LEONARDO BOFF
Apuntes para una Agroecología de la Liberación Latinoamericana
Tlacaelel Aarón Rivera Núñez
Resumen
Leonardo Boff es ampliamente reconocido como uno de los intelectuales con mayor influencia dentro del pensamiento latinoamericano contemporáneo. Uno de sus grandes aportes radica en sus críticas, propositivas y a la vez integradoras Tesis en áreas del conocimiento aparentemente tan diversas como Teología, Ecología, Cosmología, entre otras. Sin embargo, la principal contribución de Boff es su imperante participación en algunos de los movimientos sociales y agendas de mayor trascendencia para la construcción de una América Latina más justa y sostenible. Es referido, pues, como uno de los grandes precursores de la Teología de la Liberación, solidario acompañante del Movimiento de los trabajadores Sin Tierra, comisionado latinoamericano para la redacción de la Carta de la Tierra, cofundador de movimientos nacionales por los derechos humanos en varios países y el principal resonante en la encíclica Laudato Si’, recientemente promulgada por el pontífice latino Francisco. A pesar de lo anterior, poca atención han recibido los aportes de Boff en la articulación de uno de los despliegues actuales más promisorios para la emancipación de América Latina: la llamada triple ‘revolución agroecológica’ (epistemológica, técnica y social). Ante tal reconocimiento, el presente ensayo tiene por objeto [1] dilucidar los diferentes contextos históricos en los que se ha visto involucrado Leonardo Boff y explicar como, desde ahí, han surgido importantes contribuciones epistemológicas como el ‘Cuidado de la Casa Común’, la ‘Ecología Integral’ y la ‘Alternativa Bioregional’. Posteriormente [2] se esbozará un epítome de lo que se podría denominar una ‘Agroecología de la Liberación Latinoamericana’ desde la perspectiva Boffiana.
Palabras clave: Teología de la Liberación, Laudato Si’, Ética del Cuidado, Ecología Integral, Alternativa Bioregional, Agroecología Latinoamérica.
Reseña biográfica
Leonardo Boff (cuyo nombre civil es Genezio Darci Boff) nació en 1938 en Concórdia, Brasil. Sus orígenes familiares son de emigrantes italianos arribados a Río Grande do Sul a finales del siglo XIX, y asentados en el Estado de Santa Catarina quienes fundan un pueblo aledaño a tierras de la tribu Kaigans, de los Guaranís. A sus veinte años de edad, a la par que cursaba estudios universitarios en Filosofía, Leonardo ingresó al noviciado del Convento de San Francisco de Asís. Ampliamente inspirado por la figura de Asís y con una notable sinergia vocacional espiritual-académica, Boff inicia estudios doctorales sobre Teología y Filosofía en la Universidad Ludwing-Maximilian de Múnich, donde después de vincular su formación en los departamentos de Lingüística y Antropología de las Universidades de Wüzburg y Oxford, obtuvo su grado en 1970 tras defender una tesis titulada “La Iglesia como sacramento en el horizonte de la experiencia del mundo. Ensayo de una fundamentación estructural-funcional de la eclesiología”. A partir de 1971 Leonardo Boff ha sido profesor titular y visitante en Institutos Eclesiásticos, Universidades y Centros de Investigación de diversos países como Brasil, Estados Unidos de América, España, Portugal, Noruega, Suecia, Suiza, Italia y Alemania. Dentro de su amplia militancia y vinculación en movimientos sociales resulta meritorio destacarlo como uno de los fundadores de la Teología de la Liberación, importante impulsor del Movimiento de los Sin Tierra y referente espiritual latinoamericano del movimiento ecológico de la segunda mitad del siglo XX. Por sus planteamientos emancipadores en 1984 y 1992 fue sometido a procesos por las autoridades doctrinales vaticanas condenándolo a un año de silencio obsequioso, depuesto totalmente de su quehacer académico en el ámbito religioso. En 1993 promueve el Estado Laico y finalmente renuncia al ministerio sacerdotal. Desde entonces Leonardo vive en el Jardim de Araras (región campestre-ecológica de Petrópolis) con su compañera de vida, la también teóloga Marcia María Monteiro de Miranda, lugar en donde se dedican a sentipensar la experiencia humana en la Madre Tierra y a transmitir sus experiencias alrededor del mundo. Actualmente la obra de Boff incluye más de 60 libros y centenares de artículos, ponencias, columnas y manuscritos técnicos sobre disciplinas tan variadas como Teología, Filosofía, Ecología, Psicología, Cosmología, Ética, Antropología, Política y Derecho. Entre sus principales distinciones sobresalen los Honoris Causa por las Universidades de Turín, Lund, Rosario y Nacional de la Plata; su adscripción como asesor de la presidencia de la ONU para temas de derechos humanos y de la Tierra; sus galardones en 1992 a la medalla Thomas Morus por la firmeza de conciencia, en 2001 el Right Livelihood Award (Nobel Alternativo de Estocolmo) y en 2016 como Medalla de Oro a la Creatividad Intelectual por el Instituto Australiano Nautilus de Seguridad y Sustentabilidad (http://leonardoboff.com/).
Teología de la Liberación y Ética del Cuidado: una vida de Laudato Si’.
