algo en un ordenador portátil. Podía jurar de qué se trataba: el tiempo que había tardado en encontrar el objeto, su reacción al lograrlo, la forma en la que le había saludado.

Comenzó a caminar hacia ella. Se dio cuenta de que nunca le había visto la cara.... al menos directamente. Tenía unos ojos preciosos, eso sí, de un marrón muy intenso. Cuando la psicóloga levantó la vista del ordenador él estaba apenas a unos pocos pasos de donde se encontraba. Se puso en pie rápidamente. Pudo sentir como el pánico crecía en su interior, desbocado.

-Por favor, quédate ahí. No te acerques más.

Solo quería verla más de cerca, y si era posible sin esa horrible mascarilla. Verle la boca, los labios. Sentir su cuerpo cerca del suyo. Oler su perfume, si es que lo llevaba.

-No des un paso más, por favor, te lo ruego. No quiero hacerte daño.

Pero estaba bien entrenada, porque un instante después había serenado su temor. Intentaba establecer una barrera mental para que no fuera capaz de acceder a sus pensamientos y así poder anticipar sus movimientos.

Continuó avanzando hasta quedar frente a ella, apenas a unos pocos centímetros. Apenas era un pelo más alto que ella y desde esa perspectiva podía admirar cada uno de los matices de sus ojos.

Con un rápido movimiento ella sacó algo de los bolsillos de la bata y le roció la cara con algo frío. Antes de perder el sentido le dio tiempo a hilvanar un último pensamiento

-Tengo que salir de aquí.

5 (Miguel)

-Ha sido demasiado fácil - Susurró.

Esperaba toparse con cercas de alambre de espino, hombres armados apostados en garitas, perros de presa. O sofisticadas alarmas silenciosas que se dispararan al alejarse unos pocos pasos del edificio. Nada. Una pequeña ventana abierta del sótano, algunos pasos cautelosos sobre la hierba húmeda y una valla tan baja que hasta un niño hubiera podido salvarla.

Demasiado fácil.

-Supongo que piensan que nadie puede escapar de aquí. O puede que sea un lugar tan secreto, que un montón de guardias de seguridad o de policías o de soldados, llamarían mucho la atención- susurró

Después de la alambrada metálica se encontró con lo que no esperaba. Un enorme aparcamiento de asfalto, lleno de coches. Tantos coches hasta dónde le alcanzaba la vista. En la oscuridad rota por potentes focos que colgaban de altísimas torres, tanto que casi parecían estrellas. Estrellas alimentadas por energía eléctrica. 220 voltios de corriente alterna a 50 hercios. Aunque también podría tratarse de corriente trifásica industrial a 380 voltios ... ¿Por qué se empeñaba en recordar eso? Tenía frío. Debía ser enero o invierno, estaba helado. No lo recordaba bien porque estaba demasiado confuso. Por la medicación. Le habían tenido casi sedado durante tres o cuatro días, después del último incidente. Así que estaba en pijama, al menos de manga larga y pantalón corto, y en zapatillas, en enero, de noche, caminando sin rumbo por una especie de aparcamiento lleno de coches y más coches. Con cada bocanada de aire exhalado, una pequeña nube de vaho salía de su boca. Notaba el corazón acelerado latiendo en las sienes y la familiar sensación de pánico, húmeda, dolorosa, en la boca del estómago.

-Joder, no es un aparcamiento, es una puta campa. Una campa de coches. Los han traído aquí desde alguna fábrica. En tren. O en camión- susurró de nuevo.

Comenzó a nevar.

-La hipotermia. No puedo estar mucho tiempo con esta temperatura sin abrigo. Tengo que encontrar ropa de abrigo.

Cerró los ojos e intento orientarse. Si era una campa, como sospechaba, en algún punto habría personal de seguridad. Alguna caseta o similar, con un tipo, o varios, quizás medio dormidos, pendientes de monitores de televisión que mostraban las imágenes de decenas de cámaras, para cuidar que nadie robara todos aquellos coches nuevos y preciosos, sin duda había varias decenas  o de cientos de millones en coches allí.  Volvió a abrir los ojos y se decidió a ir hacia la izquierda. Tarde o temprano llegaría a otra alambrada, la campa no podía ser infinita. Se estremeció. Podía ser un sueño. Una pesadilla producto de la medicación. Podía estar soñando con la libertad cuando seguía prisionero de ellos.

Notó, de nuevo, lágrimas, calientes y saladas, corriendo por sus mejillas.

-Se me van a congelar las lágrimas con tanto frío. Ah, eso no es posible. Solo pasa a grande altitudes, en el Everest, por ejemplo. O más al norte del Círculo Polar Ártico. O en la Antártida. Madrid está a unos 700 metros sobre el nivel del mar.

Entonces encontró una especie de caseta, con ventanas, hecha a partir de la estructura de un contenedor de veinte pies.

-Los contenedores son un sistema normalizado para el transporte de mercancías en largos recorridos. Hay contenedores de veinte pies y de cuarenta pies de longitud. También hayo otro tipo de contenedores con refrigeración, para mercancías perecederas. Se llaman ... Jolín, no me acuerdo. No lo recuerdo.

Mientras hablaba en voz baja, para sí mismo como un puto loco, había rodeado la caseta. Encontró una puerta, pero estaba cerrada. Recorrió el resto de la caseta, sin demasiado éxito. Las ventanas estaban igualmente cerradas y, además, protegidas por rejas. Pensó que podría abrir o forzar la cerradura, pero para ello necesitaba herramientas. Y no tenía nada.

Entonces recordó la tarjeta azul aguamarina. En aquel lugar horrible había un sistema absurdo de premios y recompensas. Suponía que inspirado en la corrupta y decadente sociedad capitalista occidental. Después de semanas obedeciendo a sus órdenes y requerimientos, a sus pruebas y test, aunque le parecieran estúpidos, le habían dado una tarjeta de plástico, de color aguamarina. Que permitía moverse con cierta libertad por aquel edificio. Todas las cerraduras eran electrónicas y se abrían mediante tarjetas. Esa tarjeta aguamarina le permitía salir de su habitación, ir a la sala de juegos donde había una televisión, una videoconsola, un sofá, una estantería llena de libros. Adoraba leer. Por lo que había podido leer en la mente de Lidia, una de las psicólogas que se ocupaba de él, tenía una inteligencia superior a la media. Leer. Adquirir conocimiento. A la vez era frustrante. Le gustaría poder ver aquello que leía, en el mundo real, lejos de esas paredes de hormigón o de ladrillo. Poder tocar. Poder interactuar con otros seres humanos. Con otros chicos de su edad. Poder besar a una mujer.

-Tu no eres como ellos. No te van a entender. Aquí estarás a salvo. Recuerda que no tienes a nadie. Nosotros somos tu familia.

Recordó las palabras de Míriam, otra de las psicólogas que le atendía (si  a eso se le podía llamar atención).

-Familia, mis cojones. La familia no te encierra con llave. O si. No recuerdo a mi madre. Porque supongo que nací del vientre de una mujer. A salvo.  Quiero estar a salvo, pero quiero vivir. Aunque quizás estaría mejor muerto.

Deslizó su mano derecha en el  bolsillo derecho del pantalón del pijama. La tarjeta estaba allí. Por algún motivo. que no lograba recordar, la había guardado allí.

Mientras su mente giraba a más de 16.000 revoluciones por minuto, como el motor de una Honda RC 211 V de Moto GP, había deslizado la tarjeta aguamarina entre la puerta y el marco, a la altura de la cerradura, a la altura del resbalón.

-Si no han puesto la llave podré abrirla. Al menos en aquella serie de televisión el protagonista conseguía abrir la puerta así ... Pero la televisión no es el mundo real ...

Con un sonoro y metálico chasquido, la puerta se abrió. Sintió, por primera vez en mucho tiempo, un torrente de alegría estallando en su ser. En el interior de la caseta todo era oscuridad, apenas rota por la poca luz que llegaba desde el exterior a través de las ventanas. Y calidez. Cerró la puerta tras de sí, y se quedó quieto, abrazado por la penumbra, mientras sus ojos se acostumbraban a la oscuridad.

-Ropa de abrigo. Es prioritario.

En cuanto  sus ojos se acostumbraron a la oscuridad, encontró una fila de taquillas en un rincón. Debía tratarse de unos vestuarios. También había retretes y lavabos y hasta duchas.

-Entonces no puede ser un contenedor. Debe ser algún tipo de caseta prefabricada ... Es mas rápida y barata de construir. Tiene lógica.

Una de las taquillas estaba abierta y, en su interior, había una botella de agua de plástico, una pequeña botella de agua mineral, y ropa. Ropa pequeña. Ropa casi de su talla. De un chico de 16 años, de casi 16 años, que, aunque alto, no tenía las proporciones de un adulto.

-Debe ser de una mujer.

Cuando vio las botas (un 41), sintió lágrimas calientes y saladas en el lacrimal.

-Joder, no puede ser, mi puta talla de zapatos.  Pero ... Es propa de trabajo, reflectante, de ... cómo se llama .... Alta visibilidad. Me van a ver. Es azul y naranja y tiene franjas reflectantes. Quizás la haya fabricado 3M. 3M significa Minnesota Mining and Manufacturing Company.

Mientras hablaba, en susurros, se había  quitado las zapatillas. Decidió que se pondría la ropa de trabajo sobre el pijama, con tanto frío, la ropa no sobraba. Le vino un recuerdo a la mente, vívido, inconexo, un fogonazo: Un hombre mayor, con barba cana y canas en el pelo castaño, recolectando aceitunas en un olivar perdido, entre la niebla, y con unos pantalones de pijama bajo otros pantalones, de pana.

-Yo no he vivido eso. Seguro que es por la puta medicación. Quieren que sea como la protagonista de Los ojos de fuego.

Botas con punta de acero, pantalones de trabajo, camiseta térmica, y un forro polar con capucha.

-Suficiente para no helarme. Ahora solo tengo que encontrar un sitio donde dormir. Aquí no puede ser, podría venir alguien.

El resto de la noche lo recordaba entre brumas. A la mañana siguiente, al romper el alba, despertó hecho un ovillo en el rincón de un lugar que apenas recordaba. En el interior de un vagón de tren.

-Vagones son los de mercancías. Es un coche de viajeros. Es un automotor. 

Recordó vágamente la silueta amenazadora de aquella mole, con jorobas en el techo, aquel tren, grafiteado, apartado en una playa de vías. En su carrocería vandalizada y oxidada, todavía eran visibles algunas siglas:

9-593-03-03 VTB03

-Debe ser la serie. Está, como yo, averiado. Roto. Quizás pudiera estudiar para reparar trenes. Quizás alguien pueda repararme. Quizás pueda aprender ...

6 (Manuel + Nuria)

-¿Puedo conducirlo?

Nuria suspiró.

-No me lo digas, NO ES BUENA IDEA.

-Yo no he dicho eso.

-Pero lo estabas pensando.

-¿Ahora, a parte de autista, eres un esper?

-Oye, sin faltar ¿Que soy un qué?

-No te lo voy a decir, lo leí en Internet y no lo recuerdo con la suficiente precisión. Coges tu nuevo móvil y lo buscas en Google. Vamos, sube al coche que es tarde.

-Es tarde para ti. Yo tengo todo el tiempo del mundo. Debería estar muerto, así que cada segundo más que viva es precioso.

Nuria rodeó el coche y volvió junto a Manuel, que estaba sobre la acera, a punto de sacar el smartphone del bolsillo izquierdo de los pantalones vaqueros. Se acercó a él  y le abrazó con delicadeza.

-No me gusta que hables así. Te quiero. Vamos, sube al coche.

Manuel se acomodó en el asiento del pasajero del coche y Nuria hizo lo propio tras el volante, a la izquierda de Manuel.

-¿Qué dice la wikipedia?

-Un esper es, en varios tipos de ficción, un individuo capaz de usar telepatía u otras habilidades paranormales.

-Pues eso, que pareces un esper.

-No lo soy. No creo que nadie lo sea aunque yo he visto ...

-Yo he visto cosas que vosotros no creeríais. Atacar naves en llamas más allá de Orión.

-Ahora tu me has leído la mente, si es que eso fuera posible. Me encanta esa película, Blade Runner.

-Te encanta porque te sientes identificado con los Replicantes.

-Joder, ya estás otra vez, hablando como una puta psicóloga. Lo siguiente será el auto respeto, la auto aceptación, los audios de relajación y que te explique cómo me siento.

-Manuel, soy psicóloga. Y tu casi te suicidas.

-Perdona, perdona, eso no es exactamente así. De la ideación al intento hay un trecho.

-¿Podemos dejar esta conversación para otro momento?

-¿Te desagrada?

-Tenemos 800 kilómetros por delante. Respondiendo a tu primera pregunta, si, puedes conducir el coche. Pero no ahora. Cuando estemos a medio camino. Conduces bien, pero estás cansado, porque me apuesto 100 € a que no has dormido una mierda hoy.

-4 horas, y con medicación.

-Pues conduzco yo, tu te intentas dormir, paramos a comer y llevas tu el coche. Se que preferirías buscar en Internet el código de motor del coche, pero ahora te conviene descansar.

-El código de motor te lo digo ahora mismo, es un 1.9 TDI de inyector bomba, es decir, un conjunto de bomba e inyector de alta presión para cada uno de los cilindros.

