8. Parecidos razonables

[13] Siguiendo esta vestimenta, podemos encontrar paralelismos con otros personajes del folclore español.

Un caso relevante es el del “bobo” de Onchagavia, un personaje que se introduce dentro de una danza, la del paloteo, que imita la tarea de la escarda en el campo y se baila el 8 de septiembre. Caro Baroja, ve en ella la expulsión del mal de la comunidad. Si extrapolamos ese papel simbólico a nuestro Cascamorras, vemos un cierto paralelismo, puesto que el papel del “bobo” es atravesar la danza, mientras es golpeado (en la actualidad se golpea un odre) llevándose el mal; Cascamorras atraviesa la ciudad, recogiendo el mal a su paso (insultos, reproches, puñadas) y es recogido por la Iglesia, encargada de perdonar y de aliviar el mal; sería como un gran exorcismo de la ciudad; lo mismo sucedería en Guadix, atraviesa la ciudad recibiendo reproches, en este caso por no haber conseguido su objetivo y de nuevo es recibido por la iglesia para que limpie el mal que él ha atraído sobre sí.

es curioso este apodo viste del mismo modo; es el encargado de actuar de “maestro de ceremonias” en el baile de la rifa que se celebra en la ciudad vecina a lo largo de las navidades. Pedro Antonio de Alarcón lo describe así: "El baile de rifa se celebraba en las afueras del pueblo en una especie de arrabal de cuevas donde vive la gente más pobre de la población.

En tales bailes celebrados enfrente de un altar portátil, donde se ve la efigie del festejo (Santo, Virgen o Señor) tiene el público facultad amplísima de pedir o rifar, por medio de puja o subasta el que Fulana baile o no con Mengano, como el que éste abrace o no abrace de nuevo a aquella con la que acaba de bailar el fandango, que es lo que aquí se baila y se ha bailado siempre, danza que termina inexcusablemente con un abrazo de cada pareja. Los que no quieren que se realice alguno de estos deseos tiene que dar mayor cantidad de dinero y así se reúnen crecidos fondos para el culto de la venerada imagen". (GRANADOS VALVERDE y SALUD ANDRÉS, 1990). Hoy en día aún se celebra este baile de la rifa, y nuestro personaje sigue participando.

El mismo pepel le reservan en La Puebla de Don Fadrique, donde los cascaborras, pasan a ser cinco, vestidos de rojo tres, y de verde dos. Siguen teniendo un florero no solo bordado en su espalda, sino que su sombrero ha pasado a imitar también este ornamento.

Durante la pascua recaudan limosna para la Hermandad de las ánimas, y una forma de incrementar esa recaudación es sacar a bailar a una chica durante el baile, para que su pareja la recupere o siga bailando con ella solo tiene que dar una limosna al cascaborras para las ánimas.

[14] Respecto a este traje, Ana Granados Valverde y Salud Andrés Aparicio que han investigado el tema, recogen de la prensa de 1.883 el dato de que Cascamorras, también conocido como Pedro Lagarto va vestido de bayeta verde, sembrado de motas amarillas. Una dilatada capucha cubre su cabeza, una carátula (o máscara) cubre su rostro, un chaquetón colosal envuelve su cuerpo, unos pantalones espaciosos abrigan sus piernas. Y adelantan la hipótesis de que el empeño en mancharlo, quizá sea un sustituto de la máscara.

[15] Otros Cascamorras provinciales y personajes similares españoles son: Los Calcaborras de La Puebla de don Fadrique. Vinculados a la Hermandad de las Ánimas, (1.543) los cinco Calcaborras son los ejes de unas fiestas que se celebran desde el día 25 de Diciembre, hasta el día 29. Se dedican a perseguir a la gente, golpeándoles amigablemente. La manera de no ser golpeado es pagar a los inocentes. Aglutinan dos roles que ya hemos visto asignados al Cascamorras; por un lado el de florero en los bailes de rifa accitanos que recauda para los pobres; aquí el destino de las limosnas, son las ánimas del purgatorio, si bien los Calcaborras 1.537 son anteriores a la aparición de esta hermandad y no se tienen datos sobre el destino de lo recaudado en sus inicios. Por otro el de ser rey por un día, y burlarse de las autoridades y de la gente, a la que ataca y de la que defiende con sus palos. Una vez que los responsables de la Hermandad dan a conocer públicamente el dinero recaudado durante los cuatro días de fiesta, se invita a todos los presentes a ‘cuerva’ -sangría- y embutidos de la tierra. Se pueden asociar por las fechas y por el segundo rol, con los inocentes que aún se conservan en la zona murciana limítrofe.

