El ser humano I

El ser humano desde la filosofía.

La visión griega: el héroe homérico; concepto socrático; dualismo platónico.

El héroe homérico.

La Ilíada y la Odisea presentan a dos héroes, Aquiles y Ulises.

Video youtube: Troya - Aquiles "Por eso nadie recordará tu nombre"

Una de las grandes preguntas de la filosofía ha sido la pregunta por el ser humano. ¿Quiénes somos? Ha sido el interrogante que ha atravesado la historia de la filosofía desde sus inicios, y que la filosofía ha trasladado a las ciencias que progresivamente se han ido desprendiendo de ella. Vamos a tratar en esta sesión de recoger algunas de esas respuestas para, al final, disponer de material suficiente para que cada uno de nosotros trate de satisfacer esta inquietud.

La ética homérica, contiene una moral heroica del honor que se basa en el amor a la gloria. Hay un pesimismo griego en torno a la fugacidad de la vida y la carencia de valor de la otra vida, que lleva precisamente a buscar lo bueno en la vida real.

En la moral homérica, la virtud es lo que hace a un hombre valiente, un héroe. La gloria a la que se aspira será el reconocimiento público de los valientes. Sostiene un ideal de la vida, como combate o competición deportiva. El hombre “homérico” aspira a destacar entre los demás, a ser el primero y superior dentro de su categoría. Los grandes héroes de los poemas homéricos serán como modelos que ha de seguir el griego noble y libre y que precisamente se vinculan con un tipo de sociedad aristocrática y fuertemente jerarquizada, que viene en el fondo a calificar al aristócrata como bueno y admirable.

“Esta vida tan breve, que su destino de combatientes vuelve todavía más precaria, nuestros héroes la aman fervientemente, con ese espíritu tan terrenal, con ese amor tan franco y súbito, que a nuestros ojos sirve para definir una evidente actitud del alma pagana. Y no obstante, esta vida terrenal tan preciosa, no representa a la luz de sus ojos el valor supremo. Siempre dispuestos -¡y con qué decisión!- a sacrificarla en aras de algo superior a su propia vida; y es en este sentido en el que la ética homérica se convierte en una ética del honor”

A la cuestión de la moral, se vincula otra que se plantea ¿hasta qué punto estos hombres toman decisiones propias y son responsables de ellas? La intervención de los dioses se halla tan ligada a la acción humana, es tan frecuente, que se ha querido negar toda existencia de decisiones propias a los personajes homéricos; y es que la voluntad humana y los planes divinos se encuentran completamente entrelazados.

El dualismo platónico

"El andrógino (hombre-mujer), en efecto, era entonces una sola cosa en cuanto a figura y nombre, que participaba de uno y otro sexo, masculino y femenino, mientras que ahora no es sino un nombre que yace en la ignominia. En segundo lugar, la figura de cada individuo era por completo esférica, con la espalda y los costados en forma de círculo; tenía cuatro brazos e igual número de piernas que de brazos, y dos rostros sobre un cuello circular, iguales en todo; y una cabeza, una sola, sobre estos dos rostros, situados en direcciones opuestas, y también cuatro orejas, dos órganos sexuales y todo lo demás según puede uno imaginarse de acuerdo con lo descrito hasta aquí."Eran, pues, terribles por su fuerza y su vigor y tenían gran arrogancia, hasta el punto de que atentaron contra los dioses; se dice también de ellos, que intentaron ascender al cielo para atacar a los dioses… Zeus tuvo una idea y dijo: -Me parece que tengo una estratagema para que continúe habiendo hombres y dejen de ser insolentes, al hacerse más débiles. Ahora mismo, en efecto -continuó-, voy a cortarlos en dos a cada uno, y así serán al mismo tiempo más débiles y más útiles para nosotros, al haber aumentado su número. Caminarán erectos sobre dos piernas… una vez que la naturaleza de este ser quedó cortada en dos, cada parte echaba de menos a su mitad, y se reunía con ella, se rodeaban con sus brazos, se abrazaban la una a la otra, anhelando ser una sola naturaleza… Desde hace tanto tiempo, pues, es el amor de unos a otros, innato en los hombres y aglutinador de la antigua naturaleza, el que trata de hacer un solo individuo de dos y de curar la separada naturaleza humana."

