La Alquería del Pilar, el cenáculo artístico de los Lamarque

La Alquería del Pilar, el cenáculo artístico de los Lamarque*

La Alquería del Pilar, construida en 1872 por Lamarque, se convierte en un lugar idóneo de reunión para escritores y artistas. Allí recibieron los Lamarque la visita de todos aquellos que, sevillanos o extranjeros, desearon compartir su conversación. Pero la casa es, sobre todo, y como remedando usos cortesanos de antaño, el palacio de Antonia Díaz, la 'señora' a la que los caballeros van a presentar sus respetos y sus muestras de admiración.

La finca es descrita por algunos de ellos (Velilla, Cáscales, Guerra Ojeda) como un lugar de ensueño: una especie de castillo rodeado de exuberantes y cuidados jardines, en los que crece amplia gama de árboles y flores, una cascada y una ría navegable, grutas con estalactitas artificiales, un laberinto vegetal, invernaderos con plantas venidas del trópico y una especie de museo de historia natural, con ejemplares de diferentes especies. Reproducimos la singular impresión que causó en Cáscales:

Rodeados de cuantas comodidades se pueden apetecer, se consagraron al estudio los dos felices esposos en una mansión tan deliciosa que sólo es comparable a uno de aquellos vergeles que los califas de damasco regalaban a sus vates favoritos. Cuando yo visité aquellos extensos jardines, en cuyo centro se levanta artístico palacio, me creía transportado a la Isla encantada, donde Armida detuvo enamorada al valiente Reinaldo, y seguramente les ocurrirá lo mismo a cuantos hayan leído la inmortal obra de Tasso y contemplen aquel sitio en el que la señora de Lamarque ha escrito sus mejores libros [...]

(Imagen: Reinaldo y Armida en el jardín 1742-45. Giovanni Battista Tiepolo. The Art Institute of Chicago)

En la corona que los escritores sevillanos compusieron a la muerte de la autora, a instancias de su marido, la Alquería aparece confundida

con ella misma. Antonia era el centro de este espacio maravilloso; su ausencia deja en silencio el lugar y mudos a los pájaros:

Desierta está la Alquería,

todo despierta quietud

del feudal castillo en torno:

ya no resuena el laúd

en cuento abarca el contorno

de aquel tiempo de virtud(…)

Y los pájaros cantores

ya no ensayan, a porfíá,

tiernas endechas de amores

en la arboleda sombría

Todo en la casa y el jardín hace pensar en una recreación literaria: un jardín romántico, una casa de evocación de tiempos antiguos, con cristales de colores a través de los que se ve el parque y la fuente... Se puede decir que los Lamarque hicieron de la literatura su entorno vital.

A los recuerdos de Juan Ramón Jiménez asoma también la Alquería. Los ojos de un joven de otra generación ven aquellas reuniones con gran distancia; y es que estas modas propias del XIX le resultarían por completo ajenas. Para él los amigos en la literatura y en la vida de los Lamarque (aquéllos que como él ven en el modernismo mera cursilería y siguen anclados en la poesía decimonónica) formaban la que llama «la peña poética sevillana del instante parado»:

[A Lamarque] cuando le gustaba más un soneto o un romance míos, me mandaba unos magníficos cajones de naranjas de sangre, de su finca de Dos Hermanas, donde él y su mujer, doña Antonia Díaz de Lamarque, escritora como él, revivían tiempos pasados españoles, vistiendo con trajes anacrónicos y representando escenas de serenatas trovadorescas. Don José Lamarque me daba siempre consejos y me decía que leyera a don José de Velilla y a su hermana doña Mercedes, a don Luis Montoto y Rautenstrauch, a don Francisco Rodríguez Marín y otros, que formaban la peña poética sevillana del instante parado, y que me dejase de aquellas revistas de Madrid, que no sabían nada de poesía.

Antonia Díaz muere en 1892; su marido habría de sobrevivirle hasta 1904.