Huertos Familiares

IMPORTANCIA DE LOS HUERTOS FAMILIARES: UNA MIRADA DE ESPERANZA EN EL PRESENTE Y FUTURO

Gabriela Palacios Pola

“¡Este es el principio por consecuencia esperado! El hambre se enrosca entre las tripas de los niños, así caen las últimas arenas del final cósmico, este es el apocalipsis de San Juan, el principio de nada y el final para todos” (Fragmento de la obra Reflexión, por Carlos Mario Zambrano Castellanos).

Palabras clave: Huertos familiares, biodiversidad, huertos urbanos.

DESCRIPCIÓN DEL CONCEPTO

Los huertos familiares son agroecosistemas, también llamados sistemas de producción campesinos, que están formados por un conjunto de plantas perennes, semiperennes y/o anuales que se encuentran por lo general rodeando a una casa e incluyen árboles maderables o frutales, plantas ornamentales, medicinales, bejucos, cultivos y algunos animales como gallinas, gallos, patos, ovejas, cerdos, etc, que al igual que la milpa son poco conocidos por las poblaciones urbanas (Rosado-May, 2012; Mariaca, 2013).

RESUMEN

Este ensayo narra lo que diversos investigadores han publicado acerca de huertos familiares de México y otros países, en dónde éste sistema de producción agroecológico ha permitido la sobrevivencia de especies de plantas y animales, así como la alimentación de los seres humanos que los cultivan y crían, además de brindarles otros beneficios que serán explicados más adelante.

Hace reflexiones acerca de la función de los huertos desde la agroecología, enlazando los conceptos y destacando el importante papel de la antropología en este vínculo. Además, propone ejemplos acerca de la importancia de los huertos familiares para la seguridad y soberanía alimentaria, iniciando otro debate acerca de los problemas actuales de modernización, que implica el abandono del campo, la pérdida de interés de parte de las nuevas generaciones, entre otros.

Finalmente este ensayo invita a la reflexión desde las oportunidades esperanzadoras que representa el poder establecer huertos urbanos en nuestros hogares, establecimientos o escuelas dentro de la ciudad, ya sea en patios o azoteas, retomando los saberes de nuestros abuelos, así como las experiencias descritas en manuales, revistas, libros, blogs, documentales, videos en la web, etc.

INTRODUCCIÓN

Los huertos familiares son agroecosistemas altamente adaptativos y de origen ancestral, en los que las familias campesinas se resignifican a través de las generaciones, manejando ambientes físicos y bióticos para la producción de plantas, animales, hongos y muchos otros satisfactores necesarios (Mariaca-Méndez, 2012).

Las funciones de los huertos son variadas, desde ser un reservorio de plantas que han sido empleadas por las familias para su dieta diaria (como alimentos o condimentos), para su salud o su bienestar (como medicinas alternativas o preventivas), para la belleza de sus hogares y de sus integrantes (ornamentales y flores), e incluso, para la conservación de las tradiciones y la biodiversidad en general (a través del mantenimiento, intercambio y propagación de las semillas). Por lo anterior, se entiende que los huertos proporcionan una gran cantidad de beneficios socio-ambientales (Kumar & Nair, 2006).

Son las familias las que deciden las estrategias para producir y disponer de alimentos, plantas medicinales, ornamentales e insumos, tomando en cuenta el costo, uso de herramientas, técnicas agronómicas de recolección, de crianza, entre otras, así como la administración de sus recursos e ingresos (Borbor Ponce et al., 2016). De acuerdo a Birol y colaboradores (2004: pág 4), “el ingreso del huerto familiar depende de la demanda y la infraestructura del mercado, los sistemas agrícolas, los suelos, el paisaje y las referencias culturales, de su importancia relativa en la población rural y en la sociedad, interviniendo en las decisiones económicas: la rentabilidad, el costo de sostenimiento, el acceso al mercado y la información técnica entre otros aspectos”.

Los huertos familiares fungen como colecciones de biodiversidad y conservación de especies in situ, en el que se llevan a cabo procesos ecológicos y evolutivos como la selección y domesticación de especies. Los estudios que enfatizan la biodiversidad en los huertos domésticos los describen como bancos genéticos in situ (Smale & Jarvis, 2002). Los huertos domésticos también se conceptualizan como poseedores de rasgos de adaptación que están especializados y adaptados a la variación y a los factores ambientales locales. La biodiversidad es un elemento importante en el sistema y se encuentra en huertos familiares de diferentes tamaños y también en diferentes etapas de desarrollo. El huerto familiar se considera un agroecosistema de bajo riesgo, amortiguando el impacto de los períodos de escasez debido a la producción continua de bienes para el consumo o para el comercio. Los etnobotánicos a menudo definen huertos familiares como sistemas agroforestales completos, dominados por árboles, donde el flujo de energía y los ciclos de nutrientes crean un sistema "cerrado", al tiempo que proporcionan diversos recursos vegetales y animales para el consumo humano (Soto-Pinto & García B., 2015).

