El almuerzo

Voltaite. Zadig o El destino

Setoc, que no podía separarse de Zadig, pues el hombre encerraba mucha sabiduría, lo llevó a la feria de Balzora, donde se reunían los más grandes negociantes de toda la tierra habitada. Para Zadig fue un consuelo ver tantos hombres de distintos lugares reunidos en el mismo sitio. El universo le parecía una gran familia reunida en Balzora. Desde el segundo día se sentó a la mesa con un egipcio, un hindú gangárida1, un habitante de Cathay, un griego, un celta  y varios extranjeros más, que, debido a sus frecuentes viajes por el golfo arábigo, habían aprendido lo suficiente del árabe como para hacerse entender. El egipcio parecía encolerizado:

—¡Qué país abominable es Balzora! —exclamaba—. Me han negado mil onzas de oro por el mejor objeto del mundo.

—¿Cómo es posible —le preguntó Setoc— que por un objeto de tanto valor os hayan negado esa suma? ¿Qué clase de objeto es?

—El cuerpo de mi tía —respondió el egipcio—, que fue mujer muy valerosa. Me acompañaba siempre y murió en el camino; hice con ella una de las mejores momias que poseemos y en mi país me darían lo que yo quisiese si la pusiera en venta. Me extraña que no me quieran dar aquí lo que pido, siendo un objeto tan valioso.

Murmurando siempre, se dispuso a comer una gallina, cuando el hindú, tomándolo por la mano, le dijo dolorido:

—¡Ah!, ¿qué vais a hacer?

—Comerme esta gallina —dijo el hombre de la momia.

—No lo hagáis —respondió el gangárida—, podría suceder que el alma de la difunta se haya instalado en el cuerpo de la gallina y no podéis exponeros a comer a vuestra tía. Comer gallinas es ultrajar manifiestamente a la naturaleza.

—¿Qué pretendéis decir con vuestra naturaleza y vuestras gallinas? —replicó airadamente el colérico egipcio—. Nosotros adoramos al buey y, sin embargo, lo comemos.

—¡Adoráis a un buey! ¿Será posible? —exclamó el hombre del Ganges.

—Nada más cierto —respondió el otro—; hace treinta y cinco mil años que está establecida esa costumbre y nadie ha protestado entre nosotros.

—¡Treinta y cinco mil años! —dijo el hindú—. Esa cifra es un poco exagerada; no hace nada más que ochenta mil años que la India está habitada y con seguridad somos vuestros orígenes; Brahma nos había prohibido comer buey antes de que vosotros aparecieseis.

—¡Vaya animal comparado con Apis! —dijo el egipcio—. ¿Qué es lo que ha hecho de bueno vuestro Brahma?

El brahmán2 respondió:

—Fue quien enseñó a leer y escribir a los hombres y quien inventó el juego del ajedrez.

—Os equivocáis —dijo un caldeo que estaba cerca de él—: es al pez Oannes a quien se deben esos beneficios y es justo que solo a él se rindan honores. Todo el mundo os dirá que era un ser divino, que tenía la cola dorada y una hermosa cabeza de hombre y que salía del agua para orar en tierra tres horas por día. Hubo varios niños suyos que fueron reyes, como todo el mundo sabe, y yo tengo su imagen en mi casa, la cual reverencio como se debe. Se puede comer buey a gusto, pero es seguramente una costumbre impía comer el pescado. Además, sois los dos de un origen muy poco noble y demasiado reciente como para discutir. La nación egipcia cuenta con treinta y cinco mil años y los hindúes solo con ochenta mil, mientras que nosotros poseemos almanaques de cuatro mil siglos. Creedme, renunciad a vuestras locuras y os entregaré a cada uno una imagen de Oannes.

El hombre de Cambalú tomó la palabra y dijo:

—Respeto mucho a los egipcios, a los caldeos, a los griegos, a los celtas, a Brahma, al buey Apis y al pez Oannes, pero es muy probable que Li, o Tien, como se le quiera llamar, vale más que los bueyes y los peces. No diré nada sobre mi país: es tan grande como la tierra de Egipto, la de los caldeos y la India juntas. No discutiré sobre antigüedad, porque lo único importante es ser feliz y muy poco representa tener orígenes antiguos. Pero si hace falta hablar sobre almanaques, diré que toda Asia hace caso de los nuestros y que ya teníamos unos excelentes antes de que se conociera la aritmética en Caldea.

—¡Sois unos ignorantes! —exclamó el griego—. ¿Acaso no sabéis que el caos es el padre de todo y que la forma y la materia han puesto al mundo en el estado en que se encuentra?

El griego habló durante largo rato, pero fue interrumpido por el celta, que, habiendo bebido mucho mientras se discutía, creyó ser el más sabio de todos, y, gritando, manifestó  que no existía nada más que Teutah y que lo único que  merecía la pena era el brote de encina; que él siempre llevaba una corteza en el bolsillo; que los escitas, sus antepasados, eran las únicas personas de bien que tuvo el mundo; que a pesar de que habían comido carne cruda y humana, debía tenerse mucho respeto por su nación, y que si alguien hablaba mal de Teutah, él les enseñaría a vivir. La querella aumentó y Setoc vio que pronto la sangre correría. Zadig había permanecido callado y se levantó en ese momento, se dirigió primero al celta por ser el más furioso y le dijo que tenía razón y le pidió un brote. Aduló al griego en su elocuencia3 y dulcificó4 los espíritus exaltados. Poco habló con el hombre de Cathay por haber sido el más razonable. Después dijo a todos:

—Amigos míos, estáis disputando por nada, pues todos pensáis al fin y al cabo lo mismo.

Ante estas palabras gritaron todos.

—¿Acaso no es cierto —preguntó al celta— que no adoráis al brote sino a quien hizo el brote y la encina?

—Seguramente —respondió el celta.

—Y vos, señor egipcio, ¿no reverenciáis en un buey al que os ha dado todos los bueyes?

—Sí —dijo el egipcio.

—El pez Oannes —continuó— ¿cede ante el que hizo los peces y el mar?

—De acuerdo —dijo el caldeo.

—El hindú y el cathayano ¿reconocen como vosotros un único ser superior, de quien dependen la forma y la materia?

El griego, a quien se admiraba, manifestó que Zadig había interpretado muy bien su pensamiento.

—Entonces todos estáis de acuerdo —replicó Zadig— y no tenéis por qué pelearos.

Se miraron unos a otros perplejos5 y terminaron por abrazarse.



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(1) gangárida..................... Persona de Gangaridai, región de la antigua India, según los antiguos escritores grecorromanos. Según algunos,  en el delta del río Ganges.

(2) brahmán....................... Miembro de la casta superior de las cuatro tradicionales de la India.

(3) elocuencia................... Capacidad para hablar o escribir de manera que el oyente o el lector se sienta complacido, conmovido o convencido.

(3) dulcificar...................... En este texto, moderar los ánimos, amansarlos, tranquilizarlos.

(4) perplejo........................ Desconcertado, confuso.