Psicopatía, perversión y perversidad. H.Ey.

-Los caracteres de Teofrasto.

-Las pasiones del alma, el odio, la venganza y la crueldad, en la obra de Luis Vives.

-Otras psicopatías clásicas: Los descerebrados de Tomaso Garzoni.

Clasificación psicopatías, los tipos psicopáticos y constituciones psicopáticas.

Los LOS PSICOPATAS DESALMADOS de K. Schneider

- Psicópatas hipertímicos - depresivos - inseguros y fanáticos, de K.Schneider

Resumen clínico y anotaciones psicopatológicas al texto:

Henri Hey. “Estudios psiquiátricos”. Volumen II. 1ª edición en español. Editorial Polemos, Buenos Aires. 2008.

Estudio N° 13. PERVERSIDAD Y PERVERSIONES

El estudio de la perversidad y las perversiones exige que se excluya toda hipocresía que pueda ocultar su naturaleza. Magistrados, moralistas y psiquiatras tienden a veces a poner esos desvíos del comportamiento moral y social fuera de la naturaleza, considerándoles un pecado contra natura, o viéndolos como efecto de un proceso mórbido creador de tendencias heterogéneas a la naturaleza humana. De esa manera, el "Moralismo" y el "Mecanicismo" desconocen por igual la naturaleza humana, que es inmanencia de vicio, de "estupro", de lubricidad, de mal, en lo más profundo de todos nosotros.

1. POSICIÓN DEL PROBLEMA DE LA PERVERSIDAD Y DE LAS PERVERSIONES PATOLÓGICAS

Para captar en su comprensión más natural el concepto de "perversión instintiva", es importante partir de un análisis genético del desarrollo de la persona moral y supe­rar, en la medida de lo posible, ciertos obstáculos. Obstáculos que algunos hechos y nociones por su oscuridad oponen para lograr una visión correcta de este problema. En consecuencia nos vemos obligados a abrir este Estudio por una especie de "diserta­ción" cuya necesidad nos hará excusar su extensión.

A. DESARROLLO DE LA PERSONA MORAL

La capa más profunda, la más primitiva y escondida de nuestro sistema pulsional está constituida por las tendencias específicas que configuran la esfera instintiva. El instinto es el conjunto de esas tendencias específicas. Esas tendencias lo definen y su existencia hace inútil toda crítica de esa noción. El instinto es la profunda aspiración del ser hacia sus fines naturales. Pero el instinto es, a la vez, violento y mal diferencia­do; sus brotes anárquicos abundan. Hunde sus raíces en la organización de los reflejos (1) y de los tropismos y permanece fusionado a la forma rudimentaria de una existencia que sólo tiende, ciega y automáticamente, a desear, a sufrir, a gozar y a persistir en la ejecución de un programa vital impreciso. Programa que constituye las líneas de fuerzas de su organización, sinuosas y a veces inseguras.

El organismo apenas nacido manifiesta apetitos sumarios y generalmente tenden­cias al placer que FREUD llamó la "libido". Esos instintos brutos o brutales, mal cuali­ficados, permanecen vagamente indeterminados en cuanto a la "elección objetal". El lactante está encerrado en un círculo estrecho de veleidades, de tendencias, por así decir subjetivo y hedónico: come, se satisface, se gusta, se defiende, goza en circuito cerrado. Lo que el psicoanálisis nos ha enseñado sobre el autoerotismo, sobre el sado­masoquismo primario, sobre las pulsiones agresivas del estado pregenital representa ese fondo de tendencias instintivas que lleva al recién nacido a movilizar en masa la energía de que dispone, para su satisfacción inmediata.

1 No es posible no considerar la noción de reflejo, ni tampoco la de instinto. Si "se pretende esquivarlos se choca con ellos por todos lados". Lo importante es no abusar de su significado real.

Todos los biólogos, psicólogos, "gestaltistas" o reflexólogos que estudian esta capa primitiva de los comportamientos o reacciones primarias, de los tropismos, de los instintos, de las pulsiones o de las tendencias en los animales, cualquiera sean sus teorías, están de acuerdo en describir una capa primitiva del comportamiento fusionada espe­cíficamente a la forma del organismo, a sus dispositivos funcionales y a sus regulacio­nes neuro-hormonales. Sin duda que esa actividad instintiva implica cierta dirección, cierta finalidad cuyas necesidades constituyen los ejes funcionales, pero esas trabécu­las de organización que constituyen los comportamientos típicos y adaptados (sea por el juego innato de las 'disposiciones congénitas, morfofisiológicas, hereditarias, sea bajo la influencia de las situaciones vitales y sociales donde los animales se encuentran colocados), no determinan rigurosamente una adaptación perfecta del instinto a su objeto. Existe un gran número de variaciones que expresan, algunas veces las tenden­cias anárquicas de los comportamientos incondicionados, y otras veces los "condicio­namientos" que perturban las reacciones primarias. El instinto no constituye una línea recta que va de la necesidad fisiológica y natural a su satisfacción adecuada y confor­me a la adaptación, es decir a la armonía perfecta del organismo con su medio. Por eso las descargas emocionales perturbadoras, los juegos donde se dilapidan los instintos, las aberraciones de apetitos y tendencias. Esta capa "arcaica" o "primitiva" de la exis­tencia representa un mundo frenético, desordenado y aberrante, y de ningún modo un mundo de orden, de regulación, perfecto y matemático. En ese sentido nada más ins­tructivo que el estudio del comportamiento sexual de los "babuinos" que debemos a ZUCKERMAN.

Ver: The Social Life of Monkeys and Apes. S. Zuckerman

El medio social que constituye la vida de estos monos está atravesado por fuerzas instintivas que lo organizan y que contribuyen, como pueden, a la preser­vación y a la reproducción de la especie, pero a través de múltiples e incesantes variaciones paradójicas, de aberraciones constantes del comportamiento instintivo. La sexualidad aparece ahí como la forma de cohesión del grupo pero no dirigida constan­temente a la procreación y las conductas sexuales participan más del juego, de la cóle­ra, del interés, de las adaptaciones fortuitas, de los contactos azarosos y de las disposi­ciones momentáneas, que del deseo inmutable y "natural" de reproducirse mediante relaciones heterosexuales fecundas. El conjunto de esas reacciones, especialmente en los sujetos impúberes, es flotante y paradójico. Sólo el fuerte empuje hormonal de la pubertad, o en la hembra el del celo, mantiene las relaciones sexuales en un orden que constantemente se ve comprometido por conductas anormales. Estas conductas no son "amorales" por la sencilla razón de que en esos grupos de seres vivos no hay "moral", ya que las únicas inhibiciones que imponen su forma a las conductas son ocasionales. Así, la "dominancia" del jefe en el grupo solo se ejerce intermitentemente y el miedo que inspira depende de fluctuaciones de poder y de toda una serie de circunstancias biológicas y sociales. Pareciera que nunca una "norma", una "ley", algo que sea distin­to de un "imperativo muy hipotético" (de temor, de interés o de satisfacción hedónica) contrabalancea el empuje libidinal del deseo. La vida anárquica violenta de esos monos, todos homosexuales, todos ávidos, atados a su placer, obscenos, sucios, a veces monstruosos, a menudo ladrones, coprófilos, necrófilos, exhibicionistas, esta vida totalmente soldada a las pulsiones libidinales ¿es "perversa"? No, ya que constituye la constante de esos comportamientos específicos y para que entre esos animales haya perversos, sería necesario que no lo fuesen todos.

Organización del sistema pulsional y su subordinación a las instancias morales. Del instinto primario, a la moral y estructura neurótica.

Pero, en el hombre, a ese plano se superpone otro: el de los complejos instintivo­-afectivos personales. A este nivel las tendencias emergen de la capa propiamente espe­cífica para organizarse y sistematizarse en función de la historia del individuo y de su desarrollo propio, en las constelaciones familiares y sociales de las que forma parte. En el orden de las diversas "esferas sensoriales" nacen gustos individuales, así como en el orden de la esfera sexual interviene la elección objetal para diferenciar y disciplinar, al precio de duras presiones, a la libido difusa y flotante. Semejante integración personal de las tendencias específicas supone una selección que es función del "carácter" indi­vidual. Por esta diferenciación los instintos primitivos se encuentran sometidos a pro­cesos inconscientes de desplazamiento, de sublimación, de sustitución. Si se prefiere emplear una terminología fisiológica, se hablará de procesos de inhibición y de refle­jos condicionados; si se prefiere recurrir a términos psicoanalíticos, se hablará de "complejos afectivos", de represiones, de "fijaciones libidinales". Sin duda esta "com­plicación" y esos desplazamientos en la esfera de las conductas instintivas también se encuentra en los animales, y es muy probable que el "condicionamiento" de los instin­tos por el medio "social" de un grupo de babuinos, engendre también una serie de inhibiciones y sustituciones que en cierto sentido representan una "premoral", según la palabra de HESNARD (1), constituida por un sistema de prohibiciones y de represiones. Pero en el ser humano, desde los primeros estadios del desarrollo, ese sistema pulsio­nal está ligado a contrapulsiones infinitamente más rigurosas, a la medida del mundo de los valores que constituye la vida social del hombre y la estructura virtualmente moral de su conciencia. La dialéctica de los instintos y de su "censura", que los psico­analistas nos han hecho familiar, no puede comprenderse sino en base a esta conside­ración. Desde las primeras fases de la evolución se revela la estructura conflictiva de la personalidad, su oscilación entre el "ello" y el "super-yo", prefiguración de la elec­ción entre el deseo y el deber, constituyendo la infraestructura más profunda de la natu­raleza humana. La superación del estadio oral de incorporación del objeto deseado, la disciplina esfinteriana, las vicisitudes de la elección objetal, la angustia edípica de la castración, todo esto testimonia en cada fase del desarrollo libidinal pregenital y luego fálico, la acción de un sistema contrapulsional característico de cada uno de esos esta­dios. De ese modo, la naturaleza instintiva es sustituida por una "supra-naturaleza2" complexual sometida a las leyes de la premoral, la del super-yo.

Posteriormente en la historia del desarrollo más elevado en la jerarquía de las "fun­ciones psíquicas", será la organización de la conciencia la que opondrá su acción pro­pia a la acción del inconsciente (con sus dos caras, la del "ello" y la del "super-yo") y es con esta organización definitiva y superior del ser que nacerá la verdadera "concien­cia moral", es decir, un sistema de valores que domina al plano instintivo y complexual y que subordina las pulsiones (el "ello") y sus contrapulsiones (el "super-yo") de la supranaturaleza, a una sobrenaturaleza ética ... De ese modo la conciencia moral se nos aparece por lo que es, como una esfera de determinaciones "razonables" y éticas que constituye, no la base sino la cima de la organización de la persona. Su existencia, lejos de ser "instintiva", es una forma de existencia dirigida contra el instinto en todas sus formas. El instinto, como foco latente de energía "contenida", representa la tendencia al "mal". Porque no hay instintos "buenos" ni "malos", ya que todos son "malos" hasta tanto la conciencia moral no les impone la forma de integración y de control que depen­de de su "juicio", es decir de su sistema de valores y de elección.

Esa es la organización del sistema pulsional y su subordinación a las instancias morales. Semejante perspectiva de las cosas debe protegemos de un error cometido habitualmente, el de considerar que entre los instintos existe uno especial que sería "el instinto de moralidad", siendo la virtud el resultado de su desarrollo normal, así como la perversidad provendría de su ausencia. Es el modo cómodo de escamotear el problema que los "constitucionalistas" adoptan en ese tema. Pero eso es desconocer sencilla­mente que la "moral" es el término antinómico de instinto.

l. En el sentido, dice, que se habla de una "Prelógica" .

2. Empleamos este neologismo para no usar el de sobrenaturaleza que implica un desprendimiento en un nivel superior respecto a la naturaleza. En el desarrollo genético consideramos aquí un nivel que está entre la naturaleza dada y la sobrenaturaleza que la personalidad consciente constituye.

¿Papel de la voluntad en la superación del instinto? Represión y elección moral. ¿Elección amoral y abandono al principio del placer?

La conciencia moral pues, desde sus primeros rudimentos hasta su desarrollo pleno, está caracterizada por un proceso de inhibición y de elección que hay que llamar voluntad, ya que no sirve de nada llamarlo de otra manera (1) . La voluntad opera sus inhi­biciones y elecciones en función de una integración de factores sociales y culturales (motivación social) y en función de la personalidad (motivación psicológica). Estas elecciones "morales" constituyen una acción de represión respecto al sistema pulsional instintivo y complexual, represión solamente limitada por las necesidades vitales y, si generalmente las elecciones son más inmorales que morales, es porque la elección moral, como el camino de la virtud, es árido, doloroso y difícil, sometido a un princi­pio de valor "ideal", mientras que la elección inmoral sigue con más naturalidad la pendiente de las inclinaciones pulsionales, es decir se abandona al principio de placer, al sistema de los valores hedónicos.

¿Coincidencia entre voluntad y deseo igual a perversión?.

l. Lo que acabamos de decir con relación al instinto y la moral puede decirse igualmente del deseo y de la voluntad. La voluntad es antagonista del deseo y sólo adquiere su valor y su sentido en ese antagonismo y no en la identificación "schopenhaueriana" de los dos términos.

Ver: Arthur Schopenhauer. El mundo como voluntad y representación. Madrid, Trotta (2 tomos):

B. LA PERVERSIDAD NORMAL Y PATOLÓGICA

La patología de la conciencia moral

¿Definición del “mal”?. Ausencia del bien, y ausencia de “moralidad”

Aspecto "negativo" del mal que no alcanza para definirlo: el mal como "acto", en su sentido más fuerte y positivo, depende de una "per­versión" del sistema de los valores morales.

Perversión no sólo es sinónimo de ausencia de moralidad, de escape al control moral, sino que es una perversión vivida y sentida como una voluntad de mal, un acto en contra. En donde "debería" ser bueno, el perverso debe ser malo, cuando "debería" ser respetuoso, él tiene que ser sacrílego; donde "debería" experimentar asco, repulsión, experimenta atracción: hay inversión del acto moral. Es lo que DUPRÉ evidenció muy bien2 cuando escribía: la esencia de la perversidad como una "voluntad de mal",

2. DUPRÉ, Pathologie de l’imagination et de l'émotivité, pp. 422 Y 423.

"La perversión en toda la acepción de la palabra no es realizada sino por la aparición y el desarrollo en el lugar del instinto moral, de tendencias contrarias y de sentido clara­mente opuesto: es realizada por la inversión de las inclinaciones normales. La agenesia de las inclinaciones tiernas y de sentimientos de simpatía termina en la indiferencia afectiva, pero la perversión de las inclinaciones atractivas es realizada por la maligni­dad que se traduce por las tendencias a molestar y destruir, por el apetito del mal por el mal, por el placer esencial del sufrimiento del otro ... En el caso de aversión afectiva y moral, el verdadero perverso es como empujado por tendencias malas, a tener reaccio­nes claramente agresivas y peligrosas contra el otro. En su actividad maligna, siempre será arrastrado y a menudo contra su voluntad, contra su interés evidente, a atentados contra el honor, el bien y la vida del otro."