El huerto doméstico también se caracteriza por el uso del conocimiento local para el manejo de la biodiversidad (Gliessman et al., 2007), lo que implica la transmisión de saberes como el de una buena alimentación. En el siguiente video la Organización Mundial de la Naciones Unidas para la alimentación y la agricultura a través de la FAO (Food and agricultura organization) muestra que la importancia de sembrar plantas nativas en el huerto familiar facilita el consumo alimentos nutritivos.

(https://www.youtube.com/watch?v=GFi_av9liTU)

Después de haber definido un huerto familiar y de haber explicado las funciones que tiene dentro del ecosistema y los beneficios que le aporta, es necesario conocer el rol que desempeña este sistema de producción dentro de la agroecología. Derivado de esto, he planteado los siguientes cuestionamientos:

¿Cuáles son las implicaciones de los huertos familiares en la agroecología? y ¿Qué relación es posible entre los huertos y la seguridad y soberanía alimentaria?

IMPLICACIONES DE LOS HUERTOS FAMILIARES EN LA AGROECOLOGÍA

La antropología ecológica es una disciplina que puede aportar conocimientos que sirvan para entender la alimentación de las sociedades rurales, por lo tanto, las perspectivas de los campos de la agroecología y la antropología ecológica están relacionadas con los huertos familiares, ya que sus aportes se centran en entender la relación entre los seres humanos, la cultura y el ambiente (Moctezuma, 2014). De tal forma que las disciplinas se integran en investigaciones transdisciplinarias e interdisciplinarias que buscan comprender cómo se encuentran constituidos los aspectos sociales con los procesos culturales, las forma de actuar en la interrelación entre los sistemas agroalimentarios locales y las economías regionales o nacionales de mayor tamaño. El escalamiento de la agroecología y la transformación del sistema alimentario mundial deben ser por medio de los pequeños productores con iniciativas que estén desarrolladas en la base de las comunidades y que permitan a las familias construir su soberanía alimentaria, este proceso debe ir de la mano con la articulación de movimientos sociales que respalden estas iniciativas (Méndez et al., 2013).

En los últimos años, los huertos familiares han atraído la atención de los científicos en todo el mundo porque estos sistemas tienen la capacidad de mitigar problemas ambientales como la pérdida de biodiversidad o niveles elevados de bióxido de carbono en la atmósfera terrestre (Kumar & Nair, 2006). Benjamin y colaboradores (2001) han documentado estudios de huertos familiares mayas de la Península de Yucatán en México con condiciones ambientales bastante duras, es decir, con limitaciones en recursos hídricos y nutrientes del suelo; sin embargo, estos agroecosistemas han proporcionado medios de vida sostenibles en esta zona.

Como ejemplos a nivel internacional de sostenimiento de poblaciones a partir de alimentos producidos en huertos después de enfrentar problemas de carácter ambiental y político tenemos los de Puerto Rico y Cuba. Retomando lo narrado en el reciente “Encuentro de Mujeres en la Agroecología” (llevada a cabo en la Galería Kiki de San Cristóbal de las Casas-Chiapas, el martes 6 de marzo de 2018) por el grupo de agroecólogas de Puerto Rico, Katia Avilés platicó emotivamente de las brigadas agroecológicas que se han realizado después del paso de los devastadores huracanes del 2017 (Irma y María) que incluyen el establecimiento de huertos urbanos. Carol Ramos de la Universidad de Puerto Rico también ha promovido la agricultura urbana para la transformación de espacios y Odette González del Colectivo Huerto Semilla se encarga de dirigir el huerto urbano comunitario en la isla. En tanto que los cubanos después de la caída de la Unión Soviética y el bloqueo económico impuesto por Estados Unidos, a principios de la década de los 90, tuvieron que sobrevivir con la producción de sus propios alimentos como medida para garantizar su seguridad alimentaria. Ellos decidieron adoptar las técnicas agroecológicas para establecer su agricultura urbana. Han pasado más de veinte años y se puede dar testimonio de resultados positivos en su producción, ya que Cuba hoy se distingue a nivel mundial como ejemplo de avance y desarrollo de la agricultura urbana y periurbana, en la actualidad son 530,000 patios urbanos y suburbanos, y más de un millón de familias comprometidas en su cuidado y mantenimiento (Acevedo et al.2014).

