12 AP Familia

12. La familia como mecanismo de articulación social.

¿Por qué el matrimonio y no otra forma de convivencia entre hombres y mujeres?

La primera tarea que nos imponemos es responder a la pregunta:

¿por qué en todas las sociedades humanas tienen la costumbre del matrimonio?

Tradicionalmente se han dado tres razones para apoyar esta solución a la convivencia humana, apoyándose en que resuelve tres grandes problemas que afectarían a las sociedades humanas sin esta institución.

El primero de estos problemas está en cómo compartir los productos de un trabajo dividido por géneros. Los hombres y mujeres de todas las sociedades desempeñan diferentes ocupaciones económicas, por lo que es necesario un mecanismo por el que ambos géneros compartan el/los resultado-beneficios de su trabajo. El matrimonio ofrece una solución a dicho problema, pero no es la única, podía arbitrarse otra.

El segundo problema que resuelve sería la prolongada dependencia infantil de nuestros hijos, más aún que el de cualquier primate. Esta larga infancia recae en la inmensa mayoría de las sociedades, sobre todo, en la mujer. Limitando así el tipo de trabajo que una madre reciente puede hacer. Sin embargo, como en el caso anterior, es una solución, pero no la única, por lo que no la explica.

Y finalmente el tercer problema es la competición sexual. El matrimonio minimiza la competición sexual. El hecho de que la mujer humana, al contrario que cualquier otro primate pueda mantener relaciones sexuales en cualquier momento, puede crear en las sociedades conflictos serios debido a una posible competición sexual, también continua, entre los machos.

Quizá, plantean los antropólogos, por este motivo se arbitrara en un momento determinado la pareja estable como mecanismo para minimizar estos posibles episodios de agresividad social. Al igual que las razones anteriores, no es concluyente, pueden arbitrarse otros mecanismos dentro de la sociedad para minimizar dicha competencia.

Ninguna de estas explicaciones parece concluyente, por lo que algunos antropólogos han recurrido a la etología, tratando de analizar el comportamiento animal y estableciendo ciertos paralelismos que nos den pistas sobre nuestra propia conducta.

Han descubierto que no somos únicos en esta pauta, sino que la compartimos con muchos otros animales, entre ellas la mayoría de las aves y algunos mamíferos como los castores.

Sus conclusiones nos vienen a decir que las especies animales en las que las hembras pueden alimentarse a sí mismas y a sus hijos después del parto, tienden a no tener emparejamientos estables; sin embargo en aquellas especies en que las hembras que no pueden alimentarse a sí mismas y a sus crías al mismo tiempo, tienden a tener emparejamientos estables.

Aún llegado este punto podemos volver a preguntarnos ¿Es éste es el único mecanismo, o se puede establecer otro?

Funciones del matrimonio

Superada la perspectiva natural o antropológica sobre el matrimonio, o la vida en pareja hay que detenerse en las funciones sociales que sobre él han cargado las sociedades. Tenemos que hablar ahora no ya solo de matrimonio o pareja estable, sino de familia. Institución sobre la que se estructuran casi todas las sociedades.

Podemos comenzar analizando la familia griega y sobre todo la romana, una de las más conocidas; para trasladarnos desde ahí hasta el siglo XVIII, momento en que se produce el paso a la familia romántica, y finalmente, detenernos en los últimos cambios, el postpatriarcado, que han modelado a la nueva familia del siglo XXI.

Familia griega

La familia ateniense nos puede proporcionar el modelo de familia del mundo antiguo. Formada por marido, mujer e hijos legítimos, incluía también a otros parientes dependientes y a los esclavos, convirtiéndose así en una unidad económica dentro de la polis.

El fin primordial de la familia era

engendrar nuevos ciudadanos[1], tener hijos que sigan honrando a sus antepasados.

Un ciudadano tenía que nacer dentro de un matrimonio reconocido legalmente, que no fuese incestuoso; el incesto estaba prohibido religiosa y jurídicamente.

Los esposos habían de ser también ciudadanos y; puesto que, los bienes se repartían al azar entre los hijos supervivientes. Se buscaba que los matrimonios se realizaran entre un grupo cerrado de parientes, para preservar la propiedad familiar. Ni que decir tiene que el griego se casaba por conveniencia, no por amor, aunque éste podría venir después. Era el padre, el tío, el abuelo quien decidía sobre su matrimonio.

