"la verdadera santidad está en el hacer la Divina Voluntad y vivir en el Divino Querer"

Lc 6, 7

Estaban al acecho los escribas y fariseos por si curaba en sábado, para encontrar de qué acusarle”

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De los escritos de la S. D. Luisa PiccarretaVol. 12-18 (4-10) Agosto 14, 1917

“La falsa santidad”


"La verdadera santidad está en el hacer la Divina Voluntad" 


(4) "...Así que a quien vive resignado al Divino Querer le es casi imposible no mezclar su voluntad en lo que hace, será un buen hijo, pero no tendrá en todo los pensamientos, las palabras, la vida del padre retratada del todo en él, porque debiendo ir, regresar, seguir, tratar con otros, el amor queda roto, porque sólo la unión continuada hace crecer el amor, y jamás se rompe, y la corriente de la voluntad del padre no está en comunicación continua con la corriente de la voluntad del hijo, y en aquellos intervalos el hijo puede habituarse a hacer la propia voluntad; sin embargo creo que es el primer paso hacia la santidad. 

(5) Segundo, vivir en el Divino Querer, quisiera la mano de mi amable Jesús para escribirlo. ¡Ah! sólo Él podría decir todo lo bello, lo bueno y lo santo del vivir en el Divino Querer, yo soy incapaz, tengo muchos conceptos en la mente pero me faltan las palabras. Jesús mío, vuélcate en mi palabra, y yo diré lo que puedo: 

(6) Vivir en el Divino Querer significa inseparabilidad, no hacer nada por sí mismo, porque delante al Divino Querer se siente incapaz de todo, no pide órdenes ni las recibe, porque se siente incapaz de ir solo y dice: “Si quieres que haga, hagamos juntos, y si quieres que vaya, vayamos juntos”. Así que hace todo lo que hace el Padre: Si el Padre piensa, hace suyos los pensamientos del Padre, y no hace ni un pensamiento de más de los que hace el Padre; si el Padre mira, si habla, si obra, si camina, si sufre, si ama, también ella mira lo que mira el Padre, repite las palabras del Padre, obra con las manos del Padre, camina con los pies del Padre, sufre las mismas penas del Padre y ama con el amor del Padre; vive no fuera sino dentro del Padre, así que es el reflejo y el retrato perfecto del Padre; lo que no es para quien vive solamente resignado. 

A este hijo es imposible encontrarlo sin el Padre, ni al Padre sin él, y no sólo externamente, sino que todo su interior se ve como entretejido con el interior del Padre, transformado, perdido todo, todo en Dios. ¡Oh, los vuelos rápidos y sublimes de este hijo en el Querer Divino! Este Querer Divino es inmenso, a cada instante circula en todos, da vida y ordena todo, y el alma espaciándose en esta inmensidad vuela hacia todos, ayuda a todos, ama a todos, pero como ayuda y ama el mismo Jesús, lo que no puede hacer quien vive sólo resignado, así que a quien vive en el Divino Querer le es imposible hacer por sí solo, más bien siente náusea de su obrar humano, aunque sea santo, porque en el Divino Querer, las cosas, aún las más pequeñas, toman otro aspecto, adquieren nobleza, esplendor, santidad divina, potencia y belleza divinas, se multiplican al infinito, y en un instante hace todo y después que ha hecho todo, dice: “No he hecho nada, lo ha hecho Jesús, y este es todo mi contento, que miserable cual soy, Jesús me ha dado el honor de tenerme en el Divino Querer para hacerme hacer lo que ha hecho Él”. Así que el enemigo no puede molestar a esta hija en si ha hecho bien o mal, poco o mucho, porque todo lo ha hecho Jesús, y ella junto con Jesús, ésta es la más pacífica, no está sujeta a ansiedades, no ama a ninguno y ama a todos, pero divinamente, se puede decir: “Es la repetidora de la Vida de Jesús, el órgano de su voz, el latido de su corazón, el mar de sus gracias”. 

(7) Sólo en esto, creo, consiste la verdadera santidad; todas las demás cosas son sombras, larvas, espectros de santidad. En el Querer Divino las virtudes toman puesto en el orden divino; en cambio fuera de Él, en el orden humano, están sujetas a estima propia, a vanagloria, a pasiones. ¡Oh! cuántas obras buenas y cuántos sacramentos frecuentados son de llorarse delante a Dios, y de repararse, porque están vacíos del Divino Querer, por tanto sin frutos. Quiera el Cielo que todos comprendieran la verdadera santidad, ¡oh! cómo todas las demás cosas desaparecerían. 