-No he entendido una mierda, soy psicóloga, no ingeniero.

-Te haré caso, intentaré dormir y te lo explico durante la comida. Tienes mucha empatía e inteligencia y eso facilita las cosas.

-Viniendo de ti, me lo tomaré como un cumplido.

-ES un cumplido. Aunque no sea tu primera opción.

Nuria giró la llave de contacto hasta la posición de arranque. El veterano propulsor de inyector-bomba, despertó de nuevo a la vida con un traqueteo apresurado.

-¿La primera opción de qué?

-Para la misión.

-Todavía no se si vas a ser el elegido.

-Agradezco tu sinceridad.

-No es sinceridad. Bueno, si que lo es. Pero es que además tengo miedo de que te pase algo. Tu no eres como yo.

-Joder, gracias por explicarme que tu eres una mujer y yo un hombre. Nunca se me hubiera ocurrido.

-No es eso, tonto. Eres frágil.

-Bonita, he llegado a la edad adulta, y ha sido un cojón de difícil, no soy tan frágil como parezco.

-¿Recuerdas cuando me contaste que casi te dio un ataque de ansiedad ...?

-Un shutdown ...

-Lo que sea, cuando te tuviste que bajar del cercanías porque te agobiaba la gente y sus voces y el ruido en el tren ...

-Joder, es que hacían mucho ruido. En el puto sur de Europa es igual en todas partes. Y había niños. Me acordé de Herodes I el Grande ...

-¿Tienes pensado cometer un infanticidio en masa? Si es así, me lo dices y te llevo a urgencias psiquiátricas.

-Nuria, espero que sea una broma, porque yo no voy a urgencias ni muerto. Para acabar contenido, ni de coña.

-Era una ironía. Los neurotípicos las usamos.

-Se lo que es una ironía. Lo que pasa es que no ha tenido mucha gracia,

-¿Ves lo que te digo? Te cuesta pasar por una persona normal.

-Es que yo no quiero ser normal. Quiero no querer morirme cada mes, a poder ser.

-Lo se. No olvides que siempre estaré aquí para ti. Estoy para ayudarte. Y Silvana, tu psiquiatra, igual. Estamos aquí para ayudarte.

Manuel sonrió. Mientras tenía lugar la conversación, Nuria había conducido a través de las calles de un barrio residencial precioso.

-Lo se ... - respondió al cabo de uno o dos minutos Manuel.

-¿En qué estas pensando?

-¿Puedo ser completamente sincero?

-Por supuesto, además, agradezco tu sinceridad.

-En acostarme contigo.

-¿Te refieres a dormir conmigo o a algo más?

-Me refiero a dormir abrazado a ti. Nunca te pediría tener sexo contigo porque ya se que me ibas a decir que no. Además, no sería ético. Porque soy tu paciente. Ya hemos pasado, cruzado, unas cuantas líneas, unos cuantos límites.

-Pero ¿te apetecería tener sexo conmigo?

-Por supuesto que si. Se que te molesta que te lo diga mientras conduces porque no puedes tomar notas. Apuesto a que estás pensando en parar y sacar el ordenador y anotar todo esto.

-Un cuaderno. Todavía prefiero las notas a mano.

-Es cierto, uno de esos cuadernos pequeños tan bonitos ...

-Eso es. Y, en relación a tu respuesta tan sincera sobre tener sexo conmigo ... No me ha sorprendido, pero me ha halagado. ¿Te importa que dejemos la conversación para más tarde? Tengo que entrar en la M30 y está llena de coches a estas horas y he de concentrarme en conducir.

-Para nada, Nuria, lo entiendo. Además, yo tenía que intentar dormir. ¿Quieres que ponga música?

-Claro, te dejo elegir. El coche es un poco viejo y no tiene toma USB, ni mucho menos bluethoot, pero si un cargador de CD's. Espero que te guste mi elección.

Manuel encendió el equipo de música del coche.

-¿Pongo el primer CD?- Preguntó Manuel.

-Mejor el segundo.

Instantes después, las notas de piano del Gnossienne No. 1, de Erik Satie, comenzaron a sonar a través de los diez altavoces Bose del coche.

-Si es que cada día te tengo que querer más. Hasta te gusta Satie.

Nuria sonrió, pero no dijo nada más.

7 (Manuel + Nuria)

-La Casa del Toro- Susurró Manuel, todavía con los ojos cerrados, en el asiento del copiloto del Audi A6 Avant C5 (Typ 4B).

-¿Qué has dicho? ¿Estás despierto?

-Si, creo que si. Por favor, otra vez no ¿He vuelto a hablar en sueños? Dios, dime que no he dicho ninguna burrada.

-Si quieres, te digo lo que quieras oír, pero tendría que mentirte. Total, solo has murmurado palabras inconexas sobre tetas y culos, nada que no haya escuchado cientos de veces.

-Estaba soñando con La Casa del Toro. Leí un libro ... bueno, en realidad no lo leí, escuché a alguien leyendo un fragmento de de ese libro ya no se si en diciembre de 2000 ó en enero de 2001 en un programa de radio, se llamaba La compañía interplanetaria y el libro era ...

-El rey debe morir, de Mary Renault.

 -Apuesto a que tu. Nuria, como experta psicóloga, seguro que lo has leído. Yo ahora con leer revistas de coches y de trenes me basta, no me da la cabeza para más.

-Si, lo he leído, y, no deberías hablarte así. Seguir con vida ya es un triunfo, cuando lo tienes todo en contra.

-Todo, no. No todo.

-Bueno, parte. Apuesto a que recuerdas algún fragmento en concreto del libro ...

-Apuestas con sabiduría.

Manuel cambió de posición en el asiento, apagó el radio CD y se quedó unos minutos en silencio antes de decidirse a hablar:

-Pero en la Casa del Toro éramos camaradas, tanto los hombres como las mujeres, y compartíamos un misterio y éramos unos artesanos unidos por nuestro arte; muy a menudo, sólo unas manos que mantenían a raya la muerte de los camaradas, y nada más.

-¡Te sabes párrafos enteros de memoria!

-Tengo alta sensibilidad, altas capacidades, alta ansiedad y altas posibilidades de mandar a la mierda a alguien si habla sin parar.

-No me gusta que hables así de ti, y lo sabes.

-Aquí estoy. Estamos. Con lágrimas que no quieren partir. Lágrimas de epoxi y de plomo. Con el sudor reseco del miedo y de la muerte en las manos. Sin fuerzas. Pero resistiendo. Tejiendo redes de apoyo y de amor. Dibujando estelas en el cielo con las yemas de mis dedos.

-No recuerdo haber leído eso nunca ¿Quién lo ha escrito?

-Yo. Ayer.

8 (Miguel + Andrea + Sara)

-El dragón.

Lo dijo para sí, en susurros.

Estaba caminando, en libertad, por primera vez en muchos años, se le antojaban eones. Al romper el alba, se deslizó como un gato montés sobre la nieve de enero, lejos de la vieja unidad de tren diésel, cruzando las vías, hasta llegar a una tapia de ladrillo rojo ennegrecido. Pensó que no podría saltarla. Tenía hambre. Mucho. Pero recordó lo que había visto en aquél documental sobre escalada. Lo que, a primera vista, era un muro liso, tenía suficientes apoyos como para conseguir encaramarse a él. Cuando se vio sobre la acera, al otro lado, suspiró. Se alejó por aquel enorme barrio en construcción ....

-Es un PAU. Plan de actuacción urbanística.

Suspiró de nuevo.

-Me estaban entrenando para algo. Por eso me dieron tanta información. Los libros, los programas de televisión. No sé cómo puedo serles útil ... Soy un niño todavía. Pero puedo ...

Entonces recordó el dragón.

-Tuvo que ser un sueño ... Una pesadilla. La pregunta no es qué sino quién. De quién.

El miedo subía por la tripa, desde la boca del estómago. Quiso gritar, pero tuvo miedo. En la mochila estaba lo que necesitaba. Ese arma. La ballesta, capaz de lanzar flechas muy lejos. En la mochila de un color burdeos apagado, junto a la carpeta de apuntes, el libro de historia del arte, una calculadora científica y su estuche. Con el corazón latiendo en la sienes, trepó por las escaleras de la boca del metro, saltando los escalones de dos en dos. Fuera estaba amaneciendo y el sol arrancaba destellos de las cristaleras de los rascacielos. Una avenida amplia, con edificios altos y edificios más altos. En silencio. Vacía. Sin coches, sin personas, sin ruidos. El silencio del miedo y de la muerte.

Entonces vio asomar la cabeza del dragón negro entre las azoteas de los edificios. Supo que le había visto, le había percibido. Levantó el arma, cerro los ojos y apretó el gatillo.

-Los dragones no existen. Las personas que pueden leer la mente de los demás como si fuera un periódico, el Marca, por ejemplo, tampoco existen. Luego, puede que existan los dragones. Ya he salido de la cárcel. No tengo dinero, ni comida, ni siquera un documento de identidad. No sé que es lo que voy a hacer.

Entonces una vieja furgoneta blanca se detuvo junto al bordillo de la acera, a su lado. Era una furgoneta de carga, blanca, con el techo sobreelevado, con una puerta corredera enorme tras la puerta del copiloto. La puerta corredera se abrió y vio  a una chica que tendría veinte años, con el pelo rubio y largo, y un chandal azul marino.

-Sube.

Intentó leer su mente y no pudo. Fue como darse de bruces contra una pared. Casi dolió.

-Lo siento, pero todavía no puedes leerme la mente. Ahora no. Vamos, joder, no te vamos a hacer daño. Sube, que te están buscando, y te van a encontrar.

Miguel se encogió de hombros. Podía ser una trampa, o podía ser una oportunidad.

-Siempre puedo cometer errores nuevos. Como el anuncio del ....

-Del Opel Corsa C, del año 2000. Me encanta como suenan tus pensamientos. Es maravilloso. Eres maravilloso. ¿No te lo han dicho nunca? Eres maravilloso por ser tu, por seguir adelante.

Se sonrojó mientras entraba en la furgoneta. No había asientos.

-No es muy cómoda pero pasamos inadvertidos.

La chica cerró la puerta y le hizo un gesto a otra mujer, que ocupaba el asiento del conductor. Después se sentó en el suelo y Miguel hizo lo mismo. La furgoneta se puso en marcha con suavidad.

-Nunca me han dicho que soy maravilloso, no se si creerte. Además, es asimétrico.

-¿El qué?

-No poder leerte la mente.

-Es solo una prueba.

-¿Una prueba de qué?

-Mía. No pensaba que podría bloquearte así. Me ha costado mucho, pero lo he conseguido. Eres mejor de lo que me habían dicho. Eres maravilloso.

-¿Te estás quedando conmigo?

-Jamás.

-De acuerdo, disculpa, no estoy acostumbrado a los halagos y me cuesta confiar en la gente. Y más en una desconocida y telépata.

-No vamos a hacerte daño.

-Lo mismo me dijeron cuando me apartaron de mi familia. Que iba a estar mejor, que era un lugar donde me cuidarían, que era especial. Es la primera vez en 10 años que piso la calle. Desde el siglo pasado, literalmente.

-Créeme, lo importante no  ha cambiado.

-¿Dónde me lleváis?

-A un refugio. Por cierto, he sido una anfitriona malísima. Me llamo Andrea. Y quién conduce es Sara. Encantado de conocerte, Miguel. Me han hablado mucho de ti.

-Espero que sea bien. Entonces estás con ellos, porque nadie más me conoce.

-No estoy contra ti, estoy contigo.

-Las palabras se las lleva el viento.

-¿Qué puedo hacer para que confíes en mi?

-Empezar por darme de comer.

-¿Un bocadillo de lomo con queso te parece bien?

-Me parece la hostia de bien, con perdón.

Con la tripa medio llena podía pensar con más claridad. Andrea le había tendido una mochila azul, y en su interior había un termo con leche tibia y un bocadillo de lomo y queso de media barra. Además de una botella de litro y medio de agua mineral.

-Joder que bueno está. Disculpa si digo palabrotas, allí no me dejaban.

-Y estabas hasta la polla.

-Si, hasta la polla.

-Pues aquí puedes decir lo que quieras, siempre que no me faltes mucho al respeto. No me asustan las palabrotas, los hombres soléis pensar muchas y estoy acostumbrada a oír pensar a muchos hombres.

-Las mujeres también piensan y dicen palabrotas. Me llamó la atención, pensaba que no erais como nosotros ... quiero decir, se que somos diferentes ... 

-Te entiendo perfectamente.

-Me da miedo que me conozcas ... que que me entiendas.

-Te sientes vulnerable.

-SOY vulnerable.

-No tanto como crees. Tienes que creer en ti.

9 (Manuel + Nuria)

-¿Conduzco bien?- Preguntó Manuel, en voz baja. Se diría que hablaba para sí mismo, pero Nuria le había escuchado. Nuria suspiró antes de responderle.

-Manuel, ya lo hemos hablado. Tienes que confiar más en tí. Conduces genial. Conduces tal y como eres tú. Con precisión y con cuidado. Conduces de forma delicada, pero firme.

-Lo sé. Bueno, creo que lo sé. Pero suena mejor en tu voz. Suena más creíble.

