Solicitud de participación de Cornelius Berzhot en el concurso de la isla
Joan Manuel Gisbert. El misterio de la isla de Tökland
Mi nombre es Cornelius Berzhot, el Aliento del Amanecer. Este apodo me fue otorgado en ceremonia ritual por mis amigos los indios pieles rojas durante mi última estancia en una de sus reservas. Desde entonces lo considero legítimamente como la segunda parte de mi nombre, como mi nombre mismo.
Por mis afortunadas venas circula la sangre de los más diversos linajes de aventureros y descubridores. Mis antepasados estuvieron presentes en algunas de las más grandes exploraciones de todos los tiempos. En las innumerables ramas de mi frondoso árbol genealógico figuran exploradores y navegantes, guerreros que viajaron por Tartaria con el emperador de la China, acompañantes de Marco Polo en sus rutas orientales, marineros que fueron a las islas Salomón con Álvaro de Mendaña, navegantes que acompañaron a Vasco de Gama a la India, que exploraron el Amazonas con Orellana, estuvieron con Amundsen en el Polo Sur o participaron en las primera experiencias aerostáticas de los Montgolfier, por citar solo unos cuantos de diversas épocas.
Es cierto que en los tiempos de mis antepasados había mas posibilidades para los espíritus sedientos de aventura que en esta época. Pero, a pesar de ello, he llevado una agitada vida de viajes, estudios científicos y exploraciones, descifrando jeroglíficos en tumbas egipcias descubiertas por mí, arrojando luz sobre ciertos pasajes de los manuscritos del mar Muerto, señalando significados ocultos en las ruinas del templo del Sol de Baalbek, en el Líbano, y habiendo llegado a dibujar un mapa aproximadamente verosímil de la Atlántida, la legendaria gran isla del Atlántico.
Así como mis lejanos parientes se enfrentaron con valor a huracanes y maremotos, extenuadoras travesías por los desiertos, fiebres de las selvas tropicales, descomunales acometidas de ballenas, peligros silenciosos de las regiones árticas, disparos envenenados procedentes de cerbatanas camufladas, abordajes y colisiones en alta mar y la más variada gama de peligros y situaciones en los que era indispensable un indómito heroísmo, yo, modesto seguidor de su ejemplo inimitable, he dedicado mi existencia al descubrimiento de toda clase de misterios, se encuentren donde se encuentren y sea cual sea el peligro que entrañe aproximarse a ellos.
Por todo ello, me creo con derecho a esperar que se me conceda la oportunidad de medir mis fuerzas con los enigmas de la isla de Tökland. Posiblemente, sin yo saberlo, toda mi vida haya sido una constante preparación para el momento decisivo en que ponga los pies en el aterrador y deslumbrante laberinto. Si es cierto todo cuanto de él he oído y leído últimamente, se trata del misterio más fascinante que he conocido desde que tengo uso de razón. Por esta sola causa, entre muchas otras que no faltan, siento su imperiosa llamada, tiemblo de emoción ante la idea de que, seguramente, soy la única persona en el mundo que puede resolverlo.
Vengo con la alegría de haber encontrado, al fin, el supremo objetivo con el que, sin sospechar dónde estaría ni cuándo me enfrentaría con él, siempre he soñado.
Aunque salga derrotado de mi intento, el hecho de haberlo conocido, aunque solo sea en parte, será para mí una gran experiencia.
Quisiera concluir esta solicitud rindiendo homenaje a quienes han hecho posible con su trabajo el laberinto de la isla de Tökland. Creo que su idea generadora es ya en sí misma una monumental obra de arte, la aventura de las aventuras, una nueva maravilla en la historia de la humanidad.
Cornelius Berzhot, el Aliento del Amanecer