¿Como una simple tendencia constitucional, como una "perversión instintiva dada".

Hablando de las perversiones más terribles, la escatología como norma, la coprofagia, coprofilias, violar cadáveres, ser refinado en torturar a otro, gozar del sufrimiento de otro y del suyo propio, etc.….¿son perversiones "en sí" que sólo se encontrarían en "anorma­les" y que serían en sí mismas y por sí mismas "anomalías”?. O se trata de conductas “perversas” en personales “normales”.

Para explicar una "concien­cia moral perversa" no se debería recurrir a una "tendencia perversa amoral" fundamen­tal; ¿quién no ve claramente que la noción de perversidad es precisamente contradictoria con la idea de una "tendencia constitucional simple y primitiva"?

El "primitivo" no es "per­verso". ¿La bondad del primitivo?.

Aforismo de Jean Jacques ROUSSEAU.

Emilio, o De la educación Jean-Jacques Rousseau

Lo llamamos "perverso" porque es, o nos parece esencialmente "amoral", por debajo de toda moral.

Por eso es que consideramos que el sentido de perversidad no puede atribuirse al comportamiento de los oligofrénicos, babuinos, ni al de los lactantes. La noción de perversidad requiere una organización de la conciencia moral, es decir un sistema de valores cuya inversión constituye esa "moral en contra" que, para poder contrariar la ley moral, debe suponerla. ¿Se puede hablar de una "perversidad patológica"?.

¿La perversidad puede ser sometida al juicio médico, o sólo al juicio moral, religioso o judicial?

Dado que la perversidad exige una forma elevada de juicio, una concepción del mundo y un sistema de valores claramente percibido y calculado, ¿cómo puede ser considerada por el médico como una "enfermedad"? (de modo diferente a como la ven los moralistas, los teólogos y los juristas).

Perversidad normal (la más frecuente) versus patológica (psicopatológica)

Si la perversidad es definida por la organización sistemática de un programa vital de acciones cínicas, un trabajo psíquico de selección, de refinamiento y de cálculo que le confiere su valor propio de escándalo y de vicio, esa forma de perversidad de la conciencia moral no es, no puede ser siempre y fatalmente patológica. Eso sería desconocer y desvalorizar la existencia del acto voluntario, y negarle a ese acto el poder hacer emerger del sistema pulsional los prin­cipios perversos de determinación y de orientación de la conducta, en función de influen­cias y representaciones colectivas, de hábitos o de gustos sabiamente mantenidos. Eso no es todo: para ser aceptada, la noción de una perversidad patológica exige estudios y análisis profundos ya que frecuentemente y de manera natural es percibida por todos, más como la consecuencia de una "mala conciencia" que como el resultado de una enferme­dad. Los psiquiatras, a quienes tanto costó hacer aceptar que cierta forma de perversidad sea patológica, tienen que preguntarse sobre el fundamento de esa distinción que plante­aron. Pero, después de haber admitido que existe una perversidad no patológica que pre­cisamente es la más "pura", vamos a ver que no puede no haber una perversidad patoló­gica. Vamos a examinar ahora, estos dos aspectos del problema.

1 -. A propósito de la perversidad, es clásico recordar las grandes figuras de los perversos: monarcas, déspotas, etc., que con su nombre ilustraron tristemente el frenesí, la crueldad, la ferocidad sanguinaria: Nerón, Calígula, Ricardo III, Sade, etc. Si estos perso­najes que siempre conmovieron profundamente el alma humana al punto de constituir un gancho de atracción segura para la lectura o el espectáculo de sus proezas, fueron norma­les o patológicos, es un problema que permanece en suspenso. Pero no es necesario recu­rrir a los héroes de la historia antigua.

Conductas humanas subversivas y los "perversos" contemporáneos, que proclaman lo anormativo, sacrílego, y antisocial como su credo. Para H. Ey serían por ejemplo los "surrealistas" (1), aficionados sistemáti­cos de los "escándalos", los "cinismos" y las "profanaciones". Luis ARAGÓN en las Aven­turas de Telémaco (I923) exclamaba: "Se han hecho leyes, morales, estéticas para respetar las cosas frágiles y lo que es frágil es para romper... Nuestros héroes son Violeta Nozieres, el parricida, el criminal anónimo de derecho común, el sacrílego consciente y refinado".

l. [N del T: movimiento intelectual revolucionario que afirma la superioridad de los procedimien­tos de creación y de expresión que utilizan las fuerzas psíquicas, liberadas del control de la razón y en lucha contra los valores recibidos en un intento de sobrepasar lo real (A. Breton, 1924)]

¿Es el Surrealismo una forma de practicar la perversión desde lo intelectual?

Uniendo la poesía con la libre expresión del "huésped desconocido" que nos habi­ta, estos poetas van a oponer sin cesar al ángel dulce y benigno el animal desencade­nado y fuerte, y no sólo en sus escritos sino en sus actos, siendo la revolución el verda­dero "arte poético" de la violencia. Se sabe que J. VACHÉ se mató poco después del armisticio de 1918 no sin haber matado (según parece) a uno de sus amigos. Es lo que encierra ese drama del compromiso subversivo, llevado hasta su conclusión suprema y trágica, "Dada", forma "infantil" del surrealismo, pareció ser un juego de niño malicio­so que rápidamente dejó de satisfacer la profunda necesidad de negación clástica. A. BRETON, en 1924, escribía: "Dejad todo, dejad Dada, dejad vuestra amante, dejad vues­tras esperanzas y vuestros temores. Sembrad vuestros hijos en el rincón de un bosque, abandonad la presa por su sombra... ". Ese mismo año ARAGON también escribía en el "libertinaje": "Nunca he buscado otra cosa más que el escándalo y lo he buscado por él mismo... todo en el mundo, Dada, la guerra, la pintura, las mujeres, mis amigos... el crimen, Edith CAVELL, RIMBAUD, la muchacha cortada en pedazos, el marqués de SADE, Jacques VACHÉ, el ejército (invito a los jóvenes: que deserten en masa). "París durante la guerra", de Bartholomé que tiene un falo en su mano, el ignorante PASTEUR, el mediocre BANVILLE, RENANT el masturbador, los generales... y por ejemplo el sacramento de la comunión y el hecho de no llevar breteles, todo eso sólo ha sido para mí ocasión de escándalo".

Recordemos también esta "definición del surrealismo" 1, "los objetos chocantes y los puñetazos, la pintura fantástica, el estilo maleducado, los revolucionarios de café, el esnobismo de la locura, la escritura automática, el anticleri­calismo primario, la disciplina alemana, el exhibicionismo, el gusto por los chistes malos", que testimonia esa onda de destrucción que se devora a sí misma, que sacudió a esos revoltosos hasta el trasfondo de su naturaleza. En los libros de Maurice NADEAU (2) se encontrará una amplia documentación sobre esas aventuras, esas explosiones, esos insultos donde sin quebrarse, explota la subversión de esos "poetas" que trataron de hacer pasar su sueño a la acción y que, borrachos de una rebelión infernal, llevaron hasta el "absurdo", al gusto insaciable de otro mundo, del reverso del mundo. "Anto­logía del humor negro" (título de la prestigiosa recopilación de textos elegidos por A. BRETON), crisol donde se mezclan en un extraño vapor tragicómico las fantasmagorí­as de lo estúpido, del vicio, del crimen, de la pesadilla, del juego de la muerte, que des­tila las esencias "perversas" de la producción escrita o pragmática de esta poesía que emana de las ruinas hundidas de ]a realidad cuando, movida por el gigantesco esfuer­zo de su destrucción, roban los pedazos de su "convulsiva belleza".

Ver dadaísmo y surrealismo como movimiento cultural y literario: ¿una perversión de la cultura, una transgresión, una subversión, una travesura cultural, un mero movimiento estético y publicitario, una moral o amoral burguesa, un nuevo ideal antinormativo, asocial,..…?

¿Hacer el mal es ser perverso?

Entendemos que se nos podría reprochar el tomar nuestro ejemplo de un grupo de "este­tas" cuya "sinceridad es sospechosa" y que pueden parecer animados sobre todo del deseo de "bluff', de "publicidad". Lo que antes dijimos de J. VACHÉ (3) nos parece suficiente para protegemos de ese reproche. Además, es fácil comprender que habríamos podido sostener la misma argumentación a propósito de otros grupos (4) de "revolucionarios" cuyo frenesí y subversión aparecen más inmediatamente "sinceros" o seriamente "comprometidos".

1. Variétés, número surrealista, 1929

2. Histoire du Surréalisme 1946, Y Documents surréalistes, 1948, Éd. Du Seuil.

3. No consideramos a ese movimiento frenético y poderoso por simples travesuras, ni como cri­sis de originalidad juvenil mal resueltas, ni fanfarronadas, sino por lo que es: un impulso de sin­ceridad y coraje tumultuoso y vertiginoso, que llega hasta la sangre y la muerte, al drama más sustancial y más auténtico.

4. Si hemos insistido especialmente en la "subversión", en la antisociabilidad de los surrealistas, es también porque el problema del valor estético del surrealismo en relación al de la estética psi­copatológica (cf nuestro trabajo: Le Psychiatre devant le Surréalisme, Évolution Psychiatrique, 1948) [N de E: reedición opus cit. P. 208] es el mismo que el del valor moral del "subversivo" surrealista respecto a la "perversidad" patológica. Todos esos problemas de valores están relacio­nados y exigen las mismas soluciones. Más adelante veremos que "hacer mal" constituye una estructura diferente a la de "ser perverso".

Pero aun fuera de esos grupos, de esas colectividades que obedecen a una "moral antimoral", que oponen a las normas de una sociedad las de otra sociedad, pasada, extranjera o futura, todos conocemos a esos individuos que "con el puño cerrado" y en la exaltación de su juventud o de sus pasiones, resisten y enfrentan las "tradiciones", las "rutinas", los "burgueses", los "principios", la "Ley", en una actitud trágica de provocación, de desafío y de rebelión. Abrazados en su subversión estética, política, social o religiosa, permanecen ferozmente aferrados a su "ideal" antiestético, antisocial, o antirreligioso. Todos ellos ¿son, siempre y necesariamente, "enfermos"?

¿Estaba enfermo el genio surrealista?. ¿La genialidad implica una forma de perversión?.

Frente al psiquiatra se plantea otra dificultad que es la del vicio, la de la búsqueda del placer "anormal". El placer, ley primitiva de las primeras fases del desarrollo de la libido, está fusionado evidentemente a la capa pulsional de nuestra naturaleza. Toda tendencia, toda necesidad, toda pulsión está ligada al placer que la satisface. Las cosas serían muy sencillas si existiesen necesidades y pulsiones normales, rasgos específicos de la naturaleza humana, y si algunas necesidades y pulsiones se mostrasen "anorma­les" por el hecho de que, no formando parte de la naturaleza específica humana, serían como monstruosidades. A la observación superficial es así que se presenta la solución "constitucionalista" del problema. Pero no es así.

¿El vicio como anormalidad, como perversión de la búsqueda y satisfacción instintiva sin freno¿ ¿la voluntad al servicio del placer? El vicio como estilo de vida.

Las pulsiones anormales, las necesidades más repugnan­tes, las más antisociales, las más agresivas, las más extrañas, etc., se encuentran en la masa específica humana y en la de las especies vecinas.

¿Qué se puede decir de esto sino que el desarrollo de un ser humano implica, como fase primitiva de su evolución, el pasaje por una capa libidinal "arcaica" que, al lograr su "madurez", persiste latente? Esta capa constituye la base instintivo-afectiva a la que nos remiten todas las pulsiones y los placeres posibles, como a su fuente común.

Un sistema pulsional no aparece nunca ni aislado, ni siempre idéntico a sí mismo, sino que es solidario de toda la organización libidinal de la que es contemporáneo.

Las pulsiones orales constituyen una red de conductas de incorporación en una forma de existencia donde los procesos de identificación, por parciales y limitados a la vida de un órgano que sean, establecen entre el lactante y el primer objeto de su conocimien­to una relación casi umbilical de fusión con otro.

Del mismo modo, las pulsiones ana­les se ubican en un plano de apertura al mundo donde se esbozan los primeros conflic­tos entre lo interior y lo exterior, etc. Tales "complejos" no son "cosas" siempre idénticas a sí mismas. Están integrados en los planos sucesivos de la organización afec­tiva: las pulsiones agresivas sádico-anales se metamorfosean en el estado edípico de la culpabilidad y posteriormente serán integradas o "sublimadas", es decir más o menos actualizadas en forma de existencia que las reprimirán o las utilizarán en estructuras cada vez más complejas y diferenciadas.

Por último al final del desarrollo, superado el estadío geniral, el sistema pulsional en su mayor parte inconsciente o subconsciente, es dominado por las instan­cias propiamente morales y sociales del yo. No es porque exista en nosotros esa exi­gencia que seamos necesariamente sus esclavos; por el contrario nuestra existencia está gobernada por "nosotros" contra "ello". El "yo" no es una abstracción como el psico­analista ha terminado por pensarlo1. Representa la metamorfosis superior del ser, es decir la forma definitiva adaptada y equilibrada que adoptó el conjunto del sistema pul­sional primitivo. Por consiguiente no tiene ningún sentido hablar de una pulsión per­versa parcial.

¿La emancipación del yo, la tiranía del yo, origen de la perversión yoica?. Ver también psicopatía y perversión en un yo débil.

Entonces, si lo que caracteriza al "vicio" no es la presencia de pulsiones anormales, si las conductas y gustos que lo componen son inmanentes a la naturaleza humana, entonces ese vicio nos parece que no es un "dato" primitivo sino, en su forma más auténtica, una "búsqueda", una "voluntad". El vicio exige, para constituirse en forma de existencia, una orientación, una superación del instinto.

Ver el trabajo del neurótico para compensar sus pulsiones y contrapulsiones.

¿La práctica del vicio exige también de ese trabajo extra del yo?.