La antropología platónica es dualista: para Platón el hombre es un compuesto de alma y cuerpo. El alma, por su parte, es inmortal y pertenece al mundo de las Ideas, por lo que su unión con el cuerpo es accidental. Platón llega a admitir la doctrina pitagórica de la reencarnación, de modo que llevar una vida “sabia” puede ser una garantía para volver al mundo de las Ideas. El cuerpo, por su parte, será siempre valorado por Platón de un modo peyorativo y despectivo: es lo que nos impide “despegar” de lo sensible, lo que pretende “atarnos” a los placeres y los datos aparentes. Por ello, Platón llega a referirse al cuerpo como la “cárcel” del alma.

En segundo lugar, Platón divide el alma humana en 3 partes: por un lado el alma racional, que es inmortal e inteligente, está situada en la cabeza y se encarga del pensamiento. Situada en el tórax estaría el alma irascible: sería el lugar propio de las pasiones y los sentimientos, tratándose en este caso de un alma mortal. Por último, en el abdomen estaría el alma concupiscible (o apetitiva), donde residen los impulsos, instintos y pasiones innobles. Por supuesto, esta parte del alma también será mortal. Esta división del alma pudiera parecer a primera vista arbitraria, carente de fundamento. Sin embargo si nos fijamos en las características psicológicas del ser humano, nos damos cuenta de que pensamientos, sentimientos e impulsos son tres vectores psicológicos esenciales para entender la mente humana y su comportamiento.

¿Y qué relación existe entre todo este planteamiento y la ética platónica? Pues que al ser humano le corresponde alcanzar la virtud, entendida de tres formas complementarias:

  • La virtud como sabiduría: aquí se deja notar la influencia del intelectualismo moral de Sócrates, según el cual la sabiduría y la virtud están asociadas, de manera que nadie hace el mal intencionadamente. Se mezclan aquí, como en otras ocasiones, un plano práctico y otro teórico: la sabiduría será una virtud que hará “bueno” al gobernante (sólo podrá gobernar aquel que es sabio, es decir, aquel que conoce las Ideas) y además, el sabio es que conoce la verdad, una verdad universal.

  • La virtud como purificación: a partir de las tres partes del alma que acabamos de comentar, es fácil entender que para Platón la purificación sea también una de las virtudes esenciales. El virtuoso es capaz de liberarse de las pasiones que le atan y del cuerpo que le incita tan sólo a los placeres materiales.

  • Virtud como armonía: el hombre justo es aquel en el que se da una armonía o equilibrio entre las 3 partes del alma: es justo aquel cuyo alma racional (siendo prudente) domina a la parte irascible (que será valiente), y ambas orientan al alma concupiscible (que será atemperada).

Surge así un modelo ético basado en el autocontrol y en un dominio racional de sí mismo. El hombre que logre estos objetivos será armonioso y justo. Además, Platón establece un paralelismo entre el alma y el Estado: compara al Estado con un ser humano, a través de una metáfora de tipo organicista, rasgo que aparecerá también en otros pensadores políticos. De este modo, la ética nos conduce “naturalmente” a la política: sólo en una sociedad justa será posible educar a hombres justos.

El pensamiento medieval: creación a imagen divina, nueva concepción del cuerpo y el alma, de la muerte, la libertad.

La concepción antropológica de San Agustín se desarrolla dentro del esquema general de la teoría platónica del hombre añadiendo una serie de elementos propios de la tradición cristiana que lo van a distanciar del platonismo y que van a dar a su pensamiento un carácter propio. Su teoría del hombre es así un ejemplo de la síntesis de filosofía y cristianismo que caracteriza su pensamiento.

San Agustín mantiene una postura dualista sobre el ser humano. Al igual que para Platón, para San Agustín en el ser humano nos encontramos cuerpo y alma, siendo esta última lo que caracteriza al hombre: “El ser humano es un alma racional que se sirve de un cuerpo mortal y terreno”. El cuerpo no es más que un mero instrumento del que se sirve el alma la cual está hecha a imagen y semejanza de Dios. Es reflejo de la Trinidad en sus tres facultades: memoria, entendimiento y voluntad.

