Creación Versus Evolución

Uno de los grandes títulos de Dios es Creador. El comienzo del libro del Génesis parte de la premisa que Dios existe. El libro comienza así: “En el principio creó Jehová (o Yahvé) los cielos y la tierra.” (Génesis 1:1) Al contrastarse a sí mismo con los dioses paganos, Dios indica, en Jeremías 10:11: “Los dioses que no hicieron los cielos ni la tierra, desaparezcan de la tierra y de debajo de estos cielos.” En el verso 16 añade: “No es así la porción de Jacob, porque Él (Dios) es Hacedor de todo,… Jehová de los ejército es su nombre.”

Ante esta verdad bíblica, se antepone la teoría de la evolución. Esta asegura que los seres existen por una continua evolución de lo más simple a lo más complejo. En otras palabras, existimos por la madre casualidad. Ahora podemos pensar, hablar, amar, crear y tantas otras cosas porque hemos ido adquiriendo esas facultades poco a poco, partiendo de unos simples animales unicelulares que fueron cambiando hasta llegar a ser lo que somos hoy.

El autor de la teoría de la evolución fue Carlos Darwin. En el 1842 salió a la luz su libro “El Origen de las Especies por Selección Natural”. Aunque sus discípulos posteriores llegaron a indicar que el hombre desciende de los monos, la verdad es que en su libro, Darwin hablaba de “especies de creación”. Los que creemos en la Biblia sabemos que Dios no hizo todo los animales que vemos. Según el hombre, con su incomparable inteligencia, ha cambiado, al punto que hoy vemos tantas variedades de seres humanos, así los animales, cada uno dentro de su especie, ha sufrido cambios. Hoy llamamos a los gatos de diferentes nombres: león, leopardo, puma, tigre y muchos otros nombres para los gatos mansos; pero Posiblemente Dios hizo sólo una pareja de gatos. Lo mismo pasa con los monos y con el resto de los animales.

En el arca, Noé echó siete parejas de cada especie de animales limpios (los que se usaban para sacrificios y más tarde para servir de alimento), y dos parejas de los inmundos. Aunque pareciera que tantos animales no podían caber en el arca, en esta época antediluviana los animales eran mucho menos que ahora, ya que las muchas variaciones en los hombres y animales sucedió después del diluvio.

El Hombre original, Adán, fue hecho a imagen y semejanza de Dios. Los llamados hombres primitivos, aunque vivían en cuevas y vestían pieles, eran muy hermosos e inteligentes. Si Dios se copió a sí mismo al hacer al ser humano, entonces esos antropoides que pintan los evolucionistas son un cúmulo de falsedades. Todo es historia. No existe la llamada prehistoria. El primer hombre no fue el de Piltdown o el de Java, sino el hombre del Génesis: Adán, criatura perfecta, hermosa, capaz de crear, pensar y amar.

Los científicos modernos no cuentan con el Creador. Lo han sacado de su ciencia. Creer en Dios equivale a amarle y servirle. Como los hombres no quieren reconocer a Dios, prefieren remontar su origen a las bestias, cuando es más bonito y razonable aceptar que somos creación de Dios, un Dios amoroso y perfecto.

La evolución enseña que la existencia de la tierra se remonta a millones de años. Los científicos calculan las edades mediante el carbono 14. Lo que pasa es que este método científico funciona con la materia afectada por el diluvio universal, o sea, desde hace unos 3,500 años. Génesis nos dice que las aguas se mantuvieron sobre la tierra por poco más de un año. La lluvia que cayó por unos cuarenta días venía con cargas radioactivas. Veamos lo que dice Génesis 7:11: “El año seiscientos de la vida de Noé, en el mes segundo, a diez y siete días del mes, aquel día fueron rotas las fuentes del grande abismo, y las cataratas de los cielos fueron abiertas.” La tierra convulsionó por todo ese tiempo y al salir del arca Noé notó que “la faz de la tierra estaba enjuta”. (Génesis 8:13)

Los cráneos y huesos que se han fechado daban unos cuarenta mil años. Luego se encontró un cráneo que daba 60 mil años y los científicos tuvieron que cambiar. Hoy se ha encontrado otros cráneos y huesos que datan de más de 1 millón de años y los libros de evolución siguen evolucionando más que su confusa teoría.

Creer en la evolución sería aceptar que usted tira una cantidad de agua, arena, cemento, madera, clavos y pintura y sale una casa terminada y pintada. Todo por la casualidad. Esto es tan ridículo como la teoría misma. Ningún científico serio puede jamás creer en la evolución. Sólo mentes enajenadas pueden creer en esa pseudo ciencia, que es tan anti-científica como anti-cristiana.

Mientras la genética, que pasó de ser teoría para ser ley, enseña que toda criatura se parece a sus descendientes, o sea, que un mango no puede dar papayas, así como de un león no puede salir un lobo; la evolución insiste en que todo vino de una misma cosa. ¿Cómo vino el sexo? ¿Como la casualidad pudo hacer que de un ser de una misma especie saliera uno macho y otro hembra? Los huesos de una mujer son diferentes a los del hombre. También sus músculos y sus facciones. ¿Por qué a la mujer no le sale barba y al hombre sí? Salvo raras excepciones, usted puede distinguir a un hombre de una mujer.

Ud. siembra una semilla de aguacate y sabe con certeza que le nacerá un árbol de aguacate, no de acerola o mango. Todo en la naturaleza es tan armonioso y perfecto que no tenemos otra opción que aceptar que todo fue diseñado y creado por un ser maravilloso a quien llamamos Dios.