Lo que se entiende por "placeres anormales" en realidad son placeres artificiales, donde ya no se satisfacen más simplemente las tendencias instintivas fundamentales en su forma bruta de utilidad específica, sino un sistema pulsional que, desarrollándose, se separó de su finalidad primitiva para "arraigarse" en una constelación ideo-afectiva o si se quiere en un modo de existencia "contra-natura". Los valores de "juego", de "arte", de "refinamiento", de "gratuidad", de "desafío", de "cinismo", de "escándalo", de "exceso", de "provocación", de "emancipación", de "complicación", o de "delica­deza" se mezclan en el "gourmet" como en el "libertino" para tejer la trama del vicio donde reconocemos los mismos rasgos de "malignidad", de "cultivo del mal", de "moral en contra" que encontramos en los subversivos "amorales" y "antisociales". Para unos como para otros, se plantea la misma pregunta. Esos individuos o esos gru­pos de individuos (estetas, desviados o toxicómanos) que se abandonan a las profun­das solicitaciones de las pulsiones, comunes a todos los hombres pero generalmente reprimidas, que dejan brotar en ellos, y que cultivan el gusto, el deseo y el placer de "hacer mal", de traicionar su naturaleza transformando los medios que la naturaleza les da en fines buscados por su valor hedónico insólito e incluso por su "ideal" (2), esos indi­viduos ¿son siempre y necesariamente enfermos?

1. Cf nuestro Estudio n° 6

2. El vicio expuesto en toda su acepción en el Diario de un ladrón de GENET (1949) remite como a su reflejo más humano si no a una especie de "virtud" por lo menos en la palabra de san Agustín... "Hay una cosa peor que el vicio, y es la satisfacción de la virtud...•. Si hacer el Ángel es hacer la Bestia, quizá también el "demonio de la perversidad" pueda recuperar algo de su esta­do primitivo de inocencia •.... No obstante esos secretos insondables del corazón humano, aquí simplemente desearíamos señalar que sin ser patológica, la voluntad de mal puede ejercerse en el plano más dramático de la condición humana.

Parece una evidencia de perogrullo que tales comportamientos humanos perversos son extraños al concepto de enfermedad mental, ya que este concepto implica un déficit y no una actividad de elección. Por otra parte es a esta evidencia a la que se han rendido los hombres que no han podido aceptar considerar la perversidad como necesariamente patológi­ca "en sí misma".

II - . También nos parece evidente que algunas formas de "perversidad" son pato­lógicas y es a esta evidencia a la que generalmente se refirieron los médicos que desde hace cien años se han dedicado a profundizar el estudio de los "amorales", los "perver­sos", y de sus "anomalías" psicosomáticas.

¡¡ Qué "aporía" terrible representa para el psiquiatra el problema de la perversidad2 ¡¡ (¿paradoja irresoluble?).

La perversidad es tanto más "pura" o si se quiere "máxima" en la medida en que se con­funde con el desarrollo de la conciencia moral, donde la elección invierte los valores. Ahora bien, bajo esta forma no puede ser considerada como patológica sino por un abuso de lenguaje y por una deformación de los conceptos más fundamentales. Sin embargo, existe toda una serie de hechos que nos hacen hablar de "perversidad" o de perversión a propósito de actos, de gustos o de comportamientos que escapan a la plenitud de la conciencia moral, que ponen de manifiesto un trastorno de su estruc­tura, y sobre todo de su libertad.

¿Posibilidad de la existencia de una patología de la conciencia moral y de formas de perversidad patológica?. Se pregunta nuestro H. Ey.

2. La misma que se "plantea para el psiquiatra ante el surrealismo, ante la santidad, ante el genio", ante la angustia humana, etc.

Dijimos que la perversidad no pertenece a la "naturaleza instintiva" (que por ser esencialmente "amoral" no se presta para discernir en ella, lo moral y lo inmoral, la norma y la anomalía).

La perveresidad no es del orden de los deseos o de las necesi­dades, todos por igual "en la naturaleza". Sólo tiene sentido y existencia en tanto supo­ne una conciencia moral que la elige y a la que viola. El acto perverso nace solamen­te, irguiéndose contra un sistema de prohibiciones que lo hacen ilícito y culpable. Ahora bien, ese sistema aparece muy precozmente en el desarrollo humano, ante todo en forma de la "premoral" (HESNARD) del super-yo (FREUD). En ese nivel "arcaico" la perversidad y la culpabilidad que le está ligada depende del conflicto que opone las ins­tancias libidinales a la organización fantasmática de la conciencia, es decir que la estructura de lo "malo" está penetrada por el juego de los vínculos mágicos que entre sí anudan las primeras imagos del yo y del otro, los objetos sucesivos de las catectizaciones libidinales.

Cuando más tarde, con la "sublimación" o mejor con la "oblativi­dad" y la libertad de la elección y de los valores, ese sistema primitivo aparezca ente­ramente (como sistema pulsional del "ello" y como sistema contra-pulsional del "super­yo") como foco de fuerzas "malas", de "tentaciones", de "tendencias perversas", entonces ese conflicto de móviles y de motivos constituirá la estructura fundamental del hombre.

“La salida oblativa es la sumisión a las demandas del Otro”. Jacan, en el estudio de la transferencia de los obsesivos.

La perversidad en su forma más "pura" se nos había presentado como una voluntad de pecar, como la libre disposición de una malig­nidad sistemática, el hecho de que la dinámica de la conciencia moral supone e implica un equilibrio de estas fuerzas contrarias nos da cuenta de la posibilidad de su des­equilibrio y por consiguiente de una PATOLOGÍA DE LA CONCIENCIA MORAL, de la existencia de algunas formas patológicas de perversidad o de perversiones, las cuales necesariamente se definen todas por el hecho de que existe una conciencia moral, pero que es impotente para luchar contra sus instancias pulsionales, sea por su inmadurez, sea por su debilidad

Dicho de otro modo la perversidad o las perversidades patológicas no son tendencias "primitivas" o anomalías constitucio­nales inscriptas como tales en el patrimonio biológico, en el temperamento o en el carácter, como si fueran un mosaico de rasgos innatos.

Una primera forma de perversidad o de amoralidad que puede crear la ilusión de un mecanismo tan simple son los casos de agenesia del desarrollo moral del individuo que, al impedir su evolución normal hacia las instancias altruistas y éticas, lo fusiona a la capa esencialmente "amoral" de las primeras fases de su existencia. Pero veremos precisamente que la estructura psicopática de la "moral insanity" no es la de una amoralidad pura y primitiva, sino la de una incapacidad de acceder a la conciencia moral, la de una "inmadurez" de desarrollo.

Otra vertiente, en cambio, de la patología ética constituida por las disoluciones "adquiridas" de la conciencia y de la personalidad determinando tendencias y compor­tamientos morales, por sí misma se aparta de ese error.

Modalidades clínicas de la patología de la conciencia moral. Nos dice H. Ey.

Estudiaremos: 1° los trastornos o disgenesias del desarrollo moral: la amoralidad patológica y las perversiones; 2° las perversiones "parciales"; 3° las regresiones amo­rales o perversiones adquiridas, llamadas "sintomáticas” (1), . Respecto a cada una de estas formas tendremos que establecer los elementos del diagnóstico diferencial con la per­versidad normal y con las otras formas de trastornos instintivo-afectivos.

1. LAS ANOMALÍAS DEL DESARROLLO ÉTICO o "MORAL INSANITY"

Con ese nombre o con el de "perversidad constitucional" generalmente se com­prende un conjunto de trastornos del carácter de los apetitos y de las tendencias que reunidos en determinado sujeto lo hacen un ser radicalmente amoral y antisocial. Es un estado psicopático esencialmente "caracterial" no sólo de insubordinación a las disci­plinas morales o sociales y de resistencia a toda intimidación, sino caracterizado tam­bién, y sobre todo, por un deseo constante de dañar y de molestar.

A. HISTORIA

Bajo sinónimos diversos: locura moral, moral insanity, moralische Schwachsinn, monomanía instintiva, invalidez moral, etc., esta forma psicopática ha sido descrita y estudiada desde hace mucho tiempo (2).

1. Entendiendo bien que para nosotros todos los aspectos patológicos de la perversidad y de las perversiones son precisamente "sintomáticos" o "secundarios".

2. La Biblia, según LOMBROSO, ordenaba dar muerte al criminal nato, desde su juventud.

Parece que corresponde a PINEL (1809) el méri­to de la primera descripción de esta forma clínica que llamó “manía sin delirio”, deno­minación que según se dice, sus enfermeras de Bicetre preferían a la designación de "manía razonable". En ese sentido MARC pudo escribir: "Había sido reservado a PINEL, uno de esos genios de nuestro siglo, ser el primero en retratar ese estado extraordina­rio donde sin aberración comprobable de las facultades intelectuales, los pacientes se entregan a actos que a la mirada de las personas comunes no se explican más que por una profunda perversidad". Por su parte GEORGET dijo que "PINEL señaló esta especie de alienación mental y la designó con el nombre de locura razonante y de manía sin delirio." ESQUIROL, después de haber negado la manía sin delirio (1818), modificó su punto de vista y en su tesina sobre la "monomanía homicida" escribió en relación a ese tema: "A veces las facultades afectivas son las únicas alteradas; a veces ese desorden no se observa más que en las acciones" y naturalmente en su descripción de la mono­manía instintiva o de la monomanía impulsiva se encuentran los rasgos de la famosa "manía razonante" o de la manía sin delirio de Pinel. Posteriormente, ese agrupamien­to clínico fue más o menos confundido con otros estados psicopáticos con el nombre de "monomanía" razonante, impulsiva, homicida, incendiaria, de cleptomanía, etc., de "locura lúcida" (TRÉLAT) o de "locura de los degenerados" (MOREL) y originó como se sabe debates frecuentes y altisonantes.

En Alemania, GROHMANN en 1819, describía los "Moralische Krankheiten der Seele". En la misma época (1835), en Inglaterra, RUSH aislaba el mismo tipo clínico, cuyo estudio profundizó PRICHARD designándola con el nombre de "Moral Insanity" denominación que hizo fortuna y que aún hoy es empleada.

“Locura moral” de J.C. Prichard (1786-1848)

Pero, contra la doctrina de las monomanías en general y contra esta variedad en particular, rápidamente se plantearon muchas críticas. Fue especialmente J. P. FALRET en nuestro país, y GRIESINGER en Alemania quienes se opusieron a esta entidad. Inclu­so se llegó a acusar a PINEL "de haber creado esta especie patológica para desgracia de la ciencia... "

En los primeros años de ese siglo, se desarrolló la noción de una locura moral, de una "constitución perversa" y en Francia se hizo clásica después de los trabajos de MAIRET y EUZIERES, de DUPRÉ, de DELMAS, etc. En Alemania, esos casos forman parte del grupo de "psicopatías" (K. SCHNEIDER - E. KAHN, etc.). Pero las controver­sias respecto a esta cuestión aún continúan ..

*Ver Historia del concepto de psicopatía. J.L.Día.

* Las monomanías impulsivas. Nosología de la agresividad y control de impulsos, según el Tratado de Frenopatología del Dr. Juan Giné y Partagás.

B. FACTORES ETlOLÓGICOS

1 ° Degeneración biopsíquica, herencia.

Ya indicamos que para MOREL, la locura moral formaba parte de la locura de los degenerados. LOMBROSO tuvo algunas dificultades para admitir la identidad de los "locos morales" y de los "criminales natos"; sin embargo, acentuando el aspecto biomorfológi­co, proseguía naturalmente el movimiento iniciado por GALL y SPURZHEIN que relacio­naba el instinto de destruir, la sexualidad exagerada, las tendencias antisociales con malformaciones craneo-cerebales.

La frenología de Franz Joseph Gall , al igual que la craneometría y la fisiognomía pretendían explicar las variaciones físicas externas del individuo y su relación con el carácter, inteligencia y comportamiento moral.

-Para LOMBROSO los criminales natos eran seres conformados de manera particular, en los que todo revela la vocación maligna, desde su conformación craneana hasta sus producciones artísticas. Según él, el "criminal nato" es fruto de un retorno atávico al hombre primitivo; está muy cerca del animal y de la bestialidad; "la ignorancia de la compasión y de la piedad", la impulsividad, la violencia, la pereza y la "superstición" constituyen sus rasgos esenciales.

Lombroso, César: El delito. Sus causas y remedios (traducción de Bernaldo Quirós). Madrid: Victoriano Suárez, 1902. Ver museo de antropología criminal de Turín.

-MAGNAN se basa aproximadamente en el mismo principio, es decir, en la solidaridad del estado mental y de las malformaciones o trastornos somáticos. En su tesis, SÉRIEUX l expuso la doctrina de MAGNAN; de acuer­do al estilo de la época distinguía: 1º los espinales: actos instintivos puramente reflejos; 2° los espina les cerebro-posteriores: siendo la región cerebral el asiento de los instin­tos existe una predominancia de los actos instintivos brutales; los espina les cerebro­anteriores: actos que siguen a ideas y sentimientos perversos, es el grupo de los verda­deros perversos; 4° los cerebrales anteriores: perversos intelectuales.

En cuanto al papel de la herencia, es admitido como importante por muchos auto­res. HEUYER, confirmando la opinión de DUPRÉ, estima que una herencia similar se encuentra en 37% de los casos (robo, prostitución, vagabundeo de los padres, etc.). En su trabajo muy minucioso, CORBET sobre 188 casos (pacientes "alienados difíciles" de la sección Henri COLlN à Villejuif) señaló 32 casos de herencia psicopatológica direc­ta o colateral (alienados en los ascendientes y en las fratrías). Numerosas búsquedas genealógicas de criminales han sido realizadas sobre ese punto, especialmente en Alemania. En pri­mer lugar, algunas familias se hicieron célebres en los anales de la psiquiatría de ese país. Así la familia estudiada por JUKES que en 1874, contaba 1.200 miembros y en 1915, 2.094 (de los cuales vivían 1.258). En esta familia se pudo contar 300 asistidos, 600 retardos mentales o epilépticos, 308 prostitutas, 140 criminales de los cuales 7 ¡eran asesinos! JOERGER publicó la genealogía igualmente instructiva de otra familia, la familia "ZÉRO", y también (vinculada con la precedente) la familia "MARKUS"4. En 1925, F. PANSE5 refirió la historia de una descendencia del mismo tipo. En 1921, MAGGENDORFER6 estudió 100 casos de perversidad constitucional. Los agrupó en dos categorías: unos de tipo afectivo epiléptico, y otros "paratímicos" (del género "esqui­zoide"); los parientes de estos últimos tenían una fuerte carga de esquizofrenia. HOFF­MANN7, al referirse al estudio de la familia ZÉRO y MARKUS y buscando precisar la naturaleza del gen mórbido y su modo de trasmisión hereditaria, emitió la hipótesis de que ese gen es idéntico al de la esquizofrenia y que se trasmitiría según un modo dominante, mientras que la disposición "a la vida recta" afectaría a la descendencia de modo recesivo. RODIN, por el contrario, admitió la necesidad de tendencias psicopáticas per­versas. REISSI, en muchas publicaciones, hizo desempeñar un papel importante a la tara bilateral en la descendencia (los dos padres pertenecerían a familias psicopáticas). En 1926, LANGE (2) estudiando gemelos, mostró que en siete pares de gemelos homocigotos, cinco pares presentaban reacciones perversas concordantes. En el tratado de VERS­CHUER (3) y en el excelente estudio de DUBITSCHER (4) se encontrarán desarrollos muy inte­resantes sobre ese problema (así como la bibliografía), encarado especialmente por esos autores desde el punto de vista de la aplicación de las leyes de esterilización. Uno y otro concluían que era necesaria para el "Moralische Schwachsinn", claramente patológico.

