Respuesta a la Carta Apostólica "DIES DOMINI"

del 31 de Mayo del 1998,

por el papa Juan Pablo II

Segunda versión, por Luis G. Cajiga.

Siguiendo a otros obispos de Roma que le han precedido, el actual papa Juan Pablo II ha sacado a la luz un documento destacando la observancia del domingo. La carta, que de hecho es muy extensa, presenta una defensa de la observancia del primer día de la semana, usando, en general, los argumentos de siempre. Esta carta está muy bien redactada, como todos los escritos del obispo Vojtyla. Pero es necesario que los argumentos sean aclarados, a la luz de la Biblia y de la historia.

En su introducción comienza la defensa del domingo. Lo primero es su título "Día del Señor", tomado de la expresión latina "Dies Dominica" y atribuido al domingo, aunque antes de Cristo, el primer día de la semana era dedicado al "sol invicto" y Constantino, en su edicto del 7 de marzo del 321, lo llama "venerabis dies solis" (venerable día del sol). De que el domingo "ha tenido siempre en la historia de la iglesia, una consideración privilegiada", no es así. Bien sabe el liderato eclesiástico que esta observancia ha sido impuesta, no sólo por emperadores y reyes, sino por la iglesia misma en varios concilios, comenzando con el de Laodicea del siglo IV. También sabemos por la historia, que miles de cristianos nunca aceptaron el cambio. Que tan tarde como el 1545, el concilio de Trento tuvo que legislar sobre el asunto porque había aún iglesias católicas observando ámbos días: el sábado y el domingo. Otros grupos jamás aceptaron la intromisión del día pagano del sol.

La referencia al domingo como el día del comienzo de la creación (lo cual es cierto), y luego decir que este día nos trae la nueva creación, al recordar la resurrección del Señor (acto que también es cierto), suena muy bonito, pero en ningún lugar de la Biblia se expone la observancia del día de la resurrección, sino que se hace hincapié en el sábado, especialmente en el libro de los Hechos de los Apóstoles. Pablo, en Romanos 6, nos habla del rito del bautismo como el recordatorio de la resurrección de Jesucristo. También la Cena del Señor nos recuerda ese acontecimiento. Pero el argumento de la dedicación de todos los domingos del año no es de origen apostólico sino de la épopca de los llamados "padres de la iglesia", muchos de los cuales bebieron de las fuentes contaminadas del paganismo.

La cita del autor del siglo IV, como que "el día del Señor" (domingo) es "el señor de los días", muestra hasta qué punto la iglesia ya se había apartado de los principios del Evangelio. ¿Acaso se olvida el papa de que Cristo se llamó a sí mismo "Señor del sábado? Ese es su día, no el primero, pero sí el séptimo día de la semana.

En la parte 4 de su introducción, el obispo Vojtyla comienza su intención de inspirar una observancia legal del domingo. Añora los días en que los gobiernos civiles apoyaban esa observancia y se lamenta de que hoy, a pesar de las leyes que lo imponen, la verdad es que la mayoría no lo observa religiosamente, sino que lo considera como un mero día de "fin de semana" para la holganza y las fiestas. ¿No será que, debido a su origen dudoso, muchos no le dan la importancia que la iglesia quisiera?

Lamenta el papa, especialmente, los muchos que olvidan la liturgia dominical, centrada en la Eucaristía. Al llamar al domingo "el centro mismo de la vida cristiana", el papa invita a todos a "descubrir de nuevo el domingo". ¡Qué lástima! Debía ser volver a "las sendas antiguas" y santificar el único día que tiene la bendición del Altísimo: el sábado de la Biblia.

Finalizando su introducción, el papa hace un llamado: "¡No tengáis miedo de dar vuestro tiempo a Cristo". Muy interesante. Debemos dar a Cristo el tiempo que Él santificó desde el principio de la creación: el sábado. Así estaremos en armonía con la santa ley de Dios.

En el primer capítulo, parte 1, lo que más me llama la atención es la defensa que el papa hace de la observancia del sábado. Ningún adventista del séptimo día o judío lo hubiera hecho de manera tan elocuente. El título mismo es revelador: Celebración de la Obra del Creador. Veamos algunas notas con luz de la carta: "Ya en la mañana de la creación el proyecto de Dios implicaba esta ‘misión cósmica’ de Cristo. Esta visión cristocéntrica, proyectada sobre todo el tiempo, estaba presente en la mirada complaciente de Dios, al terminar todo su trabajo, ‘bendijo Dios el día séptimo y lo santificó.’" ¡Qué maravillosa cita! Pero hay que recordar que Dios, al bendecir el día, no fue el primero, domingo, sino el séptimo, el sábado.

