Bacterias

Valeria Edelsztein. Los remedios de la abuela. Mitos y verdades de la medicina casera  (adaptado)

Nuestro planeta se formó, aproximadamente, hace 4.500 millones de años, como una bola caliente que, con el paso del tiempo, se enfrió y solidificó. A lo largo de 1.000 millones de años, y gracias a la fuerza de gravedad, se formaron la corteza terrestre, una atmósfera primitiva y, finalmente, los océanos. En este contexto, hace aproximadamente 3.500 millones de años aparecieron los primeros organismos vivos: las bacterias. En sus primeros 2.000 millones de años, transformaron la superficie de la Tierra y su atmósfera y desarrollaron, a escala reducida, todos los sistemas químicos esenciales para la vida: la fermentación, la fotosíntesis, la respiración y la fijación del nitrógeno atmosférico. Los primeros organismos multicelulares aparecieron en nuestra casa hace unos 700 millones de años.

Las bacterias son las responsables de que hoy nuestro planeta sea habitable. Sin embargo, siempre las asociamos con las enfermedades. Esto se debe a que muchas de ellas son, efectivamente, patógenas y, por lo general, específicas. Esto quiere decir que un tipo de bacteria origina un tipo de enfermedad. Entre las bacterias más dañinas están las que causan botulismo, cólera, tétanos, lepra, peste, tuberculosis, sífilis, fiebre tifoidea, difteria, brucelosis y numerosas formas de neumonía. ¡Poderosas las chiquitinas!

Pero, aunque los microorganismos llevan años y años viviendo sobre este planeta, la microbiología, que es la ciencia que los estudia, es bastante joven. Si bien en 1546 Girolano Fracastoro sugirió que las enfermedades podían deberse a organismos invisibles transmitidos de una persona a otra, los primeros microorganismos fueron observados un siglo después por Antoine van Leeuwnhoek, gracias a los microscopios que él mismo construía. Hacia 1869 el químico Louis Pasteur propuso una teoría según la cual las enfermedades infecciosas serían causadas por formas muy pequeñas de vida, que podían propagarse de un organismo enfermo a otro sano. Su teoría se convirtió en la base de la medicina moderna. Pero debieron pasar aún muchos años más para demostrar que las bacterias podían ser causantes de las enfermedades infecciosas en los animales. Los pioneros de este descubrimiento fueron dos grandes científicos: Robert Koch y el propio Pasteur. Ambos estudiaron, en forma paralela y sin conocer el uno los resultados del otro, el carbunco o ántrax, una infección grave de los animales domésticos que puede transmitirse al hombre. En veinticinco años fueron descubiertos los agentes bacterianos de las principales enfermedades humanas.

Pero... ¿qué hacen las bacterias para enfermarnos? Lo primero es instalarse en nuestro cuerpo con sombrilla y nevera, como para pasar una larga temporada (si es que no hacemos nada para echarlas). Una vez acomodadas, hay básicamente dos posibilidades generales.

Al igual que cuando vamos a la playa, las bacterias producen desechos, pero, mientras nosotros los guardamos en una bolsita y los tiramos a un cubo de basura, ellas los liberan (como, por ejemplo, ácidos y gases) en su entorno, es decir, en nuestros tejidos. Así, los restos de estos adorables invasores pueden producir lesiones en los tejidos. Es el caso de algunos estreptococos y estafilococos, o del Clostridium perfringens, que si bien forma parte de la flora normal de nuestro aparato digestivo, en otros tejidos puede llegar a causar gangrena gaseosa.

Por otro lado, las bacterias también nos enferman con su producción de toxinas. ¡Encima que vienen, se instalan y no piden permiso, liberan sustancias tóxicas que se transportan por la sangre y pueden actuar a distancia sobre órganos sensibles! O más vengativo aún, las toxinas se liberan cuando la bacteria se destruye.

Un ejemplo es el tétanos, que se desencadena cuando la bacteria Clostridium tetani entra por una herida en la piel y produce una neurotoxina (o sea, que actúa como veneno para el sistema nervioso) que provoca espasmos en los músculos y, como puede transportarse por la sangre, termina interfiriendo con todos los nervios del cuerpo. Otro ejemplo es el Clostridium botulinum, cuya toxina, la botulina, es la sustancia más tóxica que existe en el mundo.


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