-Suena más creíble que en tus pensamientos. Pero, de todas maneras, puedo notar un pequeño matiz diferente. Pequeño, pero perceptible. Y, como ya te he dicho muchas veces, en los matices, en los pequeños pasos, está la semilla del cambio. Y puedo ver un cambio en ti.

-Dudo si crees lo que dices o quieres hacerme sentir mejor.

-Lo creo. Si no lo creyera, no te lo diría. Pero siempre, en la medida que puedo, intento hacerte sentir mejor.

-Y todavía puedo disfrutar. Tengo la capacidad de disfrutar. De sentir placer.

-Todavía, no. Cada vez más tienes la capacidad de disfrutar. Y yo estoy orgullosa de ello.

Manuel sonrió. Nuria asintió despacio y suspiró de nuevo.

-Hace tiempo que no te veo sonreír y es precioso.

-Una carretera preciosa, luz de otoño, un coche muy agradable de conducir y tú en el asiento del copiloto. Qué más puedo necesitar ...

-Qué mas puedo necesitar, tengo algo que perder, no puedo perder ...

-No me lo puedo creer, Nuria, te sabes trozos de la letra de una canción de Héroes del silencio. De Flor de loto.

-Si. Y así me gusta verte. Es precioso verte sonreír.

-Si quieres, puedes dormir un poco.

-Te lo agradezco. He tenido que organizar y preparar muchas cosas.

-Y buscar a otros candidatos.

-También. Pero no lo interpretes como una crítica, sino como una simple precaución. Yo quiero lo mejor para ti.

-Lo sé, pero como has dicho antes, todavía tengo que creérmelo.

-Pero estás en el buen camino.

-Acabo de recordar algo.

-¿Algo bueno?

-Para nada. Un pseudo shutdown. Joder, debería llamarlos shutdown, coño, soy autista.

-Saturación sensorial. He leído sobre ello. Por ti.

-Gracias ... Fue hace un siglo, o hace un año, el tiempo es relativo. Una clase en el instituto. Con gente que no calla. Con bromas y comentarios fuera de lugar, con carcajadas constantes.

-Te entiendo más de lo que crees. No soy como tu, pero también soy sensible.

-Lo sé, por eso nos encontramos. Las personas sensibles se encuentran. Eso es así.

-Bueno, no estoy segura de que sea así, pero es verdad que ambos somos sensibles y que nos hemos encontrado. Y hemos podido ayudarnos.

-¿Ayudarnos? Quieres decir ayudarme ¿verdad?

-Ayudarnos. Tu también me has ayudado a mí. Ojalá pudieras verte con mis ojos.

-Ojalá.

Nuria cerró los ojos, sentada en el asiento del copiloto y suspiró.

-Una vez-Prosiguió Manuel- dije en el colegio, en primaria, que el jadeo me parecía un sonido agradable. Todo el mundo pensó que estaba fuera de lugar y que me refería a la respiración acelerada propia del sexo, pero no era así. Me refiero a que, además de voces bonitas, hay respiraciones bonitas, algunas, lo sean o no, son difíciles de olvidar. Al igual que hay voces magnéticas.

-Eres un poeta. ¿Me vas a enseñar lo que está a la izquierda de los carriles?

-El sendero de la mano izquierda ... Nunca. En todo caso el sendero de la mano derecha. La magia blanca. Si existen las vidas anteriores, tu fuiste una maga. Una hechicera. Lo que se llama bruja, con tono despectivo. Alguien que podía curar con plantas. Ahora puedes curar con palabras y con tu conocimiento.

Nuria sonrió con los ojos todavía cerrados. Los entreabrió y, casi a tientas, pulsó el botón del equipo de música del coche que permitía pasar al siguiente disco.

-Obertura 1812 ​ Op. 49. De Piotr Ilich Chaikovski. Creo que te va a gustar- Susurró Nuria.

-Ha pasado dos veces el mismo gato nergo. Yo soy ese gato negro. 

-¿Te refieres a un déjà vu? Se llama paramnesia.

10 (Miguel + Andrea)

-Déjà vu. Paramnesia.

-¿A qué te refieres, Miguel?

-Joder, si puedes leerme la mente, ya lo sabes. Coño, es obvio.

-Prefiero oírlo en tu voz. Si, puede que parezca una psicóloga, pero no lo soy. Soy como tú.

-Está bien ... Estaba recordando la Obertura 1812 ​ Op. 49. De Piotr Ilich Chaikovski. Suena de fondo en algo que recuerdo, no se si es parte de una película, de un sueño o de los recuerdos de otra persona. Desde luego, estoy seguro, estoy casi seguro, de que yo no lo he vivido.

-Y, ¿qué es lo que recuerdas?

-La niebla.

-¿Era un día de niebla?

-No, la niebla del agotamiento. La niebla mental que hace de los recuerdos algo impreciso, emborronado.

-La niebla que es dolorosa.

-La niebla que es dolorosa, Andrea. Si, tienes toda la razón. ¿No tendrás algo más de comer?

-Una tableta de chocolate con leche. Está en un bolsillo de la mochila. En un lateral.

-Estupendo.

Sin dejar de recordar, Manuel, sentado al lado de Andrea en el piso de chapa de aquella vieja Nissan Trade, abrió la cremallera del bolsillo y sacó una tableta de chocolate Nestle, antes de continuar hablando.

-Una furgoneta casi como esta, yo diría que era el mismo modelo, pero más parecida a un pequeño camión. Tenía dos partes bien diferenciadas: una doble cabina para personas y una caja de carga, creo que de aluminio y con un techo de lona, para la carga.

-Doble cabina con caja, creo que se llama así -Apuntó Andrea.

-Creo que tienes razón. Doble cabina con caja. Una furgoneta así. De noche, bajo la lluvia, no mucho antes  del amanecer. De madrugada. Manos cansadas moviendo el volante. Pies cansados pisando los pedales. Un humano agotado al volante, en suma. Y usa la música para mantenerse despierto. Pero debió ser hace algunos años, porque la furgoneta no tiene un equipo de música moderno, con lector de CD, sino que es un radiocasette. Y, en una cinta, suena Chaikovski. De fondo se escucha el sonido áspero del motor diésel, la lluvia repiqueteando en el techo de chapa, el graznido de los limpiaparabrisas sobre la luna delantera.

-Parece casi una película. Y me llama la atención tu memoria tan precisa. ¿Serías capaz de contarlo en primera persona, como si tu fueras esa persona agotada?

-Creo que lo puedo intentar. Si es que tenemos tiempo, no me has dicho dónde vamos.

-Tenemos tiempo.

"En la radio de la furgoneta sonaba Chaikovski, la obertura 1812 ​ Op 49. Estaba agotado. Quedaba una hora u hora y media para el amanecer, pero, después de toda una noche, de todo un turno de trabajo revisando trenes, lo único que ansiaba era meterse en la cama y dormir, bajo el edredón nórdico, aunque fuera con ayuda de alguna pastilla: lorazepam, zolpidem, clonazepam, alprazolam, lo que fuera.

Estaba al volante de su vieja Nissan Trade doble cabina. Sus compañeros de trabajo no entendían cómo no se había comprando un coche nuevo, un Golf o un Audi A3, y no aquel trasto de 1993, que no tenía aire acondicionado y que apenas pasaba de 120 Km/h. Pero la había visto aparcada a la salida del trabajo, con un folio tras el parabrisas con un número de móvil y el habitual "se vende" y decidió llamar. Eso había sido dos años antes. Se había mudado a una casita en el campo, en Guadalajara, y necesitaba hacer la mudanza y también llevar materiales de construcción. Era perfecta para lo que él la quería: en la primera fila de asientos cabían tres personas, en la segunda otras tres y era prefecta esa fila para llevar a Jabalí, un pastor alemán enorme que había adoptado. Y en la caja de carga, bajo una lona de color blanco, podía llevar equipaje o trastos o materiales de construcción. O aquella vieja moto que había comprado, una Yamaha XT 600.

Era de noche y estaba tan cansado que comenzó al volante de la Nissan y las lágrimas brotaban despacio pero imparables y rodaban por sus mejillas, hasta más allá de la barbilla y acababan sobre el volante de la furgoneta.

-Tengo que parar, no puedo conducir así.

Por suerte, la autopista había quedado atrás y estaba en una diminuta carretera comarcal. Al doblar la siguiente curva a la derecha, encontró la boca de una pista de tierra y allí pudo parar la furgoneta. Paró el motor. El viejo propulsor de 4 cilindros y casi tres litros se detuvo con una sacudida. Chaikovsk dejó paso a Debussy. Recordó la respiración abominal que le había enseñado su psicóloga. Sólo estaba agotado. Se puso las manos en la tripa y respiró despacio. Notaba como el aire frío entraba en sus vías respiratorias y como el aire cálido salía de su boca. Estuvo así un minuto o dos, o quizás tres, y se sintió mejor. Ya no lloraba. Giró de nuevo la llave de contacto y despertó el motor. Arrancaba a la primera, a pesar de sus 12 años y más de  300.000 kilómetros. Maniobró con cuidado marcha atrás para salir del camino y reemprendió la marcha.

Sus ojos ya no eran tan precisos como antes, pero recordó que el domingo anterior había colocado en el frontal de la furgoneta dos pequeños faros de largo alcance, de la marca PIAA, como esos que había visto en el puerto de Barcelona en un Mitsubishi del Dakar. Accionó un pequeño interruptor metálico en el salpicadero de la furgoneta y un torrente de luz iluminó la calzada. Así era más fácil conducir.

Pronto estaría bajo las sábanas, con Jabalí a los pies de la cama y Eva en sus brazos".

Andréa aplaudió como una niña pequeña, sus ojos brillaban de felicidad.

-Miguel, eres un poeta.

-Eso no es poesía, es prosa, no tiene rima.

-Bueno, me has entendido, eres un gran escritor.

-¿Un gran escritor? Pero si estoy como una puta cabra. No recuerdo de dónde viene eso. Puede ser que lo haya soñado, o que lo haya leído en un libro o visto en una película. O puede ser que lo haya leído en la mente de una persona. No está bien leer las mentes de los demás. Es muy violento para ellos. Uno puede escoger qué decir, pero no qué pensar. Debería estar muerto. Deberíamos estar todos muertos.

-No digas eso. Estás agotado. Necesitas una ducha.

-No se ni si tengo fuerzas para ducharme.

-Seguro que sí.

-Me puedo sentar en el suelo de la ducha, o en el plato de ducha y dejar que me caiga el agua caliente encima, quiero decir, una vez desnudo, porque vestido es incómodo, la ropa pesa un montón húmeda, no es que quiera quedarme desnudo ahora mismo delante de ti, quiero decir.

Andrea sonrió y clavó sus ojos en los de Miguel.

-Te he entendido perfectamente, te leo la mente, pero, aunque no pudiera hacerlo, te entendería.

-Gracias.

-Pero, hay algo que no entiendo. Hablabas de "la lluvia en el techo de la furgoneta", pero luego, en tu relato, no había lluvia. Es un poco confuso.

-Bueno .... 

-Puede ser un fallo en Matrix ¿verdad?

-¡Claro!

-Y, ¿sabes qué? Nosotros somos lo que va a cambiar la matriz. Y no somos ningún fallo. Somos perfectos, maravillosos y, además, atractivos.

-Yo no aspiro a cambiar el mundo, aspiro a no acabar en esa mierda cárcel de nuevo o muerto. 

-Créeme, eres capaz de eso y de mucho más.

-Con no estar en la mierda, me conformo.

-Ahora no estás solo. Nos tienes a nosotros.

11 (Manuel + Nuria)

Manuel recordó el placer. Los orgasmos. Bajo sus manos y sus pies latía el viejo Audi A6. El tacto del volante recubierto de cuero, de los pedales, la familiar vibración de los motores con inyector-bomba. De fondo, la voz inconfundible de Freddie Mercury, sonando en el Radio CD, sonando a un volumen bajo, pero perceptible. Nuria se había quedado dormida en el asiento del copiloto. No quería despertarla. La escuchaba respirar despacio.

-Total, creo que sé llegar a Granada. No puede ser tan difícil. Hay carteles que lo indican- Susurró.

Pensó que ni siquiera llevaba equipaje y recordó que, antes de subir al coche, le pareció que había algo en el maletero, porque la suspensión trasera estaba ligeramente hundida.

-Habrá pensado en ello Nuria-Volvió a hablar todo lo bajo que era capaz.

Estaba anocheciendo, hacía fresco, el ordenador de a bordo indicaba 5 grados. Aunque los ojos de Manuel no eran tan precisos como cuando tenía 20 años, entre los faros de xenón y las líneas blancas que delimitaban la carretera le bastaba para poder seguir adelante.

-Y las gafas. Sin gafas veo menos que un gato ...

-No eres un gato. Eres un hombre, un hombre maravilloso. Y vas a ser capaz de llevarme a Granada. Seguro que sabes algo sobre Granada. A ver, ilústrame.

-Granada es una ciudad en la región de Andalucía en el sur de España, en la ladera de las montañas de la Sierra Nevada. Es famosa por sus grandes ejemplos de arquitectura medieval que datan de la ocupación de los moros, en particular, la Alhambra. Esta extensa fortaleza sobre una colina incluye palacios reales, patios y piscinas reflectantes de la dinastía Nazarí y fuentes y huertos en los jardines del Generalife.

-Tu memoria es maravillosa.

-Y caprichosa, y horrible.