Finalizando el segundo párrafo, Juan Pablo II escribe: "Es necesario, pues, releer la gran página de la creación y profundizar en la teología del ‘sábado’...." Esto es un gran llamado, pero luego añade: "... para entrar en la plena comprensión deldomingo". Como decimos en Puerto Rico: "Ahí es que usted lo daña". Presenta una verdad biblica, para luego agregar un concepto totalmente ajeno a la Palabra de Dios.

En la parte 10 de este primer capítulo, el papa menciona de manera muy interesante lo que llama "el evangelio del trabajo". Luego, en la parte 11, nos regala una cita admirable: "El descanso divino del séptimo día no se refiere a un Dios inactivo, sino que subraya la plenitud de la realización llevada a término y expresa el descanso de Dios frente a un trabajo ‘bien hecho’ (Gén. 1,31), salido de sus manos para dirigir al mismo una mirada llena de gozosa complacencia: una mirada ‘contemplativa’, que ya no aspira a nuevas obras, sino más bien a gozar de la belleza de lo realizado; una mirada sobre todas las cosas, pero de modo partricular sobre el hombre, vértice de la creación." En esta parte, sólo cabe una gran felicitación a Juan Pablo II por tan lindas y significativas palabras dedicadas al día de reposo de Dios..

La parte 12 comienza con una declaración también muy elocuente: "En el designio del Creador hay una distinción, pero también una relación íntima entre el orden de la creación y el de la salvación. Ya lo subraya el Antiguo Testamento cuando pone el mandamiento relativo al ‘shabbat’ respecto no sólo al misterioso ‘descanso’ de Dios después de los días de su acción creadora (Éx 20:8-11), sino también a la salvación ofrecida por él a Israel para liberarlo de la esclavitud de Egipto (cf. Dt 5:12-15). Estos textos del Deuteronomio son una adición que colocó Moisés al mandamiento sabático para asegurar al pueblo la salvación de Dios. Los que observamos el sábado recordamos cómo Cristo nos liberó del Egipto del mundo, sus errores y pecados, y nos trajo a su pueblo, descrito en Apoc. 12:17 como "los que guardan los mandamientos de Dios".

En la parte 13 se encuentran estas palabras: "...el sábado no se coloca junto a los ordenamientos meramente culturales, como sucede con tantos otros preceptos, sino dentro del Decálogo, las ‘diez palabras’ que dilimitan los fundamentos de la vida moral inscrita en el corazón de cada hombre." Palabras muy ciertas. En efecto, el mandamiento del sábado está en el mismo corazón de la ley divina.

La parte 14 presenta algo que hay que subrayar, por lo profundo y veraz. Veamos: "El día de descanso es tal ante todo porque es el día ‘bendecido’ y ‘santificado’ por Dios, o sea, separado de los otros días para ser, entre todos, el ‘día del Señor’." ¿Será posible que ante esta cita tan significativa y poderosa se diga luego que hubo un cambio de día? ¿Quién le quitó al sábado esa bendición y santificación? El ‘Día del Señor’ no puede ser otro que aquel del cual dijo Jesús que era Señor (Mat 12:8): el sábado. Dice el Señor: "Si te abstuvieres de profanar el sábado, de hacer tu voluntad en mi día santo; y al sábado llamares delicias, santo, glorioso de Yahvé y lo venerares, no haciendo tus propios caminos, ni buscando tu propia voluntad, ni hablando tus propias palabras; entonces de deleitarás en Yahve´..." (Isaías 58:13,14) Ese, señores, es el día de Dios, el cual somos todos llamados a observar.

Luego, en la misma parte, la carta dice que a Dios le pertenecen el tiempo y el espacio y que El es "Dios de todos los días del hombre". Así es, señor Vojtyla, pero Dios ha dado una distinción al período de tiempo, el sábado, que Él llama "mi día santo". Más adelante indica: "...si él (Dios) ‘santifica’ el séptimo día con una bendición especial y lo hace ‘su día’ por excelencia, esto se ha de entender precisamente en la dinámica profunda del diálogo de alianza, es más, el diálogo ‘esponsal."