“Una sociedad no vive sin utopías, es decir, sin un sueño de dignidad, de respeto a la vida y de convivencia pacífica entre las personas y pueblos.” Leonardo Boff
Después de concluir sus estudios doctorales en Alemania y ya como profesor de teología en el Instituto Filosófico-Teológico Franciscano de Petrópolis en Brasil, Leonardo Boff formó parte fundamental de las reflexiones articuladoras de uno de los movimientos del siglo XX con mayores repercusiones para la justicia social en América Latina: la Teología de la Liberación. Acorde con Dussel (1990), cuando Boff retorna a Brasil se encuentra con los trabajos pioneros del ex pastor presbiteriano Rubem Alves, cuya disertación doctoral de 1969 por la Universidad de Princeton se tituló “Towards a theology of human liberation”. A partir de entonces emanaron con mayor fuerza discursos de indignación y praxis transformadoras en torno a la recién acuñada Teología de la Liberación a lo largo y ancho de Latinoamérica. Entre los principales precursores de dicho movimiento se encuentran, además de Alves y Boff, el fraile dominico brasileño Frei Betto, el sacerdote católico peruano Gustavo Gutiérrez, el teólogo jesuita uruguayo Juan Luis Segundo, el sacerdote católico salvadoreño Oscar Romero, el filósofo argentino Enrique Dussel, el sacerdote católico colombiano Jorge Restrepo, así como el obispo mexicano Samuel Ruiz.
Precisamente Dussel (1986) arguye que grosso modo la Teología de la Liberación se fundamentó sobre las siguientes tres propugnas medulares: (1) una teología sustentada en la periferia de las sociedades y a los márgenes de las instituciones eclesiales, (2) los pobres no como objetos de caridad, sino como artífices de su liberación y (3) la realización de cambios sociales, económicos y políticos trascendentales, bajo el enfoque de una teología que contribuyera a la realización humana. Para ello, sus precursores prontamente reconocieron las carencias de la teología convencional en su accionar metódico. De tal manera, influidos por su amplio devenir académico y por su vocación eclesial, encontraron en las ciencias sociales críticas y en el cristianismo progresista morada para una praxis realmente transformadora. Sobresalen, pues, las incorporaciones a la Teología de la Liberación de los presupuestos del humanismo cristiano de Mounier, Lebret y Calvez, así como la academia crítica de Marx, Gramsci, Althusser y, por supuesto, la educación popular latinoamericana de Freire y Fals Borda (Dussel, 1972; Boff, 1980).
Al interior del pensamiento de la Teología de la Liberación, Leonardo Boff contribuyó con una impronta preferencial por el humanismo en lugar del dogmatismo de las ciencias sociales críticas. Su rechazo al capitalismo eclesial (al cual cuestiona como pecado estructural) estuvo acompañado de planteamientos antropológicos, psicológicos, sociológicos y sobretodo de la filosofía social, esta última con el marxismo a la cabeza (Boff, 1972; 1981). No obstante, vale la pena señalar que las incorporaciones de Boff fueron más substraídas de las experiencias de movimientos obreros y estudiantiles - sobretodo franceses - que de los propios planteamientos teóricos iniciales, enfatizando que la Teología de la Liberación fue uno de los movimientos que ‘latinoamericanizaron’ al marxismo por primera vez, junto con los aportes de José Carlos Mariátegui al pensamiento socialista peruano y con la Revolución Cubana, dándole una dimensión ‘histórico-social’ para el subcontinente (Dussel, 1990). Al respecto, en la obra “Teología desde el Lugar del Pobre”, Boff plasma expresamente que para que una facción crítica de la iglesia latinoamericana lograra la liberación del ‘gran sur’ debería fundamentarse sobre los siguientes principios: antropológicos sobre eclesiásticos, utópicos sobre efectivos, críticos sobre dogmáticos, sociales sobre personales y de ortopraxis sobre ortodoxias (Boff, 1984). https://www.youtube.com/watch?v=IPLEjVJx6-4
A la luz del siglo XXI se han vuelto evidentes las implicaciones y los alcances de la Teología de la Liberación en América Latina, además de en algunas regiones de África y Asia. Respecto del subcontinente latinoamericano resulta meritorio señalar la afinidad de algunos gobiernos progresistas de izquierda hacia la Teología de la Liberación, tales como: Daniel Ortega en Nicaragua, Fernando Lugo en Paraguay, Hugo Chávez en Venezuela, Rafael Correa en Ecuador, Evo Morales en Bolivia, José Mujica en Uruguay y qué decir de Lula da Silva, el surgimiento del Partido de los Trabajadores (PT) y el Movimiento de los trabajadores rurales Sin Tierra (MST) en Brasil (Boff, 2005). Aquí encontramos una fundamental contribución de Boff en su tierra natal.
