"Yo me tendré en la tierra a Mí mismo en la criatura"

Vol. 36-43 El Santo del Día. Dic. 8

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Parte 1/3

De los escritos de la S.D. Luisa PiccarretaVol. 36 , cap. 43  diciembre 8, 1938

Cómo la Humanidad de nuestro Señor servía de velo a su Divinidad, y a los prodigios del Querer Divino.  Cómo todas las cosas creadas y la misma criatura son velos que esconden la Divinidad.

La Inmaculada Concepción, renacimiento de todos


Mi vuelo en el Querer Divino continúa, me parece que en todas las cosas, naturales y espirituales se hace encontrar, y con un amor indescriptible dice:  

“Estoy aquí, obremos juntos, no hagas nada sola, 

sin Mí no sabrías hacer como hago Yo, y Yo quedaría con el dolor de haber sido puesto aparte, y tú quedarías con el dolor de no tener en tus actos el valor de un acto de una Voluntad Divina”.  

Mientras esto pensaba, mi dulce Jesús, repitiéndome su breve visita, todo bondad me ha dicho:

“Hija mía bendita, 

mi santísima Humanidad fue la depositaria de mi Divina Voluntad; 

no hubo acto, pequeño o grande, hasta el respiro, el movimiento, en el cual mi Humanidad haciéndose velo no escondiese en todo a mi Fiat Divino, es más, Yo no habría sabido respirar, ni moverme, si no lo hubiera encerrado en Mí, 

así que mi Humanidad me sirvió de velo para esconder mi Divinidad y el gran prodigio del obrar de mi Querer en todos mis actos.  

Si esto no hubiese sido, ninguno hubiera podido acercarse a Mí, mi majestad, la luz resplandeciente de mi Divinidad los habrían eclipsado y arrojado por tierra, y todos habrían huido de Mí.  ¿Quién habría osado darme la más pequeña pena?  Pero Yo amaba a la criatura y no vine a la tierra para hacer alarde de mi Divinidad, sino de mi amor, y por eso quise esconderme dentro del velo de mi Humanidad para hermanarme con el hombre y hacer lo que hacía él, hasta hacerme dar penas inauditas y la misma muerte.  Ahora,

"Quien se une con mi Humanidad en

todos sus actos, en sus penas, con el querer encontrar mi Voluntad para hacerla suya rompe el velo de mi Humanidad, y encuentra en mis actos el fruto, la Vida, los prodigios que Ella hizo en Mí y recibe como vida suya lo que hice en Mí, y mi Humanidad le servirá de ayuda, de guía, le hará de maestra para enseñarle cómo se vive en Ella, de modo que Yo me tendré en la tierra a Mí mismo en la criatura, la que continuará a hacerme de velo para esconder lo que quiere hacer mi Voluntad".  

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EL SANTO DEL DÍA Dic 8

En cambio, 

si me buscan sin mi Querer, encontrarán sólo mi velo, 

pero no encontrarán la Vida de mi Querer, el cual no podrá producir los prodigios que obró en el escondite de mi Humanidad. 

Es siempre mi Voluntad la que sabe esconder en la criatura los prodigios más grandes, los soles más refulgentes, las maravillas jamás vistas, y cuantas Humanidades mías vivientes habría tenido sobre la tierra, pero, ¡ay de Mí! las busco y no las encuentro porque 

no hay quien busque con toda firmeza mi Voluntad”.

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Parte 2/3

De los escritos de la S.D. Luisa PiccarretaVol. 36 , cap. 43  diciembre 8, 1938

El amado Jesús ha hecho silencio, y yo he quedado pensativa acerca de lo que me había dicho, y tocaba con la mano que todo lo que Jesús había hecho, dicho y sufrido, eran portadores del Querer Divino, y retomando su palabra ha agregado:

“Hija mía buena, no sólo mi Humanidad escondía en modo especial a mi Divinidad y Voluntad, 

sino todas las cosas creadas, y la misma criatura, son velos que esconden a nuestra Divinidad y Voluntad adorable:  

El cielo es velo que esconde nuestra Divinidad inmensa, nuestra firmeza e inmutabilidad, 

y la multiplicidad de las estrellas esconde los múltiples efectos que posee nuestra inmensidad, firmeza e inmutabilidad.  

¡Oh! si el hombre pudiese ver bajo esa bóveda azul nuestra Divinidad develada, sin los velos de aquel azul que nos cubre y nos esconde, su pequeñez quedaría aplastada por nuestra majestad y caminaría temblorosa, sintiendo sobre ella la mirada continua de un Dios puro, santo, fuerte y potente, pero como Nosotros amamos al hombre, nos velamos, prestándonos a lo que le sea necesario pero en forma escondida.  

El sol es velo 

que esconde nuestra luz inaccesible, nuestra majestad refulgente, es más, debemos hacer un milagro para restringir nuestra luz increada para no infundirle espanto, y velados por esta luz creada por Nosotros nos acercamos, lo besamos, lo calentamos, extendemos este velo de luz hasta debajo de sus pasos, a derecha e izquierda, sobre su cabeza; llegamos a llenarle el ojo de luz, 

pues quién sabe, tal vez la delicadeza de su pupila nos reconozca, 

pero qué, todo en vano, toma el velo de luz que nos esconde y Nosotros permanecemos el Dios desconocido en medio a las criaturas.  ¡Qué dolor!  