La parte 17 termina con una cita excepcional: "Con el descanso el hombre entra en la dimensión del ‘descanso’ de Dios y participa del mismo profundamente, haciéndose así capaz de experimentar la emoción de aquel mismo gozo que el Creador experimentó después de la creación viendo ‘cuanto había hecho, y todo estaba muy bien’ (Gén 1,31).

Luego de esa exposición tan bella y profunda del origen e importancia del sábado bíblico en el primer capítulo de su extensa carta pastoral, el papa Vojtyla entra en la argumentación del cambio del día de reposo. La parte 18 comienza con la expresión "el tecer mandamiento", refiriéndose al mandamiento del día de descanso. Aquí es bueno que se diga algo sobre el orden de los mandamientos en la Biblia y en el catecismo romano. En el Nuevo catecismo, aprobado por Juan Pablo II, están los mandamientos según la Biblia y en columna aparte, los del catecismo. En otras palabras, la iglesia católica no se avergüenza de colocar lo que obviamente es una profanación: la alteración de la ley de Dios. Pero así dijo Ferraris: "El papa puede modificar la ley divina".

¿Y qué vemos en el catecismo? El primer mandamiento ha sido alterado. El segundo, el que prohibe el culto a las imágenes, ha sido eliminado. El cuarto, que queda en tercer lugar, reza: Santificar las fiestas. Más adelante dice que estas fiestas son el domingo y los días declarados festivos por la iglesia. Finalmente, el décimo fue dividido en dos, por razones obvias: al eliminar el segundo, la ley del catecismo queda con sólo nueve mandamientos. La división es absurda, ya que repite el séptimo mandamiento con palabras similares. Pero ese mandamiento era el único que podía prestarse para tal división.

Luego de esto, el papa presenta el argumento gastado de que el tiempo de Dios fue cambiado por motivo de la resurrección de Jesús. Nadie puede negar que la resurrección tuvo lugar en el primer día de la semana. Lo que sí negamos, los que creemos en el mensaje de la Biblia, es que por ese acontecimiento, el día, que fue bueno por 4,000 años, haya sido cambiado por Dios. El cambio es obvio, pero ¿quién lo hizo? No fue Cristo, quien dijo que no vino a abrogar la ley o los profetas (Mat. 5:17). Tampoco Pedro ni los apóstoles, pues el libro de Hechos no registra tal cambio. Es elemental, pues ningún apóstol tiene derecho alguno de alterar la revelación de Dios. Ya Daniel, 500 años antes de Cristo, había profetizado de una entidad que "pensaría en cambiar los tiempos y la ley" (Daniel 7:25). ¿Será esa entidad el papado?

Al fin de la parte 18, el papa nos ofrece algo increíble, carente de fundamento alguno en la Palabra de Dios: "Del ‘sábado’ se pasa al ‘primer día después delsábado’; del séptimo día al primer día: el dies Domini se convierte en el dies Christi." Muy bien sabe el papa, así como todos los teólogos católicos, que jamás hallarán un texto en la Biblia que corrobore el cambio. Bien dijo el cardenal James Gibbons: "Podéis leer la Biblia, desde el Génesis hasta el Apocalipsis, y no hallaréis una simple línea que autorice la santificación del domingo" (Libro La Fe de Nuestros Padres, pág 98).

El citar a autores de los siglos II en adelante no es prueba de que la práctica de observar el domingo sea fidedigna. Bien sabemos que muchos de los llamados "padres de la iglesia" bebieron de fuentes paganas. Fue a mediados del siglo II que la observancia del día pagano del sol comenzó a introducirse en algunos sectores del cristianismo. La causa fue la derrota de Bar Kokba, líder judío que se enfrentó a los romanos. Desde entonces, algunos grupos cristianos medrosos, temiendo ser identificados como judíos, fueron abandonando paulatinamente el sábado bíblico. Pero otros grupos se aferraron al santo mandamiento de Dios y fueron perseguidos. Aun hubo grupos que guardaban ambos días, como dice la carta del papa al final de la parte 23, que el sábado y el domingo eran observados como "dos días hermanos". La verdad es que en todos los siglos, desde la misma creación, hubo gente que siguió el mandamiento santo del Señor.

Es una lástima que Juan Pablo II llame al día de reposo de Dios "sábado judío". Bien debía meditar en este texto de Isaías 56:2: "Bienaventurado el hombre (el ser humano)... que guarda el sábado..." Dios bendijo y santificó el sábado antes de que existiera nacionalidad alguna. El sábado no es para el judío solamente, sino que ellos tenían la responsabilidad de comunicar a todas las naciones las verdades de la Palabra de Dios.