A continuación expondré brevemente varias investigaciones acerca de la ecología antropológica, en particular de los huertos tropicales de México que desafían lo convencional a través de la sabiduría científica desarrollada basada en policultivos. La figura 1 muestra el panorama de un huerto tropical en el ejido el Zapotal del municipio de Comalcalco, Tabasco en el que se aprecia una comunidad de plantaciones desde cultivos, frutales y maderables.

Fig. 1 Huerto tropical de Tabasco, México. Foto: Luis Carlos Trenti

En la región de los Tuxtlas (Veracruz), basada en registros históricos del año 1580, los huertos familiares tenían diferentes variedades de zapotes (Manilkara zapota), aguacates (Persea americana), plátanos (Musa spp), piñas (Ananas comosus) y pitahayas (Hylocereus undatus) (Blanco Rosas, 2006).

Por otro lado, empleando datos de las relaciones geográficas de Oaxaca, escritos casi 200 años después (1777-1778), se encontró que los árboles frutales en los huertos domésticos eran aguacate (Persea americana), cinco variedades de zapote (Manilkara zapota), naranjas (Citrus sinensis), limas (Citrus aurantifolia), limoneros (Citrus limon), dos tipos de annona (Annona squamosa y Annona muricata), cocoteros (Cocos nucifera), guayaba (Psidium guajava), y plataneros (Musa paradisiaca), todos los cuales se combinaron con otras frutas como piñas (Ananas cosmusus), papaya (Carica papaya), sandía (Citrullus lanatus var lanatus), melones (Cucumis melon), caña de azúcar (Saccharum officinarum), papa dulce (Ipomoea batatas), mandioca (Manihot esculenta), calabaza (Cucurbita americana), nances (Byrsonima crassifolia) y pitahayas (h. undatus). Estos árboles frutales y plantas se entremezclaron con cedro tropical (caoba), palmas y otros (Blanco Rosas, 2006).

El huerto familiar o solar es un agroecosistema tradicional, originado previo a la llegada de los europeos en el siglo XVI. En la comunidad maya de X-Mejía, municipio de Hopelchén, Campeche, los solares se mantienen con el objetivo de satisfacer sus necesidades relacionadas con la alimentación, ingresos económicos y la determinación de lo que es su identidad. En un estudio acerca de las prácticas rituales y ceremoniales de las familias de esa comunidad, Cahuich y colaboradores (2014), muestran en sus resultados que del total de 76 ingredientes utilizados en la comunidad maya, 43 de ellos (57 %), provienen de las estrategias productivas de las familias campesinas. En orden de importancia: el huerto familiar o solar (54 %), la milpa (26 %), la cacería tradicional (14 %), la apicultura, ganadería, extracción y recolección (2 %); en tanto que el resto, o sea los otros 33 ingredientes (43 %), son adquiridos en tiendas y mercados, dentro y fuera de esta comunidad. Además es importante considerar que en esta área, el 95% de los huertos familiares o solares tienen animales que se emplean para satisfacer diversas necesidades familiares (Cahuich-Campos et al., 2014).

Los huertos familiares se consideran sistemas integrados donde la relación entre los humanos y la naturaleza es muy importante, por lo que requieren pocos insumos externos, ya que la mano de obra es proporcionada por los miembros de la familia y no se les paga. La producción puede volverse más o menos estacional y se dirige principalmente a la subsistencia (Gaytán et al, 2001; Mariaca, 2013). En varias ciudades, como Yaxcabab y Chan Kom en Yucatán, pequeñas comunidades en Marqués de Comillas, Chiapas y San Francisco Tepeyanco, en Tlaxcala, la gente todavía recuerda la historia de cada uno de los árboles que crecen en sus huertos familiares (González-Jácome, et al, 2007). En el caso de la huerta doméstica maya tropical, el agroecosistema no solo proporciona alimentos, sino que es también el lugar donde convergen las actividades de otros sistemas de producción, como la preparación de semillas para plantar en milpa, la apicultura, la caza, recolección y extracción (Mariaca-Méndez, 2012), ayudando a mantener los medios de subsistencia de las familias campesinas mayas a pesar de las presiones sociales, económicas y culturales (Porter Bolland et al., 2008).