-Pero para eso estoy yo. Para ayudarte.

-Y para meterme en la mierda.

-Sólo si tu crees que vas a poder.

-Yo no creo nada. Yo creo que llegaré al año que viene, estamos a 22 de Diciembre. 9 días creo que sobrevivo. 

-Manuel, voy a hablarte con franqueza, como siempre lo hago. Puedes hacerlo, o puedes no hacerlo. Yo te voy a querer igual.

-¿Simular que soy un adulto funcional y empezar un trabajo nuevo en una ciudad desconocida? Pues claro que puedo. Lo que me preocupa son ellos. Si lo que dicen sobre ellos es verdad, estoy jodido. Muy jodido.

-En ese caso, que es sólo una hipótesis ... ¿Qué es lo que harías? Por instinto.

-Salir cagando leches de donde esté, si tengo que romper cosas y dar hostias, lo haría y poner kilómetros de por medio.

-Te he ... te hemos preparado un coche. Es un Suzuki Alto de color rojo. Casa con un tipo de 40 y pico sin muchos recursos que decide empezar de nuevo en una ciudad distinta. Tienes que pagar un alquiler, comer y todas esas cosas que hacemos los adultos. Pero necesitabas un coche, ási que has comprado uno pequeño y barato de segunda mano. ¿Suena creíble?

-Muy creíble. Y he venido a Granada por un tema personal. Si insisten le digo que es que he tenido una ruptura sentimental complicada, y que necesitaba aire. Que en Madrid me ahogaba. Y que estoy hasta la polla de tardar hora y 1/2 en ir al trabajo.

-Eso también suena creíble.

-Además, seguro que se han quedado impresionados con mi currículum. Y tu tienes parte de culpa. Me tienes que decir que has puesto, no sea que ahora sea físico nuclear. Tengo que meterme en el papel.

-Sólo le he cambiado el formato. Eres un tipo maduro, universitario, con experiencia en distintos campos. Por mi experiencia, la entrevista es un mero trámite. Que vas a ser administrativo en un colegio privado. Que no hay que ser doctor en Administración y Dirección de Empresas para hacer ese trabajo.

-Joder, se me había olvidado. En un colegio con niños gritando. Eso no va a salir bien.

-Pues dices que eres PAS y te pones unos auriculares.

-Joder esto debe ser una terapia tuya. Vas a hacer que reviva mi etapa escolar.

-Para nada.

-Bueno, entonces supongo que tendremos que parar antes de llegar a Granada ¿Es así? Habrá que meter el equipaje en el maletero (y en lo asientos traseros, que en un Alto no cabe una mierda en el maletero) y que yo continúe el camino en solitario.

-Supones bien. Tenemos que parar en un polígono ... Yo te aviso ¿Vale?

Tal y como había dicho Nuria, unos kilómetros después, le indicó como salir de la autovía y le guió a través de las calles de un polígono industrial que dormitaba. Ya caída la noche, se detuvieron en un fondo de saco, junto a un Fiat Panda Cross modelo 2006, de un vistoso color naranja.

-Nuria, o es un efecto no conocido de la mirtazapina, o eso no es un Suzuki Alto.

-Era una prueba.

-Para ver como reacciono ante un cambio sobre lo previsto ¿Verdad? Pues me quedo con el Panda, que es un poco más alto y tiene tracción total y es algo más amplio por dentro. Además lleva ruedas de campo, que me apuesto mi futuro sueldo son una Insa Turbo Cazador. En mojado y en asfalto mojado no tienen que agarrar una mierda pero ...

-Pero en el barro sí. Y además, tiene navegador. Para que puedas llegar a donde quieras llegar.

-Por si tengo que salir cagando leches atajando por pistas llenas de barro o de nieve.

-Por si tenéis que huir, si, tienes toda la razón.

-¿Tenemos? ¿Quienes? ¿Los Illuminati?

-Ya lo sabrás a su debido tiempo. No quiero asustarte, pero ten cuidado. Por favor.

-Claro que si. mamá, me acordaré de comer todos los días, tomaré mi medicación, la dosis pautada, iré a trabajar, y no la liaré mucho.

-No soy tu madre, soy tu amiga. Creía que lo sabías.

-Lo se, y yo también te quiero. Es para que veas que aun siendo autista, puedo ser sarcástico.

Con la ayuda de Nuria, trasladaron el equipaje del enorme maletero del A6 Avant al diminuto maletero del Panda. Alguna de las bolsas acabó en los asientos traseros.

-¿Cómo vas a pasar la navidad? Es pasado mañana, Manuel, no se si lo recuerdas.

-Pues en mi nueva casa viendo Power Art ..... ¿Qué esperabas? Y cenando salmón ahumado, que me encanta.

-Quiero decir ... como amiga ... y como psicóloga, me preocupa que puedas sentirte solo en una ciudad en la que no conoces a nadie.

-En Madrid tampoco conocía a mucha gente. Tengo mil cosas con las que entretenerme. Soy autista. Puedo leer un libro o una revista o escuchar música.. Lo único que me hace falta es una bici.

-Y ¿Cómo vas a solucionar eso?

-Como se soluciona todo ahora: mirando una por Internet. Con que sea talla L o 19" y frene y cambie más o menos me sirve. ¿Hay Decathlon en Granada? Mira, ya tengo algo que hacer esta noche.

-Eres un hombre maravilloso, detallista, resolutivo, amable. No lo olvides.

-No lo olvido. Buenas noches Nuria y feliz navidad. ¿Dónde vas a ir ahora?

-Pues a un hotel. Vamos, que tienes que colocar más o menos todo esto en tu nueva casa y cenar. La dirección está en el navegador. Como me dices muchas veces ...

-Buenas noches y buena suerte.

-Buenas noches y buena suerte, Manuel.

-Lo mismo para ti, Nuria.

Esperó a que Nuria se marchara antes de ponerse tras el volante del Panda.

-Bueno, pues ya estoy otra vez en la mierda. Pero, joder, soy un adulto responsable y estoy muy bueno. Creo que voy a poder salir OTRA VEZ adelante. A ver si este coche tiene música.

En la consola central del Fiat Panda había un navegador, que se veía algo anticuado, pero  que en 2006 debía ser la bomba. También un reproductor de CD. Aunque nunca había conducido un Panda, fue capaz de encender el navegador y de poner un CD. El navegador indicaba la dirección de su nuevo ...

Mientras callejeaba por el polígono unos acordes familiares sonaron en equipo de sonido del coche.

-Derivas ...

Dejó que sonara la canción, resistiendo el impulso de saltar a la siguiente. 60 segundos despés, tras una potente introducción con guitarras eléctricas y percusión, la voz de Bunbury empezó a llegar el habitáculo.


Dime:

¿Acaso no todo tiempo futuro será mucho mejor?

¿Quién manipula las esperanzas en beneficio propio?

Y prohíbo la prestidigitación con la ilusión forastera

A las fuerzas que nos rodean

No les ofrezco resistencia


-Si, supongo que podré llamar a ese sitio mi hogar.

12 (Manuel + Diego)

-Diego Pérez Martínez. Nombre impersonal para alguien inconfundible. A ver, ¿Qué has hecho hoy? Te aviso que la jefa de estudios no está, porque imagino que vienes a verla a ella ¿Verdad?

Por toda respuesta Diego entró en tropel en el despacho, rodeó en escritorio y se abrazó a Manuel, que todavía estaba sentado en la silla, tras la pantalla del ordenador.

-Joder, quiero decir, vaya, estás llorando. ¿Qué ha pasado?

Manuel le tendió a Diego un trozo de papel higiénico, del rollo que tenía en la mesa, a la izquierda del teclado.

-Son unos hijos de ...

-Diego, que estamos en un colegio de curas ...

-Son unos hijos de mala madre y van a por mí.

-¿Quienes? ¿Los Illuminati?

-Mis compañeros.

-¿Todos?

-No, todos no, son ... como cinco.

-¿Te han pegado?

-Si, y yo a ellos, pero empezaron ellos, pero la profesora dice que soy muy co-conflictivo, y que me van a e-expulsar.

-La profesora puede venir a comer .... Quiero decir, la profesora tiene que escuchar a todas las partes, y yo me apuesto mi sueldo a que tu no has ido a pegar a los 5 a la vez. Tu te has defendido y ya. Eso es legítima defensa. Que no me toquen la po .... que eso es legítimo.

-Gracias ...

-Pero yo te tengo que decir, Diego, como hombre adulto y responsable que pegar está mal y que la violencia no es la solución. Y que todo se puede hablar. Diálogo, diálogo.

- Manuel, pegar es mal, hablar bajo es bien.

-Jod ... hablar bajo es la ho ... de difícil Quiero decir, que cuando te alteras hablas alto. Cuando mi ex me me dijo que estaba con otro los gritos se escucharon en Canadá. Pero como adulto que soy, te digo que gritar no le da mayor peso ni validez a mis palabras.

-¿Tu ex?

-Mi ex pareja, mi ex novia. ¿Sabes lo que es una novia? Igual te estoy liando más. ¿Sabes que hago cuando estoy triste? Almuerzo y me pongo vídeos de coches de carreras. Y es la hora del almuerzo y vamos a almorzar. La jefa de estudios viene en una hora que tenía médico. Tu te quedas aquí conmigo ¿de acuerdo?

-Vale, Manuel.

Manuel abrió el primer cajón del escritorio y sacó un paquete de galletas de chocolate y dos botes de Colacao Energy.

-Cacao, chocolate y Carlos Sáinz. No hay nada que eso no lo pueda resolver. ¿Sabes quién es Carlos Sáinz?

-Si ... bueno ... creo ... ¿Corre en fórmula 1?

-Bueno, yo me refería a su padre, pero te busco en youtube un vídeo de Carlos Sáinz hijo con su Ferrari. Venga, voy a por una silla.

13 (uno tres) Manuel + Leonardo (el gato)

Al meter la llave en la cerradura del contacto del Panda, se acordó de Diego y después, de la nochebuena anterior. A pesar de ser casi primavera.

-Joder, es como yo, el colegio es una maravilla y un puto infierno. Que hostias, es mucho mejor que yo. Tiene algo especial. Tiene magia. Si llega a la vida adulta va a ser un tío muy grande. Dentro de que nadie es imprescindible y de que es difícil cambiar el mundo, creo que va a hacer grandes cosas. Vivir, por ejemplo.

Recordó la nochebuena. Llevaba apenas dos días en su nuevo piso. Que no era un palacio, con apenas un salón, una cocina, un dormitorio y un baño. Pero estaba reformado, limpio y bastante cuidado. Le bastaba para el. La noche que llegó, se metió en la cama a medio desvestir, le bastó con subir el equipaje desde el coche. El día siguiente lo invirtió en colocar su ropa y unos pocos efectos personales en el piso. Y comprar algo de comida.

Al día siguiente pensó en que siempre le había dicho su psicóloga: el ejercicio físico a diario le hacía sentir mejor. Así que decidió ir a esa tienda enorme de deportes de logotipo azul y blanco y darse un capricho: una bicicleta nueva.

Pensaba en decidirse por una sencilla, pero se topó con una preciosidad de color verde oliva, se diría como de camuflaje, militar, manillar de curvas y cubiertas mixtas.

-Para entrar en el barro y salir del barro. Para sacar grava de las cunetas. Para arrancar destellos a los días de invierno.

Una especie de bicicleta mixta, con nombre en inglés e incomprensible. A Manuel le recordaba a las bicis de ciclocross de las revistas de 3 décadas atrás, con el lógico avance de la técnica. También compró un casco y una bolsa de manillar grande. Pensó que, cuando llegara la primavera, podría ir a su nuevo trabajo en bicicleta.

La cena fue, a pesar de ser nochebuena, idéntica a la de cualquier otro día. Salvo por el salmón ahumado con mahonesa. Por costumbre, cenó pronto, y antes de las diez había terminado y estaba en la cama, bajo el edredón nórdico  y viendo vídeos de coches en youtube en el móvil. Entonces llegó la nostalgia.

-¿Qué estoy haciendo aquí? ¿Para qué estoy aquí? ¿Por qué sigo adelante?

Decidió salir de la cama, y dar una vuelta en bici. Unas mallas largas térmicas, camiseta, un forro polar de alta visibilidad, guantes de trabajo, casco y unas zapatillas con velcro. Recordó que había comprado un saco pequeño de pienso para gatos en el supermercado. Al atravesar el pasillo de alimentación para mascotas, recordó a su gato atigrado naranja y, casi de forma inconsciente, cogió una bolsa de pienso y la dejó en el carro.

-Seguro que hay gatos cerca de la Alhambra.

Puso en la bolsa de manillar una bolsa de patatas fritas, la bolsa de pienso, una botella de agua mineral y las llaves. Empujando la bici, abrió la puerta que daba al descansillo. Cargó la bici al hombro y bajó con ella los seis pisos que le separaban de la calle. Fuera el frío era gélido, pero la ropa hacía bastante bien su trabajo. Se dejó llevar por calles que no conocía en una ciudad que no conocía hasta llegar a los alrededores de la Alhambra.