La parte 23 trae una interesante confesión del papa: que la observancia del domingo proviene del "día del sol" que los romanos guardaban. No importa cuan elocuentes parezcan las citas de los "padres" sobre la observancia del domingo, se ve a las claras que se remonta al paganismo mitraísta y romano.

El capítulo 3, en la parte 37, el papa toma prestado el concepto del día del Señor como anticipo del día escatológico, cuando la tierra sea renovada por Dios para ser la morada eterna de los salvados. Juan Pablo dice que ese día es el domingo. Miren estas palabras: "En efecto, de domingo en domingo la iglesia se encamina hacia el último ‘día del Señor’" Nada más lejos de la verdad. En Hebreos 4, se hace la analogía del día final con el descanso de Dios en el séptimo día (verso 4). Y es Isaías el que nos trae la palabra de Dios: "Y será que de mes en mes y de sábado en sábado vendrá toda carne a adorar delante de mí, dijo Yahvé." No, señor Vojtyla, no es el domingo el que nos trae esa bendición, sino el bendito sábado de Dios.

En la parte 39 se nos habla del "memorial" de la pasión y resurrección del Señor. Pero no olvide, que Dios ha hecho del sábado el memorial de su creación. Miren esto: "Guardarán pues el sábado los hijos de Israel, celebrándolo por sus edades como pacto perpetuo. Señal es para siempre entre mí y los hijos de Israel, porque en seis días hizo el Señor los cielos y la tierra y en el séptimo día cesó y reposó" (Éxodo 31:16,17).

En la parte 40 el papa recomienda a los fieles "un conocimiento adecuado de la Sagrada Escritura". ¡Bien! ¡Buen consejo! Pero, ¿y qué pasará cuando los fieles se encuentren con los muchos y variados textos que mencionan la observancia del sábado y los requerimientos de Dios al respecto? Han de ver que en ningún lugar del NuevoTestamento se menciona orden alguna de guardar el día del sol. Que las únicas veces que se habla del primer día de la semana es para mencionar (en seis de ellos) el acontecimiento de la resurrección de Jesús, pero que no hay ni remotamente la idea de un cambio de día de reposo. La séptima mención del primer día de la semana se halla en Hechos 20:7 y lo único que menciona es una reunión de despedida de Pablo, donde los cristianos partieron el pan (una comida de amor). La última mención está en 1 Corintios 16:2, donde Pablo pide que en ese día se guarde "en la casa" una ofrenda para los pobres de Judea. Aunque fuera en el templo, recoger una ofrenda no santifica un día. Una vez más, la observancia del domingo descansa, no en la Biblia, sino en la tradición. Bien dijo Cristo a los fariseos: "Vosotros invalidáis el mandamiento por vuestra tradición" (Mat. 15:6). Y luego denuncia: "En vano me honran enseñando doctrinas y mandamientos de hombres" (Mat 15:9).

La recomendación del papa a estudiar la sagrada Escritura es seguida por la restricción que siempre los papas han impuesto: "con docilidad a la interpretación eclesial", esto es, subordinar el texto sagrado a las opiniones de los "padres". ¡Qué temor siente el papa de que el católico capte las verdades de la Biblia! Respecto al tema en cuestión, cada lector de la Biblia ha de encontrar docenas de textos que mencionan el sábado. ¿Qué hacer? ¿Seguir el consejo de Dios o las recomendaciones de los teólogos? La historia confirma que la mayoría se somete a los dictámenes de la iglesia y le da la espalda a Dios. Pero el gran consuelo es que siempre hay católicos sinceros que sienten la voz de Dios en sus conciencias y se deciden por la Palabra de Dios.

Como un tema sobresaliente en la carta del papa es el asunto de la Eucaristía, es vital que se escriba algo sobre esto. En la parte 44, Vojtyla llama a la misa "banquete pascual" y un poco más adelante dice que en la Eucaristía, "Cristo mismo se hace alimento". Yo participo de la cena del Señor unas cuatro veces al año. Acepto que el pan sin levadura y el vino sin alcohol representan el cuerpo de Cristo traspasado en la cruz por mis pecados y la sangre de la Nueva Alianza, derramada en la cruz para la salvación de la humanidad. En mi iglesia, el rito se celebra con gozo y se le considera como un nuevo bautismo. Antes de sentarse a participar de los emblemas, los hermanos se lavan los pies unos a otros, según ordenó Jesucristo. Es realmente un día de fiesta espiritual. Pero hay que poner las cartas sobre la mesa.