En los huertos familiares con especies cultivadas alrededor de las casas llegan a contabilizarse hasta 50 plantas, sin incluir cultivares o variedades. Estas especies incluyen cupapé (Cordia dodecandra), cuaguayote o bonete (Pileus mexicanus), papaya (Carica papaya l), cacao (Theobroma cacao l), chulúul (Apoplanesia paniculata presl), nance (Byrsonima crassifolia (l) HBK), cedro (Cedrela mexicana roem), guayaba (Psidium Guajava l), pimienta (Pimienta dioica(l) merr), guano (Sabal yapa), jaboncillo (Sapindus saponaria), caimito (Chrysophylum cainito l), lúcuma (Lucuma hypoglauca) y tabaco (Nicotiana tabacum). (Mariaca-Méndez, 2012).

Los huertos familiares también poseen una gran biodiversidad en plantas medicinales que se han empleado para atender las enfermedades y padecimientos comunes de las familias mayas peninsulares. Ankli y colaboradores (1999) han documentado las siguientes categorías: trastornos gastrointestinales en niños pequeños (147 especies); trastornos respiratorios tales como tos, bronquitis y asma (87 especies); para usos como diuréticos (77 especies); para mordeduras y picaduras de animales venenosos (44 especies); todas las infecciones oculares (27 especies); una variedad de especies utilizadas para enfermedades ginecológicas, andrología y diabetes; y enfermedades culturales como "aire malo", mal de ojo, brujería o enfermedades causadas por aves nocturnas y murciélagos.

Después de haber abordado diferentes ejemplos en los que se hace evidente la implicación de los huertos familiares en la agroecología, explicaré la relación de los huertos con los polémicos y aún actuales temas de discusión: seguridad y soberanía alimentaria.

Es importante tener clara la diferencia entre la seguridad y la soberanía alimentaria. La seguridad alimentaria sugiere que “todas las personas tienen en todo momento acceso físico y económico a suficientes alimentos inocuos y nutritivos para satisfacer sus necesidades alimenticias y sus preferencias en cuanto a los alimentos a fin de llevar una vida activa y sana”(FAO, 1996), en tanto que la soberanía alimentaria es un ejercicio político de autodeterminación, autonomía, reivindicación y sustentabilidad, sin especificar los mecanismos de adquisición de los alimentos y por supuesto, sin hacer referencia a los aspectos económicos y políticos relacionados con el abasto y la comercialización de comida en el mundo (Gorban et al., 2011).

En este apartado recomiendo la lectura del ensayo ubicado en repositorio de la Flor de la Agroecología Chappell M.J.de Nayely Martínez Meléndez acerca de M.J. Chappell (investigador vigente en la agroecología) quien defiende la idea de que la sustentabilidad en la producción de alimentos y la biodiversidad pueden coexistir en los sistemas de cultivo, además sus investigaciones han abonado a uno de los problemas más apremiantes de nuestro tiempo: cómo alimentar a una población humana en crecimiento al tiempo que se conserva la biodiversidad.

A continuación se expondrán ejemplos de la vinculación entre los huertos familiares y los conceptos ya descritos (Seguridad Alimentaria y Soberanía Alimentaria), tanto a nivel local como global.

HUERTOS FAMILIARES Y SEGURIDAD ALIMENTARIA

A nivel internacional para la seguridad alimentaria, la producción de alimentos es un asunto de gran interés en la lucha contra el hambre. En México, la política nacional se ha ocupado de la seguridad alimentaria desde mediados del siglo pasado, el resultado ha sido la desarticulación de la producción agrícola tradicional y el aumento en la inseguridad para la obtención de alimentos básicos para la subsistencia (Hewitt de Alcántara, 2007).

En el documental “Huertos familiares comunitarios y educativos para el autoconsumo en Centroamérica” se describe el proceso de implementación de huertos para combatir la malnutrición infantil, que en el 2013 se inició con voluntarias y voluntarios de la Fundación América Solidaria en Guatemala y en 2014 dio inicio también en Honduras. Es importante como un ejemplo de procesos significativos realizados en comunidades, donde se genera la confianza en agrupaciones que demuestran su colectividad a través de los huertos, uniendo a las familias, quiénes en un entorno armónico adquieren las herramientas, motivación y valoración de los conocimientos para mantener sus huertos, así como del papel de éstos para responder a problemas de la desnutrición infantil.

(https://www.youtube.com/watch?v=H_hIAg0d1IQ)

En el trascurso del tiempo los huertos familiares han sufrido cambios, sin embargo, todavía funcionan como agroecosistemas que proporcionan un registro histórico de permanencia a través de los años, evidentemente, esto es una prueba parcial de su sostenibilidad. En este largo proceso auténtico, la vegetación juega un papel clave porque es el factor que permite la existencia de este sistema agroecológico; algunos árboles o algunas plantas en el sistema se pueden cambiar, pero la estructura se basa en el resto del contenido arbóreo del huerto doméstico. Además, el huerto casero aumenta en diversidad de plantas cuando las personas viven lejos de tiendas de alimentos o centros comerciales y se convierte en el principal proveedor de alimentos para las familias (Lok R., 1998).