Según San Agustín el alma se conoce a sí misma mejor que a las cosas exteriores, lo que permite la búsqueda interior de la verdad de la que nos habla el Santo. El alma es inmortal, simple, inmaterial y espiritual, pero a diferencia de Platón ni preexiste, ni hay una trasmigración, ni hay una pluralidad de almas, y lo que es más importante: el alma es inmortal pero no eterna. Si esta no es eterna y no existe desde siempre ¿Cuál es su origen? ¿Quién la ha creado? San Agustín se inclina por sostener la idea de que las almas de los hijos provienen del alma de los padres y así remontándonos hasta Adán y Eva podemos explicar la transmisión de las almas y del pecado original de padres a hijos.

El Renacimiento: antropocentrismo y humanismo.

El Humanismo, comienza siendo en el Renacimiento una aproximación al hombre y una postura de rechazo al teocentrismo medieval. En el Renacimiento vemos como se redescubre al hombre en todas sus dimensiones: su anatomía desde el punto de vista científico, y al cuerpo humano como interés estético. El Humanismo del Renacimiento debe ser visto como un interés primordial por el hombre y por todo su quehacer.

La naturaleza humana es una determinacion biológica que afecta a todos los individuos, debido al necesario cumplimiento de funciones intrínsecas. Así por ejemplo, se da tanto respecto a funciones como la nutrición, el sueño, la reproducción; como también respecto a la razón y las pasiones.

Maquiavelo considera al ser humano, como una dualidad que se debate entre su condición humana y su condición animal. Es capaz de hazañas, logros y luchas, pero para alcanzarlas toma el camino del egoísmo y del instinto. He aquí la palabra clave: instinto. La naturaleza humana es predominantemente instintiva. Junto a la racionalidad, el entendimiento, el discernimiento y la voluntad; sitúa las pasiones y los instintos.

Lo consideran un ser en lucha con su doble naturaleza: racional-instintiva, en la que ciertamente el instinto es preponderante, caracterizado por un egoísmo natural: “De aquí se deduce una regla general que nunca o raramente falla: quien ayuda a otro a hacerse poderoso obra su propia ruina.”

“Y los hombres tienen menos consideración en ofender a uno que se haga amar que a uno que se haga temer; pues el amor se retiene por el vínculo de la gratitud, el cual, debido a la perversidad de los hombres es roto en toda ocasión de propia utilidad; pero el temor se mantiene con un miedo al castigo que no abandona a los hombres nunca …el príncipe debe hacerse temer de modo que, si no se granjea el amor, evite el odio; porque puede muy bien conseguir al mismo tiempo ser temido y no odiado”

Sobre los hombres, dice…

“son ingratos, volubles, simuladores y disimulados, que huyen de los peligros y están ansiosos de ganancias; mientras les haces bien, como dije más arriba, te son enteramente adictos, te ofrecen su sangre, su caudal, su vidas y sus hijos, cuando la necesidad está cerca; pero cuando la necesidad desaparece, se rebelan” (Maquiavelo, 1980. P. 126).

La Modernidad y el s. XIX: razón, emociones y libertad.

En sus inicios, durante los siglos XVI y XVII, el racionalismo es casi tan herético, en términos políticos, como la herejía religiosa representada por Pascal y el jansenismo. Se persigue a ambos: Tomás Moro es decapitado en 1533, Galileo (1564-1642) es condenado por la Inquisición, los matemáticos, y los físicos al impugnar las concepciones teológicas tienen también un carácter subversivo.

El hombre adquiere confianza en sí mismo y en su pensamiento, en la naturaleza sensible fuera y dentro de él; encuentra interés y alegría en hacer descubrimientos en el campo de la naturaleza y en el de las artes. La inteligencia despierta para lo temporal; el hombre cobra conciencia de su voluntad y de su capacidad, mira con alegría a la tierra, a su suelo, a sus ocupaciones, viendo en ello algo justo e inteligente. Lo mundano quiere ser juzgado mundanamente y su juez es la razón pensante

Descartes sustancia pensante y extensa.