El dogma católico es llamado la TRANSUBSTANCIACIÓN. En otras palabras: el pan y el vino se convieten en el cuerpo real y la sangre real de Jesús. Esto, basado en las palabras del Maestro: "Esto es mi cuerpo" y "Esto es mi sangre". Pero el papa olvida que esa forma de expresarse de Jesús es muy común en la Biblia. José dijo a faraón "Ls siete vacas gordas son siete años de abundancia". Daniel dijo a Nabucodonosor "Tú eres aquella cabeza de oro". El ángel dijo a Daniel "el cuerno entre los ojos es el rey primero". El mismo Jesús dijo: "La simiente es la palabra de Dios". En Apocalipsis se dice: "Las siete cabezas son siete montes..." Y así vemos por toda la Escritura esta forma verbal para indicar "representa" o "simboliza". El pan y el vino representan el cuerpo y la sangre de Cristo.

Pero el dogma católico va más allá. Veamos estas palabras de Alfonso de Ligorio: "Pero nuestra admiración debe ser mucho mayor cuando encontramos que en obediencia a las palabras del sacerdote: HOC EST CORPUS MEUM (Este es mi cuerpo), Dios mismo desciende al altar, acude dondequiera que le llamen, y tan a menudo como lo llamen, y se coloca en sus manos, aun cuando sean sus enemigos. Y habiendo acudido, se queda, completamente a su disposición; lo trasladan como quieren de un lugar a otro; pueden, si así lo desean, encerrarle en el tabernáculo, o exponerle sobre el altar, o llevarle fuera de la iglesia; ... ‘¡Oh, cuan grande es su poder!’ - dice San Lorenzo Justiniano, hablando de los sacerdotes, - ‘Cae una palabra de sus labios y el cuerpo de Cristo está aquí substancialmente formado con la materia del pan, y el Verbo Encarnado descendido del cielo se halla realmente presente sobre la mesa del altar. Así puede el sacerdote, en cierta manera, ser llamado el creador de su Creador...’ ‘El poder del sacerdote’- dice San Bernardinode Siena - ‘es el poder de la persona divina; porque la transubstanciación del pan requiere tanto poder como la creación del mundo’". (Tomado del libro "Dignidad y Tareas del Sacerdote", págs 34-36.) ¡Hasta qué punto llegan las blasfemias cuando se cree una falsedad como la transunstanciación!

La parte 47 nos trae las penalidades por quebrantar el domingo hasta tres veces, según el Concilio de Elvira del año 300. El párrafo nos habla de "sanciones penales". Esto nos hace recordar la colonia norteamericana de Connetticut, en el poblado de New Haven, donde a los que eran tomados violando el domingo por primera vez, se le asignaba una multa. La segunda vez, además de la multa se le castigaba con azotes. La tercera vez el castigo era la muerte. Y eso, que se trata de protestantes; los que se jactan de "seguir la Biblia y la Biblia sola". Esto muestra la sentencia apocalítica de que están bebiendo de la copa de "la ramera".

Al final de la parte 47, el papa hace una cándida admisión: "Estos decretos de Concilios particulares han desenbocado en una costumbre universal de carácter obligatorio, como cosa del todo obvia." Esa es la razón por la cual en todos los países de las Américas y Europa Occidental el domingo es declarado día oficial o día de fiesta. Ahora el papa ansía que estas leyes sean más restrtictivas y tiene el apoyo de su gran amigo de Norteamérica: los Estados Unidos, cuyos ciudadanos están levantando un neopuritanismo que los llevará a imponer una ley dominical. Esto es profecía y se ha de cumplir muy pronto.

El capítulo IV, en la parte 55, el papa comienza con estas palabras de la "liturgia maronita": "Sea bendito Aquel (obvia referencia a Dios) que ha elevado el gran día del domingo por encima de todos los días..." ¿Que Dios ha elevado el primer día de la semana sobre los otros días? ¿De qué Biblia tomaron esas palabras? Es una manera de hacer una especie de lavado de cerebro, repitiendo las mismas cosas. No hay tal cambio; el día de Dios, el que Él apartó desde el fin de la creación, es y seguirá siendo hasta la eternidad, el santo sábado.