El rol de la mujer merece una atención especial,

puesto que solo podía poseer sus objetos personales en propiedad y

participar únicamente en los actos religiosos, quedando excluida de todos los demás actos públicos.

Los familiares varones ejercían de guardianes y asumían la tarea de enclaustrar a la esposa dentro de la casa (donde no podía permanecer sola) [2].

La esposa tenía que mantener a los hijos, sobre todo varones, ejes del linaje. Cuando se celebraba el matrimonio, la formula empleada en el ritual era: “te entrego esta mujer para la procreación de hijos legítimos”. Además, cuidar la casa, bien participando directamente de las tareas domésticas o supervisando el trabajo de los esclavos.

El marido podía desde amonestarla hasta matarla, pasando por repudiarla, para lo que solo tenía que devolver la dote.

Si era la mujer la que abandonaba a su marido o quería divorciarse, era más difícil. Tenía que acudir al arconte y denunciarlo, pero no por infidelidad, dada la libertad sexual que existía en Atenas para los hombres.

La mujer era educada para desempeñar estas tareas desde temprana edad, puesto que se casaba en torno a los 14-16 años (el hombre por encima de los 20, algunos historiadores hablan de los 30 años).

Solo en Esparta[3], las jóvenes, practicaban deportes en público con los muchachos, porque consideraban que así luego tendrían madres fuertes y robustas, que dieran hijos fuertes.

El matrimonio griego tenía mucha vida extramarital, y es que el esposo satisfacía sus deseos fuera de casa, con muchachos y/o cortesanas.

Las cortesanas tenían una vida menos vigilada que las esposas ciudadanas, podían llegar a ser más instruidas, asistir a actos públicos y tener una educación musical. Muchas eran esclavas, otras eran hijas abandonadas por la familia, práctica común, al considerar a las niñas una carga. El primer filósofo que admitiera en su escuela a cortesanas, fue Epicuro en el siglo IV-III a. d. N. E. y fue tachado de proxeneta.

Platón prohíbe la familia en su ciudad ideal

Platón rechaza la familia en su República, en su ciudad ideal, considera que hay que romper con dicha célula de cohesión social y de trasmisión-consolidación de la propiedad privada. Considera que dicha institución “constituye el punto alrededor del cual giran la propiedad privada y todos los males que ésta trae consigo”, pues “en la práctica, los intereses familiares se encuentran a menudo en discordancia con los de toda la comunidad”. Dicho así puede resultar, cuando menos, extraño. Lo cierto es que Platón en su ciudad ideal, pretende la felicidad de todos los hombres y mujeres, no de unos pocos, aquellos favorecidos por la fortuna. Por tanto es lógico, desde este punto de vista, pensar que eliminando la familia, núcleo, como hemos visto, de la conservación de la propiedad privada a través de matrimonios concertados que mantienen el linaje, se pueda acabar con ella. También es razonable desde el momento en que considera que la mujer tiene, en su ciudad ideal, los mismos derechos que el hombre. El derecho de ser educada (el testimonio de Diógenes Laercio, descubre que hubo mujeres en la Academia de Platón, Lastenia de Mantinea y Axiotea Flisiaca...) en todas las disciplinas, (gimnasia, música, disciplina militar...) igual que el hombre y su rol no se reducirá al cuidado de la casa y de los hijos, sino que podrá desempeñar cualquier función dentro de la sociedad en las mismas condiciones que un hombre, ya que ambos sexos sólo se diferencian, por sus funciones, en el acto de la procreación y en el hecho de que la mujer no es tan fuerte físicamente como el hombre, pero tiene las mismos dones naturales.

George Sabine defiende que:

“El comunismo platónico adopta dos formas principales que confluyen en la abolición de la familia. La primera es la prohibición de la propiedad privada, tanto de casas como de tierras o de dinero, a los gobernantes, y la disposición de que vivan en cuarteles, y tengan sus comidas en una mesa común. La segunda es la abolición de una relación sexual monógama permanente, que es sustituida por una procreación regulada por mandato de los gobernantes, con el fin de conseguir la mejor descendencia posible".

Tenemos pues la alternativa a la familia para proporcionar de nuevo a la sociedad la necesaria fuerza de cohesión social y de unidad interna del estado, como es crear una gran familia, donde se practique una vida comunitaria en cuarteles, y las relaciones sexuales, al menos las encaminadas a conseguir hijos están reguladas por el estado en aras de una nueva generación más fuerte o más inteligente. Si la familia griega tenía como finalidad la conservación de la propiedad privada, la gran familia de Platón perseguirá una mejor descendencia. Al menos esta era la idea para la convivencia dentro de la clase social de los guardianes (carentes de propiedades).