Alayón Gamboa (2014) mostró los resultados de su investigación vinculados con la seguridad alimentaria, en la que los habitantes de Calakmul, Campeche, hacen uso de los alimentos disponibles en su comunidad, de tal forma que las familias de los diferentes grupos étnicos (Maya Peninsular, Maya Ch’ol y mestizo) mantienen en sus huertos familiares una alta diversidad de especies vegetales (345) que son utilizadas para cubrir sus necesidades alimenticias, medicinales, económicas, simbólicas, decorativas y para la construcción. La agrobiodiversidad se complementa con la diversidad de animales domésticos (12 especies) que interactúan con otros animales silvestres, especialmente el cerdo pelón o autóctono. La conservación de esta alta diversidad vegetal y animal hace a las familias menos vulnerables a las fluctuaciones en la disponibilidad de alimentos y refuerza su economía.

Por otro lado, también se reporta que en la riqueza vegetal de los huertos existe una influencia específica de género, de tal manera que el poder de decisión que la mujer tiene sobre estos espacios productivos decide su éxito en la seguridad alimentaria (figura 2), ya que conforme ellas, junto con sus hijos, adquieren mayor independencia sobre el intercambio de plantas en sus huertos, o deciden qué plantas cultivar, aumenta la riqueza vegetal del huerto familiar. En tanto que cuando el jefe de familia interviene y toma decisiones sobre el huerto, su riqueza disminuye; incluso podría pensarse que la seguridad alimentaria de la familia se ve en riesgo. Esto permite concluir que la planeación estratégica para el fortalecimiento de este importante agroecosistema debe estar estrechamente vinculada al trabajo con las mujeres y los hijos (Alayón, 2014).

Fig. 2 El papel de las mujeres en la seguridad alimentaria. Foto: Gabriela Palacios

Con respecto a lo anterior, debemos generar otro tema a debatir, que corresponde a la permanencia de los huertos. Chávez García y colaboradores (2012) estudian la permanencia de este agroecosistema sobre la lógica de su manejo en el contexto del impacto modernizador durante los últimos cuarenta años. Los resultados indican que los huertos familiares son espacios fundamentalmente femeninos y que su manejo diversificado, el autoabasto y el aprovechamiento integral son la base de la lógica campesina, que le proporciona autonomía a los individuos, las familias y la comunidad, siendo ésta la razón que lo hace diferente al paradigma modernizador actual de consumo de alimentos industrializados.

Es necesario ampliar las investigaciones de los huertos familiares vinculados con temáticas de migración nacional y equidad de género. El CESMECA (Centro de Estudios Superiores de México y Centroamérica) ha realizado aportes relevantes en estas temáticas, sobresaliendo lo que publican en la colección corazón de maíz “Reproducción social de la marginalidad: exclusión y participación de la indígenas y campesinas de Chiapas” (Bustamante et al., 2015).

En este espacio quisiera reflexionar sobre las palabras que me compartió la Sra. Mercedes Hernández Arias, habitante del Zapotal en Comalcalco, Tabasco, México: “En casi todas las casas que haya mujeres se cultiva un poquito de cada cosa, nosotras siempre somos las que sembramos y cultivamos lo que sembramos y tratamos de crear en nuestros nietos esa cultura”. A partir de esta afirmación cerramos el debate demostrando que hay una estrecha relación entre los huertos familiares y las mujeres.

La autonomía de las mujeres y el autoabasto que ellas propician en sus familias a partir de los huertos da cabida al análisis de la soberanía alimentaria.

HUERTOS FAMILIARES Y SOBERANIA ALIMENTARIA

Como sistemas productivos tradicionales, los huertos familiares representan uno de los espacios más importantes en la transmisión y generación de conocimientos. La soberanía alimentaria ha propuesto el ejercicio político de la autonomía en la determinación y abastecimiento de alimentos sanos para las personas, sin deterioro del ambiente, de tal forma que abarca la libertad de personas, familias y colectivos en la elección de sus provisiones, así como las formas de producirlos e intercambiarlos. Tener soberanía alimentaria implica el legítimo derecho al acceso a alimentos sanos y a la no utilización de políticas neoliberales establecidas para éstos (Cano, 2015).

Es importante realzar el papel crucial de la producción y organización relacionada a los huertos familiares como una vía integral y factible para alcanzar metas a diferentes escalas, en un contexto globalizante y bajo las actuales condiciones económicas originadas por un modelo neoliberal que privilegia a los grandes productores y abandona la producción campesina de baja escala y autoconsumo (Altieri & Toledo, 2010).