No cabe duda que Juan Pablo II es muy sabio. Sabe como obrar en la mente del ser humano. Pone unas palabras que podrían convencer a cualquiera que se subordine a sus dictámenes y rechace lo expuesto tan claramente por Dios en su Palabra. Vean esto: "El domingo, pues, más que una ‘sustitución’ del sábado, es su realización perfecta, y en cierto modo su expansión y su expresión más plena, en el camino de la historia de la salvación, que tiene su culmen en Cristo." La expresión es muy bonita y aparentemente veraz y razonable, pero ¿es bíblica?

Luego de todas esas expresiones sobre el domingo, el papa Juan Pablo II vuelve con una loa al sábado. La cita es bella y clara si se tienen en mente el verdadero día de descanso de Dios. He aquí la cita de la parte 61: "Cuando el mandamiento de Dios dice: ‘Acuérdate del día del sábado para santificarlo’ (Éx 20:8), el descanso mandado para honrar el día dedicado a él no es para el hombre una imposición pesada, sino más bien una ayuda para que se dé cuenta de su dependencia del Creador vital y liberadora, y la vez la vocación a colaborar en su obra y acoger su gracia." Pocas veces he leído algo tan hermoso y abarcante expresado para el día santo del Señor. Pero el tono general de la carta no concuerda con esto, ya que el papa ha colocado un intruso: el día de descanso pagano, el cual él llama "el nuevo sábado."

En la parte 63, el papa vuelve a confesar que el cambio del día de reposo proviene, no de Dios, ni de Cristo, ni aun de sus apóstoles. Veamos la expresión papal: "Así se entiende por qué los cristianos, anunciadores de la liberación realizada por la sangre de Cristo, se sintieron autorizados a trasladar el sentido del sábado al día de la resurrección." Luego, en la parte 64, nos menciona la intervención de "la ley civil del imperio romano", clara referencia al edicto de Constantino del 7 de marzo del 321, donde ordena el reposo en "el venerable día del sol". Lo que no dice el papa es la intención del emperador, ya ligado a la iglesia católica, que era unir a paganos y cristianos con su edicto. Los paganos ya adoraban al sol, así que el edicto no les era nuevo, pero los cristianos, que consideran a Cristo como "el sol de justicia" y que ya, en algunos círculos eclesiásticos estaban guardando el día, podían unirse a ellos en la observancia del primer día de la semana. Podríamos decir que Constantino era un gran "ecuménico".

Luego de esto, y por varios párrafos, el obispo de Roma hace lo que es su propósito oculto: estimular a los gobiernos de todo el mundo a que legislen en favor de la observancia dominical. En la parte 66 cita a León XIII escribiendo en su encíclica Rerum Novarum: "El descanso festivo... (es) un derecho del trabajador que el Estado debe garantizar." Estas palabras han de ser oídas por los gremios obreros, para que al fin se cumpla lo que la profecía adelanta: que una ley será impuesta para obligar el reposo dominical (Apoc. 13:15-17).

El último párrafo de la parte 67 revela a las claras esta intención de papa: "Por eso, es natural que los cristianos procuren que, incluso en las circunstancias especiales de nuestro tiempo, la legislación civil tenga en cuenta su deber de santificar el domingo." En otras palabras: los ciudadanos de cada país han de procurar que los legisladores y gobernantes den al domingo la preponderancia que tenía en tiempos medievales. En esta obra, las órdenes sacerdotales han de tener una parte muy activa.

Al comienzo de la parte 70, la carta cita 1 Cor. 16:2 para indicar la obra en pro de los pobres que debe hacerse sobre todo en el domingo. Pero vamos a mirar el texto: "cada primer día de la semana, cada uno de vosotros reserve en su casa lo que haya podido ahorrar." Notemos que el día no tiene nombre, es "el primer día de la semana" a secas. Esto lo contrasta con el sábado, palabra que significa "reposo", y que ha sido, desde tiempos remotos, el día consagrado por Dios para el descanso de sus hijos. El texto menciona que la ofrenda para los pobres de Judea ha de reservarse en la casa, lo cual no denota un servicio religioso, sino una actitud. Posiblemente, ese día de la semana era el más propicio para separar una ofrenda para los pobres.

