El Inicuo 7: El Decreto Fatal

Había revuelo en la ciudad de París. El pseudo Mesías asistiría a una reunión convocada por el papa. El gran centro de convenciones estaba repleto. Vinieron de todos los paises del mundo, religiosos y políticos, acudiendo al llamado del pontífice romano. En el procenio estaba un gran trono, prestado por le Museo de Louvre, donde estaba sentado el falso Cristo. A su derecha estaba el papa y a su izquierda el Dalai Lama. También acompañaban a estos, líderes reli-giosos prominentes, entre los cuales estaba el patriarca de Constantinopla, el patriarca de Rusia, el arzobispo de Canterbury, un Imán del Islam, el presidente del Concilio Mundial de Iglesias, el presidente de los Concilios Pentecostales, y un monge Budista. De los políticos estaban el presidente de los Estados Unidos, el de la Organización de Estados Americanos, el secretario general de la ONU, el presidente de los Estados Islámicos y el presidente de la Unión Europea.

El papa se puso en pie y se dirigió a la asamblea:

- Hermanos de los cinco continentes: Esta es quizás la reunión religiosa más importante del milenio, pues es la primera en que contamos con la presencia real de Cristo.

Los asistentes se pusieron de pie y aplaudieron por largo rato. El Inicuo se puso en pie y sonreía, mientras saludaba, agitando su mano derecha. Luego indicó con ambas manos que cesara el aplauso. Se sentó y la multitud hizo lo mismo. El papa continuó:

- Por carta les envié a todos la agenda para esta reunión. Hay un sólo punto, pero de vital importancia para el mundo. Todos ustedes saben los grandes desastres que han conmovido nuestro planeta. Han muerto millones y otros han quedado desamparados. Lo que más me entristece es la muerte de tantos niños. Sólo en Europa han muerto más de un millón de infantes. Esto conmueve mi corazón. (llora) ¿Se dan cuenta vosotros de esto? La humanidad está amenazada. ¿Qué será lo próximo? ¿Vamos a permitir que sigan las catástrofes pudiendo nosotros evitarla? Gracias a la nación norteamericana y a su presidente, el domingo ha vuelto a ser lo que Dios siempre ha querido: su día sea santificado.

El papa señala al presidente de los Estados Unidos y la gente se pone de pié y aplaude. El presidente saluda a todos, luego se sienta y la gente deja de aplaudir.

- Esta obra magnífica de la nación americana, - continuó el papa, - ha sido aceptada por todos vosotros. Pero, si estamos obedeciendo a la Palabra de Dios, ¿por qué las catástrofes como las úlceras y las aguas sanguinolentas? Hay un mensaje de parte de Dios. ¡Tenemos que oír su voz!

El falso Cristo se pone en pie, se dirige al procenio y desplaza al papa. Levanta las manos al cielo y dice:

- Mis hijos: les amo en verdad y siento de veras estas cosas que están sucediendo. Siento la muerte de tanta gente. Siento la muerte de los niños. Pero Dios no es culpable, sino los que se oponen a sus designios. Por causa de unos pocos, muchos están siendo destruidos. Que se quite al culpable y la ira de Dios se aplacará.

- ¡Sí! ¡Sí! ¡Sí! - gritó enardecida la audiencia.

El Falso Cristo continuó:

- Nada agrada tanto a Dios como que sus hijos estén unánimes. Hoy es un gran día, como dijo el obispo de Roma. Ustedes tienen ante sí la más grande responsabilidad: Sanear la tierra. Es hora ya de que los enemigos de Dios y su causa sean quitados de en medio. Así será Dios glorificado.

El Inicuo volvió a su trono y el papa continuó:

- ¡Cristo ha hablado! ¿Oiremos su voz

- ¡Sí! ¡Sí! ¡Sí! - volvió a gritar la gente.

- Bien, ¿qué hemos de hacer?

El presidente de la Unión Europea se puso de pie y se dirigió a la concurrencia:

- ¡Propongo que se haga una cruzada! Que en cada país del mundo se acabe con los disidentes, con los que se han atrevido a desafiar a Dios y su ley. Pero esto tiene que hacerse ordenadamente. Es necesario que decidamos un día en que se haga el exterminio. Sabemos donde están. El día señalado cada persona ha de tener autorización para allegarse a los lugares donde estos se esconden y atraparlos. ¡Dios lo quiere! De seguro su ira se aplacará cuando acabemos con sus enemigos.