Para empezar, decir que en Descartes el ser humano está compuesto por dos sustancias, al igual que en Platón, totalmente independientes entre sí ya que la una puede vivir sin la otra y viceversa. Una parte será el alma, la razón, el intelecto, cuya característica primordial será el pensamiento; la otra será el cuerpo, cuya característica fundamental será la extensión o que ocupa lugar. Son dos sustancias diferentes. La primera recibe el nombre de Res cogitans, sustancia pensante y la segunda será conocida como Res extensa o sustancia corpórea.El siglo XVIII, heredero del pensamiento de Descartes, marca con la Ilustración el triunfo del racionalismo, de la razón propagando sus luces, de la creencia en la evolución y el progreso. Los filósofos de este siglo exponen los principios del nuevo orden que se está gestando y que se encuentra en abierta oposición al ideal autoritario que habían impuesto la Iglesia y el Estado en el siglo XVII. La crítica de la religión y del régimen absolutista se hacen en nombre de la razón. De igual manera, para señalar la autonomía de la naciente sociedad burguesa respecto a la feudal -religiosa y dividida en estamentos- se difunde la noción de sociedad civil regida por el derecho civil. La sociedad civil, contrapuesta a la sociedad religiosa, implica ya la existencia de una clase burguesa que se caracteriza tanto por la participación activa en la reivindicación de sus derechos y la preservación de sus intereses, como por la capacidad de organizarse sin la intromisión del Estado y de la religión.

Una máquina un ser material: (La Mettrie).

En el siglo XVIII, un médico filósofo francés, La Mettrie, publica un libro con título provocativo: El hombre máquina. Como médico, había observado hasta que punto las enfermedades del cuerpo pueden modificar los estados del alma; esta, pues, no es una entidad autónoma, espiritual (como afirmaba Descartes), sino que depende del cuerpo:

"Puesto que todas las facultades del alma dependen a tal punto de la propia organización del cerebro y de todo el cuerpo, éstas visiblemente son esta organización misma. ¡He aquí una máquina bien ilustrada! Unas ruedas, algunos resortes más que en los animales más perfectos, el cerebro proporcionalmente más cercano al corazón... ¿Bastaría, pues, la organización para explicarlo todo? Sí, por supuesto. Ya que el pensamiento se desarrolla visiblemente con los órganos, ¿por qué la materia de que están hechos no sería también susceptible de remordimientos, por cuanto ha adquirido con el tiempo la facultad de sentir?

El alma es solo un término vago del que no se tiene la menor idea, y del que un espíritu culto únicamente debeservirse para nombrar nuestra parte pensante. Establecido el menor principio de movimiento, los cuerpos animados tendrán todo lo necesario para moverse, sentir, pensar, arrepentirse y, por último, para actuar en lo físico y en lo moral que depende de éste" (El hombre máquina. En: Obra filosófica. Ed. Nacional, 1983, p. 235.)

La Mettrie da, pues, una explicación mecanicista del alma: ésta se explica sin más por el movimiento del cuerpo. El ser humano es una máquina, pero una máquina que puede pensar.

Mecanicismo.

La idea que da nombre a esta concepción es la consecuencia de la aplicación de estas dos características anteriores. Si el mundo se puede explicar en términos puramente cuantitativos con total certeza o determinación esto significa que podemos imaginar que la naturaleza es una enorme máquina en la que todo funciona a base de cuerpos que empujan, golpean o tiran de otros cuerpos.

De acuerdo con esta visión mecanicista se impone una imagen del mundo en el que cada cuerpo es como una pieza de una gran maquinaria que se mueve como consecuencia del movimiento de otros cuerpos, movimiento que no tiene ningún tipo de propósito intención o sentido o, al menos, si existe lo desconoce.

Una nueva visión optimista del ser humano: Kant y la Ilustración

Inmanuel Kant es un filósofo de origen prusiano considerado uno de los más influyentes en la Historia de la Filosofía. Nace en Königsberg en 1724 y muere en la misma ciudad en 1804. Su filosofía inicia el llamado criticismo o filosofía crítica, más tarde influyente en el idealismo alemán. Kant se sitúa bajo el contexto de la Ilustración, un movimiento de corte revolucionario en los campos no sólo de la política, sino de lo social y de la visión nueva del hombre. También conocida como siglo o época de las luces, ocupa todo el siglo XVIII, se extendió principalmente por Francia, Inglaterra y Alemania. Su característica predominante es su optimismo en el poder de la razón humana y “en la posibilidad de reorganizar a fondo la sociedad a base de principios racionales”. Sería un error identificar este auge de la razón con el racionalismo de, por ejemplo de Descartes. La razón ilustrada tiene las siguientes características:

Se pregunta acerca de la capacidad de la razón para enfrentarse al saber en general desde una perspectiva crítica.

-Es una razón autónoma sin más límites que los que le impone su propia naturaleza.

