La cruz de los caballeros

Distribuidos por los jardines de la Alquería, que fueron diseñados y construidos por el matrimonio de poetas tardo-románticos Antonia Díaz y José Lamarque, existían estatuas, monumentos y varias construcciones o caprichos cargados de significado histórico, literario, moral o político. Uno de estos elementos era la Cruz de los caballeros, que conmemora la muerte de un caballero en un duelo que sucedió en el campo de Tablada, en el camino de Sevilla a Dos Hermanas, durante la segunda mitad del siglo XVII. El propietario de los jardines, José Lamarque de Novoa1 (Sevilla 1828-Dos Hermanas 1904), escribió sobre este suceso el corto romance de capa y espada, que se puede leer a continuación. La existencia de la composición poética añadía un marcado carácter literario al espacio de los jardines donde se situó el monumento.

José Lamarque encontró por casualidad y adquirió la cruz y la lápida conmemorativa del duelo. Este monumento había sido destruido en octubre de 18742 durante una de las algaradas que se desarrollaron en Sevilla durante el Sexenio Revolucionario (1868-1874). Siguiendo los sucesos históricos, en enero de 1875 se producía la restauración monárquica, tan deseada por los propietarios de la Alquería, en la persona de Alfonso XII, hijo de Isabel II. A este acontecimiento el autor también dedicó algunas de sus obras.

En el año 1876 el monumento fue reconstruido y colocado en una zona boscosa de los jardines, al borde del pinar que existía en la parte este del parque. El conjunto consistía en una pequeña glorieta con bancos de mampostería con azulejos, y en su centro se levantaba el pedestal con la cruz de hierro. La lápida de mármol situada en el costado del pedestal tenía una inscripción que recordaba el hecho y rogaba una oración por el caballero muerto4.

Este monumento hoy no está en el parque, ya que el último propietario lo retiró, antes de entregar la finca al Ayuntamiento de Dos Hermanas, en 1980.

La Cruz de los caballeros5

El año de mil seiscientos

Cuarenta y nueve corría,

Y era del florido mayo

Noche apacible y tranquila.

La luna su faz velaba,

Y de la oriental Sevilla,

En el barrio que en lo antiguo

Llamóse la Judería,

Reinaba mudo silencio,

Y negras sombras cubrían

De sus tenebrosas calles

Las revueltas infinitas.

En la elevada Giralda

El toque sonó que indica

La media noche, y sonora

Aun su vibración se oía,

Cuando por la estrecha calle

Que del Ataúd nominan,

En dirección del Alcázar

Negra sombra se desliza,

Hombre ó fantasma que el rostro

Con el embozo encubría,

Y de cuya planta apenas

Hay quien el rumor perciba

Mas al llegar á la puerta

De un palacio, que atestigua

En noble escudo de armas,

Donde en campo de oro brillan

Un pendón con dos calderas,

De su dueño la hidalguía,

Detúvose, y largo tiempo

Escucha, aguarda ó medita,

Y al parecer lucha interna

Le conturba y le contrista.

Mas luego tres misteriosos

Golpes dio en la celosía

De una ventana, diciendo:

-Marta, oid;- y de seguida

Tras el cancel una dama

Apareció, que, en voz tímida,

Así con el embozado

Blandamente departía:

LA DAMA

¿Sois vos, don Luis?... ¿Llegó

Quizá la anhelada hora?....

EL EMBOZADO

Perdonad, noble señora;

No es don Luis, que soy yo.

LA DAMA

¡Cielo santo, Montalván!

EL EMBOZADO

El mismo, á fe; ¿qué os admira?

El que hora ante vos se mira

Es caballero y galán.

LA DAMA

Lo que de galán tuviere

Olvidad, si no os enoja,

Que no está bien que yo acoja

Lo que mi limpio honor hiere.

Si hubo un tiempo en que alenté

Vuestro temerario empeño,

Pasó ya, que vano ensueño

De mi edad primero fue.

EL EMBOZADO

¿Por qué tan cruel conmigo,

Que os amo más que á la vida?

LA DAMA

Vuestra insistencia afligida

Ya me tiene, y así os lo digo,

Don Pedro, que me olvidéis,

Pues no es justo que padezca

Mi honra, ni que en vos crezca

El amor que me tenéis.

Amaros no puedo yo;

Os lo he dicho, pues mi mano

Al conde de Montellano

Mi padre há tiempo ofreció.

EL EMBOZADO

¡El Conde!.... Bravo doncel;

Mas tan menguada á la suya

No es mi nobleza, que arguya

Darle preferencia á él.

¿Le amáis vos?

LA DAMA

Aunque no os cuadre,

Lo callaré por recato;

Hija obediente, al mandato

Seguiré de mi buen padre.

EL EMBOZADO

Comprendo; de mi pasión

Os burláis…. ¡Oh! mis recelos

Fueron ciertos.

LA DAMA

¿Tenéis celos?

EL EMBOZADO

Tengo herido el corazón.