Otro de los grandes alumbramientos de Boff es su inclinación por los movimientos altermundistas latinoamericanos. Y que mejor referencia para ilustrar lo anterior que su soporte de años al MST, movimiento al que francamente se ha referido como ‘la larga marcha de los pobres hacia la tierra prometida’ (Boff, 2005). De manera sobre sintética, el MST es un movimiento político que por ya más de 30 años viene luchando por crear un orden popular – en sentido amplio - contradictorio al mundo de las potencias, y cuyo estandarte la promulgación de una ‘Reforma Agraria Integral’ en Brasil. Históricamente se le sitúa en consecuencia al latifundismo nacionalista de la dictadura brasileña, y surgente de las movilizaciones del PT, así como de las miles de comunidades eclesiásticas de base y pastorales indígenas resultantes de la Teología de la Liberación. La principal motivación del soporte de Boff al MST ha sido el reconocimiento de una lucha por recuperar uno de los valores más añejos y merecedores de la humanidad: el derecho y acceso a la tierra como bien común. Ante ello y con motivo del 30 aniversario del movimiento, Boff los alimenta con su característica mística al dedicarles las siguientes líneas:
“Quiero para ustedes ser como siempre fui: un compañero de camino, solidario en las tribulaciones y participe de las victorias. Recordando que nada se resiste a la lucha perseverante. Quien en la noche continúa creyendo en el sol, lo verá brillante y generoso naciendo por la mañana…” (Boff, 21 de enero de 2014[1]).
Precisamente la activa participación de Boff en la articulación de la teología incomoda y su naciente vínculo con movimientos agraristas lo llevaron a ser sometido a su primer proceso por las autoridades vaticanas, mismo del cual fue prontamente absuelto por las grandes presiones internacionales en su defensa. Sin embargo, posterior al año silenciado y sin separarse de sus ideales sociales y vocación teológica, Boff inicia un giro hacia las crecientes cuestiones ecologistas que comienzan a tornarse substanciales a nivel mundial. Rápidamente se convierte en uno de los referentes latinoamericanos en la materia, ya que permea al movimiento con un amor místico centrado en la figura de Francisco de Asís (Boff, 1981). Dos elementos se tornan centrales en las primeras concepciones ambientales de Boff: (1) expresa propositivamente la urgencia de construir un ethos universal apto para la preservación de toda la comunidad biótica, a la cual acuña como ‘ética del cuidado’ y le sitúa de manera más inherente en la naturaleza femenina-sagrada del ser humano (Boff, 2000; 2002) y, (2) el reconocimiento de que salvaguardar a la tierra conlleva un arduo y paralelo camino de liberación de los oprimidos y de una ‘opción preferentes por los pobres’ (Boff y Funes, 1993; Boff, 1995). ¡Inquebrantable convicción teológica!
Las vertiginosas tesituras éticas y teológicas de Boff lo llevaron a que los grandes círculos ambientales le incorporaran prontamente en sus agendas. En 1992 fue invitado a participar en la Cumbre de la Tierra de Río de Janeiro, evento organizado por la Organización de las Naciones Unidas que albergó a 187 países y del cual emanó un programa general de trabajo para alcanzar un desarrollo sostenible en los diferentes territorios: la llamada Agenda 21. Posteriormente, en 1997 Boff formó parte del consejo latinoamericano de la comisión para la iniciativa de la redacción de La Carta de la Tierra, declaración mundial de propuestas y principios abocada a cuatro demandas fundamentales: (1) Respeto y cuidado de la tierra, (2) Integralidad ecológica, (3) Justicia social y económica, (4) Democracia, no violencia y paz. Dentro de dicha iniciativa publicada en el año 2000 y traducida a más de 20 idiomas, nuevamente la huella ética de Boff jugó un papel central, para lo cual el autor refiere lo siguiente:
“Luché mucho para que en el documento entrase esa dimensión espiritual-social. Me pidieron que escribiese un gran final: que nuestro tiempo sea recordado por el despertar de una nueva reverencia ante la vida, por el firme compromiso de alcanzar la sostenibilidad, por la rápida lucha por la justicia, por la paz y por la celebración alegre de la vida…” (Boff, 12 de noviembre de 2001[2]).
Previo anuncio de su participación en la Cumbre de Río de Janeiro, Boff fue advertido nuevamente por la Defensa de la Fe a ser sometido a otro proceso de juicio eclesial. Ante ello, Boff renuncia al ministerio sacerdotal y se promulga a favor del Estado Laico. Existe un proverbio precisamente bíblico que dice “nadie es profeta en su tierra” y por extensión podría asumirse que tampoco en su tiempo. Sin embargo, parece que la irónica vida le hubiese hecho justicia a Boff y tras la renuncia del Jefe de Estado de la Ciudad del Vaticano Joseph Ratzinger (Papa Benedicto VI, quien formará parte fundamental de la tesis doctoral de Boff en Alemania y años más tarde lo sentará en la silla de Galileo para juzgarlo), en 2013 el sacerdote jesuita argentino Mario Bergoglio es elegido el nuevo dirigente del Vaticano y se nombra precisamente bajo el papado de Francisco. Bergoglio es amigo de antaño de Boff y con quien comparte rasgos característicos: además de su inspiración por la figura de Francisco de Asís, por ser hijos de inmigrantes italianos arribados a Latinoamérica, su preferencia por los pobres, el reconocimiento de la urgente necesidad de una renovación de la iglesia católica más allá de la centralidad del Vaticano, así como su preocupación por el devenir ecológico del planeta.