El presidente de los pastores de avivamiento propuso que el día fuera el 31 de octubre de ese año. Todos estuvieron de acuerdo. Se nombró una comisión de cinco líderes para que confeccionaran el decreto. El grupo estaría integrado por un cardenal nombrado por el papa, el presidente del Concilio Mundial de Iglesias, el presidente de la Confederación de Iglesias Pentecostales, el presidente de las naciones árabes y el Dalai Lama. Los cinco decidieron reunirse de inmediato, cuando se despida la gran reunión ecuménica.

Una vez acabó la reunión y la gente se dispersó, el falso Mesías y el papa quedaron en una breve reunión de orientación con la comisión nombrada.

La comisión secundó la fecha escogida: el 31 del mes de octubre, la víspera del día de todos los santos, pero que en otros países celebraba el Halloween o día de las brujas. Fue confeccionado el decreto y comunicado a todos los gobernantes del mundo y al liderato eclesiástico.

Pasaron apenas diez días y el decreto estaba impreso en todo los idiomas del mundo y distribuido de forma ordenada. Para ello se usaron las órdenes monacales en cada país del globo y gente escogida del Islam y las iglesias protestantes.

Mediante el radio de transistores, los sabatistas escucharon sobre el decreto. Los pocos que aun quedaban viviendo en las pequeñas ciudades y aldeas comprendieron que esa era la señal de unirse a los grupos en los lugares apartados. Algunos en camiones y autos y otros en caravanas a pie, se dirigieron a sus escondrijos. Los impíos los vieron. Ya sabían donde se hallaban, para, a su tiempo, cumplir el macabro decreto.

Fue de gran regocijo el encuentro de los hermanos sabatistas. Uno de ellos, el joven pastor que se había encontrado con el falso Cristo, les contó su extraña aventura. También les contó que todavía quedaban muchos en las cárceles y campos de concentración.

El anciano pastor le dijo:

- Ya pronto todos nos uniremos para encontrarnos con el Señor. Aun los que han muerto en esta bendita fe, se han de levantar para unirse a nosotros.

- ¿Cómo, pastor? ¿Han de resucitar antes que venga el Señor?

- Así es, hermano. Así lo declara la palabra de Dios.

- Pastor, yo había leído sobre eso, pero no lo entendí muy bien. ¿Podría usted explicalo?

- Es fácil. Daniel 12:2 habla de una resurrección, Pero no es la general, pues dice de “muchos” y eso no son todos. Además, incluye ahí a justos e injustos, lo cual no puede ser la resurrección de los justos al venir el Señor, ya que ahí, según Pablo en 1 Tesalonicenses 4:15-17, resucitarán todos “los muertos en Cristo”. Luego, el texto de Daniel 12:2, se está refiriendo a una resurección parcial o especial.

- ¿Y cuándo habrá de pasar?

- Pues el mismo texto de Daniel, va luego que él menciona “el tiempo de angustia cual nunca fue”, en el verso 1ro.

- Ya estamos en ese tiempo.

- Así es. Pero hay otra gente que ha de resucitar. El texto dice que habrá un grupo de injustos que tomará parte en esa resurrección, los cuales resucitarán “para vergüenza y confusión perpetua”. Para saber esto, tenemos que recurrir a Apocalipsis 1:7.

- Ese texto lo sé bien. Es el que dice que Jesús vendrá y que “todo ojo le verá”.

- Bien, pero dice que además lo verán “los que le traspasaron”.

- Es verdad, el texto lo dice así. ¿Y quienes son esos?

- Jesús le dijo a los del sanedrín judío que ellos habrían de verlo “viniendo en las nubes del cielo”. Para poder verlo, antes tienen que resucitar. Así que todos los que tuvieron parte en el juicio y crucifixión del Maestro, han de resucitar para verlo venir en gloria.

- Ya sabemos quienes son los malos que estarán en esa resurrección. Pero, ¿quienes son los justos?

- Ahí es que viene lo que les dije al principio de los muertos de entre los hermanos sabatistas. Apocalipsis 14 menciona el glorioso mensaje final de Dios, el de los tres ángeles. Luego de presentar los detalles de ese mensaje, el verso 13 añade: “Bienaventurados los que de aquí en adelante mueren en el Señor. Sí, dice el Espíritu, que descansarán de sus trabajos, porque sus obras con ellos siguen." Noten que el texto habla de personas que han muerto “de aquí en adelante”, lo cual nos lleva, según el contexto, a los que han vivido y predicado el mensaje del tercer ángel, desde 1844. Así que, todos los que han muerto en este bendito mensaje, ya pronto los veremos.

- Oh pastor, eso es una promesa maravillosa.

- Sí mi joven hermano, esto está por cumplirse. Aguardemos.