(Ver consecuencias de la teoría hereditaria y la eugenesia en el nazismo y régimen políticos amorales…)

1. SÉRIEUX, Recherches cliniques sur les anomalies de l'instinct sexuel, These, París, 1888.

Según una estadística que DELMONT pudo establecer en HOERDT y que se refiere a cien perversos, sólo existía un alienado en 3 de estas cien familias, pero en 20 existían anomalías psíquicas considerables (suicidio, alcoholismo, criminalidad), hecho que se corresponde con las observaciones de PANSE.

Los anglosajones también estudiaron en estos últimos años la herencia de los cri­minales (ROSANOFF, AANDY y PLESSET5, NEWMAN, FREEMAN Y HOTZINGER6, PAULW POPVON7, David ABRAHAMSEN8, etc.). El estudio de los gemelos llamó especialmente su atención. Según ROSANOFF, AANDY y PLESSET las "manifestaciones antisociales se mostraron no sólo prácticamente iguales en calidad, sino sincrónicas en cuanto al ritmo de su aparición". El trabajo de NEWMAN (genetista), FREEMAN (psicólogo) y de HOL­ZINGEN (estadístico) fue realizado en 119 pares de gemelos, 150 pares de bivitelinos educados en común, 50 pares de univitelinos educados en común, 19 pares de univite­linos educados separadamente. Les pareció que la concordancia de los gemelos del ter­cer grupo era tanto mayor cuando se trataba de características morfológicas. En cuan­to a la tendencia de la personalidad, el medio pareció ejercer una clara influencia de diferenciación. De tal modo que de ese trabajo podría concluirse con ALMEIDA 9 que lo que la herencia hace también el ambiente puede hacerla ...

l. De 1910 a 1925, bibliografía en el artículo de ENTRES, tratado de BUMKE.

2. Zeitsch.f. Neuro., t 112, 1928, p. 283).

3. Erbpathologie, 1934, trad.fr. 1943.

4. Zeitsch.f. Neuro, 1935, t. 154

5. ROSANOFF, AANDY y PLESSET, cf. el análisis crítico de ese trabajo en Joumal of Heredity, 33/18.

6. NEWMAN, FREEMAN y HOTZINGER, Twins. A Study of Heredity and Environment, Chicago, 1937.

7. PAULW POPYON, Twins and Criminals, Joumal of heredity, 27, p. 380.

8. David ABRAHAMSEN, Crime and the Human Mind, New York, 1944.

9. A. ALMEIDA Junior, Hereditoriedade e Crime, Revista penale e Penitenciaria de Saf! Paulo, 1947.

Sin embargo nos parece que no hay dudas de que la herencia psicopática tiene afinidades profundas con algunas formas patológicas de perversidad.

2º Etiología toxi-infecciosa .

Las teorías "de la degeneración" o "lombrosiana" no excluyen los factores toxi­infecciosos "blastofóricos" o adquiridos más o menos precozmente (alcohol, tubercu­losis, sífilis). Muchos autores admitieron el rol de la heredo-sífilis, especialmente en la génesis de las perversiones constitucionales.

Sobre ese punto el estudio de la encefalitis letárgica aportó una fuente nueva y decisiva de documentos clínicos (en cien "perversos" internados, DELMONT señaló nueve casos de encefalitis epidémica). En ese sentido es muy interesante la integración intentada por WALLON de las reacciones perversas en algunos tipos de organización patológica del tono y del movimiento.

La estadística de DELMONT, 19 de sus 100 perversos habían presentado una ence­falopatía infantil (4 traumatismos obstétricos, 5 encefalitis, 7 traumas craneanos, 3 degeneraciones progresivas).

3° Factores sociogénicos, educativos y familiares. El medio.

Como ya lo vimos a propósito de la herencia, la familia desempeña un papel esen­cial, en tanto asegura y expresa la continuidad del patrimonio biológico, de la disposi­ciones "endógenas", de las "taras", del "temperamento", del perverso. Pero la influen­cia de la familia supera la de la herencia, es un medio que constituye "el medio" afectivo y moral, la "matriz" social del desarrollo psíquico sobre las bases de las interrelaciones psicológicas. Los procesos de fijación, de identificación, de introyección que vinculan al individuo a sus padres constituyen un "condicionamiento" de gran importancia. Desde que FREUD mostró el papel de las situaciones complexuales, desde que ADLER puso en evidencia los mecanismos de compensación ideo-afectiva del complejo de inferioridad, etc, todos los sociopsicólogos, los psicoanalistas y los psiquiatras -sobre todo los psiquiatras que se ocupan de psiquiatría infantil- acentuaron el papel de los conflic­tos, de las reacciones en el medio familiar, de los factores educativos o de las influen­cias perturbadoras en las relaciones del niño con su grupo familiar. En ese sentido la importancia de la disociación familiar es señalada frecuentemente (1).

I . CL especialmente dos trabajos : el de G. MENUT, La dissociation familiale et les trou­bles du caractere chez l'enfant, Paris, 1944; el de J. DOS SANTOS (Enfance, 1949

El desarrollo del niño sufre vicisitudes nefastas en razón de las condiciones defectuosas de cohesión afec­tiva de la familia y del conflicto que expresan. La importancia tan considerable de la frustración afectiva y del aislamiento afectivo fue admirablemente aclarado por A. FREUD y Doroty BURLINGHAMI, MALE2, ROUART3, MITSCHERLICH 4, etc. Basta con referirse al excelente estudio de LACAN (5), para convencerse de que la estructura de la familia conyugal constituye la forma viviente, inicial y primordial de la moral. Con BERGSON, la moral se refiere al "todo de la obligación", Y representa, como dice, "el bien que cierra al grupo humano en su coherencia" y que se opone "al impulso trascen­dental de la vida en todo movimiento que abre a ese grupo, inmovilizando ese bien".

Es decir cuánto la constelación familiar deja su marca (por otra parte siempre reconocida) sobre el desarrollo moral. Sin embargo, resta preguntarse si la "indocili­dad" del perverso patológico no precede a la deformación de las relaciones afectivas intrafamiliares, Y si no introduce un trastorno, lo que por otra parte es de una evidencia encandilante.

1.. Anna FREUD y Dorothy BURLlNGHAM, Infants without families: The Case against Residental Nurseries". New-York, 1944.

2. P. MALE, Un aspect de la psychiatrie infantile pendant la guerre, Conséquence chez l'enfant de la captivité du père. Évolution psychiatrique, 1947.

3. J. ROUART, Guerre et psychiatrie infantile, Évolution Psychiatrique, 1947.

4. LACAN, Le complexe, facteur concret de la psychologie familiale, Encyclopédie française: 8-40-5.

6. Hacemos toda esta descripción en masculino pero, casi en los mismos términos, vale para "la perversa”.

C. DESCRIPCIÓN CLÍNICA DE LA PERVERSIDAD PATOLÓGICA

El "loco moral" es un desequilibrado Y el aspecto clínico principal -pero no el único- de su desequilibrio es su carácter perverso. Para presentar aquí una descripción típica y clásica estudiaremos sucesivamente cinco aspectos fundamentales de los perver­sos constitucionales: el núcleo caracterial perverso, el desequilibrio tímico, la organi­zación neurótica, la apetencia toxicomaníaca Y las" crisis".

1° El núcleo caracterial perverso . Según RÉGIS Y todos los clásicos, los rasgos característicos de ese núcleo perverso son la amoralidad, la inafectividad, la impulsividad, la inadaptabilidad. Podemos descri­bir dos aspectos: la refractariedad en relación a las disciplinas y la malignidad radical.

a) Refractariedad. Las reacciones del perverso son las de un ser incompletamente "maduro" del punto de vista moral.

Afirma sus tendencias egotistas sin subordinarlas nunca, o sólo raramente a sentimientos morales o sociales (altruismo, piedad, res­peto, caridad, pudor). No actúa sino en virtud de exigencias súbitas o tiránicas de sus deseos y caprichos. No hace más que "lo que le da la gana", como un "cabezadura". Es un bloque hermético, "indivisible"; sobre quien resbalan las órdenes, los consejos, las sugerencias, las reprimendas y los castigos. Nunca se deja penetrar. No parece amar, ni vincularse, no manifiesta respeto, ni reconocimiento, ni obediencia. Insensible a su propio dolor, o al dolor de los otros, desde su más temprana edad, monolítico, capri­choso, colérico, obstinado, terco, se muestra constantemente independiente, indisciplinado, desobediente, mentiroso, violento, sobrador y vengativo. En la escuela, se afir­ma su actitud de rebelión, hace fugas, organiza "bandas" para hacer raterías o hacerse la rabona. A veces extrañamente aislado en su rebelión, silencioso y obstinado, irónico o gruñón, es en las sombras, en los rincones que solo medita y rumia su taciturna delectación. Su rebelión puede llevarlo a una ruptura completa con su familia o con su grupo de trabajo. El vagabundeo, el hurto, los actos desconsiderados e irreflexivos, y los malos golpes constituyen los rasgos habituales de su delincuencia. Habiéndose conver­tido en un "liberado", independiente, desviado, burlón, se mantiene por fuera de las normas sociales, familiares y morales, que desprecia y ridiculiza.

b) Malignidad del perverso. Pero a ese carácter fundamentalmente "refractario" y cerrado se agrega una tendencia más positiva: la atracción y el deseo del mal, la voluntad de hacer mal, el placer de hacer sufrir, de escandalizar. El perverso no solamente está margina­do de la moral y de la sociedad cuyos consejos, órdenes y sugerencias le resbalan, sino que experimenta un placer maligno y ostentoso en revelarse malo, vicioso, criminal. Exhibe su inmoralidad y su subversividad como una provocación y como un desafío. Entregado a una agresividad pérfida o clástica, cruel hacia los animales, golpea a los niños más débiles; haciendo las cosas mal en relación a todo y con todos, se ingenia en todas las vejaciones, se el escándalo y en la mentira. Busca hacer sufrir, herir, a veces golpea a sus padres, a sus maestros, a sus camaradas. Arrastra y pervierte a sus camaradas, organiza robos, profanaciones, juegos crueles, "escándalos", y escapadas. Cediendo a las imaginaciones malignas de una mitomanía calumniosa, es desconside­rado con su familia, con los que lo tratan bien y con los desconocidos. Su perfidia le sugiere mil formas de torturar, de suscitar conflictos (cartas anónimas, denuncias men­tirosas, etc.). Acusa a sus maestros, a sus padres, e incluso llega a simular atentados.

En ocasiones fanfarrón cuenta "historias" (mitomanía vanidosa perversa). Martiriza a sus camaradas, a sus hermanos menores. En su hogar, verdadero "verdugo doméstico", quiebra los objetos, le gusta romper, destrozar, destruir. Algunos de esos perversos, sobre todo campesinos, prenden fuego a las granjas, ponen piedras en los rieles, tortu­ran a los animales. Su vida infantil está enteramente conformada como una red continua de brutalidades, de engaños, de crueldades, sin que ningún freno pueda moderar su acti­vidad dañina, inspirada perpetuamente por una especie de genio maligno.

Cuando son adolecentes 1, roban a sus padres, a sus patrones; se afilian a bandas de malvivientes, viven como vagabundos, hacen estafas. Las muchachas se prostituyen por pereza, por desafío, por gusto de la independencia y por placer (ese es el "síndro­me de la prostituta"). Los "malandrines" buscan en la aventura un campo abierto a su sed de indisciplina, se comprometen paradójicamente en la marina, en "la legión extranjera" o en las "colonias" como para "mojar la oreja" y permanentemente provo­car el castigo. De delincuencia en delincuencia, cubierto de tatuajes2, convertidos en "veteranos" de las prisiones y de los asilos, recidivistas impenitentes, especialistas en fugas, no terminan de purgar sus penas o de escapar de los médicos, más que para reco­menzar a vivir de depravaciones y de argucias, para convertirse en desocupados profe­sionales, escombros sociales, parásitos, "incrustrados" en hospitales y refugios3. Entre­gados a veces a la pasión de las "lidias" o de la pereza, viven como mantenidos o de chantajes4, de desvalijar, de "estafas" (contrabando, venta de estupefacientes, "merca­do negro", etc.)

1. La pequeña novela: "La tete contre les murs", de BAZIN, relata vívidamente el drama de esas existencias orientadas incoerciblementes hacia el mal, la rebelión y los círculos viciosos de los crí­menes y de los castigos. Las "novelas negras" de PETER CHEYNEY (Pas d'orchidés pour Miss Blandisch) o el "Rocher de Brighton" de GRAHAM GREEN contienen relatos típicos de esas proe­zas. Entre centenares de otras, características de una literatura siempre muy atrayente para el público, recordemos los recientes libros de Maurice SACHS, M. CIANTAR, etc.

2.LEGOURAND DE TROMELlN, These, Marseille, 1934.

3. TERRAMOlSE (La vie et la mor! des Clochards, These, Bordeaux, 1930), estudió esos hermanos modernos y urbanos de los "vagabundos" de Vilon: "hombres-sandwiches", roncos gritadores de diarios, estibadores por períodos, mendigos de ocasión, changadores de mercado, traperos, viejas prostitutas en una profunda desgracia; contrabandistas, "atorrantes", marinos de comercio, rute­ros, son, dice, de todas las razas, de todas las edades, todos unidos por una profunda miseria. En el número de septiembre de 1939 de "Crapouillot" se encontrará una buena documentación sobre "los bajos fondos de París, ladrones y pordioseros".

4. A. MELLON, These.

En "bandas", en "gangs", cometen robos con allanamiento de morada y a mano armada, rapto de niños, asesinatos. Captados en el frenesí ideológico de sec­tas políticas "revolucionarias", cometen atentados, urden complots o ejecutan ataques. Obteniendo vanidad de sus explosiones y de sus malos golpes, siempre dispuestos a pelear, a golpear y a robar, se van afirmando como intratables e incorregibles. Incluso en algunas ocasiones son "delatores" de la policía, "coquetean" con los servicios de vigilancia, con la policía secreta, etc. Así es la "odisea" de estos perversos que nunca dejan de ser, en todo y para todo, "plagas" (DUPRÉ).

2° Desequilibrio tímico, La inafectividad del pervertido amoral.