Precisamente sobre dicha base de amistad y reconocimiento es que Boff, a escasos meses del nombramiento de Bergoglio, le escribe una carta solicitándole – entre otras cosas – que escribiera una encíclica sobre ecología capaz de sacudir conciencias y de encaminar a una verdadera salvación del planeta (Corpas, 2016). Comenta el propio Boff que al poco tiempo recibe el siguiente mensaje del Papa Francisco vía Eduardo Valdés (embajador de Argentina ante la sede): “Dile a Boff que me mande sus documentos sobre los bienes comunes de la tierra... a la embajada y no al Vaticano, porque no me los van hacer llegar” (Corpas, 2016). Audazmente Boff le envío todos sus textos sobre Ecología y Ética, así como sobre nueva Cosmología y Biología, subrayándole en dichos trabajos no caer en una encíclica verde, sino plasmar la ecología en una relacionalidad humana, enfatizando sobremanera el componente ético-espiritual que representaría el concepto del ‘cuidado de la casa común’ como eje articulador (Boff, 2006). No obstante, cuando se le cuestiona a Boff sí escribió la CARTA ENCÍCLICA LAUDATO SI’ SOBRE EL CUIDADO DE LA CASA COMÚN - presentada en el Sínodo del Vaticano en mayo de 2015 - expresa cabalmente que fue el Papa Francisco y que él solamente aportó humildes ladrillos para ello; textualmente alude:
“Tengo que decir que el Papa Francisco fue quién escribió la encíclica, y que logró además establecer una íntima relación entre los pobres y la fragilidad del planeta… lo que también puedo decir es que siento en ella resonancia de mis pensamientos” (Boff, 9 de febrero de 2016[3]).
Ante la obviedad de que el sector conservador de la poderosa curia romana no ve con buenos ojos la relación de Bergoglio con Boff, este último se ha limitado a referirse a sí mismo como un discreto consejero del primero y a mimetizarse cuando emanan los cuestionamientos públicos sobre la carta encíclica. En todo caso la cuestión no radica en desentrañar sí Boff fue el artífice o no del documento, sino de notar nuevamente su legado en otro de los textos con mayor alcance para la humanidad (por la representación ecuménica de la Iglesia Católica). Las encíclicas que etimológicamente del Latín y del Griego significan <<envolver en círculo>> son precisamente eso, un mensaje circular en forma de carta escrito por el Papa que se hace llegar a todos los obispos del mundo manifestando una alta prioridad para el ejercicio eclesial. Generalmente éstas se han escrito durante lapsos particularmente apremiantes para el devenir humano, como ante amenazas nucleares o las guerras de Vietnam e Iraq. Es importante resaltar que Laudato Si’ es la primer encíclica en materia ecológica. Y ni siquiera es necesario hacer una meticulosa lectura del documento para inevitablemente remontarse a Boff: a su ética del cuidado, a su íntima referencia al planeta Tierra como la casa común, a su integralidad ecológica como vía, a la dignidad de los pobres como el gran pendiente, a visualizar el acceso a la tierra como valor humano fundamental, a su preocupación por el antropocentrismo desviado, a su derecho al trabajo justo y gustoso, y qué decir de su verbo ‘cultivar’ y del sustantivo ‘custodios’ para referirse a los quehaceres campesinos. ¡Leonardo Boff representa una vida inquebrantable de Laudato Si’! ... “Alabado seas, mi señor, por la hermana nuestra madre tierra, la cual nos sustenta, y gobierna y produce diversos frutos con coloridas flores y hierbas” (Fonti Francescane, en Francisco, 2015).
Ecología Integral: emergencia de la relacionalidad ambiente-sociedad-mente.
“No vayas por caminos ya andados, de lo contrario nunca dejaras tu huella en el suelo.” Leonardo Boff
Ante el cada vez más profundo reconocimiento de que la Ecología se tornaba una de las fuerzas motoras de cambio en el paso al tercer milenio, Boff emprende un verdadero viaje ontológico al interior de dicho campo académico acuñado por el biólogo alemán Ernest Haeckel (Boff, 1995). Valiéndose esta vez de sus conocimientos en Filosofía Relacional, Boff plantea que la amplia concepción inicial de Haeckel sobre el estudio de la casa, paulatinamente termina adquiriendo un carácter subcategorial respecto de la Biología como disciplina madre, a la luz tanto de las evidentes debacles ambientales de la primera mitad del siglo XX como de los parcelamientos cartesianos característicos de la ciencia. Desde el planteamiento ontológico de Boff, este aprisionamiento de la Ecología Biológica representa apenas una de sus relacionalidades: la ambiental, a la cual habría que incorporar los componentes sociales y mentales para poder hablar de una totalidad o integralidad ecológica. Como se disgrega líneas adelante, para Boff la ecología integral se presenta como una visión holística (aristotélica), no como la mera suma de las partes sino como totalidad orgánica (marxista), una aunque diversa en sus partes, pero siempre articulada entre sí (Boff, 2001).
