En torno al ferrocarril

José María de Pereda (adaptado)

Dicen que después que se construya el ferrocarril, de cuyo proyecto empieza a hablarse ahora, la ida y la vuelta de la romería serán un soplo y, por consiguiente, esta no tendrá chiste y acabaremos por ir abandonándola.

—¿Y usté cree, señor don Cleto, que ese ferril se hará?

—Como ahora llueven tocinos. Mas aunque, por un momento conceda que el proyecto se realice, y lleguemos a ver un rosario de coches penetrar por las aguas de la bahía, pues por ella dicen que ha de ir el camino, ¿cómo es posible que ese infernal invento mate nunca entre nosotros el carro de bueyes para todo lo que sea comodidad?

—Y ello, don Cleto, ¿a manera de qué es ese demonches de laberinto? Dicen que es toufierro por acá y fierro po allá, y que rueda po encima del carril como si el diablo le llevara.

—Como no soy competente en la materia1, no puedo decirte lo que es el ferrocarril detalladamente; pero sí me atrevo a asegurar que no ha de tardar en convertirse esta invención en castigo providencial2 de la soberbia del hombre. Nos parecía molesto un viaje en carromato que tardaba quince días a Madrid desde Santander, y lo sustituyeron enseguida las galeras aceleradas, que echaban semana y media en recorrer la misma distancia. Íbamos en estos carruajes como en nuestra propia casa, pues en ellos dormía usted, comía, se mudaba la camisa, se quedaba en zapatillas, bajaba usted, se estiraba las piernas, se deleitaba en la contemplación de los paisajes que recorría; y llegó todo esto a parecernos poco y se inventaron las diligencias que van en tres días a Madrid, poniendo en constante peligro de muerte la vida de los viajeros. Parecía mentira que se pudiera correr más en menos tiempo, que hubiera un vehículo más veloz que las diligencias, que sólo de verlas devorar distancias sobre la carretera me mareo yo, y el orgullo del hombre ha querido más y ha inventado el ferrocarril, que marcha con la velocidad del pensamiento.

—Pero ¿tanto corre, don Cleto?

—Hombre, lo que yo puedo decirte, por lo que me ha contado mi amigo don Jorge Pedregales, que ha visto un ferrocarril que hay en Barcelona, es que si cuando va marchando un tren dejas caer una manzana desde la ventanilla de un coche, antes que la manzana llegue al suelo ha corrido el tren dos kilómetros.

—¡María Santísima! Pero ¿tan alta está la ventana?

—No, señor, tanto es lo que corre el tren...

------

(1) ser competente en una materia...... Entender mucho de esa materia, ser un experto.

(2) castigo providencial........................... Castigo de Dios.