-Tiene tres capacidades:

Crítica: contra todos los prejuicios de la tradición que son, en definitiva, irracionales.

Analítica: sobre toda la realidad.

Autocrítica: para analizar sus propias limitaciones.

Pues bien, Kant, desde esta perspectiva, anima al hombre a ser autónomo, a ser digno y a quitarse las ataduras de la ignorancia atreviéndose a saber. Con su texto Qué es la Ilustración (1784) el filósofo parece gritar la sentencia ¡Sapere aude!, que anima al lector a atreverse a saber. La Ilustración es, para él, la salida del hombre de su autoculpable minoría de edad.La pregunta por el hombre

En la obra de Inmanuel Kant, en su Lógica (1800), la cuestión del ser humano cobra total protagonismo ya que será aquí donde se haga las siguientes cuatro preguntas que refieren al “campo de la Filosofía en su significación más universal”:

1. ¿Qué puedo saber?, respondida por la epistemología. Si quiero saber qué es el hombre, primero nos tendremos que preguntar por las posibilidades y límites del conocimiento humano. A esta cuestión dedica su obra Crítica de la razón pura.

2. ¿Qué debo hacer?, respondida por la moral. Una vez conocidos los límites de mi conocimiento y mis posibilidades sobre él, toca saber cómo debo comportarme, en tanto que soy un ser moral y libre. Esta segunda cuestión la encontramos en sus obras: Crítica de la razón práctica y Fundamentación de la metafísica de las costumbres. Este punto lo desarrollaremos en el siguiente apartado.

3. ¿Qué me está permitido esperar?, respondida por la religión y la historia. La felicidad no es aquello que ha de inspirar la acción moral, o aquello que haya que esperar, ya que de ser así sería una acción “conforme al deber”, no por deber. De todos modos, a Kant no le queda más remedio que aceptar el importante papel que trae consigo la felicidad en la esfera humana. Esta cuestión se tratará en su obra llamada Crítica del juicio.

4. Todas ellas desembocan en una cuarta y más importante: ¿qué es el hombre?, respondida por la antropología.

Kant nos da a entender que la cuestión sobre qué es el hombre se halla siempre involucrada en el desarrollo histórico de todos los problemas filosóficos. ¿Hace falta pues crear una obra puramente sobre Antropología? Kant, anteriormente al texto donde relata dichas cuestiones (Lógica, 1800), publica su obra Antropología en sentido pragmático (1788), donde expresa, en el prólogo, que una Antropología sólo se puede hacer en dos sentidos:

  • en sentido fisiológico –que tratará de investigar la relación de la naturaleza con el hombre‒;

  • y en sentido pragmático –que versará sobre el obrar libre del ser humano, que “hace, o puede y debe hacer de sí mismo”‒.

Asimismo, también en el prólogo a esta obra, afirma que “el objeto más importante del mundo a que el hombre puede aplicarlos (los conocimientos) es el hombre mismo, porque él es su propio fin último”.

El hombre es un fin en sí mismo

El ser humano, para Kant, tiene un estatus muy especial. Y es que en tanto que los seres humanos somos seres racionales, debemos ser considerados como fines en sí mismos y no meros medios.

Asimismo, la libertad en Kant viene determinada por la razón, que me dice que no debo hacer aquello que sea contrario a ella o, lo que es lo mismo, irracional. La razón nos dice que hemos de tratar al prójimo como un fin en sí mismo, por lo cual no debemos quitarles la libertad, sus bienes, su trabajo o el derecho a una vida digna. No debemos aprovecharnos de los demás, y tratarlos como medios, para conseguir nuestros fines particulares. En resumidas cuentas, actuar libremente es actuar de acuerdo a la razón, y la razón nos determina a hacer “lo que se debe hacer”.

Cuando se actúa moralmente se actúa pues, por deber, no por meros intereses egoístas. Teniendo esto en cuenta, Kant expresa su conocido imperativo categórico (esto significa que se expresa un mandato absoluto, sin excepciones) que dice así: "obra de tal modo que uses la humanidad, tanto en tu persona como en la persona de cualquier otro, siempre como un fin al mismo tiempo y nunca solamente como un medio". Esto significa que, los seres humanos tienen, por encima de todo, dignidad.

Emergentismo.