Unos jardines desiertos, un paraíso en medio de la ciudad. Dejó la bici con cuidado apoyada en el tronco de un árbol, cogió la bolsa de pienso, las patatas y el agua y se sentó en un banco de piedra. Abrió el saco de pienso y dejo un montoncito en un extremo del banco. Se situó en el lado opuesto y comenzó a dar cuenta de las patatas fritas. De la penumbra  suave fueron surgiendo pequeñas siluetas redondas y preciosas. Gatos negros, pardos, grises, blancos, anaranjados, tricolores. Se acercaban con timidez olfateando el pienso. Los más descarados, pronto treparon al banco y comenzaron a devorar el pienso.

-Gatos, patatas, Granada y una bici. La mejor nochebuena  que podía imaginar.

Se dio cuenta de que estaba llorando de nuevo. Se secó las lágrimas con el dorso de la mano. Dejó otro montón de pienso en el banco, hasta agotar el paquete. Tiró el envase a una papelera, guardó las patatas y la botella de agua en la bolsa de manillar, se puso de nuevo el casco y volvió por donde había venido. En soledad y en silencio. Volvió la cabeza y le sorprendió toparse con los ojos café brillando en la oscuridad de un pequeño gato negro.

-¿Y de dónde sales tú? ¿Y a dónde quieres ir?

Por toda respuesta, el gato maulló.

-¿Quieres venirte conmigo? Tengo salmón y calefacción.

El diminuto gato negro maulló de nuevo.

Pensaba que se asustaría cuando él se acercara, dejó de nuevo la bici recostada contra el tronco de un árbol, y se acercó hasta quedar en cuclillas junto al gato, que no se había movido un ápice. Alargó con cuidado su mano derecha la cabeza del gatito. Pudo sentir y escuchar como comenzaba a ronronear.

-El año que viene tengo que ser un nuevo yo. Tampoco ha ido tan mal este año. Y este puede ser un buen comienzo.

Cogió con cuidado en brazos al gato y lo dejó en el interior de la bolsa de manillar. Juntos se perdieron en la noche, como dos fantasmas.

-Leonardo. Te llamaré Leonardo. Como Leonardo Da Vinci.

14. Manuel + Diego

(Escrito el 11.01.2023)

-¿Estáis bien?

-Define bien. Diego está asustado y quiere ver a su mamá, y yo tengo un corte bastante feo que igual precisa de puntos en la mano derecha. Estamos vivos y a salvo, por otra parte.

-Imagino que estáis lejos de Granada.

-Imaginas bien,

-La ayuda está en camino. Porque supongo que necesitáis ayuda.

-Supones bien, pero estamos en un pu... en un camino lleno de barro, necesitaríamos al ejército, por lo menos.

-El ejército,  está en camino.

-Estupendo, perfecto, magnífico. El ejército de los serafines, me imagino. ¿Y vienen en un TOA?

-Un TOA es demasiado lento. Es un pequeño camión 4x4.

-Eso es maravilloso, Núria, nos has salvado el culo, otra vez. Me has salvado, otra vez.

-Una vez más. Estaba preocupada por vosotros.

-Agradezco tu preocupación. Eres una mujer maravillosa y empática.

-Se que piensas eso que dices y  me halaga mucho. Gracias, Manuel.

-Gracias a ti, Núria. Está oscuro y hay mucho barro. No nos movemos de aquí, al menos hasta el amanecer.

-Antes del amanecer creo que habrá llegado la ayuda.

Manuel colgó y miro a Diego. Por toda respuesta, Diego se abrazó a el. Escuchaba como lloraba, en silencio.

-Diego, se que tienes miedo, se que quieres ver a tu mamá. Yo también  tengo miedo.

-Pero ... las personas mayores no tienen miedo.

-Claro que tenemos miedo. Lo que pasa es que no nos gusta reconocerlo. El miedo es un sentimiento humano. Tener miedo no implica ser cobarde, sino humano.

-Gracias, Manuel, eres una persona mayor buena. Me has salvado de los hombres malos. Y te han hecho daño por mi culpa.

Manuel miró su mano derecha. Debajo de un par de tiras de esparadrapo, en la palma, se adivinaba una gasa empapada en sangre. Dolía. Con la ayuda del botiquín del Fiat Panda, había podido primero limpiarla y después curarla de una forma muy elemental.

-Esto igual no lo puedes entender, pero me basto y me sobro para hacerme daño. ¿Tienes hambre?

-Si, tengo hambre y sed.

-¿A qué no sabes que hay en el maletero del coche? Una mochila con comida y agua. Siempre la llevo. Es lo que tiene ser ansioso, que me paso la vida anticipando desastres que no van a tener lugar y me preparo para lo malo que pueda venir.

Abrió la puerta del conductor. Fuera estaba oscuro y el terreno, la pista, llena de barro. A tientas, bajó del coche y lo rodeó hasta llegar al portón. En el maletero había una mochila burdeos muy bonita. Regresó al interior del coche.

-Tenemos para cenar ensalada con verduras y atún,  una botella de agua para cada uno y un ... bueno, cuando era pequeño los llamaba petit suisse o como se diga, es un yogur pequeñito de chocolate que está riquísimo.

Mientras comenzaban a comer en el interior del panda, bajo la luz de una linterna frontal, le vino a la memoria la letra de una canción y no pudo evitar tararaearla en voz baja, apenas audible.

I'm going out of frequency

Can anyone respond?

'Cause I'm going out of frequency

Can anyone respond?


Diego continuó la canción, con una pronunciación mucho mejor (el colegio era de curas sí, pero tambie bilingüe).


It's like an avalanche, I feel myself go under

'Cause the weight of it's like hands around my neck

-Diego, nunca habría imaginado que te supieras de memoria canciones de Bring Me the Horizon. Es una maravilla.

-Manuel, no se quienes son esos señores, no los he escuchado nunca ... lo he leído en un sitio ... es todo muy raro.

-Lo has leído en mi mente. Sabes lo que estoy pensando ¿verdad?

-Si . Pero la gente no hace eso. La gente normal no hace eso.

-Algunas personas si. Todos somos iguales pero diferentes. Yo, por ejemplo, soy autista. Percibo la realidad de una forma distinta. Y tu también eres diferente, y tienes sentidos más precisos, y puedes percibir o intuir lo que piensa la gente. Por eso esos hombres malos querían cogerte. Por eso algunos de tus compañeros te odian. Por eso tu vida ha sido tan difícil. Bueno, no es exactamente así, necesitaría horas para explicarlo y gente mucho más sabia que yo para explicártelo, psicólogos, pedagogos, psiquiatras, neurólogos, incluso que puede que algún sensitivo. Pero, a grandes rasgos es así.

-Y ¿Qué voy a hacer? ¡Quiero ver a mi mamá!

-Lo se, Diego. No se ve una mierda, es muy de noche y hay barro por todas partes. Pero la ayuda ya está en camino. Mañana te llevaré a ver a tu mamá. Te lo prometo. ¿Intentamos dormir?

El alba le sorprendió a Manuel de pie junto al  coche. Se había puesto toda la ropa de abrigo que tenía y estaba relativamente cálido y a gusto. Sentía un dolor sordo en la palma de la mano derecha y su espalda protestaba después de pasar la noche hecho un ovillo en el asiento del copiloto del Panda, mientras Diego dormitaba bajo un abrigo en el asiento trasero. Había salido del coche porque necesitaba, a la vez, estirar las piernas, que le diera el aire y poder llorar a gusto, sin que Diego le viera, aunque estuviera dormido y no pudiera verle. Estaba tan acostumbrado a ocultar sus emociones que le resultaba complicado llorar y le daba mucha vergüenza hacerlo en público.

Entonces escuchó el rumor lejano de un motor diésel. El primer impulso fue volver al interior del coche , arrancarlo y poner tierra de por medio. Pero el pequeño Panda estaba atascado en el barro. Manuel era un conductor bastante competente, pero no un experto en conducción fuera de carretera y se había quedado atascado en un charco de barro y de agua. Agua que se había congelado durante la noche. Con cuidado de no mojarse los pies, dirigió la vista ladera abajo y pudo ver una pequeña luz avanzando lentamente.

-O es la ayuda o estamos jodidos. No soy un agente secreto  con licencia para matar. Soy un hombre corriente. Ahora toca esperar y ver - Susurró.

La luz poco a poco se fue acercando y haciendo más grande. Conforme estaba más cerca, entre los jirones de niebla sucia y deshilachada y la vaga claridad del alba, distinguió un diminuto camión todo terreno de un verde oliva, un verde como miltar, un verde militar, y con sendos cuadrados blancos con cruces rojas en los costados.

-Es una ambulancia militar.

Quiero evitar la baldosa que baila

Y va y me pisa el pie el invierno

Tú me dirás que son cosas que pasan

Así como pasa esta otra ambulancia

Tras unos minutos que se le antojaron eternos, la Iveco 4x4 WM40-10 llegó hasta situarse tras el pequeño Panda.

Para la sorpresa de Manuel, cuando el camión apenas se había detenido, se abrió la portezuela del copiloto y una mujer joven bajó en tropel,

-¿Dónde está mi hijo?

-Está en el asiento trasero del coche y está a salvo.

La mujer abrió la puerta trasera izquierda del Panda. Manuel suspiró y levantó la vista. Como en una aparición, tenía delante a dos soldados, a dos mujeres de uniforme, delante suya.

-Tu debes ser Manuel.

-Lo soy, y vosotras sois la ayuda.

-Lo somos. No te podemos decir nuestros nombres reales por razones largas de contar, pero me puedes llamar Sandra a mí y Laura a ella.

-Estupendo, Sandra, Laura. Necesito desatascar el coche del barro, tengo una herida en la mano derecha que igual precisa de puntos, y los hombres malos no se si estarán cerca, así que necesitaría salir de aquí cagando leches, si me disculpan la ordinariez.

Sandra le miró despacio.

-Mi compañera es enfermera y puede suturar esa herida en cuanto haya oportunidad. Vamos por partes. Podéis subir los tres a la ambulancia, y tomar una infusión caliente mientras Laura y yo desatascamos el Fiat. En cuanto a los hombres malos, he de decir que para ser un civil ...

-Civil, autista y tarado ...

- ... que para ser un civil, tanto Diego como tu habéis hecho una labor estupenda. Los hombres malos están lejos. Nuestro plan es desatascar el Panda y dejarlo en el pueblo más cercano. Donde no llame tanto la atención. Y luego os llevaremos a los tres, a la madre de Diego y a ti, a un lugar seguro.

-Suena un plan genial. ¿Y si vienen los hombres malos? Algunos hombres malos pueden leer las metes.

-Si eso ocurriera, vamos armadas y estamos autorizados a usar la fuerza necesaria.

-Espero que no sea necesario. Voy a entrar en la ambulancia, hace frío.

La caja de la Iveco era sorprendentemente amplia y cómoda. Diego y Silvia ya estaban dentro, sentados y abrazados en un banco corrido. Silvia levantó la mirada, empañada en lágrimas.

-A ti te conozco .... trabajas en el colegio de Diego. No sé muy bien que ha pasado, estaba muy preocupada, Diego no aparecía por ningún sitio, pensé que sería cosa del cabrón de mi exmarido. Y luego han venido dos soldados y me han llevado hasta aquí. Me han dicho que ayudaste a Diego a escapar ....

La voz de Silvia se quebró.

-No se que haría si algo malo le hubiera pasado a Diego.

-Pero eso no ha ocurrido.

-Gracias a ti. Y estás herido. Deja que vea esa mano. Yo también soy enfermera ¿sabes?

Bajo la atenta mirada de Diego, Silvia retiró el esparadrapo y las gasas, dejando a la vista un corte de unos cinco centímetros de largo, en diagonal, en la palma de la mano derecha.

-Parece que es superficial y que no ha afectado a ninguna vena, ni tendón.

-Genial, entonces.

-Yo ... ahora no tengo pulso para dar puntos ...

-Yo tampoco, ni ahora ni nunca. Me pones una gasa limpia y ya habrá tiempo de puntos. Vamos a tomar algo caliente.

Un termo de té caliente y tres tazas. Por mesa, usaron una camilla que ocupaba el centro de la parte trasera de la ambulancia.

-Mamá ¿Qué es esto? Sabe raro.

-Diego, se llama té. Creo que nunca lo has probado. Es una bebida que tomamos los mayores a veces.

-Sabe raro pero está caliente y rico y dulce.  Mamá, he pasado mucho miedo.

15 (Manuel + Diego + Sandra + Laura + Silvia)

-No deberías estar conduciendo. Tienes puntos recién puestos en la mano- Apuntó Sandra, desde el asiento del copiloto. El vetusto motor diésel tronaba alto y claro mientras la Iveco se esforzaba por mantener unos 90 kilómetros por hora.

-Lleváis toda la noche despiertas, yo he podido dormir algo. Y Laura, o como quiera que se llame en verdad, ha hecho un trabajo excelente. Ya ni me duele la mano.

-Eso es por los analgésicos.

-Será. ¿Cómo habéis acertado con la talla del uniforme? Supongo que llevarlo puesto es para no llamar la atención. Un civil al volante de una ambulancia militar podría llamar la atención.

-La talla nos la ha dicho, como puedes imaginar, Nuria. No esperábamos que pasara lo que pasó. No esperábamos tener que intervenir. Cuando nos llegó tu llamada de alarma a través de Nuria, pensaba lo peor. Que estarías malherido. Esa gente no tiene ningún aprecio por la vida de aquellos que le estorban. No debería decirte esto, porque puede que te ponga más nervioso ...

