Celtis australis (almez)

Nombre científico: Celtis Australis L.

El nombre del género, celtis, es con el que los romanos conocían a este árbol. También era conocido como lotos, con este nombre aparece descrito en los trabajos del médico y botánico griego del siglo I d.c. Dioscorides. De lotos derivan algunos de sus nombres comunes. El epíteto australis hace referencia a su zona geográfica de origen.

Está protegido en la Comunidad Autónoma de Andalucía. Figura en el Catálogo Andaluz de Especies de Flora Silvestre Amenazada, en la categoría de “vulnerable”.

Nombre común: Aladonero, alatón (fruto), alatonero, aligonero, alirón, alironero, allatonero, almarzo, almecina, almecina (fruto), almecinero, almecino, almedinero, almeiso, almencino, almencín, almerguinero, almerino, almeso, almeza, almeza (fruto), almez colorado, almezo, almiguinal, almiguino, armez, bagolaro, bermejo, bolitas de aligón, chilindronar, cupillo, hojaranzo, ladón, ladonero, latón, latonero, latones (fruto), ledón, ledonero, lidonero, lirón, lirón (fruto), lironero, llidonero, llidones, lodón, lodobo, lodoñero, lodoño, lotono, loto-árbol, melmez, mermece, mermecilla, mermecina, mermecino, mermez, mermés, ojaranzo. (Fuente Real Jardín Botánico de Madrid)

Sebastián de Cobarrubias, en su libro “Tesoro de la Lengua Castellana o Española”, da la siguiente definición para el vocablo "almez": “Arabigo, árbol conocido del cual se hacen instrumentos músicos y de su raíz cabos de cuchillos y otras cosas menudas delicadas, y todos los que escriben de plantas dicen ser el loto: Laguna sobre Dioscorides, libro I cap 134, Historia omnium plantorum lib. 3, cap. 21. Teofrasto lib 4, De plantis. Estrabon, lib. 17. Plinio, lib. 13 cap.17.....” y sigue diciendo “… Fingieron los poetas que Lotos, una ninfa, de quien Priapo fue galán, y huyendo dél los dioses la conviertieron en árbol; en el mesmo se convirtió también Driope, hija de Eurito, por haber llegado a querer coger las flores y la fruta deste nuevo y tierno árbol, en que se había transformado Lotos…”

Lotos y Priapo.

El deforme dios Priapo, hijo de Afrodita y Dionisio, protector de huertos y jardines, andaba enamorado de la ninfa Lotos. En una fiesta de Dionisio la ninfa yacía dormida entre las bacantes por los efectos del vino. Priapo se acerco cautelosamente a ella, en ese momento el burro del viejo Sileno rebuzno y la ninfa, despertando de repente, y viendo lo que se la venía encima, echó a correr ante la mirada de los asistentes a la bacanal, que no podían mantenerse en pie de la risa.

En otra ocasión en la que Priapo perseguía a Lotos, y sintiendo ella que no podía escapar, pidió a los dioses que la transformaran en planta, los inmortales se compadecieron y la cambiaron de forma, fue metamorfoseada en un árbol-loto (almez).

Driope y Lotos o Lotide

(Metamorfosis, libro IX, Ovidio)

“…no lejos de ese pantano, remedando los tirios colores, en esperanza de bayas florecía un acuático loto. Había cogido de ahí Dríope, que de entretenimiento a su hijo extendiera, unas flores, y lo mismo me parecía que iba a hacer yo –pues presente yo estaba–: vi unas gotas caer de la flor, cruentas, y las ramas moverse en tembloroso horror. Claro era, como cuentan ahora por fin, tarde, los agrestes lugareños, que Lótide, la ninfa, huyendo de las obscenidades de Priapo, a ella había conferido, salvando su nombre, su transformado aspecto. No sabía mi hermana esto; la cual, cuando aterrada quiso irse hacia atrás, y retirarse ya adoradas de las ninfas, prendidos quedaron de una raíz sus pies; por arrancarlos pugna y no otra cosa sino su parte más alta mueve. Le crece desde abajo y poco a poco le aprieta todas las ingles una flexible corteza. Cuando lo vio, intentando con la mano mesarse los cabellos, de fronda su mano llenó: frondas su cabeza toda ocupaban. Mas el niño Anfiso –pues tal nombre su abuelo Éurito a élle había añadido– siente que se endurecen los pechos de su madre y no obedece al que lo saca el lácteo humor. Espectadora asistía yo de ese hado cruel, y ayuda no podía a ti ofrecerte, hermana, y cuanto podían mis fuerzas, creciente el tronco y sus ramas, los detenía estrechándolos y, lo confieso, bajo la misma corteza quise esconderme. He aquí que su marido Andremon y su padre desgraciadísimo llegan y buscan a Dríope: a Dríope, a los que la buscaban, se la mostré de loto. A su tibio leño dan besos y derramándose por las raíces de su querido árbol a él quedan prendidos. Nada sino ya su rostro, que no fuera árbol, tenía mi querida hermana: sus lágrimas entre las hojas formadas de su desgraciado cuerpo roran, y mientras puede y su boca ofrece de voz un camino, tales derrama al aire sus lamentos: “Si alguna fe se da a los desgraciados, por las divinidades juro que yo no he merecido esta impiedad; sufro sin culpa un castigo. Vivimos inocente; si miento, que árida pierda las frondas que tengo y cortada a segures se me queme. Mas quitad a este niño de las maternas ramas y dadlo a una nodriza, y bajo mi árbol muchas veces su leche haced que beba, y que bajo nuestro árbol juegue, y cuando pueda hablar, a su madre haced que salude y triste diga: ‘Se oculta en este tronco mi madre’. Pero que los estanques tema y no coja del árbol sus flores, de los retoños todos piense que el cuerpo son de dioses. Querido esposo, adiós, y tú, germana, y padre: si es que tenéis piedad, de la herida de la aguda hoz, del mordisco del rebaño defended mis frondas, y puesto que a mí lícito inclinarme a vosotros no me es, erigid aquí los brazos y a mis besos venid, mientras ser tocados pueden, y levantad a mi pequeño nacido. Más cosas decir no puedo. Pues ya por mi blanco cuello una blanda corteza serpea y en lo alto de una copa me escondo…”

(Biblioteca Virtual Miguel de Cervantes)

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