El capítulo 4, último de la carta papal, trae lo que el papa llama "la fiesta primordial". La parte 75 es iniciada con algo que ya había anunciado: la relación del domingo con el día final, cosa que vimos es contrario, ya que en Hebreos 4 se presenta el sábado como urecuerdo de la creación original y un remontarse al sábado eterno con Cristo en la tierra renovada. Dice el papa Vojtyla: "El domingo prefigura el día final, el de la Parusía, anticipada ya de alguna manera en el acontecimiento de la resurrección. Este repetir el asunto de la resurección en domingo, que no es causa para separar ese día cada semana, sino recordar el evento, tiene el propósito de grabar en la mente del lector, o una especie de lavado de cerebro, un cambio que no autoriza la Biblia. Los que conocemos el Tomo Sagrado sabemos bien lo que hemos creído. En nuestro Dios "no hay mudanza, ni sombra de variación" (Sant.1:17).

La parte 76 nos trae la confesión del papa de que el domingo no se ha establecido sobre palabras de Cristo, sino sobre la tradición.

Ya nos había estrañado que Vojtyla, que es tan mariano, no mencionara a la virgen María, excepto muy brevemente en el asunto del Pentecostés. Ahora, en la parte 79, dice que "la santa iglesia venera con especial amor a la bienaventurada Madre de Dios, la Virgen María..." El título de "madre de Dios" es incorrecto y hasta blasfemo, pues pone a María sobre el mismo Dios. De hecho, cuando algunos teólogos católicos citan Proverbios 8:22-30, donde Salomón habla de la sabiduría personificada, dicen que esta es María, que estaba desde los tiempos de la creación junto al Padre. Especialmente el verso 30, que reza: "Con él estaba yo ordenándolo todo; y fui su delicia todos los días, teniendo solaz delante de él en todo el tiempo." A María no sólo la llaman co-redentora y co-salvadora, sino que hasta, siguiendo estos textos de Proverbios, co-creadora.

En la parte 79 el papa lamenta como algunas "tradiciones populares y culturales" han afectado la celebración del domingo. ¿No cree el papa que ya se le ha hecho tarde? Las supersticiones paganas hacen muchos años que se han introducido en la iglesia. La idolatría es imposible de erradicarla del catolicismo. Sin ella perdería la inmensa mayoría de los feligreses del tercer mundo. Quítele a los mexicanos el culto a la Guadalupana y verá el éxodo sinprecedentes del catolicismo azteca. Ahora, con la canonización del indio Juan Diego, quien supuestamente vio a la virgen en el Tepeyac, este culto se ha multiplicado. Lo mismo pasa con lo de Fátima y Lourdes.

Volviendo al culto a María. ¿No ha notado el papa y los teólogos romanos las epístolas de Pablo, Santiago, Pedro, Juan y Judas? ¿Dónde, siquiera un texto o parte de uno hayan ustedes el nombre de María o un título de ella? ¿No les muestra esto a ustedes que el culto idolátrico de la virgen no es de origen cristiano? ¿No son acaso los "padres" que parten del siglo II, los que, influenciados por las enseñanzas y prácticas paganas, introducen este culto a María? Por más que insistan en que a María y a los santos no se les adora, sino que se les venera, basta ver las oraciones a ellos, los supuestos milagros, las medallas, las procesiones donde son cargados y adornados con flores, la forma en que los feligreses se arrodillan ante ellas y rezan mirando sus rostros, las novenas, rogativas, etc. Esto es un culto tan pagano como los que se hacían a Baal y a los dioses y diosas grecorromanos.

El papa finaliza con ua exhortación a los obispos y sacerdotes para que "el valor de este día sacro (domingo) sea reconocido y vivido cada vez mejor". Este pedido papal, junto con el sentimiento neo-puritano que se está levantando en los Estados Unidos de Norteamérica, hará que el domingo sea exaltado. Como en la época medieval y el tiempo de las colonias americanas, los que no se sometan a los dictámenes del estado, influenciado por las iglesias, han de se castigados con penas que pueden llegar hasta la muerte. Así lo expone la profecía de Apocalipsis y así se habrá de cumplir.

Para ver la carta "Dies Domini" del papa Juan Pablo II, vea la página web del Vaticano:

www.vatican.va , luego verá La Santa Sede, marque ESPAÑOL,o el idioma que prefiera.

Vaya a: El Santo Padre y marque: Juan Pablo II. Luego marque: Cartas Apostólicas. Ahí encontará DIES DOMINI, 31 de mayo de 1998. Puede escoger el idioma que prefiera. Es preferible que usted copie esta carta, para estudiarla mejor y compararla con este artículo.