La Hora Del Juicio

Al estudiar el tema de los mensajes de los tres ángeles de Apocalipsis 14,, nos intriga la frase del verso 7 “la hora de su juicio ha llegado…” Aquí se habla de un juicio como ya comenzado, contrastando con la frase común de la Biblia, “el juicio final” o “el juicio venidero”.

Es obvio que el juicio final no ha comenzado, pues esto será luego del milenio apocalíptico. Pero también nos dice el Señor en Apocalipsis 22:12 que cuando Él venga traerá el galardón consigo “para recompensar a cada uno según sea su obra”. Entonces hay un juicio pre-advenimiento, o lo que podríamos llamar la primera fase del juicio. Es claro entonces que a ese juicio es que se refiere la frase del capítulo 14, que es parte del mensaje del primer ángel.

Viendo la profecía en ese marco, podríamos preguntar, ¿cómo podemos visualizar este juicio? La luz al respecto la hallamos en Daniel y Apocalipsis. Daniel 7, luego de la obra funesta de la cuarta bestia, Daniel contempla en visión el juicio. Él ve al Padre sentado en su trono y nos dice: “el Juez se sentó y los libros se abrieron” (Daniel 7:10). Es claro que se refiere a un juicio. ¿Cuáles son “los libros” que se abren? La Biblia menciona dos libros, el de la vida (Apoc. 3:5) y el de las memorias (Malaquías 3:16). Entonces, en el juicio se abren estos dos libros. En el libro de la vida están escritos los nombres de todos los profesos creyentes. En el de las memorias están escritas las cosas que hemos hecho que hacen meritorio que nuestro nombre esté en el libro dela vida. También están registradas las cosas negativas que hemos realizado.

El texto de Apocalipsis 3:5 dice que el privilegio de quedar en el libro de la vida es de los vencedores. Los que no sean victoriosos, sus nombres serán borrados. Esto indica un juicio. En “el tiempo de angustia” sólo serán librados “los que quedaren en el libro” (Daniel 12:1). Esta es una clara alusión al libro de la vida.

Podemos entonces preguntar:, ¿cuándo comenzó ese juicio? Hablamos de Daniel 7 y vimos la escena del juicio y la apertura de los libros. En los versos 13 y 14 vemos la aparición del “Hijo del hombre”, Cristo, ante el Padre. ¡Esto es maravilloso! ¿Qué sería de nosotros en el juicio sin la presencia de nuestro Abogado?

Además de pasar juicio sobre los profesos creyente, este juicio quitará “su señorío” al cuerno, que representa el Anticristo (Daniel 7:26). Al estudiar juntamente este cuerno y el Daniel 7 y compararlo con la bestia de Apocalipsis 13, podemos llegar a la conclusión que se está hablando de la institución del papado. (Vea la interpretación en Apocalipsis 13.)

En la visión del capítulo 8 Daniel contempla a dos bestias, un carnero y un macho cabrío. El ángel Gabriel le declara al profeta que estos animales representan a los reinos de Medo-Persia y Grecia. En la lucha Grecia prevalece. Daniel ve luego el reino griego dividido en cuatro partes, lo cual se cumplió al dividirse Grecia después de la muerte de Alejandro Magno. La profecía continúa con la aparición de otro poder representado por otro cuerno, el cual representa a Roma en sus dos faces, pagana y papal.

El verso 11 nos dice que este cuerno se levanta contra “el santuario” y “el continuo”, lo cual representa el Evangelio, cuyo centro es la justicia por la fe en Cristo y su sacrificio. La obra de este cuerno: sus blasfemias contra Dios, su persecución contra los “santos del Altísimo”, su blasfemia contra el santuario y el continuo y su acto de echar por tierra la verdad, asombra sobremanera a los seres celestiales.

En el verso 13 un santo pregunta: “¿Hasta cuándo durará la visión del continuo y la prevaricación asoladora que pone el santuario y el ejército para ser hollados?” El verso 14 da respuesta a esa pregunta: “Y él me dijo: hasta dos mil y trescientos días, de tarde y mañana, y el santuario será purificado.”

Esto es un caso sin precedentes en la profecía bíblica. Es la primera vez que se presenta lo que llamamos profecías de tiempo. De hecho esta es la más larga: 2,300 días. Al estudiar Daniel 8, vemos que esta porción de la profecía quedó sin ser interpretada por el ángel. Este se limitó a decirle al profeta: “La visión de la tarde y mañana (los 2,300 días) que está dicha, es verdadera, y tú guarda la visión, porque es para muchos días” (verso 26). La visión termina con Daniel “enfermo” y espantado acerca de la visión” (verso 27).