Aquí alcanzamos uno de los rasgos más constantes y más destacados del perverso patológico: es un desequilibrado. El equilibrio instintivo-afectivo de su personalidad es precario y está profundamente alterado. A veces está afectado en su humor, en su "biotono"; o más precisamente lo que está disminuido es su umbral de excitabilidad emo­cional. En ocasiones se trata de una exaltación permanente con hiperestenia, tono colérico, irritabilidad, susceptibilidad y reacciones violentas. Otras veces se trata de una excitabilidad latente, que favorece explosiones impulsivas bruscas que acercan a esos sujetos a los temperamentos epileptoides. Es común comprobar tendencias esquizoides en esos seres fríos, tercos, encerrados en sí mismos, violentos y fuertemente introver­tidos en una meditación disimulada, hipócrita y pérfida de su agresividad. Otras veces se trata de hiperemotivos con reacciones difusas, desordenadas, teatrales, que se empa­rentan a las histéricas y mitomaníacas (es el tipo propio de la perversidad femenina). Más raramente, es una forma ciclotímica lo que subyace en las manifestaciones perver­sas. DUPRÉ, que insistía mucho sobre el desequilibrio de las tendencias afectivas del perverso, opuso dos tipos clínicos según que el desequilibrio de las fuerzas tímicas afectase una fórmula psicomotora de inhibición o de excitación.

He aquí como DUPRÉ presentaba la oposición de esos dos sistemas energéticos perversos (409-411):

"Las diferentes variedades de caracteres están condicionados, además de la vida afecti­va que es la fuente de toda afectividad, por el grado y las cualidades de la inhibición. Es ese poder de detención, de enlentecimiento y de canalización de la energía sensitivo­psico-motora en perpetua circulación en la corteza cerebral lo que constituye la forma más elevada de la voluntad y de toda actividad mental. La insuficiencia de la inhibición tiene por consecuencia la excesiva labilidad de los procesos psíquicos, el predominio del automatismo, el desencadenamiento de las operaciones reflejas: por eso el desorden de la capacidad de obrar. Ese vicio fundamental de la inhibición explica el carácter de los degenerados excitables, impulsivos, indóciles, turbulentos, dispuestos a reacciones súbitas, explosivas, violentas. Como lo he señalado el espíritu de oposición, de puede existir, tanto en los perversos excitables como en los perversos apáticos; en los primeros aparece en la forma activa, agresiva, colérica; en los segundos en la forma pasiva, negativa, indiferente. En el primer grupo de desequilibrados las notas dominan­tes del carácter son: la impulsividad, la inestabilidad y la cólera. La impulsividad tradu­ce el predominio del régimen reflejo en las operaciones psíquicas. La inestabilidad, secundaria a la insuficiencia de la inhibición en el área psicomotora, se manifiesta por la continua inatención, la movilidad de ideas y de sentimientos y también por la necesidad esencial de cambiar de lugar, la tendencia perpetua a las fugas, a andar errante, al vagabundeo; la cólera, manifestación agresiva del sentimiento de aversión, está ligada sobre todo a la emotividad. Los rasgos de carácter dominantes de los perversos apáticos son la indiferencia, la abulia y la pereza, secundarias a la anestesia afectiva y moral, a la atonía general de las reacciones motoras y a la naturaleza difícil del esfuerzo. Sin que sea necesario insistir se concibe la diversidad de expresión de la perversidad instintiva en sujetos de caracteres tan opuestos y por la observación clínica se sabe la variedad, las combinaciones posibles entre todos los elementos de desequilibrio del sentimiento y de la acción". Dupré dixit.

DELMONT señaló en 100 perversos: 11 casos de inestabilidad, 3 hiperemotivos, 6 epileptoides, 3 casos de hipomanía crónica, 6 esquizoides, 2 paranoicos, un ciclotími­co, 2 con perversiones sexuales (proporción que nos parece muy baja).

Con Kurt SCHNEIDER, la escuela alemana ubica a cierto número de esos sujetos entre los "hipertímicos", los "impulsivos", los "frenéticos" (Verborht, Verschrobene) y a veces los abúlicos. TILING anteriormente, insistía sobre la excitación de esos sujetos y ZIEHEN, en su segundo grupo de "moralische Schwachsinn", estimaba como fundamentales los trastornos de la afectividad y del tono anímico.

Por eso "la perversidad" pareció a muchos autores ser el resultado de un trastorno de la regulación afectiva, de un desorden tímico profundo. La organización defectuosa del control, la falta de integración de las pulsiones instintivas en los ciclos del comportamiento bien adaptado, las bruscas solicitaciones impulsivas o la sobreexcitación per­manente del tono vital constituirían, en ese sentido, el desequilibrio instintivo-afectivo del que la perversidad caracterial sólo sería un aspecto.

Algunas clasificaciones de los estados del desequilibrio, cuando pasan revista a las formas epileptoides, ciclotímicas, impulsivas, hiperemoti­vas, de inestabilidad, las incluyen como "perversiones consti­tucionales" (E. KAHN). Es que los trastornos de la integración de los afectos, de las variaciones de la personalidad o, lo que significa lo mismo, la disminución del umbral de las excitaciones afectivas parecen representar en materia de "perversidad constitu­cional" patológica, una forma estructural seguramente primordial y primitiva.

El término tan vago y sin embargo tan necesario de desequilibrio que automáticamente se impone al pensamiento de todos los clínicos expresa esta realidad. Ese desequilibrio manifiesta, en el plano del comportamiento y de la personalidad, cómo la vida afecti­va primitiva está "fusionada" a los movimientos desordenados específicos e individua­les del temperamento, de los cuales el "perverso" nunca puede librarse o por lo menos que tiene gran dificultad para poder hacerla. Es el encadenamiento a esta capa vital de las pulsiones violentas y anárquicas lo que, no permitiéndole lograr el equilibrio de su existencia, se la hace vivir "en desplantes ", en el ajetreo y en el caos.

3° La organización neurótica de la afectividad

El perverso, con frecuencia rebelde a hacer confidencias, oposicionista y sombrío, cínico e insolente, casi no se presta al análisis en profundidad de su personalidad. Por eso es que frecuentemente aparece como hecho de una sola pieza, un bloque de grani­to liso desprovisto de humanidad y afectividad. Malo, terco, cínico e indiferente, se pre­senta como "fuerte" y "duro" y sin embargo el perverso siempre en profundidad es un retardado afectivo en estado de perpetua reivindicación afectiva, sea que su personali­dad "hiperviril" compacta y como concentrada en su impulso agresivo, incisivo y clástico refleje en la imagen de su crueldad la adherencia sádica a las capas primitivas de las tendencias destructivas y agresivas del instinto, sea que, constituido en un plan más femenino, la organización de esas tendencias perversas sea como un juego infiltrado de duplicidad y de trampas hipócritas, dramas con peripecias apasionadas y magnificadas, atravesadas por impetuosidades paroxísticas, explosiones, escenas con gran escándalo. Busca armonía, siempre está buscando un "objeto" que le falta.

Queda "fijado" a un esta­dio de desarrollo de la libido que su conducta perversa transparenta; ciertos rasgos de sus fijaciones psicoafectivas anormales se imponen como "factores etiológicos" psicogené­ticos. Así sucede especialmente para los sentimientos familiares; los celos feroces del perverso, sus tendencias incestuosas y homosexuales, sus violentos odios e hipocresías en el interior de la familia, sus complejos de frustración crean un clima patológico lo bas­tante paradójico como para ser considerado por observadores superficiales como la causa de la perversidad. Sin embargo cuando es posible un análisis más profundo 1, este reve­la una disgenesia de los instintos, anomalías en su desarrollo y sobre todo una fijación patológica al estadio de las pulsiones agresivas, sádico-anales u orales. Es en ese senti­do que deben entenderse las relaciones de la perversidad con la corriente subyacente de las pulsiones sádicas o sado-masoquistas y los trastornos de la elección objetal (complejos incestuosos, narcisismo, homosexualidad, etc.), etc. Esto es fundamental. Bajo la máscara de la frialdad se oculta un drama, así como bajo la indiferencia sexual frecuen­temente afirmada, proclamada y sistemáticamente compuesta de actitud de desdén, lo que da a esta superficie de frialdad clínica el valor de una frigidez complexual es una perturbación profunda de la dinámica de las pulsiones.

La experiencia clínica por otra parte nos muestra de modo evidente las relaciones de la "perversidad", de la "delincuencia", del "crimen", y de la amoralidad, con los trastornos de la esfera sexual. CORBET (1938) Tesis. ¿Qué vínculo profundo une la agresividad, las tendencias antisociales y las anomalías sexuales?.

*Krafft-Ebing. "psicopatía sexual". (De J.L. Día)

Observaciones como, por ejemplo, las recientemente presentadas por J. DELAY Y F. PACHE (l) pueden servir de ejemplo para ilustrar la organización neurótica de la perversidad. Pero en lugar de considerar a tales casos como "falsos perversos", es más correcto ver qué retraso afectivo (sea o no cura­ble por el psicoanálisis) es inmanente a la estructura perversa. Es sobre ese desorden, sobre esta fijación, esas adherencias a los planos profundos o a las fases primitivas de la existencia que se edifica la estructura perversa.

¿ Deve­nir del perverso?. Determinismo hacia la maldad, o conversión moral. Nuestra propia experiencia clínica, la que nos ha mostrado a "viejos perversos" o a "antiguas perversas" que, a medida que avanzaron en edad, experimen­taron una verdadera "conversión”...

4° La apetencia toxicomaníaca

Se trata también de un rasgo estructural de la perversidad. El gusto por la ponzoña, la afirmación del vicio, la incorporación de un tóxico que haciendo tambalear al espíri­tu exalta las pasiones bestiales, la actitud de desafío, la emulación de las hazañas de cabaret, el desprecio de la salud, especie de hipocondría al revés, el culto del artificio y de las "flores del mal" son las raíces perversas profundas de la apetencia por los tóxi­cos. Es vino lo que necesita el perverso "proletario" revoltoso y reivindicador que arras­tra de degradación en degradación su vida perezosa y violenta. Es alcohol lo que exige ese "fracasado" mitómano, chantajeador, estafador o mal viviente, habituado a los bastidores y a los casinos. Es morfina lo que desearían los "estetas" "fin de siglo" que bus­can perversiones y actitudes a lo Thomas QUINCEY. Es "cocaína" sobre las que se pre­cipitan los homosexuales y las prostitutas de los bares, haciendo de su ingesta en esos medios, una patente de impureza, un certificado de mala conducta.

El veneno consagra el vicio, lo fortifica del mismo modo que el vicio exige el veneno que lo prolonga.

Tal es el famoso círculo "vicioso" que resume las relaciones profundas de la apetencia toxi­comaníaca y de la perversidad, Una y otra, en conclusión no son más que la manifes­tación de una profunda angustia neurótica, de una insatisfacción original, de una frus­tración libidinal, de una "sed" inextinguible, como un efecto vertiginoso del vacío de la existencia. La depravación, la degradación toxicomaníaca satisfacen las exigencias desesperadas de un frenético sado-masoquismo; como se ha dicho es un "suicidio per­manente".

-Jacques-Joseph Moreau (de Tours) "Du hachisch et de l'aliénation mentale".

-LSD y psicosis. Albert Hofman, Aldous Huxley,Humphry Osmon, Stanislav Grof y Timothy Leary.

-PARAISOS ARTIFICIALES. de BAUDELAIRE, CHARLES. EDITORIAL LOSADA, S.A. 2006

-CONFESIONES DE UN INGLES COMEDOR DE OPIO. de QUINCEY, THOMAS DE ALIANZA E. 2002.

Las "crisis"

Indudablemente la vida de algunos perversos se desarrolla en la calma, la frialdad y en la regularidad de una implacable voluntad de mal. Pero con más frecuencia, sea por el influjo de la exasperación, de la cólera, de súbitas tensiones por acontecimientos familiares o sociales, sea más frecuentemente aún por la acción de los tóxicos y espe­cialmente del alcohol, explotan en accesos de cólera, de furor, de ansiedad, o de rebe­lión. Por lo general todas esas emociones se encuentran mezcladas para componer "cri­sis" que oscilan entre el polo histérico y el polo epiléptico.

H. Ey describe seis casos absolutamente demos­trativos. Sic

-“ Todas estas jóvenes pacientes (de 18 a 35 años) se han mostrado incapaces de vivir en libertad. Delincuentes o criminales (morfinomanía, aborto, incendio voluntario, mitomanía), permanentemente agresivas, son captadas sorpresivamente por ataques hís­tero-epilépticos donde se mezclan comportamientos teatrales, de reivindicación, de rebelión, de celos, de rechazo de alimentos y tendencias suicidas; presentan bruscas pérdidas de conocimiento con convulsiones. ¿la perversidad femenina es de naturaleza histérica?.

- La masculinidad y las crisis psicopáticas: Los grandes accesos impulsivos vinculados a la impregnación alcohólica son por el contrario las formas más frecuentes de las crisis de violencia auto- y sobre todo hetero-agresiva de los perversos del sexo masculino. Estas crisis, cualesquiera que sea su "naturaleza" (tipos histéricos, maníaco-depresivos, epilépticos, con acceso subagudo), siempre atestiguan las oscilaciones de la inestabili­dad del umbral de excitabilidad emocional o tóxica de esos "desequilibrados".

-¿debilidad o supremacía intelectual del perverso?. Para finalizar esta descripción clínica, debemos considerar la cuestión de la debili­dad intelectual de esos sujetos. En ese sentido conviene recordar que si bien la noción de "perversidad" se estableció en Francia a partir del concepto de "monomanía instin­tiva" o de "manía razonable", en el extranjero, y sobre todo en Alemania se desarrolló a partir de las observaciones sobre la "Schwachsinn" o la "Blodsinn", es decir de los estados de retraso intelectual.

Por supuesto que la mayor parte de los casos más típicos de perversidad manifiestan un contraste entre el desarrollo intelectual normal y a veces superior y la debilidad del "sentido moral". Pero todas las estadísticas, todos los traba­jos, presentan un contingente más o menos importante de oligofrenias en la masa de los perversos.

Naturalmente que es cuando la observación se refiere a casos "de asilo" que el retardo aparece con más frecuencia; si en cambio la observación parte de los delin­cuentes y criminales infantiles o adultos, generalmente la proporción de los "débiles" es menor. J. H. WILLIAMS (1) , citado por DUBITSCHER, encontró en 470 perversos, 30% de débiles.,. R. M ICHEL, reconociendo que muchos de esos sujetos son inteligentes nor­males o superiores, admite que como media tienen una inteligencia por debajo de lo normal. BERZE 3, utilizando los criterios de SCHAEFER para la "moralische Schwach­sinn", señaló entre ellos una característica "intellecktuelle Schwache" .E. DUPRÉ indicaba "que a las perversiones instintivas siempre se asociaban otros elementos mórbidos" y entre esos elementos indicaba "los grados y las variedades de la debilidad intelectual" (p. 104). Y agregaba: "En los perversos, como en los sujetos dotados de moralidad, la impulsividad y las disposiciones a la violencia en general son proporcionales a la debi­lidad intelectual".