Tabasco es un estado con diversidad en su paisaje ecológico, presentando un patrón complejo de diversas formaciones debido a factores edáficos y el alto grado de alteraciones causadas por la actividad humana, dando lugar a la formación de selvas, pantanos y manglares. Éstos últimos son asociados con la degradación de los ecosistemas y afectaciones económicas regionales causadas por la industria petrolera; en las zonas de manglares se realizan distintas actividades económicas, sobresaliendo las del sector pesquero (pesca ribereña y de alta mar, cultivo de ostión y camarón, captura de cangrejo y jaiba) y agropecuario (cultivo cocotero, ganadería extensiva, explotación forestal de mangle y cultivo de hortalizas) (Zavala et al., 2011).

En el año 2002 los ejidatarios de río playa (Paraíso) del municipio de Comalcalco, Tabasco, perdieron sus huertos familiares por las inundaciones con agua salina que afectaron sus cultivos y ocasionaron la pérdida de éstos; en la actualidad sus territorios forman parte de los manglares y afirman que a corto plazo se dedicarán también a la actividad pesquera y a mediano plazo fomentarán las visitas guiadas a las reservas de mangle. Estos ejidatarios habitan en la comunidad del Zapotal, perteneciente a Comalcalco Tabasco, en donde las familias resguardan su patrimonio agroecológico a través de huertos familiares. Según investigaciones de Van der Wal y Bongers (2013) se han inventariado tres componentes de una muestra de 61 huertos familiares, a los que se les ha clasificado en tres categorías: pequeña (≤1,000 m2), mediana (>1,000 and ≤2,000 m2), y grande (>2,000 m2). Es sorprendente el resultado reportado de 5,501 individuos distribuidos en 195 especies, entendiendo que la soberanía alimentaria excluye la presencia de compañías extractoras de combustibles fósiles que han sido parte de nuestra modernidad, y se centra solamente en la decisión del tipo de alimentación por parte de los habitantes de la propia comunidad, quiénes han respetado la cultura alimentaria de las anteriores generaciones, en las que sobresalen los cacaotales (figura 3).

Fig. 3 Cacaotales de Comalcalco, Tabasco. Foto: Gabriela Palacios

Al igual que los cacaoteros de Tabasco y sus huertos familiares también se puede señalar el caso estudiado de los campesinos que cultivan café en la zona de la Sierra Madre de Chiapas. En su tesis de maestría, Benitez Kánter (2017: pág 51) menciona que “los procesos de intensificación y especialización del cultivo de café, han impactado la alimentación de manera considerable ya que en Chiapas se ha reducido la superficie destinada para la milpa. En el caso de sus huertos, al reducir sus estratos, disminuye también las proporciones de frutas, verduras y tubérculos que se consumían como complemento de la dieta campesina. Por el contrario, se encontró una alimentación conformada principalmente por productos industrializados, de bajo contenido nutrimental y con alto aporte calórico. Estos procesos son un componente esencial de la transición alimentaria encontrada en este estudio, ya que ahora el sector privado tiene un papel fundamental en la producción y comercialización de alimentos, donde se priorizan las variables de precio, palatabilidad e imagen, sobre los componentes nutricionales”.

Gliessman y colaboradores (2007) hacen una interesante reflexión acerca de la promoción hacia la sostenibilidad, señalando que este concepto desempeña un papel determinante en el diseño y manejo de los agroecosistemas y está fuertemente influenciado por el tejido social. Sus propuestas están orientadas por 4 niveles de transición, en los 2 primeros se han logrado buenas aportaciones, estas tienen que ver con el incremento de la eficiencia en la práctica para reducir el uso de agroquímicos y la sustitución de éstos por alternativas sostenibles, en tanto que los otros dos todavía están en proceso y tienen que ver con el rediseño del agroecosistema y el cambio de ética y de valores. Una agricultura sostenible valora tanto los componentes humanos como los ecológicos, siendo el humano el que debe re-crear, re-valorar y re-formular su sistema alimentario, en función de su soberanía.

Contrario a la agricultura sostenible está la agricultura derivada de la revolución verde, con la implementación de tecnología de punta en los grandes campos de cultivo, así como sistemas hidropónicos automatizados, entre otros procesos; sin embargo, esto es posible con la inversión de capitalistas y de grandes extensiones de tierra, pero ¿qué pasa con los citadinos que imploramos recuperar nuestra soberanía alimentaria?