-¿Nervioso? Si llevo analgésicos para parar un tren. Y ahora recuerdo que, también un lorazepam. ¿Sabes? Me da miedo la oscuridad y las multitudes las llevo regular. Nunca salgo de casa sin una linterna frontal, sin auriculares y sin lorazepam.

-Entonces tampoco deberías conducir.

-No es la primera vez que conduzco con benzodiazepinas en el cuerpo, o con ganas de llorar, o llorando, o despersonalizado. Además, esta Iveco, es estupenda en caminos, pero en carretera no es precisamente rápida como un Porsche. Bueno, ni siquiera tan rápido como cualquier coche morderno. A 90 por hora las cosas vienen más despacio.

-Pero con un Porsche no se puede atajar por pistas. Vamos a cruzar la península por carreteras secundarias y pistas de tierra. Donde una ambulancia militar no va a llamar la atención. Y os vamos a poner a salvo a los tres. Y, como te dije, vamos armadas y os defenderemos si fuera necesario. Estaba pensando en darte un arma a ti, si fuera necesario ...

Manuel recordó que tanto Sandra como Laura iban armadas. Con una pistola o quizás un revolver en el cinturón. Debía ser una pistola, al menos por la forma que se adivinaba bajo la funda. Y, apostaba, que en el interior de la ambulancia había más armas. Un subfusil o algo parecido. Quizás hasta un sofisticado rifle de francotirador, como los que veía en las series de unidades de policía especializadas en secuestros en televisión.

-¿Un arma? ¿Un CETME? Significa Centro de Estudios Técnicos de Materiales Especiales. Huy, eso es muy antiguo. Ahora será un H&K o como se diga. Yo con un arma en las manos. No parece una buena idea. Mejor que me encargue de conducir para que podamos turnarnos. Eso si que puedo hacerlo, sin poner en peligro a nadie.

-Por lo que he oído sobre ti, eres capaz de conducir y de muchas cosas más.

Manuel rompió a reír y Sandra acabó por estallar en carcajadas instantes después.

-Estoy vestido de militar al volante de una ambulancia militar todo terreno, con una soldado, o el rango que sea ...

-Teniente, si no te importa.

- ... con una teniente en el asiento del copiloto. Y también me acompañan un alumno del colegio en el que trabajaba, su madre , y una enfermera militar que me ha dado puntos en la mano derecha. Si no lo estuviera viviendo diría que es una alucinación. Pero tiene su encanto. Ahora ese peligro indefinido se ha concretado y tengo ayuda. Aliados. Supongo que, como buena militar, te habrás hecho una composición de lugar de lo que ha ocurrido. Mi lectura es que Diego es muy importante para ellos. Entonces todo esto sólo puede querer decir una cosa.

-Aprovechando que no nos escuchan ni Diego ni Silvia, su madre, te seré sincera. Pero primero quiero oír tu opinión.

-¿Mi opinión? Que están reuniendo un equipo de personas muy especiales, de personas que pueden ver y percibir más allá de lo que puede percibir un ser humano corriente. Incluyo más que yo, que tengo alta sensibilidad en el procesamiento sensorial y emocional. Y que se la suda si se tienen que llevar por delante a alguien en el proceso. Son daños colaterales sin importancia, como diría Bush hijo. Nuria no me lo  ha querido decir, pero ya se han llevado por delante al menos a una o dos personas que les han intentado detener. Y un niño pequeño murió, supongo porque no les fue útil. Quién puede matar a un niño así, a sangre fría. No lo sé  ... Este debe ser el tercer plan para intentar pararles los pies.

-Lo que no sé es como has conseguido leer esos informes.

-En Internet, a parte de ver porno, se pueden aprender cosas útiles.  Además, los humanos somos falibles.

-Creo que serías un buen soldado y un buen analista de inteligencia.

-Conocimientos de armas y de explosivos a nivel teórico tengo. Pero me temo que no es suficiente para ser lo uno ni lo otro.

-Lo que quería decir, es que eres una persona valiosa y maravillosa. Y que, tienes razón, pero no del todo. No están reuniendo un equipo, sino un ejército.

-Dios. El apocalipsis. Quién tenga inteligencia calcule el número de la bestia, porque es el número de un hombre. Y el número es seiscientos sesenta y seis. Disculpa la cita. Tengo la mente llena de información y a veces la tengo que soltar así, de sopetón.

-En una cosa te equivocas. Es verdad que el primer plan no salió bien. Pero el segundo, del que no te puedo hablar por motivos de confidencialidad, si que tuvo éxito. Nosotros somos la segunda oleada. Nosotros somos los frutos de ese germen.

-Nosotros. Suena bien. Ya me han hecho daño y no tengo ganas de huir, que también, sino de de devolver el golpe y de luchar hasta el final.

-¿Alguna vez te han dicho que tienes mentalidad de soldado?

-Nunca. Y me lo tomaré como un halago.

-Es un halago.

16 (Miguel + Andrea + Sara)

La furgoneta se detuvo con un leve chirrido de frenos.

-¿Me puedo bajar? ¿Es seguro?- Preguntó Miguel.

Por toda respuesta, Andrea se puso de pie y abrió la puerta corredera. Fuera había luz, fresco, silencio y árboles.

-Esto no es Madrid. Pero no estamos lejos de Madrid. No mucho. La furgoneta no debe correr mucho, además, los límites de velocidad de los vehículos industriales son distintos a los de un turismo. Hace más frío que en Madrid. Debemos estar más altos. A mas altitud.

Andrea le interrumpió.

-¿Por qué, en lugar de pensar, de anticipar, no lo descubres por ti mismo?

Miguel se decidió a salir de la furgoneta.

-Estaba esperando a que ....

- ¿...  A que te diera permiso? Dentro de un orden, puedes hacer lo que quieras. Con educación y sin ponerte en peligro.

Sara había bajado de la furgoneta y estaban los tres, en lo que parecía ser un pueblo de la sierra. Suponía que en la parte noreste de Madrid o quizás ya en Guadalajara. Casas de piedra y tejados de pizarra. El pueblo parecía desierto pero pronto advirtió que en algunas de las casas se habían hecho trabajos de albañilería recientes. Y que, unos metros más allá, había otro coche, un viejo Peugeot 106 de color rojo, y más allá otra furgoneta, una VW LT 46 de color amarillo, con una caja de aluminio tras la cabina y un toldo de lona sobre la caja.

-Debe ser un pueblo abandonado. Al menos lo parece ...

Sara habló por primera vez.

-Era un pueblo abandonado, pero lo estamos rehabilitando.

-¿Tu también me puedes leer la mente?- Preguntó Miguel.

-No, no puedo. Tu a mí si ... y que de reconocer, que aunque estoy acostumbrada a tratar con algunos de vosotros, como Andrea, me da miedo. Bueno, no es miedo, es que ... Me da vergüenza.

-Odio que me digan "tranquilo", pero te lo diré: puedes estar tranquila. Estoy un poco demasiado cansado y confuso como para andar leyendo mentes. Poder, podría, pero es agotador.

-No sabía que ser telépata fuera cansado.

-Es ... con perdón, la hostia de cansado. Es un poco como ser neurodiverso. Demasiados ... demasiados estímulos. Luego le coges el truco pero aún así hay días que parece que te va a estallar la cabeza.

Andrea intervino, con suavidad.

-Podemos ayudarte.

-Sabes que no me fío.

-No tienes que confiar en mí, en nosotras, en nosotras, el primer día. ¿Qué te parece una ducha y dormir en una cama de verdad? Ayer dormiste en los asientos de un automotor diésel a punto de ser desguazado.

-Se duerme por la noche y es media mañana o mediodía.

-Pero estás agotado.

-Tienes razón. Sería perfecto poder ducharme y dormir en una cama. Aunque sea de día.

Cuando quiso darse cuenta estaba en la ducha. En una ducha. Un plato de porcelana o algo parecido, de cerámica, bastante grande, una mampara de cristal. En una pequeña repisa de madera, un bote de champú, otro de gel y una esponja enorme y muy suave. El grifo parecía antiguo, tenía esa pátina, ese color cobre envejecido, que en los colectores de delgas de los motores de corriente continua, facilitaba la conducción de la electricidad. Le vino un escalofrío y tuvo miedo. Abrió primero el grifo del agua caliente y luego el de fría. Del techo de la ducha caía una catarata suave de agua tibia. Se sentó en el centro de la ducha y dejó que esa lluvia tibia le bañara.  Su mente seguía trabajando a más de 8.000 RPM. Intentó poner la mente en blanco, no le fue posible. Optó por recordar con detalle.

El tacto. Los guantes cortos, sin dedos, de color amarillo y rojo, con unos caracteres en el dorso de la mano que se le antojaron en italiano o en griego. Ceramiche Ariostea. La cinta de manillar que acolchaba un manillar de curvas, el tacto suave y cálido, pero no empalagoso. Con el pulgar de la mano derecha iba a apretando a cada poco una pequeña palanca y la bici le respondía engranando una corona más pequeña. Porque estaba sobre una bici, en una carretera estrecha, bajo un cielo plomizo, rodando deprisa. Una bicicleta que de pequeño llamaban de carreras, si, como la que llevaban los ciclistas profesionales que había visto en televisión. Pero no una bicicleta actual, sino algo mas antiguo, de principios de los 90, de mediados de los 90, de 10 años atrás. De acero. De color gris. De aleación de acero con cromo y manganeso. O de cromo con molibdeno. Acero 4130. Dios, le iba a estallar la cabeza. No recordaba si sabía ir en bici. ¿De quién eran esos recuerdos? Esa persona con la mente a punto de estallar, con el peso de las lágrimas en el lacrimal, que intentaba seguir adelante con música, relatos, bicis y onanismo.

Logró ponerse en pie, enjabonarse la cabeza y el cuerpo, aclararse. Cerca de la ducha, al otro lado de la mampara, había una toalla de color violeta.

-No rasca. Es maravilloso.

Salió del baño. Tenía un baño para él solo.  En la cárcel, en el centro o como se llamara, el baño muchas veces estaba cerrado. Por seguridad quizás. Salió del baño y encontró ropa limpia y de su talla sobre la cama, una cama enorme, de 135 cm de ancho. Pijama, ropa interior y calcetines. Después de secarse, se puso la ropa. Torció el gesto: lo que llevaba puesto antes, la ropa prestrada o robada de alta visibilidad, y el horrible pijama como de hospital, estaba tirado en el suelo, a la entrada del baño. Le dio igual. Se metió bajo las sábanas, bajo las mantas, cerro los ojos y, por fin, pudo dormir.

Dormir.

17 (Manuel + Diego + Sandra + Laura + Silvia)

-¿Tienes mejor la tripa?

La ambulancia militar Iveco, con parte de su pintura de color verde salpicada de barro en torno a los pasos de rueda,  se había detenido sobre el andén de un diminuto apeadero rural. Sandra ocupaba el asiento del conductor, y Manuel el del acompañante.

-Comer me ha sentado bien pero tengo náuseas. Yo no se si es por la medicación o por las sorpresas.

-Anda, acábate la comida. Te queda el postre. Es crema de albaricoque. A mi me encanta.

-Estoy en una ambulancia militar vestido de soldado comiendo una ración de combate. Y esperando a un tren, supongo.

-Supones bien. Cargamos la furgoneta en un vagón plataforma y continuamos el viaje por ferrocarril. Después cambiaremos de vehículo y de aspecto.

El apeadero estaba en curva, en medio de un bosque de encinas. Eran apenas tres andenes abrazando dos vías, la principal, y una vía secundaria. Por toda edificación, una especie de marquesina, que a Manuel le recordó a las paradas de los autobuses que había a la entrada de los pueblos de la Baja Alcarria.

-Joder, tenías razón, esto está buenísimo.

-Creo que Nuria te dijo que, a veces, puedes confiar en los demás.

-Siendo autista se me escapan muchos detalles de la comunicación oral. Por eso me es difícil confiar en los demás. Y, han pasado muchas cosas imprevistas. Eso no facilita las cosas.

-Desde luego que no.

Manuel levantó la vista del diminuto envase de crema de albaricoque que tenía en el regazo.

-Sandra, ¿has oído eso?

-¿El qué?

-Viene un coche. Y esto está en el puto culo del mundo.

Sandra no le contestó. Se quedó quieta, con la boca cerrada y sus preciosos ojos azules abiertos como platos.

-¿Sandra? ¿Estás bien? ¿Me oyes? Me cago en la puta de oros.

Sandra estaba como petrificada, congelada.

Del hueco en la parte trasera de la cabina que comunicaba con la caja de la ambulancia, emergió la silueta de Diego.

-Manuel, mamá no habla y esa señora tampoco.

-A Sandra le ha pasado lo mismo.

-Manuel, tengo miedo. Va a pasar algo malo.

-¿Tu también tienes esa sensación? Joder, yo te debería tranquilizar, pero estoy cagado de miedo, llevo 2 horas con mal cuerpo y ya se por qué. Vamos a para abajo, fuera de la furgoneta. Vamos a ver que pasa. Si las cosas se ponen feas sales corriendo y te metes en el bosque. 

-Manuel, tengo miedo.

-Yo también tengo miedo.