Para conocer el significado de “la visión”, tenemos que recurrir al capítulo 9. En él hallamos al profeta orando a su Dios. La oración es una confesión de parte de Daniel de los pecados del pueblo. Él está preocupado por “la ciudad de Jerusalén” y “el santuario asolado” (versos 16,17). La oración termina en el verso 19. “Aun estaba hablando en oración y aquel varón Gabriel, al cual había visto en visión al principio…” (verso 20) ¿A qué “principio” se refiere Daniel? El mensajero del Señor no aparece antes de este momento. No hay otra alternativa: Daniel se refiere a la visión del capítulo anterior, donde el ángel le mencionó los 2,300 días y nunca obtuvo explicación de su significado. El verso 22 presenta a Gabriel diciendo al profeta: “Ahora he salido para hacerte entender la declaración.” Eso era justamente lo que Daniel esperaba: luz para entender la visión de los 2,300 días.

En lugar de mencionar los 2,300 días, el ángel le menciona otra profecía de tiempo: las 70 semanas o 490 días (verso 24). Pero debemos notar que estas 70 semanas habían de ser “determinadas”. La palabra hebrea para “determinadas” puede traducirse además como “cortadas”, “substraídas” y “descontadas”. Lo que obviamente el ángel quiere decir al profeta es que de los 2,300 días había de descontar los 490. Tenemos entonces la cifra de 2,300 días dividida en dos: 490 y 1,810 días.

Antes de proseguir, es necesario comprender que en las profecías, sobre todo de Daniel y Apocalipsis, los días representan años. En Ezequiel 4:6 leemos: “Cumplidos estos, dormirás sobre tu lado derecho segunda vez, y llevarás la maldad de la casa de Judá cuarenta días: día por año, día por año te lo he dado:” Al ver la interpretación de las 70 semanas podremos comprender más cabalmente esto.

En las 70 semanas habrían de cumplirse varios acontecimientos “sobre tu pueblo y sobre tu santa ciudad” (verso 24). Este tiempo era dedicado especialmente al pueblo judío. Varios acontecimientos relacionados con el Mesías habían de suceder en ese período: “acabar la prevaricación, y concluir el pecado, y expiar la iniquidad”. El acontecimiento esencial aquí presentado es el sacrificio de Cristo, abriendo el nuevo pacto y trayendo salvación a todo aquel que acepte la obra redentora del Mesías.

Otra cosa que se menciona en el verso 24 es “traer la justicia de los siglos”, lo cual representa lo que llamamos “la justicia por la fe” que es el centro mismo del Evangelio. “Sellar la visión y la profecía” es la confirma-ción de lo que esta visión nos trae: la intervención del personaje más importante de la visión: el Mesías Príncipe, Jesucristo, quien vendría a salvar a su pueblo.

La última parte del verso 24 dice que, en esas 70 semanas se habría de “ungir al Santo de los santos”. Algunos indican que esto se refiere a Cristo, pero la palabra “ungir” que aparece aquí jamás se usa para una persona, sino para cosas, tales como una piedra, cuando Jacob lo hizo, o la unción de los muebles del santuario por Moisés.

Veremos que al concluir las 70 semanas, Jesucristo, como nuestro Sumo Sacerdote, comenzará su ministerio intercesor por su pueblo, inaugurando el servicio del Santuario celestial, el cual será ungido, no con sangre de animales, sino “con la sangre preciosa de Cristo”.

El ángel divide las 70 semanas en tres partes: 7 semanas o 49 años para la reconstrucción de la ciudad de Jerusalén, 62 semanas o 434 años para la aparición del Mesías y la final semana para confirmar “el pacto a muchos” (verso 25). Finalizadas las 62 semanas, “se quitará la vida al Mesías”(verso 26).

El acontecimiento que marca el comienzo de este período profético es “la salida de la palabra para restaurar y reedificar a Jerusalén” (verso 25). Tres reyes de Medo-Persia dieron decretos para la obra de restauración: Ciro, Darío y Artajerjes. Los primeros dos decretos hicieron que un grupo numeroso de judíos fueran a tierra de Israel a comenzar el trabajo de restauración, pero fue el decreto de Artajerjes del año 457 AC que logró terminar la obra. El rey, no sólo permitió reedificar la ciudad, sus muros y el templo, sino restaurar el culto del templo, y organizar un gobierno autónomo. Dio asimismo una ofrenda para la obra, una guardia personal para Esdras y cartas para los sátrapas de las comunidades aledañas para que permitieran la obra y ayudaran con alimentos para los trabajadores.