Para darle respuesta a la pregunta planteada, podemos establecer varias, desde iniciativas como la de conformar brigadas agroecológicas; tianguis solidarios, mercaditos locales, etc; asociaciones de activistas, académicos, estudiantes, etc; implementación de proyectos colectivos como la masificación de la agroecología, laboratorios para la vida, huertos escolares, universitarios, comunitarios, etc; implementación de huertos periurbanos y urbanos, entre muchas más.

Desde mi trinchera y ahora que puedo elegir por la vida, por la agroecología, reconozco que es necesario unir esfuerzos, formar colectivos que forjen la articulación de alianzas colaborativas, realizar proyectos de organización social en comunidades, red de voluntarios y voluntarias como agente de transformación, sensibilizar las propuestas para incidir en políticas públicas de nuestro municipio, estado o país.

A continuación se hará una exposición de los huertos urbanos en la que se presentarán distintos autores que plantean el cultivo en estos espacios más allá de la cosecha de alimentos, incluyendo una visión holística, que implica una relación con la tierra y los demás seres vivos, para concientizar a otros individuos de la importancia de este agroecosistema en la actualidad.

HUERTOS URBANOS

En la segunda mitad del siglo XIX aparecen las primeras referencias de huertos urbanos, a raíz de la revolución industrial, las ciudades se llenan de campesinos, generando una clase obrera en un entorno de pobreza. A partir de esta situación, en México, el gobierno y la iglesia deciden ceder espacios llamados “huertos de los pobres” para que puedan cultivar sus alimentos y de esta manera apoyarlos en su situación económica (Sánchez, 2012).

Muchos investigadores y estudiosos han apostado por el estudio de este tipo de huertos. En este capítulo expondré ejemplos, empleando la narrativa, un video de la web y fragmentos de dos entrevistas e imágenes de huertos urbanos en las ciudades de San Cristóbal de las Casas y Tuxtla Gutiérrez, pertenecientes al estado de Chiapas, México.

La FAO (Organización de las Naciones Unidas para la Alimentación y la Agricultura) decretó el 2014 como año de los huertos familiares y se dispuso a realizar la promoción de las estrategias para garantizar la soberanía y la seguridad alimentaria en países latinoamericanos. Como un ejemplo de la trascendencia de la organización de poblaciones urbanas para integrar huertos urbanos, el representante de la FAO en Ecuador reconoció la labor de los habitantes de Quito después de visitar cinco huertos orgánicos del Proyecto de Agricultura Urbana Participativa AGRUPAR, que impulsa la capital del país. El objetivo de este recorrido fue conocer este modelo para después replicarlo en otras provincias de Ecuador tras ver el respaldo de las familias y comunidades que han impulsado la iniciativa de huertos familiares y comunitarios (Rodriguez & Proaño, 2016).

Estos huertos familiares producen hortalizas como tomate (Solanum lycopersicum), apio (Apium graveolens), col o repollo (Brassica oleracea var. Capitata), entre otras, también pollos y frutas para el consumo familiar. Se iniciaron con cerca de 800 huertos, y al 2014 se contaba con más de 2,200 (50% certificados como netamente orgánicos). Estos espacios son para autoproducción de alimentos orgánicos y la participación a nivel comunitario mejora la calidad de vida de las mujeres y sus familias, mediante la democratización del acceso al conocimiento, a la comercialización directa y solidaria, la generación de fuentes de autoempleo, el mejoramiento de ingresos y la elevación del autoestima de las participantes, también impulsa a los micro-negocios agrícolas con participación de mujeres en la agricultura urbana, lo que ha favorecido la asociatividad, la unión y la solidaridad (Rodriguez & Proaño, 2016).

En el siguiente video titulado “Vida sana: la opción de huertos familiares”, se muestran impresiones de los participantes al entrenamiento para la realización de huertos urbanos, editado en el año 2013 en Morelia, Michoacán, México. Uno de los hacedores de esos sueños es el Centro de Desarrollo Tecnológico (CDT) de los Fideicomisos Instituidos en Relación con la Agricultura (FIRA) y su instructor David Bautista Gutiérrez quien, de manera vivencial, muestra cómo hacerse de un huerto de productos limpios de cualquier contaminante. Mónica Blancas, es una profesora convencida de que "somos lo que comemos" y de que algo estamos haciendo mal y es necesario cambiar, razón por la que acudió a uno de esos talleres.

(https://www.youtube.com/watch?v=0zV4uDa1654)

A continuación, presento dos ejemplos en los que la agroecología se comparte y en ese compartir se hereda la esperanza. A través de entrevistas revelaré las experiencias de Kippy Nigh, dueña del establecimiento “La casa del pan Papalotl” ubicado en Real de Guadalupe #55 en San Cristóbal de las Casas, Chiapas, así como de Rosario Pilar Ibarra, coordinadora del proyecto huertos del “Colegio Integral Gandhi (CIG)” ubicado en calle Vicente Guerrero # 470 de la colonia Plan de Ayala en Tuxtla Gutiérrez, Chiapas.