Para Boff, entonces, la ‘Ecología Ambiental’ como su nombre lo expresa es aquella que se preocupa por que el medio ambiente no sea desfigurado excesivamente. Centra su accionar en la denuncia de los múltiples agentes de contaminación y en la búsqueda de preservación de la diversidad biológica, a través de un enfoque de evaluación de la calidad ambiental. Su proceder privilegia las soluciones técnicas, lo cual es importante porque intenta corregir materialmente la brutalidad del proyecto civilizatorio industrial. Sin embargo, el principal sesgo que se reconoce en torno a esta ecología es que ve a la naturaleza fuera de la sociedad y del propio ser humano (Boff, 1995).
La ‘Ecología Social’ es aquella que logra insertar a la sociedad y al ser humano dentro de la naturaleza. Propugna la capacidad de satisfacción de las carencias humanas sin el sacrificio del patrimonio natural ni de la continuidad generacional de habitar una Tierra digna. En este sentido, cuestiona fuertemente los fundamentos infinitos, utilitarios y energívoros de la sociedad moderna (Boff, 2001).
Por su parte, la ‘Ecología Mental’ plantea la necesidad de trascender la decadencia societal producto de sombríos arquetipos presentes en la experiencia humana, para lograr verdaderamente reivindicar la devastación ambiental del planeta. Cuestiona abiertamente el antropocentrismo univoco, y propone en contraparte la comprensión del ser humano como miembro interdependiente de una intrincada red de relaciones (Boff, 2009).
Finalmente, parafraseando a Boff (2001) la ‘Ecología Integral’ es la que emerge creativamente de la ambiental, la social y la mental. Deviene tanto de una síntesis de los aportes académicos de la Astrofísica, Nueva Cosmología, Física Cuántica y Nueva Biología, así como de la sabiduría de muchas tradiciones no occidentales. Esta ecología encamina habituar la experiencia humana a vislumbrar la totalidad orgánica y a comprenderla como un ‘uni-verso’: integrado-dinámico, tenso-armónico, cósmico-trascendental (https://www.youtube.com/watch?v=P8Hf0TqvAJE). De este entendimiento del cosmos se origina el potencial de que el ser humano despierte a la preservación de la vida como una misión y no como un simple acto ajeno a sí mismo y en consecuencia sujeto de aleatoriedad.
La Alternativa Bioregional: del yo industrial al nosotros moradores de la tierra
“El desafío que se impone parece ser este: pasar de una sociedad de producción industrial en guerra con la naturaleza a una
sociedad de promoción de toda la vida en sintonía con los ciclos de la naturaleza y con sentido de equidad.” Leonardo Boff
Otra de las grandes preocupaciones de Boff durante las últimas dos décadas ha sido el desentrañar, desde sus característicos abordajes teológicos, éticos y filosóficos, los rasgos subyacentes al capitalismo neoliberal - en tanto orden mundial - para buscar (re)articular modelos civilizatorios más adaptados a las condiciones de la Tierra. Quizá el mayor avance de Boff en este sentido, ha sido el logrado de la mano del cosmólogo Mark Hathaway a través de sus apuestas por un ‘Tao de la Liberación’ y una ‘Ecología de la Transformación’. Hathaway y Boff (2014) precisan anunciarle los apellidos corporativo, desarrollista, financiero, imperialista y destructivo a la fase neo-liberal e hiper-industrial del capitalismo, para poder esbozar al menos los elementos básicos de una metamorfosis del camino al cambio. Emplean precisamente el antiguo concepto chino del Tao <<la vía>> para referirse a la sabiduría humana capaz de sucintar una profunda concepción liberadora del yo industrial, y a la ecología como la praxis capaz de accionar las líneas básicas transformadoras para un nosotros moradores de la tierra (Hathaway y Boff, 2014). En consecuencia, proponen puntuales rasgos culturales, económicos, políticos, educativos, así como una escala que precise dicha alternativa.
A esta visión capaz de integrar el camino de la liberación con la praxis transformadora la han acuñado como la ‘Alternativa Bioregional’ (Hathaway y Boff, 2014) (https://www.youtube.com/watch?v=7VcOo7ib1Yk). Haciendo una síntesis de importantes aportes biológicos, antropológicos, psicológicos, económicos y sobre todo geográficos, los autores plantean que muchos de los rasgos patológicos del capitalismo global devienen precisamente de una gradación distorsionadora de la naturaleza humana, para ello proponen como escala de concepción liberadora y acción transformadora a la Bioregión, misma que definen de la siguiente manera:
“Una entidad geográfica que normalmente se define por el área de captación de una cuenca fluvial. Muestran ciertas características comunes en cuanto a la vegetación, la topografía y la vida silvestre. Es lo suficiente extensa para permitir un cierto grado de diversidad, y la posibilidad de autosuficiencia económica básica, pero lo suficientemente reducida para facilitar un conocimiento en profundidad de sus condiciones locales” (Hathaway y Boff, 2014: 427).