Partiendo del 457, las 7 semanas o 49 años culminaron el 408 AC. Al añadir los 434 años (las 62 semanas), pasamos la era antigua y llegamos al 26 DC. Como al pasar de una era a otra se pierde un año, realmente llegamos al 27 DC, año en que el Mesías Jesucristo fue bautizado y predicaba: “El tiempo es cumplido” (Marcos 1:15). Obviamente el tiempo cumplido es el final de las 62 semanas en el año 27.

Finalizado este tiempo, el Mesías habría de morir “no por sí”, sino por todos los hombres. ¿Cuándo, luego del año 27 moriría el Mesías? El verso 27 nos da la clave: “a la mitad de la semana hará cesar el sacrificio y la ofrenda.” Al morir Cristo, el velo del templo se rasgó, indicando la cesación del sistema de sacrificios. Partiendo del otoño del año 27 en la primavera del 31 se dio muerte al Mesías, justamente a la mitad de esa semana final.

En el otoño del año 34 debían finalizar las 70 semanas, cuando “el pacto” o Evangelio, había de ser “confirmado a muchos”. En ese año, los judíos apedrearon a Esteban, indicando su final rechazo al Evangelio y sellando su suerte. Cristo dijo a los judíos: “El reino de Dios será quitado de vosotros y dado a gente que haga los frutos de él” (Mateo 21:43). Mientras los judíos rechazaron el Evangelio, los gentiles lo recibieron con gozo. Estos son los “muchos” a los cuales “el pacto” había de ser “confirmado” al finalizar las 70 semanas en el año 34 DC.

Al añadir los 1810 años restantes de los 2,300 años, llegamos al 1844, año en que “el Santuario “habría de ser “purificado”.

Para mediados del siglo pasado, un reformador norteamericano, Guillermo Miller, luego de realizar el estudio de estas profecías, predijo el advenimiento de Cristo para esta fecha. Él creía que el Santuario, durante la era cristiana, era la tierra. Su purificación sería el advenimiento del Salvador con la gloria celestial. Al llegar la medianoche del 22 de octubre del 1844, el numeroso grupo de mileristas fueron chasqueados al no cumplirse lo que predijo su dirigente.

La gran desilusión del 1844 trajo un resultado positivo. Luego de el acontecimiento, la mayoría de las iglesias predicaron con énfasis el segundo advenimiento del Señor Jesucristo. Una iglesia que surgió de ese movimiento fue la Iglesia Adventista del Séptimo Día. Ellos llegaron a descifrar el misterio de Daniel 8:13,14. Realmente los mileristas no pudieron visualizar la relación que hay entre Daniel 7,8 y 9. Miller creía que la aparición del Mesías en el capítulo 7 se refería a la segunda venida de Cristo a la tierra, ya que el texto dice que el “Hijo de hombre” venía “en las nubes de los cielos”, frase muy común en los Evangelios al registrar las palabras de Cristo para indicar su segundo advenimiento. El problema es que esa aparición del Mesías era “ante el Anciano de grande edad”, el cual preside el juicio mencionado en el capítulo 7.

La relación de este pasaje con los 2,300 días y las 70 semanas es correcta, pero el tema es el juicio pre-advenimiento, o lo que los adventistas llamamos “el juicio investigador”.

Antes del 1844, Cristo limitó su ministerio a lo que equivale al lugar santo. Por eso Juan lo vio entre siete candeleros en el capítulo 1 de Apocalipsis. No es que Cristo no tenga acceso al lugar santísimo, ya que Él se sentó “a la diestra de Dios”, donde está su trono, del cual el arca del pacto es símbolo. Pero, aunque como Dios y parte de la Divinidad Cristo tiene acceso constante al lugar santísimo, como sacerdote, entró a ese lugar en el 1844, en la última fase de su ministerio, que es la final expiación.

Para conocer plenamente la obra que Cristo realiza en el Santuario celestial, es necesario estudiar el sacerdocio levítico y todo el ritual hebreo. La expiación tenía dos faces, el servicio diario, llamado “el continuo” y el servicio anual, llamado “el día de las expiaciones”. Si entre las ofrendas que se llevaban diariamente al santuario habían unas para expiación, ¿por qué celebrar un día especial para las expiaciones? Del mismo modo, si Cristo hizo una expiación total en la cruz, ¿por qué un período para una expiación final?