Aristóteles

En los tiempos de Aristóteles, se produce una cierta apertura respecto a la situación de la mujer en el matrimonio, la familia y la sociedad griega en general, y encontramos la siguiente idea de Aristóteles a la hora de hablar de la sociabilidad natural del hombre.

El ser de la comunidad política es natural, procede de una inclinación natural que tiene el hombre a asociarse, a integrarse en una polis, a ser un animal político. Ser individuo es lo mismo que ser ciudadano. Este origen natural hay que buscarlo en el precedente que supone la casa, oikos, interpretada como comunidad primitiva en la que se cubren las necesidades básicas del hombre, como familia, aquella que está constituida por los que viven juntos y forman una unidad económica básica.

La comunidad constituida naturalmente por la satisfacción de las necesidades cotidianas es la casa a cuyos miembros, (…) la primitiva comunidad constituida por varias casas en vista de las necesidades no cotidianas, es la aldea (...) La comunidad perfecta de varias aldeas es la ciudad, que tiene por así decirlo, al extremo de toda suficiencia, y… que existe ahora para vivir bien. (...) De todo esto resulta, pues, manifiesto que la ciudad es una de las cosas naturales, y que el hombre es por naturaleza un animal social. La Política. Aristóteles.

El estado es un todo, y el hombre solitario es antinatural, la naturaleza ha formado al hombre para vivir en sociedad, siendo la primera institución social la familia, y una prueba de ello es la palabra. Mientras los demás animales solo emiten sonidos, el hombre, tiene razón, discurre, habla. La palabra no es solo logos, sino también diálogo, eso implica comunicación entre seres que son semejantes.

Hiparquia y Crates

Afirmaban los cínicos[4] que la propiedad privada, el Estado y la familia eran producto de convenciones humanas, las cuales corrompían y ocultaban la verdadera naturaleza de las cosas y de los hombres, por lo que habían de ser destruidas.

A pesar de ello, a veces la historia rompe con la razón y las emociones, y el amor se abre paso ante las tozudas convenciones sociales. Es el caso de Hiparquia y Crates.

Hiparquía es una filósofa sorprendente. Procediendo de una familia acomodada, de ciudadanos, se dedicó, durante la segunda mitad del siglo IV a. d. N. E., junto a Crates, a seguir la doctrina y vida cínica, viviendo sin propiedades y públicamente. En lugar de haberse adaptado a su situación social y económica, Hiparquía lo dejó todo para vivir como lo haría un kinos un perro.

Hiparchia, fue también atraída por estas doctrinas. Prendada de las virtudes de Crates, desdeñó a todos sus pretendientes, indiferente a la riqueza, noble origen y compostura: Crates lo era todo para ella. Amenazó incluso con suicidarse si no le permitían el matrimonio con Crates. Sus padres suplicaron a éste que hiciera desistir a la muchacha y él hizo lo que pudo, y al no conseguirlo, se puso de pie, se despojó de toda su ropa ante ella, diciéndole:

─He aquí el esposo, he aquí sus posesiones; decide, pues no podrás ser mi compañera si no eres capaz de compartir mi vida.

Ella decidió, en efecto, la muchacha; se desnudó y adoptó su mismo modo de vida e iba siempre en su compañía.

Familia romana e íbera

La familia romana se dibuja muy cercana a la familia griega, tan solo señalar que la mujer, en algunos casos tenía una posición algo mejor que la mujer griega, estaba condicionada por el tipo de matrimonio que la uniera a su marido.

El matrimonio cum manu suponía que el padre de la esposa renunciaba a la patria potestas sobre su hija, que era inmediatamente asumida por el esposo. En estas condiciones, la mujer estaba sometida a la autoridad de su marido como si de una hija se tratase, por lo que su gentil esposo podía castigarla incluso con la muerte.

El matrimonio sine manu supone que el padre de la esposa, a pesar del matrimonio, conservaba la patria potestas sobre la hija. Esta circunstancia daba cierta independencia a la mujer, y más cuando la dote que aportaba al matrimonio era cuantiosa en cuyo caso se podía disolver por iniciativa de cualquiera de los cónyuges simplemente emitiendo la fórmula: Tuas res tibi habeto. “Toma lo que es tuyo.” En época imperial por influencia del cristianismo todos estos derechos del esposos sobre la mujer se fueron suavizando.