Las cuencas fluviales y sus territorios, entonces, tienen el potencial de convertirse en una alternativa bioregional erigiéndose inicialmente sobre una base económica de los ‘óptimos’ en lugar de los ‘máximos’ (Hathaway y Boff, 2014). Ello implica ineludiblemente que la gente se adapte al medio, y no adaptar el medio a la gente como sucede en el modelo industrial. Resulta preciso construir autosuficiencias materiales y membranas selectivamente permeables entre bioregiones, para lo cual se tornan inminentes la cooperación comunitaria, los circuitos alimentarios cortos y un giro progresivo de los empleos a la creación de medios de vida. De manera tal, para que esta lógica económica se vuelva plausible, precisa categóricamente de una transformación de los valores culturales del capitalismo. Constriñe transitar de los monocultivos de la mente (Shiva, 1993) a la diversidad cultural como signo de madurez, de la competencia individual y la polarización social a la simbiosis de los valores compartidos como síntoma de paz y, sobre todo, del bienestar y el desarrollo al buen vivir como ‘ética del habitar humano’ (Boff, 2011) (Cuadro 1).
De igual manera, la alternativa bioregional precisa de cambios profundos en nuestra forma de concebir y ejercer el poder. La política de la alternativa bioregional requiere dar un vuelco de la verticalidad en la toma de decisiones a los consensos colectivos, del control del poder a la subsidiaridad de las decisiones (trozos de razón que integren círculos de verdad) y de la centralidad organizativa del poder, a localizaciones funcionales y adhesivas de holiarquias sistémicas (Cuadro 1). Para que emerjan estas ‘economías de los óptimos’, ‘culturas de la diversidad’ y ‘políticas de la subsidiaridad’, sin lugar a dudas, resulta fundamental su sustento sobre una base educativa particular (Boff, 2008). A dicha base Hathaway y Boff (2014) le denominan ‘escuelas de sabiduría’ en contraparte de las actuales fabricas del conocimiento, y esta propuesta se fundamente en un giro ontológico de la colección de objetos a plataformas relaciones del saber; en donde la educación regresa a su raíz latina educere <<sacar fuera, extraer>> y se ejerce a través de (ver) compilación de información sobre un problema o tema e inclusión de nuestra propia experiencia en ello, (juzgar) se analizan las causas y consecuencias para descubrir raíces y proponer soluciones, y finalmente (actuar) sintetizar las ideas adquiridas e ideación y ejecución de un plan de acción.
Cuadro 1. Rasgos contrastantes de la Alternativa Bioregional respecto del des/orden dominante actual (Hathaway y Boff, 2014).
Hacia una Agroecología de la Liberación Latinoamericana: cultivar y custodiar la Pachamama.
“Tenemos que producir para atender a las demandas humanas en sintonía con los ciclos de la naturaleza y
con sentido de equidad en la distribución de los beneficios y servicios para todos.” Leonardo Boff
Los años más recientes del trabajo de Boff han tenido un fuerte impulso en reconocer los saberes y prácticas de pueblos originarios y movimientos sociales, e integrarles enteramente como visiones y construcciones de mundos alternativos al modelo civilizatorio capitalista (industrial-corporativo). Precisamente dentro de esta empresa es que Boff se ha acercado formalmente al campo de la Agroecología (mediante su participación en el VIII Congreso Brasileño de Agroecología y en la 15a Jornada de Agroecología de Paraná), a la cual rápidamente ha comenzado a irradiar con su impronta refiriéndole no sólo como una práctica de producción sustentable, sino también como una de las pocas capaces de cuidar la salud de la casa común y, sobre todo, como la que proclama una verdadera unión tierra-humanidad (https://www.youtube.com/watch?v=UW-doPpcDkk&t=2595s). Partiendo de esta inicial pero expresa relación de Boff hacia la Agroecología, en las líneas venideras se busca generar una reflexión más amplia respecto a la que podríamos denominar una ‘Agroecología de la Liberación Latinoamericana’ desde una perspectiva nítidamente Boffiana.
El presupuesto inicial a incorporar para hablar de una Agroecología de la Liberación Latinoamericana desde la perspectiva de Boff, es su visión tipológica respecto de las acciones transformadoras. Para él existen tres grandes tipos de acciones que buscan la transformación del modelo civilizatorio neoliberal: las reformistas, las proféticas y las visionarias (Boff, 2014). Considera escenarios reformistas aquellos que buscan promulgar o mejorar leyes, protestar contra las injusticias, así como boicotear los actos del sistema dominante. Por su parte, los escenarios proféticos son los que buscan comprender las causas estructurales de la crisis para proponerle alternativas plausibles. Finalmente, considera escenarios visionarios aquellos que – además de promover reformas y buscar alternativas - aspiran verdaderamente a cambiar las cosmologías del modelo, para en consecuencia actuar profundamente un nuevo paradigma. Para ello toma como praxis la idea de cambio paradigmático de la biofísica Donella Meadows, la cual abstrae en el siguiente sentido:
“…Se señalan constantemente las anomalías y los fallos de viejo paradigma, se habla constantemente y en voz alta del nuevo, se introduce a personas estratégicas en lugares que proporcionan visibilidad pública y poder. No se pierde tiempo con los reaccionarios, sino que se trabaja con agentes del cambio activos y con el vasto terreno medio de personas que tienen una mente abierta.” (Hathaway y Boff, 2014:420).