Uno de los elementos comunes de la reflexión sobre el ser humano es el de la explicación de la existencia de la mente, inteligencia o espíritu humano. Como hemos visto, la mayoría de las filosofías hacen un planteamiento dualista. Son aquellas quieren presentar el espíritu humano como una realidad distinta a la del resto de la naturaleza, incluso, con un origen sobrenatural.El materialismo, por su parte pretende que la personalidad humana es un elemento más dentro de una naturaleza estrictamente material. El dualismo tiene a su favor el que ha sido la concepción dominante del pensamiento sobre el ser humano durante siglos.

Pero los descubrimientos e investigaciones llevados a cabo durante los siglos XIX y XX tales como la teoría de la evolución, los avances en psiquiatría y neurología, los avances en inteligencia artificial, etc. parecen volver insostenible la tesis de una mente independiente del cerebro y, en general toda forma de dualismo. Frente al dualismo, los científicos parecen apoyar la vía del emergentismo.

El emergentismo es una forma de materialismo porque sostiene que es el sistema nervioso central el origen de las capacidades humanas. Por decirlo en una fórmula conocida según esta concepción “el alma está en el cerebro”. Sin embargo, el cerebro humano no es una máquina sino un sistema complejo que no se puede reducir a la actividad bioeléctrica de un conjunto de neuronas. De la misma forma que al hidrógeno y el oxígeno son la condición de que exista el agua pero no son, por sí solos agua; el emergentismo considera que la actividad neuronal es condición imprescindible de la aparición de la mente humana pero no es la mente humana. La complejidad de los procesos mentales no se puede explicar sin más reduciéndolos a sus reacciones físico-químicas. Se trata de sostener que la mente es como una totalidad sistémica que no equivale a sus elementos simples (el todo es mayor que la suma de sus partes). La suma de estos elementos conforma una estructura compleja que los sobrepasa, alcanzando un funcionamiento peculiar que si queremos comprender no podemos reducir a las propiedades de sus elementos individuales. Eso es lo que se entiende por emergencia: dicha totalidad sistémica compleja que es la mente ha logrado la emergencia o nacimiento de cualidades y funciones nuevas que no están presentes en las neuronas que lo componen. Los contactos sinápticos son la base del funcionamiento cerebral, pero este funcionamiento y los procesos mentales que produce no se pueden reducir a tales contactos. El cerebro humano no es una simple máquina o computadora, es mucho más complejo. El monismo emergentista es monista por reducirlo todo a la materia pero viene a sostener que la compleja evolución de la materia ha hecho posible la emergencia de estratos de realidad como la mente humana que no podemos explicar, ni reducir a los niveles o estratos inferiores.

El nivel fisicoquímico primario es superado por la emergencia de lo biológico, con sus propias características, y éste por la emergencia de lo psíquico, con sus nuevas características. En cada nivel superior emergen o surgen nuevas características. Lo psíquico supone la emergencia final de los estratos o niveles anteriores. También los animales poseen un psiquismo aunque menos complejo.

En ningún caso se trata de una realidad distinta sino de la emergencia de un mayor nivel de complejidad. Los pasos de esta evolución serían: la materia inerte de carácter fisicoquímico, lo biológico (seres vivos), el sistema nervioso y su coronación cerebral que da paso a lo mental.

Marx: el trabajo como fuente de valor

Karl Marx (1818–1883). Fue un filósofo, sociólogo, economista e incluso periodista. Alemán de origen judío, fue militante comunista. Considerado hoy el padre del llamado marxismo. Sus obras más importantes e influyentes son Manifiesto Comunista, coescrito con F. Engels, y El capital. En filosofía destaca su obra Manuscritos: Economía y Filosofía.

El hombre como ser natural.

Marx creerá respecto al ser humano que no existe ninguna esencia espiritual que defina lo que propiamente es. Por el contrario dirá que “el hombre es inmediatamente ser natural”. El hombre es su naturaleza en tanto que corpóreo, sensible y objetivo. En cuanto tal, sus necesidades están relacionadas con lo corpóreo, con los objetos reales. El ser humano interactúa para vivir con objetos naturales, como él mismo. Tiene necesidades relacionadas con lo material. Él mismo cita un ejemplo que reza así: el hambre, como necesidad natural necesita, para satisfacerse, una naturaleza fuera de sí, la comida (cuya característica es que es un objeto natural y sensible).

En definitiva, el ser humano para vivir necesita de la interacción con el mundo, aunque Marx va más allá y dice que el ser humano es el único ser capaz de transformar la realidad que le rodea a su antojo.