En Huéscar existió el Cascaborras, fiesta hoy desparecida, era un personaje que llevaba una manta que le envolvía un hombro y la cintura; unos pantalones ajustados y una carátula o máscara en la cabeza, en la mano, una vara, con un pellejo en la punta, con la que imponía autoridad. La persona que pedía para las Animas iba vestida con una piel y un sombrero redondo, con cintas de colores por detrás.

El Cascaborras de Orce, actúa en San Antón y San Sebastián el 19 y 20 de Enero; y “lo más llamativo del Cascaborras de Orce son los faldones oscuros que le llegan hasta los pies y un gorro alto… Tanto la falda como el gorro llevan recortes sobrepuestos de tela estampada. Sobre la camisa… cruzan dos bandas de tela y del enorme gorro le cuelgan cintas de colores y unos cuantos pimientos secos. En la mano lleva una larga y fina vara con la que golpea suavemente a los niños que se meten con él y mantiene el orden. Cascaborras lleva la cara tiznada de negro en la fiesta de San Antón, y de rojo en la de San Sebastián.” (GRANADOS VALVERDE y SALUD ANDRÉS, 1990) Es curioso, que en Baza, predomine el negro como color con que se le mancha, y en Guadix el rojo almagre.

El Colacho de Castrillo de Murcia en Burgos, representa al diablo, cubierto con una máscara, un traje de colores vivos (amarillo y rojo), en las manos lleva la terrañuela, un palo de cuyo extremo cuelga una cola de caballo, con la que golpea a la gente a la vez que el atabalero toca su gran tambor. Éstos reciben la burla de los niños del pueblo y responden con azotes de la terrañuela; es entonces cuando tienen lugar las “corridas”.

El día más importante de la fiesta es Corpus Christi, día en el que se celebra la procesión. Los vecinos del pueblo adornan sus casas con sus mejores galas para recibir el paso de la procesión. En algunas casas se disponen unos "altares", donde la procesión realiza una pausa y bendice el agua y el vino. Frente a estos altares, y en el suelo, se colocan unos colchones sobre los cuales y momentos antes de la llegada de la procesión, se tumban a los niños nacidos en el año. La procesión también está compuesta por las niñas que han recibido en el año la Primera Comunión que tiran flores a los niños tumbados. Es claramente un ritual de purificación donde el Colacho representa al demonio, que se pasea delante de Jesucristo como su víctima, y al pasar sobre los recién nacidos, arrastra con él los males que haya podido dejar en ellos, sus males, pecados. (Pecado original).

Los Mojigones: eran personajes asociados a la fiesta del Corpus Christi, disfrazados que iban dando vueltas alrededor de la Tarasca, (La Tarasca, era un ser monstruoso que asolaba los campos cercanos a la ciudad francesa de Tarascón, tenía cuerpo de reptil, de dragón, y cabeza semihumana. -Cascamorras, también es conocido en Guadix, al menos a finales del siglo XIX como Pedro Lagarto, al parecer porque su traje imitaba la piel de un lagarto.- Llevaba sobre su lomo una mujer lujosamente vestida, que era la representación de las meretrices de Babilonia. Tenemos pues la representación del demonio, llamado en la Biblia serpiente antigua, encarnando el mal y rodeado de los Mojigones que, llevando en la mano un palo con una vejiga inflada golpeaban a los espectadores descuidados. Estos personajes desfilan en la procesión del Corpus delante de Jesucristo, como despojos de su triunfo sobre el mal.