Al celebrar las ofrendas diarias por el pecado, luego del sacrificio del animal prescrito por la ley, el sacerdote asperjaba la sangre de la víctima sobre las cortinas del Santuario, indicando que el pecado era traspasado del animal al pecador y de este al santuario. El tabernáculo era contaminado y una vez al año se purificaba en la fiesta de las expiaciones. (Lea el capítulo 16 de Levítico.)

Cristo hizo una obra completa en la cruz, pero los pecados nuestros contaminan el santuario celestial y es necesario una obra de purificación. Nuestros nombres están escritos en el libro de la vida y en Apocalipsis 3:5, Cristo nos dice: “Al que venciere, no borraré su nombre del libro de la vida…” Esta es una obvia obra de juicio.

Las señales de la 7ma. trompeta de Apocalipsis 11:15-19 contienen una gran revelación. Un estudio de las 7 trompetas nos llevan a la conclusión de que la séptima comenzó a sonar en el 1844. Esta nos dice: “Los reinos del mundo han venido a ser de nuestro Señor y de su Cristo: y reinará para siempre jamás.” Los 24 ancianos se postran y alaban a Dios diciendo: “porque has tomado tu grande potencia y has reinado.” ES claro en Daniel 7: 14, que al “Hijo de hombre” se le dio “señorío, gloria y reino”. El mismo Jesús se mostró a sí mismo en la parábola de las diez minas, diciendo: “Un hombre noble partió a una provincia lejos para tomar para sí un reino y volver” (Lucas 19:12). Desde el 1844, además de ser el Sumo Pontífice en el Santuario celestial en la obra de juicio, Cristo está tomando un reino y desposándose con su novia, la Nueva Jerusalén. (Vea Apocalipsis 21:9-11.)

En el mismo capítulo 11 de Apocalipsis que estamos considerando, luego de mencionar a Cristo tomando el reino, entre algunas señales del tiempo de la séptima trompeta, se habla que es llegado “el tiempo de los muertos para que sean juzgados” (verso 18). El juicio investigador comenzó con los casos de los muertos en el 1844. Pronto pasará a los vivos Cada uno de nosotros “tenemos que comparecer ante el tribunal de Cristo”. Pero ese, que es juez, es también nuestro abogado. No tenemos que temer al juicio, sino vivir sirviendo al Señor y dependiendo constantemente de su gracia.

La purificación del Santuario tiene otro significado que reviste gran importancia. El asombro de los seres celestiales de Daniel 8:13,14 es a causa de la obra del cuerno, el cual “echó por tierra la verdad, e hizo cuanto quiso y sucedióle prósperamente.” Este habría de ser “un rey altivo de rostro y entendido en dudas. Y su poder se fortalecerá, mas no con fuerza suya; y destruirá maravillosamente y prosperará; y hará arbitrariamente y destruirá fuertes y al pueblo de los santos. Y con su sagacidad hará prosperar el engaño en su mano y en su corazón se engrandecerá, y con paz destruirá a muchos…” (Daniel 8: 12, 23-25) Al comparar estos textos con el cuerno de la cuarta bestia de Daniel 7 y la bestia de Apocalipsis 13, llegamos a la conclusión inequívoca de que se refiere al poder papal.

Este poder seguiría con su obra de persecución y engaño, pero no por siempre. Aunque el papado seguirá hasta enfrentarse con Cristo en su venida (Apocalipsis 19:19,20), la profecía indica que Dios levantaría un movimiento que lo desenmascararía. Esta es la segunda interpretación de la purificación del santuario. En el 1844, al comenzar la segunda fase del ministerio sacerdotal de Cristo, Dios levantó a la Iglesia Adventista del Séptimo Día con el mensaje de los tres ángeles de Apocalipsis 14, que levanta la bandera del verdadero Evangelio, habla de la hora del juicio y declara al mundo la obra del Anticristo contra el Santuario y la ley de Dios.

Hoy esta iglesia está por todo el mundo llevando ese mensaje final de Dios “a toda nación, y tribu, y lengua y pueblo.” Dios ha coronado de éxito a esta iglesia y hoy trabajamos con ímpetu, porque sabemos que el día de la venida de Cristo está muy cerca. Hay mucha gente sincera que tiene que soltar sus grillos y cadenas y oír el llamado del Señor: “Salid de ella (Babilonia) pueblo mío, para que no seáis participantes de sus pecados ni recibáis de sus plagas” (Apocalipsis 18:4).