En relación a lo anterior, resulta evidente que actualmente la Agroecología Latinoamericana propugna algunas acciones reformistas, bastantes proféticas y en realidad pocas paradigmáticas. Podemos aludir como ejemplos de acciones reformistas a las loables leyes por las semillas en Venezuela y de fomento a la producción agroecológica en Nicaragua, así como a las propias búsquedas de reformas agrarias integrales en Brasil y Paraguay. Dentro de las acciones proféticas de la agroecología se pueden agrupar por ejemplo las transiciones agroecológicas de sistemas productivos y la articulación de nuevas lógicas de mercados, entre muchas otras. Como menciona el propio Boff, tanto las acciones reformistas como las proféticas son sumamente relevantes, sin embargo las profundamente capaces de construir otro modelo son las acciones transformadoras paradigmáticas. En este sentido, resulta ampliamente meritorio resaltar a la revolución agroecológica de Cuba y a La Vía Campesina (LVC) como las dos principales acciones transformadoras de alcance paradigmático dentro de este intento por esbozar las bases de una Agroecología de la Liberación Latinoamericana. La primera de ellas – como es bien sabido – resultante de las creativas respuestas tecnológicas, agrarias, económicas, ecológicas, educativas y sociales “cuentapropistas “de la sinergia pueblo-gobierno cubano, para evitar la fatal crisis alimentaria que advenía el retiro del apoyo soviético (Funes, 2009; Rosset et al. 2011). Por su parte, LVC como el movimiento internacional –con una notable génesis latinoamericana a partir de la Asociación de Organizaciones Agrarias Centroamericanas (ASOCODE) y de la Coordinadora Latinoamericana de Organizaciones Campesinas (CLOC) - que representa alrededor de 200 millones de campesin@s, indígenas, migrantes, pobres urbanos, pueblos sin tierra y pequeños trabajadores agrícolas de más de 70 países en una proclama global de esperanza y lucha por la soberanía alimentaria en el más amplio de sus sentidos (LVC, 2005; Holt-Gimenez, 2006; Martínez-Torres y Rosset, 2010).
Otro de los razonamientos sobre el que habría de erigirse una Agroecología de la Liberación Latinoamericana acorde al pensamiento de Boff, sería el reconocimiento de que la agroecología es antes una cuestión ética que científica en la relación tierra-humanidad. Desde esta apreciación, demarcan particular importancia para la Agroecología los profundos ‘entendimientos-mundo-agrícolas’ como el de la Pachamama entre los pueblos originarios de los Andes o el de Lu’um entre los Mayas Yucatecos, que comparten concepciones orgánicas de la Madre Tierra como supraorganismo vivo (sintiente e incluso pensante) y como moradora del cosmos, tiempo y espacio de la acción humana. Dichas cosmologías originarias representan complejos principios de vida y profundas guías para el cuidado de la Tierra, de manera tal que se buscan en todo momento accionares de plenitud a los que los Quichuas expresan como Sumak Kawsay, los Aymaras como Suma Qamaña, los Mapuches como Küme Mogen y los pueblos Nahuatls como Yek Nemilisti. Todas ellas tienen una aguda significancia del ‘buen vivir’ como ética del habitar humano, misma que posiciona simbólicamente al quehacer agroecológico como el ‘cultivar de la vida’ y a las campesinas y los campesinos como los ‘custodios de la Tierra’ (Gonzales, 2014; Giraldo, 2014).
Sin lugar a dudas, otro de los aspectos a considerar al hablar de una Agroecología de la Liberación Latinoamericana desde la perspectiva Boffiana, sería el planteamiento de integralidad ecológica como totalidad orgánica. Está tesitura cobra particular significancia para la representación académica de la Agroecología en América Latina, a la cual autores como Altieri y Toledo (2011), Ferguson y Morales (2010) han denominado como la ‘Triple Revolución Agroecológica: de dimensiones epistemológicas, técnicas y sociales’. Resulta evidente por ejemplo que la aplicación técnica de la ciencia ecológica en la agricultura representaría la relacionalidad de una Agroecología Ambiental; el abanderamiento de la soberanía alimentaria por los movimientos sociales como alternativa al enfoque neoliberal de provisión y comercio injusto de alimentos, ejemplifica la relacionalidad de una Agroecología Social; así como la recuperación de saberes campesinos y la generación de pensamiento agrícola y ambiental crítico que comienzan a trastabillar los fundamentos de la agricultura industrial, significan relacionalmente una Agroecología Mental. Así, siguiendo a Wezel et al. (2009) y retomando a Boff (2001), de los diferentes contextos mundiales donde se sucintan Agroecologías, en América Latina es donde adquiere un carácter más ‘Integral’, agrupante e intermediario de sus dimensiones: esto es, anqué relacional entre sus partes, una siempre articulada entre sí.