En entrevista con Kippy Nigh (08 de marzo de 2018) en la Casa del Pan Papalotl, ella mencionó que “esto empieza con una semilla de conciencia, empezó desde mi matrimonio con Ron (se refiere a Ron Nigh). En los setentas fuimos a Mitontic (Chiapas) y vivimos con el maestro y sus hijos, él iba con los varones a sembrar el maíz y yo con las mujeres aprendí a sembrar el frijol… hoy sabemos que es posible crear alternativas de producción y consumo al margen de la industria alimentaria actual, para eso hemos creado una comunidad basada en la cooperación, la colaboración y el intercambio, buscando mejorar nuestra calidad de vida, así como generar una mayor conciencia”.

En entrevista con Rosario Pilar Ibarra (12 de marzo de 2018) en el Colegio Integral Gandhi, ella menciona que “el huerto “Bapu-subzi” es un espacio de equipamiento ambiental donde el personal docente y estudiantes tienen la oportunidad de re-aprender a valorar el uso de los recursos naturales, así como de construir conocimiento de forma práctica con los proyectos que se realizan en este lugar, la actividad en el huerto inició hace 8 años con un huerto para primaria ubicado en la planta baja y cuando se inauguró secundaria se hizo un huerto en el techo. Encaja muy bien con el sistema de aprendizaje del colegio (ASC) porque refleja el uso de competencias en el desarrollo de proyectos vinculados con la nutrición de cultivos, agroecología, etc.”

Audio de la entrevista realizada a Kippy Nigh y Rosario Pilar (duración: 3 minutos) ver link en la parte inferior de la página

En las siguientes imágenes se muestran los huertos urbanos del establecimiento “La Casa del Pan” (figura 4) y del “Colegio Integral Gandhi” (figura 5), realizados a través de cajoneras alzadas y llantas de reuso respectivamente, en los que se siembran hortalizas, hierbas aromáticas, flores, entre otras plantas.

Fig. 4 Huerto urbano en un establecimiento de alimentos (La casa del Pan). Foto: Gabriela Palacios

Fig. 5 Huerto urbano en una institución de educación básica (Colegio Integral Gandhi). Foto: Rosario Pilar Ibarra

CONCLUSIONES

La globalización amenaza a la sociedad porque reduce su calidad de vida, caracterizada por la priorización del crecimiento económico, la búsqueda de fuentes alternas de energía, el uso intensivo de combustibles fósiles y la comercialización de los recursos naturales. En México no es la excepción de que exista una constante contradicción entre la economía y la conservación de la diversidad biológica, usualmente guiada por indicadores económicos, sociales y ecológicos (Monroy & García Flores, 2013). No obstante, este ensayo nos ha permitido abordar los huertos familiares como uno de los sistemas productivos campesinos más importantes heredados por comunidades ancestrales, debido a que salvaguarda la biodiversidad ecológica a la vez que basa la seguridad alimentaria de las familias y defiende su soberanía alimentaria.

Cuando se estudian las sociedades campesinas hay que considerar que la relación entre naturaleza y cultura se modifica a lo largo del tiempo. Estos actores clave de la agroecología se ajustan constantemente a una serie de condiciones que incluyen una gran variedad de factores como los eventos climáticos, el mercado, la tecnología, las formas de organización social, religiosa, política, la población absoluta, la composición por edad y género, la densidad poblacional, los fenómenos migratorios y la educación formal (González- Jácome, 2003).

Los hábitos de consumo alimenticio en las ciudades han cambiado exponencialmente, poniendo en peligro la permanencia de los huertos por el avasallamiento del capitalismo. En este sentido, es importante valorar los beneficios y aportes que los huertos representan ante la crisis civilizatoria y considerar a la agroecología posible en zonas no solamente rurales, sino urbanas; a pesar de la visión dualista en la que la cultura humana trata como estorbo a la naturaleza pero acepta la expansión capitalista (Giraldo, 2018).

Por último, estoy convencida que derivado de la conformación de grupos lograremos que la masificación de la agroecología logre un crecimiento exponencial y tenga efectos en las conciencias de los individuos. Además con la continua difusión de experiencias exitosas de establecimiento de huertos urbanos a través de diversas redes, y la participación de las nuevas generaciones en proyectos agroecológicos, se pueda iniciar el feliz retorno a nuestra soberanía alimentaria.

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