De esta época tenemos el testimonio de Estrabón, un historiador griego que paso por nuestra tierra en aquellos tiempos, sobre nosotros los Íberos: Estrabón dice de las mujeres íberas:

“… Las mujeres trabajan la tierra y paren en el mismo campo, bajo un árbol y luego siguen trabajando…” ; “… El esposo es el que dota a la mujer y son la hijas quienes heredan y eligen las esposas para sus hermanos…” Y añade: “… tales costumbres apuntan a una ginecocracia que no puede llamarse civilizada…”

Concilio de Trento (1545)

Doctrina sobre el sacramento del matrimonio

El primer padre del humano linaje declaró, inspirado por el Espíritu Santo, que el vínculo del Matrimonio es perpetuo e indisoluble, cuando dijo: Ya es este hueso de mis huesos, y carne de mis carnes: por esta causa, dejará el hombre a su padre y a su madre, y se unirá a su mujer, y serán dos en un solo cuerpo. Aun más abiertamente enseñó Cristo nuestro Señor que se unen, y juntan con este vínculo dos personas solamente, cuando refiriendo aquellas últimas palabras como pronunciadas por Dios, dijo: Y así ya no son dos, sino una carne; e inmediatamente confirmó la seguridad de este vínculo (declarada tanto tiempo antes por Adán) con estas palabras: Pues lo que Dios unió, no lo separe el hombre. El mismo Cristo, autor que estableció, y llevó a su perfección los venerables Sacramentos, nos mereció con su pasión la gracia con que se había de perfeccionar aquel amor natural, confirmar su indisoluble unión, y santificar a los consortes. Esto insinúa el Apóstol san Pablo cuando dice: Hombres, amad a vuestras mujeres...

En líneas posteriores se puede leer que el matrimonio es verdadera y propiamente uno de los siete Sacramentos de la ley Evangélica. Que no es lícito a los cristianos tener a un mismo tiempo muchas mujeres; que sólo aquellos grados de consanguinidad y afinidad que se expresan en el Levítico, pueden impedir el contraer matrimonio y muchas más cosas, que quedan prohibidas bajo pena de excomunión.

Matrimonio en la España del siglo XVIII

En la España del siglo XVIII nos encontramos en un momento de transición entre el matrimonio del antiguo régimen y el establecimiento del matrimonio romántico. Los matrimonios solían producirse a edad temprana, entre los 15-16 la mujer y los 20-24 los varones. El enlace estaba en una alta proporción dirigido por los familiares mayores, primando así el interés económico[5] y donde se valoraba extremadamente la virginidad de la novia, lo que sancionaba a las relaciones prematrimoniales. Se retrasaba la edad del varón hasta que resultase económicamente posible por la acumulación de un peculio o por la herencia de los padres u otros parientes. Eran muy comunes la viudez y las segundas nupcias como consecuencia de la elevada mortalidad entre los adultos. La bigamia se presenta como uno de los delitos más perseguidos, recordemos que sigue viva la Inquisición.

Empieza a aparecer en este siglo el nuevo modelo de matrimonio sentimental, que nace vinculado al fortalecimiento de la burguesía como clase dirigente y con la difusión de la nueva sociedad que surgirá de las revoluciones liberales. Se difunde entre las élites de las ciudades de ciertos países europeos una familia moderna o sentimental frente a otras formas anteriores más complejas sin lazos sentimentales y afectivos. El matrimonio sentimental fue aparentemente bueno para hombres, mujeres y niños. Pero como veremos al leer a Kant, no será suficiente para romper las relaciones jerárquicas entre hombres y mujeres.

El matrimonio se presenta como solución a la necesidad de reunir dos personas para la gestión de la casa y la explotación agrícola o artesana. Como resultado de esta división del trabajo hay también una separación o reparto de espacios, la casa es el espacio de la mujer, aunque en el campo esta delimitación de espacios no será tan radical.

Las mujeres de las élites urbanas disfrutan de los privilegios económicos y sociales propios de su estamento pero también padecen un mayor grado de confinamiento doméstico que las de las clases populares. Solamente avanzado el siglo XVIII los sectores cortesanos difunden ciertos comportamientos entre las élites que permiten una superficial libertad de las esposas en cuanto a salidas y visitas.