El Cipotegato de Tarazona es el personaje que, inaugura las fiestas, a las doce del mediodía del 27 de agosto. (Igual que el Cascamorras bastetano a las seis de la tarde.) Al sonar las campanadas del reloj del Ayuntamiento, se abre la puerta principal del edificio, de donde sale el Cipotegato, que es esperado por miles de personas, jóvenes principalmente, concentradas en la plaza de España. Éstas, al grito de “Cipote, Cipote”, empiezan a lanzarle tomates. Lo que comienza siendo un ataque contra el Cipotegato se transforma en una verdadera batalla campal entre los participantes, mientras el Cipotegato trata de abrirse paso entre el gentío para iniciar una carrera por la ciudad cuyo recorrido es secreto. De regreso a la plaza, es izado hasta el monumento al Cipotegato, desde donde saluda a la multitud, que lo vitorea; desde allí lo trasladan a hombros hasta la Casa Consistorial.

Durante siglos, el Cipotegato salió, por encargo del Cabildo, para ahuyentar a los chiquillos delante de las solemnes procesiones; en su recorrido, los niños le arrojaban las hortalizas que, sobrantes de los mercados, encontraban por el suelo. En el siglo XIX perdió su relación con las ceremonias religiosas y pasó a ser costeado por el Ayuntamiento y, tras la guerra civil, comenzaron a arrojarle tomates. Parece ser, por tanto, que el Cipotegato es una pervivencia de los festejos organizados y reglamentados por las autoridades eclesiásticas durante los siglos XVI y XVII, cuyas raíces se encuentran, posiblemente, en las tradiciones medievales de tipo popular.

[16] La llegada a su Guadix tiene lugar a las seis y media de la tarde, siendo recibido en la Estación del ferrocarril y recibiendo el mismo trato que recibió en Baza hasta llegar a la iglesia de San Miguel donde de nuevo es recibido y los reproches se tornan de nuevo abrazos.

[17] Ana Granados Valverde y Salud Andrés Aparicio en su ensayo Antropología de una fiesta granadina. El Cascamorras, relacionan este personaje con determinados ritos del mundo griego, y romano que pudieron llegar a nuestra tierra antes de la venida del pueblo musulmán, constatando que fueron aquellos tiempos de sincretismo cultural y religioso. Se centran en los rituales religiosos de expulsión del mal. Para la medicina antigua, la enfermedad era la consecuencia de haber entrado en contacto con un poder maligno y destructor. “Esta contaminación (en griego, miasma) se consideraba, por una parte, como algo material, que se adhiere al cuerpo y, por otra, como algo vivo, dinámico, qué como una mancha de grasa, tiene capacidad de exten­derse progresivamente y contaminar cuanto toca.” (GRANADOS VALVERDE y SALUD ANDRÉS, 1990)

Los modos de conjurar las enfermedades son de dos tipos, purificadores (limpiar las superficies contaminadas), y transferenciales. (Trasladar el miasma a otro ser u objeto que segui­damente hay que alejar de la comunidad.) Recogen en su texto un ejemplo de este ritual, cuando Aristóteles, ante una epidemia de peste, “purificó a unos cuervos mediante ensalmos, poniéndoles seguidamente en libertad, a la vez que se conjuraba a la enfermedad a que huyera con ellos y así librar a la ciudad de la pestilencia.” (GRANADOS VALVERDE y SALUD ANDRÉS, 1990)

Dentro de estos rituales purificadores y trasferenciales descubren estas autoras los pharmakoi que se pueden traducir como “víctimas propiciatorias”. “Se trataba de dos hombres, uno representaba a los varones y llevaba en torno a su cuello una especie de collar de higos negros; otro, que llevaba un collar de higos blancos, representaba a las mujeres… En Atenas se les elegía anualmente para esta función con el requisito de ser feos y pobres (únicamente los pobres aceptaban el desempeño de tal función)… En épocas más antiguas parece que estas víctimas eran golpeadas con varas auténticas y apedreadas hasta la muerte, aunque posterior­mente se limitaban a llevarlos en procesión alrededor de la ciudad y luego los hacían pasar en medio de la multitud que los golpeaba con ramas de higueras y les arrojaba cebollas albarranas hasta expulsar­los de la ciudad.” (GRANADOS VALVERDE y SALUD ANDRÉS, 1990)

Los pharmakoi se desarrollaron por todas las colonias griegas, que se extendían por todo el mediterráneo. Como se constata con el testimonio de que en “la colonia griega de Marsella se mantenía a un hombre de la clase más pobre y cuando había una plaga o desgracia, se le vestía con un traje adornado con ramas sagradas y se le llevaba por toda la ciudad mientras se hacían peticiones para que absorbiera todos los males de la ciudad. Finalmente era expulsado.”