Bajaron de la cabina de la Iveco. Al apeadero se llegaba por una pista de tierra, que antaño sería una carretera, pero en la que ahora no había rastro del asfalto. Sólo parches de grava, tierra, roderas, charcos. A unos 100 metros, ya en pleno bosque, distinguieron el haz de luz blanco de lo que supusieron que era un coche. Diego cogió de la mano a Manuel y comenzaron a andar en dirección a las luces.

Al doblar una curva del camino se toparon con la silueta de un coche grande, plateado, de esos con portón que llamaban ranchera o familiar o con alguna otra palabra inglesa incomprensible como station wagon, break, avant o lo que fuera. Junto a la puerta del conductor, de pie, había una mujer.

Era complicado describirla, porque dolía verla. Dolía, no era una forma de hablar. Manuel  sentía oleadas amargas de miedo subiendo desde la boca del estómago, las ganas de llorar infinitas que solo recordaba tras un shutdown o previas a una ideación, y le temblaban las manos.

-Manuel, te tiemblan las manos.

-Si.

Era una mujer de no más de 30 años. Iba vestida de los pies a la cabeza de blanco: un abrigo como de algún deporte de invierno, unos pantalones de cuero o de un material semejante al cuero, guantes de lana y gorro del mismo tejido. Un gorro rematado con una bola de lana en la punta. Botas de agua, de goma, también blancas. Su rostro estaba en parte oculto por el cuello del abrigo, pero se adivinaban mechones de pelo blanco como la nieve y una nariz pequeña, cejas perfiladas, ojos verdes. Mediría no más allá de metro cincuenta y cinco, así a bulto.

-Hola, seas quién seas, supongo que eres la responsable que que la mamá de este chico y mis compañeras de viaje se hallan quedado congeladas. Te rogaría que las devolvieras a su estado natural y nos dejaras marchar.

-Tu no puedes estar aquí. Así, no. No puede ser.

Su voz era ... ¿Cómo describirlo? Magnética. Como la llamada del vacío, de esos 75 metros de nada hasta el cuenco de absorción, o como cojones se llamara, de aquella presa en Guadalajara. Era un canto de sirena. Era la nada, el no ser.

-¿Que no puede ser el qué? Mira, bonita, habla claro que no te entiendo.

-Deberías estar como ellas.

-Mira, bonita, igual es porque soy autista o por la alta sensibilidad en el procesamiento sensorial y emocional, pero te veo, te oigo y conservo mis facultades físicas y psíquicas mas o menos, yo que se, al 50%. Odio la violencia. Pero, como supongo sabrás, ya le rocié la cara a uno de vuestros secuaces con un ambientador y este chico que tengo al lado, que tiene más cojones que muchos hombres, le dio un puñetazo en los huevos a otro.

-Manuel, porque tu me dijiste que fuera a por los huevos.

-Diego, ¿te has dado algún golpe en tus partes?

-Si, de pequeño jugando, duele mucho.

-Pues eso.

La mujer les interrumpió.

-Me tengo que llevar a Diego. Lo puedo hacer por las buenas o por las malas.

-¿Tu y cuantos más?

-Si quisiera ya estarías muerto.

-Hazlo. Me harías un favor.

La mujer les miró con dureza, pero no hizo nada, ni un gesto, nada. Manuel esperó. Aguardó al dolor infinito.

18 (Miguel + Andrea)

Despertó con el corazón a mil pulsaciones.

-Mil es una forma de hablar. Un corazón humano no puede latir tan rápido- Susurró Miguel.

Estaba todavía en la cama.

-Ha sido una pesadilla.

Escuchó como tocaban el la puerta, como golpeaban con los nudillos, era una puerta de casa de pueblo, de madera, pero pintada en un vistoso color verde suave.

-Adelante, o como se diga.

La puerta se abrió y divisó la silueta de Andrea.

-¿Estás bien?

-¿He hablado en sueños?

-Si.

-Lo siento.

-No hay nada que sentir. Lo único que me da pena es lo que has sufrido.

Andrea se sentó en un extremo de la cama. La habitación estaba tal y como la había dejado cuando se acostó. A Andrea no pareció importarle la ropa tirada por el suelo.

-¿Qué hora es?

-Qué día, más bien. Has dormido desde ayer al mediodía.

-Eso es por la medicación que me daban esos hijos de ...

-Puede ser. O que estabas agotado.

-Es verdad.

-¿Tienes hambre?

-Muchísimo.

-Puedes bajar a desayunar cuando quieras.

-Vale ... Andrea, ¿te puedo pedir un favor?

-Depende del favor.

-¡No es lo que estabas pensando!

-¿Me has leído la mente?

-Tengo demasiado sueño para eso ... quiero decir ... eres muy guapa y me has ayudado, pero no te puedo pedir que te acuestes conmigo ...

Andrea rompió a reír.

-Con educación puedes pedirme lo que quieras. Y yo puedo negarme, por supuesto. ¿Qué me querías pedir?

-Desayunar en la cama.

-En eso si que puedo ayudarte. ¿Qué te apetece?

-Lo que sea. Que este caliente.

-Vuelvo en cinco minutos. No te enfríes.

Andrea cumplió su palabra y volvió con una bandeja llena de comida: un tazón de cereales con leche, una taza con algo que parecía té o tila, y un bocadillo de bacón con queso.

-Muchísimas gracias.

-Muchísimas de nada. ¿Te importa que me quede aquí.

-Para nada. Supongo que vienes a pedirme una contrapartida.

-¿Una contrapartida?

-Nadie hace nada por nada. Me habéis ayudado y yo os tengo que ayudar. No sé como hacer eso.

-Siendo tú mismo. Confiando en ti. Siempre puedes más de lo que crees. Te han entrenado ...

-Me han encerrado.

-Eso también. ¿No tienes ganas de vengarte?

-Demasiadas. ¿Las puedes sentir?

-¿Quieres que lo haga?

-¡No!

-Me puedo hacer a la idea. Puedes usar esa rabia en tu favor.

-Tengo miedo.

-¿De qué?

-De que me atrapen, de hacer daño  y de hacerme daño. Hacerme daño es lo que menos me importa.

-Paso a paso. Necesitas descansar. Cuando tengas más fuerzas, damos el primer paso. Es como una partida de ajedrez. Movemos, ellos mueven ...

19 (Manuel + Diego + Sandra + Laura + Silvia)

Sandra abrazó con suavidad a Manuel. Estaban en el interior de un vetusto coche de viajeros. Sandra se apretó contra el mientras estaban sentados en una de las filas de asientos. Vestida de civil, parecía otra persona. Una versión diferente de una misma persona.

-Te estoy muy agradecida. Veníamos a darte cobertura y nos has salvado a las dos.

-He hecho lo que he podido.

-Has hecho muchísimo.

-Supongo que soy especial.

-Lo eres. Por eso Nuria te eligió. Puedes defenderte y proteger sin usar un arma.

-Entonces Diego es más importante de lo que pensaba. Han ido con todo. ¿Qué voy a hacer ahora?

-Dirás que vamos a hacer a hora.

-¿Qué vamos a hacer ahora?

-Te dejo que lo adivines.

-Poner tierra de por medio. Es un tren militar, y lo arrastra una locomotora diésel eléctrica. Hasta donde haya vías de ancho ibérico, que si no recuerdo mal son 1.668 mm, podemos llegar. Como esto parece una película de espías, está claro a donde vamos a llegar. A Canfranc. Francia está a pocos kilómetros.

El tren avanzaba con parsimonia, no lejos de Zaragoza, camino de Huesca. Los recuerdos de Manuel eran precisos, pero demasiado vívidos, doloroso. Sus manos temblaron.

¿Te encuentras bien, Manuel? ¿Necesitas algo?

-No te puedo pedir eso.

-Prueba.

-¿Sabes que me calmaba de pequeño? Quedarme dormido en el pecho de mi madre, escuchando su corazón. No te puedo pedir eso. Dame otro abrazo.

Sandra le abrazó.

-Ya que nos has salvado, te puedo decir, si no te importa, que eres un hombre bastante atractivo. Muy deseable. Además, tienes ese aire de misterio y esa forma de ser peculiar. Eso te hace más atractivo.

-No tengo libido.

-Es una pena.

Manuel cerró los ojos y, en su mente, se volvió a reproducir, una y otra vez, un recuerdo, como un vídeo, como un pasaje grabado en una cinta VHS. La mujer volvió al interior del coche, maniobró para dar la vuelta y se alejó despacio. Manuel y Diego volvieron a la furgoneta. Sandra, Laura y Silvia seguían congeladas. Pero, 10 o 15 minutos después, comenzaron a moverse y a hablar como sin nada hubiera pasado. Entonces sonó la bocina de un tren.

La silueta de una locomotora diésel eléctrica de la serie 310, pintada con los tonos verdes de ADIF, apeció a través del bosque,  a través de la vía que dividía el bosque. Tras de ella, vagones plataforma con carros de combate y TOA's. Uno de los vagones estaba libre, con un espacio para la ambulancia. En cola, un coche de viajeros, de color verde. El personal de tren desplegó como por arte de magia una rampa y cargaron la ambulancia militar en uno de los vagones plataforma. Sandra, Laura, Silvia, Diego y Miguel subieron al coche de viajeros.

-¿Te querrías acostar conmigo? Perdona si soy directo. Soy autista.

-Me parece una idea inapropiada ahora, pero muy sugerente. Cuando estemos a salvo, no me importaría. Lo tengo que pensar, claro, pero no es algo que descarte. No me desagrada que me lo pidas.

-¿Es que no estamos a salvo todavía? Me halaga eso que has dicho ...

-Si, pero lo estaremos más. ¿Puedes conducir? Así nos turnamos ...

-Claro que puedo. La pregunta no es esa. La pregunta es a dónde vamos.

-Vamos a Italia. A ver a un buen amigo. A quién puso en marcha todo esto.

-A coger fuerzas antes de volver a atacar.

-¿Quieres atacar? ¿A que te refieres?

-Hasta ahora ellos han llevado la iniciativa. Creo que es hora de un punto de inflexión.

-Tu debiste ser soldado en una vida anterior ...

-Quizás. No tengo claro que existan las vidas anteriores. Una vez estuve al lado de un Spitfire, en un museo y me emocionó mucho. Igual en una vida anterior fui piloto de caza. O, simplemente, como conozco la historia de ese caza británico, me emocionó estar físicamente al lado de una unidad preservada. Y ahora resulta que estoy con dos militares,  con más militares, en un tren lleno de carros de combate y de TOA's.

-El lugar donde nadie nos buscaría.

-Tienes razón.

20 (Manuel + Diego + Sandra + Laura + Silvia)

-Debe ser una broma. Vamos en una Fiat Multipla con matrícula italiana y pintada de azul aguamarina. Es el coche menos discreto del mundo.

Manuel ocupaba el asiento del conductor y se afanaba en hacer avanzar despacio, pero seguro, la Fiat Multipla a tráves de una carretera nevada.

-Caben 6 personas y su equipaje, es compacta, no llama mucho la atención, en Italia son muy habituales. Y está revisada y tiene neumáticos de inverno- Apuntó Sandra.

-Es bonita por dentro y me caben bien las piernas- Añadió Diego.

Diego ocupaba el asiento central trasero, flanqueado por Silvia, su madre, y por Laura. Sandra estaba sentada en el asiento del copiloto. El sexto asiento, colocado entre el piloto y el copiloto, tenía el respaldo plegado, formando una especie de mesa.

-La verdad, con que nos lleve a través de los Alpes hasta Italia, me sirve.

Estaba nevando. Un  delicado manto de nieve iba cubriendo el asfalto. Era una carretera secundaria, por supuesto.  Repleta de curvas, pero con un piso aceptable y, se podría decir, que hasta ancha. En algún lugar a caballo entre Francia e Italia.

-¿Hasta dónde tenemos que llegar hoy?- Preguntó Manuel.

-Hasta Turín- Respondió Sandra.

Manuel resopló.

-Una de las ciudades más grandes y más importantes del norte de Italia ...

-Por eso mismo, cuanto más grande, menos llamaremos la atención.

Sonó un teléfono móvil. Sandra contestó, con voz seria, apenas dijo tres o cuatro monosílabos y colgó.

Manuel volvió a resoplar.

-¿Malas noticias?

-No tiene por qué, pero hay un cambio de planes. Nos esperan en Liechtenstein.

-Eso es un país diminuto que está como entre Suiza y Austria ...

-Eso es. Está demasiado lejos para que podamos llegar hoy en coche. Vamos a pasar la noche y el día de mañana descansando en un piso a las afueras de Turín. Pasado mañana viajaremos a  Liechtenstein. No puedo decirte cómo, porque ni siquiera yo lo se.

-Huy, si a mi me da igual. Mientras los chicos malos no estén cerca, hacer turismo por Europa me parece genial. ¿Qué idioma se habla en Liechtenstein? Supongo que el alemán ...

-Supones bien. Un dialecto del alemán. Pero con inglés y algo de francés, que es lo que hablo yo, espero que nos entendamos.

-Y si no se usa el traductor de google. Que estamos en 2023. En el siglo XXI. Dios ...

-¿Qué te ocurre, Manuel?- Preguntó Sandra.

-He tenido otro déjà-vu.

-¿Que es eso, Manuel?- Preguntó Diego en voz baja.

-Es cuando siente que ya has vivido algo, aunque sea la primera vez que lo vives. No se si ya me explico.