E. Dupré: sic "más profunda es la debilidad, más impulsi­vas son las reacciones perversas, es decir groseras y por consiguiente se alejan de la personalidad perversa propiamente dicha". DELMONT encontró en sus 100 perversos: 31 débiles con trastornos de carácter, 3 débiles ciclotímicos, 11 débiles epileptoides, 5 imbéciles, 5 casos de debilidad con evolución esquizofrénica.

Por último señalemos la importancia cuando existen, de los síndromes piscomo­tores, de los estigmas degenerativos, morfológicos o funcionales y también de los trastornos endocrinos. Mencionemos particularmente el tartamudeo, el estrabismo, el síndrome de debilidad motora de DUPRÉ, la enuresis2, las insuficiencias genito-hipo­fisarias, etc.

I. J.H. WILLlAMS, Delinquancy, Monographie, n° 1, col. Whitter, 1919.

2. Las relaciones de la enuresis y del robo, por ejemplo, han sido bien estudiadas por BACHET (Encéphale, ] 949, n° 2, pp. 59-73 Y su libro Encephaloses criminogenes, 1950). Recuerda los tra­bajos de Berta BORNSTEIN (1934) y especialmente de los americanos MICHAELS, SECUNDA Y GOODMAN (1934 a 1944). Más adelante encontraremos las relaciones de la enuresis con la urolag­nia y el fetichismo urinario

D. FORMAS CLÍNICAS DE LA PERVERSIDAD INFANTIL

Es necesario estudiar de modo especial las formas infantiles de la perversidad, como las más frecuentes, si no las más típicas. Naturalmente es en la niñez, entre los niños "difíciles", "delincuentes" o "caracteriales" con manifestación de inestabilidad, de epileptoidía, de neurosis, o de retardo, en los escolares perezosos o merodeadores, en los ladrones precoces, los jugadores, los mitómanos, etc., que algunos tipos de niños o adolecentes anormales se presentan como esencialmente perversos. El cinismo, la crueldad, la indiferencia afectiva, la indisciplina, la sexualidad precoz y depravada, las "reacciones antisociales" constituyen los rasgos clínicos más frecuentes de esas perso­nalidades psicopáticas infantiles o juveniles. Tales sujetos han sido objeto de gran número de estudios (l).

Recordemos ante todo la descripción excelente y original que WALLON dedicó a un cierto tipo de perversidad con hipertonía 2. Fue su oportunidad para indicar las relaciones de la perversidad y de la motricidad.

1. Citemos en Francia la tesis de G. HEUYER (1912), la de MARNIER (1912), los trabajos de Gil­bert ROBIN, MALE, NERON, etc.

2.Henri Wallon (1879-1962) L'Enfant turbulent, Alcan, Paris, 1925, rééd. PUF-Quadrige, Paris, 1984

En los síndromes de hipertonía se perfila una orientación proyectiva de la activi­dad. Indudablemente lo que se encuentra con más frecuencia es el modo de actividad impulsiva grosera. Las reacciones son del tipo todo o nada: el sujeto es violento, terco y versátil. Los modos de reacción son brutales y contradictorios. El fondo está hecho de pereza, de lentitud e inercia. A la contractura parece responder la actitud de oposi­ción, una negatividad fijada, completamente insensible a los entusiasmos, a las prome­sas, a las amenazas, asociadas a un cierto grado de desconfianza, de insociabilidad y de confrontación. A los trastornos del tono espasmódico corresponde el humor refractario y el gusto de la confrontación. La indocilidad se hace rebelión, gusto de la contrarie­dad y de la oposición y en la vida intelectual se vuelve espíritu de contradicción. Hay perseverancia ciega en la actitud, dificultad de dar marcha atrás. La perversidad más auténtica se duplica con un estado afectivo de insatisfacción. En la perversidad hay necesidad de desafío y es lo que hace que las reacciones de lubricidad sean en los idio­tas una aversión por los otros y por sí mismos. Todos los gustos de esos perversos tra­ducen una inversión habitual de la simpatía (búsqueda del sufrimiento de los otros, de salir, de romper, de destruir: es la crueldad).

El estudio de WALLON, analiza minuciosamente las condiciones del pasaje de la lubricidad primiti­va a la suciedad, de la falta de repugnancia a la búsqueda de lo repugnante, es decir de la inversión del hastío que según él, lleva a la inversión de la simpatía, y cuyas condi­ciones serían realizadas por las actitudes de oposición. Esta necesidad de contraste está inscripta en el ejercicio de los automatismos que, aislados de su objetivo, son buscados por sí mismos. Es en ese punto de unión de las actitudes mentales y de los síndromes psicomotores que WALLON ubica la génesis de las reacciones perversas en los grandes síndromes psicomotores y particularmente la hipertonía. Tentativa ingeniosa para unir las impulsiones perversas del parkinsonismo postencefalítico a los comportamientos perversos de los niños "nerviosos" y "turbulentos".

G. ROBIN propuso la siguiente clasificación de los niños y adolescentes perversos: primero.

a) las perversiones constitucionales (tipo DUPRÉ)

b) las perversiones por impul­siones (debilidad moral).

c) las perversiones adquiridas sintomáticas (encefalitis, heredo-sífilis, demencia precoz, ciclotimia y neuropatías de origen afectivo). Insistió especialmente en las dificultades de diagnóstico diferencial con los pervertidos y los paranoicos.

Debemos a P. MALE (l) un estudio muy profundo. Este autor distingue en el niño:

a) la reacción perversa (impulsiones, brutalidad peligrosa respecto a otros niños, tendencia sádica a torturar a los animales, fuga precedida de robo, tendencia a prender fuego e incluso al homicidio de homosexuales) cuyo carácter electivo no es exclusivo de una forma epileptoide de la impulsión,

b) el núcleo perverso compuesto de los ras­gos clásicos de: indiferencia, inintimidabilidad, ineducabilidad. La mímica de esos pequeños perversos se caracteriza por su actitud sobradora, su hipocresía, su "obse­quiosidad" a menudo más sospechosa que su oposición. La ausencia de reacciones emotivas o su carácter puramente exterior y demostrativo constituye un rasgo caracte­rístico, pero hay que saber hasta qué punto la emotividad puede estar "clavada, ente­rrada, oculta". En las pruebas de tests de carácter se muestra muy taimado, da res­puestas con indiferencia o las "amaña" sistemáticamente. Existe toda una gama de indiferencia, desde aquellas que son completamente simuladas hasta las indiferencias­-oposiciones, las indiferencias-hostilidad, las indiferencias-obtusiones, hasta esa pro­funda indiferencia perversa que verdaderamente supone, incluso en los sujetos bien dotados, " cierta forma de trastorno intelectual".

MALE propone dividir el grupo de los perversos infantiles en un cierto número de tipos clínicos:

1º. Perversos por trastornos de los instintos y retraso afectivo. Son perversos pregenitales. El síndrome está constituido por la no educación esfinteriana, el onanismo, la sucie­dad, la ausencia de pudor, la impulsividad, es decir, todos los rasgos del carácter y del comportamiento que hacen, de esos perversos, "lactantes prolongados". A esos rasgos se suma una cierta obtusión intelectual (obtusos) y algunas tendencias epileptoides. La perversi­dad está hecha más de reacciones perversas que del núcleo perverso.

20 Perversos organizados profundamente. Son los perversos esténicos. Aquí el núcleo perverso es claro y primordial. En lugar de la viscosidad del primer grupo se señala una seguridad, una vanidad, una fanfarronería, una ironía características.

3° Los pervertidos que se defienden contra un medio desfavorable o que han sido aban­donados, cuyas perversiones nacen a base de conflictos.

4° Los perversos sexuales disglandulares: "grupo de perversos hiper-genitales con tras­tornos endocrinos marcados por insuficiencias o trastornos morfológicos que reflejan la bisexualidad original del ser con participación, además de otros factores glandulares que manifiestan una especie de fragmentación somática que tiene su correspondencia psicológica".

A propósito de esas clasificaciones podemos recordar ciertos tipos de los que algu­nos constituyen, por otra parte, simples variantes clínicas de las psicopatías:

a) El perverso inteligente. Pone al servicio de su malignidad capacidades que hacen de él un individuo temible, retorcido y refinado (maquiavelismo, sobrador, crímenes perpetrados hábilmente, tipo de intelectual cruel y criminal).

b) El débil perverso. Es un tipo bastante frecuente (tipo del bruto maléfico), cuyas reacciones nocivas manifiestan inconsistencia de la personalidad.

c) El paranoico perverso. Aquí el rasgo dominante es el carácter de revuelta, de rebelión, y de reivindicaciones sociales dirigi­das contra la autoridad paterna, los docentes, la familia, los camaradas, etc.

d) El ciclotímico perverso. La perversidad afecta en ese caso una forma tórpida o apática, o por el contrario una forma exuberante con versatilidad, es la forma agitable o irritable de la locura moral ("manía razonante" de CAMPAGNE). Trastornos intermi­tentes del carácter han sido señalados por LOGRE.

e) El perverso emotivo. Presenta actitudes perversas o comete actos antisociales durante ataques de cólera, de irritación o de ansiedad. Es una forma de perversidad impulsiva especial con violencia, injurias, ultrajes, crisis de nervios, exasperaciones, etc. Es un tipo de desequilibrio muy frecuente en las mujeres.

f) El perverso inestable. Es destacable por la debilidad de la atención, la movilidad de los sentimientos, la turbulencia. Las reacciones más frecuentes son las fugas psicopáticas (1), los trabajos sucesivos (porteros, botones). Es la "inestabilidad moral" de MAIRET y EUZIE­RES. Entre ellos, dicen estos autores, se reclutan los estafadores en el matrimonio, los polígamos profesionales, muchas prostitutas, etc.

g) El perverso histérico. Es un mitómano, patomimo, simulador con crisis neuro­páticas, refugio en la enfermedad.

h) El perverso esquizoide o heboide. Es un ser encerrado, extravagante; todo su comportamiento antisocial tiene algo de fantástico y de enigmático y a veces toma el carácter de una ensoñación o de un enfado mórbido. La hostilidad fría, la impulsividad, las perversiones sexuales, a veces un fondo de psicastenia o de angustia constituye el telón de fondo de las reacciones de esos perversos introvertidos e introvertidos.

1. Entre los trabajos recientes sobre el abandono del hogar por el niño: la tesis de HAIG YA S­MADJIAN. (Essai de psychopathologie générale de la fugue, fugues infantiles, etc., Paris, 1927), la de G. NÉRON (L'enfant vagabond, Paris, 1928).

La enumeración de "tipos perversos" no agota el problema clínico.

En efec­to, se trata de encontrar en la masa de la perversidad infantil niveles estructurales de perversidad. Estas estructuras perversas sólo pueden ordenarse en relación a la pregun­ta que no cesa de plantearse: saber si esos perversos son simplemente "asociales" o "amorales", en suma, si son simplemente retrasos afectivos o si son niños con un "núcleo perverso". En ese sentido, parece imposible no considerar que exista toda una gama de perversidad infantil.

-Los retardados con reacciones perversas. Por imposibilidad de ser domesticados y educados, siempre "indisciplinados", más que amorales son radicalmen­te asociales. Las reacciones perversas se inscriben en el marco de desórdenes hormona­les y nerviosos que testimoniando su "degeneración", constituyen secuelas de encefalo­patías infantiles. Desde el idiota hasta el débil, nos encontramos con toda una serie de sujetos que entran en la "moralische Schwachsinn". La falta de desarrollo intelectual es manifiesta y generalmente está en proporción inversa al grado de "perversidad": cuanto más "malignos" son los niños en el sentido de inteligentes, más "malignos" lo son en el sentido de "perversos". Entre las reacciones agresivas lúbricas y bestiales del idiota y las trampas maliciosas y pérfidas del débil toda una gama de comportamientos manifiestan la incapacidad de un control reflexivo y eficaz de la base instintiva.

-Núcleo perversos infantil: En un nivel más elevado se sitúan las formas de perversidad que contienen el "núcleo perverso", la de una "moral en contra", de la refractariedad y de la malignidad, formas caracteriales que se edifican sobre un infantilismo persistente y adherida a las pulsiones instintivas y anárquicas primarias. Lo que caracteriza esta forma de perversidad tomada en una forma de refractariedad sistemática es esa inmadurez de la conciencia moral, esa imposibilidad de completarse en la forma social del ser, esa ausencia de simpatía y de altruismo. Su morfología, su mímica, los trastornos neuro-endocrinos (enuresis, trastornos del tono), los rasgos de un temperamento epileptoide o del síndrome de debilidad motora de DUPRÉ constituyen en tales desequilibrados rasgos clínicos bien conocidos de todos los psiquiatras. El rostro (malicioso, astuto), la sonrisa sobradora, el mutismo obstinado, la mirada que evade, un tono de ironía, un aire "cerrado" y obstinado de la fisonomía, son las expresiones del cinismo, de la inintimidabilidad y de la ineducabilidad de esas "malas personas". Cerrados a los sentimientos altruistas de respeto, de piedad o de sim­patía, tercos, amurados en sus egoísmos, impermeables a todo intercambio afectivo, inaccesible a las observaciones, impulsivos y sobradores buscando siempre molestar y disgustar, presentan una estructura caracterial que a menudo los acerca a los paranoi­cos y a los esquizoides, tanto es verdad que las constituciones psicopáticas se mezclan y se recubren en la clínica, para conformar el cuadro del "desequilibrio".

Tales formas de organizaciones anormales de la personalidad expresan la imposibilidad o por lo menos la extrema dificultad de un desarrollo armonioso hacia las formas superiores de humanidad y de sociabilidad: constituyen según el dicho de MAIRET y EUZIERE, una invalidez moral.

-Perversos neuróticos infantiles: En un nivel más elevado aún, encontramos las estructuras perversas neuróticas organizadas alrededor de las "pulsiones parciales" que estudiaremos más adelante y donde predominan los elementos de angustia y de empuje compulsivo. El niño se pre­senta entonces como un hiperemotivo, un ansioso, un sensible, delicado y tímido. En su comportamiento social inhibido se transparentan fuertes pulsiones complexuales que lo fijan a la constelación afectiva familiar: vicios precoces, defectos estereotipados, onicofagia, tartamudeo, su indisciplina, su pereza, sus mentiras, sus reacciones de odio o de celos, sus fugas, sus tendencias al suicidio, sus chantajes afectivos a menudo tirá­nicos, están corno nucleados en una atmósfera de angustia y de impulsividad inquieta. Aliado de ese tipo de neurosis obsesivas o fóbicas, es necesario también describir el tipo histérico: mitomanía, crisis neuropática, escenas, malignidad perversa, erotismo a veces con fuertes tendencias agresivas que se traducen por robos, e incluso por actos criminales como tentativas de homicidio (sobre todo parricidios) o piromanía.

