Entrando en pérdida 2 (Abril 2019)

A muchos pies del suelo dejé de volar. Y empecé a caer. De nuevo sentí el vértigo del vacío que me llamaba con sus falsos cantos de sirena. Pero no lo escuché. Recordé lo poco que sé y lo poco que he aprendido. Morro abajo. Potencia. Más velocidad. Y me pude recuperar.

-Es tu turno, Ángela.

Ángela cerró el libro de golpe. Después, se puso en pie trabajosamente, cargando gran parte de su peso sobre la muleta. Con pasos temblorosos siguió a la psiquiatra al interior de la consulta. La psiquiatra cerró la puerta detrás de ella, mientras Ángela tomaba asiento en una silla.

-¿Cómo estás hoy, Ángela?

La psiquiatra se sentó de igual manera en otra silla, al otro lado de la mesa.

-Cada día mejor. El traumatólogo me dijo que el hueso está soldando bien. Pronto podré caminar sin muletas.

-Estupendo. Pero me refería a tu estado de ánimo.

-Mi estado de ánimo es óptimo. Si vengo aquí es por complacer a mi madre.

-Ángela, negar la realidad no sirve de nada. Intentaste suicidarte. Te lanzaste al vacío desde la azotea de un edificio.

-Eso no es verdad. Si hubiera querido matarme, ya estaría muerta. Intentaba volar con mi último invento. Un ala portátil. Creo que la llamaré Ala Delta. Era sólo un primer prototipo y ha de ser perfeccionado.

-Ángela, sólo los humanos alados pueden volar. Pero la medicina avanza cada día. Dentro de unos años quizás sea posible implantarte unas alas artificiales. Y podrás volar, tal y como todos lo hacemos.

-Yo no quiero unas alas artificiales. Puedo construir mi propia máquina para volar. Seré la primera piloto de éste mundo. Seré piloto y escritora, como Antoine de Saint-Exupéry.

-Ángela, sigues viviendo en tus mundos de fantasía. Admiro tu imaginación, pero si continúas intentando crear una máquina para volar, como tu la llamas, sólo conseguirás hacerte daño.

-¿No se supone que usted debería intentar animarme? Es lo que hacen los psiquiatras, según tenía entendido. El próximo prototipo de mi Ala Delta será mejor y con él podré volar hasta las nubes. Creo que la superficie alar debe ser mayor, al menos el doble, para lograr la sustentación necesaria y evitar entrar en pérdida.

-¿Entrar en pérdida?

Ángela abrió el libro que estaba en su regazo y leyó en voz alta.

-La entrada en pérdida es un fenómeno aerodinámico que consiste en la disminución más o menos súbita de la fuerza de sustentación que genera la corriente incidente sobre un perfil aerodinámico.

-¿Qué libro es ese? ¿Sigues leyendo libros prohibidos?-Preguntó la psiquiatra.

-Ningún libro debería ser considerado como prohibido. ¿Qué será lo siguiente? ¿Quemarlos? ¿Quemarme a mí con ellos?

-Por favor, Ángela, cálmate. Mi consejo es que intentes no leer ese tipo de libros, sólo alimentan tus fantasías.

-¡No son fantasías!

Ángela se puso de pie con esfuerzo y se dirigió a la puerta. Los ojos de la psiquiatra se inundaron en lágrimas. Golpeó con furia la mesa con las puntas de sus alas.

-Una mentira repetida mil veces, parece verdad, pero sigue siendo mentira-Susurró.

Un mes después, el segundo prototipo estaba terminado. Era mucho más grande y refinado. Para contener su peso, cambió el armazón de tubo de acero por otro fabricado con madera de bambú. Por improvisada pista de despegue eligió la ladera de una colina, alfombrada de hierba. Quizás el prototipo no se comportaría como imaginaba. La hierba amortiguaría el impacto, en el caso de que no consiguiera volar.

Ángela se situó bajo el ala portátil. Era robusta, pero lo suficientemente ligera para poder cargar con ella a pulso. Comenzó a correr con ella a cuestas, hasta el borde de la ladera. Sintió el miedo trepando desde la boca de su estómago, una marea húmeda y dolorosa que amenazaba con paralizar todos sus miembros. Siguió corriendo hasta llegar al borde de la ladera. Después, el vació la acogió en su regazo.

Estaba volando. El ala comenzó a planear con dulzura. Los ojos de Ángela se anegaron en lágrimas. En el próximo vuelo debería protegerlos del aire con unas gafas. Pero … No podría volar para siempre. Tendría que regresar al suelo. A ras de suelo, donde seguiría siendo un ser desalado. Un humano de segunda categoría.