Mas os juro por mi nombre

Que en breve de mí tendréis

Noticia…

LA DAMA

¡Que! ¿Intentaréis?....

EL EMBOZADO

Tal ha de ser, que os asombre.

Y pues así sin piedad

Faltáis á la fe jurada…..

LA DAMA

¡Ah! Perdonad si obligada…..

EL EMBOZADO

Señora, con Dios quedad.

Y así el diálogo cortando,

Fiero Montalván la deja,

Y con pesar, de su reja

Marta alejarse le ve:

Que si de amor á su acento

Contestó con fría calma,

En el fondo de su alma

De ella siempre amado fue.

Mas es la dama inconstante

Y necio orgullo la ciega,

Y por vanidad entrega

Al Conde su corazón.

Brillar entre la nobleza

En la Corte fué su empeño,

Y á este tentador ensueño

Sacrifica su pasión.

No ahogar se puede sin lucha

El grito de la conciencia,

Ni desterrar sin violencia

El mar de la niñez.

Por eso duros afanes

Doña Marta está sufriendo,

Y su faz base cubriendo

De tristeza y palidez.

Ella á Montalván adora,

Y, del orgullo á despecho,

Herido siente su pecho

Al herir el de su amor.

Y al ver á don Pedro airado,

Teme también su venganza:

Que nadie sabe á do alcanza

De los celos el furor.

De la ventana alejóse

Doña marta sollozando,

En su rostro revelando

Honda inquietud y pesar;

Y es fama que aquella noche

De don Luis la presencia

Cauta evitó, y que su ausencia

Dio al amante en qué pensar.

II

-Noble conde, noble conde

De Montellano y Fuensanta,

El que ilustra el apellido

De los Ponces y los Vargas,

El que cuenta en su familia

Nombres de regia prosapia,

Si os preciáis de caballero

Cual de galán con las damas,

Si os tenéis por tan osado

Para medir vuestras armas,

Cual sois atrevido y diestro

En amorosas campañas;

Noble conde, noble conde

De Montellano y Fuensanta,

Yo á vos no igual en riqueza,

Mas sí en nobleza preclara,

Os reto por felonía

Que me inferisteis y agravia

Mi claro nombre, y espero

Que el día al mediar mañana,

Vayáis con fieles testigos

Á los campos de Tablada,

Al lugar donde se unen

Guadalquivir y Guadaira,

Para cruzar con la mía

Vuestra poderosa espada;

Que la ofensa que me hicisteis

Sólo con sangre se lava

Allí estará quien os reta

Antes de la hora citada,

Y juzgaréis por la firma

Que ha de cumplir su palabra,

Don Pedro de Montalván,

Barón de Peña Nevada.-

Así el desdeñado amante

Escribió lleno de rabia,

Y poniendo el sobrescrito,

Á un fiel servidor la carta

Entregó, dando las señas

Del Conde y de su morada;

Y cuando vió al mensajero

Que de él, raudo, se alejaba,

Con satánica sonrisa

Murmuró aquestas palabras:

-Me has herido, infame Conde,

En lo más hondo el alma;

Cuentas tuvo mi familia

Con la tuya, mal saldadas;

Mas ¡vive Dios! Que completa

Hora será mi venganza.-

III

Al oriente de Sevilla,

En la dilatada vega

Do el claro Guadaira brilla

Y que el ancho Betis riega,

Lugar existe apartado

Al pie de risueño otero,

A las miradas guardado

Del artista y del viajero.

En él reinan misteriosas

La soledad y la calma,

É ideas mil pavorosas

Siente á su pesar el alma.

Que aunque de hierba cubierto

Vese en la estación florida,

Parece un sepulcro abierto

En el umbral de la vida.

Y este es el sitio do espera

Montalván fijar su suerte,

Y nada su afán altera

De morir ó dar la muerte.

De Sevilla en el estrecho

Camino sus ojos clava,

Y en furor arde su pecho, cual volcán

De hirviente lava.

Y de ver á su contrario

Acaso ya desconfía,

Que está el campo solitario

Y va declinando el día.

Mas ya raudo un caballero,

De otros dos seguido, avanza

En negro corcel; ligero

Á su encuentro ya se lanza.

-Perdonad si me he tardado;

Mas la culpa no fue mía-

Dijo el Conde al desdeñado

Amante con ironía.

-Para saldar, señor Conde,

Una deuda, nunca es tarde;

Esto aprendí no sé donde,

Y el dicho no es de un cobarde-

Montalván con tono blando

Á Vargas Ponce contesta,

Y faz serena mostrando,

Á combatir y se apresta.

Desnudos los aceros, se acometen

Los dos rivales con creciente saña;

Hierve en su seno el agitado aliento

Y chispas de furor sus ojos lanzan.

Ambos valientes, ambos decididos

Y diestros en los quites de la espada,

Digno rival contempla en su adversario

Montalván, que en su triunfo confiaba.

Y al mirar que la lucha se prolonga,

Atento sólo á su feroz venganza,

Ya sin cuidar de defender su pecho

Lanza certera al Conde una estocada.