Más tarde, “Por las calles de la antigua Roma era llevado todos los años un hombre cubierto con pieles de animal, llamado Mamurius Veturius'17 a quien pegaban con largos cayados blancos hasta expulsarlo de la ciudad. Mamurio Veturio es tratado como víctima expiatoria; por eso es expulsado fuera de la ciudad a fines de año, para que con él se vayan todos los males acumulados durante ese tiempo y facilitar la buena entrada del año siguiente.” (GRANADOS VALVERDE y SALUD ANDRÉS, 1990)

Es en Roma, precisamente donde encontramos otras celebraciones donde la burla tiene su protagonismo. Es la fiesta del triunfo que tenía como fin la purificación de los vencedores, sobre todo del caudillo, de las culpas de sangre y la maldición de la guerra, mediante un acto mágico y ritual, “para proteger mágicamente de las amenazas de malos demonios al vencedor en su regreso. Según una antiquísima idea, tales demonios acechaban de manera especial al hombre encumbrado por la victoria y el éxito; así, la persona del caudillo triunfante se protegía más que ninguna otra mediante amuletos colgados del carro triunfal y de su cuerpo, así como por otros medios para conjurar el mal. Sobre el carro triunfante, detrás del caudillo, iba un esclavo que decía en voz alta al triunfador, vestido con el traje etrusco de los antiguos reyes de Roma: -Recuerda que eres un hombre- y los soldados cantaban canciones burlescas referidas a su general que lo rebajaban a una escala humana absolutamente corriente.” (BRIGMANN 1994)

Para dar fuerza a su hipótesis de que cultos romanos pervivieron a lo largo de siglos en nuestras tierras recoge testimonios como el de Diego Hurtado de Mendoza, que en el siglo XVI, durante la guerra morisca de Granada nos dice que las imágenes de Netón, dios sincretizado con Marte, aún eran abundantes lo que prueba su culto y su pervivencia desde el siglo V.

Concluyen esta investigación afirmando que el Cascamorras es un pharmakos, cuyos perfiles nítidos se ha encargado de borrar el paso del tiempo y cuya primitiva función purificadora, hoy en parte olvidada, se ve reflejada de alguna manera en la enorme alegría liberadora -catarsis- que produce en el pueblo la actuación de este singular personaje, emoción inmensa de la que puede dar fe cualquier persona que haya contemplado esta fiesta.

El propio Rodríguez Adrados, gran conocedor de la antigüedad clásica, se refiere a él como tal: "Otro fármaco es el llamado Cascamorras de Guadix, expulsado en dirección a Baza para que se apodere de una imagen, expulsado a su vez violentamente por el pueblo de Baza y agredido otra vez por el pueblo de Guadix cuando llega, fracasado, acompañado de un tamborilero y defendiéndose con una porra. Este fármacos debe tener relación, en su origen, con fiestas de la vendimia, pues al expulsarle se le canta: "Cascamorras, pincha la uva que está madura".(GRANADOS VALVERDE y SALUD ANDRÉS, 1990)

[18] Estando en estas pláticas, quiso la suerte que llegase uno de la compañía, que venía vestido de bogiganga, con muchos cascabeles, y en la punta de un palo traía tres vejigas de vaca hinchadas; el cual moharracho, llegándose a don Quijote, comenzó a esgrimir el palo y a sacudir el suelo con las vejigas, y a dar grandes saltos, sonando los cascabeles, cuya mala visión así alborotó a Rocinante, que sin ser poderoso a detenerle don Quijote, tomando el freno entre los dientes, dio a correr por el campo con más ligereza que jamás prometieron los huesos de su notomía. Sancho, que consideró el peligro en que iba su amo de ser derribado, saltó del rucio y a toda priesa fue a valerle; pero cuando a él llegó, ya estaba en tierra, y junto a él Rocinante, que con su amo vino al suelo: ordinario fin y paradero de las lozanías de Rocinante, y de sus atrevimientos. (CERVANTES parte. II, cap. XI.)