(8) Por tanto, muchos se encuentran en el camino falso de la santidad, muchos la ponen en las pías prácticas de piedad, y ¡ay de quien se las estorbe! ¡Oh! cómo se engañan, si sus quereres no están unidos con Jesús, y también transformados en Él, lo que es continua oración, con todas sus pías prácticas su santidad es falsa, y se ve que estas almas pasan con mucha facilidad de las pías prácticas a los defectos, a las diversiones, a sembrar discordias y a tantas otras cosas.  ¡Oh, cómo es deshonrosa esta especie de santidad!  

Otros ponen la santidad en ir a la iglesia y asistir a todas las funciones, pero su querer está lejano de Jesús, y se ve que estas almas poca atención ponen a sus propios deberes, y si son impedidas se enfurecen, lloran porque su santidad se les va por el aire, se lamentan, desobedecen, son las llagas de las familias; ¡oh, qué falsa santidad! 

Otros la ponen en las confesiones frecuentes, en la dirección pormenorizada, en hacer escrúpulo de todo, pero luego no se hacen escrúpulo de que su querer no corre junto con el Querer de Jesús, y ¡ay de quien las contradice!; estas almas son como los globos inflados, que en cuanto se les hace un pequeño agujero, se sale el aire y su santidad se esfuma, y caen por tierra, estos pobres globos tienen siempre qué decir, son fácilmente llevados a la tristeza, viven siempre en la duda, y por eso quisieran un director para ellos, que en cada pequeña cosa los aconseje, los tranquilice, los consuele, pero pronto están más agitados que antes.

Pobre santidad, cómo es falsificada, quisiera las lágrimas de mi Jesús para llorar junto con Él sobre estas santidades falsas y hacer conocer a todos cómo la verdadera santidad está en el hacer la Divina Voluntad y vivir en el Divino Querer,  esta santidad echa sus raíces tan profundas, que no hay peligro de que oscile, porque llena Cielo y tierra, y dondequiera encuentra su apoyo; es firme, no sujeta a inconstancias, a defectos voluntarios, atenta a los propios deberes, es la más sacrificada, desapegada de todos y de todo, aun de las mismas direcciones, y como sus raíces son profundas, se eleva tan alto, que las flores y los frutos florecen en el Cielo, y está tan escondida en Dios que la tierra poco o nada ve de esta alma; el Querer Divino la tiene absorbida en Él; sólo Jesús es el artífice, la vida, la forma de la santidad de esta envidiable criatura, no tiene nada de suyo, sino todo es en común con Jesús, su pasión es el Divino Querer; su característica es el Querer de su Jesús, y el Fiat es su movimiento continuo.

(9) En cambio la pobre y falsa santidad de los globos está sujeta a continuas inconstancias, y mientras parece que los globos de su santidad se inflan tanto, que parece que vuelan por el aire a una cierta altura, tanto que muchos y los mismos directores quedan admirados, pero pronto se desengañan; y basta para hacer desinflar estos globos, una humillación, una preferencia usada por los directores con cualquier otra persona, creyéndolas un robo que les hacen, pues se creen las más necesitadas, por tanto, mientras se hacen escrúpulo de tonterías, después llegan a desobedecer; es la envidia y la polilla de estos globos, que royéndoles el bien que hacen, les va sacando el aire y el pobre globo se desinfla y cae por tierra, llegando a ensuciarse de tierra, y entonces se ve la santidad que había en el globo; ¿y qué cosa se encuentra? Amor propio, resentimiento, pasiones escondidas bajo aspecto de bien, y se tiene ocasión para decir: Se han hecho juguete del demonio; así que de toda la santidad, no se ha encontrado otra cosa que un amasijo de defectos, aparentemente disfrazados de virtud. Pero, ¿quién puede decir todo? Sólo Jesús sabe los males peores de esta falsa santidad, de esta vida devota sin fundamento, porque está apoyada sobre una falsa piedad. Estas falsas santidades son las vidas espirituales sin fruto, estériles, que son causa de hacer llorar, quién sabe cuánto, a mi amable Jesús; son el malhumor de la sociedad, las cruces de los mismos directores, de las familias. Se puede decir que llevan junto a ellos un aire maléfico que daña a todos".

(10) ¡Oh, qué diferente es la santidad del alma que vive en el Querer Divino! Estas almas son la sonrisa de Jesús, están alejadas de todos, aun de los mismos directores, sólo Jesús es todo para ellas, así que no son suplicio para ninguno; el aire benéfico que poseen embalsama a todos, son el orden y la armonía de todos. Jesús, celoso de estas almas, se hace actor y espectador de lo que hacen, ni siquiera un latido, un respiro, un pensamiento que Él no regule y domine. Jesús las tiene tan absorbidas en el Divino Querer, que difícilmente pueden recordarse que viven en el exilio. 

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