Mas éste, que evitar no pudo el golpe,

Cierra con él, y el seno le traspasa,

Y del combate la revuelta arena

Ambos rivales con su sangre manchan.

-¡Ay de mí!- dice el Conde, y desfallece;

De su mano despréndese la espada,

Y como tronco por el rayo herido

Desplómase y su faz no más levanta.

-¡Mátelo al fin!- con bárbara sonrisa

Dice el barón, y en su contrario clava

Los centellantes ojos; mas su pecho

Un arroyo de sangre hirviente mana

De aquel lugar de muerte sus amigos,

Si estado comprendiendo, le separan;

Mas el sol que alumbró su cruel victoria

Le contempló sin vida en su morada.

Así triunfantes, y á la par vencidos,

Sucumbieron los dos, y su obra infausta

La desdeñosa Marta, la inconstante,

Con tardío pesar vió consumada.

IV

Lector, si tener quisieres

De esta historia prueba cierta,

Si ella en ti el ansia despierta

De su certeza adquirir,

Al sitio ve do el Guadaira

Viene á morir mansamente

En la rápida corriente

Del claro Guadalquivir.

Y allí en medio de la vega

Que de Tablada se nombra,

Donde benéfica sombra

Ni tan sólo un árbol da,

Negra cruz verás de hierro

En tosco pilar alzada,

De los tiempos respetada

Más que del hombre quizá.

Á su pie inscripción piados

Verás que á rezar te invita,

Y que al pensamiento incita

Hondamente á meditar.

Más de dos siglos pasaron,

Y aun á su vista la mente

De ambos aun la lucha siente

Sus ayes al expirar.

¿Quién alzó aquel monumento

Del noble Conde en memoria?

¿Por qué su trágica historia

No revela la inscripción?

¿Fueron sus deudos? ¿Acaso

Fue una dama arrepentida?

Misterios son de la vida

Arcanos del corazón.

Largos años transcurridos;

Deudo ó dama moriría;

Mas siempre un farol ardía

Ante la modesta cruz.

¿Quién presentaba, piadoso,

Esta ofrenda funeraria?

¿Quién al alzar su plegaria

Daba alimento á la luz?

Años pasaron, y aun siglos,

Y siempre el farol ardiendo,

Al caminante diciendo

Estaba:-Llégate á mí

Yo te doy sombra de día

Y luz de noche en la vega;

Por el caballero ruega

Que perdió su vida aquí.-

Extinguióse há poco tiempoDe esta luz el claro brillo,

Y hoy ante el pilar sencillo

Ni luz ni farol se ven.

Tal vez ¡ay! La cruz en breve

Del tiempo al combate insano

Ó al golpe de impía mano

Desaparecerá también.

Mas siempre en labios del pueblo

Oirás, lector, esta historia,

Porque es del pueblo una gloria

Conservar la tradición.

Si al cazador ó al labriego

Por esta cruz preguntares,

Te dirá en frases vulgares

Pintoresca narración.

Él de los dos caballeros

Fiel te pintará la muerte;

Cual fue Marta la suerte

Pódrate acaso decir.

Yo lo ignoro, y por saberla

Ha tiempo corrí afanoso:

¡Gloria á ti, lector curioso,

Si lo puedes conseguir!

1.- Marta Palenque e Isabel Román.Datos biográficos de José Lamarque y Antonia Díaz . Los límites de la escritura femenina. Vida y obra de Antonia Díaz de Lamarque. Biblioteca Virtual Miguel de Cervantes.

2.- José Lamarque Novoa. Ilustraciones: E. Bermejo y T. Aramburu. Sueños de primavera. Leyendas. Esta fecha figura en el Prólogo de esta obra, escrito por Luis Montoto Rautastrauch.

3.- España por D. Alfonso: poesías» (1875).

4- Se describe siguiendo el artículo de Antonio Prieto Granados: Años de 1920. Mis recueros.Revista de Feria 1992. Pg. 243-247.

El texto que figuraba en la lápida era el siguiente: "El domingo 14 de mayo de 1649 a las cuatro de la tarde, mataron en este sitio a un caballero. ¡Rueguén a Dios, nuestro Señor, por él!"; una fotografía de la placa con este texto se reproduce en el artículo "La Cruz de los caballeros", escrito por Jose María de Mena en la Revista de Feria de 1974. Pg 25-26

5- José Lamarque Novoa. Ilustraciones: E. Bermejo y T. Aramburu. Sueños de primavera. Leyendas. Pag. 299-316. Barcelona 1894. Texto y dibujos obtenidos de un volumen depositado en la Biblioteca de la Universidad de Sevilla.

Si te ha interesado este artículo, también te puede interesar:

La Primavera (1867) Antonia Díaz Fernández de Lamarque

A un jazmín (Antonia Díaz)

Página principal Colección de especies Nombre científico Nombre común Familias Etnobotánica

Usos artesanales Mitos y leyendas La Revista Glosario