Aparecen configurados dos comportamientos:

el conyugal lleno de moderación y retención que sirve sólo para la procreación

y el extraconyugal caracterizado por la pasión amorosa, la búsqueda del placer por sí mismo y la no fecundidad por el recurso a las prácticas anticonceptivas, pero vedado a las mujeres por diferentes motivos.

Incluso a finales del siglo XVIII la filosofía ilustrada era ambigua con las mujeres pues aunque se las defiende en parte, y se pretende dignificarlas, no dejan de ser comúnmente consideradas objetos bellos u hombres incompletos que reciben reconocimiento sólo si su virtud no se aparta del camino adecuado.

Derecho conyugal kantiano

Kant formula su posición sobre el derecho conyugal pensando que el matrimonio es una comunidad sexual y que debe estar regulada por la ley:

“...el uso recíproco que un ser humano hace de los órganos y capacidades sexuales del otro… y por el que puede engendrarse a un semejante”. “La unión de dos personas de distinto sexo con vistas a poseer mutuamente sus capacidades sexuales durante toda su vida”

Frente a esta comunidad sexual natural estaba la antinatural, donde se situaba la homosexualidad y el bestialismo.

Añade la necesidad de establecer un contrato necesario;

“...si el varón y la mujer quieren gozar mutuamente, uno del otro, gracias a sus capacidades sexuales han de casarse necesariamente según las leyes jurídicas de la razón pura”.

El empeño de este soltero empedernido en la legalización del goce natural es debido a que considera el instinto sexual algo brutal y vergonzoso, por lo que su principal preocupación es humanizarlo.

“Sin la condición previa del matrimonio el goce carnal es… caníbal.”

Para Kant, el matrimonio supondría poner orden en el desorden instintivo y sensual de los seres humanos.

Pretende mostrar el matrimonio como una comunidad sexual indisoluble, cuya función no se reduce a engendrar, criar y educar a los hijos, sino que persigue el goce sexual;

lo cual supone alejarse de la tradición judeo-cristiana y del derecho natural de la época que sitúan como finalidad natural del matrimonio la procreación.

Afirma también que

“...en el acto sexual, el ser humano se convierte a sí mismo en cosa, desde el momento en que es poseído, se ha entregado en posesión a otro”.

De ahí también la necesidad de un contrato que restituye la dignidad perdida en la cosificación y que legitime la posesión, que impida que se produzca un comercio con el cuerpo. La relación de los casados es una relación de igualdad, en cuanto a la posesión de las personas y también de los bienes. Sin embargo, a pesar de este comienzo tan prometedor, más adelante lo estropea, diciendo el varón adquiere una mujer. El varón desea y la mujer se entrega.

El matrimonio parece descrito como una unión en la que los dos constituyen una sola persona. Una única persona moral regida por la inteligencia del marido y animada por el gusto de la mujer.

El hombre aporta la inteligencia y la mujer la belleza.”

Mientras el varón puede escoger no casarse y a veces es recomendable que no lo haga para dedicarse a virtudes más elevadas (el mismo Kant se refleja en aquí en su propio espejo), la mujer debe casarse si quiere conseguir su libertad y es que en la antropología kantiana, la mujer no es capaz de darse a sí mima sus propias normas, no pertenece al reino kantiano de los fines, únicamente reservado al varón, capaz de cultivar la virtud sublime, la inteligencia. Y por tanto si quiere acceder a su libertad necesita un tutor, un guía, el varón.

“La mujer debe dominar y el hombre regir, pues la inclinación domina y la inteligencia rige.”

El sí de las niñas

Doña Irene ha concertado un matrimonio para su hija Doña Francisca, una joven de 16 años, con un burgués de 59 años, Don Diego. La muchacha se siente presionada a obedecer a su madre, pero está enamorada de un joven militar, don Carlos, y solo lo saben los criados. Cuando don Carlos descubre que su rival es su propio tío se siente obligado a renunciar a su amor, pero cuando su tío se entera de que su sobrino y comprometida están enamorados, se da cuenta de que casarse con la joven iría en contra de un orden racional y natural, y toma la decisión sensata de renunciar al compromiso.

La familia de Bernarda Alba

La familia Alba esta de duelo. Acaba de morir Antonio María Benavides (padre) y Bernarda Alba (madre) es ahora la máxima autoridad de la casa -aunque tal vez ya lo fuera desde antes-. La familia esta encerrada en su casa, presa del duelo que la madre obligará a cumplir. Las cinco hijas sueñan con poder estar fuera de allí. Sin embargo la soberbia de Bernarda no le permitirá ver que no se puede ir contra la voluntad del alma que aspira a ser libre, con esa fuerza de almas jóvenes que un día estallarán en un grito por rebelarse por quién oprime sus ganas de vivir.