Esto es, que, el hombre para ser hombre (y realizarse) sólo puede serlo a través del trabajo, esto es, de la interacción y transformación con aquello que le rodea. De hecho expresa que “el hombre no es sólo ser natural, sino ser natural humano” que no se confirma solo en su ser sino, también, en su saber. Esto nos dice que es el trabajo lo que dignifica al hombre, lo que le hace ser hombre. Los animales también interactúan con el medio, ya que presentan, de la misma forma, necesidades físicas, pero el hombre es capaz de crear cosas que perduran en el tiempo y crean historia. Es capaz de crear mundo humano. Como vemos, Marx va en contra de los esencialismos y si acaso ha de reconocer algún tipo será material, a saber, que de haber alguna esencia en el ser humano, ésta será el trabajo. ¿Qué ocurre cuando ese trabajo, en lugar de convertirse en una fuente de valor, repercute negativamente en el ser humano?

Entre el modelo ilustrado de hombre, dueño de sí mismo y eje de su propio destino, y el hombre real hay un abismo. El ser humano está "alienado". Alienación significa, en sentido estricto, tanto como desposesión, que puede ser entendida en dos sentidos:

  • Significa hacerse otro o extraño (no ser dueños de nosotros mismos).

  • También significa transferir a otro algo propio, de modo que, por virtud de esa transferencia lo que es propiedad y producto de uno es apropiado por otro que, así, disfruta de dicho producto.

Alienación significa, pues, el no estar en posesión de sí mismo ni de lo que es, en verdad, su propiedad. Es un concepto que se refiere fundamentalmente al trabajo y al orden económico de producción: alienación económica. Pero también se refiere a otros modos de alienación como la religiosa, social o política, todas ellas expresión de la alienación fundamental y originaria: la económica. Todas las demás alienaciones, así, desaparecerán cuando se elimine ésta, que es la raíz de las otras.

B. Antropología marxista: el hombre como «homo faber».

Para Marx el sujeto de la historia es el hombre concreto, de carne y hueso, que intenta realizarse en su trabajo. Por tanto, el hombre, fundamentalmente, no se define por la interioridad y la conciencia, sino por el trabajo productivo de bienes materiales: hombre como "homo faber", como ser productor (trabajador). El trabajo es el hecho fundamental y fundante de la vida humana: trabajando nos humanizamos (nos hacemos humanos, nos perfeccionamos) a la vez que "humanizamos" la naturaleza, la perfeccionamos. Su verdadero ser consiste en sus relaciones con los demás hombres y con la naturaleza. Pero el hombre moderno, según Marx, es un trabajador alienado. Veamos por qué.

El hombre en su trabajo o actividad transformadora enajena pone fuera de sí "en algo ajeno" su energía, su imaginación, por lo que de alguna manera se desposee de algo de sí mismo. En esta actividad enajenadora (trabajo productivo) es en lo que consiste el ser humano: constituye su naturaleza, por lo que es ineliminable o insuperable.

El hombre, al trabajar, al realizar su actividad transformadora, se proyecta en los productos de su trabajo poniendo en cada producto algo de su ser. Podríamos decir que los productos del trabajador tienen rostro humano. Al exteriorizarse el hombre en la naturaleza ésta queda como humanizada.

El ser humano en la filosofía contemporánea.

El humanismo ateo y existencialista de Sartre

"Estoy condenado a ser libre. Lo cual significa que no es posible encontrar a mi libertad más límites que ella misma, o, si se prefiere, que no somos libres de dejar de ser libres... Para la realidad-humana, ser significa elegirse: nada le viene de fuera o de dentro que pueda recibir o aceptar. El hombre está enteramente abandonado, sin ayuda alguna, a la insostenible necesidad de hacerse "ser" hasta en el menor detalle... El hombre no podría ser libre en unos casos y esclavos en otros: o es siempre y todo entero libre, o no es nada."(J P.Sastre. El ser y la nada). París, Gallimard, 1943, pp. 515-516.)