La des­cripción de todas las neurosis infantiles que participan a la vez de la "perversidad", de las perversiones sexuales, de los "trastornos de carácter" y de la "delincuencia" de la edad precoz, nos llevaría sin gran provecho a una enumeración de todos los tipos "constitucionales" epileptoides, paranoicos, esquizoides, etc.

- Formas "anti­morales juveniles: Por último, en el adolescente y en el joven adulto, vemos organizarse formas "anti­morales" del comportamiento que expresan, en medio de una conciencia moral en vía de diferenciación y de organización, una elección sistemática de revuelta y de mal. De tal modo que si la cuestión de la perversidad normal o patológica se plantea, es preci­samente en el momento en que el adulto sustituye al niño, en el momento en que nor­malmente se liquida el complejo de originalidad juvenil, tan bien estudiado por DEBESSE (1). Porque solamente a partir del momento en que la conciencia moral debe lograr su maduración es que se puede plantear el problema de la insuficiencia patoló­gica de su organización.

-Evitar el prejuicio psiquiátrico ante los trastornos de conducta de los adolescentes: De ese modo comprendemos que la noción de perversidad en el niño es una noción muy delicada y difícil de manejar, ya que hasta esa edad, la que transcurre de la adolescencia a la edad adulta, el niño "se baña" en la amoralidad. Sería prudente no recurrir a esta noción sino para caracterizar, o a los retrasados con reacciones perversas, o a los sujetos del núcleo de perversidad, o a los "neuróticos”. Pero para los demás, es decir para los otros niños, sus mentiras, sus robos, su indisciplina, su delincuencia deberán ser considerados (como para la ley (2) que considera, con razón, que la delincuencia infantil está inscripta en los rasgos propios de la naturaleza del niño) sin el "prejuicio psiquiá­trico" que, tendiendo a aplicar a todos los niños delincuentes insubordinados o difíciles la etiqueta de "perverso patológico", corre el peligro de quitarle todo su significado.

Eso nos lleva a considerar otro aspecto igualmente fundamental de los delincuen­tes y "perversos" infantiles: el de los factores educativos, del medio o de conflicto, en la "génesis de la perversidad". Si se toma en cuenta lo que acabamos de exponer, se evitará la mitología de la exogénesis (psico- o sociogénesis). Seguramente muchos autores tienen razón en ponerse en contra de la opinión de que los niños perversos no son "verdaderamente perversos", pero eso es así en la medida en que algunos rasgos del carácter y del comportamiento infantil no son patológicos (delincuencia, fugas, robos, reacciones agresivas, familiares, etc.) por ser precisamente función de la mala educación, del abandono o de la disociación familiar, del ambiente afectivo, del hogar o de la escuela, etc. En ese sentido fue que correctamente DUBISTSCHER3 puso en guar­dia contra la decisión de esterilizar a los niños con "comportamientos asociales" (asociale Verhaltenweise) debidos a acciones nocivas del medio y del ambiente (reiner Umwelt und Milieu-Schadigungen4). (¡contra las leyes racistas de la eugenesia ¡¡)

1. DEBESSE, La crise d' originalité juvénile, Paris, 1936.

2. ef. notas I y 2. p. 280.

3. DUBISTCHER en su artículo, parece distinguir con razón esta forma de perversidad como una forma no patológica en tanto que no se confunde ni con el retraso moral ni con la sociabilidad mórbida, es decir con las formas de "moralische Schwachsinn", de "núcleo perverso" o de estruc­turas neuróticas.

4. Alexander y Staub en Vienne, 1929, trad. franc., 1930) consideran como "normales" a los criminales cuyo crimen es una reacción condicionada sociológicamente. Y podríamos multiplicar citas y opiniones semejantes.

Decía PICHON (1) que se trata de una noción "extremadamente peligrosa", y es com­prensible que, después de tantos otros, PENROSE (2) recientemente nos haya alertado con­tra este concepto. Por supuesto que todo lo que escribimos al plantear el problema de la perversidad nos inclina a restringir el campo patológico y en ese sentido estimamos que la psiquiatría debe ser muy estricta en el uso de un concep­to que con facilidad se presta a su extensión abusiva. Pero tampoco es posible suprimir de un plumazo un término que seguramente corresponde a una realidad clínica, la rea­lidad que hemos intentado describir. Los clínicos toman conciencia de esta realidad por el examen minucioso del comportamiento, de los antecedentes, del movimiento evolu­tivo de la personalidad 3. Es esa realidad y solo ella, la que fundamenta el estudio clí­nico de la perversidad patológica.

E. EL PROBLEMA MÉDICO-LEGAL

Por lo general el "perverso" social o amoral llega al psiquiatra por sus reacciones antisociales. Esas reacciones constituyen la sustancia de todos esos trastornos designa­dos con el nombre de perversidad constitucional. Es difícil hacer una clasificación que no sea arbitraria. Limitémonos a enumerar las principales: vagabundeo, fugas con o sin delincuencia, denuncias calumniosas, falsos testimonios, cartas anónimas, chanta­je, estafas, robos, abuso de confianza, atentados a las costumbres, golpes y lesiones, homicidio (parricidio, infanticidio), incendio voluntario, insubordinación, deserción, prostitución, corrupción de menores, tráfico de drogas o contrabando, etc.

1.PICHON, Le développement psychique de l'enfant et de l'adolescent, 1936, p. ]60.

2. PENROSE, Moral deficiency, Journal of Mental Science, 1947, vol. 93, p. 273. Las dificultades inherentes a esta noción son las mismas que se señalaron a propósito del concepto de "desequili­brio" o de psicopatía en general.

3. En psiquiatría infantil se utilizan "tests de carácter" como los cuestionarios tipo WOODWORTH­MATHEWS, los test de bloqueos PRESSEY o los test de MAY y HATSHORNE.

La noción de recidiva domina todas esas reacciones. Otra condición del crimen o del delito de esos sujetos es la intoxicación alcohólica, la ebriedad.

He aquí la estadística resumida proporcionada por DELMONT (1938) respecto a las reacciones antisociales de 100 perversos que observó:

1. Inestabilidad, fugas y vagabundeo

2. Vagabundeo y robos

3. Robos a) robos a repetición b) penetración de viviendas con robo c) estafas

4. Robos e incendios

5. Robos y violencia

6. Golpes y heridas, violencia

7. Tentativas de homicidio

8. Homicidio solamente

9. Asesinato y robo

10. Homicidio sexual

11. Amenazas de muerte

12. Agresiones sexuales

13. Agresiones sexuales con robo

14. Exhibicionismos

15. Delincuencia sexual variada

16. Violación de sepulturas Total: 101

En Francia, HEUYER, COURTIAL. DUBLlNEAU y NERON (Annales Médico-Psychologiques, julio 1934) publicaron una interesante tesina sobre esas tentativas para revelar el carácter y sobre todo las tendencias perversas. Su artículo comporta una bibliografía de los trabajos más importantes.

Debemos señalar también el trabajo de los españoles: J. Fuster “psicología del delincuente”, 1930 y Mira y Lopez (Archivos de Neurobiología, 1933) y su “manual de psicología jurídica” de 1954. Y la traducción de “Juicio moral del niño” de Piaget (1932). Los trabajos de SZONDI (Beme, 1947). Naturalmente todos los "tests proyectivos" (RORSCHACH y MURRAY. etc.) Igualmente son utilizados con ese objetivo. Aquellos de historias incompletas o de fábulas de Madeleine THOMAS (1932) y de Louisa DUSS (1940) son los más conocidos entre nos­otros en Francia y en Suiza. Recientemente BARUK (BARUK y M. BACHET. el test "Tsedek". Paris, P. U. F. 1950) propuso un nuevo test del sentido moral. Su comprobación (p. 88) de que ese test es impotente para medir la conducta moral de los pícaros que lo ejecutan muy bien es bastante decepcionante porque, en definitiva. ¿Qué puede ser una "moral" que no sea una "razón práctica"?

SZONDI L., Diagnostic expérimental des pulsions, Paris, Presses Universitaires de France, 1952. Tropismo pulsional, análisis del destino, y test de Szondi.

Criminalidad sexual y perversión: (recordar texto clásico de psiquiatría)

Debe tomarse en cuenta la frecuencia de la criminalidad sexual. Los homicidios sexuales abarcaban el asesinato sádico de una prostituta, o de niños de sexo femenino, con o sin violación, o el asesinato de un compañero en una escena rural de ebriedad con homosexualidad. Las "agresiones sexuales" abarcan todos los atentados con violencia cometidos por fetichistas, masturbadores impotentes, etc. Muchos casos, afirma DELMONT, deberían ser agregados a esta rúbrica: sujetos detenidos por violencia o asesina­tos que se habían entregado a ese tipo de agresiones en otras circunstancias. También se debe señalar que los robos representan el 52% del conjunto de esas reacciones.

Descripción de muestras de psicópatas y perversos según texto de H. Ey. Sobre un total de 188 "alienados difíciles" de la sección Henry COLlN, à Villejuif (pacientes que corresponden casi todos al diagnós­tico de "perversiones"), solamente 12 no habían presentado nunca reacciones antisocia­les (por lo menos sancionados por una acción judicial), 26 no habían realizado más que un solo acto antisocial (por lo menos sancionado por un juicio): se trataba de un ultra­je público al pudor o de un atentado sexual en 4 casos, de un robo o de una estafa en 8 casos, de vagabundeo en 3 casos, de una tentativa de homicidio en un caso, de incen­dio en 2 casos, y de golpes y heridas o tentativas de homicidio en 3 casos, de ultrajes a agentes o magistrados en 3 casos, de una infracción a la ley sobre estupefacientes en un caso, y de una manifestación antimilitarista en un caso. En los otros 160 casos se trata­ba de reincidentes o de multidelincuencia. En 30 casos existía un estado casi permanen­te de delincuencia menor (vagabundeo, raterías, robos menores) y en 6 casos algunos atentados o ultrajes al pudor. El número de ladrones reincidentes es considerable. COR­BET refiere 38 casos, algunos de los cuales con 20 o 25 condenas y algunos con atenta­dos sexuales, 17 de esos sujetos eran reincidentes con golpes y lesiones, ultrajes, escán­dalos, etc. Los atentados sexuales reincidentes no eran más que 8 probablemente porque el castigo o la internación en esos casos pusieron a los sujetos a salvo de las recidivas. Las reacciones homicidas repetidas eran igualmente y por la misma razón, raras, pero en 10 casos las tentativas de asesinato estaban asociadas a robos múltiples. Los otros casos testimonian una delincuencia variada (delitos militares, infracciones a una prohi­bición de residir, vagabundeo especial, tráfico de estupefacientes, etc.).

Todas las otras estadísticas que podríamos reproducir mostrarían casi los mismos comportamientos antisociales.

El problema de la responsabilidad se limita a ser un problema de diagnóstico. Pero una pregunta domina siempre este problema: los sujetos que corresponden a la descrip­ción que acabamos de aportar ¿son enfermos? Hemos establecido suficientemente lo bien fundado de esta pregunta. Por doctrina o por ignorancia no debería desconocerse el hecho de que la conciencia perversa puede ser "normal". No se puede concluir en la regla absurda de que: "¡cuánto más criminal es un criminal, más irresponsable es!" Muchos psiquiatras, abusando de la noción de perversidad patológica parecen quizás inclinados a reconocer que todos los perversos, todos los malos sujetos son psicópatas. Pero muchos otros, por el contrario, asegurando que encaran esta cuestión sólo desde un "punto de vista práctico", recomiendan tratar a los perversos (considerados sin embargo por ellos como anormales) como totalmente responsables para no disminuir la necesaria "represión social". Unos y otros rechazan la solución intermedia de la res­ponsabilidad limitada o atenuada. Sin embargo es necesario, de derecho como de hecho, distinguir a los perversos sin desequilibrio psíquico, sin carácter mórbido, totalmente responsables de sus actos, de los perversos psicópatas mórbidos, cuya responsabilidad puede ser atenuada en relación proporcional a la importancia de los trastornos que condicionan su perversidad, su amoralidad. Lo cual es afirmar nue­vamente que lo propio de la perversidad patológica es no ser "pura", sino aparecer secundaria a un estado de desequilibrio o de disgenesia de la personalidad, estado que puede ser de un nivel más o menos profundo. Ese es un primer criterio esencial.

Un segundo criterio resulta también del análisis estructural de la conducta perversa: es el de la incompren­sibilidad de la reacción. Muchas veces tuvimos la ocasión de decir que el trastorno mental implicaba una estructura deficitaria y negativa (lo que acabamos de aludir en las líneas precedentes hablando del "carácter secundario" de la perversidad patológica en relación al trastorno primordial que la condiciona). Es a ese trastorno que corresponde en el análisis fenomenológico la alteración formal del pensamiento y del comporta­miento (que permanentemente expresan los términos de "desequilibrio", de "impulsi­vidad", del "núcleo" perverso, etc.). Trastorno por el cual ese pensamiento, ese com­portamiento perverso escapa a la comprensión psicológica. Y esto en dos sentidos diferentes. En primer lugar, en que los motivos, los móviles psicológicos escapan a toda comprensión, es decir, a toda relación significativa para la conciencia del sujeto como para la conciencia del observador. Luego, en que el comportamiento y el pensamiento perverso no son simples "reacciones" a los acontecimientos y a las circunstancias, es decir no están en relación comprensible de significación con las situaciones vitales.

Esos dos criterios estructurales están en la base del contenido empírico y médico­legal de toda definición de la perversidad patológica.

Aún podemos precisar nuestro punto de vista desde un ángulo más práctico, seña­lando los tres aspectos semiológicos fundamentales de la perversidad patológica:

1º. Toda perversidad que aparece secundaria a un trastorno primordial del desarro­llo psíquico es patológica. Esos trastornos primordiales se presentan en el examen clí­nico bajo forma grosera en los casos de retraso y bajo forma más discreta pero siempre demostrable, en los casos de "desequilibrio", de estructura psicopática de la personalidad o de "neurosis”.

2° Toda perversidad que sea irreductible al análisis psicológico de los motivos o al análisis psicosociológico de las reacciones a las situaciones o a las influencias del medio tiene chance de ser patológica.

3° Por su importancia, deben ser tomadas en cuenta las taras hereditarias, los "estig­mas degenerativos" y los trastornos disgenéticos del sistema nervioso.