Así que el viento es velo que esconde nuestro imperio, 

el aire es velo que esconde nuestra Vida continua que damos a las criaturas, 

el mar es velo que esconde nuestra pureza, nuestros refrigerios y frescura divina, su murmullo esconde nuestro amor continuo, y cuando vemos que no nos escucha llegamos a formar olas altísimas como para alborotar y que nos reconozca, porque queremos ser amados; 

cualquier bien que recibe el hombre, velada dentro está nuestra Vida que se lo lleva. 

Nuestra Divinidad que ama tanto al hombre, llega a velarse aún en la tierra para volverla firme y estable bajo sus pasos, para no hacerlo trastabillar; 

hasta en el pájaro que canta, en los prados floridos, en las variadas dulzuras de los frutos, nuestra Divinidad se vela para llevarle nuestras alegrías y hacerle gustar las delicias inocentes de nuestro Ser Divino.  

Y además, qué decirte, con cuántos prodigios de amor estamos velados y escondidos en el hombre:  Nos velamos en el respiro, en el latido, en el movimiento, en la memoria, en la inteligencia y voluntad; nos velamos en su pupila, en su palabra, en su amor, y ¡oh! cómo nos duele el no ser reconocidos ni amados, podemos decir: 

‘Vivimos en él, lo llevamos y nos hacemos llevar por él, no podría hacer nada sin Nosotros, no obstante vivimos juntos sin conocernos, ¡qué dolor!  

Si nos conociera, 

la vida del hombre debería ser el más grande prodigio de nuestro amor y omnipotencia; de dentro de sus velos no debíamos hacer otra cosa que llevarle nuestra santidad, nuestro amor, cubrirlo con nuestra belleza, hacerlo gozar nuestras delicias, pero como no nos reconoce, nos tiene como el Dios lejano de él.  

Nosotros, si no somos reconocidos no podemos dar, 

sería como dar a los ciegos nuestros bienes, y es obligado a vivir bajo la opresión de sus miserias y pasiones; pobre hombre que no nos conoce, ni en los velos que nos esconden en él, ni en los velos de todas las cosas creadas, 

no hace otra cosa que huir de nuestra Vida y de la finalidad para la que fue creado, 

y muchas veces no pudiendo soportar su ingratitud, los bienes que contienen nuestros velos se cambian para él en castigos.  

"Por eso reconoce en ti misma que no eres otra cosa que un velo que escondes a tu Creador, a fin de que recibas y podamos suministrarte en todos tus actos nuestra Vida Divina, que se reconoce en los velos de todas las cosas creadas, a fin de que todas te ayuden a recibir tan grande bien”.

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EL SANTO DEL DÍA Dic 8





Después de esto estaba haciendo mi giro en los actos del Querer Divino, cuántas sorpresas en este Querer tan santo, y lo que es más, 

Él espera a la criatura 

para tenerla al día de sus obras, para hacerle conocer cuánto la ama y para hacerle don de lo que hace.  Siente el delirio de dar siempre, sin cesar jamás, y por correspondencia se contenta con el pequeño ‘te amo’ de la criatura.

Todos quedamos renacidos junto con la Virgen !

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Parte 3/3

EL SANTO DEL DÍA Dic. 8

De los escritos de la S.D. Luisa PiccarretaVol. 36 , cap. 43  diciembre 8, 1938

Después he llegado al 


Momento de la Concepción de mi Mamá Reina,


¡cuántas maravillas! y mi dulce Jesús, retomando su palabra me ha dicho: 

“Hija mía bendita, hoy es la fiesta de la Inmaculada Concepción, esta es la fiesta más bella, más grande para Nosotros y para el Cielo y la tierra.  

Nosotros en el acto de llamar de la nada a esta Celestial Criatura obramos tales prodigios y maravillas, que Cielos y tierra quedaron llenos de ellas.  Llamamos a todos, ninguno fue puesto a un lado, a fin de que todos quedaran renacidos junto con Ella, así que fue el renacimiento de todos y de todo.  

Nuestro Ser Divino desbordó tanto de Nosotros, que pusimos a su disposición en el acto de Concebirla mares de amor, de santidad, de luz, con los cuales podía amar a todos, hacer santos a todos y dar luz a todos.  La Celestial Pequeña sintió renacer en su pequeño corazón a un pueblo innumerable.  Y nuestra paterna bondad, ¿qué hizo?  

Primero la hicimos don a Nosotros mismos, a fin de que nos la gozásemos y la cortejásemos, y Ella gozase y nos cortejase a Nosotros, y después la hicimos don a cada una de las criaturas.  ¡Oh! cómo nos amó, y amó a todos con tal intensidad y plenitud, que no hay punto en el cual no haga surgir su amor.  

Toda la Creación, el sol, el viento, el mar, están llenos del amor de esta santa criatura, porque también la Creación se sintió renacer junto con Ella a nueva gloria, mucho más que tuvieron la gran gloria de poseer a su Reina, tanto que, cuando Ella nos ruega por el bien de su pueblo, con un amor al cual no nos es dado resistir, nos dice:   

Majestad adorable, recuerda que me los has donado, ya soy vuestra y soy de ellos, por lo tanto, con derecho debes escucharme favorablemente”.