Jean Paul Sartre (1905-1980), es uno de los mayores representantes del existencialismo ateo y humanista del siglo XX. Sartre en su conferencia El existencialismo es un humanismo (1946), se plantea la siguiente cuestión: ya que Dios no existe, ¿qué ser hay en el mundo cuya existencia preceda a su esencia? La respuesta es el hombre. Veamos qué significa esta afirmación. El hombre empieza por existir, sin tener ninguna esencia (a modo alma, virtud, naturaleza común…) que lo determine a priori, sino que el hombre nace siendo nada y, a partir de ahí, se va configurando lo que es a medida que va existiendo. El primer principio del existencialismo de Sartre será que el ser humano es el único ser que es “lo que él se hace”.Según este esquema, el hombre es totalmente responsable de lo que es o llega a ser. Está en su mano el configurarse como lo que él quiera ser. Es una teoría, pues, subjetiva, puesto que las elecciones que cada uno realiza parten del sujeto en cuestión y no hay posibilidad de trascender, en el ser humano, esa dimensión subjetiva. Ahora bien, que sea una teoría subjetivista no quiere decir que sea individualista ya que, para Sartre, cuando el hombre elige (subjetivamente) elige con ello a todos los hombres o, de otra manera, que cuando el ser humano elige, elige consigo un ideal de lo que debe ser el hombre. De este modo, la responsabilidad se convierte en un pilar aún mayor porque cuando elegimos no solo nos comprometemos a nosotros mismos en la decisión sino que afecta a la humanidad entera.

Sartre también afirmará que el ser humano está condenado a ser libre.

El hecho de que Dios no exista es bastante incómodo, ya que con ello se desvanece la posibilidad de que existan valores fijos. De ahí el desamparo y el abandono que sufre el hombre desde el momento primero de su existencia. La libertad es aquí algo extremadamente abierto, tanto, que conlleva casi mayor responsabilidad que otra teoría cualquiera. Uno es responsable hasta de su propia desventura. Así, el cobarde, por ejemplo, es responsable o culpable de su cobardía. No cabe la resignación o la excusa de “bueno, he nacido así, cobarde, qué le vamos a hacer, viene de familia”. Esto es una excusa para el existencialismo. Somos libres y, más aún, somos conscientes de esa libertad que tenemos para ir configurándonos. El que diga lo contrario estará actuando de mala fe.La pregunta ahora es, ¿por qué el existencialismo es un humanismo? Porque, como dice el propio Sartre, el ser humano no está encerrado en sí mismo, sino que está inmerso en un universo humano. Es humanismo porque en el hombre no hay otro legislador que él mismo.

Personalismo

Fue una corriente filosófica llamada Personalismo quien acentuó esta dimensión del ser humano. Para el personalismo lo esencial del ser humano es ser “persona” que ellos entienden como una realidad a la vez individual y comunitaria. Fue Emmanuel Mounier quien inició esta corriente, sobre todo con su Manifiesto al servicio del personalismo (1936). Martin Bubber y Emmanuel Levinas recuerdan que la relación con otros seres humanos es constitutiva del ser personal.A continuación exponemos algunos rasgos de la persona siguiendo a Mounier:

  • Existencia encarnada. La persona es de carne y hueso (encarnada), pero abierta al mundo desde su intimidad (existente).

  • Comunicación. A diferencia de otros seres, la persona es capaz de salir de sí, adoptar el punto de vista de otro, asumir tareas de otros, ser fiel a los compromisos…

  • Libertad condicionada. Ser libre es aceptar el carácter condicionado de la libertad, no como un límite que imposibilita, sino como una posibilidad en la que apoyarse. A diferencia del existencialismo de Sartre, que considera la libertad como una condena, el personalismo entiende la libertad como una propuesta que se acepta o se rechaza.

  • Compromiso. La identidad de una persona se forja a través de los compromisos que adquiere. El compromiso define a la persona porque la acción personal es rechazo de la abstención, de la neutralidad y de la indiferencia.

  • Capacidad crítica. Ser persona es ser capaz de decir no, tratando de transformar el mundo desde la propias convicciones.

  • Eminente dignidad. En el conjunto de los seres, la persona ocupa el grado más alto, porque ni se subordina a las cosas ni tiene precio.

  • Proximidad y amistad. La persona no sólo vive en sociedad, sino también en proximidad a los otros y en amistad. La relación de proximidad consiste en la donación de algo del propio ser a otra persona, sea quien sea, sólo por el hecho de necesitarlo. En cambio, la amistad consiste en querer el bien de otra persona, en hacerle el bien ayudándola a ser lo que debe ser y en compartir su intimidad, por ser quien es.