Las hermanas pelean por un hombre, ven en él su única forma de salir de sus vidas monótonas, de salir al mundo, pero Bernarda obedece una vieja formula de acceder al matrimonio; primero se casará la mayor...

La familia postpatriarcal

En la Edad Moderna la familia burguesa desarrollará fielmente este modelo, el de la familia conyugal: la pareja con sus hijos, aunque pueden encontrarse otros grupos convivenciales.

Progresivamente la sociedad del bienestar va asumiendo funciones que hasta el siglo pasado descansaban en los amplios brazos de la mujer en el seno de la familia. El estado asume tareas de atención a la tercera edad, acelera la incorporación cada vez más temprana de los niños al sistema educativo. Paralelamente la mujer se ha ido incorporando al sistema laboral y cediendo labores familiares tradicionalmente asumidas por ella a instituciones estatales. Se produce una cierta dilución de la división del trabajo en el hogar, y se trasforma la familia.

Las nuevas sociedades convierten la institución del matrimonio en algo más flexible:

abandona la indisolubilidad,

llamamos matrimonio a parejas formadas por miembros del mismo sexo,

el patriarcado vive su lenta agonía;

la fuerza del sacramento se difumina y se incorpora a los nuevos contextos sociales.

La familia postpatriarcal se presenta con una

mayor equiparación de cargas y derechos entre hombres y mujeres.

Conserva su dimensión política y económica, desempeñando importantes funciones políticas de encuadramiento y control sociales,

así como de protección económica.

El futuro de las familias, es reducir su dimensión, si actualmente el tamaño medio de los hogares es de 2,3 personas, el número de hogares unipersonales en España y en Europa, se dispare vertiginosamente. Han aparecido los singles. Soltero orgullosos de serlo con más de 30 años. Aquí se incluye también la nueva figura del soltero con pareja que prefiere vivir de forma independiente. En España, actualmente hay 7 millones de personas entre 25 y 64 años que han decidido desarrollar su proyecto de vida de forma individual.

El 15 de mayo fue proclamado Día Internacional de las Familias por la Asamblea General de las Naciones Unidas, quizá consciente de que la célula de la sociedad puede modificarse, y si no se consigue mantener en el mismo formato que ha tenido hasta ahora, sí es necesario conservarla como instrumento de sostenimiento del modelo de sociedad en el que vivimos.

[1] El ciudadano en Atenas era aquel que podía disponer del ocio necesario para ocuparse de los asuntos públicos, y tenía por tanto ingresos sin trabajar físicamente. Eran altos funcionarios y sacerdotes, aristócratas, comerciantes, terratenientes…

[2]

[3] Esparta era una ciudad,polis, en la que se preparaba tanto a hombres como a mujeres para la batalla.

[4] El ideal de los cínicos era la vida de los animales y la vida natural en general, y también proclamaban un comunismo verdaderamente libertario e igualitario: consideraban que la libertad y la igualdad se exigían mutuamente y eran interdependientes. Por lo tanto, rechazaban cualquier diferencia entre libres y esclavos, ciudadanos y extranjeros, nobles y plebeyos, ricos y pobres. En suma, consideraban que toda jerarquía o autoritarismo en la sociedad era contra natura. De ahí, su rechazo al Estado como institución coactiva, y de ahí también su rechazo a todas las demás instituciones que ellos reconocieron como interrelacionadas e interdependientes con el Estado, y su insistencia en que muchas de ellas se derivaban de la existencia misma del Estado, por ejemplo, la familia, la propiedad privada, la guerra, la esclavitud, la religión positiva y la legislación positiva. Todas estas eran rechazadas por ellos, quienes sin embargo no rechazaban la idea de Dios, que para ellos era fisis, naturaleza; ni la ley natural, que era fuente de justicia.

[5] El orden social se percibe prácticamente inmutable, por lo que solo quedaba elevarse uno mismo dentro de su propia condición. Esto suponía que la búsqueda por parte de los padres del partido más ventajoso era lo que determinaba la elección de pareja para su hija. Esta determinación suele respetar también la norma de la homogamia socioprofesional. En las clases bajas por el contrario se reconoce una mayor iniciativa a los jóvenes en la elección de pareja, aunque siempre la última palabra la tienen los padres.