H. Ey alude en sus estudio sobre perversiones al problema médico legal que plantea la "esterilización" de los perversos (en Ale­mania de 1933 a 1945). (ver eugenesia y nazismo)

Naturalmente, el problema de la responsabilidad no se plantea en el niño (1), es decir en el ser en formación, y todavía más o menos cercano a su naturaleza propiamente instintiva o a su "supranaturaleza complexual" esencialmente "amorales" o "asociales". Y es justicia. Pero lo es, en la misma medida en que sí se plantea para los adultos (2).

1. La ordenanza del 2 de febrero de 1945 introduce la abolición de la Ley de 1912 y suprime la distinción entre menores de 13 años y menores de 18 admitiendo una irrresponsabilidad total y absoluta de los menores delincuentes.

2. Este es uno de los aspectos más decisivos de las relaciones de la psiquiatría y la criminología. Supongamos que se extiende a todos los adultos, a la humanidad entera, las disposiciones adop­tadas correctamente para los niños precisamente porque son niños, entonces se ve a qué absurdidad se llegaría: todo criminal siendo juzgado "sin ningún concepto de culpabilidad moral", es decir de "responsabilidad", sería tratado entonces como un irresponsable. Ahora bien, si bien todo niño puede ser considerado desde el punto de vista psíquico como un ser irresponsable, todo adul­to delincuente o perverso no debería ser tratado, ipso facto, como tal. Y esto es así, porque desde el punto de vista psíquico es necesario tratar de modo diferente a un niño que a un adulto, porque la noción de "enfermedad mental" tiene un sentido: el de una regresión o el de una fijación a las primeras fases del desarrollo.

F. EL PROBLEMA DE ASISTENCIA

Se plantea de manera diferente en adultos y en niños.

1º. Los amorales o perversos patológicos adultos

Generalmente delincuentes, reincidentes, son con frecuencia condenados y después de salir de la prisión acumulan atentados contra la sociedad o preparan golpes frustra­dos. Sus deseos de represalia, su sed de justicia, de escándalo y de subversión no tar­dan en precipitarlos en una cascada de reacciones antisociales, hasta el día en que, tarde o temprano, un peritaje psiquiátrico los hace internar.

En el asilo, oprimen a los otros pacientes, fomentan complots y evasiones. Consu­men la paciencia de todos y terminan en los servicios de alienados difíciles.

Desde 1905, GARNIER había exigido la creación de asilos-prisiones, de asilos de seguridad para anormales peligrosos, psicópatas viciosos y débiles difíciles. En Bélgi­ca, desde hace tiempo, se instituyeron servicios especiales de "defensa social" y el des­tino de los asistidos se ve regulado por una "comisión especial". En Francia se crearon servicios especiales de alienados difíciles (Villejuif, Hoerdt). Algunos médicos legistas preconizan la instalación de establecimientos diferentes de las prisiones, de los asilos, donde esos sujetos serían detenidos para recibir un "tratamiento penal" por un período indeterminado, que según los casos sería, a la vez, escuela, taller, hospital, colonia de trabajo, o asilo de seguridad, permitiendo el máximo de tratamiento de corrección o de utilización [social]

Está de más decir que la asistencia de esos sujetos, cuya corrección generalmente es ilusoria, es casi nula, y que con frecuencia simplemente se conforma en mantener­los encerrados para impedirles que dañen.

2° Los perversos infantiles (legislación francesa años 1945-1955, no aplicable a nuestra realidad actual, sólo de utilidad como texto histórico)

Uno se encuentra casi siempre frente a jóvenes delincuentes que presentan trastor­nos del humor y del carácter, con reacciones antisociales más o menos graves. Independientemente de los muy pocos sujetos que pueden beneficiarse de tratamiento médico, psicoanalítico o psicoterapéutico, de la ubicación en familias sustitutas rurales o en condiciones sociales más favorables, o incluso de aquellos casos donde se trata de una simple perversión por el medio psico-social, siempre persiste una serie de casos casi irreductibles. En Francia, desde hace unos veinte años, se han intentado numerosas reformas y modos de reeducación. Generalmente el destino de esos sujetos está regu­lado por tribunales especializados. La ordenanza del 2 de febrero de 1945 instituyó en cada tribunal de primera instancia un "Juez de niños". Delegado en sus funciones por tres años está encargado de llevar adelante, con la ayuda de los servicios sociales espe­cializados, una encuesta profunda sobre la situación material y moral del niño y su familia. Esta encuesta social se completa con un examen médico-psicológico. El juez, si se trata de menores de 13 años, ordena el reenvío a su familia o a una persona digna de confianza, o el envío a la guarda de una obra privada, o la ubicación en un interna­do o en una institución de educación profesional o de cuidados, o el envío a la asisten­cia pública. Si el menor tiene más de 13 años, puede ser ubicado en una institución pública de educación vigilada o de educación correccional.

Si el menor tiene más de 16 años y cometió un crimen, es juzgado por el tribunal de niños completado por el jura­do del tribunal de apelaciones.

Todos estos sujetos son puestos bajo el régimen provisorio, prejudicial o definitivo de libertad vigilada.

Disponemos entonces de un conjunto de medidas que constituyen una gama de condiciones de readaptación bastante satisfactoria. La administración penitenciaria en los últimos años ha hecho grandes esfuerzos para que las famosas "casas de correc­ción", llamadas a menudo "prisiones de niños" se transformen en nuevos hogares de educación [correccionales] (M.E.S.: Maison d'éducation spécialisée. Por último, centros de observación reglamentados por la ordenanza del 25 de octubre de 1945 aportan unas ayudas muy eficaces a la identificación, al tratamiento y a la reedu­cación de esas niñas y adolecentes.

Estos son los grandes lineamientos y las realizaciones del plan de recuperación que en nuestro país se ha puesto al servicio de "la infancia en peligro moral", cuyo contin­gente más difícil está representado evidentemente por los "perversos".

La "amoralidad", la "perversidad", con su cortejo de delincuencia a repetición nos parece que entra en el cuadro de la patología mental cuando manifiesta un estado disgenético del desarrollo de la personalidad. Hemos intentado hacer el balance clínico y poner en evidencia la estructura propia de esas anomalías del desarrollo con el nombre de "invalidez moral", de "moral insanity", de "moralische Schwachsinn", etc. Esta forma de desequilibrio psíquico se ha impuesto a la observación de los clínicos. Hemos intentado salvarla de dos errores que siempre la amenazan.

El primer error consiste en confundir esta forma de locura moral con la perversi­dad normal, aquella que es solidaria de la trayectoria de la personalidad que se cons­truye en cada uno de nosotros en función, por un lado de los acontecimientos de la his­toria, del "personaje" que somos y que devenimos, y por otro lado del ideal de sí, de la concepción del mundo. En ese sentido toda perversidad es tanto más "pura" cuanto es menos patológica. Solamente es patológica la perversidad que expresa una impotencia para acceder a las formas superiores de la elección moral. No es patológica la que resul­ta de una elección a la vez "moral" (en tanto que compromete a la conciencia moral) e "inmoral" (en tanto que prefiere el mal). Todo nuestro esfuerzo de análisis clínico se orientó principalmente a este punto esencial y trató de demostrar que el "perverso patológico" está encerrado en un mundo de existencia restringido y que necesariamente persiste fusionado a las capas infantiles del desarrollo que nunca pudo superar. El otro error consiste en representarse que la perversidad debida a una disgenesia del desarro­llo de la personalidad es "constitucional", en tanto expresa esta forma de organización anormal del ser psíquico y en tanto depende de una "constitución amoral". Estamos de acuerdo si con eso se quiere expresar una tautología y limitarse a decir que la inmoralidad o la perversidad constituyen un rasgo fundamental de la personalidad. Pero es falso, si de ese modo se quiere dar a entender que la amoralidad de la perver­sidad es una propiedad genética, en el mismo sentido que el color de los cabellos o de los ojos, porque la "amoralidad" no es una propiedad específica y estadística, sino una resultante. En la base, todos los hombres recién nacidos, igual que los animales, son inmorales. La amoralidad constitucional no depende de la inclusión en la base de una disposición anormal, sino que expresa un trastorno del desarrollo, una anomalía de evolución psíquica humana, una disgenesia.

Comparar con legislación española actual.

Actualización de las psicopatías según el texto de H. Ey:

(Ampliado de H.Ey, P.Bernad-CH.Brisset) Tratado de psiquiatria, 8ª ed. Toray-masson. 1.978.)

Formas clínicas y diagnósticas de las psicopatías: añadidos de J.L. Día

A. Tipo Neurótico. La búsqueda de rasgos neurótico, de un sufrimiento íntimo, de un esbozo de culpabilidad, obsesionan al psiquiatra al examinar a un psicópata. Estos elementos de la construcción del yo son casis las únicas oportunidades para una psicoterapia.

Componentes neuróticos encontrados en algunas formas psicopáticas:

1) Elementos neuróticos histéricos, centrados por la negación de la castración, la mitomanía. Hostilidad reprimida en la histeria, formas de manipulación afectiva, pasar al acto en impulsos agresivos, hasta formas de infanticidio, como el Síndrome de Medea, guardan relación con la estructura histérica de la personalidad.

2) elementos de la serie obsesiva, bajo la forma de obsesión-impulsión con paso a la acción (Binder, 1944). Formas impulsivas de cleptomanía. Compulsiones de contenido sexual, conductas de tiranía, control e imposición del obsesivo. Fobias de impulsión que no resisten la contención moral,…etc...

3) formas de reivindicación hipocondriaca, de querulancia sobre la corporalidad: los hipocondriacos perseguidores.

4) formas de dependencia –sumisión – dominio, patológicos, desde la neurosis nuclear. Personalidades pasivo-agresivas, masoquistas y / o sádicas.

Ejemplo: Mitomanía y psicopatía. Ejemplos clínicos de formas pseudoneuróticas de psicopatías, se trataría de una histeria, en estos perversos que se mitifican, e intentan mitificar a los demás. Las víctimas, dóciles víctimas y cómplices de la ilusión, se creen al personaje mitómano, son seducidas por él. El mitómano, crea y vive su nueva identidad beneficiosa, vive como actor – autor cada vez más atrapado en sí mismo: préstamos, falsas promesas, genealogías, identidades fantásticas, inventos y proyectos ilusorios, seducciones,..Hasta el desenmascaramiento, seguido de Negación, disociación, fuga psicógena – psicopática, para recomenzar una vez más el gran juego de las identidades, la falsa personalidad que representa un “ideal del Yo descarnado” (Lagache. 1951). El paso al acto del mitómano, se transforma en una manera de vivir que, confundiendo fantasía con realidad, consigue rechazar toda frustración del deseo, y toda culpa o fracaso, impulsando al perverso a una sobrecompensación narcisista perpetua en la que vive su megalomanía neurótica y perversa. (Ver trabajos de Neyraut (1960-1963) ver también la Patomimia (Dieulafoy, 1911):

B) El tipo psicótico: Como prefacio de una evolución esquizofrénica, o como cicatrización de una psicosis infantil fijada (Repond 1947; Quidu 1958). El grupo de los hebefrénicos, con sus estereotipias motoras, afectivas, conductuales, su comportamiento impulsivo, su sexualidad heboide, su “autismo moroso” (Guiraud)

- Formas monosintomáticas de las esquizofrenias. (Ver texto de H. Ey)

Cuando la esquizofrenia debuta a través del síntoma manifiesto, del “acting out”, o conducta inesperada.

Las más dramáticas son las que están consti­tuidas por los famosos "crímenes inmotivados" de los esquizofrénicos. (H. Ey dixit). Casos de parricidio, incendiarios, agresiones sin móvil o sentido aparente, automutilaciones, etc.

Conductas anormativas en pacientes psicóticos, crímenes en celotípicos y erotomaniacos, parafilias de pacientes maníacos, y suicidios ampliados, tipo infanticidios, en pacientes con melancolía delirante. (Otras formas de infanticidios, como el Síndrome de Medea, guardan relación con la estructura histérica de la personalidad). Ver diferencias entre perversión psicopática pura y perversión sintomática por una enfermedad psicótica, o neurosis nuclear grave, descompensada.

Los delirios de reivindicación, los inventores, y apasionados idealistas.

1. El delirio querulante, los litigantes. Según O.Bumke.

Discusión sobre la “paranoia homicida” y los “crímenes pasionales”.

c) Tipo perverso. El perverso es un superadaptado a las condiciones sociales, con una excelente adaptación a la realidad. Las psicopatías sexuales serían estados de tránsito entre las dos posiciones, y en particular las siguientes conductas:

a) Exhibicionismo. Placer autoerótico por la exhibición genital, sin complicidad con el otro (el objeto sexual al que va dirigida la exhibición) . Existiría una forma neurótica, consecuencia de la incapacidad para la vida sexual e instintiva armónica, fruto de inhibición que le lleva búsqueda de castigo, equivalente masoquista,..Parafílica. Un equivalente depresivo (búsqueda manifiesta de una catástrofe, reactiva a una decepción). El tipo psicopático, en el exhibicionismo, es premeditado, estudiando el entorno, seleccionando a sus víctimas, atraído por tipo específico de mujer (jovencita o religiosa). El “sátiro”, exhibe su pene y a menudo se masturba, huyendo a continuación…

b) Voyeurismo. “Mirar al objeto sexual sin ser visto, y sin su consentimiento” desde el ocultamiento, el placer parafílico de observar al otro (objeto sexual), a distancia. Con imposibilidad de intercambio, ni comunicación afectiva entre ambos. Formas precoces de la perversión juvenil, que pueden mantenerse en la edad adulta. A estudiar siempre, el componente neurótico de base, o las formas psicopáticas perversas,…

No es el motivo de este trabajo el estudio de las perversiones sexuales, parafilias, ni la psicopatía sexual, sólo los componentes psicopáticos y / o perversos que pueden darse en alguna de ellas….

Ver mejor:

Estudios psicopatológicos de las perversiones sexuales. Henri Ey.

Krafft-Ebing."psicopatía sexual y parafilias".

c) otras conductas como la piromanía, las cleptomanías, ludopatías,..y ciertas conductas homicidas, “monomanías homicidas” , exigirán un análisis fenomenológico profundo para esclarecer las personalidades psicopáticas causantes, o los estados perversos sintomáticos o fruto de una estructura psicótica o neurótica grave. Corresponde al dominio de la criminología distinguir estos elementos neuróticos, psicóticos y perversos de la conducta anómala o psicopática.

Añadir más textos o referencias bibliográficas sobre el tema.

Y recuerda, “esto no está en el DSM-IV”

Texto para estudio de psicopatología clásica, en docencia MIR residentes de psiquiatría y PIR de psicología clínica.

Recuerde que es texto extraído y ampliado del libro:

Henri Hey. “Estudios psiquiátricos”. 1ª edición en español. Editorial Polemos, Buenos Aires. 2008.