-Creo que te entiendo, Manuel. Lo puedo ver ... o leer ... como si fuera un libro con dibujos ... en ti ...

-Dentro de mi cabeza. Estoy a punto de entrar en Italia, en un monovolumen aguamarina, con dos militares, uno de los alumnos del colegio en el que trabajaba y su madre, y además he tenido un déjà-vu.

-¿Qué te diría Nuria, tu psicóloga, si estuviera aquí?

-Que se lo contara, pero no se si puedo conducir y contarlo a la vez.

-Puedes intentarlo.

-Puedo intentarlo. O puedo esperar a llegar a las afueras de Turín. Ahora es mejor que me concentre en conducir.

-Me parece muy sensato.

21 (Manuel + Diego + Sandra + Laura + Silvia)

-¿Estás bien, Manuel?

Se sentía confuso. Acababa de despertar, con el corazón latiendo desbocado en las sienes. Estaban a las afueras de Turín, en un edificio de apartamentos que estaban remodelando. Eran los únicos habitantes del edificio, por lo que no tendrían que cruzarse con nadie. Estaba en uno de los dormitorios, en una cama demasiado grande para una sola persona, y acababa de tener otra pesadilla. Nada más despertar, la puerta se había abierto y pudo escuchar la voz de Sandra y distinguir su silueta en penumbra.

-Acabo de tener una pesadilla. Y creo que he hablado en sueños. Y te he despertado.

-No importa, estaba despierta. ¿Puedo hacer algo por tí? ¿Quieres que te traiga agua o algo de beber, una infusión?

-No te puedo pedir eso.

-¿Pedir? ¿El qué?

-Quédate a mi lado. Quiero decir ... en la cama ... juntos ... pero no quiero que pienses que quiero aprovecharme de ti. Quiero que me abraces mientras intento quedarme dormido de nuevo.

Sandra no dijo nada. Cerró la puerta tras de si y, en la oscuridad, llegó hasta la cama. Se deslizó bajo el edredón nórdico, abrazó a Manuel y le dio un beso en la mejilla izquierda.

-Gracias.

-No hay por que darlas. Eres un hombre inteligente, sensible y resolutivo. ¿Me vas a contar lo que recordaste ayer?

-Es una tontería.

-Deja que sea yo quién lo decida.

-Estaba recordando una vez más en la que anticipé un desastre que no sé si tendría lugar. Y creo que me han venido a la mente las semanas anteriores y posteriores a cuando tuve mi diagnóstico, a cuando supe que era autista. Fueron días ... convulsos.

-¿Cuando supiste que eras autista? ¿De adolescente?

-Qué va, ya era un hombre maduro, incluso un hombre viejo, para algunos. Tenía casi 40 años.

-Y ¿cómo te sentiste?

-Es difícil de describirlo.

-Puedes intentarlo. Tenemos toda la noche. Hasta que nos quedemos dormidos.

-Hasta que nos pueda el sueño.

-Hasta que nos pueda el sueño. ¿Estás a gusto?

-Si ... Me da vergüenza que estés aquí, pero a la vez estoy muy a gusto. Echaba de menos esto, el contacto físico. Dios, es tan contradictorio. Normalmente odio a la gente, me saturan, son burdos y ruidosos, pero a la vez ... necesito contacto físico, interactuar. 

-Eres un ser humano. Eres humano.

-A veces se me olvida ... Lo que te quería decir, es que el diagnóstico fue, a la vez, una liberación, pero un terremoto. Pude entender muchas cosas. Pero me tuve que acostumbrar. Dejé de sentirme defectuoso, pero fue muy impactante para mí.

Sandra le abrazó con suavidad.

-Creo que te entiendo. Para preparar la misión, he léido sobre vosotros. Sobre los telépatas y sobre los autistas. Y he de reconocer que yo también tengo prejuicios sobre vosotros y que te esperaba diferente. Y me has sorprendido, para bien. Eres una persona maravillosa.

-Tu también lo eres Sandra. Gracias por tu ayuda y por no salir corriendo.

-No me apetece salir corriendo, me apetece estar contigo.

Manuel suspiró. Pero, a la vez, se quedó dormido con una sensación extraña. Sintió que el delicado vínculo con Sandra (o cómo se llamara) era frágil como una pompa de jabón.

Mientras sus pensamientos se desdibujaban poco a poco, recordó que su vida era tomar cariño a personas que despúes se olvidaban de él.

-Por qué esta vez habría de ser diferente.

Cuando despertó Sandra seguía a su lado en la cama. Se giró hasta quedar frente a frente con ella. El pequeño movimiento fue suficiente para que Sandra se despertara también.

-¿Has dormido bien?-Susurró Sandra.

-Si, y cuanto lo necesitaba.

Sandra se acercó más a él y le dio un beso en los labios. Un beso inocente. Manuel le correspondió.

-Gracias.

-¿Por qué? ¿Por el beso? Me apetecía.

-Por todo. Por cuidar de mí, por dormir conmigo y por no salir corriendo.

22 (Manuel + Andrea)

Manuel se sonrojó. En  su interior se mezclaba ilusión y pánico.

-Tu ... puedes ... quiero decir.

Andrea le miró a los ojos.

-Te estás preguntando si puedo leerte la mente ¿no es así?

-Eso es. Y me da vergüenza.

Andrea sonrió.

-Ojalá pudieras verte con mis ojos.

-Nuria me diría lo mismo, con otras palabras.

-Tu psicóloga.

-Todo esto parece tan irreal. Hemos cruzado primero España y luego Europa. Me he topado con una mujer capaz de congelar a varios seres humanos. Me han escoltado militares y yo a ellas. Y he podido proteger a Diego, que es un chico excepcional. Y que es como tú.

-Es mejor que yo. Le estábamos buscando.

-Lo imagino. Es un chico maravilloso.

-Pero hay algo más.

-¿Una sorpresa más? Dime ¿vienes de otro planeta?

-Vengo del mismo lugar que tú. De la Tierra. Solo quería decirte que también te estábamos buscando a ti.

-¿Por qué?

-Eres muy parecida a Diego. Incluso a esa mujer.

-Pero yo no puedo leer otras mentes. Ya es bastante con escucharme pensar. Creo que entonces si que acabaría ingresado. Quieres decir que .... ¿soy una especie de esper?

-Lo eres. Tu mente es maravillosa. Eres muy observador. Tienes una memoria casi fotográfica. Sabes de mil cosas. Y, sobre todo, eres invulnerable a ellos. No sabemos por qué. Hay muchas personas sabias que lo están estudiando. Quizás es por que eres autista. No estoy segura. Me da igual. Todo esto es gracias a Nuria. Ella vio en ti algo especial. Pensaba que eras la persona adecuada. Y acertó.

-¿Cuantos años tienes? Perdón, creo que eso no se pregunta a una mujer.

-No me importa. Cinco menos que tu. 38.

-No los aparentas.

-Eso es porque soy rubia y no se me notan las canas.

-Tu has estado al lado de Miguel. En esa batalla ... Supongo que podré conocerle.

-Él ha pedido que vinierais aquí. Os necesitamos.

-Quieres decir que necesitáis a Diego.

-Quiero decir lo que has oído. Que os necesitamos. A los dos.

-Bueno ... supongo que tienes razón y que soy una persona valiosa.

-Lo eres.

Manuel suspiró.

-¿Qué te pasa?- Preguntó Andrea.

-Supongo que lo sabes bien ...

-¿Te refieres a lo que pasó anoche? Fue muy dulce ¿verdad? ¿Sabes que es diferente leer la mente a alguien como tú?

-¿Cómo podría saberlo? Me da vergüenza que me leas o me sientas ilusionado por haber dormido abrazado a Sandra y haber compartido besos y caricias.

-Es maravilloso. Es como uno de esos filtros hiper realistas ...

-HDR. Significa High Dynamic Range. He recordado El Retiro en primavera. Hace un siglo. El siglo pasado. Haciendo fotos con una reflex de carrete. Cuando la calma y la alegría se dan la mano. Cuando vivir no duele. Con muchas horas dormidas y sin apenas ansiedad. Cuando los colores brillan. Aunque sea un día oscuro de lluvia. La luz de después de la lluvia. La luz arrancando destellos de los charcos. Todo eso unido.

-¿Puedo contante un secreto?

-Por supuesto.

-No solo puedo leer lo que piensas. Es algo más complicado, no lo hago siempre. Me da, como bien has dicho, vergüenza. También puedo sentir lo que piensas. He tenido que dormir muchas horas porque sabría que sería complicado ...

-Oh, por Dios, te estoy saturando. Pienso demasiado deprisa. Lo siento.

-No hay nada que sentir. Pero piensas como un torbellino. Apenas he tomado drogas, pero solo es comparable a la ketamina. Decenas de recuerdos y pensamientos detallados, hiper realistas. Códigos de motor ...

-AWX, el 1.9 TDI de inyector bomba y 130 caballos, el AFN del Ibiza con el que soñaba y el AXR del coche que conduje algunos años .... Perdona, te estaré aburriendo. Y el motor JTD de la Fiat Multipla. El grupo Fiat fue pionero en ... Perdón. Hablo demasiado.

-Para nada. Me encanta leer a un neurodiverso hablar sobre sus intereses especiales. Al final, yo también soy neurodiversa. Mi mente es más parecida a la tuya que a la de un ser humano corriente. Es como ese filtro. HDR. Eres un ser humano maravilloso.

Manuel se sonrojó, pero no dijo nada.

-Es un alivio haberte encontrado.

23 (Manuel + Andrea + Diego + Silvia)

Nuria probablemente sugiriera que confiara más en mí y que me valorara más. Aunque tienda a medirme por los demás, por lo que piensan los demás. Al final, soy valioso, como ser humano, como amigo y como aliado.

Diego se había quedado dormido abrazado a Silvia, a su madre. Estaban en el asiento de enfrente del tren, de un ahora casi vetusto coche de viajeros. En un compartimento o como se llamara. Aislados del resto de viajeros que, de todas formas, eran más silenciosos que en el sur de Europa.  En  la misma fila de asientos que ocupaba Manuel,  sentada a su izquierda estaba Andrea.

-¿Qué opinas de Miguel?- Preguntó Andrea, en voz baja, al oído.

-Lo que opine yo es irrelevante. Además, podrías leerlo en mi mente.

-¿Sabes? Con unas pocas personas, hago el esfuerzo de no leer sus mentes y de preguntar lo que quiero saber. Creo que es más justo y más educado.

-Puede que sea así Pero los humanos mentimos. Incluso los neurodiversos.

-Confío en ti.

-Es halagador. Miguel me ha parecido sabio y cercano. Esperaba una especie de superhéroe o un gurú milenarista. Parece un hombre como yo. Un hombre corriente, como yo.

-Manuel, tu no eres un hombre corriente.

-Aspiraba a serlo.

-Sin tu ayuda Diego y Silvia no estarían aquí.

-Diego solo es un niño.

-Sabes que es más que un niño. Lo puedes intuir.

Manuel asintió y suspiró.

-¿Cuál es el siguiente paso?

-¿Por qué crees que hay un siguiente paso?

Manuel resopló.

-Es obvio. Miguel ha visto y sentido, si, creo que es la palabra precisa, a Diego. Ha comprobado lo que tuviera que comprobar. Esto es una guerra. El paso siguiente es enseñar a Diego como luchar. Y supongo que no a hostias.

-Nuria tenía razón. Eres especial. Eres muy especial.

Manuel sonrió, bajó la mirada mientras la sonrisa se desdibujaba entre sus labios.

-Doble excepcionalidad. Tenemos a dos telépatas, una mujer más o menos estándar y yo, que no sé como calificarme. Espero que baste.

-No voy a poner en peligro a Diego. Al menos ...

-Al menos todavía no. Ibas a decir eso, ¿verdad? Yo ya soy bastante capaz de ponerme en peligro a mí mismo sin necesidad de ayuda externa. Así que me parece bien. A su madre dudo que le parezca tan bien.

-Diego está muy asustado. Es necesario que alguien cercano y querido esté a su lado. ¿Lo entiendes?

-Perfectamente. Soy autista pero tengo empatía. Quizás demasiada. ¿A dónde vamos?

Andrea sonrió.

-Imagina que esto fuera una película de espías. De esas de la Guerra Fría. ¿Dónde podría tener lugar?

-Detrás del telón de acero, por supuesto.

-Acertaste.

-En una ciudad con tranvías.

-Se que no eres un telépata, pero a veces parece que me leyeras la mente. Vamos a Praga.

-Una ciudad preciosa. Es el escenario perfecto para lo que tenga que ocurrir.

23 (Manuel + Andrea + Diego)

-Manuel ... ¿Qué son las balas dum dum?

Manuel miró a Diego con una mueca de incredulidad.

-Son un tipo de munición ..... Pero no creo que sea el momento de hablar de ello, además, las armas son horribles ... Y tu eres muy pequeño.

-Además -añadió Andrea- no necesitamos ningún tipo de arma. Nos basta con los tres.

Manuel resopló.

-¿Estás segura?

-¿No me crees?

-No es que no crea tus palabras, es que tengo miedo y tengo ansiedad.

-Lo sé, puedo percibirlo. Y Diego también, ¿verdad, Diego?

-Si ... pero menos que otras veces ... Pareces estar  .... tranquilo ... Para ser tu.

-Pues tranquilo no estoy, pero ya da igual.