Como se ha esbozado líneas atrás, acorde con los planteamientos de Boff las unidades territoriales y paisajísticas básicas de articulación y configuración de una Agroecología de la Liberación Latinoamericana estarían representadas por la escala de bioregión. Recordando su propuesta, las alternativas bioregionales se integran a partir de rasgos de economías de la óptimidad, culturas de la diversidad, políticas de la subsidiaridad y escuelas de la sabiduría, sobre un espacio geográfico definido idóneamente por una cuenca fluvial. Aunque este planteamiento se asemeja en apariencia a la concepción Weberiana de ‘ideales utópicos’, resulta plausible ejemplificarle concretamente en algunas regiones como entre las comunalidades Zapotecas y Chinantecas de la Sierra Norte de Oaxaca, México, las regiones indígenas autónomas del Atlántico Norte y Sur de Nicaragua, así como en las regiones de Río Grande do Sul y Paraná, Brasil, entre otras. Tomando como breve caso el Valle del Río Pardo (en Río Grande do Sul) se pueden ejemplificar a trece comunidades con más de tres décadas produciendo a través de prácticas agroecológicas sobre la base geo-biológica de una cuenca hidrográfica. Subyace como rasgo económico la producción de más de un centenar de productos para autoconsumo, cerca de 40 comercializados a través de circuitos cortos y otros diez transformados por industrias artesanales para ser comercializados a las afueras de la región. Como rasgo de mediación y diversidad cultural han establecido una lógica mancomunada a la que denominan ‘consorcio cultural’ (Brinckmann et al. 2002), la política de subsidiaridad se ejerce a través de la toma de decisiones horizontales y circulares de 14 organizaciones (comunitarias, sindicales, cooperativas, civiles y gubernamentales) que integran la red Articulación en Agroecología del Valle del Rio Pardo (AAVRP) (Reis Costa y Barbosa de Souza, 2016), y en tanto escuela de sabiduría han nombrado a la iniciativa bioregional como ‘la gran biblioteca para la vida’ (Perico y Ribeiro, 2005).
Finalmente, el elemento de mayor trascendencia en la noción de una Agroecología de la Liberación Latinoamericana, debe de ser - sin lugar a dudas – su naturaleza liberadora manifiesta en la opción preferente por el oprimido. A la luz de la participación de Boff en los Seminarios CIDECI-Unitierra Chiapas, respecto de los aportes indígenas para la Ecología Integral y una nueva relación con la Pachamama, así como tras la mención en tsotsil al jTatik <<Nuestro Padre de Nosotros>> Samuel Ruiz como el nuevo santo de America Latina (https://www.youtube.com/watch?v=SDacA_ZUSEY), se hace evidente que el Zapatismo es uno de los movimientos que construye con mayor fuerza desde el espíritu liberador. En este sentido, es bien conocido que aunado a sus orígenes indígenas, revolucionarios e intelectuales, el Zapatismo manifiesta igualmente cierta génesis en la Teología de la Liberación. Ello puede relacionarse a partir de las constantes participaciones de Don Samuel (también conocido como ‘caminante de la luz’ o ‘sacerdote rojo’) dentro las conferencias del Episcopado Latinoamericano posteriores al Concilio Vaticano II, dentro de su trabajo pastoral en la Diócesis de San Cristóbal, y su postrero e importante afecto al movimiento que lo hicieron merecedor al siguiente reconocimiento el 14 de octubre de 1999 en Amatenango del Valle, ante la presencia indígena y con la participación de compañeros zapatistas:
“Así empezaron a hablarle ese día, con el sonido de los tambores, las ramas, los cohetes, flores, candelas, flautas, música, banderas: De ahora en adelante ya estás preparado, ya tienes el poder frente a todos los enemigos, por grandes que sean, para defender a tu pueblo; tienes la sabiduría, vienes de Dios, en ti radica un nagual muy grande para servir a tu pueblo; con cuarenta años de servicio a tu pueblo ya demostraste tu fuerza, tu sabiduría. Por eso te nombramos y consagramos jCanan Lum, ‘Cuidador de tu Pueblo’. ‘Él que lo ama y lo defiende’, tienes el poder para ello, estás en la plenitud de la vida.”(Santiago, 2016:21)
Seguramente el caminante de la luz continúa siendo fuente de inspiración que irradia de un espíritu liberador a un Zapatismo que construye caminos sobre la base de la Autonomía. Caminos a paso de caracoles bioregionales (fronteriza, selva, altos y centro) con apellidos de esperanza, corazón, futuro, semillas y ante los ojos de un mundo muy relacional e integral, donde caben muchos mundos. La política es la de dignidad, una en la que se manda obedeciendo a través de las Juntas de Buen Gobierno. La ética del habitar humano es la paz, el Lek Kuxlejal (Buen Vivir) entre los Tsotsiles y Tseltales. Las escuelas de sabiduría son de afirmación cultural y rebeldía, y son tan íntimas e importantes que se les refiere con cariño: Escuelitas Zapatistas. ¿Qué efecto tiene la luna moradora de las montañas del sureste mexicano sobre las plantas? –le pregunta el Sub Galeano a la Agroecología dentro del marco de los Debates ConCiencias por la Humanidad (https://www.youtube.com/watch?v=LmidNn2jsf4) - donde el paradigma que se propone es claro: ¡No más ciencia que substituya la punta del iceberg por otra, sino una capaz de irradiar hasta al más oprimido y profundo de los márgenes, en el mar de la dignidad humana!
[1] Declaración publicada para la página del MST.
[2] Declaración brindara al Jornal do Brasil.
[3] Declaración brindada a la Revista Proceso.
Referencias
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